Pablo Gorosabel

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Bosquejo de las antigüedades, gobierno, administración

y otras cosas notables de la villa de Tolosa

Pablo Gorosabel

CAPÍTULO XIII

DE LOS SUCESOS DE GUERRAS OCURRIDOS EN TOLOSA

 

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Aunque quisiera hacer la reseña de los sucesos a que alude el precedente epígrafe, principiándola desde una época remota, conocerá el lector la dificultad de la falta de noticias con que he debido tropezar para ello. En efecto en el archivo de esta villa no he hallado ninguna referente a los acontecimientos de esta clase ocurridos en su territorio durante las dominaciones romana, gótica ni sarracénica, y las historias de este reino tampoco nos prestan materiales para suplir el vacío. Sin embargo nos dicen éstas que empeñados los romanos en reprimir y sojuzgar a los guipuzcoanos rebelados, los persiguieron, estrecharon y aún atacaron en los montes confinantes con los términos de esta villa, como lo están los de la parte de Regil y Hernio, donde se supone haberse dado una reñida batalla.

Sea lo que fuere de la exactitud de este aserto, lo que hay de cierto es que en la falda de dicho monte, que cae hacia Albistur, muy cerca de la jurisdicción de Tolosa, se encuentran todavía vestigios y restos de un fuerte castillo o campamento llamado vulgarmente Menticute. Al frente de este castillo en ruinas se ven así bien en el monte de Aldava restos y señales de varias fortificaciones, terraplenes, fosos y otras obras de defensa militar de mucha extensión, llamadas comunmente aún en el día trincheras de los romanos. La clase de estos trabajos; la perfección que debieron tener cuando fueron ejecutados; los puntos escogidos para el efecto; y hasta los nombres de algunos, dan a entender a mi parecer con bastante claridad que fueron obra de los romanos y no de los naturales del mismo país. Denotan además que los -ejecutaron, no para cercar o acorralar a los guipuzcoanos que los ocupasen, como algunos historiadores lo suponen, sino al contrario para abrigarse y recogerse los mismos romanos, y dominar por este medio el país. También debo indicar aquí que en los términos de Belauriate, punto confín de las jurisdicciones de Tolosa, Amasa y Berastegui se encuentran señales de losas en forma de sepulturas, que Se cree fuesen de los romanos; de cuya existencia hace expresión Garibay, y aún se indica en la acta de este Ayuntamiento de 26 de Enero de 1664. Todo esto da a entender que en las cercanías de esta villa hubo en tiempo de la dominación de los romanos batallas y otras operaciones militares de alguna importancia, por más que carezcamos de relaciones claras y justificadas, y sólo tengamos indicaciones más o menos ciertas, mas o menos probables, que no es prudente aventurar en un escrito destinado a pasar a nuestros descendientes.

No más noticias he hallado de sucesos militares de alguna ;importancia ocurridos en Tolosa o en sus cercanías en tiempos posteriores, ni aún en la época turbulenta de guerras civiles, facciones y bandos de Oñez y Gamboa, que tanto afligieron al país. Aparece únicamente que  en 7 de Enero de

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1376 ante Garcia Martinez y Miguel Garcia se otorgó entre esta villa y los parciales del bando de Oñez una escritura de treguas por 101 años; que en 10 de Diciembre de 1388 ante Lope Martinez de Echazarreta se otorgó entre algunos vecinos de esta villa y los partidarios del bando de Gamboa otra escritura de Concierto y concordia; que en 24 de Abril de 1392 ante dicho Mattinez de Echazarretia se otorgó entre esta villa y los del bando de Gamboa otra escritura de treguas por medio de Martin Juan de Durango. Estos hechos hacen persuadir que Tolosa no tomó una parte activa y decidida en estas reyertas desoladoras y sangrientas que los parientes mayores de esta provincia tenían entre sí en tan grave daño de la religión, de la justicia, del bien público y particular, o que a lo menos no fue ella: de larga duración. En verdad, si se tiene en cuenta el estado de respetable defensa en que se hallaba por entonces esta población, nada tenía que temer de estos trastornadores del sosiego público; ni por otra parte se registra motivo alguno para inclinarse a los unos o a los otros. Por lo que hace a las guerras de Navarra se encuentra alguna mas luz; pero reservo su relación para otro capítulo. Preciso se me hace por lo mismo, para proseguir el plan adoptado en el presente, acercarme a la época del advenimiento del Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia, con el nombre de Felipe V al trono de España, por muerte de Carlos II ocurrida el 1º de Noviembre de 1700, que es cuando principiaron aquí sucesos de más importancia, de que voy a hablar.

Bajo este supuesto diré que hallándose la España en guerra con el Austria,  Inglaterra, Holanda y Portugal, confederadas con el objeto de colocar al Archiduque Carlos de Alemania en el trono español, y siéndoles  favorable la suerte de las ar-

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mas, vinieron en defensa de los derechos de Felipe V tropas francesas en número de cinco a seis mil hombres enviados por su abuelo Luis XIV. Su llegada a esta villa de Tolosa se verificó a fines de Enero de 1705, y haciendo la mansión ordinaria en ella continuaron su jornada, sin que por lo demás ocurriese cosa particular digna de expresarse aquí. Para el recibimiento de estas tropas se hicieron en esta villa acopios de leña, carbón, paja y de otros artículos; se prepararon los alojamientos; y se adoptaron otras disposiciones que constan de las actas de 16 de Enero, 26 de Abril y 27 de Septiembre del mismo año. También hubo en este país disposiciones militares en ocasión de esta guerra de sucesión. Había en efecto corrido la noticia de que a consecuencia de los reveses sufridos por las tropas españolas y francesas, el Rey había resuelto retirarse a Pamplona, con cuyo motivo la provincia celebró Junta particular por Julio de 1706, en que se acordó el levantamiento de tres mil hombres en defensa de su Majestad. Consiguiente a esto, la villa en sesión de 2 de agosto siguiente decretó el armamento de 150 hombres, y trató de proporcionar a su costa otros tantos fusiles y la pólvora correspondiente. En la de 29 del mismo mes tomó así bien disposiciones para verificar el alistamiento de todos los comprendidos en la edad de 18 a 60 años y la organización de dicho cupo, para que estuviese pronto para cualquier lance de invasión del enemigo por mar o por tierra; pero no llegó el caso de salir fuera del pueblo.

En el libro de actas de esta villa faltan las correspondientes desde el 28 de Septiembre de 1706 al 21 de Mayo de 1707; y por consiguiente no puedo referirme a su contenido para hacer la relación de lo ocurrido aquí en este intermedio. Sin embargo sábese por la historia general que a principios

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de Abril de 1707 entró en España por esta provincia un cuerpo de tropas francesas mandado por el Duque de Orleans, de los tres que Luis XIV enviaba de refuerzo a su nieto; pero apenas ocurrió ninguna particularidad en esta ocasión. El tránsito de dicho Duque por esta villa debió ser, según el Diccionario geográfico-histórico de las provincias Vascongadas y Navarra, artículo San Sebastian, el día 9 de Abril del citado año, pues en éste se dice que en aquella fecha había escrito una carta a la provincia desde Tolosa. De una cuenta que existe en la acta de 28 de Septiembre del propio año aparece también lo que gastó la villa en el adorno del alojamiento y cena del expresado Duque. Resulta igualmente de las actas de esta villa que los prisioneros hechos en la batalla de Almansa el 25 del mismo mes de Abril y año de 1707 fueron conducidos a Francia por este pueblo, donde hicieron mansión y descanso.

