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LIBRO TERCERO

CAPITULO PRIMERO

Fueros de Guipúzcoa

Como la historia del pueblo es, digámoslo, la historia de sus fueros, y los enemigos de estos acuden á los tiempos mas antiguos para hallar razones y poderosos argumentos en su contra, no nos es posible seguir adelante sin dar á conocer en lo posible, al menos, la íntima relacion en que vive el pueblo guipuzcoano con sus fueros, antiguos usos y costumbres.

Y cierto que parece mentira, despues de ver á Europa, sábia y metódicamente desangrada por la triste centralizacion que la consume, que haya quien todavía se conduela de ver á los vascongados agenos á tan supremo bien. Como los chinos copiaban nuestros barcos de vapor, haciéndolos con chimenea y ruedas por fuera, pero sin máquina alguna que diera impulso á la ridícula copia, así hemos creído que íbamos á ser libres á la manera inglesa, hablando de libertad á todas horas aunque hollándola á cada paso torpe y groseramente, como el gañan aplasta con ruda mano la flor delicada que la dama conserva entre cristales y cuidadosamente abrigada.

Hemos repetido de memoria, como el rapaz que va á la escuela, las lecciones que con su ejemplo nos daba el noble y enérgico pueblo sajon; y luego, creyendo que sabíamos lo suficiente, hemos destruido cuanto á mano teníamos ó cuanto ha estado en nuestras manos destruir. Plegue á Dios que todo el que tenga á bien leer estos renglones, comprenda la sinceridad con que van escritos, harto agena, por cierto, de la pasion política que nos señorea y enerva.

Nos acusan, y aun mejor pudiéramos decir, nos acusamos de no sabernos gobernar, por hallarnos del todo faltos de aquel sef-government de los ingleses, admiracion y envidia de los demás pueblos del continente europeo.

Todos convenimos en ello, y en seguida acudimos á aprender en los libros, y á lo mas en conspiraciones, la mejor manera de ser ciudadanos y de servir á la patria.

No es maravilla que tan poca experiencia demuestren nuestros mas eminentes estadistas, cuando todavía no han querido comprender que la gobernacion del Estado no se aprende en quince dias de ministerio y en quince ó treinta años de oposicion.

Aun queaba en 'España una tierra en donde los hombres sabían gobernarse; y en vez de complacernos en que haya españoles capaces de hacer algo por sí, no creyéndose obligados á volver á cada momento los ojos al poder central, como que deseamos llegue cuanto antes el dia en que los vascongados pierdan, no lo que nos hayan podido quitar, mas aquella manera tradicional de regirse, que es para ellos verdadero complemento de la patria.

Invadida España por los árabes, no se detuvo el empuje de estos en el Pirineo, antes bien señorearon gran parte de Francia. Ni es fácil saber á punto fijo si el musulman holló el suelo guipuzcoano; mas á no dudarlo, si tal llegó á suceder, fué solo de pasada, y acaso sin llegar á verificarse del todo. Consta llegaron á Gijon, en donde tenia o gobernador puesto por ellos; mas no consta, en efecto, que señoreasen alguna de las pocas ciudades del territorio, al presente vascongado.

Cierto que serian poco importantes; pero ni de Vizcaya, ni Guipúzcoa consta histórica ni acaso tradicionalmente la presencia de los muslimes.

Con razon dieron los moros á la mayor parte de España por sojuzgada, pues no babia ciudad ni lugar importante, por apartado que fuese, que no les rindiera parias. Acaso no conocían lo suficiente á España, y creyendo que la region del Norte, pobre y apartada del mundo, ninguna resistencia habia de oponer, siguieron adelante.

Nada podía, en efecto, ser mas contrario al gusto de los árabes que el clima y aun el aspecto de nuestra region del N. y NO. Su sangre ha quedado de tal manera en algunos españoles, que solo van á las Provincias Vascongadas, porque va todo el mundo, porque la moda, y acaso el deseo de acercarnos á la Europa central, verdadero foco , hoy dia, de civilizacion y cultura, lleva á muchos que al Norte de la Península se encaminan, sin comprender la causa del irresistible impulso que les guia.

En medio del general desconcierto que por aquel tiempo prevalecía, se advierte en todo el Norte de nuestra Península, singular y prodigioso movimiento, el cual si bien á primera vista parecia sin unidad, tuvo el mismo carácter del que siglos despues la guerra contra Napoleon.

No un decreto del poderoso monarca visigodo, ni órdenes venidas de la imperial Toledo, presa ya de árabes y africanos, movieron á los hijos de las breñas boreales á alzarse en contra del aborrecido infiel.

Hablando ahora de lo que nos hemos propuesto en la presente Crónica, diremos que del comienzo de aquella generosa contienda puede decirse viene ya la actual provincia de Guipúzcoa.

Defendían nuestros vascones algo mas que la patria, segun al presente la entendemos, que era para ellos comun enseña el nombre de Cristo. Fuera de él, no se creian obligados á mas los pueblos y aún las familias agrupadas y unidas por los mismos intereses, así como por la disposicion geográfica de la tierra en que vivían.

Faltan en verdad documentos para especificar los sucesos, pero á la vista tenemos el más poderoso y permanente de todos. ¡Ni qué otro Cuera superior á la existencia de muchos pueblos de España, casi en la misma forma en que supieron afrontar el poder del hijo de Mahoma! Astúrias, Sobrarbe, Navarra, Aragon y los condados de Cataluña, despiertan hoy en nuestra mente el glorioso recuerdo de tan heroica resistencia. Frágiles cañas al principio, doblábanse al paso del Kamsin del desierto africano, mas no parecía sino que cada arremetida de los musulmanes prestaba á los españoles nuevo esfuerzo. Cierto que, aquellos, vencidos por Cárlos Martel, en Tours, no podian ya rodear á los nuestros, cual estaba en su mano hacerlo, en tiempos en que señoreaban á Aquitania, pero en cámbio, concentradas sus fuerzas, debian de ser mas temibles en la Península.

Quien, fundándose en esto último, supone que Guipúzcoa buscó amparo en las fuerzas de Francia, harto superiores al escaso poder de los reyes de Astúrias; quien, imaginando todo lo contrario, da por conquistador de nuestro territorio al conde Fernan Gonzalez. Otros aseguran que pertenecía á Navarra.

Lo mas probable es que navarros y vizcaínos vivieran por cierto tiempo vida completamente aislada, procurando defenderse de las agresiones de los árabes y aun contestando con otras de su parte. Lo que sobre este ó aquel señorío se alegue, no puede menos de ser ocioso, pues no hay documento alguno que sirva para probar lo que se intenta. Separada Vasconia de Astúrias durante el siglo VIII, las Encartaciones, y parte al menos de la montaña de Santander, estaban en poder de moros.

Aun no habia nacido la monarquía de Pamplona, con lo que parece mas probable fuese nuestro territorio gobernado por. señores independientes (jaunac) sujetos siempre á lo que decidieran las juntas de seniores ó  ancianos. No solo en el siglo VIII, sino parte del IX, nuestro territorio y lo demás de Vasconia debieron de vivir de esta manera. Señoreaban los árabes la línea del Ebro, como amenazando abarcar á la tierra vascongada, desde Pamplona hasta las Encartaciones, quedando, dícese, mas de cien leguas por los moros, quienes tenían en •todo aquel espacio fuertes ciudades y numerosos castillos bien defendídos para mantener su imperio.

De esa suerte, no debía en verdad de ser fácil la comunicacion entre el pequeño reino de Oviedo y Vasconia. Como quiera, y por mas que se intente sostener la opinión contraria, fuerza es confesar, mientras no haya datos auténticos que la contradigan, que, Guipúzcoa, ya por sí, ya por medio de alianzas y aun confederaciones con los vecinos amigos, que todo pudo ocurrir, y aun tal vez ser necesario, mantuvo su independencia contra el poder agareno. Diráse que otras provincias de España hicieron lo mismo. No lo negaremos nosotros, pero en calidad de fieles cronistas, debemos asegurar que todo concurre á confirmar la creencia de que nuestro territorio jamás estuvo en manos de musulmanes.

 

CAPITULO II.

Escritura de los votos de San Millan.-Falta de documentos históficos.- Estado social y político de Guipúzcoa.- Etimologia de este nombre.- D. Garcia Azenariz.-Guipúzcoa teniendo por rey al de Navarra.

Siglo XI. Vamos entrando ya en época por la cual es mas fácil caminar, si bien lentamente, pero no viéndonos, al menos, obligados á acudir á conjeturas por falta de documentos contemporáneos. Cuanto vemos llega á confirmar lo que teníamos dicho en pró del aislamiento é independencia de nuestro territorio. Ni se mostraba nadie entonces avaro de elogios con los esforzados y leales vascones, con lo que Sebastian de Salamanca decia en el siglo x, durante el reinado de Alfonso I el Católico: «Alava namque Vizcaya, Aycona, Ordunia a suis incolis reparatae semper esse posesse reperiuntur". . Alava, Vizcaya, Aicooa. y Orduna fueron defendidas por sus habitantes, y siempre poseídas por estos.» Por nuestra parte creemos poder repetir, en conciencia, con D. Pedro Salazar y Mendoza, «que los vascongados, desde la monarquía real de los godos y acabado su dominio, quedaron libres y no sujetos a principe alguno, teniéndose y tratándose como libres, pudiendo agregarse á la parte que quisiesen por ser su fuero de albedrío.

En cuanto al testimonio de D. Lúcas de Tuy, cronista de Alfonso IX, y al arzobispo D. Rodrigo, que escribía en el siglo XIII, adviértase que aquel vivia tres siglo y este cuatro, despues de Sebastian de Salamanca, escritor coetáneo, y dígase si en semejante asunto pueden aquellos alcanzar la fé que este merece.

No dudamos haya quien nos culpe por hablar en general del pueblo vascongado, pues cuanto hemos dicho, á los pueblos vizcaino y alavés se refiere mas  directamente que al guipuzcoano. Cierto que no hallamos á este mencionado en los obispos cronistas. En la escritura de los votos de San Millan, que se supone escrita en 939, se lee lo siguiente: Et de ipsa Deva usque ad Sanctun Sebastianun Dernani, id est tota Ipuzcoa. Solo con decir que la ciudad de San Sebastian no se fundó hasta despues de 939, basta para probar la falta de exactitud en la referida escritura. Lo mismo podemos decir del documento atribuido á lñigo Arista, por Sandoval.

