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Bosquejo de las antigüedades,
gobierno, administración
y otras cosas notables de la villa de
Tolosa
Pablo
Gorosabel
CAPÍTULO IX
DE LAS
INUNDACIONES DE TOLOSA
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La circunstancia de hallarse situada
esta villa de Tolosa a la orilla del río Oria, en terreno bajo y en la
estrechura que forman dos montes, ha sido la causa de las muchas inundaciones
que ha sufrido, haciendo daños de consideración y teniendo a sus habitantes
en alarma y consternación. También debía contribuir a la invasión de las
aguas en esta población la disposición y curso del mismo río, y que conviene
describir, para que se forme una idea más exacta de las cosas. Una parte de
dicho río entraba por donde hoy día existe la casa de los herederos del
marqués de Vargas, y siguiendo por el terreno que en el día ocupa la calle de
la Rondilla desembocaba junto a ]a casa de la Matadería. Verdad es que la
expresada rama de agua era por lo ordinario de poca corriente; pero en tiempo
de avenidas llegaba a formarse como el río de Ibarra en su mayor elevación,
de que resultaba quedar la villa aislada y sin más salidas que ]as de los
puentes de Navarra y Arramele. Aunque también había varios puentecitos, a
saber: uno en el portal de Castilla, otro frente a la fuente de lturrichiqui,
otro frente al pasadizo actual de la casa llamada de las Damas, y otro que
aún subsiste cerca del Matadero del ganado, todos ellos quedaban
interceptados por causa de su poca elevación, impidiendo además el libre curso
de las aguas.
Para evitar semejantes
accidentes la villa ha hecho sucesivamente diversas obras preservativas y
señaladamente las que a continuación se van a expresar. Entre los años de
1787 y 1789 compró y derribo las huertas que existían frente al convento de
Santa Clara, dejando como una mitad de su terreno para ensanche del río y se
alargaron los puentes de Navarra y Arramele con a cada arco más. En el año de
1801 y 1802 se cerró la abertura que había por donde hoy existe la casa de
los herederos del marques de Vargas; y se construyó un murallón a lo largo
del prado de la ermita de San
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Esteban, elevando en su
extremo superior el camino real, y siguiendo desde éste un murallón por la entrada
que se dirige hacia la casería de Illibia. Se dio igual elevación a la
estrada, que desde el camino real se dirige al río por detrás de la dicha
ermita, y se construyó una pared desde ésta hasta la huerta de Echegaray, hoy
de Don Ascensio de Otegui. Finalmente se rompieron en dicha época varias
peñas frente a la de Osinluce. En el año de 1814 se construyó un caño o
alcantarilla en la Rondilla, para dar curso a las aguas que en gran cantidad
suelen correr de la parte de Berrano. En el de 1815 y siguientes se rellenó
la acequia que había en la dicha Rondilla y más tarde hacia el año de 1848 se
igualó, rebajó y niveló el pavimento del mismo punto. Con todas estas obras,
y otras que sería prolijo referir, se ha conseguido, si no evitar enteramente
las inundaciones de esta villa, a lo menos que tengan lugar en raras
ocasiones; y que aún entonces no se sientan los efectos perniciosos y
funestos, que se experimentaban en los tiempos antiguos, ni por lo tanto haya
entre los habitantes las alarmas y sobresaltos que solía haber. En prueba de
esto basta decir que la última riada del año de 1831, según los cálculos de
los inteligentes, excedió una cuarta de vara a la de 1801; y sin embargo ni
causó estrago alguno, ni alarma en el vecindario. Convendrá no obstante muy
mucho que la autoridad municipal viva muy precavida en este punto, y que
cuide no sólo de conservar en buen estado las obras de seguridad ya
descritas, particularmente las ejecutadas en el año de 1801 y 1802, sino que
todavía aumente otras análogas. Hecha esta reseña, se pasa a referir las
inundaciones que ha habido en esta villa de las que hay algunas noticias
fundadas. La más antigua que encontramos explicada es la ocur-
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rida el día 26 de
Septiembre de 1678. En este día habiéndose aumentado considerablemente el río
por lo mucho que llovía, hubo tal avenida de aguas, que inundaron por todas
partes el pueblo, siendo la calle de Arosteguieta la que primero fue
invadida. A las ocho de la noche había en las de Miqueo, hoy Herreros, y
Correo dos varas de agua; por el camino de Castilla y su portal entraba tal
cantidad de agua que llevaba maderos de enorme tamaño. Reunidas estas aguas
con las que entraban por el portal de Iturrichiqui, formaban como una gran
laguna donde estaba la carnicería, en el día plaza de la verdura, agregándose
además las que subían por la parte de Belate. Entraba así bien otra gran
cantidad de agua por el boquete de la Armería y por detrás de la casa de
Atodo; de manera que formaban reunidas como un lago donde está la casa torre
de Domenjon Gonzalez de Andia, En la parroquia de Santa Maria, tanto en el
crucero, como desde allí para abajo en las fuesas, había una vara de agua, y
en los caminos y sepulturas abrió grandes agujeros. A repique de campanas se
juntó el pueblo en Santa Maria a pedir misericordia al Señor; y descubierta
la imagen de nuestra Señora de la Asunción, cantaron los curas la letanía y
salve, pusieron de manifiesto el Santísimo, y con él hicieron procesión en la
sacristía. Principiaron a bajar las aguas a las ocho y media de la noche, y
siguió progresivamente la declinación hasta la completa desaparición del
peligro.