Los movimientos tumultuosos que en el año de 1718 estallaron en Bilbao, a resultas de haberse establecido allí la aduana, inquietaron también a los habitantes de Guipuzcoa, y entre ellos a los de esta villa de Tolosa. La provincia celebró en este pueblo el día 18 de Octubre del año citado Junta particular de los Procuradores de los pueblos de la misma con el fin de tratar sobre un asunto que tanto afectaba a sus intereses, como sin duda lo era el pago de derechos por los géneros que se introdujesen en el país; pago que estaba en oposición con las exenciones y libertades que disfruta por fuero. Se acordó en dicha Junta nombrar dos comisionados que fuesen a la corte a solicitar al Rey la pronta resolución que restituyese a estas provincias a su antigua libertad o exención de derechos de aduanas, revocando por lo mismo la orden del establecimiento de estas en la costa y frontera de tierra. Terminada de esta manera la reunión pero hallándose todavía en

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esta villa los representantes que habían asistido a ella, se recibió el siguiente día 19 por la mañana una carta del Cardenal Alberoni, Ministro de Estado del Rey, su fecha 16 del mismo mes, en respuesta a la comunicación que la Diputación le había pasado. Por ella significaba a la provincia que el animo de su Majestad, al determinar la nueva planta de aduanas, no había sido de perjudicar en manera alguna a estos naturales en el goce de sus fueros y privilegios; y que por lo tanto quedarían estos libres de todo derecho por los víveres y géneros necesarios para su propio uso, y consumo, que se introdujesen por ellas. Encarecía por lo demás la necesidad de respetar y obedecer sumisamente las ordenes del Rey, y de hacer que se conservara sin alteración la tranquilidad pública de esta provincia.

Esta respuesta no satisfizo completamente los deseos de los guipuzcoanos, ni calmó su ansiedad. Sus autoridades y comisionados continuaron por lo tanto sus gestiones en la corte, para que se retirasen las aduanas a los puestos donde anteriormente existían; y la agitación de la masa del pueblo crecía y cundía por todas partes. Así es que estallaron también los movimientos tumultuosos, incendios de casas y otros desmanes en Mondragon, Salinas, Arechavaleta y Elgoyhar con amenazas de extenderse por estos pueblos de Guipuzcoa; con lo que alarmada esta villa, ofició a la Diputación preguntando qué providencias debía tomar en el caso de que se propagase por esta parte el motín. La respuesta de dicha corporación se redujo a encargar en términos genéricos la defensa y quietud del pueblo. En su vista acordó el Ayuntamiento implorar la piedad divina por medio de rogativas, procesión general por las calles con el Señor manifiesto y una novena; pero sin dejar de adoptar al mismo tiempo las oportunas dis-

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posiciones de defensa. Tomó para este efecto una razón de todas las armas de fuego que había en el pueblo; proporcionó a su costa pólvora y balas; trajo los pedreros que había en el palacio Yurreamendi; dispuso hacer rondas de noche por las calles; decretó en fin otras medidas de vigilancia conducentes.

El gobierno del Rey, deseoso también de sofocar prontamente tan lamentables desórdenes, escribió a la provincia por medio del Marqués de Duran en 7 de Noviembre una carta, expresando en ella las intenciones de su Majestad de que, quedasen libres de derechos los géneros que los naturales de esta provincia necesitasen para su uso y consumo. Consiguiente a esta declaración, expidió el Rey en 31 de Diciembre un decreto por el que se disponía fuesen libres y exentos de todo derecho de aduanas los géneros que necesitaren los guipuzcoanos, excepto el azúcar, cacao, tabaco y otros de Indias; cuya resolución se puso en la planta por el Capitán General, publicándola en San Sebastián por bando militar. Sofocados en seguida los tumultos de Vizcaya y de los pueblos ya citados de esta provincia, con algunos castigos ejemplares de sus promovedores, se restituyó la calma pública; sin dejar por eso la autoridad provincial de insistir reclamando la traslación de las aduanas a los puntos anteriores, lo que al fin se verificó.

Mientras ocurrían en este país los tumultos y desórdenes, de que acabo de hablar, otras dificultades aquejaban al gobierno del Rey. A consecuencia de haber ocupado las tropas españolas Sicilia,, el Duque de Orleans, Regente del reino de Francia, paso a declarar la guerra a España por Enero de 1719, lo que dio lugar a algunos sucesos militares en la frontera de esta provincia de Guipúzcoa. Reunida ésta por tal

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motivo en Junta particular adoptó las convenientes disposiciones para el armamento de sus naturales; y cumpliéndolas ésta. villa, no faltó al llamamiento de su deber y honor para la defensa de la patria y de sus mismos hogares. Organizó pues inmediatamente tres compañías de Tercios de a 50 hombres cada una con sus correspondientes jefes y subalternos, que lo .fueron, según costumbre, el Alcalde y demás capitulares por su orden; y se previnieron los 150 hombres para salir al primer aviso a la frontera o a donde se les ordenase, como lo verificaron el día 17 de Abril en dirección de Hernani en medio de una :copiosa lluvia que caía. Según estaba anunciado, los franceses en numero de 16000 hombres mandados por el Duque de Berwick, entraron en Vera, territorio de Navarra, el siguiente día 18; y como amenazasen seguir su marcha a Oyarzun y otros pueblos de Guipuzcoa, la Diputación pidió a esta villa el inmediato armamento y envío de otras tres compañías de sus naturales. Cosa bastante difícil de cumplimentarse con la prontitud que se deseaba era seguramente esta. No había armas en el pueblo; faltaba el dinero necesario para costear este levantamiento; y además se requerían siquiera algunos días para organizar, arreglar y prevenir para una campaña la fuerza pedida. El Ayuntamiento, pues, aunque lleno de los más vivos deseos de acudir desde luego al servicio de la patria con este nuevo sacrificio, no pudo prescindir de exponer a la Diputación las dificultades que se ofrecían para cumplir por el momento su mandato, concluyendo con pedirle fusiles. Decretó al mismo tiempo hacer rogativas, novena y procesión general por las calles.

El ejército francés, después de haber ocupado el castillo de Beobia y el fuerte ,de San Marcial el día 21 de Abril del mismo año 1719, continuó sus operaciones sobre 'Fuenterrabia,

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Pasajes, San Sebastian y Hernani, en cuya última población entró el 20 de Mayo siguiente. Por esta noticia, y mediante orden recibida de la Diputación, suspendió la salida una nueva compañía de Tercios de 50 hombres de esta villa que se había organizado, y estaba ya formada, para salir aquel mismo día en dirección de la frontera. En tal estado de cosas se recibió el aviso de que el Rey venía personalmente a esta provincia con considerable número de tropas a rechazar al francés; en cuya consecuencia acordó la villa las providencias correspondientes para su recibimiento y alojamiento, surtido de víveres y demás necesario y conveniente en tales casos. No cesaron por eso por parte de la provincia, y antes bien se aumentaron y activaron, los preparativos de defensa contra el ejército invasor, cuyas miras se dirigían contra la plaza de Fuenterrabia; a la que habiendo atacado, abrió su brecha el 21 de Mayo. Así pues la Diputación mandó hacer nuevo levantamiento de Tercios, y dos compañías de esta villa de Tolosa, en número de 100 hombres, marcharon el día 14 de Junio para la frontera. El libro de actas de esta villa de la época que voy relatando no comprende ningún acuerdo posterior al día últimamente citado y anterior al 21 de Julio; y por lo tanto no puedo fundarme en estos antecedentes para explicar los sucesos ocurridos en este tiempo intermedio. Pero consultada la historia general se sabe que el Rey salió de Pamplona en esta dirección, a levantar el sitio de Fuenterrabia con un ejercito que no pasaba de 15000 hombres, el día 17 de Junio; pero que habiendo sabido en el camino la rendición de la plaza, y vista por otra parte la superioridad del enemigo, tuvo que recogerse a dicha ciudad. A consecuencia de esta retirada y de la toma de Fuenterrabia, avanzaron a esta villa los franceses en numero de 5

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a 6000 hombres de infantería y caballería al mando del General Marques de Sylli el día 29 de Junio; y llegaron a ella entre 8 y 9 de la mañana. Su fuerza principal quedó fuera de la población, y sólo una pequeña parte entró dentro de ésta con el mismo General. Mostrose éste muy atento y comedido, y después de haber hecho un reconocimiento de la villa y de sus salidas para Castilla y Navarra, regresó con todas las fuerzas que había traído en la tarde del mismo día para Hernani. Entretanto que esto ocurría los habitantes de esta villa, temerosos sin duda de sufrir algunas extorsiones o castigos, se encerraron en la iglesia de Santa Maria y conventos de San Francisco y Santa Clara., de cuyos edificios no quisieron salir aún después de la retirada de Sylli y los suyos, quienes se condujeron con la mayor moderación y cortesanía sin haber causado ninguna violencia.

