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Bosquejo de las antigüedades,
gobierno, administración
y otras cosas notables de la villa de
Tolosa
Pablo Gorosabel
CAPÍTULO XIII
DE LOS
SUCESOS DE GUERRAS OCURRIDOS EN TOLOSA
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Aunque quisiera hacer la reseña de los sucesos a
que alude el precedente epígrafe, principiándola desde una época remota,
conocerá el lector la dificultad de la falta de noticias con que he debido
tropezar para ello. En efecto en el archivo de esta villa no he hallado
ninguna referente a los acontecimientos de esta clase ocurridos en su
territorio durante las dominaciones romana, gótica ni sarracénica, y las
historias de este reino tampoco nos prestan materiales para suplir el vacío.
Sin embargo nos dicen éstas que empeñados los romanos en reprimir y sojuzgar
a los guipuzcoanos rebelados, los persiguieron, estrecharon y aún atacaron en
los montes confinantes con los términos de esta villa, como lo están los de
la parte de Regil y Hernio, donde se supone haberse dado una reñida batalla.
Sea lo que fuere de la exactitud de este aserto, lo
que hay de cierto es que en la falda de dicho monte, que cae hacia Albistur,
muy cerca de la jurisdicción de Tolosa, se encuentran todavía vestigios y restos
de un fuerte castillo o campamento llamado vulgarmente Menticute. Al frente
de este castillo en ruinas se ven así bien en el monte de Aldava restos y
señales de varias fortificaciones, terraplenes, fosos y otras obras de
defensa militar de mucha extensión, llamadas comunmente aún en el día
trincheras de los romanos. La clase de estos trabajos; la perfección que
debieron tener cuando fueron ejecutados; los puntos escogidos para el efecto;
y hasta los nombres de algunos, dan a entender a mi parecer con bastante
claridad que fueron obra de los romanos y no de los naturales del mismo país.
Denotan además que los -ejecutaron, no para cercar o acorralar a los
guipuzcoanos que los ocupasen, como algunos historiadores lo suponen, sino al
contrario para abrigarse y recogerse los mismos romanos, y dominar por este
medio el país. También debo indicar aquí que en los términos de Belauriate,
punto confín de las jurisdicciones de Tolosa, Amasa y Berastegui se
encuentran señales de losas en forma de sepulturas, que Se cree fuesen de los
romanos; de cuya existencia hace expresión Garibay, y aún se indica en la
acta de este Ayuntamiento de 26 de Enero de 1664. Todo esto da a entender que
en las cercanías de esta villa hubo en tiempo de la dominación de los romanos
batallas y otras operaciones militares de alguna importancia, por más que
carezcamos de relaciones claras y justificadas, y sólo tengamos indicaciones
más o menos ciertas, mas o menos probables, que no es prudente aventurar en
un escrito destinado a pasar a nuestros descendientes.
No más noticias he hallado de sucesos militares de
alguna ;importancia ocurridos en Tolosa o en sus cercanías en tiempos
posteriores, ni aún en la época turbulenta de guerras civiles, facciones y
bandos de Oñez y Gamboa, que tanto afligieron al país. Aparece únicamente
que en 7 de Enero de
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1376 ante Garcia Martinez y Miguel Garcia se otorgó
entre esta villa y los parciales del bando de Oñez una escritura de treguas
por 101 años; que en 10 de Diciembre de 1388 ante Lope Martinez de
Echazarreta se otorgó entre algunos vecinos de esta villa y los partidarios
del bando de Gamboa otra escritura de Concierto y concordia; que en 24 de
Abril de 1392 ante dicho Mattinez de Echazarretia se otorgó entre esta villa
y los del bando de Gamboa otra escritura de treguas por medio de Martin Juan
de Durango. Estos hechos hacen persuadir que Tolosa no tomó una parte activa
y decidida en estas reyertas desoladoras y sangrientas que los parientes
mayores de esta provincia tenían entre sí en tan grave daño de la religión,
de la justicia, del bien público y particular, o que a lo menos no fue ella:
de larga duración. En verdad, si se tiene en cuenta el estado de respetable
defensa en que se hallaba por entonces esta población, nada tenía que temer de
estos trastornadores del sosiego público; ni por otra parte se registra
motivo alguno para inclinarse a los unos o a los otros. Por lo que hace a las
guerras de Navarra se encuentra alguna mas luz; pero reservo su relación para
otro capítulo. Preciso se me hace por lo mismo, para proseguir el plan
adoptado en el presente, acercarme a la época del advenimiento del
Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia, con el nombre de Felipe V
al trono de España, por muerte de Carlos II ocurrida el 1º de Noviembre de
1700, que es cuando principiaron aquí sucesos de más importancia, de que voy
a hablar.
Bajo este supuesto diré que hallándose la España en
guerra con el Austria, Inglaterra,
Holanda y Portugal, confederadas con el objeto de colocar al Archiduque Carlos
de Alemania en el trono español, y siéndoles
favorable la suerte de las ar-
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mas, vinieron en defensa de los derechos de Felipe
V tropas francesas en número de cinco a seis mil hombres enviados por su
abuelo Luis XIV. Su llegada a esta villa de Tolosa se verificó a fines de
Enero de 1705, y haciendo la mansión ordinaria en ella continuaron su
jornada, sin que por lo demás ocurriese cosa particular digna de expresarse
aquí. Para el recibimiento de estas tropas se hicieron en esta villa acopios
de leña, carbón, paja y de otros artículos; se prepararon los alojamientos; y
se adoptaron otras disposiciones que constan de las actas de 16 de Enero, 26
de Abril y 27 de Septiembre del mismo año. También hubo en este país
disposiciones militares en ocasión de esta guerra de sucesión. Había en
efecto corrido la noticia de que a consecuencia de los reveses sufridos por
las tropas españolas y francesas, el Rey había resuelto retirarse a Pamplona,
con cuyo motivo la provincia celebró Junta particular por Julio de 1706, en
que se acordó el levantamiento de tres mil hombres en defensa de su Majestad.
Consiguiente a esto, la villa en sesión de 2 de agosto siguiente decretó el
armamento de 150 hombres, y trató de proporcionar a su costa otros tantos
fusiles y la pólvora correspondiente. En la de 29 del mismo mes tomó así bien
disposiciones para verificar el alistamiento de todos los comprendidos en la
edad de 18 a 60 años y la organización de dicho cupo, para que estuviese
pronto para cualquier lance de invasión del enemigo por mar o por tierra;
pero no llegó el caso de salir fuera del pueblo.