¿Qué ocurrió, pues, en Guipúzcoa durante este tiempo? ¿Entre los tres siglos pasados desde la invasion de los árabes y el primer documento fehaciente que se puede presentar, podrá suponerse algun espacio de tiempo de dominacion musulmana? Probado que esta no señoreó á Vizcaya, ni aun pasó mas allá de cierta parte de Alava, nadie ha creido necesario probar la perenne independencia de Guipúzcoa. Si esta padeció tal cual correría, pasajera debió de ser, y además no queda de ella memoria ni en la tradicion. Aun en Asturias, gloriosa cuma de la monarquía, la historia y la tradicion hablan á la par del musulmán. En Guipúzcoa apenas hallamos un nombre que nos recuerde el de los árabes.

Ancho campo queda abierto á las suposiciones de cuantos quieran llenar con sucesos mas ó menos verosímiles el largo período en que al presente nos hallamos. Señores soberanos (jaunac), como los de Vizcaya, gran behetria con facultad de mudar de señor al dia siete veces, como las de mar á mar, ó bien objeto de perenne disputa entre los reyes de Leon, Castilla y Navarra, todo pudo ser Guipúzcoa, y acaso esto último es lo mas probable, si bien su gobierno debió de ser siempre conforme á los usos, costumbres y libertades tradicionales, ingénitas en el vascongado, á quien Dios conserva entre nosotros, como para probar que los hijos de la Península. ibérica son tan dignos de la libertad como los que mas la hayan merecido en el mundo.

(1025) Conforme á lo que acabamos de decir, regia nuestro territorio el primer señor de que .habla la historia. Era su nombre D. García Azenariz y tenia á Guipúzcoa en honor por el rey D. Sancho de Pamplona, en 1025, como se ve por una escritura de donacion al monasterio de San Juan de la Peña, citada por Landazuri en su historia manuscrita y copiada por Llorente en el tomo III de sus Noticias; Dice así: Ego quiden Sancius rex regnans in Pampilona, et sub imperio ejus Senior Garcia Azenariz de Ipuzcoa.

(1037) Mas adelante hallamos un documento fehaciente, en la escritura hecha por Sancho el Mayor, en este año, en que se señalan los términos del obispado de Pamplona. Citánse en él, como pertenecientes á Navarra, los valles de Oyarzun, Verastegui, Sayaz, Hernani, Iziar, lraurgui, Goyaz y Regil. De esa manera, Vemoss quo en el siglo XI !a mayor parte de Guipúzcoa pertenecía á Navarra. Llamban entonces á nuestra provincia lpúzcoa, como igualmente la llama aun así D. Sancho el Sábio en la carta de fueros de Antoñana, en 1182. En la Crónica de Alfonso X hallamos el nombre de Lepuzcoa, y en los Anales Compostelanos, Ispucia. Mas desde el arzobispo D. Rodrigo se escribió Guipúzcoa, cuya etimología han tratado algunos de poner en claro, diciendo venia de Egui-putzua, en vascuence, Pozo de la Verdad. Como quiera, no es fácil dar en este asunto nada por cierto.

En resolucion, cuanto se diga relativo á tiempos anteriores, de si en 921 eran ya reyes do Gnipúzcoa los de Navarra, ó si en 939 la poseía-el conde Fernan Gonzalez, no pasa de disputas entre navarros, guipuzcoanos y castellanos, y en especial, entre Garibay y Moret; disputas fundadas sobre la arena, y por lo tanto, poco á propósito para escribir con ellas la historia.

Lo cierto es, que por los años de 1076, después del asesinato de D. Sancho el de Peñalen, hallamos á Guipúzcoa unida con Castilla, por cuyo rey tenia á aquella en honor D. Lope lñiguez señor de Vizcaya. Así vemos que dice D. Lope, con su esposa doña Tielo, en la donacion hecha en 1081 al monasterio de San Millan de la Cogulla: "Hablaré de esto al rey,, y creo no prohibirá nuestro dicho ó hecho, sino que lo hará firme por todos lo siglos" cuyas palabras asegura en seguida la confirmación de D. Alfonso el VI.

La costumbre de llamar vizcaínos á todos los vascongados, hará que muchos crean hallar confirmado el error de tener ambos nombres por sinónimos; mas fuerza es desde luego tener presente, que el estado político y aun social de Guipúzcoa no iba á la par con el de Vizcaya. Cierto que la escritura anteriormente citada y otras de 108[-] y 1083, demuestran el señorío en honor de D. Lope de Haro, mas este era diverso del señorío independiente de Vizcaya. Al hablar con la imparcialidad debida de nuestros hermanos de allende el Ebro, justo es poner en claro el estado respectivo de cada provincia, en vez de conformarse con la arbitraria, injusta y aun á veces calumniosa historia, forjada por algunos con el sacrílego intento de ofender á un pueblo y dañarle, confundiendo tiempos, sucesos y lugares.

Luz mas clara ilumina al presente la conciencia del género humano, y si bien todavía hay quien no ve otra felicidad para los pueblos, sino convertirles en tableros de damas para llevarles al último grado de dependencia ante el gobierno central, siempre ha habido, aun en los tiempos mas calamitosos, sea dicho en honra de nuestra Península, hijos de ella que no se tenían por desleales á la madre patria, al tratar por cuantos medios honrados hallaban á. su alcance de mantener la libertad heredada. Difícil será para los admiradores de la centralizacion á la francesa, lograr que los españoles se avengan con el tiempo á ser meros instrumentos, ó mas bien piezas de una gran máquina, moviéndose y aún viviendo y muriendo conforme á la órden de un gobierno, cual lo hacían los tristes peruanos, menos que esclavos de los conquista· dores incas.

(1123) Tornó Guipúzcoa á la corona de Navarra, de resultas de las disensiones entre D. Alfonso de Aragon el Batallador y su esposa doña Urraca de Castilla. Consta por escrituras auténticas que presenta Moret en 1135, 1147 y 1148,donde se ve que el ricohombre D. Ladron de Guevara tenia á Guipúzcoa en honor por el rey D. García. Así continuó nuestra provincia, hasta 1187, en cuyo espacio de tiempo la tuvieron en honor por el rey de Navarra los condes D. Vela, D. Diego Lope y D. Iñigo Oriz.

Cuando el Batallador guerreó con Castilla, acompañaba casi siempre á sus armas la victoria, sin ser parte á afrontarle los encarnizados esfuerzos de sus mas constantes enemigos. Señoreó, pues, el territorio vascongado, así como la mayor parte de Castilla y Leon, y obedecido el aragonés por do quiera, vemos que en el cerco que puso á Bayona de Francia, que duró cerca de dos años, le ayudaron los guipuzcoanos con su esfuerzo, y aun se cree que eran tambien de estos parte de los bajeles que concurrian al asedio por la ria de Adour.

A la muerte de Alfonso fue cuando los navarros tomaron por rey á D. García Ramírez, á quien, como no há mucho hemos indicado, reconoció tambien Guipúzcoa. D. Sancho VD, el Sábio, de Navarra, concedió á la villa de San Sebastian {1150) la carta de fueros para la cual tuvo presentes los de Jaca y Estella, añadiéndoles las ordenanzas de comercio mas antiguas de la época moderna en Navarra y Castilla, fueros, ordenanzas, franquezas y libertades confirmadas después por el rey D. Alfonso VIII, cuando la incorporacion de Guipúzcoa á Castilla. En las referidas ordenanzas ó leyes marítimas, se menciona ya un almirantazgo, siendo, tal vez, las primeras en que parece el nombre de almirante en España.

Aquí debemos citar el compromiso, cuyo árbitro fué Enrique II de Inglaterra. Exigiéronlo así las diferencias que habia entre el navarro y el castellano, á propósito de Alava y Vizcaya, sin que se halle mencion de Guipúzcoa. Ajustáronse paces en 1179, en las cuales se cita á San Sebastian como perteneciente al reino de Navarra. Todavía siguió la provincia obedeciendo á D. Sancho el Fuerte ó el Guerreador, hijo de Sancho el Sábio, de quien se dice que fortaleció á Fuenterrabía y San Sebastian.

CAPITULO III.

Antiguos usos y costumbres. - Union de Gupúzcoa á Castilla, de propia voluntad de aquella. - Concede Alfonso VIII varios fueros. - Lengua gascona. - Intentas los navarros recobrar á Guipúzcoa. - Hijos de esta en el cerco de Sevilla.

Conformes Mariana y Garibay, dicen ambos que en todo cámbio mantuvo siempre Guipúzcoa sus fueros, usos y costumbres. La prueba que dan de que jamás estuvo la provincia representada en las antiguas Córtes, no es tan grande, como puede parecer á primera vista, antes del siglo xm; pues en aquella época no consta la intervencion del tercer brazo, y en cuanto al eclesiástico, en asistiendo el obispo de Pamplona á las Córtes de Navarra, naturalmente, se hallaba representada la mayor parte de Guipúzcoa, comprendida en la diócesis de aquel. Con todo, parece probable que siempre se rigiera nuestra provincia conforme á la tradicion.

(1200) Unida al cabo, para siempre, Guipúzcoa á Castilla, vamos á ver á entrambas, desde entonces, fieles amigas y leales hermanas. Habia guerra á la sazon, entre D. Alfonso Vlll y D. Sancho de Navarra. Defendían los vasallos de este á Vitoria, como buenos, y la dilacion del cerco, manteniendo cerca del solar guipuzcoano á las armas de Castilla, dió nuevo calor á sus hijos para llevar á cabo la deseada union.

Ofendidos, además, los guipuzcoanos con los desafueros cometidos por el navarro, acudieron al de Castilla para poner la provincia debajo de su amparo. Felicísima era la ocasión para Alfonso, con lo cuaI, dejando en el cerco á D. Diego Lopez de Haro, se encaminó sin soldados á Guipúzcoa, fiando, como era justo, en la lealtad de sus hijos.

