NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPÚZCOA / PABLO GOROSABEL

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LIBRO II

DE LOS HABITANTES DE LA PROVINCIA

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CAPITULO II

DE LAS CUALIDADES PERSONALES DE LOS NATURALES

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SECCION IV

De la cultura y letras

 

Estrabón, en el libro III de su tratado de Geografía, dice que los habitantes de la costa septentrional de España eran en su tiempo muy groseros, no tenían género alguno de literatura, no conocían la escritura, ni usaban de moneda acuñada para sus tratos. Se, ve, pues, que los pinta como unos pueblos incivilizados, bárbaros e inhumanos; cuya razón da el mismo escritor a continuación del pasaje en que hace semejante descripción. «La falta de civilización, dice, en que viven estas gentes y su rusticidad no proviene únicamente de su estado de guerra casi continua, sino que también tiene por causa su apartada situación. Pues si se ha de ir a ellas por mar, es necesaria una larga /368/ navegación,  y lo mismo por tierra; así es que, no mezclándose con ellos las naciones cultas, no solo se desnudaron de cuanto tenían de común con ellas, sino de la misma humanidad o filantropía. Mucho se ha disminuido ahora su barbarie por el tratado y comunicación, con los romanos, que ha sido una consecuencia de la paz. Así es que aquellos que viven más incomunicados con ellos conservan más de su antigua insociabilidad y fiereza, y a la falta de comunicación y trato contribuye también la escasez y esterilidad de las tierras, y aspereza de las montañas, todo lo cual aumenta la barbarie de estas naciones.» El mismo escritor dice en otra parte que los habitantes de la parte septentrional no tenían comercio alguno con otros hombres, y que así se vivía en ella con descomodidad: quod nulla ejus incolis sunt cum alliis hominibus comercia: ltaque ibi pessime degitur. Julio César, en el Comentario de la guerra civil, trata también de bárbaros a los habitantes de la misma costa, al decir que, L. Afranio había pedido refuerzos .«a los celtíberos, cántabros y a todos los pueblos bárbaros que caen al Océano». Los guipuzcoanos fueron comprendidos indudablemente tanto en la descripción de Estrabón, como en la calificación que hace César, puesto que ocupan la costa septentrional, de España, y con esto se ve cuál era su estado social en la época a que se refieren.

La civilización y cultura de los guipuzcoanos data, por consiguiente, de un tiempo posterior a la dominación de los romanos en España. Debiose este adelanto á sus mayores comunicaciones con el interior del reino, así que con el país limítrofe francés, a la apertura de caminos, a las navegaciones, a las extensiones de relaciones comerciales, a /369/  las guerras con el extranjero y a otras causas semejantes. A pesar de todo esto, es preciso convenir en que los grandes adelantos del entendimiento humano, así en las ciencias como en los ramos de la fabricación, artes mecánicas, náutica, etc., se han propagado algo tarde en Guipúzcoa. Su población diseminada y la mucha distancia a que se halla de las grandes ciudades, donde por lo regular se inventan o al menos se perfeccionan aquellos, han sido ciertamente un obstáculo poderoso al talento natural de sus hijos. Las poblaciones se han ido aumentando después, y sus habitantes se han ilustrado mutuamente; se han abierto nuevos caminos, que le han puesto más en comunicación con los centros del saber. Por este medio se han creado necesidades que no se conocían antes, y han obligado a buscar recursos para satisfacerlas. Todo esto ha concurrido a civilizar gradualmente a los naturales de esta provincia en el grado ventajoso en que hoy día se hallan, como se verá por las indicaciones que paso a consignar.

Para formar el debido juicio acerca del estado de cultura de un pueblo, nada seguramente es más conducente que el examinar la manera en que se conserva en la sociedad, comparándola además con la que tienen otros análogos del reino. Bajo este supuesto, es indudable que uno de los signos de la civilización es el estilo que tienen las personas de todas clases de vestirse y presentarse en público. Y a la verdad, para vestirse con alguna decencia y conforme a la moda dominante, se necesitan medios, cuya posesión indica bienestar y, por consiguiente, civilización. Al contrario, quien se pone vestidos toscos, viejos y nada decentes significa una de estas cosas: falta de recursos, poca cultura, o  mucha avaricia. Esto, que se advierte /370/ respecto de los individuos en particular, se verifica muy notablemente en lo que pertenece al conjunto de los habitantes de un pueblo y provincia. Si un forastero, al entrar en una población, 1lega a una de sus plazas u otro sitio público donde hay un gran concurso de gente, ve que ésta generalmente se halla vestida con decencia y con un conjunto exterior agradable, formará sin duda una idea favorable de su adelanto y civilización. Pero si las gentes que se presentan a su vista se hallan vestidas en lo común de un modo desaliñado, cubiertas con mantas en lugar de ropas de buen paño, sin calzado regular decente, un pañuelito por sombrero, gorra o boina, concebirá por el contrario una opinión muy poco ventajosa acerca del estado social de aquella ciudad o villa.