Ocuparon también al poco tiempo los franceses la plaza de San Sebastian; dominaron de este modo todo el país; ninguna esperanza de socorro ni de alivio a tantos males se presentaba a los guipuzcoanos; y las autoridades se veían. apremiadas en todos conceptos. En tal conflicto la provincia se vio precisada, muy a pesar suyo, a prestar obediencia al Duque de Berwick bajo la condición expresa y terminante de conservársela ilesos y en toda su integridad sus fueros, privilegios, exenciones, buenos usos y costumbres; condición que aquel aceptó y se obligó a cumplir en nombre de su soberano. Así terminó por esta parte de la frontera una guerra que tanta alarma había causado a los habitantes de este país. Permaneció éste sujeto al gobierno francés hasta el mes de Agosto de 1721 en que a virtud del tratado de paz ajustado se restituyó al dominio de su legitimo Rey Felipe V: por cuyo grato suceso se hicieron regocijos públicos en esta vi-

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lla, según resulta del la acta de 26 de Septiembre del mismo.

Por el mes de Abril de 1766 ocurrieron en las villas de Azpeitia y Azcoitia ciertos alborotos o tumultos que se titularon Machinada o sea maquinada, ocasionados de la carestía del precio de los granos, atribuida por los amotinados a la extracción de ellos por los hacendados de la provincia. Las pretensiones de los revoltosos se reducían a que los granos y demás comestibles y otras cosas de su uso tuviesen el precio fijo que ellos establecían; de manera que obligaban a los párrocos a que desde los púlpitos publicasen estas disposiciones, gritando ellos desde abajo a cada fijación de precio en bascuence beticó, o sea para siempre. Obligaban además a las personas más distinguidas de los pueblos a que los acompañasen en los bailes por las calles y plazas. Todo pues tenía cierto olor del socialismo moderno. Cuéntase que en cierto pueblo obligaron a su Alcalde, que era uno de los propietarios principales del país a publicar el precio de los granos y otros comestibles; y como él supiese que uno de los promovedores de estos desórdenes era un zapatero, señaló también por si el de los zapatos, a lo que este se opuso e hizo revocar tal disposición. Ésta, sin embargo, era lógica y :consiguiente; pero así es muchas veces el hombre. Quiere; amplia libertad para sí, sujeción y trabas para los demás; comprar barato lo que necesita y vender caro lo que produce. !Cuán diferentes son las ideas del día respecto de las de entonces sobre el asunto de granos! Hoy en efecto quéjase amargamente, no sólo la clase propietaria sino aún la labradora, del poco precio del trigo, anunciando que si continua la baja perecerá la agricultura de este país. Aún los mismos labradores arrendatarios claman pues por la conveniencia y necesidad de algún aumento de precio en el trigo

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contrariamente a aquello por que se sublevaron en 1766. Sean, pues, cuales fueron el carácter y tendencia de este amotinamiento y el juicio que se forme de él, como amenazaba extenderse a esta villa de Tolosa, deseoso el Ayuntamiento de quitar todo pretexto para ello, fijó el precio del trigo y maíz, a saber, el de aquel en 30 reales fanega, el de este en 20, mandando que nadie se excusase de vender a estos precios. Armó al mismo tiempo al vecindario para oponerse a las tentativas que pudiesen hacer los insurreccionados de venir a esta población, manteniendo de paso la tranquilidad pública, y tomó otras disposiciones semejantes de seguridad y respeto. Los alborotados llegaron hasta Albistur, a donde pasaron dos comisionados del Ayuntamiento de esta villa, que lo fueron el conde de Echauz, y Don Jose Martin de Zavala, a disuadirles de que desistiendo de su loca empresa se retirasen a sus casas, como en efecto lo consiguieron. Tal fue el desenlace de esta asonada. Los promovedores de ella fueron presos y desterrados a diversos presidios; pero no parece se hubiese impuesto la pena capital a ninguno de ellos. A. sus resultas estuvo acuartelado en esta villa cerca de un año el segundo batallón del regimiento de Ibernia.

En el año de 1793, declarada la guerra entre España y Francia con motivo de la sangrienta revolución de esta última nación, nuestro gobierno situó en la frontera un ejército, que al paso que la defendiese de cualquiera invasión o tentativa, contribuyese con su presencia a contener tan lamentables excesos. Las intenciones eran en verdad bien laudables; los medios de cumplirlas poco adecuados y eficaces. Pero en fin, la provincia determinó servir al Rey con un cuerpo de tercios de 4600 hombres y una: compañía de to.

 

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losanos de 60 plazas salió para Hernani el día 12 de Mayo, prosiguiendo a los pocos días a Irun. Retirada a sus casas a principios de Agosto a consecuencia de haber resuelto la provincia servir a su Majestad con un batallón de 750 Voluntarios, que estuviese a disposición del Capitán General, marchó la segunda compañía a la misma frontera a últimos de Noviembre, y estuvo allí por tiempo de dos meses, siendo relevada sucesivamente por las demás. Por el mes de Junio de 1794, con motivo de la aproximación de los enemigos, fueron a Irun las otras dos compañías de esta villa, de a 80 plazas cada una, de manera que de ella y su jurisdicción había 320 hombres en la frontera hasta el 24 de Julio en que los franceses la invadieron ocupando el valle del Baztan. Así resulta de la acta de 28 del mismo mes; como también que en este día se acordó formar y enviar a Hernani cuatro compañías de a 200 hombres sobre las otras cuatro anteriores, y que además se organizase otra de 100 hombres para mantener el orden interior del pueblo. Aparece también de diferentes actas de la villa del mismo año que esta tuvo que tomar a préstamo o a censo cantidades de mucha consideración para atender a los muchos gastos que causaba el sostenimiento de sus Tercios.

A resultas de esta invasión del ejercito francés en territorio español las tropas españolas mandadas por el General Conde de la Colomera, que acababa de reemplazar a Don Ventura Caro, tuvieron que replegarse a esta villa de Tolosa. Permanecieron en ella estas fuerzas con el cuartel general hasta el 8 de Agosto, en cuyo día se retiraron camino de Pamplona, después de haber sido atacadas por las enemigas, a lo que contribuyó también sin duda la rendición de la plaza de San Sebastian, verificada el 4. El ejercito francés ocupó pues esta villa el mis-

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mo día 8 quedando dueño de ella, .y bien. puede presumirse cuanto sufriría el vecindario. Basta decir que los daños que experimentó en esta invasión se calcularon en 3721482 reales, según resulta de la acta de 30 de Mayo de 1797. Tampoco fue poco lo que los mismos franceses padecieron durante su permanencia en esta villa y sus comarcas en la ocasión de que se trata. El invierno de dicho año fue bastante cruel; había mucha escasez de víveres, particularmente de trigo, de que una fanega parece se vendió en 300 reales : la tropa carecía por lo mismo de la correspondiente ración; y por la buena disciplina que observaba se abstuvo de violentar las propiedades particulares. Se limitó a coger nabos de los campos, cuyo uso unido a la frialdad de la estación arrebató la vida a muchos soldados.

Este país permaneció dominado. por el ejército republicano francés hasta que hecha la paz de Basilea en 22 de Julio de 1795 entre los dos gabinetes tomaron otro aspecto las cosas públicas. Aunque en virtud de este tratado quedó la España en paz con la Francia, no así con Inglaterra, la cual se declaró en hostilidad contra nuestro gobierno, ni con el Portugal dependiente en cierta manera de esta última potencia. Así pues Bonaparte, Primer Cónsul, pensó echar a los ingleses de Portugal con el apoyo de los españoles; y para realizar este proyecto, entraron en España y atravesaron por esta villa en dirección de dicho reino por los meses de Abril, Mayo y Junio de 1801 sucesivamente y en diferentes columnas 18000 hombres de infantería y 4500 de caballería del ejército francés al mando del General Leclerc. Hecha la paz con Portugal mediante los tratados de 6 de Junio en Badajoz y 20 de Septiembre en Madrid regresó el ejercito francés a su territorio, pasando también por esta población por el mes de Diciem-

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bre del mismo año, sin que en este tránsito hubiese ocurrido cosa particular o digna de notar.

