Una expedicion a Guipuzcoa

III

SANTA AGEDA 

/22/ A medía legua de la villa de Mondragon, de ese pueblo cuya aristocrática severidad se revela en sus calles, en sus edificios , en los escudos de armas que lucen sobre sus puertas, y hasta en el porte y compostura de sus moradores, se encuentra el famoso establecimiento de baños de Santa Agueda, al cual conduce un hermoso camino construido el mismo año en que la Reina de España acudió para consolidar su salud preciosa á aquellos benéficos manantiales. El panorama que se desenvuelve á la vista del viajero es el mas poético y el mas bello de cuantos ofrece aquel pintoresco país, y al tender los ojos por aquellas colinas sembradas de robles , de hayas , de castaños /23/ y de manzanos, alternadas con caseríos; molinos harineros y ferrerlas, á que dan impulso las aguas del Deva, que serpentea cristalino por el fondo de aquellos valles , parece que estamos recorriendo una galeria cubierta de esos mágicos cuadros de Villamil; en que atribuimos á la lozana y poética fantasia del artista los encantados paisages de cuya existencia real y efectiva solemos dudar, por la misma razon de su sobrenatural y estraordinaria belleza. Despues de atravesar este variado panorama, se divisa el célebre establecimiento de baños cuyo aspecto esterior, modesto en demasia, no parece muy al nivel del favor aristocrático de que goza .

Santa Agueda, por su situacion topográfica y por el bellísimo paisage en que está colocado, lleva mucha ventaja á Arechavaleta ; Santa Agueda es un vergel delicioso donde no llegan los rayos del sol de agosto, y para hacer una vida campestre y retirada, una vida cuya rigida sencillez no interrumpa ni el sordo rumor de las agitaciones del gran mundo, nada puede elegirse mas á propósito que aquel sitio apacible, verdadera mansion de paz y de calma, donde encuentran alivio los dolores del cuerpo y las inquietudes del espiritu. Separado á regular distancia del camino real que se deja desde Mondragon, ni el ruido de las diligencias y sillas-correos viene á alterar su constante tranquilidad. Bajo el aspecto, pues, de la quietud y del paisaje no se puede disputar la primacía á Santa Aguada, que compite por otra parte con los demas establecimientos /24/ de baños en punto al •esmero y buen trato que dispensa á sus huéspedes. El ediflcio-hospedería no está sin embargo á la altura de los de Arechavaleta y Cestona. De construccion ya antigua y de mezquinas formas, participa de cierta lobreguez que mas que de un centro de bañistas, pertenecientes en su mayoría á la buena sociedad, le da un colorido de hospital ó enfermería. Los largos corredores ó galerías que dan entrada á los cuartos, son bastante oscuros ; el comedor, pieza que tanta importancia tiene en estos establecimientos, es poco desahogado y hasta carece de una sala de reunion para los bañistas, que se ven precisados á convertir en tal una de las galerias .

Las pilas ó bañeras están situadas en el mismo edificio en cuartos pequeños, húmedos y poco ventilados, circunstancias de que no ha podido verse libre ni la hermosa pila de jaspe de que se sirvió nuestra augusta Reina para la aplicacion del remedio mineral. Este baño cuya puerta se abre para satisfacer la curiosidad de los que visitan por primera vez la casa, solo por lo magnifico de su pila, recuerda la régia persona para quien se construyó; pues el rico papel que cubría sus paredes ha desaparecido por efecto de la humedad. El jardín y la huerta que tienen los bañistas para su recreo, son amenos y frondosos; las calles cubiertas de enramada, y que forman un verdadero bosque, les permiten pasear aun durante las horas en que el sol tiene mas fuerza. Artísticamente no es el jardin tan regular como /25/ el de Arechavaleta; pero reune el encanto, para algunos de mucho precio, de parecer mas bien obra de la naturaleza que de la mano del hombre .

No obstante los vacíos que se notan en Santa Agueda, y que el interés de su dueño no tardará en llenar, no puede desconocerse que la concurrencia de bañistas es mucho mas numerosa á esta casa de baños (que á la de Arechavaleta.Y esto se esplica muy fácilmente. Santa Agueda, á las ventajas de su retirada y pintoresca situacion, reune ese prestigio de la antigüedad, que es la base del crédito de un establecimiento de esta clase . La fuerza de la costumbre por un lado, y por otro la aficion tan justa que se toma á unos manantiales donde, si no se recobrase repone al menos la salud, son elementos poderosos de prosperidad para una casa de baños. Muchos son los que han encontrado alivio á sus males en Santa Agueda; algunos, no tantos, porque su creacion es mas reciente, los que deben este beneficio á Arechavaleta; por eso aquel establecimiento es mas concurrido, no ohstante ser las aguas del segundo hidro-sulfurosas como las del primero, hallarse tan ventajosamente situado en medio del camino real y tener una hospedaría que reune todas las comodidades y toda la elegancia de las modernas construcciones .