Ahora bien, es indudable que los guipuzcoanos se hallan en el primer caso, puesto que su decencia en el vestir de todas las clases es notable y reconocida de cuantos forasteros llegan a este país. El estado de su adelanto en esta parte se conoce todavía mejor al trasladarse desde él a las partes de Navarra, Aragón y Castilla, cuya clase común de habitantes se pone por lo regular tan diferentemente, que se podría dudar si ellos y los guipuzcoanos pertenecen a una misma nación. No quisiera ofender a ninguno con decir la triste impresión que produce en nuestros ánimos el espectáculo de tanto pobre andrajoso y lleno de harapos como asaltan o rodean a los viajeros en no pocos pueblos del interior, aún de alguna consideración, sea por el motivo que fuere. Semejante cuadro desconsolador jamás se conoció en Guipúzcoa, ni aún en una escala mucho menor, y que ahora ha desaparecido, puede decirse, del todo. ¿De qué procede tan notable diferencia, en medio de la pobreza /371/ natural del suelo de esta provincia, cuando aquellas son tan fértiles? Indudablemente de la mayor civilización de la primera respecto de las segundas, así que de su mejor gobierno. Si del porte exterior de las personas pasamos a  examinar el estado interior de las familias, hallaremos una perfecta consonancia con aquel. A excepción de las que pertenecen a la clase de pobres y meros jornaleros, serán raras las que no tengan buenas camas, muebles decentes y el ajuar de casa necesario para su regular servicio. Esto en las familias de un modesto pasar de artesanos y aún de labradores; porque las familias de clase algo superior se hallan provistas de todos los objetos de moda y gusto, a veces de bastante valor. La gran limpieza de las casas es sobre todo notable, así que el buen surtido de las cosas correspondientes al servicio de las mesas. Semejantes comodidades apenas se encuentran en las poblaciones del interior del reino, a lo menos fuera de las ciudades y algunas villas principales; pues muchas familias de aquellas carecen hasta de camas y de otros muchos objetos, que el más pobre artesano de Guipúzcoa no deja de tener. La cultura de esta provincia se demuestra, además, por la multitud de pianos que poseen sus naturales, y los muchos jóvenes que se dedican á su estudio; igualmente por el gran número de músicas marciales de aficionados que hay en los pueblos. San Sebastián, Tolosa e Irún tienen a cada dos: Fuenterrabía, Pasajes, Hernani, Azpeitia, Motrico, Oñate, Vergára, Eibar, Zumárraga, Villafranca,, Villarreal, Azcoitia, Legazpia y Cegama, a una.

El aspecto exterior de los edificios, tanto públicos como particulares, de las poblaciones, indica así bien su civilización y cultura. Las iglesias /372/ parroquiales y casas consistoriales de e1la son, en efecto, en su mayor parte, grandiosas, sólidas, de buena arquitectura y bien decoradas; circunstancias de que tampoco carecen las escuelas, cárceles, hospitales, casas de misericordia, carnicerías, alhóndigas, etc. En cuanto a edificios de personas particulares, su construcción en las poblaciones se hace comúnmente de piedra labrada, o al menos de mampostería, con balconadura de hierro; todo de perspectiva agradable, de buen gusto y lucimiento, y de cómodos repartimientos interiores. Las calles de las poblaciones están igualmente bien adoquinadas o empedradas, así que iluminadas de noche por medio de faroles de rebervero, menos en la ciudad de San Sebastián, donde se halla establecido desde hace pocos años un hermoso alumbrado de gas. Notables son así mismo los paseos, tanto de la estación de verano, como de la del invierno, de la mayor parte de los pueblos regulares de la provincia. Adornan a la verdad sus contornos hermosas arboledas, vistosas praderas y cómodos espolones, y no faltan en el interior de los mismos buenos cubiertos, tinglados o galerías hechas para este solo objeto. En todos los pueblos de mediana importancia hay paradores capaces, de buena perspectiva y bien amueblados, y apenas se encontrará lugar ni aldea donde no haya posada regular. La afabilidad y esmero con que los huéspedes son recibidos y tratados, así en aquéllos como en éstas, son notables: cualidades que contrastan con la sequedad y malos modales que se notan en las posadas de muchas partes del interior del reino. Hay casas cómodas de baños de agua dulce natural en algunos pueblos, sin los excelentes establecimientos de aguas termales de que se trató en el libro I.