Después de estos sucesos la España guardó neutralidad en las rivalidades y hostilidades que mantenían cada vez mas vivas los gabinetes de Paris y San James, y siguieron así las cosas hasta que, asaltadas al improviso y apresadas por la marina inglesa cuatro fragatas nuestras, que venían con caudales del Rio de La Plata, el gobierno español deseoso de :vengar tamaño atentado hubo de declarar la guerra a la Gran Bretaña. No llegaron sin embargo a romperse las hostilidades. Antes al contrario en el año de 1806, queriendo la corte de Madrid deshacerse de la alianza y vasallaje de Francia, entró en tratos secretos con el inglés, al que estaba adherido el portugués. Descubiertos estos ocultos manejos, y victorioso Napoleón en su conquista de la Prusia, tuvo que darle nuestro gobierno humillantes disculpas y satisfacciones mediante las cuales, si bien aparentó el Emperador que perdonaba el agravio recibido, en realidad formó el propósito de tomar venganza de este hecho, expulsando del trono español a los Borbones. A este efecto, aunque con el embozado nombre de Cuerpo de observación de la Gironda, empezó a reunir en Bayona en 1807 un ejercito de 25000 hombres al mando de Junot. Firmóse al propio tiempo en Fontainebleau entre el agente del gobierno español Don Eugenio Izquierdo y el plenipotenciario francés General Duruc un tratado en que se determinaba la forma en que se había de hacer la partija de Portugal, cuya conquista se reputaba por hecha !Ridículo pacto, que sólo pudo tener cabida en hombres tan obcecados como los que manejaban el negocio a nombre de nuestro gobierno! Es lo cierto que el expresado cuerpo de ejército francés principió a entrar en Irun el 18 de Octubre y el siguiente día

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pasó por esta villa la primera división, compuesta de infantería y caballería. continuando las otras dos en los días inmediatos. A este primer cuerpo de ejército siguieron luego otros dos. El uno de ellos compuesto de 24000 infantes y 5000 caballos al mando del General Dupont penetró en Irun el 22 de Diciembre, y llegó a esta villa el 24 de paso para Castilla; el otro que constaba de 25000 infantes y 2700 caballos al mando del Mariscal Moncey principió a entrar por esta frontera el 9 de Enero de 1808, y pasó por este pueblo el 11, concluyendo de hacerlo por pascuas de Resurrección. De la sola relación del tránsito de fuerzas tan considerables podrá cualquiera sacar las consecuencias de lo que este vecindario tendría que padecer. Así sucedió en efecto; ya por razón de los alojamientos; ya por la dificultad de atender con puntualidad al servicio de raciones, víveres y forrajes; ya con respecto al apronto de bagages; ya por los daños de los sembradíos, arbolado y demás; ya finalmente por otros muchos medios que no es fácil especificar. Todo esto Como consecuencia natural de una guerra, pues no se toman en cuenta algunos excesos y violencias, que tampoco faltaron.

Las desavenencias que ya antes de esta época habían estallado entre los Reyes padres y su hijo heredero el Príncipe de Asturias, tomaron cada vez su incremento; cuya consecuencia fue la abdicación de Carlos IV, la ida de toda la familia Real a Bayona y todos los demás acontecimientos que nos refiere la historia. Sábense también por la misma los sucesos ocurridos en Madrid el 2 de Mayo; la proclamación de José Napoleón Bonaparte como Rey de España; y el levantamiento de algunas provincias contra la dominación francesa. He aquí el origen de la guerra que con tanto heroísmo sostuvo esta nación por espacio de seis años contra los for-

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midables ejércitos de Napoleón; guerra en cuyos desastres y calamidades cupo una buena parte a esta villa de Tolosa. Las tropas francesas de Infantería, caballería, artillería, trenes y demás no cesaron de transitar, ya en dirección de Madrid de refresco, ya de vuelta en destacamentos y cuadros a repararse y equiparse, ya en escoltas de aprestos de guerra y convoyes, ya también conduciendo prisioneros; teniendo por consiguiente que sobrellevar los habitantes de esta villa, como punto de etapa la dura y costosa carga de alojamientos. Basta tener presente que según lo que manifiesta el Conde de Toreno en su historia de esta guerra, el número de combatientes franceses en España, sin comprender las bajas, cuando vino el gran ejército con Napoleón desde el mes de Noviembre en adelante, ascendía a 250000 hombres, de los que cuasi todos pasaron por aquí. La exacción de contribuciones ara atender al suministro de raciones de tanto número, a las provisiones de hospitales, obras de fortificaciones, bagages y demás, fue también continuada y de consideración. Hubo pues que imponerlas sobre la propiedad rústica y urbana, sobre el comercio e industria, sobre varios artículos de consumo, en una palabra sobre todo lo que se discurría productible; y no bastando todo esto para cubrir los inmensos gastos que ocurrían, se apeló a empréstitos forzosos y venta de fincas concejiles. Entre tanto la villa permaneció fortificada y guarnecida constantemente, por cuya razón no estuvo sujeta, como los pueblos abiertos, a la entrada y salida alternativa de las fuerzas beligerantes; ventaja ciertamente de no poca consideración, pero que es disputable si compensaba la gran molestia y sacrificio de los alojamientos y otra muchas cargas que tenia que soportar.

Sin embargo los habitantes de este pueblo tampoco estu-

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vieron enteramente libres de la acción de las guerrillas, Como éstas se componían de gentes del país, y muchos eran naturales de la misma villa, se acercaban con frecuencia a ésta, tiraban tiros a los franceses que encontraban, y asustaban a los vecinos que por casualidad estuviesen en el punto del encuentro. tampoco pidieron eximirse siempre de las exacciones de contribuciones pecuniarias de dichas guerrillas; y así es que habiéndolas pedido con amenazas de incendio de caseríos, si no se les enviaban, fue atacado el pueblo por 1500 guipuzcoanos mandados por el denominado Diputado general de la provincia Don Jose de Guerra el día 25 de Marzo de 1812. No consiguieron entrar en él; mas como principiasen a poner en ejecución su amenaza, quemando en esta villa el caserío de Alzusta y en Ibarra la fábrica de papel de Azaldegui y el caserío de Igoategui, fincas todas pertenecientes a vecinos de Tolosa, y siendo por otra parte la guarnición que había muy escasa para impedirlo, hubo que enviarles la suma de 47000 reales; recogidos por reparto individual entre varios vecinos. Noticioso de este suceso el General francés Conde Dorssenne, y enojado seguramente de que un pueblo guarnecido hubiese contribuido a los que ellos llamaban brigantes, mandó se exigiesen dobles cuotas a los que las pagaron o sean 94000 reales y que su entrega se hiciese en el término de 48 horas, so pena de conducir a Francia en clase de arrestados a los morosos. No hubo mas remedio que reunir inmediatamente la mencionada suma, la que por disposición verbal del mismo General quedó por de pronto en poder del Ayuntamiento o su Tesorero. Más adelante habiendo decretado el nuevo General en jefe Conde de Cafarelli que la expresada multa fuese soportada por todos los dueños de propiedades rurales, quedó virtualmente su reintegro de cargo

