Nicolas de SoraluceGuipuzcoa

Viaducto del ferrocaril en Ormaiztegi (Gipuzkoa) Album siglo XIX

DESCRIPCION

DEL VIAJE POR EL FERRO-CARRIL Y CARRETERA.

/58/ Vamos á emprender la ligera descripcion del viaje por el ferro-carril y carretera, en cumplimiento de lo que al hablar sobre caminos, ofrecimos en otra parte.

Aunque las carreteras no pueden dejar de tener importancia, constituyen, sin embargo, parte secundaria en la actualidad, ante la consideracion de la vía férrea, de que vienen á ser tributarias.

Guipúzcoa ha sido tambien favorecida por la gran línea europea de que forma parte, atravesándola en casi su mayor longitud, circunstancia que contribuye á que sus beneficios pueda derramarlos en mas estension. Es por esto que, al hacer la ligera descripcion, propia de quien marcha por la celeridad del vapor, nos vamos á ocupar primeramente de la vía férrea, principiando por Irun, con indicacion de las estaciones, sus respectivas /59/ distancias, en las de la provincia, los pueblos por que pasa é inmediaciones en que otros deja, y sobre todo, de los hombres mas ilustres que en ellos hubiesen nacido, ·amen de alguno que otro bosquejo de historia de estos: como de aquellos. Se continuará des pues por la carretera, en el mismo órden, aunque direccion inversa, desde Salinas, Vergara, Elgoibar, Azpeitia y Zarauz para terminar en San Sebastian. De este modo vendremos á indicar todos los pueblos de Guipúzcoa, llenando así mejor el objeto que nos hemos propuesto al escribir para dar publicidad á esta obra.

Ferro-carril. En vísperas ó abierta ya la parte que falta de los Pirineos para que pueda la vía férrea poner a la capital del reino en comunicaeion directa y no interrumpida con la de Rusia, para cuando salga á luz ésta historia; en el plano adjunto figuran el ferro-carril y carreteras de esta provincia, señalando por signos con ven.,. cionales los puntos de estaciones como pueblos y otros objetos. El ferro-carril, semejante á un rio cuya importancia depende del mayor ó menor número de otros subalternos tributarios que contribuyen á hacerlo caudaloso, así tambien una gran línea férrea necesariamente, cuantos mas caminos, ora de hierro ó carreteras, y la abundancia de productos y peaje se dirijan á él, constituyen su movimiento y vida. Consecuencia de esto, el que las estaciones tengan mas ó menos representacion é importancia proporcional del radio y medios indicados que abrace su esfera de accion, para dar y recibir del ferro-carril, cual puertos destinados al efecto para los buques que surcan los mares. Damos con tanto principio á la descripcion.

La estacion de Irun, situada á poco mas de un kilómetro de esta villa, como del rio Bidasoa y algo mas de dos de la pequeña cuanto famosa ciudad de Fuenterrabía por el memorable sitio y hechos de armas de 1638, /60/ especialmente, de que haremos breves indicaciones, es el término del ferro-carril del Norte de España. Pero á causa de la mayor anchura de la vía española, respecto de la francesa, y con él objeto de facilitar las operaciones de inspeccion de equipajes y cambios de trenes como de los viajeros que de ambas partes recíprocamente continúan sus viajros, una vez desembarcados los que lleguen con el objeto de hacerlo en las de Endaya ó Irun, pasa el tren de España, sobre el magnífico puente construido hasta la de aquella, y el de Francia hasta la de Irun.

Esta estacion, cuya importancia la previene, por ser punto de frontera, de la aduana establecida en consecuencia, del despacho de ella, cambios de cargamentos y trenes, como el movimiento y tráfico con que puedan contribuir los pueblos de Fuenterrabía, Irun y Oyarzun, como todos los de las márgenes del Bidasoa é inmediaciones desde el valle del Baztan.

Principiaremos ahora por Fuenterrabía, haciendo ligeramente la descripcion de los sitios por que, como plaza fuerte situada á menos de un kilómetro de la pequeña villa de Endaya, que pertenece á Francia, ha pasado mas de una vez.

Las frecuentes guerras de los pasados tiempos entre ambas naciones, daban márgen á que, respectivamente, los pueblos fronterizos fueran los primeros en esperimentar sus consecuencias. No es de estrañar, por lo tanto, que Fuenterrabía, por su situacion topográfica y demás circunstancias preindicadas, fuese el pueblo destinado á sufrir el primer choque de las armas invasoras de la vecina nacion.

El primero de sus sitios ó asedios fué en 1476, que se repitió pocos meses despues por el ejército francés de gran número de hombres que al mando de Aman de Labrit invadió á Guipúzcoa. Por la resistencia del pueblo, no consiguió tomar posesion de él. Nuevamente invadido /61/ durante el mismo año, tampoco le fué mas favorable el resultado del asedio.

El 6 de octubre de 1521 fué tambien cercada por el almirante Bonivet, con ejército de la misma nacion. A pesar de la falta de artillería, municiones y víveres, y de estar abierta la brecha, rechazó tres asaltos; pero su gobernador militar Diego de Vera capituló á los doce dias, no sin la oposicion de los tercios ayuntamiento y vecinos, razon por que estos fueron conducidos presos despues á Francia: los tercios salieron de la plaza con las armas, segun lo convenido. Continuó ella en poder de los franceses hasta febrero de 1524 en que la sitió, bombardeó y rindió don Iñigo Fernandez de Velasco, condestable de Castilla, el 25 de marzo siguiente. El jefe de las tropas Mr. Le Frange fué por ello públicamente despojado de su nobleza y graduaciones en Leon de Francia, por mandato del rey Francisco 1 (1).

Pero el sitio para siempre memorable fué el de 1638, por el príncipe de Condé con un numeroso ejército francés, á la vez que el arzobispo de Burdeos bloqueaba por mar con una respetable escuadra. Esta vez la plaza estaba bien provista de municiones: faltábala tan solo la conveniente dotacion de tropa; pero el valor de los sitiados la suplió.

El 1º de julio había ya principiado el sitio de Fuenterrabía. Durante los primeros días apenas contaba de guarnicion setecientos hombres entre tropa, dos cortas compañías de tercios de Tolosa y Azpeitia y vecinos de la entonces villa al mando de su gobernador don Domingo de Eguia. Pero el 13 del mismo, burlando la vigilancia de la escuadra bloqueadora, en buques menores pudo recibir un refuerzo, de cinco compañías de tropa, entre ésta 150 irlandeses, que al efecto salieron desde

(1) El mismo á los once meses cayó prisionero en Pavía.

/62/ San Sebastian con don Miguel Perez de Egea, que iba nombrado de gobernador espresamente por Felipe IV, como efectivamente tomó posesion de tal.

Fuera muy largo el descender á la relacion aun de aquellos hechos mas remarcables que diariamente tenian lugar entre sitiadores y sitiados. Estos hicieron varias salidas que con la sorpresa causaban bastante daño al enemigo. Los sitiadores acercando cada vez mas sus cañones, batian á un mismo tiempo la muralla por varios puntos, como se vé del plano que en consecuencia se levantó despues al publicar la historia de este sitio. Las minas de los sitiadores tambien, se sucedian unas á otras.

Por ambas partes se mostraba mucho empeño. Los asaltos eran frecuentes, despues de abiertas las brechas con los cañones y la pólvora de las minas; pero á los defensores el valor no les faltaba y los rechazaban. El amor propio nacional habia llegado á comprometerse por ambas partes, y era preciso sostener á todo trance el pabellon (1).

Dos parlamentarios del príncipe se presentaron á los sitiados el 30 de agosto y 3 de setiembre, ofreciéndoles honrosa capitulacion. Ni las amenazas del príncipe, ni la pérdida de los doce navíos y muchos trasportes de don Lope de Hoces, incendiados y destruidos por el arzobispo de Burdeos el 22 de agosto en el puerto de Guetaria, ni el haberse dispersado la noche del 2 de setiembre siete mil hombres del ejército que debia socorrer á los sitiados, ni la probabilidad de la privacion absoluta de socorro despues de estos dos sucesos, ni la muerte del gobernador Egea (2) y otros muchos valientes de la plaza en los

(1) Hasta las mujeres hicieron proezas en este sitio.

(2) Causa de que nuevamente se posesionara del gobierno y dirección de la plaza el mismo señor Eguía que en tal calidad ó la de subalterno mostraba igual valor é interés.

/63/ frecuentes choques personales de asaltos, y ni el tener la brecha abierta en disposicion de fácil entrada varios soldados c;le frente, pudo intimidar á tan valientes defensores. El alcalde, á la vez que capitan, don Diego Butron, en el consejo convocado fué el primero que espuso: que el que hablase de rendicion debería ser pasado por las armas; ofreciendo de su parte los diez y ocho mil reales de á ocho para hacer balas ,si fuese necesario, y tirarlas al enemigo. No habia necesidad de escitaciones para los que tantas pruebas de valor iban dando. Todos acogieron la iniciativa, y la respuesta que dieron fué tan lacónica como espresiva. «La plaza no necesita gente de socorro ni municiones. Su alteza puede dar los asaltos que fuere servido, que aquí estamos resueltos á aguardarlos.» Las esplosiones de dos minas fueron el anuncio del encarnizado asalto del día siguiente, que tampoco fueron mas felices los sitiadores. Otros dos repitiéronse el dia 6 con no menos empeño por las fuerzas escogidas del príncipe, que tambien sufrieron iguales reveses. El mas funesto golpe y fin de la tragedia le estaba reservado para el día siguiente al príncipe de Condé.

Atacado éste en sus mismas trincheras y fortines por el ejército español al mando del almirante de Castilla, don Juan Alonso Henriquez de Cabrera, de que formaban parte los miles de tercios guipuzcoanos que estaban al frente del enemigo, fué vencido y derrotado, dejando el príncipe en la precipitada fuga de su ejército, un rico botín, inclusa hasta su misma tienda de campaña, alhajas y correspondencia con mil quinientos muertos y dos mil prisioneros.

Tal fué el resultado del memorable sitio de Fuenterrabía en 1638 durante los sesenta y nueve días con nueve asaltos y siete minas voladas.

Hasta qué grado estaba interesado el amor propio por ambas partes; lo dice, entre otras cosas, la carta del /64/ 23 de agosto del mismo año, desde Abevilla, del celebre ministro y cardenal Richelieu al príncipe de Condé, que en la correspondencia de éste se encontró y fué publicada. Cuanto lisonjeó al monarca español el favorable resultado del sitio de Fuenterrabía, dícenlo tambien las cartas del 15 de setiembre del rey Felipe IV y del condeduque Olivares á la villa, las mercedes concedidas á ella, los festejos de la córte, en cuyo decreto, entre otras cosas decía el rey: "Y he mandado se lleve á la iglesia mayor de Santiago una lámpara que perpétuamente arda en memoria de esta victoria, demás de las fiestas que se han de celebrar allí como en las demás iglesias de España". Títulos de muy noble, muy leal y muy valerosa ciudad, mereció la noble y leal villa de Fuenterrabía, además de otras muchas mercedes con que á sus moradores recompensára el rey.

Menos afortunada fué esta ciudad en los sitios de 1719 y 1794, que fué bombardeada por los ejércitos franceses, de cuyas resultas capituló las dos ocasiones. La evacuacion tuvo lugar la última vez, en consecuencia de la paz de Basilea del22 de julio de 1795, haciendo primero volar su muralla, especialmente la parte del lienzo que quedaba hacia Francia. La fidelidad de Fuenterrabía en medio de las glorias ó reveses, fué causa de que á sus anteriores títulos, agregase el de muy siempre fiel por una real disposicion.

Fuenterrabía es patria tambien de ilustres varones que han sobresalido. Don Cristóbal de Rojas y Sandoval, arzobispo de Sevilla que asistió al concilio de Trento, y presidió uno de los provinciales de Toledo. Fray Manuel de Calatayud y Toledo, abad del monasterio de Fitero y escritor de obras de teología é historia. Pedro Sanchez de Venesa, consejero de los Reyes Católicos. Don Antonio de Ubilla, marqués de Rivas, secretario de Estado de Felipe V. Don Juan Francisco de Garganeta, capitan de navío /65/ que se distinguió en Portobelo contra los ingleses. Y por fin, don Gabriel José de Zuloaga, conde de la Torrealta, gobernador de Venezuela, de que hizo muy buena defensa contra los ingleses el año de 1742 en los puertos de la Guaira y Puerto Cabello.

Irun cuenta igualmente muchos hijos que se han distinguido, siendo entre ellos los mas notables, don Pedro de Zubiaurre, don Juan Perez de Portu, don Sancho de Urdanibia, don Francisco de Berrotaran, don Lucas de Arbelaiz y don Bartolomé de Urdinzu y Arbelaiz, todos ellos generales de mar y tierra. Don Gregorio de Leguja, consejero de Felipe III y secretario del de Indias. Don José. María de Orbe y Elío, marqués de Valde-Espina, que sirvió de capitan en los tercios de Guipúzcoa en 1794, y de comandante de un batallon de Vizcaya en la guerra de la Independencia; en 1833 encabezó el pronunciamiento carlista de Vizcaya. Fiel al Pretendiente, fué su consejero y ministro. Despues del convenio de Vergara, á que no quiso adherirse, emigró á Francia, donde murió despues de muchos años de residencia, consecuente con sus opiniones absolutistas (1).

Oyarzun vió nacer, entre otros ilustres, á don Sebastian de Lartaun, obispo de Cuzco, y á don Francisco de Urdinola, capitan general del Perú.

Emprendida la marcha del tren desde la estacion de Irun, al impulso del vapor y la locomotora, pasa por uno

(1) Estéban Perez de Yerobi tambien fué natural de esta villa. Prisionero en la córte de Fez, Marruecos, Enamoróse de él la reina de aquel imperio. Abandonando el país pasáronse á España, donde despues de abrazada la religion católica por la reina mora, contrajeron matrimonio, siendo padrino el emperador Cárlos V, quien les dispensó muchas consideraciones y mercedes. Llamóse en adelante la recien convertida doña Juana Cárlos. Plenamente justificados estos hechos por sus hijos y nietos, todos los comprobantes de su referencia obran en poder de don Juan José de Olazabal, propietario de la casa de Sanchotenea, de donde era nativo el citado Yerobi.

/66/ de los mas variados, vistosos y casi siempre verdosos parajes de aquel pueblo, y aun Guipúzcoa (1). Deja al Bidasoa y la célebre isla de los Faisanes, de que hemos hablado en la seccion monumental, á retaguardia; Fuenterrabía á la derecha sobre una pequeña colina próxima á la desembocadura del rio; Irun á la izquierda en una eminencia no considerable, y mas adelante en la direccion del tren acá y acullá sobre terrenos, aquí formando cortas planicies, allí mas ó menos accidentado, en todas partes casas desparramadas y campos bien cultivados y atendidos, con manzanales que en mayo á cierta distancia ofrecen una abundancia de flores y ambiente seductor, entretanto que en agosto y setiembre una fruta tan buena y sana que abunda en aquella parte, hasta que en breves minutos se separa de tan deliciosa perspectiva, y entra en el túnel de Gainchurisqueta. Aquí cambia instantáneamente de escena, cual decoraciones de teatro, y en los 466 metros de longitud, viene á reemplazar una oscuridad como en todos los demás túneles. Apenas sale de él, algunas caserías de ambos lados, terrenos cultivados, tal cual manzana!, espesuras de jarales, alguno que otro robledal y castañales pocos, es lo que se presenta á la curiosidad del viajero observador; mientras que mas adelante, por la parte izquierda, se descubre mas despejado horizonte en la pequeña, vega que á uno y otro lado del rio Oyarzun forma. Pasado el campo de chopos y álamos que la vía férrea deja á su izquierda, con órden plantados y atendidos, cual en otros pocos puntos de la provincia, distínguese una elevada chimenea, anuncio de algun pueblo ó industria fabril. Es Rentería y su estacion, distante diez kilómetros de la de Irun: á la vez el pequeño

(1) Desde el alto de Bebovia, entrando de Francia, forma un magnifico golpe de vista el Bldasoa, Fuenterrabía, Irun y toda su jurisdiccion en direccion hácia Gaincburisqueta.

/67/ Mánchester, como por antonomasia viene llamándose desde algunos años á Rentería, por sus varias fábricas de hilo de lino y otras clases, produciendo en algunas de ellas la fuerza motriz, principalmente por vapor y aun algo por agua. Dista la estacion unos 400 metros de la villa, y de aquella á Lezo un kilómetro y poco mas de dos á Pasajes. De la fábrica de porcelana de esta última villa, la de fundicion de plomos de Capuchinos (1), se ha hablado en otra parte, así que de la romería de Lezo, como una de las mas concurridas de Guipúzcoa. Pero antes emitiremos breves indicaciones de estos tres pueblos.

Rentería, Pasajes y Lezo, villas las dos primeras; y lugar dependiente de Fuenterrabía el tercero, partícipes en otro tiempo de las bonanzas ó adversidades del puerto de Pasajes sobre que están situadas, si bien que actualmente la primera y tercero en la imposibilidad de utilizar con ventaja de las cargas ó descargas de los buques que tal nombre merezcan, á causa del fango de que han ido llenándose sus respectivos fondeaderos se hallan en las circunstancias preindicadas al referirnos al dicho puerto de Pasajes, en cuyo astillero se construyó y visitó la capitana Felipe IV el14 de mayo de 1660 el mayor buque hasta entonces construido en Europa. Ahora nos falta mencionar los nombres de los mas sobresalientes hombres que han producido.

Rentería. Don Martín de Rentería Uranzu (2), don Pedro de Zubiaurre, don Martín de Zumalvide, don Martín de Irigoyen y don Juan de Iturriza, generales de mar

( 1) Proveniente del antiguo convento de este nombre, reemplazado ventajosamente con la industria en favorable aituacion sobre la parte Sur del puerto de Pasajes, con muros para cargar y descargar buques menores.

(2) Este destrozó en 1526 la armada de Barba-Roja sobre la isla de Ibiza, por cuyo hecho Cárlos V el emperador le dió un privilegio fechado en Barcelona á 16 de junio de 1529, autorizando el uso del escudo de armas figurando un galeon con buques enemigos.

/68/ y almirantes los dos últimos. Don Bartolomé de Zuloaga continuo de la real casa que en 1475 vino á esta provincia en comision de los Reyes Católicos á recibir el pleito homenaje de la misma. Don Cristóbal de Gamon, autor de varias obras y consejero del rey Cristianísimo á fines del siglo XVI, y don José de Irnaz, consejero de Estado y ministro de Hacienda en 1834.

Pasajes. Don Agustín Lezo, arzobispo de Zaragoza, Don Blas de Lezo, teniente general de la marina, que tanto cooperó á la gloriosa defensa de Cartagena de América en 1741, contra la escuadra inglesa del almirante Vernon (1): y don Joaquín María de Ferrer que despues de ocupar altos puestos de diputado y senador, alcalde de Madrid, presidente del gobierno provisional de 1840, ministro de Estado y Hacienda y presidente del Consejo de ministros en la regencia del duque de la Victoria, murió en 1861, en los baños de Santa Agueda, de Mondragon. Construida una capilla, por disposicion del mismo, junto á la iglesia de San Pedro de la misma villa, fueron á ella trasladados sus restos mortales á una con los de su esposa (2).