Los estudios principales de los guipuzcoanos en los tiempos anteriores consistieron en la Filosofía, jurisprudencia, derecho canónico, teología, medicina y cirugía. En época más moderna empezó alguno que otro a dedicarse a la arquitectura, y ya en el día sus carreras se extienden a la industrial, náutica, minera, nobles artes, caminos y canales, selvicultura, etc. No han demostrado empero mucha inclinación a los ramos de literatura, que comúnmente se han considerado de mero entretenimiento o de puro adorno. Sensible es en verdad semejante descuido, en especial respecto de los estudios históricos del país, tan rico en grandes hechos; cuando, además, sus fueros, privilegios, instituciones y leyes se fundan principalmente o en mucha parte en los mismos y en su memoria. Pero no se extrañe, por otra parte, esta falta en una provincia donde se carece de bibliotecas, de academias y de otros medios indispensables para adquirir semejantes conocimientos. A esta dificultad natural se agrega la falta de estímulo correspondiente para emprender y continuar con perseverancia los penosos y dispendiosos trabajos de estudios de antigüedades, capaces de debilitar la salud más robusta, si se han de llevar a cabo con solidez. Bien conoció la Diputación de la provincia del año de 1864 la necesidad de promover entre sus naturales esta clase de estudios al establecer premios a los autores de dos obras de diferente género, que en concurso general se calificasen de más mérito. La una era una Memoria sobre las guerras y tratados de Guipúzcoa con Inglaterra en los siglos XIV y XV; la otra, la traducción al vascuence del evangelio de San Juan. El público conoce aquélla, puesto que se imprimió; no así el segundo trabajo, que no lo ha sido hasta ahora.

/374/ Aunque no se sabe con seguridad cuando se introdujo en esta provincia el arte de la imprenta, hay datos suficientes para creer fuese desde la mitad del siglo XVII en adelante. Consta que un Martín de Ugarte, vecino de San Sebastián, representó a las Juntas generales de Fuenterrabía del año de 1667 la utilidad que reportaría de que hubiese un impresor de libros en la provincia, a la cual ofreció servir en dicho oficio; para cuyo efecto solicitó el nombramiento y título de tal impresor de la provincia, añadiendo que se hallaba instruido para su buen desempeño. Aparece también que aquel Congreso estimó esta pretensión, y que en su consecuencia expidió a favor del solicitante el título que deseaba, con prohibición de que ningún otro pudiese hacer impresiones en su territorio sin licencia de la misma provincia. De otro memorial de dicho Ugarte, dirigido a las Juntas de Tolosa de 1669, resulta que hacía ya seis meses trabajaba en la impresión, y pidió salario de la provincia; a lo cual se defirió también, señalándosele por sus trabajos en las inmediatas la retribución de treinta ducados anuales. Tal es el origen de la imprenta que tiene la provincia para la impresión de los registros de Juntas, circulares y demás trabajos que se le ofrezcan. Además de esta impresión, de particulares hay siete en la provincia; a saber, tres en Tolosa, dos en San Sebastián, una en Vergara, y otra en  Azpeitia. Existen igualmente algunas litografías en San Sebastián y Tolosa. Lo que acabo de manifestar es suficiente para resolver la cuestión suscitada entre algunos literatos franceses sobre si Tolosa, donde aparecen impresas algunas obras en los siglos XV, XVI y XVII, fue la ciudad de este nombre de Francia, o bien la villa del mismo nombre de esta provincia. Es claro que no puede ser esta última población, ya por su poca importancia en aquella época, y principalmente por no existir imprenta alguna en toda la provincia hasta después de mediados del siglo XVII, y todavía pasaron más de otros cien años para cuando se estableció la primera en Tolosa de Guipúzcoa, que fue en 1785.