En el libro de actas de esta villa faltan las
correspondientes desde el 28 de Septiembre de 1706 al 21 de Mayo de 1707; y
por consiguiente no puedo referirme a su contenido para hacer la relación de
lo ocurrido aquí en este intermedio. Sin embargo sábese por la historia
general que a principios
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de Abril de 1707 entró en España por esta provincia
un cuerpo de tropas francesas mandado por el Duque de Orleans, de los tres
que Luis XIV enviaba de refuerzo a su nieto; pero apenas ocurrió ninguna
particularidad en esta ocasión. El tránsito de dicho Duque por esta villa
debió ser, según el Diccionario geográfico-histórico de las provincias
Vascongadas y Navarra, artículo San Sebastian, el día 9 de Abril del citado
año, pues en éste se dice que en aquella fecha había escrito una carta a la
provincia desde Tolosa. De una cuenta que existe en la acta de 28 de
Septiembre del propio año aparece también lo que gastó la villa en el adorno
del alojamiento y cena del expresado Duque. Resulta igualmente de las actas
de esta villa que los prisioneros hechos en la batalla de Almansa el 25 del
mismo mes de Abril y año de 1707 fueron conducidos a Francia por este pueblo,
donde hicieron mansión y descanso.
Los movimientos tumultuosos que en el año de 1718
estallaron en Bilbao, a resultas de haberse establecido allí la aduana,
inquietaron también a los habitantes de Guipuzcoa, y entre ellos a los de
esta villa de Tolosa. La provincia celebró en este pueblo el día 18 de
Octubre del año citado Junta particular de los Procuradores de los pueblos de
la misma con el fin de tratar sobre un asunto que tanto afectaba a sus intereses,
como sin duda lo era el pago de derechos por los géneros que se introdujesen
en el país; pago que estaba en oposición con las exenciones y libertades que
disfruta por fuero. Se acordó en dicha Junta nombrar dos comisionados que
fuesen a la corte a solicitar al Rey la pronta resolución que restituyese a
estas provincias a su antigua libertad o exención de derechos de aduanas,
revocando por lo mismo la orden del establecimiento de estas en la costa y
frontera de tierra. Terminada de esta manera la reunión pero hallándose
todavía en
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esta villa los representantes que habían asistido a
ella, se recibió el siguiente día 19 por la mañana una carta del Cardenal
Alberoni, Ministro de Estado del Rey, su fecha 16 del mismo mes, en respuesta
a la comunicación que la Diputación le había pasado. Por ella significaba a
la provincia que el animo de su Majestad, al determinar la nueva planta de
aduanas, no había sido de perjudicar en manera alguna a estos naturales en el
goce de sus fueros y privilegios; y que por lo tanto quedarían estos libres
de todo derecho por los víveres y géneros necesarios para su propio uso, y
consumo, que se introdujesen por ellas. Encarecía por lo demás la necesidad
de respetar y obedecer sumisamente las ordenes del Rey, y de hacer que se
conservara sin alteración la tranquilidad pública de esta provincia.
Esta respuesta no satisfizo completamente los
deseos de los guipuzcoanos, ni calmó su ansiedad. Sus autoridades y
comisionados continuaron por lo tanto sus gestiones en la corte, para que se
retirasen las aduanas a los puestos donde anteriormente existían; y la
agitación de la masa del pueblo crecía y cundía por todas partes. Así es que
estallaron también los movimientos tumultuosos, incendios de casas y otros
desmanes en Mondragon, Salinas, Arechavaleta y Elgoyhar con amenazas de
extenderse por estos pueblos de Guipuzcoa; con lo que alarmada esta villa,
ofició a la Diputación preguntando qué providencias debía tomar en el caso de
que se propagase por esta parte el motín. La respuesta de dicha corporación
se redujo a encargar en términos genéricos la defensa y quietud del pueblo.
En su vista acordó el Ayuntamiento implorar la piedad divina por medio de
rogativas, procesión general por las calles con el Señor manifiesto y una
novena; pero sin dejar de adoptar al mismo tiempo las oportunas dis-
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posiciones de defensa. Tomó para este efecto una
razón de todas las armas de fuego que había en el pueblo; proporcionó a su
costa pólvora y balas; trajo los pedreros que había en el palacio Yurreamendi;
dispuso hacer rondas de noche por las calles; decretó en fin otras medidas de
vigilancia conducentes.
El gobierno del Rey, deseoso también de sofocar
prontamente tan lamentables desórdenes, escribió a la provincia por medio del
Marqués de Duran en 7 de Noviembre una carta, expresando en ella las
intenciones de su Majestad de que, quedasen libres de derechos los géneros
que los naturales de esta provincia necesitasen para su uso y consumo.
Consiguiente a esta declaración, expidió el Rey en 31 de Diciembre un decreto
por el que se disponía fuesen libres y exentos de todo derecho de aduanas los
géneros que necesitaren los guipuzcoanos, excepto el azúcar, cacao, tabaco y
otros de Indias; cuya resolución se puso en la planta por el Capitán General,
publicándola en San Sebastián por bando militar. Sofocados en seguida los
tumultos de Vizcaya y de los pueblos ya citados de esta provincia, con
algunos castigos ejemplares de sus promovedores, se restituyó la calma
pública; sin dejar por eso la autoridad provincial de insistir reclamando la
traslación de las aduanas a los puntos anteriores, lo que al fin se verificó.
Mientras ocurrían en este país los tumultos y
desórdenes, de que acabo de hablar, otras dificultades aquejaban al gobierno
del Rey. A consecuencia de haber ocupado las tropas españolas Sicilia,, el
Duque de Orleans, Regente del reino de Francia, paso a declarar la guerra a
España por Enero de 1719, lo que dio lugar a algunos sucesos militares en la
frontera de esta provincia de Guipúzcoa. Reunida ésta por tal
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motivo en Junta particular adoptó las convenientes
disposiciones para el armamento de sus naturales; y cumpliéndolas ésta.
villa, no faltó al llamamiento de su deber y honor para la defensa de la
patria y de sus mismos hogares. Organizó pues inmediatamente tres compañías
de Tercios de a 50 hombres cada una con sus correspondientes jefes y
subalternos, que lo .fueron, según costumbre, el Alcalde y demás capitulares
por su orden; y se previnieron los 150 hombres para salir al primer aviso a
la frontera o a donde se les ordenase, como lo verificaron el día 17 de Abril
en dirección de Hernani en medio de una :copiosa lluvia que caía. Según
estaba anunciado, los franceses en numero de 16000 hombres mandados por el Duque
de Berwick, entraron en Vera, territorio de Navarra, el siguiente día 18; y
como amenazasen seguir su marcha a Oyarzun y otros pueblos de Guipuzcoa, la
Diputación pidió a esta villa el inmediato armamento y envío de otras tres
compañías de sus naturales. Cosa bastante difícil de cumplimentarse con la
prontitud que se deseaba era seguramente esta. No había armas en el pueblo;
faltaba el dinero necesario para costear este levantamiento; y además se
requerían siquiera algunos días para organizar, arreglar y prevenir para una
campaña la fuerza pedida. El Ayuntamiento, pues, aunque lleno de los más
vivos deseos de acudir desde luego al servicio de la patria con este nuevo
sacrificio, no pudo prescindir de exponer a la Diputación las dificultades
que se ofrecían para cumplir por el momento su mandato, concluyendo con
pedirle fusiles. Decretó al mismo tiempo hacer rogativas, novena y procesión
general por las calles.
