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AMPLIACIÓN DEL MUSEO DE SAN TELMO

 

Fachada principal a la plaza de Zuloaga

 

Vista de la Plaza de la Trinidad con varios cuerpos remodelados de S. Telmo asomándose a ella.

Impacto:

**

Lugar:

Parte Vieja de Donostia / San Sebastián. Plaza de Zuloaga.

Historia reciente:

 

El museo de San Telmo ocupa un antiguo convento  dominico (s. XVI) desamortizado en el siglo XIX. Durante muchos años fue cuartel, que ocupaba también dos alas, hoy inexistentes, del edificio.

La venta del monte Urgull al Ayuntamiento en el primer cuarto del siglo XX incluía el viejo ex-convento-cuartel de San Telmo, con excepción de los elementos principales del mismo: la iglesia, el torreón y el claustro que, declarados monumentos, siguen siendo propiedad del Estado, aunque su gestión esté en manos del Ayuntamiento donostiarra.

En 1932 el edificio fue convertido en museo Municipal, siendo decorada la iglesia con una monumental obra del pintor José María Sert. El museo fue ampliando sus colecciones (principalmente etnográficas y pictóricas), pero sin seguir un plan didáctico claro y sin excesivo presupuesto.

Ello supuso que a finales del siglo XX se planteara su ampliación y la remodelación de su colección, adquiriendo algún tipo de especialización.

Tras diversos avatares y proyectos que no cuajaron, se llevó a cabo la remodelación del museo, procediéndose al derribo de un gran edificio anexo y también de un pequeño sector pegante a la fachada principal del museo que se abre a la plaza de Zuloaga.

Algún tiempo antes se había procedido al derribo de un pequeño sector de estructuras pertenecientes al convento/cuartel, que habían sido aprovechadas en la formación de un monumento en memoria de los "caídos" del bando franquista durante la Guerra Civil.

Realizado el pertinente concurso para el proyecto, se levanta un edificio (Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano) que sustituye al derribado, sobresaliendo notablemente de la fachada principal del museo a modo de ala del mismo.

Su arquitectura contrasta con el resto del museo y presenta la peculiaridad de estar revestido de placas perforadas de aluminio fundido que, en teoría, serían capaces de permitir el crecimiento de cierta vegetación, adquiriendo un parcial mimetismo con el cercano monte Urgull. Pero esta característica no parece haber funcionado correctamente, distorsionando notablemente el proyecto estético inicial y el correcto realce con la fachada de sillería arenisca del edificio persistente (fachada que corresponde a 1932 y no al edificio dominico original).

La ampliación y remodelación fue inaugurada en el año 2011.

Observación:

Sin embargo, no es esta fachada del nuevo edificio la que se considera impactante, a pesar del fallido programa de "camuflaje" o "neutralización", sino otras circunstancias y actuaciones, vinculadas unas con el viejo edificio, otras con el nuevo y otras con la museografía del mismo.

Grave*** parece la intervención llevada a cabo en el antiguo refectorio (capilla de los Etxeberri), en la que se ha procedido a eliminar el suelo original y los enterramientos allí existentes, rebajando notablemente la cota del nuevo suelo. Esta actuación se justifica en aras de mejorar la accesibilidad, pero teniendo en cuenta que se trata de un elemento relevante del patrimonio artístico-cultural, esta circunstancia no parece razón suficiente para ejecutarla.

La intervención en el claustro superior parece adecuada, realizando un cerramiento de cristal ligeramente retranqueado con relación a los elementos sustentantes, pero esta adecuada actuación es anulada anteponiendo al cristal elementos* opacos que no permiten la percepción de la arquería ni del claustro exterior en general, justificándose con la necesidad de impedir la entrada de la luz del sol en aras a la museografía instalada. Por lo tanto se produce una incongruencia entre el realce del edificio (que consideramos prioritaria) y su función como museo (que tendría que supeditarse a la primera). Su impacto es menor, en tanto en cuanto no afecta en sí al edificio, sino a su "decoración".

Como impacto*** consideramos también el hecho de que el nuevo edificio se asome sin respeto alguno a la plaza de la Trinidad, espacio emblemático rediseñado adecuadamente por el arquitecto Peña Ganchegui en los años setenta y muy alterado actualmente. Se introduce en un ángulo de la plaza mediante un duro desmonte con muro de contención de hormigón (con posible afección a estructuras de las murallas) con fachada de placas de aluminio y un único y amplio vano que rompe la "heterogeneidad uniforme" que caracteriza a la plaza. También se procedió a eliminar de la plaza la fachada de mampostería del edificio anexo que, si bien no tenía especial relevancia arquitectónica, contribuida ambientalmente al realce de la plaza, siendo sustituido por un cuerpo con fachada de mampostería, más bajo que el anterior y dotado de un vano vertical estrecho y muy alargado que no contribuye a recrear el ambiente tradicional de la plaza, sino todo lo contrario.