Lezo. Villaviciosa es el ilustre apellido que produjo seis generales y almirantes. Doctor don Lope Martinez de Isasti, autor del Compendio historial de Guipúzcoa. Doctor don Francisco de Gainza, teólogo y autor de la Historia de Jrun. Otros muchos capitanes de mar de los tres pueblos, sobresalieron en distintas épocas, cuyos servicios fueron premiados por los reyes.

(1) Este almirante, contando por indudable el triunfo, llevó desde Inglaterra las medallas en que representaba la rendicion de Cartagena. Rechazado victoriosamente, la ligereza del almirante inglés quedó en transparencia: los pormenores alusivos a la alegoría de la medalla, fueron publicados por M. Florez.

(2) Otros muchos distinguidos capitanes antiguos hasta fin del siglo XVI, especialmente de mar, ha producido este pueblo, segun refiere Isasti.

/69/ No bien sale el tren de la estacion de Rentería, atraviesa por un puente de fierro la parte mas al Sur del puerto de Pasajes y en seguida el pequeño túnel de Capuchinos. Prosigue por la misma orilla del puerto en una distancia aproximada de un kilómetro, y al salir de él pasa por debajo del puente superior que sirve para la carretera general de Madrid á lrun, dejando á la vista á su derecha la villa de Pasajes, y un poco mas adelante la casa de campo de Ferrer (de quien se ha hablado ya) á la vez que por la parte. izquierda queda la pequeña poblacion de Alza, dependiente de San Sebastian. Cuando termina la estension hasta donde en otro tiempo ostentaban buques en el puerto de Pasajes, se llega al vistoso viaducto de la Herrera, prosiguiendo por junto al barrio de Puertas Coloradas, sin que por lo encajonado de la vía, efecto de los considerables desmontes y los árboles del paseo que á la salida principian y continúan por la parte derecha, se permita ver mas que al escape por entre los mismo árboles, las casas de campo ó recreo con jardines, huertas y estenso campo del señor Gros, hasta que pasando por junto al modesto cuanto bien atendido establecimiento de beneficencia pública; entra en la estacion que ha sido formada con la parte despojada al rio Urumea, cuyo despejado horizonte permite gozar de la risueña perpectiva de San Sebastian con sus alrededores. Sepárale siete kilómetros de la estacion de Rentería.

Fuera escusado que dijéramos que la estacion de San Sebastian es la primera de las de Guipúzcoa en importancia, y cuyo porvenir, por los elementos de que ha de verse rodeado, augura su progresivo aumento, como vamos á ocuparnos de demostrar en la lijera descripcion histórica.

La historia de San Sebastian considerada por la importancia mercantil, marítima, su representacion, no tan solo en los asuntos interiores de la·provincia en que /70/ ocupara el primer puesto, sino aun en algunos de la nacion para que fuera invitado por los soberanos de Castilla, así que por la que ha tenido por ser pueblo fortificado próximo á la frontera de Francia, y los muchos é ilustres hombres que ha producido en las diferentes carreras, como las varias vicisitudes por que ha pasado, digno es de que, á grandes rasgos, consignemos lo mas sobresaliente.

De oscura, si no imposible indagacion todo lo que se refiere á la fundacion de San Sebastínn, como acontece con todos los pueblos conocidos por antiguos en Guipúzcoa, dejaremos esta tarea, así que la de los nombres de Oleaso, Oeaso, Easo, Idanusa, Saltus é Izurun con que fuera conocido segun opiniones de cada uno de los antiguos autores que del particular tratarán, tomando el hilo de los hechos que desde el siglo XII, puede decirse que pertenecen á la historia y del nombre actual con que desde entonces, al menos, es conocido.

El célebre fuero concedido á San Sebastian por el rey Sancho el Sábio de Navarra á mediados del mismo siglo; el almirantazgo ya entonces establecido, como uno de los mas antiguos del reino; la lonja fundada á mediados del siglo XIV en Brujas, Bélgica, y las guerras marítimas sostenidas por los vascongados durante este último y el siguiente en que representaba la parte principal; el descubrimiento de fines del siglo XIV de los bancos de Terranova y continuacion del tráfico del bacalao y ballena; el activo comercio que sostenía con Francia, Inglaterra, Paises Bajos, Portugal, costas de España, é interior con Navarra, Aragon y las Castillas que ofrecía tanto movimiento, agregando á él el de la industria de fierro y otras producciones; la escuela náutica establecida en 1583; la interesante pesca de ballenas en el Océano Cantábrico y despues en Terranova que por siglos fué uno de los importantes ramos de industria que tanto progreso diera al /71/ comercio y marina, hasta que á principios del siglo XVII en decadencia aquella, dirigiéronse las embarcaciones á Groenlandia, en cuyas mares por los galeones ingleses á título de su esclusivismo fueron despojados de todos sus aparejos; el consulado planteado en 1682, aunque en estado decadente la pesca, comercio y consiguientemente la construccion naval; el tráfico de lanas de Navarra y Aragon por los Pirineos á Francia á fines del siglo XVII y el de Castilla que Bilbao con la apertura de la carretera de Orduña supo llevarse para sí desde fines del siglo XVIII; reanimado el comercio con la fundacion de la compañía de Caracas en 1728 y sus progresos, refundida en 1753 en la de Filipinas con pingües resultados, hasta que en la guerra con Inglaterra le fueron apresados, el 5 de enero de 1780 el navío Asuncion, cuatro fragatas y otros diez buques cargados, por el almirante inglés Rodney, de cuyas resultas quedó arruinado, y despues en 1804 otras tres fragatas de valiosos cargamentos pertenecientes al comercio de San Sebastian; las primeras chispas de independencia de la América española que generalizadas desde 1810 vinieron á anonadar, y por fin, el triste legado que de opresores y aliados recibió con el horroroso incendio del 31 de agosto de 1813 (1), entre cuyas llamas desapareció el último resto de comercio y marina que le quedaba, hacen conocer bien la escala de importancia y vicisitudes por que ha pasado en sus diferentes ramos de construccion naval, pesca, marina y comercio.

(1) Otros muchos incendios, aunque estos involuntarios, cuenta San Sebastian en el catálogo de sus reveses. El 30 de junio de 1278, el 26de octubre de 1338, el 17 de enero de 1361, el 4 de febrero de 1397, el 29 de junio de 1338, aunque este no tan general como los anteriores, á cuyo incendio casual se atribuyó la desaparicion de la epidemia que reinaba, el 28 de enero de 1489, el 17 de diciembre de 1512 en sus arrabales 156 casas por los defensores de la misma ciudad, el 6 de febrero de 1600 en la ciudad 120 casas y el 31 de agosto de 1813 toda la ciudad.

/72/ Consuélanos que, á pesar del triste cuadro con que terminara en 1813 el comercio y marim. de Si.m Sebastian, el impulso gradual ascendente que desde 1843, especialmente va adquiriendo, la completa reedificacion conseguida en todo el perímetro interior de las murallas, el derribo de estas, el ensanche de su esterior, favorecido por el ferro-carril de una gran línea, la industria fabril que en torno de no grandes radios se fomenta, la agrícola de ricas provincias, el mas ó menos movimiento con que, andando tiempos, pueda contribuir el tráfico íntermarino, y dos puertos á eleccion con que por su situacion puede considerarse rodeado; ofrecerá di as tan bonancibles y de prosperidad como los mejores del auge de otros tiempos.

Necesario es que, entretanto, dirijamos tambien una rápida ojeada hacia el pasado de las vicisitudes políticas por que ha atravesado tambien.

Efectuada la union voluntaria de Guipúzcoa en el año de 1200 á la corona de Castilla, separándose de la de Navarra, San Sebastian aunque pueblo el mas importante de la provincia, no fué, sin embargo, de los primeros en unirse á la hermandad guipuzcoana. Fines del siglo XIV era cuando aquel formara parte de ésta.

Aun prescindiendo del cuadro mercantil y marítimo precedéntemente bosquejado, nada puede hacer conocer mejor las consideraciones con que era mirado, como la importancia del poder marítimo que San Sebastian tenia en aquellos tiempos. Cúpole parte principal en 1248 en la escuadra vascongada que á las órdenes de don Ramon Bonifaz contribuyó á la rendicion de Sevilla al rey San Fernando, habiendo antes destruido la escuadra de los moros. Igualmente contribuyó en el bloqueo y rendicion de 1344 en Algeciras .

En las revueltas que se siguieron al reinado de Alonso XI, entre el rey don Pedro I, llamado tambien el Cruel, /73/ y su hermano don Enrique II, San Sebastian se declaró por aquél, y le acogió cuando vencido, vino en 1366 con una escuadra á su puerto. Enrique II reconoció la fidelidad de San Sebastian para con su hermano, que á su vez tambien á los pocos años utilizó otros servicios para la escuadra que preparó en las costas de Cantabria.

San Sebastian concurrió tambien con sus procuradores á las córtes de 1354, en Burgos y á las de 1390 en Madrid, y fué invitado por Enrique III en 1402 y por Juan 11 en 1436, para jurar como las demás poblaciones principales del reino las paces celebradas entre Castilla y Portugal, y entre aquél con Navarra y Aragon.

En 1450 acogía al desgraciado príncipe Carlos de Navarra, que despues se le mostró reconocido; y en 1457, Enrique IV, con el fin de cortar de una vez los disturbios y males que desde principios del siglo anterior seguian causando en el país los parientes mayores (equivalente de ricos hombres) bajo los bandos oñacino y gamboino, pasó á San Sebastian que se mantuvo neutral á todos aquellos alborotos de la provincia y aun del país vascongado.

Para la escuadra guipuzcoana preparada á peticion de los Reyes Católicos en 1476 para sofocar la rebelion de Pontevedra, Vivero y Bayona, en Galicia, en favor de don Alonso V de Portugal; dió igualmente considerable contingente, y el éxito de la espedicion correspondíó satisfactoriamente.

A tantos servicios prestados, y otros que omitimos por la brevedad, en los armamentos vascongados para las diferentes espediciones, como á causa de los muchos incendios segun antes hemos indicado, débese que desde el mismo reinado de Alonso VIII y sucesores no se le escatimáran mercedes.

Para formar un juicio aproximado del poder marítimo guipuzcoano y de la parte principal que debería tener en /74/ él San Sebastian, basta recordar los varios tratados de los siglos XIV y XV de los vascongados con los ingleses, pero especialmente el de Guipúzcoa en Lóndres en 1482, cuyas capitulaciones fueron confirmadas por los Reyes Católicos.

Muchos y de consideracion fueron los servicios que tambien .prestó en los siguientes reinados de doña Jua,na, Cárlos V el emperador y Felipe 11.

La invasion del célebre Cárlos, duque de Borbon, acompañado del delfin, conocido despues por Francisco 1 de Francia, con un fuerte ejército, sitió y batió el mes de noviembre de 1512, pero resistiendo valerosamente San Sebastian, y entregando á las llamas por sus mismos habitantes 156 casas de los arrabales, para que el sitiador no se utilizase de ellas en el asedio; desistió éste de su intento, despues de varios asaltos rechazados, ante tal resolucion de defensa. A su regreso para Francia incendió Hernani, Rentería, Oyarzun é Irun.

A los dos años de tan imponente suceso, se dió principio á la renovacion de murallas con arreglo al nuevo sistema de defensa del gran conde Pedro Navarro, inventor de las minas de pólvora. La construccion fué obra de mucho tiempo, y aun el siguiente siglo continuaba con los dos medios baluartes. San Sebastian contribuyó para la renovacion de sus murallas con la crecida suma de 150.000 ducados. (1)

Se escusó tomar parte en las revueltas de los comuneros, para que fué invitado.

Armó en 1553 muchos buques para perseguir los corsarios que salían de las inmediatas costas de Francia y causaban mucho daño á los que iban ó venían de las Américas.

(1) Ahora se empeña y contribúye por derribarlas. ¡Cómo cambian los tiempos y las apreciaciones de las cosas.

/75/ En 1558 para la espedicion de la tierra labortana de Francia, en los dos mil guipuzcoanos iban 400 de San Sebastian de vanguardia, y apoderados de San Juan de Luz, incendiaron el pueblo porque favorecía á los corsarios. En el mismo año salió de San Sebastian una armada al mando de don Luis Carvajal, á. cuya oportuna llegada á Calais y el socorro, debióse en gr!J.n parte la victoria de Gravelinas, segun la Historia de la Real Academia y otras (1).

Contribuyó con muchos -navíos y gente, á las armadas que se preparaban en 1574 en Santander; para las costas africanas del Mediterráneo en 1575; para la del combate del 25 de julio de 1582, en que fué derrotada la escuadra francesa al mando de Felipe Estrozzi en las islas Terceras, cerca de la de San Miguel, con muerte de su jefe, prision de la capitana, y recuperacion de la isla, de cuya victoria trajo don Miguel Oquendo diferentes banderas y estándartes que dejó vinculados á su mayorazgo; para la que en 1581 se preparó para el estrecho de Magallanes y para la funesta espedicion de 1588 de la armada, llamada Invencible, contra Inglaterra. De diez navíos con 1,269 marineros que envió, el único que salvó de la tempestad y reveses, sucumbió, para mayor desgracia, estando ya en el puerto de Pasajes. La esplosion involuntaria aeahó con los mas de los restos de los marineros y navíos de los que quedaron á bordo despues de la llegada. A pesar de tan terríble revés para un pequeño pueblo, en el siguiente año contribuyó, sin embargo, á la escuadra que de órden de Felipe II se preparó en Pasajes. Otros servicios menos importantes omitimos. Fué tambien correspondido con muchas mercedes, y el título de noble y leal el 13 de abril de 1522.

(1) En la historia de Guipúzcoa emitiremos nuestra opinion sobre esto que no creemos fundado.

/76/ De caída iba la marina española despues de los dos terribles reveses que mas con las tempestades esperimentó, que con los combates, al paso que la de Inglaterra entraba en el período de ascension, aun así, y á pesar de la decadencia tambien del comercio y marina de San Sebastian durante el siglo XVII, en los tres reinados de los Felipes III y IV y Cárlos Il, prestó muchos servicios de consideracion, que le valieron, además de otras gracias, el título de ciudad por decreto de 7 de marzo de 1662, y de muy noble y muy leal en grarlo superlativo por otro de 1699, si bien lo tenia por una real cédula del emperador Cárlos V del año de 1542.

Justo es que mencionemos al célebre marino don Antonio de Oquendo, que tantas glorias legó á su nacion y pueblo en que nació, y sobre cuyos dos hechos sobresalientes haremos honorífica indicacion al hablar de los hombres mas ilustres que ha producido San Sebastian.

Hemos llegado á la época del año de 1700, de no muy grato recuerdo. Así como la nacion llegó á su mayor grado de abatimiento, con una poblacion mermadísima y reducida, respecto de lo que fué, sin marina, ejército ni hacienda que tales nombres merecieran, á la entrada del siglo XVIII; San Sebastian observaba tambien con dolor que le faltaban las construcciones navales de otros tiempos, y la consiguiente paralizacion de su movimiento mercantil y marítimo. Si España, años andando, debia felicitarse de haber llamado á un estranjero para que la gobernara, no obstante la série de guerras que la produjo, tambien San Sebastian se lisonjeó de que mas adelante una sociedad importante diera movimiento á sus astilleros de acá y acullá, industria y comercio. Si con Felipe V y los reinados de sus hijos (el de Luis I no contamos porque solo fué de muy corto tiempo) se vió reanimar el pueblo español progresando en número y bienestar con la industria, comercio y marina, y hasta henchídas /77/ las arcas en el reinado del pacífico Fernando, igualmente San Sebastian vió revivir á su pueblo con la célebre compañía de Caracas, refundida despues en la de Filipinas. Y cual si un misterioso iman ligára la suerte de ambas, asi tambien los combates navales, consecuencia del Pacto de familia, que fueron el preludio de siniestros, además de la borrascosa tormenta que al reinado del tan bondadoso cuan desgraciado Cárlos IV le esperaba hasta el grado de hundirse la marina española, así se hundió tambien la de San Sebastian, por los funestos efectos de aquel célebre tratado y otros. Envuelta poco despues la nacion toda en cruenta guerra, fué igualmente la ciudad de San Sebastian envuelta entre sus ruinas y cenizas.

Pero la nacion, como un pueblo, siempre vive, y mucho puede cuando quiere y se esfuerza en salir de su mísero estado. España no es hoy el fatigado esqueleto, aunque con gloria, á que quedó reducida en 1813: tampoco San Sebastian el pueblo de las ruinas, cenizas, sangre, llanto y luto del 31 de agosto del mismo año.

Dejamos estas reflexiones y puntos de paralelo en obsequio á la brevedad, para reanudar el hilo de los hechos principales de la narracion, interrumpido al principio del siglo XVIII.

Pasarémos en silencio, como hasta aquí, los sucesos de menos bulto. La ciudad de San Sebastian fué tambien sitiada el 1º de julio de 1719 por el ejército francés al mando del duque de Berwick, que despues de bombardeada y abiertas dos brechas, capituló bajo condiciones honrosas el 7 de agosto siguiente, y pocos dias despues el castillo.

El ejército republicáno francés se retiró en la invasion de 1793 sin atacar la plaza. Nuevamente invadió el siguiente año y capituló el 4 de agosto, hasta que por el tratado de Basilea del 22de julio de 1795 la desocuparon.

Indigno fué del gran capitan Napoleon y de sus generales /78/ los medios de que se valieron en 1808 para apoderarse de San Sebastian y otras plazas fuertes fronterizas de esta nacion.

De retirada de España en 1813 las tropas francesas, San Sebastian por esta vez fué sitiada por los aliados anglo-lusitanos. Fuerzas españolas que venían de vanguardia fueron las primeras que el 28 de junio se avistaron en el alto de San Bartolomé, y pocos días despues pusieron los aliados un rigoroso sitio. Dos meses duró éste en que el general francés Rey que mandaba la plaza, se defendió valerosamente con sus cuatro mil hombres, de los asaltos y demás encuentros, hasta que el 31 de agosto, al mismo tiempo que el ejército español á las órdenes del general Freire, vencía al francés en los campos de San Marcial, en Irun, fué asaltada y tomada la ciudad por los aliados, y el castillo capituló á los doce dias despues.

Poco honra á los jefes de los aliados el casi total incendio de la ciudad, (de 640 casas solo quedaron 40) á las muchas horas de posesionados de ella, como de los horrores de todo género cometidos con el pacífico vecindario que tan satisfactoriamente los victoreaba, en medio de las balas que se cruzaban á su entrada. Poco envidiable es el recuerdo del general Graham que no debió consentir tales hechos, y el del duque de Wellington que no debió mostrarse tan indiferente á los quejidos de 1,500, familias en el mayor desamparo posible (1), si bien por otra parte son dignos de distintas consideraciones por sus servicios.

El duque de Angulema á su entrada en España con

(1) La esposicion del ayuntamiento y vecinos de San Sebastian del 8 de setiembre de 1818 al lord Wellington, duque de Ciudad-Rodrigo, el manifiesto de aquellos hechos, la esposicion de 5 de febrero de 1814 á la regencia y demás documentos, ponen en claro aquellos acontecimientos. ·

/79/ el ejército francés en favor de Fernando VII, dejó sitiada el 9 de abril de 1823, hasta que el 1º de ,octubre siguiente capituló la guarnicion. Permanecieron hasta 1828 los franceses.