Aclamáronle rey los guipuzcoanos, entregándole la tierra y en especial las villas de Fuenterrabía y San Sebastian, así como la fortaleza y castillo de Beloaga (Olaveaga).

A decir verdad, no han dejado de sostener algunos que Guipúzcoa habia sido conquistada, pero es lo cierto que todos los historiadores, antiguos y modernos, desde el arzobispo D. Rodrigo basta Landázuri, están conformes en que Guipúzcoa se dió al rey de Castilla, antes que este señorease á Vitoria. Si tal sucedió, como en efecto fué así, la entrega tenia que ser voluntaria, pues al propio tiempo que consta el mucho tiempo que detuvo Vitoria á las armas de Alfonso, no se sabe ni existe mencion alguna de ejército castellano empleado en la conquista de Guipúzcoa.

Asunto es este en que no dudamos habrán de agradecernos los buenos guipuzcoanos que nos detengamos con cierto espacio, porque ya aquí, como se pisa mas seguro terreno, empiezan á fundarse los enemigos de los fueros para sostener que Guipúzcoa fué meramente conquistada. Otros mas sinceros no se han atrevido á tanto, pero sí á poner en duda el que la entrega de Guipúzcoa á D. Alfonso VIII fuera voluntaria.

Dice Garibay, en la historia de los reyes de Navarra, que deseando Guipúzcoa volver á la union de la corona de Castilla, «por desafueros que segun por tradicion antigua se conserva entre las gentes hasta hoy dia, habían los años pasados recibido de los réyes de Navarra, en cuya union habian andado los setenta y siete años pasados, siguiendo en lo próspero y adverso á los reyes de Navarra, envió á tratar con el rey D. Alfonso sus intentos y le significaron si personalmente fuese á concertar y convenir la union suya se apartarían de Navarra.• En seguida acaeció lo que ya hemos referido.

El Sr. Abella, en su artículo de Guipúzcoa, del Diccionario geográfico histórico de España por la real Academia de la Historia, no acepta con tanta facilidad la voluntaria entrega de Guipúzcoa, y para ello, como que opone á Garibay la narracion del arzobispo D. Rodrigo y otros que mencionaremos despues. Dice aquella que, cansados los vitorianos de las penalidades del asedio, no hallaron mas remedio que ponerse en manos de D. Alfonso, lo cual, visto por el venerable García obispo de Pamplona, fué este con un caballero alavés á pedir á D. Sancho de Navarra, que estaba en tierra de moros, licencia para que Vitoria se rindiese: D. Sancho dió órden para que la ciudad lo hiciera así, con lo que el castellano ganó á Vitoria, lbida, Alava y Guipúzcoa, escepto Treviño que tuvo despues en trueco de Inzur.

Lo cierto es que el rey de Navarra, no pudiendo resistir á las fuerzas de sus enemigos los reyes de Aragon y Castilla, huyó á tierra de moros, y aun segun el códice en vitela del archivo de Monserrat de Madrid, citado por el Sr. Abella, el desventurado rey de Navarra, confugit at regem Marroquitanun, et ivit ad civitatem Marrocos implorans ipsius auxilium

Pero mientras imploraba en Africa el amparo y proteccion del marroquí, el rey de Castilla asediaba á Vitoria y durante el sitio (dum duraret obsedio), adguiria á Trivinio, Arganzon, Santa Cruz, Alchozroza (Achoroz), Vitoria la vieja, Eslucia (Helosua), Ipuzcaia, (Guipúzcoa), etc.

De esta manera, el códice que hemos resumido, calificado por el Sr. Abella de puntual y exacto, dice: que D. Alonso adquirió (acguisivit), además de los lugares que antes y despues cita, á Guipúzcoa.

La misma palabra, adquirir, usa el arzobispo don Rodrigo. La Crónica de los reyes godos de Asturias, Leon, Castilla, Navarra y condes de Barcelona es ya posterior, aunque no mucho, y á nuestro entender, no solo da menos pormenores, sino que únicamente se atiene á lo que acabamos de citar. En cuanto á la Crónica de D. Alfonso el Sábio, empieza así: «Cuenta la estoria, etc.» La historia, pues, en boca de D. Rodrigo ó del códice en vitela, citado por el Sr. Abella, dice textualmente, que el rey de Castilla adquirió (1) á Guipúzcoa, no que la ganó, tomó ó retuvo, como aseguran las crónicas posteriores. D. Alfonso adquirió á Guipúzcoa, mas no se habla de las batallas y sitios que hubo de sostener, como se menciona el de Vitoría, y no hay duda que, de haberlos habido, la historia lo contaria. Bien se nos alcanza que el poder de las armas del rey de Castilla moviera á estos ó aquellos á aclamarle cuanto antes por rey, mas, cabalmente Guipúzcoa ha mostrado harto claramente que no es tan fácil domarla cuando en su derecho y en sus montañosos alcázares se encastilla, con lo que, creemos, aun concediendo que el rey de Navarra conservase partidarios, como siempre en tales casos sucede, que la mayoría se inclinó desde luego á favor de Castilla, teniendo además presente, á la par de la antigua union, que tal vez seria mas fácil respetara los usos y costumbres de Guipúzcoa el poderoso rey D. Alfonso, que no el navarro, tanto mas temible cuanto mas cercano.

[NOTA AL PIE]

1 Adquiro sibi, itum. Grangear, adquirir.

Vista de [Zarautz] / Geografía de Guipuzcoa / Fernando Fulgosio

En semejantes casos, aun concediendo que haya duda, no debe maravillar que el fiel de la balanza se incline al lado mas fuerte, sobre todo, si este viene á librar á un pueblo de dudas y males sin cuento.

Porque no se crea callamos de mala fé todas las autoridades presentadas por el Sr. Abella en su artículo de Guipúzcoa, citaremos tambien al obispo de Bayona D. Fr. Francisco de Eugui, confesor de Cárlos III el Noble de Navarra. Escribió este sus Crónicas de los fechos de España, cuya copia, sacada de un códice de la Biblioteca del Escorial, cita el referido académico. No negamos el peso de la autoridad del obispo, siquiera no tuviese mas razones en pró que la alta dignidad alcanzada, así como la confianza de que rey tan bueno como Cárlos III de Navarra le daba pruebas, teniéndole por confesor.

Con todo esto, hay ya gran distancia de los tiempos en que Cárlos el Noble comenzó á reinar (1387) y los tiempos de Atronso VIII de Castil!a (1158-1214). La forma en que el obispo de. Bayona se expresa, da claras muestras de que el prelado no conocía el códice en vitela, escrito por autor puntual y exacto, como en ello conviene el Sr. Abella, pues se vale de palabras mas expresivas que la de adquirir que este usaba, y dice lo siguiente: «Et entonces priso el rey D. Alfonso, Ipuzcoa, con sus castillos y fortalezas, sinon Trivino, etc. En la "Genealogía de los reyes de Navarra, que el mismo Eugui escribió, tambien dice: ltem, entonce priso el rey D. Alfonso de Castilla, Invida, e Alava et lpúzcoa, etc., et lahora ganó á Sant Sebastian, Fontarrabía, etc.» Lo mismo viene á decir el desventurado príncipe D. Cárlos de Viana en su Crónica escrita el año de 1454.

Autoridades son estas últimas que hemos citado, harto posteriores al suceso. Por nuestra parte, creemos mas conforme á la razon atenernos á escritores del siglo XIII, con razon dignos de crédito, y que además vivieron en siglo á que alcanzó el mismo D. Alfonso VIII.

Concedió este rey Caeros á varios pueblos de Guipúzcoa, confirmando (16 de agosto de 1202) el que á San Sebastian habia otorgado D. Sancho el Sabio de Navarra en 1150. Tambien concedió D. Alfonso el mismo á Fuenterrabía, Guetaria y Motrico, así como á San Vicente de la Barquera.

A la vuelta de so expedicion contra Gascuña, estuvo en Guipúzcoa (1204) con su mujer la reina doña Leonor. Con razon afirman D. Rodrigo y D. Lúcas de Tuy que en la expedicion referida señoreó D. Alfonso á Ortés, Burgo de Ponte, Salvatierra, y Acgs, pero el último comete gravísimo yerro cuando asegura que f'ué tomada San Sebastian. Por entonces parece fué cuando se introdujo la lengua gascona en algunos pueblos de Guipúzcoa, desde el Vidasoa hasta San Sebastian. A propósito de esto, afirmaba el sei'ior Abella que todavía se hablaba gascon en Pasages además del vascuence, cuando la publicacion del diccionario de la Academia. Lo cierto es que se conservan escrituras en gascon, que no pueden atribuirse sino al frecuentísimo trato que por aquel tiempo habia entre Gascuña y Guipúzcoa, habiendo traído aquella en dote la reina doña Leonor, como infanta de Inglaterra.

Los gascones, en efecto, habían quedado sujetos al dominio de D. Alfonso VIII, como puede verse en el diploma espedido por este á t'avor de la iglesia catedral de Dax (1), en cuyo privilegio se lee la confirmacion de varios prelados y ricos-hombres de Castilla, á la par de otros prelados y señores gascones, que estaban con la córte del castellano en San Sebastian.

Así las cosas, no hubo novedad en nuestra provincia durante los reinados siguientes, ni tendría la historia grandes sucesos que narrar, á no ser por el mal encubierto disgusto con que los reyes de Navarra veían á Guipúzcoa unida con Castilla. Dolíales la pérdida del antiguo señorío, especialmente por la falta que no podia menos de experimentar su reino de salidas al mar. Teníalas antes en Guipúzcoa, mas todo se habia trocado al presente, razon que ya por sí sola, y aunque otras no menos poderosas la acompañaran, bastaba para que los navarros suspirasen por el recobro de su perdida Guipúzcoa.

Semejante anhelo se fundaba tambien en la hermandad que, á no dudarlo, existía entre guipuzcoanos y todos ó la mayor parte de los hijos de Navarra. Refiere Zurita que los pactos habidos en Tudela entre D. Sancho el Fuerte de Navarra y D. Jaime de Aragon (1231), á la guerra entre San Fernando y don Sancho se referían, por cansa de que el castellano habia acudido á las armas con intento de recobrar varios lugares y castillos de Alava y Guipúzcoa, que el de Navarra habia tomado para sí.