En esta riada subió la agua
hasta el altar mayor de la iglesia de San Francisco; arrancó todas sus
sepulturas; derribó todas las tapias del convento; y causó otros perjuicios,
cuyo valor regularon en dos mil pesos. En Santa Clara entraron también las
aguas en dos varas de elevación. En la villa destruyó, y llevó la avenida del
río unas casas que estaban detrás del
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Hospital viejo, parte de la
del Matadero y dos de la calle de Arosteguieta, todas las paredes que
existían frente a la Armería a la orilla opuesta del río hasta el puente
viejo de Arramele y todas las de las huertas de la Rondilla. Todos los campos
de Lascoain estuvieron anegados; en el portal de Castilla subió la agua hasta
más de la mitad; el ultimo arco de la parte del convento del puente de
Navarra estuvo cogido por la agua; en diferentes zaguanes del pueblo quedaron
troncos muy grandes. De esta relación se conocerá el gran peligro en que se
vieron los habitantes de esta, villa; pero esto no obstante, ninguno de ellos
pereció. Por esta razón decretó el Ayuntamiento en sesión de 30 del mismo mes
y año que se guardase perpetuamente el día, de San Cipriano, 26 de
Septiembre, como fiesta de precepto bajo pecado mortal en honor y hacimiento,
de gracias al Santo; que se haga procesión solemne por las calles, y se diga
misa cantada, cuyo estipendio pague la villa, Se acordó también que al efecto
se pidiese al Ordinario eclesiástico la competente licencia, y que ora diese
su permiso o no, se observase la fiesta por devoción y voto de la villa bajo
de pecado mortal. El 26 de Febrero de 1702 hubo otra avenida extraordinaria
del mismo río Oria, de la cual no nos han quedado más pormenores de importancia
sino que entró la agua en la plaza nueva y algunas calles, causando además la
destrucción del molino llamado del Matadero, por estar junto a él, como
resulta de la cuenta folio 99 vuelto y acta del Ayuntamiento de 24. de
Septiembre del mismo año.
En 20 de Junio de 1762 hubo
también otra inundación del pueblo; pero no tenemos noticias detalladas de
ella, no existiendo el libro de actas correspondiente a este año. Sin embargo
en la del 10 de Agosto de 1777 se hace mención
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de que de resultas de esta
riada, y con el fin de dar libre curso a las aguas y evitar daños é
inundaciones, se hizo demoler el molino que tenía la villa en la
desembocadura de la corriente que pasaba por la Rondilla, el cual existía
junto a la casa del Matadero. Esto prueba que la avenida debió ser bastante
grande.
En 20 de Junio de 1765
ocurrió otra inundación, de la que sólo sabemos que entraron las aguas en
primer lugar en las calles de Arosteguieta y Herreros; cuyos habitantes medio
desnudos huyeron con sus muebles a refugiarse a la plaza vieja y sus
inmediaciones. Parece que las gentes decían que la avenida del año de 1762
había sido mayor. Sea de ello lo que fuere, la circunstancia de haber
ocurrido ésta en el mismo día que la anterior inundación, hizo sin duda que
la villa acordase, como acordó, celebrar en la parroquia de Santa Maria
función añal, según consta de la acta del día 22 del mismo mes y año, con
procesión dentro de ella en la cual también se hace expresión de la avenida
experimentada en 17162.