En junio del mismo año colocó Fernando VII la primer piedra de la nueva casa consistorial.

Muerto este rey el 29 de setiembre de 1833, estalló la revolucion carlista que duró seis años en estas provincias San Sebastián y sus alrededores fueron por largo tiempo teatro de muchos acontecimientos bélicos. Desde el 6 de diciembre de 1835 en que los carlistas arrojaron algunas bombas y balas rasas á la ciudad, puede decirse que estuvo en riguroso sitio hasta la reñida accion del 5 do mayo de 1836, en que la principal parte tomó la legion inglesa, y fueron desalojados aquellos de la línea de circunvalacion que en los altos que quedan á la vista tenian, no sin bastante pérdida de gente, particularmente de la legion. Durante los tres años siguientes, en las frecuentes acciones, encuentros y sorpresas recíprocas, en un radio no muy apartado de San Sebastian, solo consiguieron de una y otra parte, consumir muchos hombres y no menos dinero.

El célebre convenio de Vergara del 31 de agosto de 1839, fué causa de que á él se adhirieran tambien los restantes batallones guipuzcoanos de los que se hallaban en la línea llamada de Andoain, y que otros desbandados y no en el mejor órden fueran, ya para sus casas ó que con el Pretendiente emigraran á los pocos días á Francia. Tal fué el desenlace de esta funesta guerra que al siguiente año terminó tambien en toda la nacion. Contribuyó igualmente que el resto de la provincia con su contingente á fines de 1859 para la guerra de Marruecos.

Muchos son los soberanos que con su presencia han honrado á San Sebastian. Alfonso VIII (1204 y 1209), Sancho IV (1286 y 1290), Enrique IV (1457 y 1463), /80/ Francisco I de Francia (1526 cuando aun prisionero iba para Francia), Cárlos V el emperador (1539), Felipe III (1615), Felipe IV (1660), la reina de España doña Isabel de la Paz (1665), Felipe V (1701), José II el emperador (1777), José Bonaparte (1808), Fernando VII con la reina Amalía (1828), Isabel II con su madre la reina (1845), Cárlos Alberto rey de Cerdeña (1849), y el emperador Napoleon III con la emperatriz (1856, 1858 y 1863).

Para dar fin al estracto de historia dedicada á San Sebastian, vamos á sentar los nombres de los ilustres patricios que en las diferentes carreras mas han sobresalido. Pero es justo que antes digamos que en su escudo de armas se lee: por fidelidad, nobleza y lealtad ganadas.

Prelados. Domingo Mansio ó Mans, fray Prudencio de Sandoval, don Francisco de Segurola y fray Francisco de Gamboa, obispos de Bayona y Pamplona, y los dos últimos, obispos de Zaragoza.

Estadistas. Don Alonso y don Juan de Idiaquez, padre é hijo: el primero fué secretario de Estado y del Consejo de Cárlos V, y el segundo embajador y presidente del Consejo de Ordenes de Felipe III y Felipe IV; don Pío de Elizalde, consejero de Estado de Fernando VII; don José Manuel de Colládo y don Javier de Barcaiztegui, dos veces ministro y senador aquél, y diputado general de la provincia y senador del reino el último.

Literatos. El doctor Santander, distinguido jurisconsulto y oidor de los Ra-yes Católicos. Agustín Cravaliz, autor de la obra sobre las procedencias de España y Francia. Don Luis Echazarreta, don Juan Cruzat y don Domingo de Lizaso, el primero catedrático y rector de la universidad de Oñate, el segundo intérprete de lenguas en Lisboa, que poseía hasta diez, y el tercero autor del Nobiliario de Guipúzcoa. Fray Vicente Manuel de Echeverri, el padre Agustín de Cardaveraz y el padre Domingo de Meagher, autor el primero de la Historia de Guipúzcoa /81/que fué presentada á las juntas generales de San Sebastian en 1735, pero que no se imprimió; el segundo autor tambien de la Retórica vascongada impresa en 1761, y el tercero acreditado teólogo y poeta en castellano y vascuence. Don Joaquín Antonio del Camino, catedrático de la universidad de Oñate, canónigo de Lugo y autor de la historia de San Sebastian, que no se imprimió. Don José María de Zuaznabar, ministro del Consejo del supremo tribunal de Ordenes, miembro de las reales academias Española é Historia y autor del Ensayo histórico critico sobre la legislacion de Navarra: murió en 1839 en Hernani.

Generales de mar. Don Miguel, don Antonio y don Miguel de Oquendo, padre hijo y nieto. El primero se halló can los catorce navíos en la victoria conseguida en 1582, cerca de las islas Terceras, con diez y cuatro menores de la provincia en el revés de 1588 segun se ha indicado precedentemente. El segundo, á pesar de la época decadente de la marina española, cuenta muchísimos combates y hechos de valor, algunos de ellos de heroicidad. Vamos á reseñar en breves palabras los dos mas sobresalientes, que bien lo merecen tan distinguidos marinos.

Conocido era don Antonio de Oquendo por su brillantísima carrera, como el general esperto y valiente entre los conocidos en la marina española, y á él fué á quien se cometieron arriesgadas empresas. Del número de estas era la que se le confió en 1631 para socorrer varias plazas marítimas del Brasil, en cuyos mares y plazas el general holandés Adrian Hanspater con una poderosa escuadra los tenia en contínua alarma.

Partió Oquendo desde Lisboa el 5 mayo del mismo año con diez y seis navíos, de ellos la mitad pequeños, sin la bastante dotacion de gente ni pertrechos. Avistáronse ambas escuadras el 12 de setiembre entre Bahía y Rio /82/ Janeiro, cerca de la isla de los Abrojos. El holandés, llevado del espíritu caballeresco de anteriores siglos, cuando supo que la escuadra de Oquendo se componía de diez y seis navíos, quiso esperarle tan solo con este número, si bien por las dimensiones, equipo, pertrechos y demás condiciones eran muy aventajados. Las dos capitanas de sus dos valientes capitanes, no tardaron en verse, acercar y amarrarse tambien. La lucha por horas era la mas terrible que pintar se puede. Los asaltos eran recíprocos y la sangre corría en abundancia por ambas partes. Conoció el holandés que su enemigo no le cedía en valor y destreza de buen marino. Quiso desasirse, pero Oquendo le tenia bien asegurado. Destrozados ambos, pero mucho mas el holandés, en cuyo navío los españoles en sus abordajes habían causado estragos. El incendio de la capitana holandesa se contagió á la de la española. El general Hanspater, antes de rendirse y pasar á la capitana española, prefirió arrojarse al mar. Pocos instantes despues, la bandera de la de la holandesa estaba en la del vencedor general Oquendo (1), que consiguió apagar el incendio. El resto de la escuadra holandesa que se había batido con la española, al ver el trágico fin de su capitana á la que en vano durante la mortífera lucha procuraban socorrer, cual los españoles á la suya, se puso en fuga y la victoria declaróse por la escuadra española. Murieron 1,900 hombres del vencido, 600 muertos y 200 heridos del vencedor. Tras el triunfo se consiguió introducir los socorros en las plazas de Pernambuco, Bahía y Rio-Janeiro, objeto principal de la espedicion. Regresado Oquendo á Lisboa, fué nombrado consejero de Guerra.

(1) Durante casi dos siglos despues ostentaba esta bandera en los di as solemnes, como herencia del valiente Oquendo, en el balcon de la casa de éste y en las calles de San Sebastian en la procesion del Corpus, hasta que en 1813 fué devorada por el incendio, como otras tanta& preciosidades.

/83/ No fué menos glorioso para Oquendo, en medio del revés de su escuadra, el otro combate del 22 de setiembre de 1639. Con igual comision arriesgada á la del Brasil, encomendósele la de llevar socorros á los Paises Bajos en que se veian en aprietos por los holandeses y franceses.

Salió al efecto de Cádiz con su escuadra, y despues de los encuentros del 16 y 18 de setiembre contra la holandesa, á pocas leguas de las Dunas, y de la introduccion de socorros á Mardick, principal objeto de la espedicion, la suya seguia en el puerto reparándose de las averías. La holandesa, osea bátava, compuesta de ciento catorce velas, fondeó tambien á los pocos dias en el mismo puerto de Mardick. La inglesa, que tambien se hallaba con cuarenta navíos, y fundada en las leyes de neutralidad, se interpuso entre ambas, mas por fórmula que realidad, segun la historia de Lafuente. No bastó, sin embargo, para que la holandesa, confiada en la gran superioridad numérica, sobre la española que solo constaba de veinte y una velas, dejase de intentar el sorprender en el mismo puerto. Ante amenaza y hecho tal, Oquendo hizo levar anclas á su escuadra y salió al mar, contestando así al insulto del holandés que desde luego le siguió igualmente.

Terrible fué el combate. De una y otra parte fueron á pique muchos buques, y algunos de los españoles que al enorme peso del número del enemigo se rindieron salvándose seis de los veinte y uno. Quedaba tan solo la capitana con Oquendo. Que fuera rendida ó echada á pique, no podia parecer dudoso al enemigo, á pesar del ejemplo de los días anteriores en que principalmente su fragata recibió lo mas fuerte de los choques. Oquendo, que había olido la pólvora de muchos encuentros y combates mas ó menos importantes, y que nunca rindió la bandera del buque que él mandára, ni dado las espaldas á su enemigo, debia probar por última vez el temple de su valor en uno /84/ de los trances mas apurados que caber puede. Rodeada de toda la escuadra enemiga, y de blanco de toda su artillería, por horas quísosele rendir ó echar á pique en fnerza de las mortíferas balas de que estaba acribillada. El valiente vascongado no se rendía, ni su capitana, aunque desarbolada de dos palos, se hundía. Intentóse abordarla con la capitana, almiranta y dos mas de los mejores navíos, pero Oquendo en vez de arredrarse, arrió la poca vela que le quedaba; y dejó acercarlos. Espesa rociada de balas y metralla dirigida á corta distancia y en oportunidad, hizo retirar á los cuatro navíos que intentaron abordarla, y con estos el todo de la escuadra holandesa. Solo ya Oquendo, volvió á entrar victoreado la misma noche en el puerto de Mardick, de donde habia salido.

Formado cargo al general holandés por no haber rendido á la capitana española, contestó: Que la capitana real de España con don Antonio de Oquendo era invencible (1). Nada puede haber que mas cumplido elogio se tribute á un héroe, justo título que de los historiadores de aquel tiempo mereció.

Permaneció en el mismo puerto hasta el siguiente mayo de 1640, en que con su capitana salió y llegó enfermo á la Coruña. Sus sesenta y tres años, fatigas y privaciones contribuyeron, sin duda, á que de él se apoderase una fiebre lenta, pero progresiva, que le hizo espirar el día del Corpus, en los momentos del estruendo de la artillería de la real armada en celebridad de la solemne procesion que acababa de salir de la iglesia de aquella ciudad. Sus últimas palabras, que las recogió y consignó el historiador P. Gabriel Henao que le asistió tambien en los últimos instantes de su vida, están llenas de aquel valor de que tantísimas pruebas dió (2). Tal es

(1) Historia de la Rea Academla.

(2) El mismo Henao refiere que, por lo estraordinario del valor con que era conocido Oquendo, se hizo la autopsia de su cadáver, por si algo de particular se notaba. Se observó que para un cuerpo pequeño, el corazon era proporcionalmente grande, y que de él brotaba un pelo crecido

/85/ el rápido bosquejo de sus dos, hechos mas sobresalientes. La ciudad de San Sebastian, deseando honrar la memoria de su héroe, abrió una suscricion en que tomaron parte la reina de España, la emperatriz de los franceses, algunos guipuzcoanos residentes en la isla de Cuba y otros puntos de América, de otras varias partes y los habitantes de la misma ciudad. El hábil pintor de cámara don Antonio de Brugada, fué el que se encargó y ejecutó los dos cuadros de muy considerable grandor cada uno (1), alegóricos nos dos combates navales que hemos descrito ligeramente, y que desde 1858 existen colocados en uno de los salones de la casa consistorial. Es de esperar que, así como á alguno que otro mas de los hombres célebres de Guipúzcoa, se le erija una estatua pública como se ha hecho con Elcano. Don Miguel de Oquendo, hijo del precedente, aunque tambien ascendió á general de la escuadra cantábrica, su carrera no fué feliz y gloriosa como la de su padre. La pérdida de todos los navíos que mandaba en la costa de Rota el 9 de octubre de 1663 y otros sucesos sobrevenidos, fueron causa de que se retirara á la vida privada. En su hijo mayor premió Cárlos II las proezas de los antepasados, con el título de marqués de San Millan. Don Lorenzo de Ugalde y Orella, don Márcos de Aramburu, don Juan de Echeverri, conde de Villalcázar y marqués de Villarubia, don Juan su hermano, don Bartolomé de Urdinzu, don Antonio de Alliri, don Hernando Martinez de Aramburu, don Jacinto Antonio de

(1) Justo es que mencionemos que el señor Brugada se anticipó á ofrecer gratis sus servicios para la parte aquella de la suscrlcion que aun pudiese faltar á cubrir el importe de ambos cuadros.

/86/ Echeverri y don Antonio de Isasti, generales, de los que el primero tuvo varios combates felices contra la escuadra holandesa en 1646 á 1647 en los mares de Filipinas, en uno de los cuales sostuvo con solos cinco navíos contra diez y ocho de la bátava durante un día, y á su entrada á Manila fué victoreado segun consta de lo entonces publicado.

Don Joaquín de Aguirre y Oquendo, don Pablo Agustín de Aguirre y don Santiago de Zilloaga, el primero mayor general y autor del código y compilación de las Reales ordenanzas de marina; el segundo capitan de navío que, con el único que mandaba, se defendió valerosamente durante eldia 19 de abril de 1740 á la altura del cabo Ortegal contra los tres ingleses Oxford, Kent y Lenox de 70 cañones cada uno, sin rendirse hasta quedar de dos palos el mayor y mesana desarbolado, y en absoluta imposibilidad de hacer uso de su artillería desecha, mas que por el espejo de Santa Bárbara, y cuya sobresaliente defensa fué publicada por la Gaceta de Utrech del 16 de mayo siguiente, por las reales patentes de Felipe V y la especial acogida y consideraciones de los duques de Rickiman, de que fué objeto á su llegada á Inglaterra; el tercero fué capitan de navío y autor de un tratado de táctica naval.

Generales de tierra. Don Sancho de Leyva, capitan general de Guipúzcoa sobrino del célebre don Antonio de Leyva. Don Juan, don Alonso y don Juan Alonso Emanuel de Idiaquez, padre, hijo y nieto. El primero fué secretario de Felipe II. El hijo virey y capitan general de Navarra en 1615. Se distinguió en las guerras de Flandes y Francia contra los hugonotes que consta de hechos históricos. Las acciones de Berg-oh-zoom, San Quintín, Noyon, Charlemon, Lachapelle y otras, fué donde se hizo conocer su nombre. En la de FontaineFrancaise se batió contra fuerzas en mucho mayor número, /87/ y caido del caballo por una herida recibida, quedó prisionero. Su rescate le costó 20,000 escudos. Muerto en Milán el 7 de octubre de 1618, fué trasladado su cadáver á la iglesia de San Telmo de San Sebastian.

El nieto fué marqués de San Damian y capitan general de Galicia.

Don Tomás de Andaya, capitan general de las islas Canarias.

Don Antonio de Urbiztondo en 1821 como en la guerra civil siguió en las filas carlistas; y con la division que mandaba se adhirió al convenio de Vergara. Despues fué teniente general, marqués de la Solana, capitan general de Filipinas y ministro de la Guerra: falleció en 1857.

Don Rafael de Echagüe, que principió su carrera de oficial del batallon llamado de Chapelgorris de Guipúzcoa, ascendió á teniente coronel para el fin de la guerra civil; mariscal en la de Marruecos en que fue nombrado teniente general, y despues de haber desempeñado la capitanía general de Puerto-Rico, ejerce la de Filipinas actualmente.

Digno es tambien que figure el nombre de Juan Echaide que descubrió los bancos de Terranova á fines del siglo XIV, bautizando con el nombre de Echaide-portu á uno de los puertos de la isla.

Es igualmente digno el eminente artista calígrafo, don Juan Manuel Besnes é Irigoyen, cuyos cuadros merecieron de la Sociedad Universal de Lóndres y Esposicion Universal de 1855 en París, medallas de primera clase entre los muchos cuadros que fueron presentados; y honrosas condecoraciones de la reina de España doña Isabel II el emperador Pedro I del Brasil y otros personajes como corporaciones científicas y literarias. A San Sebastian regaló un cuadro de 8 pies de alto por 6 de ancho alegórico á los fueros de Guipuzcoa. Se conserva en el salon de la casa. consistorial, en medio de los de pintura de /88/ los hechos del célebre don Antonio de Oquendo, dé que hemos hablado antes.

Son muchos y de grandes tamaños los que han producido sus manos de diamante, pero entre ellos, el de imitacion de el del descendimiento del célebre pintor Rubens, es notable. Sobresale tanto mas el mérito del eminente artista, cuanto que, sin escuela en que aprender, deja una creada.

Su larga ausencia (que hace mas de medio siglo) en Montevideo, ni sus 74 años no le impiden estos que aun continue produciendo primorosas obras, ni aquella que se entibie su afectuoso cariño hácia San Sebastian que le vió nacer. Nos consta que para despues de sus dlas tiene destinada para su querido pueblo la interesante coleccion de documentos de emperadores, reyes, altos personajes, corporáciones científicas y literaria de que ha sido favorecido. Honoríficas distinciones ha merecido tambien de la ciudad en que reside y entre ellas las que mas le lisonjean son; la de ser miembro fundador de la Universidad de la república, y hermano benemérito, á la vez que uno de los fundadores del reformado establecimiento de beneficencia pública de la misma ciudad.

Una heroina cuya nombradía y memorables hechos son conocidos de no muchos en Guipúzcoa y aun en la ciudad de San Sebastian, de donde era nativa, merece que la dediquemos un ligero estracto de aquellos de mas bulto que aparecen en la historia escrita por ella misma é impresa en 1625 con el título de la Monja alférez, y reimpresa · en 1829 en París por Julio Didot, calle del Puente de Lodi, núm. 6, con el retrato de la citada mujer al frontispicio, ilustrada con muchas notas y documentos por el señor don Joaquín María de Ferrer, y la famosa comedia del poeta dramático, don Juan Perez de Montalvan, compuesta en 1626 con igual título que la historia cuyos hechos sirven d(argumento.

/89/ Doña Catalina de Erauso, hija legítima del capitan don Miguel de Erauso y de doña María Perez de Galarraga, nació en la entonces villa de San Sebastian, en 1585 (1), y es la célebre mujer cuya historia vamos a presentar en bosquejo.