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de la villa. No satisfecho todavía el Ayuntamiento con este decreto, recurrió al mismo Conde en solicitud de una declaración más explicita y de autorización para hacer la devolución del dinero con el precio en venta de fincas del común. Obtenido esto, según parece, el Ayuntamiento vendió su casería de Ugaranbarrena y con su valor hizo el pago de los citados 94000 reales. Expulsados los franceses de Madrid y las Castillas, y derrotados en seguida en la batalla dada en los campos de Vitoria el día 21 de Junio de 1813, se replegó a esta villa el General Foy con las fuerzas de franceses e italianos que pudo reunir, que en junto ascendían a unos doce mil hombres. El objeto de esta maniobra era el dar lugar a que se pusiese en seguro el convoy que escoltaba el general Maucune para Francia. El ejército anglo-hispano-portugués aliado avanzó sobre este pueblo el día 25 del mismo mes, siendo su jefe principal el General inglés Sir Thomas Graham y los de las divisiones particulares inglesa, portuguesa y española los Generales Oswald, Pack, Don Pedro Agustin Giron, Don Gabriel de Mendizabal y Don Francisco Longa. Atacó éste con su gente por los montes de Alzo y Lizarza a los enemigos que se apoyaban en un reducto formidable: Mendizabal con la suya por los montes de la parte de Urquizu. Los franceses defendieron sus posiciones exteriores con no menos pericia que valor; y replegados al fin sobre esta villa en la tarde del citado día 25 de Junio, la vigorosa resistencia que todavía hizo en ella la guarnición, para dar tiempo a la retirada de las tropas de Foy a Andoain, impidió a los aliados ocuparla hasta después de entrada la noche. Esto tuvo lugar no sin alguna pérdida de los nuestros por el fuego que hicieron los franceses particularmente desde la galería del Tinglado. La

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retirada de dicha guarnición fue tan ordenada, que no perdió en ella gente alguna, en medio de que todavía no acababa de salir de la puerta de Francia, cuando el ejercito aliado entraba por las de Castilla y Navarra, Su comportamiento, así como el de la división de Foy, para con este vecindario puede calificarse así bien basta de ejemplar; pues que en medio de carecer aún del más preciso alimento y de sufrir otras muchas privaciones, no cometieron extorsiones ni violencias de ninguna clase, que tan comunes son en semejantes ocasiones de combates y retiradas de ejércitos. Antes al contrario tuvieron todos los miramientos, y protegieron con el mayor empeño a las autoridades locales, dando guardias y otros auxilios posibles para su respeto y defensa hasta los últimos momentos. El Ayuntamiento, abandonado por cuasi todos los habitantes del pueblo, que salieron a las aldeas, se mantuvo firme con serena actitud, digna por cierto de elogio, en la casa consistorial de la plaza vieja, dando frente en cuanto podía a las muchas y difíciles exigencias de los franceses, por evitar así las extorsiones que eran de temer, como lo consiguió. Por tan feliz desenlace acordó la misma corporación en sesión de 16 de Mayo de 1815 que el día 25 de Junio de aquel año y de los sucesivos, mientras fuese la voluntad de la villa, se celebrase una función solemne de iglesia con misa, sermón y Te Deum; la que tuvo lugar hasta hace algunos años, en que cesó mediante los acontecimientos políticos, de que se hablará luego.

Ocupada esta villa por las tropas aliadas con gran alborozo de sus habitantes, sufrieron estos no poco con las exigencias y excesos de alguna parte de ellas. Sacaron a la fuerza de las tiendas zapatos, alpargatas y otros géneros; en los alojamientos cometieron varias extorsiones, incendiaron la casa de Mi-

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sericordia y el caserío de Perrategui; en fin causaron otras violencias que en verdad no eran de esperar de un ejército amigo. Este no permaneció por mucho tiempo ocupando la villa; pues las divisiones españolas salieron el siguiente día 26 en dirección de Andoain persiguiendo a Foy, y la inglesa y portuguesa a los dos días. Con tanto se vio libre y desembarazado el pueblo del grueso del ejército, quedando no obstante todavía en él algunas fuerzas, los hospitales y otras dependencias. Los sucesos militares siguieron su curso; los ejércitos franceses fueron arrojados completamente del territorio español; ocurrió la batalla de San Marcial el 31 de Agosto, la plaza de San Sebastian fue asaltada y tomada el mismo día y su castillo el 8 de Septiembre siguiente. En fin los aliados invadieron la Francia, y se hizo la paz con la renuncia y entrega de Napoleón. En tanto las exacciones de todo género, las cargas de alojamientos, las contribuciones, los sufrimientos de varias clases no cesaron de pesar sobre esta villa, que situada en el centro de carreteras generales era el punto a donde acudían las autoridades militares para atender a. la subsistencia y socorro de las tropas; y estas mismas en sus marchas y tránsito continuado. Según el estado que está arrimado a la acta de 28 de Febrero de 1815 el importe de suministros de víveres y demás servicios hechos por la villa a las tropas españolas y aliadas desde el 25 de Junio de 1813 hasta el 31 de Enero del citado año ascendió a 2012953 reales.

A consecuencia de haberse proclamado y jurado por el Rey en Marzo de 1820 la Constitución política de la monarquía de 1812, ocurrieron también en esta villa, así como en otros puntos, algunos acontecimientos de guerras; los cuales por la conexión que tienen con los hechos memorables de los tolo-

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sanos explicaré más por menor en el capítulo siguiente. Me limitaré por lo tanto a manifestar en el presente que en esta época Tolosa fue por razón de su situación e importancia el centro de las operaciones militares contra la facción de Guipúzcoa que recorría sus montes y los confinantes de Navarra y Vizcaya. En su virtud hubo siempre aquí una guarnición de tropa de ejército a cuya sombra y la de la milicia nacional de infantería y artillería que se formó, se fortificó el pueblo a sus expensas; en términos de que ningún miedo ni recelo causaban las facciones. Así se siguió hasta principios de 1823 en que a consecuencia del tratado hecho en Verona por los representantes de Francia, Rusia, Prusia y Austria se reunió en las inmediaciones de Bayona un ejército francés de cien mil hombres al mando del Duque de Angulema para entrar en España con el objeto de destruir el gobierno constitucional. En vista de esta actitud belicosa, y mediante los anuncios de una inmediata invasión francesa, la milicia nacional de esta villa y la poca guarnición que había en ella la desocupó retirándose a San Sebastian el día 6 de Abril, siguiéndose a esto la entrada de los realistas el inmediato día. Las tropas francesas que habían pasado el río Vidasoa el mismo día 6, principiaron a entrar en este pueblo el 8 con la Junta provisional de gobierno, y siguieron pasando por él todas las destinadas a esta expedición, menos alguna parte que entró por la frontera de Cataluña. Desde entonces quedó establecido el gobierno absoluto; se nombró nuevo Ayuntamiento, y principió la época de reacción, persecuciones y venganzas contra cuantos se suponían de ideas constitucionales. Los que en esta villa se hallaron en tal caso tuvieron pues que sufrir no poco. Se les exigieron cantidades pecuniarias sin más razón que por Justos motivos; se les re-

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cargó con una contribución mensual para la milicia realista que se formó. Muchos fueron procesados y presos por las más leves causas; otros apedreados o heridos a puñal; y no faltó quién hubiese sido tirado al río desde el puente de Santa Clara. Sin embargo ninguno de estos delitos fue castigado. Tan terrible estado de cosas duró hasta el año de 1826 en que nombrado un nuevo Ayuntamiento cambió enteramente el estado de cosas en el pueblo. y se restituyó .la paz, quietud y seguridad de las personas. Ocurrida en Francia en el año de 1830 la revolución que destronó al Rey Carlos X y su descendencia, alentáronse con ella los constitucionales españoles, emigrados en dicho reino a consecuencia de los sucesos del 1823; y reunidos en la frontera al mando del General don Francisco Espoz y Mina amenazaron entrar en España. El gobierno de S. M. dictó las oportunas disposiciones para impedir tal invasión acercando al efecto algunas fuerzas a la frontera, señaladamente por la parte de Navarra y Aragón. Tampoco se descuidaron las Diputaciones de estas tres provincias vascongadas. Las de Alava y Vizcaya enviaron aquí con el propio objeto varios batallones de Voluntarios realistas; y la de Guipuzcoa que por turno residía en esta villa, armó a la mayor parte de Tercios de la misma y los dirigió también a Irun, Goizueta, Arano y otros puntos de la montaña navarra. Dos compañías de naturales de esta villa hicieron parte de esta expedición, la cual se concluyó a los pocos días con la batida de los invasores en la frontera y expulsión a Francia de los que pudieron salvarse. Estos sucesos tuvieron lugar en los últimos días de Octubre. Muerto el Rey Don Fernando VII el día 29 de Septiembre de 1833, declaróse inmediatamente la insurrección de Bilbao y Vitoria proclamando por sucesor de la Corona al Infante