No consta lo que refiere Zorita en documento alguno, y con razon asegura Moret que ningún pueblo alavés ni guipuzcoano dejaron de pertenecer á sus respectivas provincias desde la union con Castilla. Mayor fundamento tiene Garibay para asegurar que el unirse Aragon y Navarra, era á causa de los deseos que el rey de esta tenia de recobrar á Guipúzcoa. El mismo fundado y vehemente deseo que movía á Sancho el Fuerte, encendía el ánimo de Teobaldo, si bien fué tan en vano como al primero, oponiéndose, ante todo, á los deseos del navarro las alteraciones acaecidas en el reino con motivo de sus fueros.

Guipúzcoa en tanto, leal como siempre al rey de Castilla, personificacion entonces de la patria, ayudó noble y generosamente al glorioso San Fernando en la conquista de Sevilla. Sabido es que parte de los bajeles que iban al mando del almirante Bonifaz, de la costa de Vizcaya y Guipúzcoa habían acudido, y en aquella santa y patriótica empresa, honor de las armas españolas, fueron sin duda nuestros -vascongados émulos de otros marinos de la costa cantábrica y gallega, sus hermanos; hermanos en afrontar con denuedo jamás rendido á cuantos enemigos de la raza ibera han intentado sojuzgar á la Península; hermanos á la par en el infundado desden con que algunos malos españoles (poquísimos en verdad) miran hoy al tronco robusto de la hispana monarquía, sin el cual fueran juguete de extranjera raza las frondosas y hermosísimas ramas que de su seno han salido y con su sávia alientan.

CAPITULO IV.

Supuesta derrota de Sancho IV el Bravo.-Vistas de aquel, y Felipe el Hermoso de Fraocla.- Guerra entre guipuzcoanos y bayoneses. - Treguas. - Discordia entre guipuzcoanos y navarros. - Nueva guerra y treguas entre bauoneses y vascongados. - Alfonso XI el del Salado. - Poblaciones fundadas por él.

La historia de Guipúzcoa es durante mucho tiempo la relacion de los diversos modos empleados por los reyes de Navarra para recobrar la perdida provincia. Política era esta, justísima en verdad y fundada, como ya hemos dicho, además del derecho que á Guipúzcoa podía alegar el navarro, en el deseo de poseer puertos de mar, de que este carecía. Encerraba entonces nuestra provincia, como siempre, el mas preciado tesoro, esto es, sus habitantes; gallardos, atléticos y esforzados los varones, hermosas, robustas y siempre amigas del trabajo las hembras.

Esteban de Garibay / Cronica de Guipuzcoa / Fernando Fulgosio

No menos que el rey Teobaldo, mostró su hermano y sucesor Enrique (1281) el intento de recobrar á Guipúzcoa y Alava. Ocasion, al parecdr propicia, le ofrecieron los disturbios de Castilla, en tiempo de Alfonso el Sdbio, con que el navarro se unió con el infante D. Folipe contra aquel, prometiéndole ayuda á trueco de Alava y Guip6zcoa, empresa en la cual salieron fallidas las esperanzas de todos.

En 1280 estuvo nuestro D. Alfonso el Sabio en Guipúzcoa, de paso para Bayona, donde, con beneplácito de Eduardo II de Inglaterra, acudieron á vistas el castellano y Felipe el Atrevido, rey de Francia. Entonces dió D. Alfonso en San Sebastian un privilegio, á 28 de diciembre, declarando á los vecinos de Fuenterrabía libres de todo pecho y pedido, si bien exceptuaba el pago de los diezmos.

Supone Marca (1), siguiendo á Froissart, que el rey D. Sancho IV el Bravo fué vencido cerca de San Sebastian por el conde de Foix, Rogerio (1286), muriendo en la rota 10,000 españoles y viéndose obligado el rey de Castilla á huir á San Sebastian ó Santander, á donde tambien acudieron los restos del ejército vencido, huyendo, para embarcarse. De esta suposición dan cuenta modernos y excelentes historiadores, mas por deferencia á la autoridad de quien primero las refirió que por verdaderas.

A decir verdad, no es posible aceptar semejante suceso, cuando ni la historia ni la tradicion se refieren á él en lo mas mínimo. Cierto que hay de aquella época documentos que prueban se hallaba por entonces el rey de Castilla en Guipúzcoa, mas bien podemos decir no hay otra memoria de su vencimiento de la que á Marca le plugo inventar.

D. Sancho, en efecto, estuvo en Guipúzcoa, no solo en 1286 sino en 1295, yendo á vistas con el de Francia, Felipe el Hermoso, mas no habiéndose aquellas llevado á cabo, se volvió desde San Sebastian. Las vistas fueron mas adelante (1290), y el 13 de abril dió el castellano una cédula, concediendo su proteccion al monasterio de San Bartolomé, de San Sebastian.

Al propio tiempo se arreglaron las diferenciaa que babia con Francia y loa Cerdas. En este año dió el rey fueros á Tolosa, Villafranca y Segura.

La vecindad, que á veces suele dar lugar á estrechas amistaes, no es menos á propósito para encender seculares discordias. De ello es buen testigo el cauce del Vidasoa, cuyos habitantes se han mirado harto á menudo por encarnizados enemigos. La posesion de esta ó aquella parte del rio, y aun de la vecina ribera, el derecho de pesca, en resolucion, los intereses opuestos de dos pueblos que pertenecen á distintas monarquías, no pueden menos de traer consigo querellas sin cuento. Además, el alentado ánimo del vasco no consiente fácilmente en perdonar la injuria hecha á su honor é intereses, y en semejante caso, no es maravilla deje pasar tan breve espacio de la ofensa al castigo. Añádase que las costumbres de aquellos tiempos, y aun las ideas que mayor estimacion alcanzaban, tenia o por deshonrado al hombre incapaz de vengarse de un agravio, y se comprenderá cuán fácilmente vendrían á las manos los hijos de aquende el Vidasoa con los de allende. La venganza de un individuo, patrocinada por pueblos enteros, llegaba á ser verdadera guerra, en la cual tenian al cabo que intervenir los mismos reyes, sin cuyo conocimiento habian comenzado las hostilidades.

Con esto se comprenderá que el rey de Castilla, don Sancho, enviase procuradores para que ajustaran treguas con los bayoneses. Fueron aquellos los maestres Juan y Gonzalo Martinez, y se mandó que los jueces acudieran unidos á Fuenterrabía y San Juan de Luz, para hacerse cargo de los daños causados por ambas partes y resarcir indistintamente á bayoneses y vasallos del rey de Castilla, segun fuera razon. El Sr. Gorosabel, en su excelente Diccionario Histórico geográfico-descriptivo de Gaipúzcoa (1), parece como que indica que las disidencias entre los habitantes de ambas orillas, especialmente entre los vecinos de Fuenterrabía y Endaya, comenzaron en 1510; y si bien entonces pudieron encenderse de nuevo y despues de largos años de paz, la historia confirma cuán repetidas y de antiguo vienen las causas de discordia entre nuestros vascongados y sus hermanos de Francia. Lejos de hacer con esto cargo al Sr. Gorosabel, mas bien creemos puede alegarse en favor suyo, teniendo en cuenta que dicho señor ha procurado ante todo atenerse á lo que dan de si los archivos de la provincia, razon por la cual será siempre la obra del Sr. Garosabel, tesoro inapreciable para cuantos deseen conocer, como es debido, á la hermosa Guipúzcoa.

Harto nos duele, en verdad, no tener á nuestra disposicion mas ancho campo, en donde podríamos con mayor fruto aprovechar tantos excelentes datos históricos y geográficos, muchos de los cuales son meramente debidos al estadio y laboriosidad del distinguido autor del nuevo Diccionario de Guipúzcoa. La ocasion de tratar, digámoslo, al vuelo, la historia de esta provincia, nos mueve á desear mayor espacio y ocasion mas oportuna para emplearlos en honor del solar guipuzcoano.

La misma causa de discordia entre guipuzcoanos y bayoneses, habia entre aquellos y los navarros, quienes de hermanos se habían trocado en vecinos, á menudo enemigos. Para poner fin á los daños que loa habitantes fronterizos se causaban, se reunieron en el valle de Larraun (1294) García Martinez Oyaneder y Juan Ortiz de Balmaseda. En este año, á 24 de junio, dió el rey D. Sancho el fuero á Deva, llamándola Monreal, cuyo nombre no ha consagrado el uso, como en otras villas de la provincia. Es de advertir que, así como á los otros pueblos de la costa se les babia dado el fuero de San Sebastian, á Deva se le dió el fuero de Vito ría.

Al año 11iguiente (1295), reinando ya D. Fernando IV el Emplazado, recibieron los pueblos principales de nuestra provincia el cuaderno de leyes de las córtes de Valladolid, del propio año. En 1306, y siendo todavía rey de Castilla Fernando IV, aprobó Eduardo II de Inglaterra las treguas entre los vecinos de Bayona, sus vasallos, y los marinos de la costa boreal de la Península, entre los cuales , segun otros tratados, se comprendieron los hijos de Vizcaya y Guipúzcoa.

A decir verdad, mas deseos solían mostrar de paz los reyes que los marinos de ambas costas, pues vemos renovar las treguas en 1309 á los procuradores de Bayona y á Juan Diaz de Guadalajara y Fernan Gonzalez Frias, que lo eran de D. Fernando IV.

Llegamos á la gloriosa época de Alfonso Xl el del Salado; rey grande y capitan insigne. Para él no habia provincias distantes, ni la guerra del musulman distrajo nunca su atencion de las regiones borales de España, cuna de la monarquía. Atento al bienestar general y al aumento y mejora de la poblacion, fundó en Guipúzcoa á Rentería, Azcoitia, Salinas, Zumaya, Placencia, Eibar, Elgoibar y Maya, de la cual decía el rey que era para su hijo el infante D. Pedro.