A los cuatro años de edad la pusieron sus padres en el convento del Antiguo de San Sebastian, al cuidado de su tia monja doña Ursula de Unza y Sarasti: A los quince fugó del convento la Catalina, y despues de vestirse de hombre como mejor pudo, se dirigió á Valladolid. Recibióla de paje don Juan de Idiaquez, secretario del rey; pero noticioso sin duda el padre de la Catalina, presentóse allí al mismo Idiaquez, por cuyo motivo, antes que fuera reconocida se fugó á Bilbao, y con pocos dias de detencion á Estella, en donde consiguió colocarse tambien de paje con don Cárlos de Arellano, del hábito de Santiago. Despues de dos años pasó á su pueblo natal, San Sebastian (1603), sin que de nadie fuera conocida, como ella misma lo dice, el bien vestido galan. Un dia fué á la iglesia del convento donde ella estuvo, y pudo reconocer á su madre que estaba orando, aunque esta no así al jóven galan, que no era otra que su hija Catalina.

Pocos dias despues embarcóse en Pasajes á bordo del buque del capitan Miguel de Berroiz, que por 40 reales la condujo á San Lúcar de Barrameda. De allí siguió á Sevilla; pero vuelta á los dos dias, sentó plaza de grumete en un galeon de su tio Estéban Eguiño, sin que este

(1) Fundadas creemos las equivocaciones referentes á la fecha de nacimiento de la doña Catalina de Erauso, sobre cuyo particular, el señor Ferrer presenta la fé de bautismo en el apéndice de la citada edicion de 1829 en París, así como otras observaciones concernientes á la fuga y demás puntos que ilustra con sus notas. Pero como quiera que esto sea, puesto que, no cabe la menor duda respecto de la existencia y memorables hechos de la Monja alférez, nosotros seguiremos el curso de la historia en los términos por ella escrita, que ha merecido el honor de ser publicada por segunda vez.

/90/- la reconociera; y la armada, al mando de don Luis Fajardo, salió (1603) para América, á donde llegaron á Punta de Araya, Cartagena y Panamá.

Aquí principiaron las aventuras, travesuras de todo género, duelos á muerte, heridas, prisiones, batallas y servicios al rey y demás hechos que hasta parecen casi increíbles en una mujer, durante los veinte años que permaneció en los diferentes puntos de aquella parte de la América del Sur. Para evitar repeticiones diremos de una vez,·que .ella se llamó Pedro de Orive, en casa de Idiaquez; en Valladolid, Francisco de Loyola; en el Perú, Alonso Diaz Ramirez de Guzman, y cuando en 1624 regresó á Europa, Antonio de Erauso, de cuyo apellido se sirvió desde que otra vez pasó á América en 1630. Consta que en 1645 continuaba en Méjico, como se dirá mas adelante, y se cree que murió allí. Hechas estas indicaciones entraremos en materia de los asuntos de la mujer vestida siempre de hombre.

Así que llegó á Panamá se acomodó con el mercader Juan de Urquiza. Navegando para el puerto de Paita naufragaron, salvándose únicamente su amo, ella y algunos otros que supieron nadar. Vueltos á embarcar llegaron á Paita, y destinada ella á Saña, una de las noches que acudió al teatro, cruzó algunas palabras en él con un llamado Reyes. Apenas salieron, ambos hicieron uso de sus espadas quedando herido su competidor, así que en seguida otro que usó de igual arma en favor del herido. Tal es el principio de fiesta de esta célebre mujer. Conociendo elÍa las consecuencias desfavorables que podrían seguirla, se amparó en la iglesia al uso de aquellos tiempos, y á esto, unida la proteccion de su superior Urquiza, debió que consiguiera arreglar el asunto.

Acechada en Saña, resolvió pasar á Trujillo, en cuyo pueblo fué acometida por los dos heridos y otro: ella tenia á su favor un amigo, y apenas díéronles tiempo á salir /91/ de la tienda en que estaba entregando fondos, cuando principiaron á batirse. En vez de vengarse los heridos, cual intentaban, el uno de ellos quedó muerto de una estocada. Presa nuevamente, hablóla en vascuence el que la conducía, vascongado tambien, para que al aproximar á la iglesia le soltase la pretina de que le llevaba sujeta, y entrar en aquella á todo escape, como lo hizo. Valióla por segunda vez el haberse amparado de la iglesia.

Pero era preciso variar de pueblo y se trasladó á Lima, donde permaneció nueve meses, hasta que fué á residir á la Concepcion de Chile. Aquí se encontró con su hermano el capitan Miguel de Erauso quien al saber que el supuesto hombre era de San Sebastian, la acogió y tuvo de asistente dispensándola consideraciones al grado de comer juntos. Por supuesto que ella, aunque conocía á su hermano, éste no reconocía al supuesto hombre que era su hermana. Inclinada esta á dirigir sus galanteos á las bellas, precisamente dió principio con una á quien su hermano tambien obsequiaba. Los amoríos por esta vez, tras de recibir algunos cintarazos, la valieron el destierro á Paicabi, sin embargo de que ella confiesa que su hermano intercedió con el gobernador para que no se llevara á efecto. Tres años pasó en Paicabi con algunos trabajos, pero allí se la presentó la ocasion de una heroicidad mas digna que las muchas rle ella. Triunfantes los españoles y aliados contra los indios en varias acciones que se dieron en Valdivia, en la última (1608), con el socorro que estos recibieron, causaron considerables pérdidas á aquellos, matando y arrebatando la bandera al alférez que la llevaba. Arrójase la heroína de esta historia con otros dos de caballería tambien, en medio de la multitud que en triunfo y la algazara ostentaban los indios la bandera, y consigue matar al cacique que la tenia, y recuperándola volver á sus filas, si bien con /92/ un lanzazo, una contusion y tres flechas en sus espaldas y la muerte de sus dos compañeros que sucumbieron en tal desesperada arremetida. Este célebre hecho fué la causa de que la dieran el grado de alférez, unida á la circunstancia de haber sido monja, de aquí se deriva el nombre de La Monja alférez, con que mas tarde fué conocida en América y Europa, especialmente en las córtes de Madrid, Roma y Nápoles. Durante los muchos años que siguió con este grado, se halló, además de otras varias acciones y encuentros, en la batalla de Puren en que murió su capitan, mandando ella despues por algun tiempo la compañía. En otro encuentro con indios, mandados por un hombre rico que, aunque hecho cristiano, seguia encabezando aquellos, llamado Francisco Quispiguancha, le derribó del caballo, y rendido, hizo que le colgaran de un árbol.

Despues de todos estos hechos regresó á la Concepcion de Chile á donde, como de mas costumbre, concurrió á una de las casas de juego. Porque en ella otro amigo alférez la dijo que mentia como un cornudo, le atravesó el pecho con la espada. Acometida en seguida por una porcion de los que estaban presentes, defendíase de ellos en la calle, cuando al alboroto producido acudió, entre otros, el auditor don Francisco de Parga, á la vez que el hermano de la Monja alférez, que en vascuence la decia que se rindiera y entregase sus armas para así salvar la vida. Empeñado el auditor en desarmarla, en la lid en que seguian con sus espadas, recibió de ella dos heridas que le causaron la muerte. Acosada; no obstante, de los demás, defendiéndose de todos, pudo conseguir el entrar en la iglesia del convento de San Francisco. Calmada, despues de algun tiempo en que ella permaneció en el convento, la exaltacion producida en-el pueblo por las dos muertes, y mientras se la seguia el proceso, salió una noche acompañando á otro alférez amigo suyo, Juan /93/ Silva. Este seguía en pique con don Francisco de Rojas, del hábito de Santiago, y pronto ambos se encontraron y reconocieron de noche en la calle. Recurrieron á sus espadas, mientras que ella y otro acompañante de Rojas permanecieron de espectadores. Al sentirse herido el amigo de la monja, esta ech6 mano de su espada para defenderle, así que el otro desconocido espectador, y entonces la pelea fué de dos á dos. Tras los lances que mediaron, el resultado fué que los dos primeros se hirieron gravemente hasta quedar tendidos, así que el adversario de la alférez. Al oir la esclamacion de dolor de éste, ¡ah traidor que me has muerto! reconoce ser la voz de su hermano, y se apresura á ir al convento de San Francisco para que dos religiosos pasaran al lugar sangriento de los moribundos. Apenas llegaron los dos religiosos y confesaban á la pareja de los primeros heridos espiraron, y conducido su hermano á casa del gobernador, de quien era secretario de guerra, murió tambien sin que todos los auxilios del arte empleados por el doctor Robledo, bastaran á dar vida al capitan Erauso, que despues fué enterrado en el mismo convento.

Entretanto que á la Monja alférez se la seguía la causa en el convento en que se hallaba y de cuyo resultado no debió augurar favorablemente, sin embargo de las inmunidades de aquel tiempo para los templos sagrados que actualmente hasta nos parecen increíbles, y favorecido por don Ponce de Leon que la dió armas y caballo, se fugó del convento y atravesando la cordillera de los Andes, pasando privaciones de todo género, hasta quedar de debilidad en cierto punto del tránsito, llegó por fin, á Tucuman (1). En todas partes impaciente y procurando lances ó

(1) La friolera de mas de 900 leguas, con estremado frio en la cordillera, y calor en los llanos.

/94/ aceptándolos por quítame esas pajas, poco tiempo estuvo en Tucuman. Pronto pasó al Potosí á los Chuncos, á la ciudad de la Plata, Charcas y Piscobamba ó Pomabamba con no largos períodos de permanencia en algunos de estos puntos, ni tampoco exenta de aventuras en los mas de ellos, pero que omitimos· por no distraernos sino en aquellas mas notables. En el último de aquellos pueblos hubo de ser ahorcada, y precisamente cuando menos lo merecía. En una de sus casas favoritas, la de los libros de cuarenta hojas 6 casas de juego, mediaron algunas palabras entre ella y un portugués llamado Fernando de Acosta por diferencias del juego. Resentido éste, aguarda á la Catalina ó sea al alférez en un punto por donde esta debía pasar á su regreso para la casa en que moraba. Midieron sus espadas y pronto el portugués aumentó el número del catálogo á quienes la Monja alférez iba dando pasaporte de eterna seguridad. Valga la verdad de la historiadora de sus proezas buenas ó malas, que en fuerza de la impasibilidad con que las consigna unas y otras inclina á que sea creída, esta vez era el agresor el que dejó de existir. Conocida ya sobradamente por aquellos paises el nombre de la heroína, no es de estrañar que las sospechas, sin embargo de que ninguno presenciara el lance, recayeran en ella, máxime cuando dos testigos declararon aunque sin ver, que la alférez fué la homicida. Fórmanla nueva causa, pero ella que tiene la seguridad de no haber presenciado ninguno aquel hecho, y menos conocídola, niega una y mil veces. A pesar de esto es condenada á morir ahorcada: apela, y tambien es confirmada la sentencia. Uno, dos y muchos frailes se empeñan en que se confiese y ella se resiste. Conduéida al patíbulo y cuando la preparaban la cuerda que habia de darla muerte, nótase un murmullo Y llega á manos del corregidor don Pedro Meneses la órden de la suspension de ejecucion. Y era que los dos testigos, /95/ que sin duda debieron ser de buena calaña; poco antes de ser ajusticiados en la Plata por otros hechos, declararon que fué falso lo anteriormente espuesto contra la Monja alférez, pues que lo hicieron así por haber sido pagados. De una mentira sacaron una verdad, y para remediar, trocaron la verdad en mentira. Es lo cierto que ella salvó tambien por esta vez.

Con tales precedentes, se esplica de suyo que la permanencia de largo tiempo en un pueblo, se hacia cada vez mas imposible. Otra vez á Piscobamba y despues á Cochabamba en donde arregló cuentas y se alojó durante dos dias en casa de Pedro Chavarría, natural de Navarra casado con doña María Dávalos. Despedido amigablemente para salir para la Plata, entretúvose algunas horas en el pueblo, y al emprender el viaje por la tarde y pasar por frente de la casa de su amigo Chavarría, observó el murmullo que en el zaguan había con la concurrencia dé gente. Era que Chavarría sorprendió en alguna debilidad á su esposa, y al amante infraganti dió la muerte el navarro, pretendiendo otro tanto con su mujer que pudo escapar y abrigarse en otra pieza baja de la casa desde donde pedía socorro. La alférez que de alma atravesada no tenia escasez, no la arredró la furia del navarro: acercó la mula á la ventana y hace que la esposa de aquel montára en ancas del animal, dirigiéndose en seguida á la Plata. Lleno de ira Chavarría monta su caballo y alcanza á la pareja á poco de pasar el río de la Plata y de haber descansado en una venta. Dispara á corta distancia á las dos de la mula, pero no las hiere, y huyen éstas á todo correr sin que aquel pudiera alcanzarlas, efecto del cansancio del caballo de CLavarría. La Monja alférez entrega en el convento de San Agustin de la Plata á la esposa de Chavarría, y al poco rato llegan á verse en la calle, sin querer éste escuchar las razones con que la Monja alférez quería probar su inocencia y /96/ buena fé; preparan sus espadas y en la refriega retrocede ella acercándose á la iglesia de San Agustín en donde entraron batiéndose y con dos lijeros puntazos la célebre mujer, hasta que ésta le devolvió adentro del mismo templo, una estocada bastante grave con que terminó la lucha. Favorecida ella por dos frailes franciscanos, la condujeron al convénto de este nombre, en que permaneció tranquila cinco meses, no obstante estar sana de sus dos heridas.

Despues pasó á la Paz, en donde, si el criado del corregidor don Antonio de Barraza, en la puerta del zaguan de éste, la desmintió ó na, dió sepultura á una cuarta de acero en el cuerpo del infeliz criado. Sentenciada á muerte y confirmada en apelacion, la Monja alférez estaba. en capilla, confesada y oida la misa habia recibido el sacramento de la Eucaristía, devolviéndola á la mano esclamando: «Iglesia me llamo, iglesia me llamo». Al escándalo y alboroto concurrió mucha gente y hasta el obispo don fray Domingo de Valderrama, sin que la sentenciada se desprendiera de la forma sagrada. Conducida á la iglesia, bajo pálio en procesion hasta junto al sagrario, tomaron de la mano de la sentenciada la forma, y laváronsela aquella repetidas veces. Esta circunstancia, de que fué enterada por un fraile franciscano por salvarla la vida, la favoreció para reclamar y obtener las inmunidades de la iglesia, y poco despues recibió de un clérigo algun dinero y una mula, con cuyo auxilio logró llegar á la ciudad del Cuzco. Otro lance pesado la esperaba en este pueblo.

Mientras ella allí permanecia, fué asesinado el corregidor don Luis de Godoy. En quien tantas fechorías contaba, si bien algunas de buena índole, no era de estrañar l'ecayeran las sospechas; pero probado mas adelante que un tal Carranza era el asesino, se la puso en libertad.

Del Cuzco pasó á Lima, donde se embarcó en la armada /97/ española que debía batirse contra la holandesa que seguía causando daños en aquellas costas, lo que la dió motivo tambien á otra aventura que para por tantas pasar fué sin duda nacida. Boyante al principio del combate¡ la flota española, reforzada considerablemente la holandesa, en el sangriento combate váse á pique la almiranta española, de la que, pereciendo cientos de tripu!antes (18 de julio de 1615), se salvan la Monja alférez, un fraile franciscano y otro soldado solamente, que recogidos de la mar por los holandeses, á los 20 días les desembarcan en la costa de Paita, desde donde y no con pocos trabajos anduvieron las cien leguas para llegar á Lima.

Abandonadas las aventuras marítimas en que tan mal . parada quedó en la primera, de Lima se trasladó al Cuzco. Una casa de juego la proporcionó nueva ocasion de proseguir sus calaveradas. Estaba en ella uno de los jugadores á quien por su estatura alta, tez morena, imponente aspecto y fama de espadachín, le llamaban el nuevo Cid. Dios los cria y ellos se juntan; el que en esta vez provocaba era el nuevo Cid al barbilampiño espadachín. Aquí el asunto era de poder á poder. Aceptadas las provocaciones pronto esgrímieron sus espadas, pero por el temple de ellas se hizo ver que el rostro barbilampiño no era tampoco manco en manejar la suya. Su adversario tuvo otros cuatro que con él quisieron compartir la suerte: á ella no la faltaron tampoco otros dos vizcaínos (1); primero paisano que ..... La Monja alférez antes que pudiera salir de la casa había recibido tres ligeras heridas, y en lo mas crudo de la pelea la asestó dos mas de gravedad por la espalda el nuevo Cid, con las que si bien cayó, tuvo valor ·bastante para dirigirse hácia la puerta de la

(1) En América y aun parte de España á todos los habitantes de las tres provincias vascongadas y Navarra llaman así.

/98/ iglesia en donde se hallaba su mas temible enemigo. Recibióla éste con cierta interjeccion harto familiar entre ellos; perro: ¿Todavía vives? acompañada de una estocada que la alférez, en medio de su pérdida de sangre de las heridas, supo atajar y devolverle otra con que el nuevo Cid, gravemente herido pedía la confesion. Tambien ella cayó nuevamente por tanta pérdida de sangre. Omite ella lo ocurrido entre los demás. Fué conducida al convento de San Francisco, merced á la buena asistencia y cuidados que en él la prodigaron, se restableció y permaneció durante cuatro meses.

Tan conocida era ya por aquella parte de América, que donde no se la perseguía por la autoridad, cuando menos era vigilada, la que allí se conocía por el capon. En su fuga para Guamanga detúvose en Guancavélica cuya autoridad quiso prenderla. Dió muerte al alguacil que pretendió detenerla, con un disparo de pistola, y al negro una estocada; y antes que al alboroto pudiera acudir la gente, despoja á un indio que para el alcalde llevaba el caballo ensillado, y montado en él, llega á Guamanga. De seguro que á no haberse escrito é impreso la historia de todos estos hechos entonces, y la comedía en que vienen á representarse, haberse generalizado la historia en vida da la heroína y ser tan conocido todo en aquel tiempo, ciertamente que hoy tendríamos por novela. De advertir es, que antes de llegar á Guamanga apenas ella había pasado el rio Balsas á cuya márgen estaba dando descanso á su caballo, vió venir á tres de caballería, poco menos que á escape, lo que la. fué de mal agüero, y se preparó á recibirlos. Cuando estos pasaban el río les interrogó cual era su objeto, á que respondió uno de ellos: Mi capitan, el de prenderle. A tal respuesta preparó su pistola de tres bocas y la espada, diciéndoles, que solo muerta podrían llevarla. Sin duda poco dispuestos á aventurar en la partida, la replicaron que /99/- ellos eran mandados, y que solo deseaban servirla. Ante un tono tan distinto, dejó ella sobre una piedra tres doblones, y continuó el camino sin ser perseguida hasta el pueblo ya indicado.