El ejército francés, después de haber ocupado el
castillo de Beobia y el fuerte ,de San Marcial el día 21 de Abril del mismo
año 1719, continuó sus operaciones sobre 'Fuenterrabia,
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Pasajes, San Sebastian y Hernani, en cuya última
población entró el 20 de Mayo siguiente. Por esta noticia, y mediante orden recibida
de la Diputación, suspendió la salida una nueva compañía de Tercios de 50
hombres de esta villa que se había organizado, y estaba ya formada, para
salir aquel mismo día en dirección de la frontera. En tal estado de cosas se
recibió el aviso de que el Rey venía personalmente a esta provincia con
considerable número de tropas a rechazar al francés; en cuya consecuencia
acordó la villa las providencias correspondientes para su recibimiento y
alojamiento, surtido de víveres y demás necesario y conveniente en tales
casos. No cesaron por eso por parte de la provincia, y antes bien se
aumentaron y activaron, los preparativos de defensa contra el ejército
invasor, cuyas miras se dirigían contra la plaza de Fuenterrabia; a la que
habiendo atacado, abrió su brecha el 21 de Mayo. Así pues la Diputación mandó
hacer nuevo levantamiento de Tercios, y dos compañías de esta villa de
Tolosa, en número de 100 hombres, marcharon el día 14 de Junio para la
frontera. El libro de actas de esta villa de la época que voy relatando no
comprende ningún acuerdo posterior al día últimamente citado y anterior al 21
de Julio; y por lo tanto no puedo fundarme en estos antecedentes para
explicar los sucesos ocurridos en este tiempo intermedio. Pero consultada la
historia general se sabe que el Rey salió de Pamplona en esta dirección, a
levantar el sitio de Fuenterrabia con un ejercito que no pasaba de 15000
hombres, el día 17 de Junio; pero que habiendo sabido en el camino la
rendición de la plaza, y vista por otra parte la superioridad del enemigo,
tuvo que recogerse a dicha ciudad. A consecuencia de esta retirada y de la
toma de Fuenterrabia, avanzaron a esta villa los franceses en numero de 5
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a 6000 hombres de infantería y caballería al mando
del General Marques de Sylli el día 29 de Junio; y llegaron a ella entre 8 y
9 de la mañana. Su fuerza principal quedó fuera de la población, y sólo una
pequeña parte entró dentro de ésta con el mismo General. Mostrose éste muy
atento y comedido, y después de haber hecho un reconocimiento de la villa y
de sus salidas para Castilla y Navarra, regresó con todas las fuerzas que
había traído en la tarde del mismo día para Hernani. Entretanto que esto
ocurría los habitantes de esta villa, temerosos sin duda de sufrir algunas
extorsiones o castigos, se encerraron en la iglesia de Santa Maria y
conventos de San Francisco y Santa Clara., de cuyos edificios no quisieron
salir aún después de la retirada de Sylli y los suyos, quienes se condujeron
con la mayor moderación y cortesanía sin haber causado ninguna violencia.
Ocuparon también al poco tiempo los franceses la
plaza de San Sebastian; dominaron de este modo todo el país; ninguna
esperanza de socorro ni de alivio a tantos males se presentaba a los
guipuzcoanos; y las autoridades se veían. apremiadas en todos conceptos. En
tal conflicto la provincia se vio precisada, muy a pesar suyo, a prestar
obediencia al Duque de Berwick bajo la condición expresa y terminante de
conservársela ilesos y en toda su integridad sus fueros, privilegios, exenciones,
buenos usos y costumbres; condición que aquel aceptó y se obligó a cumplir en
nombre de su soberano. Así terminó por esta parte de la frontera una guerra
que tanta alarma había causado a los habitantes de este país. Permaneció éste
sujeto al gobierno francés hasta el mes de Agosto de 1721 en que a virtud del
tratado de paz ajustado se restituyó al dominio de su legitimo Rey Felipe V:
por cuyo grato suceso se hicieron regocijos públicos en esta vi-
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lla, según resulta del la acta de 26 de Septiembre
del mismo.
Por el mes de Abril de 1766 ocurrieron en las
villas de Azpeitia y Azcoitia ciertos alborotos o tumultos que se titularon
Machinada o sea maquinada, ocasionados de la carestía del precio de los granos,
atribuida por los amotinados a la extracción de ellos por los hacendados de
la provincia. Las pretensiones de los revoltosos se reducían a que los granos
y demás comestibles y otras cosas de su uso tuviesen el precio fijo que ellos
establecían; de manera que obligaban a los párrocos a que desde los púlpitos
publicasen estas disposiciones, gritando ellos desde abajo a cada fijación de
precio en bascuence beticó, o sea para siempre. Obligaban
además a las personas más distinguidas de los pueblos a que los acompañasen
en los bailes por las calles y plazas. Todo pues tenía cierto olor del
socialismo moderno. Cuéntase que en cierto pueblo obligaron a su Alcalde, que
era uno de los propietarios principales del país a publicar el precio de los
granos y otros comestibles; y como él supiese que uno de los promovedores de
estos desórdenes era un zapatero, señaló también por si el de los zapatos, a
lo que este se opuso e hizo revocar tal disposición. Ésta, sin embargo, era
lógica y :consiguiente; pero así es muchas veces el hombre. Quiere; amplia
libertad para sí, sujeción y trabas para los demás; comprar barato lo que
necesita y vender caro lo que produce. !Cuán diferentes son las ideas del día
respecto de las de entonces sobre el asunto de granos! Hoy en efecto quéjase
amargamente, no sólo la clase propietaria sino aún la labradora, del poco
precio del trigo, anunciando que si continua la baja perecerá la agricultura
de este país. Aún los mismos labradores arrendatarios claman pues por la
conveniencia y necesidad de algún aumento de precio en el trigo
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contrariamente a aquello por que se sublevaron en
1766. Sean, pues, cuales fueron el carácter y tendencia de este amotinamiento
y el juicio que se forme de él, como amenazaba extenderse a esta villa de
Tolosa, deseoso el Ayuntamiento de quitar todo pretexto para ello, fijó el
precio del trigo y maíz, a saber, el de aquel en 30 reales fanega, el de este
en 20, mandando que nadie se excusase de vender a estos precios. Armó al
mismo tiempo al vecindario para oponerse a las tentativas que pudiesen hacer
los insurreccionados de venir a esta población, manteniendo de paso la
tranquilidad pública, y tomó otras disposiciones semejantes de seguridad y
respeto. Los alborotados llegaron hasta Albistur, a donde pasaron dos
comisionados del Ayuntamiento de esta villa, que lo fueron el conde de
Echauz, y Don Jose Martin de Zavala, a disuadirles de que desistiendo de su
loca empresa se retirasen a sus casas, como en efecto lo consiguieron. Tal
fue el desenlace de esta asonada. Los promovedores de ella fueron presos y
desterrados a diversos presidios; pero no parece se hubiese impuesto la pena
capital a ninguno de ellos. A. sus resultas estuvo acuartelado en esta villa
cerca de un año el segundo batallón del regimiento de Ibernia.