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Don Carlos, hermano mayor de aquel. A su consecuencia el Capitán General de estas provincias vascongadas Don Federico Castañon, que residía en San Sebastian, con las primeras noticias de estas novedades vino a esta y siguió en dirección de Vizcaya por el camino de Azpeitia el día 6 de Octubre con algunas fuerzas del ejército y un cañoncito de campaña. Pero al ver el incremento que había tomado la insurrección y la dificultad de sofocarla sin más tropas, retrocedió desde Azcoitia, y se situó en esta villa. donde en fecha 8 dio una proclama declarándose en favor de los derechos de la Reina Doña Isabel II, hija primogénita del monarca difunto. Mediante esta retirada, Vizcaya, y Alava quedaron completamente abandonadas y a merced de la insurrección; la cual por consiguiente cundió con rapidez por los demás pueblos de dichas dos provincias, y amenazó propagarse por los de la parte alta de Guipuzcoa. No tardó en suceder así; pues ya en los primeros días del mes de Octubre se habían formado dos batallones de Voluntarios guipuzcoanos, .de los que hacían parte varios mozos de esta, villa que subrepticiamente salieron a incorporarse en sus filas. He aquí el principio de la larga y cruel guerra civil de seis años, que causó tantas victimas; arrasó pueblos enteros; arruinó fortunas; y causó desgracias y calamidades de tantas clases. Los Fueros de estas provincias no influyeron para nada en esta insurrección, como algunos equivocadamente lo creen, y tan solamente dio lugar a ella la cuestión de sucesión en la Corona de este reino.

La Diputación foral de Guipuzcoa, que a la sazón residía en la villa de Azpeitia por tanda, se trasladó también a Tolosa el día 9 de Octubre por mandado del General Castañon, así como lo hizo el Corregidor Don Pascual Felix de Pui. To-

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das las autoridades de la provincia se situaron pues en este pueblo, donde se celebraron Juntas particulares desde el día 17 al 21, para providenciar lo conveniente en razón a los graves sucesos políticos que ocurrían. Agravados cada vez mas éstos con el aumento que tenía la facción, vino ésta a atacar a Castañon en esta misma villa en número de siete batallones vizcaynos y dos guipuzcoanos, todos completos. Ocurrió esto el día 22 del ya citado mes de Octubre. Desde muy de madrugada ocupó la facción todos los altos que dominan el camino real desde la parte de Arribaquieta hasta el molino de Osarain a derecha e izquierda, de manera que tanto las inmediaciones de los caseríos de Arana, Olarrain-Echeverria y Eguia, como las de Eguzquiza por el otro lado del río Oria, se veían colmadas de tiradores situados ventajosamente, en tanto que otro batallón bajó por Urquizu hacia Choritoquieta. No teniendo Castañon fuerzas suficientes para rechazar la agresión de tal avenida de gentes, se mantuvo a la defensiva en esta población hasta que hacia el medio día llegó a ella desde Francia el Coronel Don Gaspar de Jauregui, jefe que había sido de los batallones de Guipuzcoa durante la guerra de la independencia, el cual había emigrado a dicho reino en 1823 como adicto a la causa constitucional. Este bravo caudillo, después de un corto descanso, se puso en campaña, y con una fuerza de unos 200 cazadores y algunos pocos Voluntarios del país salió por el camino real en dirección de Osarain a echar de sus posiciones a la facción. El fuego que hizo ésta fue horroroso; mas a pesar de todo Jauregui con muy poca perdida penetró por entre el enemigo, quien sorprendido y despavorido con tan inesperado arrojo huyó en completo desorden hacia Azpeitia y EIgoybar y parte de los vizcaynos a su provincia. Si Jauregui reforzado

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con más gente, hubiese continuado su triunfante marcha a Vizcaya, tal vez se hubiese destruido en sus principios la facción. !Cuantos males no se hubieran ahorrado entonces! Pero, siendo ésta una empresa muy difícil o a lo menos muy arriesgada con el corto numero de soldados que sacó de esta villa, volvió a ella en la noche del mismo 22 de Octubre.

El suceso de este día, si bien puso de manifiesto la ninguna .organización militar de los insurreccionados, descubrió no obstante la gravedad del mal en razón de los muchos compromisos que había contraídos en estas provincias en favor de la causa del Infante Don Carlos y por los que se suponía existían aún en el interior del reino. Por estos motivos sin duda la Diputación de la provincia se retiró el siguiente día 23 de Octubre a San Sebastian y con ella gran numero de vecinos de esta villa, quedando en ella el General Castañon con la columna de su mando. Quiso éste hacer el ensayo, que acaso hubiera intentado con mejor éxito antes; y saliendo de esta villa en la noche del 5 al 6 de Noviembre fue a atacar a los carlistas, cuya mayor parte se hallaba reunida en Azpeitia. No pudiendo penetrar en esta población, tuvo que regresar presuroso a Tolosa en el mismo día 6 hostigado en su retaguardia; retirándose a la tardeada, después de algunas horas de descanso, a la plaza de San Sebastian, con lo que quedó todo el país a la merced de los insurrectos.

La vanguardia de éstos, compuesta de guipuzcoanos, entró en esta villa en la misma noche del 6; el resto de la fuerza de esta provincia y los vizcaynos el siguiente día 7 por la mañana. Los primeros constaban de dos batallones mandados por el Coronel de Guardias Reales Don Ignacio de Lardizabal, de la villa de Segura; los segundos de siete, cuyo jefe; era

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el titulado Brigadier Don Martin de Bengoechea. La entrada de los últimos en esta villa fue no poco amenazante, y su conducta mientras permanecieron en ella no correspondió a lo que había derecho a esperar; ni por otra parte era muy conforme a la política que en interés de su propia causa parece debían observar. No dando lugar a que se les alojase por medio de boletas, según siempre se acostumbra aquí, hubo que acomodarles en las casas introduciendo en cada una de ellas por los capitulares 20, 30 ó más soldados, de manera que todo el vecindario estuvo sobrecargado e incomodado; y si bien el Ayuntamiento expuso a los jefes la conveniencia de que una parte se alojase en las casas contiguas al pueblo, nada pudo conseguir, pues no quisieron salir del recinto de él. A las dos horas después de haberse acomodado como se pudo esta gente, recibió el Ayuntamiento una orden del expresado Bengoechea para que algunos individuos de él se presentasen en su alojamiento; en cuyo cumplimiento pasó allá el que esto escribe, que ejercía el cargo de Alcalde, acompañado de un Regidor. La manera en que fuimos recibidos fue en verdad bien poco atenta: fue por el contrario aterradora, para lo cual no se les había dado el mínimo motivo.

Se nos intimó pues con repetidas amenazas de ser pasados irremisiblemente por las armas, que se proveyesen a los batallones con toda exactitud las raciones de toda clase, así como el forraje para los caballos; que se surtiese a los cuerpos de guardia de luz, lumbre y 15 carros de paja fresca cada día; que se compusiesen inmediatamente los portillos de la villa y las obras de fortificación, siendo así que sus mismos soldados las habían desbaratado a la entrada. Por el bien del pueblo hubo que ejecutar tan imperiosas ordenes y otras muchas que iban dictando a su voluntad, para lo cual los con-

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cejales tuvieron que estar en la casa de la villa constantemente de día y noche; y en verdad, con la gran prevención con que vinieron a este pueblo, probablemente muchas extorsiones y excesos se hubieran cometido a habérseles faltado algo de lo que pedían.