Don Baltasar de Quiñones, que era el corregidor de Guamanga quiere prenderla en la casa donde ella habia entrado; pero se resiste. Acude gente, la cierran el paso de la puerta; mas ella en vez de intimidarse, saca su cachorro de las tres bocas y la inseparable espada, ante cuyos modales corteses de incoar el espediente, despéjase la puerta, y ella corre á refugiarse en casa de un vizcaíno. Despues de algunos días intenta pasar á otro pueblo, á favor de la noche, pero desde sus primeros pasos es detenida en la calle por los alguaciles. Por supuesto que ella se resiste; prorumpen aquellos en gritos desaforados pidiendo favor á la justicia, á que, además de otras personas, acuden el corregidor y obispo con sus comitivas con cuatro grandes hachas encendidas. Entre la multitud se encuentran algunos vizcaínos, inclusive don Juan Bautista de Arteaga, secretario del obispo. Toman parte en su defensa algunos de estos sin conocerla, al observar que de tantos era -atacada á la vez, sin respeto á los personajes allí presentes. Cámbianse entre los lidiadores algunos puntazos, y su ilustrísima con mas valor que prudencia, en aquel momento, éntrase al medio de todos con su hacha encendida, y ante él se detienen. Pide á la Monja alférez que se desarme, pero se resiste á entregar entre tantos amenazadores, si bien se presta á ir á su lado á la iglesia. Una vez adentro de ella; cuando se disponía á desarmarse, acométela uno de los cuatro ésclavos del corregidor, sin respeto al templo ni los allí presentes, á quien le recibió dándole una buena herida. Entonces exacerba la agresion del esclavo y demás que intentaban secundar, pero defendida por el obispo, secretario y comitiva, y calmado el alboroto y escándalo /100/ producido, arrodillase y entrega ella sus armas al obispo que la conduce á su casa, donde fué curada de la pequeña herida producto de la refriega, además de otros cuidados cena y cuarto en que descansar, si bien dejándola. encerrada, despues de aconsejada por su ilustrísima para que evitase tales encuentros y método de vida. Aquí viene á representársenos, bajo otro distinto carácter la escena de esta gran tragedia.

Despues que la Monja alférez quedó encerrada en el cuarto, el corregidor que habia pasado á casa del obispo, conferenció con su ilustrísima. A la mañana siguiente, despues que éste celebró la misa, á la que asistió aquella, fué ésta llamada por el obispo, quien, des pues de haberla exhortado para que se condujera por el camino del bien, la rogó que le hiciera una exacta relacion de sus antecedentes y vida. Cumplió así en las tres horas que tardó en referir lo que desde sus mas tiernos años de bueno y malo había hecho, y se lo confesaba con la mayor sinceridad, terminando p lr decirle que, puesto que, como le habia asegurado, era mujer, se prestaría á que fuera reconocida por dos matronas. Absorto el buen obispo, (son sus palabras) y hasta llorando, no acertaba á proferir palabra, sin poder creer lo que oía, por lo estraordinario y tal vez sin ejemplar en este grado, entre análogos hechos de mujeres. Reconocida por dos respetables matronas, declararon que realmente era mujer (1). Despues de confesada y aconsejada por el obispo, ella fué gustosa en pasar al convento de monjas de Santa Clara de Guamanga, en cuya entrada en presencia del obispo la recibieron aquellas con mil afectuosas demostraciones, y colocándosela el hábito fué conducida al coro y abrazada de todas. Era el año de 1620.

(1) Dice ella que un médico la puso un emplasto en los pechos que al principio la causó un intenso dolor, pero que desapareció éste como aquellos sin consecuencia perjudicial que ella notase.

/101/ Divulgada la voz de este nuevo cuanto inesperado acontecimiento en aquella parte de América, se comprende el efecto que habia de causar, al saber que el barbilampiño perdonavidas que por do quiera babia dejado recuerdos de sus travesuras y lances sobradamente pesados, pertenecia de nacimiento al bello sexo. A los pocos meses de seguir en el convento, murió el obispo don fray Agustin de Carvajal, su protector, y poco despues fué llamada á Lima por el arzobispo don Bartolomé Lobo de Guerrero, que con un lucido acompañamiento de clérigos se presentó en dicha ciudad al arzobispo como al virey don Francisco de Borja que ambos la recibieron con agasajo y consideracion. Autorizada para la eleccion del convento en que mas prefiriera, optó, prévia inspeccion, por el de la Santísima Trinidad en el que siguió tranquila dos años y cinco meses, hasta que resolviendo venir á España, para lo cual no hubo de la competente autoridad oposicion, puesto que no fué ni era profesa, despidiese de las mon as de Lima como de las de Guamanga. Siguió despues á Santa Fé de Bogotá, Zaragoza y Tenerite embarcándose para Cartagena, en cuyo puerto se trasladó á la capitana de la flota del general don Tomás de Larraspuru. Durante la navegacion dió otra prueba de sus tendencias, sin embargo del buen tratamiento y distincion con que en la capitana la favorecía el general teniéndola en su mesa. Un dia en que jugaban, pasado ya el canal de Bahama, se suscitó cierta reyerta que dió por resultado la ligera herida causada por la Monja alférez á otro de los jugadores con un cuchillejo en la cara. Indignado el general Larraspuru de semejante proceder en su. capitana, trasbordó á la tal mujer á la almiranta, y á petieion de ella al patache de aviso, San Telmo, capitan Andrés de Oton, en que despues de trabajos por la mucha agua que hacia el buque, llegaron á Cádiz el 1º de noviembre de 1624, donde mereció del general /102/ de la armada don Fadrique de Toledo muchas consideraciones, entre otras, las que dispensó á sus otros .dos hermanos Erauso que servían en la misma armada, en donde ella los conoció por primera vez.

De Cádiz siguió su viaje á Sevilla y sucesivamente á Madrid y Pamplona con cortas detenciones en estos pueblos. En Madrid la pusieron presa; pero el conde Olivares mandó dejarla en libertad.

La heroína deseaba ir á Roma, y al efecto dirigióse desde Pamplona atravesando la Francia con otros pucos compañeros; pero detenida en Turin por espía de España, la despojaron del caballo, dinero y cuanto llevaba, y obligada á regresar por los mismos puntos, pudo, mendigando y llena de privaciones, llegar á Tolosa de Francia. El conde de Gramont, virey de Pau, para quien antes babia llevado de España recomendaciones, la acogió, vistió, regaló cien escudos y un caballo con que regresó á Madrid. Eievó á S. M. una peticion pidiendo la. recompensa de sus servicios, que comprobados los documentos, con mas las declaraciones de muchos respetables testigos y de otros personajes que aparecen en el espediente relativo á los méritJs y servicios de doña Catalina de Erauso, que se halla en el archivo de Indias de Sevilla, algunos de los cuales figuran en el apéndice de la citada historia impresá en 1829 en París; Felipe IV la señaló una renta vitalicia. de ochocientos escudos.

Conseguido en Madrid su objeto (agosto de 1625), permanecio algunos meses; pero deseando llevar adelante su intento de vasar á Roma, emprendió viaje para Barcelona. Despues que habia pasado Lérida, el Jueves Santo á la tarde (1626), ella. como los otros tres de que iba acompañada, fueron acometidos por nueve salteadores con escopetas, que les despojaron de cuanto llevaban, inclusive la ropa buena, y con no pocos trabajos, el Sábado /103/ Santo llegaron á Barcelona. Presentóse allí al marqués de Montes Claros á quien conoció de virey en Lima, cuyo señor recibiéndola con agasajo, á la vez de vestirla, la proporcionó ocasion de presentar á Felipe IV. Recibida por el monarca y oida la relacion de la Catalina Erauso, ó sea la Monja alférez, el rey la manifestó su estrañeza de no haberse defendido en el último lance, á que respondió que en el punto y circunstancias con que les habian sorprendido, no podian defenderse. En fin, Felipe IV acogió la nueva peticion que despachada pronto y favorablemente, se la asignaban cuatro raciones de alférez reformado y treinta ducados de ayuda de costa.

Con este nuevo refuerzo embarcóse en una galera y llegó á Génova. Deseaba tener una entrevista con el veedor general don Pedro de Chavarría (1), á quien conoció en América. Un dia que le esperaba para hablar cerca del zaguan de la casa del príncipe de Doria, se acercó á ella un gallardo militar italiano. Trabáronse pronto de palabras, defendiendo cada uno el valor de sus nacionales, y de las palabras pasaron á los hechos. Apelan á las espadas, y el bizarro militar de retorcido bigote es herido, y en esto la acometen otros dos; pero otro. á quien ella no conocia sale á su favor: por resultado de la pelea, y despues del gentío que concurrió á aquel local, abre ella paso y se retira á su galera con una leve herida de que se curó á bordo.

Pocos días- despues salió para Roma, á donde llegó con felicidad. Consigue su anhelo de besar los pies de Su Santidad Urbano VIII, á quien satisfizo el deseo de referirle su historia. Sorprendido el pontífice, la aconseja autorizándola á la vez para poder andar vestida de hombre como deseaba ella, y que, fuera de los conventos,

(1) ¿Si seria el mismo del asunto de la mujer porque se batieron y ambos quedaron heridos? No esplica ella en su historia.

/104/ había acostumbrado siempre presentarse así en todos los paises.

Divúlgase esta. novedad en Roma y durante uno y medio meses que permaneció en la Ciudad Eterna, fué muy obsequiada y regalada de los príncipes, cardenales, obispos y otros personajes, que de contínuo la convidaban á comer. El día de San Pedro (1626), fué introducida. en la capilla dedicada á este santo, donde estaban reunidos los cardenales, cuyas ceremonias religiosas presenció á su satisfaccion, mereciendo, despues de terminadas aquellas, demostraciones cariñosas y atenciones. Entre los muchos cardenales que la hablaron, uno llamado Magalon la dijo que no tenia mas falta que el ser español; á que contestó, con perdon de vuestra eminencia, que no tenia otra cosa buena.

De Roma salió para Nápoles el 5 de julio siguiente, á donde llegó bien. Paseándose un día en el muelle, acercáronsela dos mujeres que con cierta sonrisa la preguntaron: "Señora. Catalina, ¿dónde es el camino?" Responde: "Señoras .... á darles á vds. cien pescozadas y cien cuchilladas á quien las quisiere defender". Callaron y se fueron de allí.

Con estas palabras termina la historia escrita por la. misma, y la citada comedia famosa de Montalvan termina tambien dejando á la heroína en Roma con estas palabras: Que hoy está el Alférez monja -en Roma, y si acasos nuevos- diesen materia á la pluma, -segunda parte os prometo.

En nuestra vecina nacion con una heroína de tales hechos, buenos, medianos y malos, habrían tenido argumento para muchos y variadcs asuntos en que los impresores como retratistas y litografistas habrían tenido ocupacion; pero en nuestra España tenemos el privilegio de olvidar y mostrarnos indiferentes, causa de que tan poco sea conocida esta célebre mujer, en Guipúzcoa y /105/ aun San Sebastián, segun en otra parte hemos indicado. Pero llega á tal grado nuestra indolencia, que hasta el retrato de la misma, que el célebre pintor Pacheco hizo en 1639, en que esta escrito El alférez doña Catalina de Erauso, natural de San Sebastian, fué á dar á Aquisgran, Alemania, á poder del caballero coronel don Bertholdo Sephele , que en España sirvió en la guerra de la Independencia, de cuyo retrato se litografió el que se vé en la historia de la segunda edicion.

El señor Ferrer que sin embargo de haberse esforzado en indagaciones por si podía conseguir un ·ejemplar de la Primera edicion, hasta recurrir á las bibliotecas de Madrid, París, Bruselas, Alemania y Suiza, no pudo adquirirlo; ha visto y leido en la América del Sur el que éstas líneas escribe, y no duda que entre los libros del finado don Patricia de Zabalia, natural de Bilbao, haya quedado en Tucuman.

Si no consiguió el ejemplar deseado, obtuvo una copia de otro cuaderno que existe en la Real Academia de la Historia, en la coleccion de manuscritos de Indias del sábio autor don Juan Bautista Muñoz, que es por ella la impresa con notas ilustradas y comedia citada.

Consta que el 21 de julio de 1630, salió otra vez en la flota del general don Miguel de Echazarreta á Nueva España doña Catalina de Erauso, y que en 1645 la vió en Veracruz el padre capuchino fray Nicolás de Rentaría: que se ocupaba con una recua de mulas y unos negros, . eonduciendo artículos de comercio á diferentes puntos, eon el nombre de don Antonio de Erauso y que era sugeio allí tenido por de mucho corazon y destreza. A falta de posteriores noticias, se supone que allí haya muerto.

Entre otros la citan en la Historia. de la vida y hechos del ínclito monarca don Felipe III, por Gil Lopez de Dávila; Historia de Chile, por Ovalle; Historia del Tucuman, /106/ por Funes; Viaje del peregrino, en italiano , impreso en 1677 en Bolonia, y en el Compendio historial de Guipúzcoa, página 445, por Isasti. No aparece haberse puesto en duda su pureza de mujer, si bien en esto, mas que á su virtud, puede atribuirse al no esperimentar tal necesidad. Nunca consentía que la llamaran mujer, mas que en los casos y tiempos que hemos indicado. Era de alta estatúra, de rostro entre fea y hermosa, cabellos negros y la cabeza un poco agobiada; con modales mas de soldado valiente, que de cortesano y de vida amorosa. Vestía de hombre á la española, con la espada bien ceijida. Parecía mas bien capon que mujer. Tal es la pintura que se nos ha trasmitido de la celebérrima doña Catalina de Erauso ó sea la Monja alférez, natural de San Sebastian.

Dado fin á lo referente á la parte histórica de San Sebastian, continuaremos el viaje descriptivo que al llegar á su estacion hemos dejado pendiente.

Si agradable es el golpe de vista que presenta la entrada á la estacion, la salida y continuacion por la márgen derecha del Urumea, viendo el hermoso paisaje que ofrecen las casas y demás objetos de ambas márgenes, entretiene la favorable impresion. Al puente de hierro que da paso sobre el Urumea llégase pronto, y pocos cientos de metros despues al túnel de 299 metros, de Loyola. No queda en zaga á las demás vistas, la que ofrece la vega de este nombre con bonitas casas de recreo y campo acá y acullá, pero especialmente en las inmediaciones de la márgen derecha del Urumea. Pocos minutos de esta agradable presencia, y se llega á la estacion de Hernani, que de la de San Sebastian dista 7 kilómetros.

Ya por la proximidad de ambas estaciones, ya porque aquella no reune elementos que tal nombre merezcan, su establecimiento puede mas bien considerarse /107/ como punto de paseo y recreo de ó para la capital. Un kilómetro próximamente á la villa de Hernani, y otro tanto á la pequeña de Astigarraga que queda al otro lado del Urumea, es lo que de la estacion dista.

Hernani es patria de Juan Urbíeta, que el 24 febrero de 1525 hizo prisionero á Francisco I, rey de Francia, en la célebre batalla de Pavía, Italia. Es igualmente de fray Juan Estéban de Urbieta, Percaiztegui y Arbiza, obispos el primero de Tilesi, Italia, y el último de los otros dos, de la Puebla de los Angeles, Méjico.

Saliendo de esta última estacion, á los pocos instantes se pasa por junto al campo de la casa de recreo del señor Murua á la orilla de Hernani. La planicie de la parte izquierda de aquellas inmediaciones;· el Urumea serpenteando, una montaña perfectamente cultivada hasta su mayor altura, cual si pequeñas colinas sirvieran de escalones de unas á otras en variadas formas, y en todas partes caserías para atender al cultivo de los campos; hacen entretener agradablemente al curioso observador que viaja. No así la descarnada y escarpada falda del bien conocido monte de Santa Bárbara, por la parte derecha del ferro-carril, que pronto se pierde de vista para entrar en el considerable túnel, de 1,000 metros, de Urníeta, que en lo alto llega á divisarse esta villa. Víctima de los furores de la guerra civil, 46 casas en el casco del pueblo y 106 en las desparramadas en el campo fueron el efecto del incendio del 8 de setiembre de 1837 por el ejército constitucional. Pasado el túnel se llega pronto á la estacion de la villa de Andoain (1) que le separa 7 kilómetros de la de Hernani. Esta estacion es de regular movimiento por las fábricas de tejidos, fundicion y harinas de Lasarte, la de tejidos

(1) Tamblen esta villa sufrió el dia que Urnieta los incendios de 82 caserias.

/108/ dos y harinas del mismo Andoain, como los pueblitos del corto radio puedan darle en viajeros.

Andoain cuenta, entre otros, á los ilustres don Juan Martin de Legarra y Eche veste, el padre Manuel de Larramendi y á don Juan Bautista de Erro. El primero del consejo de Felipe V. El segundo autor del Diccionario Trilingüe, el Imposible vencido, ó sea gramática vascongada y otras obras en defensa del idioma vascongado. Y el tercero autor tambien del Alfabeto de la lengua primitiva de España, de el Afundo primitivo ó exámen filosófico de la antigüedad y cultura de la nacion vascongada y Filosofía numeral ó primitiva, consejero de Estado y ministro de Hacienda en el reinado de Fernando VII y despues con, don Cárlos en la guerra civil.

La elevada colina en cuya cúspide está construida la iglesia parroquial de Andoain con el casco de la villa á su aproximacion, viene á quedar encima del túnel de 300 metros por que pasa la locomotora. En su marcha para Tolosa, á muy poco andar, queda la fábrica de harinas del señor don Joaquín de Leizaur, á la derecha la de hilados, tejidos y pintados de los señores Armero y Zuloeta. Del otro lado del rio Oria hasta antes de llegar á Tolosa, primero los pequeños lugares Soravilla y Aduna, mas adelante las villas de Cizurquil y Asteasu, el lugar de Larraul y mas allá las villas de Alquiza, Anoeta y Hernalde. En la parte baja é inmediacion al mismo rio Oria, quedan la villa de Viliabona con su fábrica de tejidos y pintados de los señores Silva, Frois, hijo y compañía, á la inmediacion sobre una pequeña colina la villa de Amasa y el lugar de Irura dependiente de Tolosa, cuatro kilómetros antes de llegar á la estacion de esta villa. En todo este tránsito en la parte baja y faldas de los montes de uno y otro lado, vénse terrenos cultivados, caserías acá y acullá segun se ven en la generalidad de tales pequeñas vegas en Guipúzcoa.

/109/ Se estraña al pasar Villabona, que esta villa con su importante fábrica citada y la aglomeracion de tantos pequeños pueblos en no largos radios, no haya sido. favorecía de una estacion, aunque fuera de subalterna importancia.

De Tolosa, en direccion hácia Navarra quedan las villas de lbarra y Belaunza á 1/4, y 1/2 legua de distancia, y á cosa de una legua las de Elduayen, Berástegui y Lizarza, sin que ninguna de las cinco se divise del ferrocarril.

Indicaremos los nombres de los hombres mas sobresalientes que han producido estos pueblos.

Soravilla. Don Niceto de Larreta que además de varios empleos de distincion y condecoraciones (que se omiten como en otros ó la generalidad de los de la provincia) fué director general en comision de propios y arbitrios del reído, consejero de Hacienda y vocal del Consejo Real de España é Indias: de parientes mayores era la casa nativa de sus antepasados. De este mismo lugar de Soravilla fué la antigua casa con el nombre de Córcloba, cuyas armas eran una higuera verde en campo de plata con dos lobos negros atravesados, de la que suponen algunos autores, que descendía el gran capitan Gonzalo Fernandez de Córdoba.

Asteasu. El padre Julian de Lizardi que murió mártir en el Paraguay asaeteado por los indios en 1735. Don Juan Baqtistade Aguirre, diputado general del clero del arciprestazgo, autor de las Pláticas doctrinales en vascuence.

Larraul. Fray Francisco de Tolosa, ministro general de la órden de San Francisqo, obispo de Tuy y autor de la obra Demostraciones católicas,· que murió el 9 de setiembre de 1600.