En el año de 1793, declarada la guerra entre España
y Francia con motivo de la sangrienta revolución de esta última nación,
nuestro gobierno situó en la frontera un ejército, que al paso que la
defendiese de cualquiera invasión o tentativa, contribuyese con su presencia
a contener tan lamentables excesos. Las intenciones eran en verdad bien
laudables; los medios de cumplirlas poco adecuados y eficaces. Pero en fin,
la provincia determinó servir al Rey con un cuerpo de tercios de 4600 hombres
y una: compañía de to.
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losanos de 60 plazas salió para Hernani el día 12
de Mayo, prosiguiendo a los pocos días a Irun. Retirada a sus casas a
principios de Agosto a consecuencia de haber resuelto la provincia servir a
su Majestad con un batallón de 750 Voluntarios, que estuviese a disposición
del Capitán General, marchó la segunda compañía a la misma frontera a últimos
de Noviembre, y estuvo allí por tiempo de dos meses, siendo relevada
sucesivamente por las demás. Por el mes de Junio de 1794, con motivo de la
aproximación de los enemigos, fueron a Irun las otras dos compañías de esta
villa, de a 80 plazas cada una, de manera que de ella y su jurisdicción había
320 hombres en la frontera hasta el 24 de Julio en que los franceses la
invadieron ocupando el valle del Baztan. Así resulta de la acta de 28 del
mismo mes; como también que en este día se acordó formar y enviar a Hernani
cuatro compañías de a 200 hombres sobre las otras cuatro anteriores, y que
además se organizase otra de 100 hombres para mantener el orden interior del
pueblo. Aparece también de diferentes actas de la villa del mismo año que
esta tuvo que tomar a préstamo o a censo cantidades de mucha consideración
para atender a los muchos gastos que causaba el sostenimiento de sus Tercios.
A resultas de esta invasión del ejercito francés en
territorio español las tropas españolas mandadas por el General Conde de la
Colomera, que acababa de reemplazar a Don Ventura Caro, tuvieron que
replegarse a esta villa de Tolosa. Permanecieron en ella estas fuerzas con el
cuartel general hasta el 8 de Agosto, en cuyo día se retiraron camino de
Pamplona, después de haber sido atacadas por las enemigas, a lo que
contribuyó también sin duda la rendición de la plaza de San Sebastian,
verificada el 4. El ejercito francés ocupó pues esta villa el mis-
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mo día 8 quedando dueño de ella, .y bien. puede
presumirse cuanto sufriría el vecindario. Basta decir que los daños que
experimentó en esta invasión se calcularon en 3721482 reales, según resulta
de la acta de 30 de Mayo de 1797. Tampoco fue poco lo que los mismos
franceses padecieron durante su permanencia en esta villa y sus comarcas en
la ocasión de que se trata. El invierno de dicho año fue bastante cruel;
había mucha escasez de víveres, particularmente de trigo, de que una fanega
parece se vendió en 300 reales : la tropa carecía por lo mismo de la
correspondiente ración; y por la buena disciplina que observaba se abstuvo de
violentar las propiedades particulares. Se limitó a coger nabos de los
campos, cuyo uso unido a la frialdad de la estación arrebató la vida a muchos
soldados.
Este país permaneció dominado. por el ejército
republicano francés hasta que hecha la paz de Basilea en 22 de Julio de 1795
entre los dos gabinetes tomaron otro aspecto las cosas públicas. Aunque en
virtud de este tratado quedó la España en paz con la Francia, no así con
Inglaterra, la cual se declaró en hostilidad contra nuestro gobierno, ni con
el Portugal dependiente en cierta manera de esta última potencia. Así pues
Bonaparte, Primer Cónsul, pensó echar a los ingleses de Portugal con el apoyo
de los españoles; y para realizar este proyecto, entraron en España y
atravesaron por esta villa en dirección de dicho reino por los meses de
Abril, Mayo y Junio de 1801 sucesivamente y en diferentes columnas 18000
hombres de infantería y 4500 de caballería del ejército francés al mando del
General Leclerc. Hecha la paz con Portugal mediante los tratados de 6 de
Junio en Badajoz y 20 de Septiembre en Madrid regresó el ejercito francés a
su territorio, pasando también por esta población por el mes de Diciem-
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bre del mismo año, sin que en este tránsito hubiese
ocurrido cosa particular o digna de notar.
Después de estos sucesos la España guardó
neutralidad en las rivalidades y hostilidades que mantenían cada vez mas
vivas los gabinetes de Paris y San James, y siguieron así las cosas hasta
que, asaltadas al improviso y apresadas por la marina inglesa cuatro fragatas
nuestras, que venían con caudales del Rio de La Plata, el gobierno español deseoso
de :vengar tamaño atentado hubo de declarar la guerra a la Gran Bretaña. No
llegaron sin embargo a romperse las hostilidades. Antes al contrario en el
año de 1806, queriendo la corte de Madrid deshacerse de la alianza y
vasallaje de Francia, entró en tratos secretos con el inglés, al que estaba
adherido el portugués. Descubiertos estos ocultos manejos, y victorioso
Napoleón en su conquista de la Prusia, tuvo que darle nuestro gobierno
humillantes disculpas y satisfacciones mediante las cuales, si bien aparentó
el Emperador que perdonaba el agravio recibido, en realidad formó el
propósito de tomar venganza de este hecho, expulsando del trono español a los
Borbones. A este efecto, aunque con el embozado nombre de Cuerpo de
observación de la Gironda, empezó a reunir en Bayona en 1807 un ejercito de
25000 hombres al mando de Junot. Firmóse al propio tiempo en Fontainebleau
entre el agente del gobierno español Don Eugenio Izquierdo y el
plenipotenciario francés General Duruc un tratado en que se determinaba la
forma en que se había de hacer la partija de Portugal, cuya conquista se
reputaba por hecha !Ridículo pacto, que sólo pudo tener cabida en hombres tan
obcecados como los que manejaban el negocio a nombre de nuestro gobierno! Es
lo cierto que el expresado cuerpo de ejército francés principió a entrar en
Irun el 18 de Octubre y el siguiente día
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pasó por esta villa la primera división, compuesta
de infantería y caballería. continuando las otras dos en los días inmediatos.
A este primer cuerpo de ejército siguieron luego otros dos. El uno de ellos
compuesto de 24000 infantes y 5000 caballos al mando del General Dupont
penetró en Irun el 22 de Diciembre, y llegó a esta villa el 24 de paso para
Castilla; el otro que constaba de 25000 infantes y 2700 caballos al mando del
Mariscal Moncey principió a entrar por esta frontera el 9 de Enero de 1808, y
pasó por este pueblo el 11, concluyendo de hacerlo por pascuas de
Resurrección. De la sola relación del tránsito de fuerzas tan considerables
podrá cualquiera sacar las consecuencias de lo que este vecindario tendría
que padecer. Así sucedió en efecto; ya por razón de los alojamientos; ya por
la dificultad de atender con puntualidad al servicio de raciones, víveres y
forrajes; ya con respecto al apronto de bagages; ya por los daños de los
sembradíos, arbolado y demás; ya finalmente por otros muchos medios que no es
fácil especificar. Todo esto Como consecuencia natural de una guerra, pues no
se toman en cuenta algunos excesos y violencias, que tampoco faltaron.