El tratamiento de los cierres de los vanos de la fachada principal es un tanto desconcertante ya que al ser principalmente de cristal, deforma, en parte, la estética tradicional del edificio, agravada en ciertos momentos con el efecto espejo que por refracción producen las cristaleras.

Tampoco parece adecuado el uso que se hace del  volumen interior* del nuevo edificio, en el que los espacios vacíos se antojan mayores que los estrictamente necesarios y los que no tienen un uso estrictamente museístico (cafetería, tienda, salón de actos) pueden sobrar (al menos en un ambiente de contención de gastos) por existir alternativas próximas, encareciendo la obra sin una contrapartida adecuada y forzando al edificio a adquirir un volumen edificado que, quizás, podría haber sido amortizado o aprovechado para instalar las colecciones de otra manera.

Pero lo que más llama la atención de San Telmo es la falta de un programa coherente con el edificio conventual y con la ciudad**. San Telmo, en sí, es un edificio relevante dentro de panorama arquitectónico de la ciudad y el museo parece que prescinde, en parte, del propio edificio y de su historia o, al menos, lo relega a un objetivo muy secundario. Incluso el edificio, vacío y restaurado, podría haber sido una solución adecuada. No hacía falta nada más. El antiguo convento. Es obvio que esta es solo una de las muchas posibles opciones...

Por otra parte un "museo" municipal tendría que tener por función recopilar, guardar y difundir el patrimonio "efímero" de la ciudad en general (es decir, el que tiende a desaparecer con el paso del tiempo) y el patrimonio de su Ayuntamiento en particular. Y esto se hace en San Telmo (o al menos esa es la percepción exterior) de una forma muy liviana. El "museo" (o como lo queramos llamar) debe ser el brazo ejecutor para conservar el "poso" del tiempo en la ciudad. Esto, tan importante, no tiene lugar (o por lo menos no se percibe claramente). Tal vez porque no se contempla adecuadamente en el "plan" del Museo. Las nuevas tendencias de "museos de Sociedad" acaban por banalizar los aspectos materiales (la piezas) para centrarse en un programa didáctico, en ocasiones con intención moralizante, muchas veces basado en paneles, que podría ser sustituido por una página web residente en "la nube". La exhibición y mantenimiento de piezas (por ejemplo) como una parte de la central telefónica de conmutación que dio servicio a la ciudad es un claro ejemplo de la directriz que, estimamos, debe seguirse. Igualmente tendría que incorporar un depósito material de elementos vinculados a la ciudad que permita hacer acopio de mobiliario urbano, material gráfico, etc. Al contrario de lo que ha ocurrido: los fondos no expuestos han pasado a engrosar el depósito de patrimonio levantado por la Diputación en Irun.

La Iglesia muestra el interés añadido de los lienzos de Sert y de los frescos originales, fragmentariamente recuperados. Sin embargo parece un tanto caricaturizante el montaje de las esculturas yacentes que formaban parte de la sepultura de los fundadores del convento.en una especie de catafalco móvil*

Una de las secciones más importantes (la que ocupa el claustro superior) es una recopilación temática más o menos hilada de la evolución de la sociedad guipuzcoana, especialmente centrada en su aspecto industrial. Museográficamente está bien conseguida, pero su integración** "espiritual" en el museo deja bastante que desear, ya que podría haber sido instalada en cualquier otro lugar de la ciudad o de Gipuzkoa. San Telmo, quizás, requería otros planteamientos en los que el propio edificio nos contara su historia, que es una e indisoluble con la de la ciudad.

El resto de las colecciones han sido tratadas museográficamente de forma adecuada, aunque sigue dando una sensación de miscelánea, de cierto cajón de sastre*.

La escalera de madera que da acceso a la segunda planta, sin ser discordante, no acaba de encajar en el volumen del torreón y su entorno.

 

Aspectos positivos:

 

Entre los aspectos positivos del "nuevo" museo, tras su remodelación, (algunos ya se han comentado) están: su creciente dinamismo y la  modernización de infraestructuras (climatización, seguridad, etc), consolidación de las estructuras arquitectónicas, restauración de los lienzos de Sert, la rehabilitación de la cripta y, sobre todo, la recuperación de los frescos de las bóvedas.

Propuesta general:

Esperar a que el tiempo haga necesaria una nueva remodelación del museo para cambiar el planteamiento general del mismo, planteamiento general en los que habrá que incorporar los cambios de mentalidad y expectativas de los ciudadanos con relación al museo y al edificio que lo soporta.

Ilustración:

JAS, 2013.

Subsanado:

NO

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