Villabona. Fray Diego de San Pedro é !barra, confesor del emperador Cárlos V, que no aceptó el arzobispado de Toledo que le fué propuesto. /110/

Amasa. Gil Lopez de Oñez, caudillo de los guipuzcoanos en la memorable batalla de Beotivar el 29 de setiembre de 13"21 contra navarros y franceses.

Berástegui. Don José Antonio de Muñagorri, el jefe de la bandera Paz y Fueros, durante la última guerra civil. Tomó parte en el levantamiento de octubre" de 1841 contra el gobierno del regente del reino y fué muerto el 14 del mismo mes.

Lizarza. Don Bartolomé José de Guibelalde, general carlista que murió en 1852. Principió su carrera en la guerra de la Independencia con Mina, continuó despues en el ejército en que ascendió al grado de coronel, y en las filas del Pretendiente al de general. Antes de principiar á hacer honrosa mencion de loa ilustres nombres que ha producido la villa de Tolosa, no podemos pasar en silencio los principales acontecimientos que pertenecen á su historia. La fundacion de esta villa, si hemos de juzgar del espíritu y letra de la carta-puebla y privilegios de Alonso X, Sancho IV (el Bravo) y confirmacion de ellos por Fernando IV, data despues de mediados del siglo XIII. Con tales franquicias, su posicion central y la influencia que probablemente ejerciera en los asuntos interiores de la provincia, es lo cierto que á fines del siglo XIV contaba con la anexion de veinte y tres pueblos inmediatos, ocupando así la sesta parte de la área del territorio de Guipúzcoa (1). No fueron, sin embargo, de larga duracion tales anexiones. Alguno que otro pueblo se segregó pronto, y despues de largas cuestiones con San Sebastian, transigióse devolviendo á éste las colaciones de Andoain, Aduna y

(1) Es tradicion admitida de que en Tolosa se acordó por los procuradores de Guipúzcoa la union á la corona de Castilla separándose de la de Navarra; asi que el haberse constituido en la misma villa la hermandad de los puebloa de la provincia.

/111/ Alquiza por acuerdo de 1479. Los demás pueblos, despues de sempiternos pleitos, ya en contrario 6 favorable sentido á sus peticiones de separacion en los ·siguientes siglos, se fueron segregando, á escepcion de los lugares de Berrobi, Gaztelu, . Irura, Leáburu y Oreja, que aun conserva.

Esta villa, por su importancia de pueblo principal del interior de la provincia, ha sido una de las de mas iniciativa en las decisiones de los asuntos de esta, prestando señalados servicios. Aparte de los ccntingentes con que contribuyera, como los demás pueblos de Guipúzcoa, para los preparativos bélicos destinados para diferentes puntos y guerras de los pasados siglos, cuya minuciosa narracion no es de este lugar; fué tambien el que mayormente contribuyó con gente para el triunfo de la célebre batalla de Beotivar del 29 de setiembre de 1321, contra el ejército franco-navarro; triunfo que aun recuerda la villa con su bordon-danza el dia 24 de junio de cada año.

La posesion por la fuerza de las armas de los lugares de Leiza y Areso por los tolosanos, les valió el que Juan II les hiciera de ellos merced con sus derechos y pertenencias en lo civil y criminal.

Durante el mismo reinado y primeros años del siguiente, Enrique IV, se mantuvo la villa ó pueblo sin tomar parte en los bandos oñacino y gamboino que tantos males produjeron.

Tolosa fué tambien el pueblo que dió gran parte del contingente para los tres mil quinientos tercios que en las sierras de Belate y Elizondo derrotaron al ejército francés el 7 de diciembre de 1512, tomándole los doce cañones con que habían estado batiendo á la ciudad de Pamplona. Partícipes fueron tambien los de Tolosa en la batalla y triunfo de Noain en 1521.

En varios sitios de Fuenterrabía, en las entradas de los tercios en Navarra y Francia, en los frecuentes armamentos /112/ para defensa de la provincia, como en la guerra de la Independencia, ha sabido corresponder dignamente á la posicion que representaba.

Durante la época de 1820 á 1823 se pronunció por el partido constitucional, y por el de Isabel II en la última guerra civil en que tuvo la guarnicion liberal hasta los primeros días de junio de 1835, si bien los hijos del pueblo servían en ambas filas de la fatal guerra fratricida.

Despues de estos acontecimientos y del planteamiento de las aduanas, es tambien una de las villas á que mas ha venido á favorecer esta innovacion.

De sus monumentos hemos hablado en la seccbn destinaba al efecto para los de Guipúzcoa. Su administracion económica, siguiendo el espíritu de otros tiempos, deja recuerdos que poco puedan envidiarse.

La villa de que·nos ocupamos ha sido honrada con la presencia de muchos soberanos, ya pernoctando en ella ó al pasar de tránsito.

Hasta ocho cuenta las obras pias con que por los naturales de la villa ha sido favorecida. No exenta de reveses, ha pasado por epidemias, incendios y especialmente grandes avenidas del Oria, en cuya márgen izquierda queda, que inundaron las calles. Los incendios generales de 1282, 1469 y 1501 fueron causa de que Sancho IV para el primero en 1285 y 1286 y Guipúzcoa para los otros dos, contribuyeran á su remedio. Las grandes avenidas preindicadas de que se lleva cuenta, son: 20 de junio de 1678, 20 de junio de 1762, 19 de junio de 1765, 7 de octubre de 1707, 20 y 21 de mayo de 1801, 29 de enero de 1831 y 16 de setiembre de 1862, causando todas ellas daños de mas ó menos consideracion, al inundar las calles de la villa.

Ligeramente indicados los hechos mas remarcables, haremos lo mismo con los ilustres nombres de que es patria.

/113/ Domenjon Gonzalez de .hndia. Hé aquí el personaje mas sobresaliente entre los de la villa, y aun de mayor talla tambien entre los que, despues de la umion de Guipúzcoa á la corona de Castilla, han intervenido en primer escala en los asuntos que atañen al régimen interior de esta provincia. Andia fué el coronel jefe de los tercios de esta provincia durante muchos años, y su buen nombre trasmitido en el cantar del país (1), lo consignó Alonso Lopez de Haro: él, quien mas contribuyó á contener y calmar lós escesos de los bandos oñacino y gamboino: él, á quien Juan II hizo merced de la alcaldía de sacas, destino que despues de muchos años renunció en favor de la provincia: él, el que mereció de Enrique IV el privilegio de la escribanía fiel de juntas de la misma, que desempeñó hasta su muerte: él, el favorecido tambien del mismo rey con otras dos mercedes, de ocho mil maravedís la una, y de diez milla otra: él, quien durante su larga vida, que figuró eri los tres reinados de Juan II, Enrique IV y los Reyes Católicos, prestó importantes servicios á la provincia, señaladamente en el tratado de 22 de febrero de 1482 con Inglaterra, para que, préviamente pasó en persona á Barcelona y obtuvo de aquellos monarcas, la competente autorización de fecha 3 de setiembre de 1481, firmando él tambien las credenciales por su carácter de fiel de juntas; y por último, fué él tambien quien, como coronel de Guipúzcoa, entró en Francia en 1471 con sus tercios en auxilio de Eduardo IV de Inglaterra, en la guerra en que éste se hallaba con Luis XI. Por tales servicios aquel réy le condecoró con la órden de la Jarretera (2), ó sea de la liga, para sí y los hijos primogénitos

(1) Sagar eder guezatea; Guerriyan ere ezpatea. Domenjon de Andia Guipuzcoaco erreguia.

(2) De tan frívolo origen, cuanto estimado con el tiempo en el baile dado en 1349 por ia' condesa de Salisbury, querida de Eduardo III, rey de Inglaterra, cayósele á aquella la liga, que el monarca se apresuró á levantar. Escitada la risa de los concurrentes por tal acto, el rey, picado en su amor propio; profirió aquellas palabras que tanta celebridad adquirieron: Honni soi qui mal y pense (infame sea quien mal piense de esto), jurando asi, que bien podrían considerarse felices los que la llevasen en adelante. Tal es el origen de la orden de la Jarretera, cuyo hecho está admitido como histórico

/114/ de su descendencia, cuyo diploma espedido en el castillo de Windsor el 20 de agosto de 1471, apareoe copiado por don Braulio Lana en su descripcion de los solares de Andia·, lrarrazabal, etc., trascripto· por otros posteriormente. Martín de Yurreamendi mandaba los tercios de Guipúzcoa en el sitio de Granada. Alberto Perez de Rexil famoso capitan dé los tercios de Tolosa y los pueblos que entonces eran de su jurisdiccion, á quien premió el Rey Católico por su comportamiento en la derrota del ejército francés en la memorable batalla de Belabe-Elizondo en 1512. Don Alonso de ldiaquez, del Consejo de Estado y secretario de Cárlos V, por cuyo encargo desempeñó varias comisiones honoríficas .Martín del Gaztelu; secretario, escribano de cámara y testamentario, ante quien el emperador Cárlos V otorgó su codicilo en Yuste el 9 de setiembre de 1558. Juan Perez de Aneiondo, maestre de campó de los tercios guipuzcoanos en la batalla y derrota de los franceses eri Noain, cerca de Pamplona, en 1521. Don Fermin de Atodo, contador mayor de las órdenes militares y conde palatino. Juan Martínez de Zaldivia, autor de la obra Suma de las cosas cantábricas y guipuzcoanas. Don Francisco Irarrazabal y Andía, del Consejo de Guerra y gobernador de las islas Canarias. Don Francico de Idiaquez, secretario y del Consejo de S. M. Don Antonio de Idiaquez, Fr. Francisco de San· Julian, y don Juan Bautista de Aramburu, el primero obispo de Segovia que murió en 1615, el segundo ministro de la /115/ órden general de trinitarios descalzos, y el tercero obispo electo de la diócesis 4e Ceuta. Don Juan Martinez de Recalde, almirante general en la funesta espedicion de 1588 contra Inglaterra: se cree que era hijo de esta villa, como fué su esposa, por antecedentes que hay al efecto. Don Tomás de Sorreguieta, autor de la obra Semana hispano-vascongada. Don Pedro y don José Francisco Basilio de Aramburu, el primero almirante de la real armada de Cantabria, y el segundo capitan general de las islas Baleares que, por su distinguido comportamiento en Italia, fué agraciado por Felipe V con el título de conde de Villafuertes.

La estacion da Tolosa, distante 12 kilómetros de la de Andoain, reune bastantes elementos para su movimiento. Al considerable número de fábricas y su poblacion, se agrega el de otros muchos pueblos de que en un corto radio se ve rodeada, sirviendo á la vez de crucero de varias carreteras.

Desde la estacion de Tolosa á la de Beasain median 16 kilómetros. Pasa el tren en casi todo este trayecto, por el estrecho valle ó sea cuidadosamente cultivada faja dé terreno, en medio de la cual corre el rio Oria á que le cercan los continuados montes que de uno y otro lado tiene. Nada menos que 4 túneles y 13 puentes sobre el mismo rio han sido necesarios para hacer posible el paso de la locomotora y su tren correspondiente, en el contínuo zig-zag ó sea ángulos entrantes y salientes del tránsito. Durante él, pasa por las proximidades de las villas de Alegría, Icasteguieta, Legorreta, Isasondo; Villafranca y Beasain, situadas de uno y otro lado del Oria, á su aproximación, y de la fábrica de fundicion y elaboracion de fierros de los señores Goitia; Usabiaga y compañía, poco antes de entrar á la estacion. Vénse tambien, como de escape, por la parte izquierda en eminencias de mas ó menos consideracion, las villas de Alzo (denominadas de /116/ arriba y abajo), Orendain, Baliarrain, Alzaga y Arama 6 grupos de caseríos; y á la derecha quedan, fuera del alcance de la vista, la villa de Albistur y universidades de Vidania, Goyaz y Beizama. Desde la vega formada entre las dichas villas de Vilafranca y Beasain y concejo de Lazcaho, que es una de las mayores de Guipúzcoa, se divisa en lo alto la villa de Gainza y tales 6 cuales casas de las de Abalcisqueta, Amézqueta y Zaldivia, y la de Ataun que se oculta á 4 kilómetros de Lazcano en direccion hácia Navarra.

Vamos ahora á nombrar los hombres mas notables que han producido estos pueblos. ·

Alzo. Joaquin Eleicegui, conocido por el Gigante, que despues de haber recorrido España, Portugal, Francia é Inglaterra exhibiéndose al público, murió hace tres años. Icasteguieta. Don Martin de Celayeta y Lizarza, obispo de Leon, que asistió al concilio lateranense del año 1725.

Legorreta. Don Juan de Gamboa, del consejo de Hacienda y proveedor general de España.

Amézqueta. Juan 1 de Amézqueta, embajador del rey de Inglaterra en 1430 cerca de IJuan II de Castilla. Descendía de los parientes mayores . de este apellido, y residió en Inglaterra por la posesion de una herencia.

Zaldivia. Fray Pedro de Araya, cuyo hecho de valor merece que sea conocido, como lo fué premiado por Cárlos IV. El famoso ladron conocido por el Maragato, que era el terror de la comarca de Oropesa, fué prendido en 1806, solo por el fraile Ara. ya, por lo que aquel rey le señaló una pension vitalicia de 8,000 reales. Don Juan Ignacio de Istueta y don Francisco Ignacio de Lardizabal, ambos por sus obras de vascuence; sobresaliendo en el primero la celebrada poesia compuesta en la inquísicion /117/  de Logroño á su querida Conceci, y el segundo, que dejó de existir en 1856, por la traduccion del Antiguo y Nuevo Testamento al vascuence, y reforma de la gramática del mismo idioma. ·

Vidania. Fray Juan de Espila, arzobispo de Matera, en Nápoles.

Lazcano. Aunque de poca importancia el pueblo, es sin embargo uno de los apellidos de las mas distinguidas familias de Guipúzcoa, aun entre los llamados parientes mayores. Cabeza del bando oñacino, figuró en contra del gamboino segun se ha indicado anteriormenmente. Lazcano (Lope de García) fué el que acaudilló á los guipuzcoanos en la entrada en 1334 á Navarra, tomándoles el castillo de Unsa eón otros hechos de armas que refieren varias crónicas é historia de Mariana: Lazcano (Amador de) el que mandó á los guipuzcoanos en la famosa batalla del Salado en el año de 1340: Lazcano (Juan Lopez de) el jefe que en 1476 hizo la defensa de Fuenterrabía contra el ejército francés, segun se indicó anteriormente: Lazcano (Juan de) el ea pitan general de la armada y tierra que en Nápoles sirvió á las órdenes de Gonzalo Fernandez de Córdoba: Lazcano tambien (Feli- pe de) el caudillo de los guipuzcoanos que en 1542 entró en Francia; y otros muchos de este mismo apellido. El crecido número de cartas que los reyes de Navarra y Castilla dirigieron en diferentes épocas á los de esta familia con el tratamiento de noble pariente y otras atenciones, revelan la alta consideración en que se la tenia. Actualmente el descendiente es con el título de marqués de Valmediano y la grandeza de España.

 Villafranca Esta villa se honra de poseer muchos ilustres híjos. Colocaremos en primera línea al célebre fray Andrés de Urdaneta.

En la historia de Méjico, al hablar de este hombre dice Grijalva: que para la navegacion, la guerra, predicacion /118/ y fundacion de iglesias era sin igual. En 1525 hizo su primer viaje á la India en la espedicion en que por segunda vez iba el célebre marino comprovinciano suyo don Juan Sebastian de Elcano, si bien éste murió en brazos de aquél, antes que llegára. Los conocimientos de Urdaneta, como marino y cosmógrafo, y aun antes en Italia Y Alemania como militar, le hicieron distinguirse: como religioso tuvo ocasion de desplegar sus buenas dotes, y lo hizo cumplidamente, segun lo que de él nos  refiere la historia. Pero antes de morir debía ser partícipe de otra empresa tan arriesgada, como fué de satisfactorios resultados.

Fracasadas las cuatro espediciones hacia las islas del Poniente, de las últimas de aquellas el fué el principal promotor por sus conocimientos é instrucciones; en la quinta espedicion quiso él tambien  ir personalmente, á pesar de los reveses que en otra ocasión sufriéra y de -los sesenta y seis años con que contaba.

Miguel López de Legazpi, aclelantado y compañero suyo, era el que en 1564-mandaba la espedicion : hácia aquellos mares. Urdaneta le acompañaba de piloto mayor y guia. Feliz fué esta vez la espedicion, que llegada  á las hoy llamadas islas Filipinas, y en búen pie por Legazpi la conquista desde los primeros méses de 1566 regresó Urdaneta á la real audiencia de Mejico, para ser el portador de las gratas nuevas,· de que él era á la  vez partícipe. Se comprende la satisfaccion con que fuera acogido allí, y despues en Espáña igualmente por Felipe II. A las recompensas con que este soberano le brindara contestó que, contento con la pobreza y humildad para que había hecho voto al vestirse del tosco- sayal de los agustinos, su mayor deseo era regresar á Méjico á ocupar la humilde celda de la que se había separado para la espedicion Legazpi. Conseguido su deseo, murió el 2 de julio de 1568 en el convento de Sao Agustín, en Méjico /119/ su retrato existe en el de los mismos religiosos de Manila. Es de esperar que Guipúzcoa se proveerá de una copia para aumenar dignamente la coleccion de los que posée.

Don Juan Isasa Arrue y Mugica, del Consejo de su majestad y gobernador de Chile. Ochoa Alvarez de Isasaga, tesorero y secretario de la reina doña Juana. Don Juan. Perez de Lazcaibar Balda j don Domingo de Zavala, del Consejo de- S.M. Don Juan Isasaga Arrue y Mugica, don Juan Arteaga y don Juan Antonio de igual apellido, maestres de campo. Don Lorenzo Ochoa de Arin, don Luis y don .Joaquín José de Arteaga; el primero .secretario del rey y gobernador de Honduras; teniente general el segundo, y el tercero grande de España de -primera clase. Don Francisco y don Andrés de Otamen~ di y don Juan de Amézqueta, secretarios del rey:. Don Francisco Javier de Lardizabal, del Consejo de S. M., su -secretario y ministro. Don Diego de Zavala, del Consejo de Hacienda. Don Manuel José de Zavala, conde de Villafuertes, diputado general, prócer y corregidor político. Por último, don Agustín de Ayastaran y Landa, obispo de Botra, in partibus.

Beasain. Esta villa cuenta en el número de sus hijos á. San Martín de Loinaz, uno de los mártires del Japon crucificado el5 de febrero de 1597. A pesar de su beatificación en 1628; que Guipuzcoa solemnizó festejando en sus juntas generales del mismo año en Segura; erigida á los cinco años una capilla por los hermanos del beatificado; elevada a basílica por acuerdo de las juntas generales de Villafranca en 1657 y reedificada por disposicion de las de Deva de 1857; la villa de Vergara le disputa su nacimiento desde 1739, con el nombre de San Martín de Aguirre. Su canonizacion á la vez que la de los otros veinte y cinco mártires compañeros suyos, crucificados tambien el mismo dia en el Japon, fué celebrada el 8 de /120/ junio de 1862 con el nombre de San Martin de la Asuneion, de Guipúzcoa (1).

La estacion de Beasain no dispone de mayores elementos para su movimiento. Lo que pueda proporcionarle la fábrica citada de hierros y los pueblos de sus inmediaciones, no podrá ser de mayor consideracion.