Habíase comenzado la edificacion de Deva en tiempo de. D. Sancho el Bravo, segun ya hemos dicho. El punto elegido para la nueva Monreal de Deva, era el conocido al presente con el nombre de Iciar. No siendo el lugar á propósito para el caso, y habiéndolo así reconocido sus habitantes, pidieron se les permitiese establecerse orillas del mar, entendiéndose siempre que habían de seguir en posesion de los fueros, franquezas y libertades ya concedidos. Vino en ello el rey D. Alfonso por privilegio de 17 de junio de 1343, dado en el real de Algeciras, siendo la condicion, que los pobladores de Deva le pagasen los pechos, fueros y derechos á que habian estado obligados en lciar. Gracia que confirmaron despues diversos reyes sucesores de Alfonso.

La cronología exige volvamos atrás, para referir una de las mas gloriosas hazañas del pueblo guipuzcoano. Nadie halle en la intencion, ni aun en la forma de lo que vamos á referir, el mas leve deseo de encumbrar la gloria de nuestros guipuzcoanos, á costa de ninguna otra provincia, y mucho menos de Navarra, su hermana. De Navarra, cuya sangre hemos heredado por nuestra madre, y á la cual, ya que no fuese por ser meramente justos, por solo esta razon rendiríamos siempre con el alma entera el tributo de nuestro res~ petuoso cariño.

Mas la historia ha de ser sincera, y no porque diga que los castellanos fueron vencidos en Aljubarrota y los franceses en San Marcial, habrá de callar al propio tiempo que tres reyes de España lo fueron de Portugal tambien, y que tambien llegó á sentarse en el trono de España un hermano de Napoleon. Las rencillas de unas provincias con otras han muerto para siempre en España. ¡Maldito sea quien se atreva á renovar el fuego, donde ya ni aun cenizas quedan! En cuanto á las gloriosas hazañas de nuestros mayores, doble será su mérito, cuanto mas grande haya sido el aliento del enemigo afrontado.

CAPITULO V.

Batalla de Beotibar.-Versos que la recuerdan. - Declaracion de don Alonso de la Cerda á favor de los reyes de Navarra. - Guipuzcoanos en la batalla del Salado..

Era á la sazon (1331) Cárlos el Hermoso, rey de Francia y de Navarra, y tenia en esta última por gobernador á Ponce de Morentain, vizconde de Anay.

«Acaeció levantarse cierta diferencia &ntre los navarros y la Vizcaya, dice el buen guipuzcoano Lope de Isasti (1), con nuestra provincia, sobre la posesion del castillo de Gorriti y otras mas, y otras cosas que intentaron contra nuestra libertad é hidalguía, á que los franceses dieron bastante ocasion, etc . .»

Acreció la disputa, y con ella el enojo, de manera que el virey, con arrogancia no agena á la que suelen muchos echar en cara á los de su nación, llegó a decir que, á los guipuzcoanos no solo no se les debian guardar los fueros, ni devolver el castillo, mas venderles (como él decia) el sol por peso y medida (2).

Embistieron, por toda contestacion. los guipuzcoanos, el castillo y le recuperaron, quedando de ese modo en guerra con Francia y Navarra. De ambas naciones juntó el virey poderoso ejército, lo cual hecho con toda la posible cautela, llegó á Berástegui, hácia donde parten términos Navarra y Goipúzcoa. Si los ejércitos suelen causar en tiempos grandes estragos, no es maravilla recuerde la tradicion los daños causados á Guipúzcoa por el ejército de Morentain.

En el término de la villa de Belaunza (partido judicial de Tolosa, union de Olavide), hay un valle por todas partes rodeado de montañas. Llámase Beotivar, (valle de yeguas, segun Isasti), y en él esperaron los guipuzcoanos al enemigo. Dícese que este traía hasta- 60,000 hombres. Como quiera, y si bien parece el número exagerado, bien puede asegurarse que el Rey de Navarra no habia de venir con escasa hueste á combatir, ó mas bien, segun él decia, á castigar á Guipúzcoa. Que su ejército era infinitamente superior á los ochocientos hombres que le esperaban, demás es el detenerse en afirmarlo, así como tambien es justo confesar que los guipuzcoanos anduvieron no menos discretos que esforzados, en elegir sitio tan ventajoso para ellos y donde los numerosos soldados de Morentain, mas bien habian de servirle de estorbo en caso de derrota, que de ayuda, en lugar donde pocos hombres podían combatir de frente.

Tolosanos eran todos ó la mayor parte de los que esperaban al virey de Navarra, y llegaba su número á 800 hombres, mandados por Gil Lopez de Oñez, señor de la casa de Larrea, de Amas, hombre diestro, experimentado y capitan excelente. Determinó este sacar cubas de todos los caseríos comarcanos, y llenándolas de piedras, quedaron en lo alto dispuestas para echarlas á rodar sobre los enemigos en el momento en que trataran de pasar adelante.

Llegaron estos con denuedo propio de hijos de Navarra y de Francia, mas al verse en tan estrecho lugar y de tan extraña é impensada manera combatidos, no pudieron resistir á la sorpresa, la cual trocada en temor, paró al cabo en completísima derrota. Dispersos los de Morentain, acudieron á salvarse con la fuga, y en el alcance acabaron los guipuzcoanos la victoria, dando muerte y aprisionando á ·muchos y señalados guerreros.

 

NOTAS AL PIE

(1) Compendio historial de la M N y M L provincia de Guipúzcoa, por el doctor D. Lope de Isasti, en el año de 1625. Impreso en San Sebastian por Ignacio Ramon Baroja, 1850 (portada grabada en madera), lib. II, cap. IV.

(2) Compendio historial; mismo lugar.ya citado: mismo lugar.

Murió un hermano del virey, D. Miguel Sanchez, alavés; D. Martín Urtiz, señor de Rosabel; Juanes de Lete; Juan Martinez de Medrano y Martín de Aibar; Martín de Urrea, alférez del estandarte real, quedó en Guipúzcoa, así como otros muchos caballeros principales navarros, franceses y gascones. A esto añade Isasti que, aunque recibieron de los nuestros tan notable daño, jamás volvieron á la venganza. Segun Zaldivia, el virey escapó en camisa. La batalla fué el sábado 19 de setiembre de 1321. Desde aquella época, recuerda Tolosa la victoria el dia de su patron San Juan Bautista, yendo el ayuntamiento y gran multitud de pueblo hácia Beotivar, precedidos de música marcial de aficionados y tamboriles, que tocan una sonata reservada para esta ocasion. No menos recuerda semejante memoria la bordondanza ó baile de bordones celebrado con igual motivo. No hace muchos años conservaba la iglesia parroquial de Santa María los cuadros que representaban la batalla, y eran otro testimonio de ella (1). Cualquiera· que fuese el mérito de los referidos cuadros, rogamos á quien corresponda evite en cuanto sea posible su extravío.

No sabemos cómo ha podido decir M. Michel que la batalla de Beotibar fué ganada por los guipuzcoanos contra los vizcaínos (2); y eso, poco antes de citar los versos que nos quedan del antiguo cantar vascuence, recuerdo de la victoria, y es como sigue, citado por Isasti:

Milla urte igarota

Ura bere didean

Guipuzcoarrac sartu dira,

Gasteluco echean.

Nafarraquin batu dira,

Beotibarren pelean

 

La traducción que el mismo Isasti da, es la siguiente: Al cabo de los años mil, vuelve el agua á su cubil; Así los guipuzcoanos han vuelto á ser castellanos Y se han topado en Beotibar con los navarros.

Difiere la traduccion de M. Michel, pero la de Isasti, aunque sobrado libre, nos parece espresa mejor el pensamiento de la cancion, cuyo título es: Beotibarreco Gudua, ó sea, batalla de Beotibar.

Este cantar, así como el de los cántabros, el de Altabiscar, .Altabiscarraco Cantua, y el de Domeojon de Andia, son preciosos documentos para la historia del idioma vascongado. Tiene la primera carácter general y no apropiado exclusivamente á Guipúzcoa; la segunda se refería, como es natural, mas bien á los vascos de Navarra, aunque es muy creíble acudieran los de otras partes á combatir á Cárlo-Magno. En cuanto á la cancion de Beotibar, pertenece del todo a Guipúzcoa, así como la de Domenjon de Andía, de que mas adelante hablaremos.

NOTAS AL PIE

(1) Bosquejo de las antigüedades, gobierno, administración y otras cosas notables de la villa de Tolosa / Pablo de Gorosábel, abogado de los tribunales del reino, caballero de la real y distinguida órden de Carlos III y alcalde de la misma villa. Imprenta de la Viuda de Mendizabal, 1853

(2) Le Pays Basque, sa population, sa lengue, ses moeurs, sa literature et sa musique, par francisque Michel, París, Librairie de Fermin Didot, sils et comp. Lóndres et Eolimboug, Williams, etc. Norgate, MDCCCLVIII..

El rey Cárlos el Hermoso, IV de Francia y I de Navarra, trató de vengar la [de]rota de Beotivar, juntando ejército en Languedoc (1323) , pero la guerra con los ingleses le distrajo de semejante propósito.

Habiendo casado Juana II de Navarra, hija de Luis Hutin, con Felipe conde de Evreux, ambos fueron coronados en Pamplona (1329). D. Alfonso de la Cerda, deseoso de hallar quien mantuviera su derecho á la corona de Castilla, declaró, para que Felipe la ayudara: a que el derecho de haber, et heredar la propiedad de las tierras de Ipúzcoa et Álava et de Rioja es del rey et de la reina de Navarra.» Vano intento, fundado en declaracion que nada costaba al desheredado infante, pues nada poseía.

El nombre de Alfonso XI recuerda á Guipúzcoa, además de las numerosas fundaciones de villas de que mas arriba hemos hablado, la introduccion de un invento utilísimo. Si, como parece probable, los molinos de viento no se conocieron hasta el siglo XIV, los que el rey de Castilla permitió construir dentro del palenque y arcas del pueblo, así como en la atalaya, debieron de ser de los mas antiguos que en Europa se conocieran. , A. este tiempo (1334) se refiere lo que dice la Crónica de D. Alfonso. «É en esto los Lepuzcoanos aiuntáronse, é rescivieron por su maioral á un escudero que decían Lope Garcia de Lezcano. É entraron por el reino de Navarra, é quebrantaron algunos logares, é entráronlos, é trujaron lo que allí hallaron, é vinieron á un castillo que decían Unsar (Unsa), é tomáronlo é ficieron mucho mal, é mucho dagno en el regno de Navarra.» Con lo que se ve no cesaban las discordias entre guipuzcoanos y navarros, sino para comenzar de nuevo.