El día 19 de Junio de 1775
hubo en esta villa otra inundación, de la cual nos constan pocos pormenores.
Resulta únicamente que durante el día y noche subió el río a una altura
extraordinaria, por lo que hubo una gran consternación en el vecindario y que
por orden del Alcalde estuvieron de vela algunos hombres para la quietud y
sosiego del público. Aparece igualmente que el camino real frente de la casa
de Misericordia quedó intransitable con el mucho barro y tierra que cayó de
las heredades de la parte superior a resultas de la inundación de las aguas.
Acta del 21 de Junio del mismo año.
En la noche del 2 de
Octubre de 1787 se experimentó en
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este pueblo otra
inundación. del mismo río Oria, la cual puso a sus habitantes en mucha
consternación; pero todavía fue mayor la que ocurrió en la noche del 6 al 7
del mismo mes. Ya en efecto para las diez y media el río había invadido el
pueblo por su parte baja a consecuencia de lo mucho que llovió de tronadas; y
los habitantes gritaron el peligro que amenazaba. En su vista mandó la
autoridad local por pronta providencia iluminar las calles con barricas
encendidas con brea, y acordó otras medidas que estaban a su alcance. Se
tocaba la ría con la mano en el primer arco del puente de Navarra del sobre
pretil; y si bien no le sobrepujó, entraban por el portal algunas oleadas. La
agua que entraba por los boquetes de la muralla del Tinglado y casa de
Idiaquez inundó la Plaza vieja, y corrió por las calles Mayor y del Emperador
hasta reunirse con la que entrando del portal del Matadero subía en sentido
contrario. Era ya la media noche; y a pesar de que hacía media hora que había
cesado de llover, subía aún el río en términos de llegar a rozar con las
pilastras de la casa concejil de la Plaza vieja la agua que de retroceso
venía por las calles Mayor y del Emperador. Esta fue la mayor altura a que
subió el río. pues desde dicha hora de la media noche comenzó a bajar
notablemente;. continuó sucesivamente la baja. y con ella la alegría de los
habitantes, harto perturbada con el recuerdo de la catástrofe de la villa de
Sangüesa, que fue llevada por el río Aragón en la noche del 24 de Septiembre
anterior. Por evitar igual suerte muchas gentes abandonaron el pueblo huyendo
a los montes vecinos; pero felizmente no ocurrió la temida desgracia, ni otra
de graves consecuencias. A su virtud se acordó ejecutar varias obras de
precaución y entre ellas la de aumentar un arco en los puentes de Navarra y
de Arramele, obte-
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niendo para ello Relal
aprobación, como se ve de la acta de 14 de Octubre del mimo año de 1787.
En los días 20 y 2. de Mayo
de 1801 tuvo así bien lugar otra riada extraordinaria e inundación de esta
villa. El primero de los días citados a consecuencia de lo mucho que llovió
hubo una avenida como la del año 1787, mediante la cual las aguas que
entraban por los boquetes de la muralla del Tinglado y casa de Idiaquez
pasaban a las once y media de la mañana por las calles Mayor y la del
Emperador. A dicha hora bajó el río notablemente; pero llovió tan copiosamente
aquella noche, que a las dos de la mañana del siguiente día 21 entraba desde
San Esteban por el portal de Castilla, aunque no en mucha cantidad. Al mismo
tiempo por el retroceso, siempre experimentado desde el Matadero y Rondilla,
se inundó la Plaza nueva y calles bajas, y fue creciendo el río hasta las
cuatro de la mañana en que tuvo su mayor altura, llegando por la parte del
camino de Navarra al par del Convento de Santa Clara. Llegó a cubrirse de
agua todo el lado inferior del campo de Lascoain, donde ondeaban las espigas
de los trigos, que era lo único que se descubría. La avenida arrastró una
curtidoría de pieles que existía un poco mas arriba del parejo de la casa de
Videbieta; derribó las tapias de la huerta del convento de San Francisco,
donde entró la agua hasta la altura de dos varas; arrancó todas las
sepulturas, y causó bastantes daños en las partes bajas de las huertas,
refectorio y otros puntos del mismo convento. Es de advertir no obstante que
los estragos que sufrió éste no lo fueron por el río, pues el espolón le
impedía entrar por el atrio, sino por las aguas que bajaban por los montes;
como en tales casos siempre ha acontecido, mediante la multitud de senderos
que en ellos hay abiertos por donde
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corren los arroyos con extraordinaria
rapidez. Así resulta de las actas de 22 y 26 de Mayo y 2 de Junio del mismo
año 1801, advirtiendo que a la de 29 de Junio se halla arrimado un papel de
reflexiones dispuesto por el ingeniero hidráulico Don José del Solar,
manifestando las obras que debían ejecutarse en esta villa para libertarla de
las inundaciones de riadas; plan cuya bondad el tiempo ha justificado.