Las desavenencias que ya antes de esta época habían
estallado entre los Reyes padres y su hijo heredero el Príncipe de Asturias,
tomaron cada vez su incremento; cuya consecuencia fue la abdicación de Carlos
IV, la ida de toda la familia Real a Bayona y todos los demás acontecimientos
que nos refiere la historia. Sábense también por la misma los sucesos
ocurridos en Madrid el 2 de Mayo; la proclamación de José Napoleón Bonaparte
como Rey de España; y el levantamiento de algunas provincias contra la dominación
francesa. He aquí el origen de la guerra que con tanto heroísmo sostuvo esta
nación por espacio de seis años contra los for-
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midables ejércitos de Napoleón; guerra en cuyos
desastres y calamidades cupo una buena parte a esta villa de Tolosa. Las
tropas francesas de Infantería, caballería, artillería, trenes y demás no
cesaron de transitar, ya en dirección de Madrid de refresco, ya de vuelta en
destacamentos y cuadros a repararse y equiparse, ya en escoltas de aprestos
de guerra y convoyes, ya también conduciendo prisioneros; teniendo por
consiguiente que sobrellevar los habitantes de esta villa, como punto de
etapa la dura y costosa carga de alojamientos. Basta tener presente que según
lo que manifiesta el Conde de Toreno en su historia de esta guerra, el número
de combatientes franceses en España, sin comprender las bajas, cuando vino el
gran ejército con Napoleón desde el mes de Noviembre en adelante, ascendía a
250000 hombres, de los que cuasi todos pasaron por aquí. La exacción de
contribuciones ara atender al suministro de raciones de tanto número, a las
provisiones de hospitales, obras de fortificaciones, bagages y demás, fue
también continuada y de consideración. Hubo pues que imponerlas sobre la
propiedad rústica y urbana, sobre el comercio e industria, sobre varios
artículos de consumo, en una palabra sobre todo lo que se discurría
productible; y no bastando todo esto para cubrir los inmensos gastos que
ocurrían, se apeló a empréstitos forzosos y venta de fincas concejiles. Entre
tanto la villa permaneció fortificada y guarnecida constantemente, por cuya
razón no estuvo sujeta, como los pueblos abiertos, a la entrada y salida
alternativa de las fuerzas beligerantes; ventaja ciertamente de no poca
consideración, pero que es disputable si compensaba la gran molestia y
sacrificio de los alojamientos y otra muchas cargas que tenia que soportar.
Sin embargo los habitantes de este pueblo tampoco
estu-
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vieron enteramente libres de la acción
de las guerrillas, Como éstas se componían de gentes del país, y muchos eran
naturales de la misma villa, se acercaban con frecuencia a ésta, tiraban
tiros a los franceses que encontraban, y asustaban a los vecinos que por
casualidad estuviesen en el punto del encuentro. tampoco pidieron eximirse
siempre de las exacciones de contribuciones pecuniarias de dichas guerrillas;
y así es que habiéndolas pedido con amenazas de incendio de caseríos, si no
se les enviaban, fue atacado el pueblo por 1500 guipuzcoanos mandados por el
denominado Diputado general de la provincia Don Jose de Guerra el día 25 de
Marzo de 1812. No consiguieron entrar en él; mas como principiasen a poner en
ejecución su amenaza, quemando en esta villa el caserío de Alzusta y en Ibarra
la fábrica de papel de Azaldegui y el caserío de Igoategui, fincas todas
pertenecientes a vecinos de Tolosa, y siendo por otra parte la guarnición que
había muy escasa para impedirlo, hubo que enviarles la suma de 47000 reales;
recogidos por reparto individual entre varios vecinos. Noticioso de este
suceso el General francés Conde Dorssenne, y enojado seguramente de que un
pueblo guarnecido hubiese contribuido a los que ellos llamaban brigantes,
mandó se exigiesen dobles cuotas a los que las pagaron o sean 94000 reales y
que su entrega se hiciese en el término de 48 horas, so pena de conducir a
Francia en clase de arrestados a los morosos. No hubo mas remedio que reunir
inmediatamente la mencionada suma, la que por disposición verbal del mismo
General quedó por de pronto en poder del Ayuntamiento o su Tesorero. Más
adelante habiendo decretado el nuevo General en jefe Conde de Cafarelli que
la expresada multa fuese soportada por todos los dueños de propiedades
rurales, quedó virtualmente su reintegro de cargo
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de la villa. No satisfecho todavía el
Ayuntamiento con este decreto, recurrió al mismo Conde en solicitud de una declaración más
explicita y de autorización para hacer la devolución del dinero con el precio
en venta de fincas del común. Obtenido esto, según parece, el Ayuntamiento
vendió su casería de Ugaranbarrena y con su valor hizo el pago de los citados
94000 reales. Expulsados los franceses de Madrid y las Castillas, y
derrotados en seguida en la batalla dada en los campos de Vitoria el día 21
de Junio de 1813, se replegó a esta villa el General Foy con las fuerzas de
franceses e italianos que pudo reunir, que en junto ascendían a unos doce mil
hombres. El objeto de esta maniobra era el dar lugar a que se pusiese en
seguro el convoy que escoltaba el general Maucune para Francia. El ejército
anglo-hispano-portugués aliado avanzó sobre este pueblo el día 25 del mismo
mes, siendo su jefe principal el General inglés Sir Thomas Graham y los de
las divisiones particulares inglesa, portuguesa y española los Generales
Oswald, Pack, Don Pedro Agustin Giron, Don Gabriel de Mendizabal y Don
Francisco Longa. Atacó éste con su gente por los montes de Alzo y Lizarza a
los enemigos que se apoyaban en un reducto formidable: Mendizabal con la suya
por los montes de la parte de Urquizu. Los franceses defendieron sus
posiciones exteriores con no menos pericia que valor; y replegados al fin
sobre esta villa en la tarde del citado día 25 de Junio, la vigorosa
resistencia que todavía hizo en ella la guarnición, para dar tiempo a
la retirada de las tropas de Foy a Andoain, impidió a los aliados ocuparla
hasta después de entrada la noche. Esto tuvo lugar no sin alguna pérdida de
los nuestros por el fuego que hicieron los franceses particularmente desde la
galería del Tinglado. La
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retirada de dicha guarnición fue tan
ordenada, que no perdió en ella gente alguna, en medio de que todavía no
acababa de salir de la puerta de Francia, cuando el ejercito aliado entraba por
las de Castilla y Navarra, Su comportamiento, así como el de la división de
Foy, para con este vecindario puede calificarse así bien basta de ejemplar;
pues que en medio de carecer aún del más preciso alimento y de sufrir otras
muchas privaciones, no cometieron extorsiones ni violencias de ninguna clase,
que tan comunes son en semejantes ocasiones de combates y retiradas de
ejércitos. Antes al contrario tuvieron todos los miramientos, y protegieron
con el mayor empeño a las autoridades locales, dando guardias y otros
auxilios posibles para su respeto y defensa hasta los últimos momentos. El
Ayuntamiento, abandonado por cuasi todos los habitantes del pueblo, que
salieron a las aldeas, se mantuvo firme con serena actitud, digna por cierto
de elogio, en la casa consistorial de la plaza vieja, dando frente en cuanto
podía a las muchas y difíciles exigencias de los franceses, por evitar así
las extorsiones que eran de temer, como lo consiguió. Por tan feliz desenlace
acordó la misma corporación en sesión de 16 de Mayo de 1815 que el día 25 de
Junio de aquel año y de los sucesivos, mientras fuese la voluntad de la
villa, se celebrase una función solemne de iglesia con misa, sermón y Te
Deum; la que tuvo lugar hasta hace algunos años, en que cesó mediante los
acontecimientos políticos, de que se hablará luego.