La Crónica de D. Alfonso XI (1) refiere los servicios de nuestros guipuzcoanos, cuando la batalla del Salado (1340). Eran soldados de á pié, así como los que enviaron Álava y Vizcaya, y el rey les dió escudos, bacinetes, lanzas y ballestas y por caudillo á don Pero Nuñez de Guzman, que moraba en las montañas de Leon. De esa manera pudo decir el Poema ó Crónica rimada de .D • .Alfonso Onceno:

Lioneses, asturianos,

Gallegos, portogaleses,

Vizcaynos, guipuscoanos,

E de la montanna é alaueses;

 

Cada unos bien lidauan

Que siempre será fasanna,

É la mejoría dauan

Al muy noble rrey de Espanna.

La misma Crónica dice que la peonada iba delante, despues de nombrar á ,

... D. Pero Nunnes de Guzman,

Cabdiello de la peonada;

de la cual formaban parte, como ya sabemos, nuestros guipuzcoanos.

NOTA AL PIE

(1) Cap. CCLlll.

De igual manera sirvieron al rey de Castilla y á la santa causa de la independencia de España, en el cerro de Algeciras, yendo á las órdenes del merino mayor de la provincia D. Baltasar Velez de Guevara y enviando bajeles al Estrecho, como lo testifica el mismo rey D. Alfonso, en cédula dada á 23 de mayo de 1343, en la cual declara asimismo que el servicio de los bajeles no habia sido forzoso y que no parase perjuicio para en adelante.

 

CAPITULO VI.

Pedro el Cruel. Dividese Guipúzcoa. - Favorecen los pueblos de lo interior á Enrique de Trastamara, y los de la costa á Pedro. Ofrece este Guipúzcoa al navarro, por premio de su auxilio. - Marina guipuzcoana. - Sus guerras. - Treguas y tratados con los ingleses.

Llegamos al reinado de Pedro el Cruel, en cuya época trataron secretamente los reyes de Aragon y Navarra para unirse contra el castellano, á quien·se le habian de quitar las tres provincias Vascongadas y dárselas á Navarra. Fué el tratado, de Tudela, en agosto de 1363, mas no se logró el objeto, en cuanto á lo que el navarro deseaba.

Dividióse Guipúzca, cuando la guerra civil, entre D. Pedro y D. Enrique, quedando por aquel Guetaria y San Sebastian, y por este lo demás de la provincia. En la Coruña se embarcó D. Pedro para Bayona, tocando en Sebastian, que siempre le guardó fidelidad, por julio de 1366. En Liburun (Libourne) hizo D. Pedro un tratado con Ricardo, príncipe de Gales, y el rey de Navarra, á quien prometió Guipúzcoa con todos sus puertos de mar; esto último, sin duda en agradecimiento á la fidelidad de San Sebastián y Guetaria, cuyo tratado se conserva en la Cámara de Comptos de Navarra. Tambien ofreció, por otro tratado, dar al príncipe de Gales, Castro de Urdiales y el señorío de Vizcaya. El Sr. Abella en su excelente artículo de Guipúzcoa, del diccionario de la Academia, por mostrarse amigo de D. Pedro, á quien llaman el Justiciero, trata de disculpar su promesa de dar Guipúzcoa al navarro, y cierra los ojos á lo de Vizcaya y Castro de Urdiales, cuando en caso, no igual, pero un tanto semejante, castiga con la ironía la declaracion del triste y desheredado D. Alonso de la Cerda, de que Guipúzcoa, Alava y Rioja eran propiedad del rey y de la reina de Navarra. Mas sencillo fuera decir que, D. Pedro, desleal, como eolia tenerlo por costumbre, prometia lo que no pensaba cumplir, segun mas adelante pudo verlo el inglés, á propósito del señorío de Vizcaya. En vano han querido algunos rehabilitar la memoria del pérfido y sanguinario Pedro, que hay en el pecho de todo buen español un honrado sentimiento que á la perfidia se opone.

Además, con tener presente que á la sazon habia guerra civil en Castilla, y ambos partidos buscaban apoyo de extranjeros, fácilmente se comprenderá que no habían de reparar mocho en la honra.

Ya babia otorgado D. Pedro á los navarros que pidiesen embarcar sus mercancías en San Sebastian, libres de la contribucion del diezmo, con tal que no fuesen géneros de Castilla (1351), mas no podia, en verdad, Navarra hallar mejor ocasion para recuperar á Guipúzcoa, y así vemos que, reunidos en Oloron los embajadores de D. Pedro de Castilla, el de Gales, D. Cárlos de Navarra y D. Pedro de Aragon (136'7), no dejaron de mano el empeño los navarros de que Guipúzcoa volviese á su rey, y especialmente, las villas de San Sebastian, Tolosa, Fuenterrabía y el valle de Oyarzun. La muerte de D. Pedro estorbó que la cesion se llevara adelante, dado que pensase en cumplirla.·

En esta ocasion se mostraron los hijos de San Sehastían y Goetaria con toda verdad leales al difunto rey, pues, en 1379, babia en el Guadalquivir varias naos de ambos pueblos que estorbaban la navegacion, y tardaron en avenirse á obedecer á D. Enrique. Pacificada Castilla, fundó este á Usurbil (13'70), cuyos habitantes, desparramados en caseríos de labranza y lejos unos de otros, rogaron al rey le concedersela facultad de erijir villa cercada, independiente y con ayuntamiento propio. Concediólo D. Enrique, mandando se llamara Belmonte de Usurbil y dándole el fuero, franquicias y libertades de San Sebastian, de cuyo tiempo aun quedan dos portales en ambos extremos de la poblacion. Tal fué el origen y la forma de la fundacion de la mayor parte de las villas de Guipúzcoa.

Parece que en este mismo año á causa de la estrecha alianza y obligacion de agradecimiento que D. Enrique II conservaba con el rey de Francia, salieron barcas de los puertos de Guipúzcoa y Vizcaya para la Rochela en defensa de aquel contra los ingleses. En el de 13'78 entraron por Navarra, en guerra entonces con Castilla, muchos peones guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses, con ballestas y lanzas, mandados por el infante D. Juan. Arrasaron la tierra, y des pues de señorear á Viana, volvieron victoriosos á Castilla, no sin perder en la guerra al adelantado mayor de Guipúzcoa, Ruy Diaz de Rojas.

Hemos hablado repetidas veces de las naves guipuzcoanas, sin detenernos, como era justo, bien que á ello nos obligaba la necesidad de relatar los sucesos cronológicamente. Mas, fuerza será hacer alto, y aun volver atrás, que hablar de los barcos y no mencionar con el debido encomio á quienes los tripulaban, jamás fuera disculpable, y mucho menos tratándose de esforzados eskaldunac. Hombres como ellos, señores de una costa, aunque temible, rica en abundante y sabrosa pesca, es de creer se ocuparan de antiguo en tan arriesgado empleo.

La tradicion y la historia están conformes por nuestra costa en asegurar la importancia que siempre tuvieron la pesca y el comercio guipuzcoanos. Contírmalo el fuero de San Sebastian, uno de loa pueblos mas antiguos de la provincia. Comerciaba en hierro, cobre, estaño, incienso, cera, pimienta, paños de lana y lino, pieles de ciervo y conejo, cueros y otros muchos géneros importantes.

La pesca de la ballena, en especial, era la riqueza de nuestra provincia, como de toda la costa boreal de España, por la cual iban los vascongados comprando sal y pescados frescos, grandes y pequeños, ballenas y ballenatos para salarlos despues. Las lenguas de las ballenas daban producto suficiente para las fábricas de las iglesias, ó bien para las cofradías de marineros. De las ballenas que cogían los vecinos de Zarauz, tenían obligacion de dar al rey un tajo desde la cabeza hasta la cola.

El fuero de San Sebastian se extendió á casi todos los pueblos marítimos de la provincia. Mencionados están ya los servicios de nuestros guipuzcoanos en el sitio de Sevilla, para el cual envió á pedir naves de antemano San Fernando.

Regia, que así puede decirse, gran parte de la costa Norte occidental de España un hombre eminente. Grandes fueron sus excelentes calidades, tal vez, á la par de sus defectos; pero, á no dudarlo, era Diego Gelmirez, eminente estadista. Siglos y siglos han pasado, y aun recuerda y tiene harto presentes Galicia los grandes servicios de su eminente prelado. Acaso el mayor de todos fué traer constructores genoveses y pisanos (los primeros en aquella época para construcciones navales), que enseñaron á los vasallos del arzobispo de Santiago la manera de hacer barcos excelentes para el comercio y la guerra. Tan útil enseña[n]za cundió por toda la costa boreal, llegando hasta la de Guipúzcoa el beneficio que á Diego Gelmirez se debia.

Estorbaba á los hijos de nuestra costa la mala construccion de sus naves acometer empresas por el estilo de aquellas en que mas adelante adquirieron tan señalada gloria. En semejante caso se hallaban i la sazon franceses é ingleses, y aun aquellos solían acudir á los vascongados para que les ayudaran con sus bajeles, como lo hizo Felipe el Hermoso con las que á la sazon eran villas de Fuenterrabía y San Sebastian. Aun conserva el barrio de San Juan de Pasajes una flor de lis en sus blasones, concedida por el rey de Francia en premio de los servicios que sus vecinos prestaron cuando acudieron en defensa de una escuadra francesa que se hallaba en la Rochela sitiada por otra inglesa. Entonces, y mucho tiempo despues, eran buscados los marinos vascongados por todas las demás naciones de Europa, siendo notable que, aún en tiempo de Felipe IV (1655), refiere el autor de Un viaje a España (1) que al pasar por San Juan de Luz halló que varios flamencos habían tomado á sueldo unos cincuenta marineros para la pesca del Banco de Terranova.