La ultima inundación de
esta villa se verificó en la noche 'del 28 al 29 de Enero de 1831. Había
caído antes una nevada general; y habiéndose aflojado y templado la citada
noche con viento vendaval, llovió tan copiosamente que se derritió la nieve
cuasi de golpe en términos de que subió el río como una cuarta de vara más
que el 21 de Mayo de 1801. Entraban en efecto las aguas por el portal de
Navarra; así que por el camino real de Castilla y boquetes de la calle de la
Solana, al mismo tiempo que de retroceso subían por la parte del Matadero.
Los arroyos que bajaban por el monte de la parte de Berrano y Montescue
penetraron en las casas de la calle de Arosteguieta, causando en sus
habitantes no poca alarma. No la hubo, a lo menos en tanto grado, entre los
que vivían en las calles del Correo y Herreros, a pesar de que corría por
ellas el agua como una tercia de vara, pues se limitó a tener que cerrar las
puertas de las casas y sus rendijas y a retirar por precaución los géneros y
efectos de las tiendas. La mayor altura de las aguas era entre 5 y 6 de la
mañana del 29, hora en que llegaron a ocupar el camino de Navarra frente del
convento de Santa Clara; sobrepujaron el primer arco de su puente, el cual a
la sazón no tenía pretiles de piedra sino un balaustrado de madera; en la
Plaza nueva subieron hasta el cerrojo de la casa Toriles, propia de la Villa.
Desde la citada hora fueron bajando su-
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cesivamente hasta llegar a
su estado regular o normal. Aunque, como ya se ha indicado, la riada del año
de 1831 fué mayor que la del 1801, sus consecuencias no se hicieron sentir en
esta villa en tanto grado, ni dieron lugar a las alarmas que se
experimentaron entre los habitantes de ella en los tiempos antiguos. No
derribó en efecto en esta población ni en sus arrabales casa alguna; no
destruyó las tapias de las huertas de su proximidad; no arrancó las
sepulturas del convento de San Francisco, como había sucedido en las riadas
anteriores; no causó en suma estragos ni daños de consideración fuera de los
que son consiguientes a la inundación de los campos, arrastre de tierras y
sembradíos y otros semejantes. Debióse esto, según opinión común de las
gentes, a las diversas obras de precaución ejecutadas, cuya buena
conservación no se puede menos de recomendar eficazmente a nuestros
sucesores. También es de advertir que las aguas que venían por el camino real
de Castilla eran las introducidas ya por las heredades del campo inferior de
Lascoain, cuya pared de resguardo se hallaba en partes destrozada, ya también
por un desaguadero que tiene la muralla de San Esteban, el cual así bien
estaba abierto; pero sin que hubiese sobrepujado el río la altura del camino
real frente a la casería de Illibia y menos el murallón de su estrada.
El día 27 de Agosto de 1803
hubo una avenida extraordinaria en el río Araxes o de Amaroz, la cual si bien
no inundó la villa merece no obstante ser referida. En la noche precedente
reventó una manga de agua entre el lugar de Azpiroz en Navarra y sus
inmediaciones, a cuya consecuencia venia el río como una montaña destruyendo
en su carrera cuanto encontraba. En la casa de habitación del ferrón de
Amaroz subió la agua hasta cuatro o cinco escaleras y ocu-
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pó todo el camino de coches
hasta cerca de la puerta de Yurreamendi; en el desemboque con el río Oria.
llegó hasta muy cerca del camino de Castilla frente Arribaquieta. Sin embargo
de todo esto, como el Oria no subió no hubo novedad en esta villa; y
solamente ocurrieron destrozos de mucha consideración hacia el punto de
Illarrazu confín de Navarra, cuya reparación se calculó en más de sesenta mil
duros.
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