Continuemos la escursion á la última de las estaciones de Guipúzcoa en la direccion seguida, y la primera viniendo de Madrid: queda á 14 kilómetros de la estación de Beasain, la de Zumarraga. En todo este trayecto ha sido preciso hacer muy considerables obras de arte y trabajo de desmonte y terraplen. Dos puentes sobre el rio Oria, nueve túneles con 2,780 metros en junto, el . magnífico viaducto de fierro de 350 metros de largo y hasta 35 de alto en el centro, en Ormaiztegui, sobre la misma casa de baños.

Apenas se sale de la estación de Beasain, se divisa á la izquierda el pequeño grupo de casas é iglesia parroquial del concejo de Olaberria, ocultándose mas adelante á cosa de una legua de distancia, las villas de Idia.za.bal, Mutiloa., Cerain, Segura, y mas distante la de Cegama. A la izquierda tambien y al paralelo del gran viaducto de Ormaiztegui se ve en un alto á corta distancia la villa de Gaviria, y mas adelante en la pequeña vega los barrios de Alegría y Santa Lucía; á las alturas respectivas de estos á la derecha, el concejo de Ichaso y la villa de Ezquioga hasta que pasando por el túnel del barrio de Eizaga (2), sale junto á la iglesia parroquial de la villa de Zumarraga, á medio kilómetro mas de esta, se entra en la estacion, á la que igual ó muy poco mas es tambien la distancia que queda de la villa de Villareal.

(1) ¿No será al fin este el nombre que le quede?

(2) Se ha abandonado otro túnel contiguo li él, que estli eompletamente construido, por suprimir un viaducto de 50 metros de elevaelou en el centro y !!las de lOO de longitud lila entrada de aquél.

/121/ En todo este trayecto se ven caserías desparramadas, entre ellas las nuet1e casa& (y 91 habitantes) de que se compone la villa de Gudugarreta, así como algunas del concejo de Arriaran, dependiente del de Ichaso, formando los campos de cultivo y demás objetos de uno y otro lado de la carretera general, paralela á la cual sigue el ferrocarril hasta Zumarraga; la misma perspectiva que en lo demás del trayecto preindicl\(lo de Guipúzcoa.

Mencionaremos los nombres ilustres que mas han sobresalido en estos pueblos. .

Idiazabal. Don Miguel Antonio de Zumalacárregui, varias veces diputado á córtes, senador y dos veces ministro. Perteneció al partido liberal y era. hermano del célebre carlista Zumalacárregui.

Segura. Don Nicolás Velez de Guevara, mayordomo de los Reyes Católicos y señor de las villas de Améyugo y Tuyo. Don Pedro de Apaolaza, obispo de Barbastro. Don Ignacio de Lardizabal, el jefe que encabezó en Guipúzcoa la revolucion carlista de 1833 en que ascendió á general.

Gudugarreta. Don Francisco de Mugica, cardenal en Roma, con el título de Santa Cruz de Jerusalen.

Ormaiztegui. Don Tomás de Zumalacárregui célebre general carlista, que con escasas y no bien disciplinadas tropas consiguió muchas veces vencer á las del partido liberal que le perseguian. A principios de junio de 1835 se presentaba imponente, despues que sorprendió y dispersó poco antes en el alto de Descarga, haciendo 2,000 prisioneros, entre ellos varios jefes y muchos oficiales al ejercito liberal, de cuyas resultas se entregaron varios pueblos de Guipúzcoa y Vizcaya que estaban guarnecidos convenientemente con fuerzas del ejército y nacionales, y otros abandonaron precipitadamente.

En consecuencia de estos triunfos y otras acciones anteriores en que salió· vencedor, los consejeros de don /122/ Cárlos acordaron que sitiara seguidamente á Bilbao. Se asegura de un modo, al parecer fundado, que él se opuso con observaciones á esta medida; pero cediendo á su deber de subalterno, impuso sitio á Bilbao. Como general acostumbrado á inspeccionar personalmente los trabajos del sitio, en uno de estos momentos en que se - presentó con el anteojo al balcon principal de la casa-palacio de Begoña el 15 de junio de 1835 por la mañana, fué herido de una bala de fusil, por los sitiados, en la parte superior de la pierna derecha. Disponiendo que continuara el sitio, se hizo conducir en una camilla á la villa de Cegama, en donde murió el 24 del mismo mes, de resultas de la herida. Despues de su muerte, don Cárlos le nombró capitan general de los reales ejércitos, y por otro decreto le concedió la grandeza de España de primera clase con los títulos de duque de la Victoria y conde de Zumalacárregui, para sí y sus descendientes hijos legítimos (1).  Recomendaba además á la provincia de Guipúzcoa, que á la terminacion de la guerra, exhumados los restos mortales del caudillo, fueran trasladados á Ormaiztegui para ser colocados en un mausoleo digno, que al efecto hiciera construir (2).

Ichaso. Doctor don Francisco de Sarriegui, obispo de la Habana en el año de 1730, cuyo busto con la inscripción, 

(1) Estos decretos están copiados en la biografia de Zumácarregui en la historia de la guerra de Navarra y provincias vascongadas, por Vargas.

(2) Zumalacárregui fué uno de los sitiados de 1808 en Zaragoza, en donde en una de las salidas cayó prisionero. Conseguido evadirse, sirvió en el batallon del llamado Pastor, Jáuregui, y al terminar la guerra fué colocado de capitan en el batallón de Borbon. Tomó parte en la facción en 1821 y mandó un batallón, y despues enel ejército ascendió á coronel. Se distinguió como buen organizador, y en 1833 despues de la muerte de don Santos Ladron, fue nombrado comandante general interino para organizar uy mandar los restos del ejército carlista en Navarra.

 /123/ conserva el ayuntamiento de esta villa en su casa consistorial.

Ezquioga. Don Bernardo  de Echaluce, general y ministro del supremo tribunal de García y Marina, despues de la última guerra civil.

Villareal. Fray Francisco de Oruz; conocido ,en el Siglo XVII por el cardenal Necolalde y Zavaleta. Regaló 4 su pueblo en 1676 el cuerpo de Santa Anastasia que allí se conserva el esqueleto. Don Miguel y don Cristóbal de Ipeñarrieta, ambos del Consejo de Hacienda de Felipe III. Don Tomás de Ipeñarrieta, capitan general de Andalucía. Don Carlos, don Felipe y don Juan Cárlos de Areizaga, capitan general de los reales ejércitos el primero, tenientes generales los otros dos. Y por fin, don Gaspar de Jáuregui, conocido tambien por el Pastor. En la guerra de la Independencia, abandonando el cuidado de las ovejas; -principió con unos cuantos mas á hostilizar á los franceses. Creciendo en poder y fama por las frecuentes sorpresas que hizo, y en acciones varias en que triunfó de los franceses, llegó a reunir y mandar tres numerosos batallones. Terminada la guerra, sus buenos servicios no fueron correspondidos y quedó por olvidado. Partidario de la constitución, en 1823 llegó a mandar una brigada. Poco despues como otros muchos , tuvo que emigrar a Francia. Llamado nuevamente en 1833 por el partido de Isabel II, mandó una brigada durante la guerra civil y depues de terminada ascendió a general. Murió de enfermedad en Vitoria el 19 de diciembre de 1844,. Hombre probo, de valor, y que miraba con toda consideración por el bien del país, su muerte fue sentida: sus restos mortales fueron trasladados desde Vitoria a la iglesia de villareal, por la diputación, dedicándole una fúnebre función

Zumarraga. Don Miguel Lopez de Legazpi, adelantdo y conquistador de Filipinas. Nacido en .el palacio de Legazpi, /121/ posteriormente con el nombre de Jáuregui, contiguo á la misma estacion, estudió la carrera de jurisprudencia. En su juventud siguió la milicia en Méjico, en cuya capítal se hallaba retirado con los honoríficos cargos de alcalde ordinario y escribano mayor del ayuntamiento, cuando fué nombrado de adelantado de la espedicion á las islas llamadas del Poniente, y conocidas despues de su conquista con el nombre de Filipinas, ó archipiélago Filipino.

Una flota de cinco naves con 400 hombres, salió desde el puerto de la Natividad de Méjico, en el Océano Pacífico, el21 de noviembre de 1564 en direccion hácia el punto preindicado. Iba en ella el célebre Urdaneta, de quien hemos hecho mérito, respecto de esta espedicion, al hablar de los hombres mas sobresalientes de la villa de Villafranca.

A pesar del fatal resultado de las cuatro espediciones anteriores con igual objeto, por esta vez les auguraba favorablemente. La flota descubrió el 9 de enero siguiente la isla de los Barbados, el 22 las Marianas y el 16 de febrero fondeó en Tandaya, uno de los puertos de aquel archipiélago. Desde entonces data la conquista de aquellas islas. Legazpi, dotado de un espíritu religioso, valor. constancia y paciencia para atraer á los indígenas á la religion que él profesaba, empleaba generalmente medios suaves, recurriendo tan solo en último estremo al de las armas. El tiempo vino á aprobarle cuan conveniente era au sistema y los hechos le dieron el éxito mas feliz.

La isla de Zebú fué donde fundó su primer pueblo. Acometido en e! puerto de este nombre por una considerable flota portuguesa que pretendía el dominio de aquellas islas, su valor y presencia de ánimo contribuyó al triunfo contra aquella, que fué derrotada. Ya en adelante esta era la isla de sus ulteriores operaciones sobre las de aquel archipiélago. /125/ En proporcion que el éxito de la empresa iba correspondiendo, sus miradas estaban siempre fijas en la de Luzon, como la mas importante. Decidióse á emprenderla con ánimo sereno:. le estaba reservado que babia de ser feliz como en las demás.

Con solo 280 hombres salió, al efecto, de las islas de Pana.y y Leyte. Posesionóse de Manila el 19 de mayo de 1571, y el24 de junio siguiente erigió á esta ciudad en metrópoli de todo aquel archipiélago, creando dos alcaldes ordinarios, doce regidores, un escribano de ayuntamiento y un alguacil mayor: Tales son, en compendio, los hechos esenciales de la conquista del insigne Legazpi.

Cuando su obra, despues de siete años y medio de continuas fatigas y sinsabores veis completada, en cuanto cabe de una empresa de su género, murió repentinamente el 20 de agosto de 1572. Su cadáver fué sepultado en la iglesia del convento de San Agustín de Manila, donde aun se conserva. A su buena memoria le dedica aquella ciudad el panegírico en cada aniversario (1).

Oficialmente reconocido como. conquiatador, capitan general y primer gobernador·, su retrato es el primero que aparece colocado á la derecha de S. M. en varios establecimientos de aquella hoy populosa ciudad. La provincia de Guipúzcoa, deseando tambien . poseer el retrato de uno de sus mas distinguidos hijos,  lo adquirió haciendo traer una copia de Manila, que se halla en uno de los salones de la Diputacion, en Tolosa. La villa de Zumarraga posée tambien otro retrato igual en su casa consistorial.

Hombres de la celebridad y hechos del adelantado y conquistador Legazpi, dignos son de que se les erijan estatuas

(1) Tambien la villa de su nacimiento le dedica igual aniversario, á pesar de las dificultades y tropiezos porque va pasando la fundaeion que al efecto en 1564 al emprender la espedicion, dejó todo arreglado don Miguel Lopez de Legazpi. 

/126/ públicas, que son la historia gráfica en que lee la generalidad del pueblo, sirviéndole de recuerdo para pagar el debido tributo á sus héroes. Es de esperar que la muy noble y muy leal Guipúzcoa haga á otros igual justicia que á Elcano.

De Zumarraga fué tambien doña Maria de Urazandi, · nacida en la casa solar de este nombre, situada á la márgen dereoha del rio Urola, abuela· del célebre don Alvaro de Luna y del arzobispo de Toledo, don Juan de Cerezuela. Don José Ignacio de Aguirrevengoa, rico banquero de París, que tantas donaciones hizo en favor de la tglesia de su pueblo natal. P. Juan de Abarizqueta, de la compaiiia de Jesus; de quien en la vida de los varones iluetres de la misma se dice: «fué varon insigne por el eelo de las almas, y esclarecido por el esplendor de su muchas virtudes, cuyo nombre y méritos los celebrarán por mucho tiempo los de Salamanca y-pueblos circunvecinos. » Nació el5 de noviembre de 16'75, y murió en Salamanca en el colegio de la misma Compañía.

La estacion de Zumarraga es la que en torno suyo reune bastantes elementos de vida para el ferro-carriL Como primera estacion á la entrada en Guipúzcoa, es probable que ella sea el punto de percepcion de los derechos de los caldos espirituosos que vengan de Navarra ó la parte de Castilla, cuyo ingreso constituye una de las importantes entradas en las arcas de esta provincia; Agrégase á esto el considerable radio de pueblos para que esta estacion se presenta en ventajosas condiciones; circunstancia que necesariamente influirá que á ella se dirijan preferentemente.

La continuacion desde esta última estacion, despues de pasado el valle del Urola y la villa de Legazpia, viene á cruzar por entre un crecido número de túneles y otras clases de obras de arte la cordillera de los Pirineos, hasta. llegar á la estaeion de Olazagutia, distante 32 kilómetros .. /127/ de la de Zumarraga. Dejamos en Olazagutia la estacion por el ferro-carril.

Indicaremos los nombres mas notables 4e que es patria la vila. de :

Legazpia. Don Diego Ascencio de Vicuña, almirante general de mar y tierra. Don Miguel de Guridi y Elorza, gobernador en Nueva España. Don Tomás de Vicuña, intendente eneral de ma¡rina. Don José Lardizabal y Vicuña, regente de la real audiencia de Barcelona, y despues consejero de hacienda. Y, por último, don Manuel Antonio de Gorosabel, doctor en ambos derechos y fiscal de la Inquisicion de Llerena, y despues en Santiago de Galicia.

Resumiremos en dos seociones los túneles, viaductos y puentes de ·que tanto abunda, sin contar otros puentes y pontones superiores é inferiores que tampoco escasean, además de los construidos sobre los cinco rios, de los los principales de Guipúzcoa. La primera seccion del Vidasoa á Tolosa, inclusive el puente de aquel río, tieme siete puentes, dos viaductos; y cinco túneles con 2.265 metros en junto de longitud: ·la·segunda, desde Toba á Olazagutia, veinte y siete túneles con 9,954 metros de longitud; dos viaductos con 415 m diez y ocho puentes. Tales son las obras que, en esta últiina parte, ha exigido la traveaía de los Pirineo.

Terminada la parte del viaje por el ferro-carril, vamos á coninuar por la carretera, en conformidad con lo que hemos consignado al emprender aquel.

La villa de Salinas es el primer pueblo de Guipúzcoa sobre la carretera general de Madrid á Irun,.entrando por la parte de Bitoria. Siguen en esta direccion la villa de Escoriaza á una legua, el lugar dé Arechavaleta, ambos del valle real de Leniz, á tres cuartos, la villa de Mondragon á una mas, otra á la ermita de San Prudencio, desde donde por un camino que se separa, hay tambien /128/ una legua á la villa de Oñate. De San Prudencio á Vergara dista igualmente una legua, y desde la entrada de esta, siguiendo la carretera general queda la villa de Anzuola á tres cuartos de legua, y en direccion opuesta la villa de Elgueta á una próximamente. En todo este trayecto, como en lo demás del camino preindicado, se observa que están los campos bien cultivados, caserías acá y acullá y demás pormenores que se omiten. La fábrica de hilados, tejidos y pintados de los señores Blanc, Lareudé, Aguirre y compañía á la entrada de Vergara.

Muchos son los nombres ilustres que mas han sobresalido en estos pueblos.

Escoriaza. Don Francisco de Esteibar y don Iñigo de Gaztañaduy, maestre de campo, y además, capitan general de Filipinas el primero. Don Francisco de Gaztañaduy y don Martín de Alday, generales.

Arechavaleta. Don Pedro Ruiz y don Domingo de Durana, canónigos con títulos de cardenales de la iglesia de Santiago, provincia de la Coruña.

Mondragon. Estéban de Garibay y Zamallóa, historiógrafo del reino, por Felipe II, autor del Compendio historial de las crónicas, y Universal historia de España, y de otras obras. Don Cristóbal de Mondragon y Otalora, don José de Garro, don José de Iramain y don Francisco de Esieibar, maestres de campo, de ellos el último, el que mandó en Filipinas las fuerzas terrestres y marítimas contra los chinos é ingleses sus aliados, durante veinte y cinco años. Fray Domingo de Bañez, autór de varias obras sobre teología. Don Miguel Ruiz de Otalora, don Gerónimo de Otalora, don Domingo y don Rodrigo de Ocariz, y don Juan de Andiano, del Consejo de Castilla y ministros mereciendo el último de ellos el título de conde de Monterron. Don Manuel María de Aranguren, conde de Monterron, diputado general de Guipúzcoa y senador del reino. /129/ En la parte correspondiente á baños, hemos hablado de los de Santa Agueda, Mondragon, Arechavaleta y otros de esta provincia, como de los baños de mar.

Oñate. Don Rodrigo de Mercado y Zuazola, don Lorenzo Ascensio de Otaduy y Avendaño, Fr. Cristóbal de Lazarraga y don José Antonio de Umerez y Miranda, obispos de Avila los dos priméros, de Cartagena de América el tercero y de Panamá el cuarto, y además el señor Suazola, uno de los primeros vireyes de Navarra. Don Juan Lopez de Lazarraga, contador de los Reyes Católicos. Don Antonio de Araoz, compañero de San Ignacio de Loyola, comisario general de la compañía de Jesus en España, donde fundó quince colegios de la misma órden. Don Gregorio Lopez de Mendizabal y don Antonio Ignacio de Cortabarría, ministros del Consejo supremo de Castilla. Don Cristóbal de Gazteluondo y don Joaquín Julian de Alza, generales. Este último, perteneció al partido carlista, que por no haberse querido adherir al convenio de Vergara, estuvo emigrado. En la intentona de 1848 se puso á la cabeza de un corto número de secuaces, pero perseguido en todas direcciones, fué cogido el 2 de julio y fusilado el siguiente dia en Zaldivia. Por las simpatías que supo granjearse, fué sentida su muerte en el país vascongado.

Elgueta. Don Andrés de Orbe, arzobispo de Valencia, é inquisidor general. Don Martín Saez de !barra, inquisidor apostólico.

Anzuola. Don Andrés de Arizti, canónigo doctoral de Toledo y contador mayor del infante cardenal en 1624.

Vergara. Célebre villa para los fastos históricos de la nacion española por el convenio del 31 de agosto de 1839, sobre cuyo proyecto de monumento hemos hablado en la seccion monumental. Es tambien patria de muchos hombras ilustres. Don Andrés Martinez de Ondarra, don Martín y don Antonio de Aróstegui, secretarios /130/ de distintos reyes, y el primero de estos dos, coronel ó jefe de los cuatro mil tercios que Guipúzcoa tuvo en 1625 en la frontera de Francia. Don Tomás de Ayardi y don Antonio de Vergara, del Consejo de Hacienda. el primero y de Indias el segundo. Don Juan de Ozaeta, corregidor y veedor general en Italia: en 1572 sostuvo de su cuenta quinientos hombres en la frontera de Francia. Don Martín Perez de Olazabal, general Don Antonio de Rios y Rojas, autor de varias obras. Don Gabriel de Mendizabal, coronel de los tercios guipuzcoanos, teniente general y conde del Cuadro de Alba de Tormes, por el valor con que sostuvo y rechazó por tres veces las cargas de la numerosa caballería del ejército francés. Tambien se distinguió con su division en la batalla de San Marcial el 31 de agosto de 1813. Don Andrés de Ayardi, arzobispo de Brindes, en Nápoles. Don Cándido Manuel María Gaitan de Ayala y Areizaga, conde de Villafranca de Gaitan, diputado general de Guipúzcoa en 1845, y despues senador del reino. Y, por fin, Vergara. cuenta tambien por hijo suyo con el nombre de San Martín de Aguirre, de quien hemos hecho algunas indicaciones en el artículo referente á Beasain.