Ocupada esta villa por las tropas
aliadas con gran alborozo de sus habitantes, sufrieron estos no poco con las
exigencias y excesos de alguna parte de ellas. Sacaron a la fuerza de las tiendas
zapatos, alpargatas y otros géneros; en los alojamientos cometieron varias
extorsiones, incendiaron la casa de Mi-
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sericordia y el caserío de Perrategui;
en fin causaron otras violencias que en verdad no eran de esperar de un
ejército amigo. Este no permaneció por mucho tiempo ocupando la villa; pues
las divisiones españolas salieron el siguiente día 26 en dirección de Andoain
persiguiendo a Foy, y la inglesa y portuguesa a los dos días. Con tanto se
vio libre y desembarazado el pueblo del grueso del ejército, quedando no
obstante todavía en él algunas fuerzas, los hospitales y otras dependencias.
Los sucesos militares siguieron su curso; los ejércitos franceses fueron
arrojados completamente del territorio español; ocurrió la batalla de San
Marcial el 31 de Agosto, la plaza de San Sebastian fue asaltada y tomada el
mismo día y su castillo el 8 de Septiembre siguiente. En fin los aliados
invadieron la Francia, y se hizo la paz con la renuncia y entrega de
Napoleón. En tanto las exacciones de todo género, las cargas de alojamientos,
las contribuciones, los sufrimientos de varias clases no cesaron de pesar
sobre esta villa, que situada en el centro de carreteras generales era el
punto a donde acudían las autoridades militares para atender a. la subsistencia
y socorro de las tropas; y estas mismas en sus marchas y tránsito continuado.
Según el estado que está arrimado a la acta de 28 de Febrero de 1815 el
importe de suministros de víveres y demás servicios hechos por la villa a las
tropas españolas y aliadas desde el 25 de Junio de 1813 hasta el 31 de Enero
del citado año ascendió a 2012953 reales.
A consecuencia de haberse proclamado y
jurado por el Rey en Marzo de 1820 la Constitución política de la monarquía
de 1812, ocurrieron también en esta villa, así como en otros puntos, algunos
acontecimientos de guerras; los cuales por la conexión que tienen con los
hechos memorables de los tolo-
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sanos explicaré más por menor en el
capítulo siguiente. Me limitaré por lo tanto a manifestar en el presente que
en esta época Tolosa fue por razón de su situación e importancia el centro de
las operaciones militares contra la facción de Guipúzcoa que recorría sus
montes y los confinantes de Navarra y Vizcaya. En su virtud hubo siempre aquí
una guarnición de tropa de ejército a cuya sombra y la de la milicia nacional
de infantería y artillería que se formó, se fortificó el pueblo a sus
expensas; en términos de que ningún miedo ni recelo causaban las facciones.
Así se siguió hasta principios de 1823 en que a consecuencia del tratado
hecho en Verona por los representantes de Francia, Rusia, Prusia y Austria se
reunió en las inmediaciones de Bayona un ejército francés de cien mil hombres
al mando del Duque de Angulema para entrar en España con el objeto de destruir
el gobierno constitucional. En vista de esta actitud belicosa, y mediante los
anuncios de una inmediata invasión francesa, la milicia nacional de esta
villa y la poca guarnición que había en ella la desocupó retirándose a San
Sebastian el día 6 de Abril, siguiéndose a esto la entrada de los realistas
el inmediato día. Las tropas francesas que habían pasado el río Vidasoa el
mismo día 6, principiaron a entrar en este pueblo el 8 con la Junta
provisional de gobierno, y siguieron pasando por él todas las destinadas a
esta expedición, menos alguna parte que entró por la frontera de Cataluña.
Desde entonces quedó establecido el gobierno absoluto; se nombró nuevo
Ayuntamiento, y principió la época de reacción, persecuciones y venganzas
contra cuantos se suponían de ideas constitucionales. Los que en esta villa
se hallaron en tal caso tuvieron pues que sufrir no poco. Se les exigieron
cantidades pecuniarias sin más razón que por Justos motivos; se les
re-
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cargó con una contribución mensual para
la milicia realista que se formó. Muchos fueron procesados y presos por las
más leves causas; otros apedreados o heridos a puñal; y no faltó quién
hubiese sido tirado al río desde el puente de Santa Clara. Sin embargo
ninguno de estos delitos fue castigado. Tan terrible estado de cosas duró
hasta el año de 1826 en que nombrado un nuevo Ayuntamiento cambió enteramente
el estado de cosas en el pueblo. y se restituyó .la paz, quietud y seguridad
de las personas. Ocurrida en Francia en el año de 1830 la revolución que
destronó al Rey Carlos X y su descendencia, alentáronse con ella los
constitucionales españoles, emigrados en dicho reino a consecuencia de los
sucesos del 1823; y reunidos en la frontera al mando del General don
Francisco Espoz y Mina amenazaron entrar en España. El gobierno de S. M.
dictó las oportunas disposiciones para impedir tal invasión acercando al
efecto algunas fuerzas a la frontera, señaladamente por la parte de Navarra y
Aragón. Tampoco se descuidaron las Diputaciones de estas tres provincias vascongadas.
Las de Alava y Vizcaya enviaron aquí con el propio objeto varios batallones
de Voluntarios realistas; y la de Guipuzcoa que por turno residía en esta
villa, armó a la mayor parte de Tercios de la misma y los dirigió también a
Irun, Goizueta, Arano y otros puntos de la montaña navarra. Dos compañías de
naturales de esta villa hicieron parte de esta expedición, la cual se
concluyó a los pocos días con la batida de los invasores en la frontera y
expulsión a Francia de los que pudieron salvarse. Estos sucesos tuvieron
lugar en los últimos días de Octubre. Muerto el Rey Don Fernando VII el día
29 de Septiembre de 1833, declaróse inmediatamente la insurrección de Bilbao
y Vitoria proclamando por sucesor de la Corona al Infante
[faximil de la página original]
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Don Carlos, hermano mayor de aquel. A
su consecuencia el Capitán General de estas provincias vascongadas Don
Federico Castañon, que residía en San Sebastian, con las primeras noticias de
estas novedades vino a esta y siguió en dirección de Vizcaya por el camino de
Azpeitia el día 6 de Octubre con algunas fuerzas del ejército y un cañoncito
de campaña. Pero al ver el incremento que había tomado la insurrección y la
dificultad de sofocarla sin más tropas, retrocedió desde Azcoitia, y se situó
en esta villa. donde en fecha 8 dio una proclama declarándose en favor de los
derechos de la Reina Doña Isabel II, hija primogénita del monarca difunto.