En cuanto al género de vida, tan tranquila y tan deliciosamente se desliza en un establecimiento como en otro. La misma opípara y aristocrática mesa, la misma buena sociedad, /26/ el mismo buen humor, tipos muy semejantes, aventuras muy parecidas También aquí se organizan espediciones campestres á pié, en coche y á Caballo. ¿Quién pasa algunos dias en Santa Agueda sin visitar la gran peña de Udala, cuya figura piramidal y severísimo aspecto, no menos que la lozana vegetacion que cubre su falda, tanto contrastan con la desnudez de su pelada cresta? Esta pregunta se hicieron sin duda este año unos á otros los concurrentes á Santa Agueda y se improvisó una escursion á caballo de que todos conservan gratísimo recuerdo. Damas muy conocidas y alguna de ellas muy célebre en Madrid por su hermosura, tomaron parte en la espedicion, y desentendiéndose por aquel dia de la ordinaria timidez y de los escrupulosos miramientos de su sexo, no se sentaron como de costumbre, sino que montaron en todo el rigor de la palabra soberbios alazanes, no sin llevar cada una su caballerizo al lado para su mayor seguridad. Una vez en la peña de Udala, penetraron los espedicionaríos bañistas en la vasta caverna caliza que tiene su boca en la vertiente oriental y que se conoce en el pais con él nombre de Cueva de San Valerio. Serenos arrostraron el paso de la estrecha y peligrosa garganta que es preciso atravesar para contemplar el espectáculo sorprendente de aquel palacio de cristal, en cuyas inmensas bóvedas adornadas de estalactitas , repitió el eco mas de una prote tas [sic] de amor, mas de un juramento de constancia: deliciosa mente distraídos los espedicionarios de ambos /27/ sexos en la contemplacion de aquellas galerías, de aquellas tumbas; de aquellos elegantes pabellones, labrados por la naturaleza; dejaron transcurrir el tiempo suficiente para que el cielo azul y diáfano al entrar en la• cueva, se volviese oscuro y ;nebuloso, y al tomar sus caballos para regresar á Santa Agueda; descargó sobre ellos un terrible• aguacero . El• natural deseo • de guarecerse ;del caparrón lo mas pronto posible, dispersó la partida, y era de ver el espectáculo que ofrecian las lindas amazonas, metiendo espuela a sus caballos, separadas por la 'tempestad de sus esposos, de sus papás, de sus hermanas, y •seguidas las mas afortunadas de sus galantes caballerizos , con los cuales llegaron ya mas temprano, ya mas tarde, á reposar al establecimiento de baños de las fatigas de espedicion tan agitada .

La relacion de esta gira campestre, basta para conocer que Santa Agueda, por lo que hace á ese cuadro de la vida interior, es como Arechavaleta, es como Cestona, es como todos los puntos de baños ó de recreo en que se reunen algunas personas nacidas en España. En todas partes reina esa decorosa familiaridad y esa bulliciosa broma de buen tono que no traspasa nunca los limites de la educacion y de la prudencia. No sucede como en Bagneres de Lutzon, como en Cotteret, como en todos esos afamados establecimientos estranjeros, donde, despues de bañarse y de comer, no le queda al forastero otra distraccion que la de aburrirse, donde hay esa seriedad estudiada, y donde las gentes permanecen /28/veinte dias sin saludarse, y se separan despues de satisfecho el objeto de su aparicion en aquella escena muda, sin haberse dirigido ni por casualidad la palabra. El carácter español, franco en demasía y naturalmente simpático, no adolece de esa sequedad enojosa que distingue por lo general á los extranjeros. En  nuestro país , el primer día que se ven dos personas en un establecimiento de baños, se saludan y se hablan, al segundo se tratan íntimamente y algunos dias despues se separan con sentimiento. Este es nuestro carácter, compárese con el de los naturales de esos paises cuya cultura y civilización somos los primeros á admirar, y de seguro que de esa comparación resultará algo de que podamos envanecernos con justicia .