Continuando el viaje á la villa de Elgoibar que le separa dos leguas de la de Vergara, á poco mas de media distancia queda situada, en ambas márgenes del rio Deva, la villa de Placencia con sus fábricas de armas del gobierno y particulares; despues que sale de esta villa pronto llega al camino que se separa para Eibar, villa renombrada por la calidad de sus armas de fuego. De Elgoibar á las de Deva y Motrico dista á mas de dos leguas á cada una. De los baños del lugar de Alzola como de los de mar de las anteriores dos villas, hemos hablado en la seccion de baños.

Indicaremos los nombres de los que mas se han distinguido en estos pueblos. /131/

Placencia. Doctor don A¡¡drés de Ibañez de Irure, proto-médico del emperador Cárlos V. Don Juan Ignacio de Obiaga, inquisidor apostólico .del Perú, que dejó una. obra pía. Don Manuel Francisco de Joaristi, director ju~ ilado de la real compañía de Filipinas, fundador tambien de una importante obra pía en favor del pueblo. Don Pedro Colon de Larreátegui, del Consejo y Cámara de Castilla. Doctor Espilla, autor del Compendio de conclusiones teológicas.

Eibar. Don fray Ignacio de Mallea, don fray Andrés de Ubilla y don fray Estéban de Alzúa, obispos del Rio de la Plata, Chiapa y Cuba. Don Diego Martinez de Orbes, tesorero de Cárlos V. Don Francisco, don Diego, don Francisco, don Martín, don Miguel y don Estéban de !barra; el primero comisario de Holanda y del Consejo de Felipe II; los otros tres de los conquistadores de Nueva Ga.licia y Nueva Vizcaya; el quinto, presidente de la real Audiencia de Quito; y el sesto, secretario del Consejo de Cárlos V. Don Antonio de Isasi Idiaquez, don Lorenzo de Eguiguren, don Juan Lopez de Arichulueta, don Martin de Orbea, y el llamado capitan Albizuri, almirantes los dos primeros y generales de mar los tres últimos. Don Juan Bautista de Orbea y Urquizu y don José de Idiaquez Isasi, gentiles-hombres de S. M. y gobernadores de Conchucos en el Perú. Don Martín y don Juan de Larratiegui, ministro del Consejo de Castilla el primero, y secretario del rey el segundo. Don Martín y don Pedro Lopez de Inarra, secretario de S. M. el primero y canónigo dignidad de la santa iglesia de Toledo el segundo.

Deva. Fernan Ruiz, don Francisco de Andía y don Francisco de Irarrazabal, prebostes de la misma villa y su jurisdiccion, perpetuado en sus descendientes por los servicios prestados á Alonso XI y Juan II. Don Juan de Espila, arzobispo de Matera, en Nápoles. Don Pedro  /132/-Lizaola, obispo de Trípoli. Don Pedro de Olaso, secretario de Estado. Déln Juan de Andonaegui, secretario de la embajada en Roma, premiado por Felipe 11 y los papas Pio V y Gregorio XIII. Don Francisco de Lersundi que en 1833 principió de alférez su carrera en el batallon de Chl\pelgorris, de Guipúzcoa, del partido liberal, ascendió á teniente general, senador, ministro de la Guerra varias veces y Marina, y presidente del Consejo de ministros.

Motrico. Don Juan de Gamboa, coronel de los tercios de Guipúzcoa y capitan general de la frontera de Francia en tiempo de los Reyes Católicos. Don Miguel de Vidazabal, don Juan de Iturriza, don Juan de Guillistegui Berriatua, don Antonio de Gaztañaga é Iturribalzaga; almirantes los tres primeros y teniente general de marina el cuarto. El almirante Vidazabal apresó en 1618 cinco buques cargados de dinero y valiosos objetos á los moros, y despues batió á una escuadra de veinte y ocho navíos también de los mismos, apresándoles veinte y dos. Don Cosme de Churruca, mandaba el navío San Juan Nepomuceno en el combate de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, en que murió. Por su buen comportamiento, despues de muerto fué elevado á teniente general por el gobierno. Los ingleses apresaron este navío, como otros muchos de la escuadra aliada franco-española, y honraron la memoria del ilustre Churruca, conservando el San Juan Nepomuceno en la bahía de Trafalgar con su cámara cerrada y una lápida sobre la puerta con el nombre de Churruca en letras de oro. Don José de Churruca, sobrino carnal del que precede, fué diputado á córtes y senador.

Elgoibar. Don fray Diego de Alzola, obispo de Guada1ajara en Nueva España. Don Sebastian de Carquizano, veedor de los reales ejércitos. Fray Pedro de Amuscotegui, ministro provincial de la órden de San Francisco. /133/ Don Juan de Basarte, secretario del rey. Don Eugenio de Larrumbide, ministro togado del Tribunal de Guerra y Marina.

De Elgoibar, subiendo la penosa y larga cuesta hasta la divisoria del monte Azcárate, se desciende despues con rapidez la opuesta parte hasta llegar á Azcoitia, distante dos leguas. Continuando por el agradable valle vése á la derecha de la márgen del rio Urola el magnífico santuario de Loyola, mas adelante Azpeitia, en cuyo paralelo queda la universidad de Regil por la parte derecha. De la villa de Azcoitia á la de Azpeitia dista 3/4 de legua 1 1/2 mas á Cestona y de esta á Zarauz algo mas de dos. Déjanse en el tránsito, á la izquierda en la costa las villas de Zumaya y Guetaria por los respectivos caminos que conducen á ellas, y á uno y otro lado del rio Urola el valle de Oiquina, dependiente de Zumaya y concejo de Aizarnazabal de la villa de Cestona. Son nativos de estos pueblos entre los hombres ilustres que mas han sobresalido.

Azcoitia. Don Pedro, don Domingo, don Martin y don Juan Idiaquez, el primero se distinguió en la conquista de Granada; el segundo fué arzobispo de Brindis; el tercero secretario de Estado y el cuarto general duque de Granada. Don Juan Zuazola y don Francisco Zárate, obispos de Astorga y Cuenca. Don Pedro de Zuazola y don Juan de Insausti, secretarios de Cárlos V y de Felipe III. Don Tomás de Larrazpuru, capitan general de la armada. Don Francisco Javier de Munive, conde de Peñaflorida, autor, socio y primer director de la Real Sociedad Vascongada de amigos del país.

Azpeitia. Don Martin García de Oñaz y Loyola, hermano mayor de San Ignacio, capitan general de Chile que casó con la hija del Inca en el Perú. Don Fernando de Uranga, don Bernardo de Izaguirre y don Martin de Zurbano, obispo de Tuy y presidente del tribunal de /134/ la Inquisicion el primero, de Cuba el segundo, y arzobispo de Charcas el tercero. Dón José de Iturriaga, jefe de la real armada y primer director de la compañía guipuzcoana de Caracas. Don Francisco José y don Manuel Emparan, teniente general de los reales ejércitos el primero, y el segundo Capitan del navío San Hermenegildo de ciento doce cañones (1). Don José de Uranga y don José Ignacio de Iturbe, el primero teniente general y el segundo mariscal de campo: ambos pertenecieron en la guerra civil al partido carlista, habiendo contribuido el último para el convenio de Vergara, y prestado despues el primero sumision á la reina. Y por último, tambien fué de Azpeitia San Ignacio de Loyola, el célebre fundador de la compañía de Jesus, tan combatida y deprimida ésta por unos, cuanto ensalzada por otros. Nacido en 1491 siguió la carrera militar hasta que fué herido en el pié izquierdo el 20 -de mayo de 1521 en el sitio de Pamplona. Dedicóse durante la curacion á la lectura de libros místicos, y despues con fé á la vida religiosa. Empleó bastantes años en sus estudios y viajes á Monserrate, Tierra Santa, su regreso á España, ida. á París y Roma.

(1) Vanos á referir el triste fin de este navío y del Real Cárlos de ciento doce cañones tambien, ambos de tres puentes, mandado por el capitan de navío don José de Ezqqerra. Navegando la nóche del 12 de julio de 1801 laescuadra aliada franco-española de nueve navíos y algunas fragatas que salieron el mismo día de Algeciras en díreccion á Cadiz, a retaguardiade la cual á cierta distancia, seguia la inglesa, cuyo jefe, á favor de la oscura noche, ordenó al Capitan del na vio Soberbio que era muy velero, hiciese fuego á la retaguardia de la aliada. Interpuesto á cosa de las diez de la noche entre aquellos dos navíos, descargó á uno y otro á cada andanada, y orzando en seguida fuertemente se separó lo posible. Los navíos españoles contestaron, pero causándose el daño el uno al otro, y encarnizados en la lucha á que se siguió el abordage, no conocieron su engaño hasta este último estremo. El fuego del Real Cárlos se comunicó al San Hermenegildo, y ambos sucumbieron con sus jefes sin salvarse mas que unos 50 hombres de mas de 2.000 que contenían. 

/135/ En 1640 formó la compañía de Jesus, de que fué general. Muerto en Roma el 31 de julio de 1556, fué beatificado el 27 de julio de 1609 por Paulo V, y canonizado el 12 de marzo de 1622. Es patron de Guipúzcoa y Vizcaya. Del grandioso edificio de Loyola, erigido en el mismo local de su casa nativa, se ha hablado en la seccion monumental.

Zumaya. Don José lbañez de Sasiola, embajador de España, condecorado con la órden de la Jarretera de Inglaterra, para sí y sus sucesores, segun refiere el doctor Isasti en su Compendio historial de Guipúzcoa. Don iñigo de Goiburu y Aranza y don Martín Ruiz de Arteaga, gobernadores de Veraguas. Don Francisco de Gamboa y Zarauz, del Consejo de S. M. y señor del palacio de Arriaran. Don Baltasar de Echave, natural de Oiquina dependiente de la jurisdiccion de esta villa, oidor de la Real audiencia de Méjico, autor de los Discursos de la antigüedad de la lengua cántabro-vascongada, impresa esta obra en la misma ciudad en 1607. Don Juan de Olazabal, del Consejo de Felipe IV: fundó una dotacion para la maestría de escuela. Y por fin don Juan de Aspiazu, secretario de S. M.

Guetaria. En esta villa nació el célebre don Juan Sebastian de Elcano (1), el primero que dió la vuelta al mundo. Vamos á dedicarle algunas lineas relativas á la espedicion y hechos que le legaron un nombre imperecedero . A falta de datos seguros de la fecha de su nacimiento estudios y carrera, se ha supuesto, como nacido en pueblo

(1) Algunos escritores le llaman Cano, y aunque este apeÍlido no parece menos fundado, tanto por su testamento y la carta del 13 de setiembre de 1522 del Emperador Cárlos V, que aun originales se conservan, como por otros documentos; es lo cierto que se ha generalizado mas el apellido de Elcano, y últimamente ha llegado á sancionarse de hecho, con la estátua de bronce que la provincia le erigió en su pueblo natal.

/136/- blo de costa, y probable que debió haberse dedicado á la navegacion á juzgat· por su voluntaria presentacion con un buque de 200 toneladas á Sevilla, para los armamentos que se preparaban para las guerras de Africa é Italia.

A la espedicion que por Hernando de Magallanes se preparaba tambien en Sevilla en 1519, se agregó Elcano en calidad de maestre.

La flota, de cinco buques, salió de San Lucar de Barrameda el 20 de setiembre del mismo año en direccion al Suroeste. Despues de penalidades de todo género y aun siniestros, pasando á los 55 grados latitud Sur el estrecho conocido despues con el nombre de Magallanes, el 27 de noviembre de 1520 consiguió parte de la espedicion el entrar en el Océano Pacífico. Dirigióse con rumbo á las Molucas, descubriendo de paso las islas que llamaron de Juan Fernandez, San Pablo, de los Tiburones, Marianas y las del archipiélago, hoy Filipino. Estando en estas murió el célebre Magallanes en un encuentro con los indígenas el 27 de abril de 1521. Recayó el mando en Duarte de Barboso, por cuya muerte en Juan Carballo, y depuesto este en Gonzalo de Espinosa. Despues de recorrer varias de aquellas del archipiélago indiano, y abandonado el buque Trinidad por su mal estado, Elcano fué elegido para mandar el Victoria que estaba cargado de especias, y el único que quedaba de los buques de la espedicion.

Emprendida la vuelta para España desde Tidore el 21 de diciembre de 1521, con cortas detenciones en varias islas, el 8 de mayo siguiente llegaron á ver el cabo de Buena Esperanza. Continuando el viaje, arribó el Victoria el14 de julio á la isla de Santiago, de las de Cabo Verde, donde detuvieron á los trece hombres que enviaron á tierra en busca de provisiones. Faltos de estas, cansados y diezmada además la tripulacion por la reciente detencion y enfermedades, hizose á la vela á los /137/ dos días y llegó á San Lúcar de Barrameda á los tres años el 6 de setiembre de 1823, con solos diez y ocho tripulantes, mas bien espectros (1).

El emperador Cárlos V contestó con fecha 13 del mismo mes á la carta que desde Sevilla le dirigió Elcano á su llegada, ordenándole que con otros dos compañeros del viaje se dirigiese á Valladolid. Acogióles bien, é hizo varias mercedes á Elcano, dándole por escudo de armas, en que figuraban, como alegoría de los productos con que trajo cargado el buque, la canela, nuez moscada y clavo de especia, y encima un globo con el letrero: primus circundediste mé (2).

Preparada otra segunda espedicion de siete buques en la Coruña en 1526, al mando de frey García Jofre de Loaisa, iba Elcano de guia y piloto mayor. Siniestros semejantes al del anterior viaje esperimentaron antes y despues de entrar en el Océano Pacífico. Muerto Loaisa el 30 de julio de 1526, la real provision disponía para este caso, que Elcano fuera el general jefe de la espedicion. Las salvas de artillería en medio del Océano así lo anunciaron, pero á los cinco dias era tambien víctima en brazos del célebre Urdaneta, efecto de los padecimientos del mar. Antes estendió su testamento en debida forma, dejando varias mandas. Tal es el fin de la existencia del

(1) Aunque en esta espediclon fueron tambieo los guipuzcoanos Juan de Elorriaga, maestre de la nave Sao Antonio; Domingo de Yana y Martin deGarate, naturales de Deva; Domingo de Irura, de Soravilla; Martin de Barzena, de Villafranca; Juan Lopez de Recalde, de Vergara; Martin de Zabala, de Azcoitia; Juan de Jrun, Juan de Segura y Pedro de Tolosa, de los pueblos de sus respectivos apellidos; entre los que regresaron no figura mas que el último que quedó prisionero en las islas de Cabo Verde.

(2) ¡Qué contraste forman las preguntas de la declaracion tomada Elcano por el alcalde Leguizamo! A un hombre que tal servicio acababa de hacer, dirigirle preguntas hasta denigrantes. ¡Parece lmposible!.

/138/ hombre que fué el primero en dar la vuelta al globo.

Don Pedro de Echave y Asu en 1671 y don Miguel de Argote en 1800, ambos sus paisanos, le erigieron en Guetaría, el primero una sepultura con inscripcion alegórica á su viaje, y el segundo una estátua de mármol. Guipúzeoa acordó en las juntas de 1859, del mismo pueblo, la construccion y colocacion en público, de una estátua de bronce, que con la debida solemnidad se efectuó en Guetaria el 28 de mayo de 1861 en honor del célebre Elcano.

Fueron tambien hijos de Guetaria, don Lope Martinez de Zarauz, del Consejo del rey, don Antonio de Urquiola. general de mar, y algunos otros antiguos. Don Joaquin Barroeta y Aldamar, senador actual del reino.

Zarauz. Fortun Sanchez de Zarauz y Gamboa, padre é hijo, ambos de igual nombre, que fueron justicia mayor de Guipúzcoa en el reinado de Alonso XI. Lope Hartinez, Juan de Ortiz, Hortuño y Fernandez de Zarauz; el primero del Consejo de Enrique IV, y los demás se distinguieron en las guerras de los R¡lyes Católicos. Don Juan Mancisidor, del Consejo de Guerra. Don Ignacio María del Corral y don Juan Ignacio de Ayestarán, ministro plenipotenciario el primero, y el segundo del Con. séjo de Cámara, ambos en los reinados de Cárlos IV y Fernando VII. ·

Dejando á la villa de Zarauz (1) con sus vistosas casas de reciente construccion, mar y estensa playa para baños, la fábrica de lienzos de lino del señor don Pascual Madoz, digno autor del Diccionario geográfico estadístico á histórico de España, y á la parte opuesta una de las

(1) Llamada la pequeña córte de Guipúzcoa, por las varias y hermosas casas que se han edificado recientemente, renovado otras, ademas del palacio del señor Corral y algunas mas, existentes á la vista del mar, la concurrencia de la aristocracia y otros personajes durante el verano; todo lo cual contribuye á que en esta estacion se reuna una escogida sociedad.

/139/ mayores riberas de Guipúzcoa, producto del mar que en su retirada con el trascurso de los tiempos ha ido dejando arena mezclada de fango, que cultivado y cuidado con esmero, consíguese actualmente ver cambiado en campo de abundante cosecha, especialmente de maíz; se divisa en lo alto de un monte por la parte derecha, á mas de una iegua, la universidad de Aya. Siguiendo la marcha por la carretera, se llega á la villa de Orio, situada en una pequeña eminencia á la márgen derecha del rio Oria en la proximidad de su desembocadura, y mas adelante Usurbil, desde donde á Zarauz dista una y media leguas, igual á la que, pasando la vistosa vega en que se hallan la comunidad de Zubieta y el lugar de Lasarte, dependientes de Cizurquil el primero, y de Hernani y Urnieta el segundo, media á San Sebastian, á cuya entrada, al llegar al punto de la antigua, presenta la ciudad con su monte Urgull y castillo, bahía, Urumea y demás objetos, un golpe de vista no menos agradable que tomado de cualquier otro punto. Consignaremos igualmente los nombres ilustres mas sobresalientes de estos dos pueblos del tránsito, para dar fin á esta tarea.

Orio. Don Pedro de Hoa, secretario de Estado de Felipe 111. Don fray Francisco de Segurola, arzobispo de Zaragoza. Fray José de Urtesabal, escritor y doctor en las cuatro facultades mayores. Don Antonio de Arizaga, almirante de la real armada.

Usurbil. Juan de Unza, secretario del rey. Don Julian Romero de Ibarrola, ·maestre de campo. Don Ignacio de Soroa, superintendente de fábricas de navíos. Don Francisco de Echeveste y don Tomás de Ayalde; el primero, general de galeones, y el segundo, teniente general de la real armada.