Próspero siempre el comercio de los guipuzcoanos, llegaban sus naves á Galicia, Portugal, Andalucía y Cataluña, frecuentando aun mas los puertos de Francia, Inglaterra y Países-Bajos. Los mercaderes vascongados que habia en Brujas fundaron en esta la famosa Lonja (1348), antes que en tal pensaran ingleses venecianos y genoveses. Armas y herramientas enviaban á Castilla y Navarra; á Francia exportaban vinos y lanas por los puertos de San Sebastian y Deva, en especial este último, mas cercano y de mas fácil comunicacion con lo interior de España.

Comenzaba por aquel tiempo a adquirir vida el comercio de Inglaterra, cuyos hijos, herederos de aquellos piratas daneses, terror un tiempo de todas las costas de Europa, no ponían tampoco a la sazon gran- reparo, costumbre que difícilmente olvidan, en tratar por enemigos á los que pudieran hacerles sombra por ricos ó por diestros marineros.

NOTAS AL PIE

(1) Voyage d'Espagne, etc. Paris, ches Robert de Viuville, MDLXVI.

Como quiera, no hay duda que los vascongados habían padecido agravios do los ingleses. Negábanlo estos, ó mas bien aseguraban haber sido mero desquite de las injurias que los nuestros les habían causado. Cierto que no era por aquel tiempo el derecho de gentes sobremanera respetado: mas al ver guipuzcoanos y vizcaínos sus quejas desatendidas, no es mucho acudiesen por sí propios á tomar la venganza. Dice Wallsingham que los españoles apresaban muchas naves inglesas cargadas de vinos y otras mercancías que iban de Vasconia, robando y matando á las tripulaciones.

Las hostilidades fueron de tal manera en aumento, que el rey Eduardo pasó en 10 de agosto de 1350 un breve á los arzobispos de Cantorbery y York, diciéndoles que los españoles, con quienes había querido renovar la paz por medio del casamiento de su hija, convertidos á la sazonen enemigos, apresaban y robaban muchas naves cargadas de mercancías, matando inhumanamente á cuantos en ellas iban embarcados. Que tanta era ya la soberbia de los nuestros, que habiendo reunido (los ingleses) una escuadra poderosa en las aguas de Flandes, se jactaban de que habían de destruir todas las naves de Inglaterra y aeseñorear sus marea, exterminando al pueblo.

Para afrontar á tales enemigos pedia el rey á los arzobispos de Cantorbery y York que, en defensa de la santa Iglesia y socorro del reino, hicieran reunir las acostumbradas procesiones, ofreciesen oraciones, celebraran misas, dieran limosnas y toda clase de oficios de alabanza divina que creyeran agradables á Dios, así por ellos como por el clero y el pueblo, para que el Dios omnipotente, que por su clemencia habia sacado al rey de Inglaterra y á su ejército de tantos peligros, les protegiese de nuevo, abatiendo la soberbia de los españoles y concediendo á Inglaterra el triunfo, para despues gozar con quietud de la dulzura de la paz.

Conforme lo temía Eduardo III, llegaron nuestros marinos á sus costas, hasta el Paso de Calais, en el Canal de la Mancha. Embarcóse el rey con sus dos hijos mas jóvenes. ¡Tamaña era la importancia de la empresa! Refiere Watllaingham que los españoles fueron derrotados y muertos todos, pues ninguno quiso rendirse. Villani dice que los ingleses lograron la victoria con grave daño de los nuestros; y Rapin de Thoiras asegura que Eduardo hizo acuñar moneda en memoria de tan glorioso triunfo.

Parece que la victoria fué cierta, aunque no sin grave daño de los ingleses. también se debe tener presente que Jacobo Meyer ,(Anales de las cosas de Flandes) dice, hablando del año de 1350, que los ingleses quisieron apresar la armada de los mercaderes flamencos y españoles, mas des pues de recibidos grandes daños de una y otra parte, los primeros, esto es los ingleses,_tuvieron que ceder (1).

NOTA AL PIE

Véase la lcita en la Memoria sobre las guerras y tratados de Guipúzcoa con Inglaterra en los siglo XIV y XV, por D. Pablo Gorosabel, premidada por las Juntas generales de Villafranca en el certámen anunciado por la Diputación. Tolosa. En la imprenta de la provincia, 1863, pag. 26.

En cuanto á que los nuestros quedasen destruidos, nada mas falso, pues en tal caso no habrían tomado los ingleses las precauciones que en seguida tomaron para protejer sus naves.

Singular es por extremo lo que al año siguiente acaeció. Vióse á todo un poderoso monarca apresurarse á ajustar treguas con los apoderados de nuestra costa, quienes trataban con aquel de igual á igual.

Las treguas se ajustaron en Lóndres á 1º de agosto de 1351, representando á Castro-Urdiales Juan Lopez de Salcedo; á Bermeo Diego Sancbez de Luparda, y á Guetaria Martín Perez de Golindano. Convinieron en que hubiese treguas de veinte años por mar y tierra entre los vasallos del rey de Castilla y los del inglés, menos los de Bayona y Biarritz, que habían hecho en particular treguas por cuatro años. Entre los diversos artículos, es notable el siguiente, por no haber estipulado para sí otro equivalente los ingleses. Los súbditos de Castilla y Vizcaya podían ir á pescar libremente á los puertos de Inglaterra, pagando los derechos acostumbrados á los señores de la tierra.

Hecha la tregua, pidieron los pueblos de la costa de Guipúzcoa á D. Pedro su aprobacion, pues -que antes no habían contado con ella, y el rey se la concedió.

Siguió á la tregua la paz, celebrada en la iglesia de Santa María de Fuenterrabía, el martes 29 de octubre de 1353, á cuyo acto concurrieron los representantes de Bayona y Biarritz, y por Castilla los de Castro-Urdiales, San Sebastian, Fuenterrabía, Guetaria, Motrico y Laredo. Dispúsose que la celebracion de esta paz se publicase por medio de dos enviados en Burdeos, Inglaterra, Normandía y demás lugares marítimos, hasta Flandes.

Cesaron por tierra y mar toda suerte de hostilidades, de manera que los mercaderes de Castilla y Guipúzcoa tenían factorías en la Rochela y otros lugares de la costa de Francia poseídos de los ingleses. Cuando la paz de Bretigny (8 de mayo de 1360) cedió el rey de Francia al de Inglaterra todo el territorio comprendido entre el río Loira y los Pirineos, por lo cual pidieron proteccion los nuestros al nuevo señor, y la lograron. Las guerras entre D. Enrique y D. Pedro tampoco alteraron la paz entre nuestra provincia y los ingleses, pues los pueblos de la costa permanecieron fieles á D. Pedro, aliado de aquellos. Mas, vencedor el de Trastamara, como la mayor parte de los guipuzcoanos se habían declarado por él, tuvieron á Inglaterra por enemiga. Comenzó la guerra, y Ambrosio Bocanegra, almirante de Castilla, acudió (1371) á la Rochela, y en auxilio del rey de Francia. Eran los ingleses dueños de aquella, y tenian en sus aguas una escuadra mandada por Pembroke, á la cual no dudó un punto en embestir con sus bajeles nuestro almirante. Lidiaron unos y otros como buenos, mas la noche vino á suspender la pelea, la cual volvió á empezar con la marea del día siguiente, quedando vencidos los ingleses, apresadas todas· sus naves, y la que llevaba el tesoro echada á pique. Cuantos á bordo venían cayeron, como era natural, en manos de los nuestros, incluso Pembroke, quedando la armada inglesa destruida, y sus restos en manos de los españoles. Suceso que historiadores propios y extraños confirman.

No dice la historia que en este combate tomaran parte los guipuzcoanos, pero los barcos del almirante habian sido armados en la costa de Galicia, Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, con que no creemos necesario detenernos á probar que hubo tambien guipuzcoanos en la batalla naval de la Rochela.

De otras no menores hazañas de nuestros guipuzcoanos tenemos que hablar mas adelante, por lo cual, y viendo de reducir nuestra narracion cuanto nos sea posible, volveremos al ponto en que la habíamos dejado.

 

CAPITULO Vll.

Origen de los bandos Oñecino y Gamboino. - Sus verdaderas causas. - Parcialidades. - Guerra civil en Guipúzcoa. - Interviene el rey de Castilla. - Parientes Mayores. Codicia Luis XI de Francia á Guipúzcoa. - Guerras con Navarra y civil.

Juntábanse los guipuzcoanos á 1º de mayo en cofradía y llevaban á la iglesia grandes velas de cera de tres quintales, para cuyo enorme peso tenían que valerse de andas, que de otro modo fuera imposible: oian misa y celebraban el dia con la ofrenda de las velas, concluyendo con grandes comidas ó meriendas.

Semejante costumbre, que por largos años habia durado en santa paz, llegó á alterarse por causa que, si extremadamente fútil, trajo á Guipúzcoa males y desventuras sin cuento. Como ya hemos dicho, el enorme peso de la vela obligaba á las cofradías á llevarla en andas, mas unos querían llevarla en alto sobre los hombros, y otros decian que mejor era en la mano. Leve motivo, en verdad, para un comienzo de disputa; mas esta llegó á tal punto, que mientras unos gritaban Goien boa, esto es, vaya arriba en los hombros, contestaban los otros Oyñez boa, á pié vaya, dando á entender que era mejor llevar la vela de la mano y por lo bajo. Los gritos de Goien boa y Oyñez boa llegaron á encender la sangre de unos y otros, de manera que acabaron por venir á las manos. Sucedió el caso en el campo de Uribarrigamboa. Refiérese que de aquella disputa nacieron los bandos de Oñez y Gamboa, que tales y tan rencorosas enemistades manta· vieron por largo tiempo en tierra vascongada. Sus hijos, al ver tanta desventura, volvían los ojos á lo pasado por ver de inquirir la causa, y habiendo aceptado muchos la que acabamos de referir, cundió por cierta en manos de la tradicion y despues de los historiadores.

A decir verdad, razones mas poderosas movieron á muchos señores á dividirse en bandos, orígen mas adelante del Oñecino y Gamboino. En Vizcaya comenzaron á moverse los Mujicas, Butrones, Urquizas y Avendaños, á poco de la muerte de D. Lope Diaz de Haro (1288).:Las discordias, que, con motivo de sucederle se habían comenzado á encender, subieron de punto con la muerte del sobrino D. Diego Lope Haro. Los bandos cundieron por Guipúzcoa, siguiendo siempre distinta bandera, como sucedió cuando la guerra civil entre D. Pedro y el de Trastamara. Como el fuego que donde quiera halla materiales á propósito con mayor fuerza se enciende, los bandos de Oñez y Gamboa se encarnizaban, cuando para mal de Guipúzcoa ocurría el menor pretesto.