Mediante esta retirada, Vizcaya, y Alava quedaron completamente abandonadas y
a merced de la insurrección; la cual por consiguiente cundió con rapidez por
los demás pueblos de dichas dos provincias, y amenazó propagarse por los de
la parte alta de Guipuzcoa. No tardó en suceder así; pues ya en los primeros
días del mes de Octubre se habían formado dos batallones de Voluntarios
guipuzcoanos, .de los que hacían parte varios mozos de esta, villa que
subrepticiamente salieron a incorporarse en sus filas. He aquí el principio
de la larga y cruel guerra civil de seis años, que causó tantas victimas;
arrasó pueblos enteros; arruinó fortunas; y causó desgracias y calamidades de
tantas clases. Los Fueros de estas provincias no influyeron para nada en esta
insurrección, como algunos equivocadamente lo creen, y tan solamente dio
lugar a ella la cuestión de sucesión en la Corona de este reino.
La Diputación foral de Guipuzcoa, que
a la sazón residía en la villa de Azpeitia por tanda, se trasladó también a
Tolosa el día 9 de Octubre por mandado del General Castañon, así como lo hizo
el Corregidor Don Pascual Felix de Pui. To-
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das las autoridades de la provincia se
situaron pues en este pueblo, donde se celebraron Juntas particulares desde
el día 17 al 21, para providenciar lo conveniente en razón a los graves
sucesos políticos que ocurrían. Agravados cada vez mas éstos con el aumento
que tenía la facción, vino ésta a atacar a Castañon en esta misma villa en
número de siete batallones vizcaynos y dos guipuzcoanos, todos completos.
Ocurrió esto el día 22 del ya citado mes de Octubre. Desde muy de madrugada
ocupó la facción todos los altos que dominan el camino real desde la parte de
Arribaquieta hasta el molino de Osarain a derecha e izquierda, de manera que
tanto las inmediaciones de los caseríos de Arana, Olarrain-Echeverria y
Eguia, como las de Eguzquiza por el otro lado del río Oria, se veían
colmadas de tiradores situados ventajosamente, en tanto que otro batallón
bajó por Urquizu hacia Choritoquieta. No teniendo Castañon fuerzas
suficientes para rechazar la agresión de tal avenida de gentes, se mantuvo a
la defensiva en esta población hasta que hacia el medio día llegó a ella
desde Francia el Coronel Don Gaspar de Jauregui, jefe que había sido de los
batallones de Guipuzcoa durante la guerra de la independencia, el cual había
emigrado a dicho reino en 1823 como adicto a la causa constitucional. Este
bravo caudillo, después de un corto descanso, se puso en campaña, y con una
fuerza de unos 200 cazadores y algunos pocos Voluntarios del país salió por
el camino real en dirección de Osarain a echar de sus posiciones a la
facción. El fuego que hizo ésta fue horroroso; mas a pesar de todo Jauregui
con muy poca perdida penetró por entre el enemigo, quien sorprendido y
despavorido con tan inesperado arrojo huyó en completo desorden hacia
Azpeitia y EIgoybar y parte de los vizcaynos a su provincia. Si Jauregui
reforzado
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con más gente, hubiese continuado su
triunfante marcha a Vizcaya, tal vez se hubiese destruido en sus principios
la facción. !Cuantos males no se hubieran ahorrado entonces! Pero, siendo
ésta una empresa muy difícil o a lo menos muy arriesgada con el corto numero
de soldados que sacó de esta villa, volvió a ella en la noche del mismo 22 de
Octubre.
El suceso de este día, si bien puso de
manifiesto la ninguna .organización militar de los insurreccionados,
descubrió no obstante la gravedad del mal en razón de los muchos compromisos
que había contraídos en estas provincias en favor de la causa del Infante Don
Carlos y por los que se suponía existían aún en el interior del reino. Por
estos motivos sin duda la Diputación de la provincia se retiró el siguiente
día 23 de Octubre a San Sebastian y con ella gran numero de vecinos de esta
villa, quedando en ella el General Castañon con la columna de su mando. Quiso
éste hacer el ensayo, que acaso hubiera intentado con mejor éxito antes; y
saliendo de esta villa en la noche del 5 al 6 de Noviembre fue a atacar a los
carlistas, cuya mayor parte se hallaba reunida en Azpeitia. No pudiendo
penetrar en esta población, tuvo que regresar presuroso a Tolosa en el mismo
día 6 hostigado en su retaguardia; retirándose a la tardeada, después de
algunas horas de descanso, a la plaza de San Sebastian, con lo que quedó todo
el país a la merced de los insurrectos.
La vanguardia de éstos, compuesta de
guipuzcoanos, entró en esta villa en la misma noche del 6; el resto de la
fuerza de esta provincia y los vizcaynos el siguiente día 7 por la mañana.
Los primeros constaban de dos batallones mandados por el Coronel de Guardias
Reales Don Ignacio de Lardizabal, de la villa de Segura; los segundos de
siete, cuyo jefe; era
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el titulado Brigadier Don Martin de
Bengoechea. La entrada de los últimos en esta villa fue no poco amenazante, y
su conducta mientras permanecieron en ella no correspondió a lo que había
derecho a esperar; ni por otra parte era muy conforme a la política que en
interés de su propia causa parece debían observar. No dando lugar a que se
les alojase por medio de boletas, según siempre se acostumbra aquí, hubo que
acomodarles en las casas introduciendo en cada una de ellas por los
capitulares 20, 30 ó más soldados, de manera que todo el vecindario estuvo
sobrecargado e incomodado; y si bien el Ayuntamiento expuso a los jefes la
conveniencia de que una parte se alojase en las casas contiguas al pueblo,
nada pudo conseguir, pues no quisieron salir del recinto de él. A las dos
horas después de haberse acomodado como se pudo esta gente, recibió el
Ayuntamiento una orden del expresado Bengoechea para que algunos individuos
de él se presentasen en su alojamiento; en cuyo cumplimiento pasó allá el que
esto escribe, que ejercía el cargo de Alcalde, acompañado de un Regidor. La
manera en que fuimos recibidos fue en verdad bien poco atenta: fue por el
contrario aterradora, para lo cual no se les había dado el mínimo motivo.
Se nos intimó pues con repetidas
amenazas de ser pasados irremisiblemente por las armas, que se proveyesen a
los batallones con toda exactitud las raciones de toda clase, así como el
forraje para los caballos; que se surtiese a los cuerpos de guardia de luz,
lumbre y 15 carros de paja fresca cada día; que se compusiesen inmediatamente
los portillos de la villa y las obras de fortificación, siendo así que sus
mismos soldados las habían desbaratado a la entrada. Por el bien del pueblo
hubo que ejecutar tan imperiosas ordenes y otras muchas que iban dictando a
su voluntad, para lo cual los con-
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cejales tuvieron que estar en la casa
de la villa constantemente de día y noche; y en verdad, con la gran
prevención con que vinieron a este pueblo, probablemente muchas extorsiones y
excesos se hubieran cometido a habérseles faltado algo de lo que pedían.