La titulada Diputación a guerra, que también entró en esta villa, mandó proceder al alistamiento de todos los mozos solteros de la edad de 18 a 40 años y la entrega de dos individuos por cada fuego dentro de 48 horas, con estrechas responsabilidades en caso contrario; y hubo que cumplimentar este imperioso mandato, dictando inmediatamente las disposiciones conducentes al efecto. Al propio tiempo se reunían en esta villa los mozos sorteados de otros pueblos con el objeto de formar el tercer batallón de Guipuzcoa, lo cual aumentaba las exigencias de los jefes carlistas y las incomodidades del vecindario. Nada faltó sin embargo a los que le dominaban; ningún pretexto racional podían tener, por consiguiente, para quejarse de su acogida y tratamiento en esta villa; y a pesar de todo esto algunos guipuzcoanos arrestaron a varias personas pacíficas, sólo por suponérselas adictas a la causa de la Reina. También los vizcaínos causaron en los alojamientos no pocas incomodidades y malos tratos so pretexto de que Jauregui y los Chapelgorris estaban dentro del pueblo. Tal era el miedo que les tenían.

Aunque los dos batallones guipuzcoanos marcharon a Hernani a los pocos días de su entrada en esta villa, los siete de Vizcaya permanecieron en ella hasta el 23 del mismo Noviembre, en cuyo día unos y otros reunidos salieron por el portal de Castilla evacuando del todo el pueblo. Esperábase que las tropas de la Reina vendrían desde San Sebastian el mismo día o el inmediato; pero no llegaron hasta el 28. Lo

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que sufriría el pueblo durante esta invasión bien se puede conjeturar de lo que tuvo que contribuir en raciones y demás pedidos, del numero a que ascendían las fuerzas que lo ocuparon, y de lo demás que queda indicado.

El suministro que tuvo que suplir la villa ascendió a 52625 reales, y agotados todos los fondos de la tesorería hubo que echar mano de las existencias de las cajas de memorias de patronato del Ayuntamiento. No bastando todo esto, fue preciso abrir una suscripción voluntaria o empréstito entre los mismos capitulares y otros vecinos, para reunir algún dinero. Al propio tiempo en la casa de Misericordia existía gran número de soldados enfermos, cuyas estancias nadie pagaba; y así es que la Junta de beneficencia expuso al Ayuntamiento la imposibilidad de continuar en tal estado por falta de camas, local y recursos, y menos de recibir en el establecimiento más enfermos. En vista de las gestiones que hizo el Ayuntamiento, la Diputación a guerra le libro diez mil reales para en cuenta de dichas estancias.

Ocupada esta villa por las tropas de la Reina el citado día 28 de Noviembre, no ocurrió por de pronto cosa alguna particular que merezca relatarse; pues habiendo entrado el General Sarsfield en Vitoria, las facciones quedaron dispersas ahuyentándose a los montes de Navarra y Vizcaya. Rehiciéronse no obstante pronto al ver que ninguna persecución tenían, y que ni aún se cuidaba de recoger las armas de los que habían ido a sus casas; descuido muy censurable por cierto. La de esta provincia de Guipuzcoa empezó a recorrer todo el país, menos en los puntos guarnecidos; y ya todo esto anunció que la guerra civil estaba lejos de concluida. Así es que en la noche del 23 al 24 de Diciembre del mismo año de 1833, hallándose la columna mandada por el Coronel Jauregui en Ver

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gara; y esta villa indefensa con una corta guarnición, fue atacada por los tres batallones guipuzcoanos y uno navarro por los puentes de Santa Clara y Arramele, por el portal de Castilla y costado de la Rondilla. La acometida fue brusca y terrible; pero como el Comandante de armas tuvo momentos antes aviso confidencial del intento, se hallaba preparada para la defensa la poca tropa que había, la cual auxiliada con algunos Chapelgorris rezagados y de varios vecinos que en el pronto se armaron, rechazó a la facción, retirándose ésta con perdida de alguno que otro muerto y herido. De esta manera se salvó la villa de las desgracias y horrores que en caso contrario hubiera tenido que sufrir. Para evitar en adelante sucesos tan lamentables y tranquilizar al vecindario, determinó el Ayuntamiento fortificar en forma el pueblo y armar a los habitantes que se prestasen a ello, como en seguida lo verificó; ejecutando a sus propias expensas varias obras de defensa, y organizando dos numerosas compañías de Tercios Urbanos. Las cosas siguieron bajo este pie por alguna temporada; la villa ya no fue acometida, ni en verdad había temores de que, aún en el caso de serlo, pudiese Ser ocupada por los carlistas, a lo menos mientras no viniesen con artillería de grueso calibre. En medio de esto la situación de los habitantes de este pueblo era triste y en extremo desagradable; pues como los carlistas recorrían libremente el país, se acercaban a cada paso, de manera que los comprometidos por la causa de la Reina apenas podían pasar desde la ermita de San Esteban, ni desde la casa de Urbieta, sin exponerse a ser cogidos y fusilados. Además las partidas volantes impedían el que viniese gente de los caseríos y aldeas con ninguna clase de comestibles ni otras cosas; y tal era su rigor, que negaron a fusilar junto al molino de Osarain a dos pobres mujeres de esta villa que

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habían salido a traer leña, de las cuales una quedó muerta en el acto y la otra pudo salvarse, aunque herida de balazos.

El General carlista Don Tomas de Zumalacarregui, habiendo bombardeado a la villa de Villafranca de esta provincia en los últimos días de Mayo y primeros de Junio de 1835, llegó al fin a apoderarse de ella en virtud de capitulación. Tan fa-tal noticia alarmó en tanto grado al ya Brigadier y Comandante General Don Gaspar de Jauregui. situado con su columna en Tolosa, que resolvió retirarse inmediatamente con todas sus fuerzas a la plaza de San Sebastian, temeroso sin duda de que el enemigo le sitiase en esta villa. Se verificó en efecto esta retirada con la mayor precipitación en la noche del 4 al 5 de Junio, yendo con la tropa, no solo los Urbanos armados del pueblo, sino también muchas de sus mujeres, hijos y familias. Todos, aún los mejor acomodados y de conveniencias, tuvieron que hacer la marcha a pie y de la manera mas lastimosa, sin poder llevar más que la ropa que cada cual tenia puesta, abandonando por consiguiente las casas según estaban con todos sus muebles, alhajas, efectos y demás contenido. Tan sincera era la adhesión de estos habitantes a la causa de la Reina; y tal el terror que inspiraban los carlistas. Entraron estos en esta villa el siguiente día 5 con su Comandante General Don Miguel Gomez nombrado por Zu.malacarregui, y ya desde entonces hasta que en 1839 se hizo la paz la dominaron completamente. Se impusieron 22968 reales de contribución mensual sobre la foguera; 4 por 100 también en cada mes, el cual se aumentó luego a 6, sobre las rentas de la propiedad territorial rústica y urbana; y 3661 reales igualmente mensuales a la industria y comercio. En fin hubo otras exacciones, cuya detallada explicación no es fácil hacer en un extracto.