Las disputas entre San Sebastián y Rentería sobre el canal de Pasajes, fueron causa de que en cortísimo espacio de tiempo muriesen cien hombres de los principales de la provincia. Tamañas desventuras movieron á los Parientes Mayores á representar al rey D. Juan I, quien confirmó las ordenanzas que habían hecho los guipuzcoanos en junta general, habida en San Sebastián y presidida por D. Pedro Lopez de Ayala, su merino mayor, á fin de febrero de 1379. «Quedó mandado que ningun vecino ni morador de las villas y lugares de Guipúzcoa, tomase parte en los bandos de Ofiaz y Gamboa, ni de otros cualesquier escuderos de la tierra, y si tal hiciese, pechara en pena al merino seiscientos maravedís. Que si los bandos de Oñaz y Gamboa ó algunos otros escuderos de la dicha tierra de Guipúzcoa, tuviesen asonadas entre sí ó con otros, ningunos de los dichos bandos que morasen en las villas y lugares, fueran osados de ir á las dichas asonadas, ni dar á los referidos escuderos favor ni ayuda con las armas ni de ninguna otra manera. En este mismo año fundó el rey la villa de Orio, dándole el fuero de San Sebastian. En 1383 hizo lo mismo con las de Cestona y Villareal, dándoles el fuero de Azpeitia y Azcoitia.

Vista de Hernani / Cronica de Guipuzcoa / Fernando Fulgosio

Por los años de 1390 estaban Fuenterrabía y San Sebastian separadas de la hermandad de la provincia; de esa manera, enviaron procuradores á las Córtes de Madrid, en el primer año del reinado de Enrique III.

Así vemos, que, en 1391, en la junta general habida en Tolosa con motivo del pago de 100,000 maravedises que pedían los recaudadores del rey, solo asistieron para negarse al pago, alegando ser contra fuero, las villas de Tolosa, Segura, Mondragon, Guetaria, Motrico, Villafranea, Salinas, Zaraoz y Vergara, faltando, además de San Sebastian y Fuenterrabía, Azpeitia, Azcoitia y las demás repúblicas que á la sazon no estaban unidas á la hermandad.

Hallándose en Fuenterrabía la reina madre de Juan II, doña Catalina, y el infante D. Fernando (4 de enero de 1410), nombraron á D. Pedro Velez de Guevara y á D. Gonzalo Moro, corregidor de Guipúzcoa, Vizcaya y las Encartaciones, para que asentaran paces, formando un tratado con Enrique IV de Inglaterra. Ya Gonza!o Moro, acompañado de Fernan Perez de Ayala, merino mayor de Guipúzcoa, habia ajustado treguas, las cuales renovó en 1414 con Inglaterra. En 1419 vinieron á Segovia embajadores del duque de Bretaña para tratar con el rey de Castilla de los daños que mutuamente se habian causado vascos y bretones, y de su reparacion. Por este tiempo guerrearon tambien los nuestros, por órden de D. Juan II, con los labortinos, que aun eran vasallos del rey de Inglaterra. Tal confianza tenia el de Castilla en la lealtad y esfuerzo de los hijos de nuestra provincia, que amenazó al inquieto conde de Armagnac, que tambien lo era en España de Cangas y Tineo, diciendo le haria guerra con el poder de Guipúzcoa, si llegaba á intentar la menor cosa en daño del monarca francés.

Mas la energía de nuestros guipuzcoanos era tal, que para todo tenían ánimo, mostrándole, por desgracia, en daño propio, con tanto ó mayor vigor que en el ajeno.

Deshecha borrasca corria el pueblo vascongado. Diversas parcialidades intentaban señorear el territorio, ó mas bien le señoreaban del todo, repartiándosele entre sí, cuando los pueblos, atentos á su bien y reconociendo que solo unidos podían hacer frente á los muchos señores banderizos que sin cesar alteraban la tierra, determinaron unirse para defenderse.

Los dos bandos, oñacino y gamboino, habían dividido a las principales familias, llamadas de Parientes Mayores y estas, movidas del encono que toda guerra civil trae consigo, no concedían el menor reposo a los pueblos. Entonces, estos nombraron comisionados para que acordaran las ordenanzas de la hermandad, en junta general

No podían hacerlo sin que el rey de Castilla, su señor, aprobase lo hecho, con lo que acudieron para ello repetidas veces. Con todo esto, el mal era cada dia mayor. D. Beltran de Guevara, señor de Oñate, quería tambien serlo de Mondragon, mas, viendo no podia tomarla para sí, la quemó, librandose únicamente dos casas. Dabanse formales batallas los diversos bandos, siendo notable la que hubo entre los artazubiagas y curayas, así como otra entre Azpeitia y Azcoitia entre oñacinos y gamboinos, y despues, cerrca de Cizurquil.

Los robos, desafíos, incendios y talas llegaron á tal punto, que el rey D. Enrique IV, informado de semejante escándalo, acudió en persona a Guipúzcoa (1457). Entonces fueron derribadas y allanadas las casas fuertes de Olaso en Elgoibar; de Lazcano; de Leizaur, en Andoain; de San Millan, en Cizurquil; Murguia, en Astigarraga; Gaviria y Ozaeta, en Vergara; Zaldivia, en Tolosa; Astigarribia, en Guetaria; Zarauz y Alcega, en Hernani; Achega, en Usurbil, y otros, yendo desterrados á Estepona y diversos pontos lejanos todos aquellos que resultaron culpados. A 30 ·de marzo confirmó el rey en Vitoria las ordenanzas extendidas por Gonzalo Moro. Dos años después (1459) se concertó San Sebastian con Guipúzcoa, conviniéndose, por espacio de veinte años, en que, siempre que hubiese .apellido de hermandad, acudirían los vecinos de aquella al llamamiento, á pesar de que tenían el privilegio de no alejarse mas de una legua en semejantes ocasiones. De igual manera, debía la provincia favorecer á San Sebastian, bajo la multa, caso de que una ú otra parte faltara, de 2,000 doblas del cuño del rey.

Enrique IV concedió á Arería el fuero de San Se • hastían (12 de marzo de 1461), en cuyo año pidió gente a la provincia para la guerra que á favor del príncipe de Viana tenia con Navarra.

Notables fueron los sucesos acaecidos por nuestra provincia en 1463, pues vino á ella de nuevo D. Enrique IV á las vistas que tuvo en el Vidasoa con Luis XI de Francia. Diestro este y codicioso, poco atento á la fé prometida, y sí solo al interés, harto lo demostró en esta ocasion. En cuanto á Enrique VI, tal vez creyó hallar desquite en el mayor lujo y ostentacion de su córte. Tambien codiciaba el francés á Guipúzcoa, sabiendo el valor de sus hijos y con qué marinos podría contar, á tenerles por vasallos, mas nada logró Luis XI, en cuanto á semejante pretension.

Por este tiempo fué la muerte que los tolosanos dieron al judío Gaon, arrendador de rentas reales. Su empeño en exigir á los guipuzcoanos el servicio del pedido, le costó la vida, por lo cual cobró Enrique IV tan grande enojo, que mandó derribar la casa en que habían muerto al judío. Mas habiendo representado Guipúzcoa que estaba exenta del pago del servicio, tuvo el rey por conveniente no se hiciera novedad, conforme á lo mandado por sus antecesores D. Pedro, D. Enl'ique II y D. Juan l. Al año siguiente (1466), concedió á Guipúzcoa el título de noble y leal, aumentado después por Cárlos V con el de muy noble y muy leal. La provincia, obedeciendo al mandato del rey, se apoderó del castillo Teloaga que estaba en manos del mariscal García Lopez de Ayala. En 1468 mandó aquel que la provincia guardara por sí propia la villa de Fuenterrabía, en vez de entregarla el referido Ayala, prometiendo, además, con juramento, no enagenar á Guipúzcoa ni ningun pueblo suyo.

Vueltos del destierro Pedro de Avendaño-y Juan Alonso de Mujica (1470), jefes principales de los bandos oñecino y gamboino, reanimóse la discordia, siendo causa principal de ella el conde de Treviño, amigo de los recien llegados y enemigo del conde de Haro, don Pedro Velasco, gobernador de la provincia. Habiendo unos y otros tomado las armas, dióse la célebre batalla de Munguía, perdida por el .conde de Haro. Fué el rey á Orduña, y mandando salir de Guipúzcoa á los dos condes, revocó los poderes que, para gobernar á aquella, habia concedido al de Haro.

Do quiera buscaba ..emppleo el .esfuerzo de los guipuzcoanos, caso harto fácil, en verdad, por aquellos tiempos. Así, unidos con los beamonteses de Navarra (1471), destruyeron en esta con artillería, el castillo de Larzaun, y á Lecumberri, Leiza y Gorriti.

Cierto, -sin el menor asomo de lisonja, maravilla la historia de pueblo tan pequeño por su número y tan grande por sus hazañas y constante energía. Mientras en tierra, y despezado por los bandos, aun tenia ánimos para guerrear en Navarra, por mar hallaba honrosa acogida en los pueblos de quienes habia sido el mayor enemigo, como se ve por la declaracion de Enrique IV de Inglaterra, en Westsminster, en la cual se habla de hallarse ya en paz con Castilla, y haber recibido bajo su proteccion á los navíos de Guipúzcoa. Y aun años adelante, habiendo recibido los guipuzcoanos grandes daños de los ingleses (1474), mandó el rey de Inglaterra se les resarciese debidamente.

Podrá creerse que, despues de haber acudido repetidas veces el rey á reprimir y castigar en persona los bandos y parcialidades de Guipúzcoa, habia esta logrado la apetecida paz; mas no sin razon podía escribir Fernando del Pulgar: "El condestable, el conde de Treviño, con esos caballeros de las montafias, se trabajan asaz para asolar toda aquella tierra fasta Fuenterrabía.»

FIN DEL LIBRO TERCERO.