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Como esta villa no había satisfecho las contribuciones que la Diputación a guerra había impuesto a los pueblos mientras hubo guarnición en ella, le fueron exigidos de una vez por dicha autoridad todos los atrasos luego que la ocuparon los carlistas. El Ayuntamiento pues trató de satisfacer esta exigencia, que ascendía a la considerable suma de 190800 reales; pero en lugar de hacer el reparto sobre lodo el vecindario, como la justicia lo prescribía, lo verificó a título de reintegro en ciertas y determinadas personas adictas a la causa de la Reina, a quienes se amenazó entregasen sus cuotas en el preciso termino de 48 horas, como tuvieron que hacerlo. Además a virtud de una declaración que hizo el Pretendiente en Durango a 14 de Junio del mismo año 1835 sobre que la exacción de multas a los enemigos de sus supuestos soberanos derechos correspondía en cada provincia a su respectiva Diputación, la de Guipuzcoa por medio de su presidente Don Ignacio de Lardizaba[ las impuso a las familias de los Urbanos y demás reputados por liberales en la enorme suma de 2851000 reales, según por menor resulta del expediente original que tengo a la vista. Los así multados o sus familias que quedaron en el pueblo tuvieron que pagar, si no toda la cantidad exigida a lo menos su mayor parte, y a los que no lo verificaron se les embargaron y vendieron los géneros de tienda y efectos de casa que se les hallaron. Al propio tiempo la autoridad militar embargaba y vendía por su parte todo lo que existía en las casas de los Urbanos, procediendo en ello con tal informalidad y poca justificación, que el mismo Corregidor carlista tuvo la franqueza de advertirle que el expediente que con este motivo se había formado era un tejido de absurdos, en el que se habían desconocido todas las reglas forenses y las formalidades más precisas prescritas por las

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leyes. A estas vejaciones siguieron otras. En virtud de una orden de la Diputación a guerra de 10 de Octubre del año que voy recorriendo y circular de 29 de Noviembre siguiente todos los bienes raíces de cuantos estuviesen ausentes del país fueron secuestrados y administrados por personas nombradas por la misma corporación; y todo sin perjuicio de tener que pagar las contribuciones foguerales y de soportar los alojamientos las criadas de los emigrados. La misma Diputación pasó en 19 de Enero de 1836 al Acalde de esta villa un oficio dándole conocimiento de que en cierta casa, cuyo habitante estaba ausente, había ropa blanca que hacía mucha falta en el hospital de Vergara,.y le encargaba la recogiese; añadiéndole que si en otras casas había ropa de igual clase, procediese a hacer otro tanto, vendiendo los demás efectos a la posible brevedad. Mediante esta disposición pasó el Alcalde a embargar todos los muebles, ropa y demás efectos que había en las casas de los emigrados, así como también los géneros de las tiendas y almacenes, a inventariarlos, tasarlos y venderlos; pero al decir de los interesados que han reconocido estas diligencias no aparece en los inventarios sino una mínima parte de las cosas o efectos que ellos dejaron a su salida en las casas. Lo demás desapareció para sus dueños sin que conste cómo. Por lo demás los sacrificios personales que los habitantes de esta villa que no emigraron hicieron en el apronto de mozos para el servicio de los batallones de Guipuzcoa fueron también muy grandes. Aumentados estos sucesivamente hasta el número de siete. reducíanse a cada paso sus filas en los continuados combates, machas y hospitales, cuyas bajas había que reemplazar, en términos de que los padres interesados de aquellos a quienes tocaba la suerte eran arrestados en la prevención hasta que se presentase ellos a servir.

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Además para los trabajos de las trincheras y otros servicios semejantes eran llevados no pocas veces.

Tan triste y terrible estado de cosas duró hasta el fin de Agosto de 1839 en que tuvo lugar en la villa de Vergara el memorable convenio de paz entre el Duque de la Victoria, General en jefe del ejército de la Reina y Don Rafael Maroto, que mandaba el del Pretendiente. A consecuencia de un desenlace tan feliz, efecto principalmente del cansancio del país de tanto padecer, se deshicieron los batallones carlistas retirándose a sus casas los mozos que servían en ellos. Libre ya esta villa de tales fuerzas, entró en ella a cosa de las nueve de la mañana del 6 de Septiembre la división del ejercito de la Reina, que operaba por la parte de San Sebastian y Hernani, cuya vanguardia formaba la milicia nacional voluntaria de esta dicha villa y de la de Vergara. El Duque de la Victoria entró también en la misma el siguiente día 7 a la nochecer con respetables fuerzas de su ejército viniente de Vergara, y salió con ellas para Navarra el 10, siguiéndole otras tropas. Desde entonces quedó restablecida en esta villa, así como en los demás pueblos de la provincia, la autoridad de la Reina y fueron regresando los emigrados. Muy grande fue en verdad el contento y satisfacción de éstos al verse en sus hogares; pero al mismo tiempo no experimentó poco pesar la mayor parte de ellos al hallar sus casas y tiendas vacías, siendo así que a su salida las habían dejado bien surtidos de muebles, ropas y géneros. Así que no pocos de ellos se arruinaron, y todos sintieron graves pérdidas y quebrantos, que se van reparando a beneficio de la paz. Tal es en globo el relato de los acontecimientos más notables ocurridos en esta villa durante la azarosa y terrible guerra civil de sucesión guerra cuya memoria aún hoy día nos espanta.

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Por el mes de Octubre de 1841 ocurrieron también en esta villa, así como en otros puntos de la monarquía, acontecimientos políticos de gravedad de que conviene hacer expresión. Hallábase a la sazón de Regente del reino por la menor edad de la Reina Don Baldomero Espartero. Duque de la Victoria, nombrado para este cargo por las Cortes constituyentes después de haber renunciado la gobernación de la monarquía la Reina madre Doña Maria Cristina de Borbon, la que tuvo que emigrar a consecuencia de la revolución de Septiembre de 1840. La regencia del Duque había creado muchos descontentos, y aprovechándose de esta circunstancia, se trató de restablecer a la Reina madre en su cargo. Se declaró pues, por esta causa el General Don Leopoldo Odonell, apoderándose de la ciudadela de Pamplona el día 2 del expresado mes con algunos batallones. Con noticia de esta novedad un escuadrón de caballería que se hallaba de paso en esta villa, se pronunció en, la misma el siguiente día 3 por la mañana, proclamando la Constitución de 1837, la Reina Gobernadora y los Fueros de las provincias vascongadas; pero no habiéndole secundado, la guarnición de infantería ni la gente del pueblo, marchó el mismo día para Navarra. En los días inmediatos se pronunciaron en igual forma las tropas que había en Vitoria y Bilbao con sus respectivos jefes; pero las de esta provincia de Guipuzoa se mantuvieron fieles al gobierno del Regente del reino. El Diputado general de esta provincia y su adjunto, que por tanda residían en la villa de Azcoitia, se trasladaron en la noche del 9 a Vergara, donde se unieron a los pronunciados; cuyas fuerzas en número de tres batallones de ejército, los miqueletes y algunos paisanos armados eran mandados por el General Don Antonio de Urbiztondo. Replegado a Andoain el Capitán General de este distrito Don Francisco de Paula Alcalá

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con su tropa, los pronunciados con los Diputados de la provincia entraron el día 18 por la mañana en esta villa de Tolosa. Aquí principiaron a reunirse los mozos de varios pueblos para organizarlos; pero temiéndose sin duda algún choque entre éstos y los soldados, y noticiosos por otra parte los jefes de haber fallado en Madrid el golpe y de la entrada de Don Martin Zurbano en Vitoria, se dispuso la salida de la tropa hacia Andoain, como lo verificó a la nochecer del 19. Durante la misma noche salieron hacia Lecumberri el General Urbiztondo, los individuos de la Diputación y otros varios comprometidos, los cuales se dirigieron desde allí a Francia a salvarse. Los mencionados tres batallones pronunciados, llegados que fueron a Andoain, se unieron con la tropa de Alcalá. quien con todas las fuerzas vino a esta villa de Tolosa. el siguiente día 20, terminándose así este pronunciamiento. El Regente del reino, después de sofocar la tentativa ocurrida. en Madrid en la noche del 7 del mismo Octubre, vino a Vitoria donde en 29 dio un decreto estableciendo en estas provincias los Jefes políticos, Diputaciones provinciales, Ayuntamientos y Juzgados de primera instancia con arreglo a las leyes y disposiciones generales del reino, con lo que quedaron suprimidas las autoridades forales. Se mandaba además en dicho decreto que se colocasen las aduanas en las costas y fronteras. Dictadas estas y otras disposiciones, el expresado Duque pasó a San Sebastián, y de vuelta hizo mansión en esta villa en la noche de 4 al 5 de Noviembre. A pesar de que se llegó a sofocar así este movimiento político, no por eso quedó más consolidado el poder del Duque. Subsistían los descontentos que había creado; y habiendo estallado en 1843 en toda su fuerza, al fin tuvo que renunciar la regencia y emigrar. Durante estos sucesos no hubo en Tolosa novedad particular que merezca relatar.

 

 


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Edición a cargo de Juan Antonio Saez Garcia