La titulada Diputación a guerra, que
también entró en esta villa, mandó proceder al alistamiento de todos los
mozos solteros de la edad de 18 a 40 años y la entrega de dos individuos por
cada fuego dentro de 48 horas, con estrechas responsabilidades en caso
contrario; y hubo que cumplimentar este imperioso mandato, dictando
inmediatamente las disposiciones conducentes al efecto. Al propio tiempo se
reunían en esta villa los mozos sorteados de otros pueblos con el objeto de
formar el tercer batallón de Guipuzcoa, lo cual aumentaba las exigencias de
los jefes carlistas y las incomodidades del vecindario. Nada faltó sin
embargo a los que le dominaban; ningún pretexto racional podían tener, por
consiguiente, para quejarse de su acogida y tratamiento en esta villa; y a
pesar de todo esto algunos guipuzcoanos arrestaron a varias personas
pacíficas, sólo por suponérselas adictas a la causa de la Reina. También los
vizcaínos causaron en los alojamientos no pocas incomodidades y malos tratos
so pretexto de que Jauregui y los Chapelgorris estaban dentro del pueblo. Tal
era el miedo que les tenían.
Aunque los dos batallones guipuzcoanos
marcharon a Hernani a los pocos días de su entrada en esta villa, los siete
de Vizcaya permanecieron en ella hasta el 23 del mismo Noviembre, en cuyo día
unos y otros reunidos salieron por el portal de Castilla evacuando del todo el
pueblo. Esperábase que las tropas de la Reina vendrían desde San Sebastian el
mismo día o el inmediato; pero no llegaron hasta el 28. Lo
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que sufriría el pueblo durante esta invasión
bien se puede conjeturar de lo que tuvo que contribuir en raciones y demás
pedidos, del numero a que ascendían las fuerzas que lo ocuparon, y de lo
demás que queda indicado.
El suministro que tuvo que suplir la
villa ascendió a 52625 reales, y agotados todos los fondos de la tesorería
hubo que echar mano de las existencias de las cajas de memorias de patronato
del Ayuntamiento. No bastando todo esto, fue preciso abrir una suscripción
voluntaria o empréstito entre los mismos capitulares y otros vecinos, para
reunir algún dinero. Al propio tiempo en la casa de Misericordia existía gran
número de soldados enfermos, cuyas estancias nadie pagaba; y así es que la
Junta de beneficencia expuso al Ayuntamiento la imposibilidad de continuar en
tal estado por falta de camas, local y recursos, y menos de recibir en el
establecimiento más enfermos. En vista de las gestiones que hizo el
Ayuntamiento, la Diputación a guerra le libro diez mil reales para en cuenta
de dichas estancias.
Ocupada esta villa por las tropas de la
Reina el citado día 28 de Noviembre, no ocurrió por de pronto cosa alguna
particular que merezca relatarse; pues habiendo entrado el General Sarsfield
en Vitoria, las facciones quedaron dispersas ahuyentándose a los montes de
Navarra y Vizcaya. Rehiciéronse no obstante pronto al ver que ninguna
persecución tenían, y que ni aún se cuidaba de recoger las armas de los que
habían ido a sus casas; descuido muy censurable por cierto. La de esta
provincia de Guipuzcoa empezó a recorrer todo el país, menos en los puntos
guarnecidos; y ya todo esto anunció que la guerra civil estaba lejos de
concluida. Así es que en la noche del 23 al 24 de Diciembre del mismo año de
1833, hallándose la columna mandada por el Coronel Jauregui en Ver
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gara; y esta villa indefensa con una
corta guarnición, fue atacada por los tres batallones guipuzcoanos y uno
navarro por los puentes de Santa Clara y Arramele, por el portal de Castilla
y costado de la Rondilla. La acometida fue brusca y terrible; pero como el
Comandante de armas tuvo momentos antes aviso confidencial del intento, se
hallaba preparada para la defensa la poca tropa que había, la cual auxiliada
con algunos Chapelgorris rezagados y de varios vecinos que en el pronto se
armaron, rechazó a la facción, retirándose ésta con perdida de alguno que
otro muerto y herido. De esta manera se salvó la villa de las desgracias y
horrores que en caso contrario hubiera tenido que sufrir. Para evitar en
adelante sucesos tan lamentables y tranquilizar al vecindario, determinó el
Ayuntamiento fortificar en forma el pueblo y armar a los habitantes que se
prestasen a ello, como en seguida lo verificó; ejecutando a sus propias
expensas varias obras de defensa, y organizando dos numerosas compañías de
Tercios Urbanos. Las cosas siguieron bajo este pie por alguna temporada; la
villa ya no fue acometida, ni en verdad había temores de que, aún en el caso
de serlo, pudiese Ser ocupada por los carlistas, a lo menos mientras no
viniesen con artillería de grueso calibre. En medio de esto la situación de
los habitantes de este pueblo era triste y en extremo desagradable; pues como
los carlistas recorrían libremente el país, se acercaban a cada paso, de
manera que los comprometidos por la causa de la Reina apenas podían pasar
desde la ermita de San Esteban, ni desde la casa de Urbieta, sin exponerse a
ser cogidos y fusilados. Además las partidas volantes impedían el que viniese
gente de los caseríos y aldeas con ninguna clase de comestibles ni otras
cosas; y tal era su rigor, que negaron a fusilar junto al molino de Osarain a
dos pobres mujeres de esta villa que
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habían salido a traer leña, de las
cuales una quedó muerta en el acto y la otra pudo salvarse, aunque herida de
balazos.
El General carlista Don Tomas de
Zumalacarregui, habiendo bombardeado a la villa de Villafranca de esta
provincia en los últimos días de Mayo y primeros de Junio de 1835, llegó al
fin a apoderarse de ella en virtud de capitulación. Tan fa-tal noticia alarmó
en tanto grado al ya Brigadier y Comandante General Don Gaspar de Jauregui.
situado con su columna en Tolosa, que resolvió retirarse inmediatamente con
todas sus fuerzas a la plaza de San Sebastian, temeroso sin duda de que el
enemigo le sitiase en esta villa. Se verificó en efecto esta retirada con la
mayor precipitación en la noche del 4 al 5 de Junio, yendo con la tropa, no
solo los Urbanos armados del pueblo, sino también muchas de sus mujeres,
hijos y familias. Todos, aún los mejor acomodados y de conveniencias,
tuvieron que hacer la marcha a pie y de la manera mas lastimosa, sin poder
llevar más que la ropa que cada cual tenia puesta, abandonando por
consiguiente las casas según estaban con todos sus muebles, alhajas, efectos
y demás contenido. Tan sincera era la adhesión de estos habitantes a la causa
de la Reina; y tal el terror que inspiraban los carlistas. Entraron estos en
esta villa el siguiente día 5 con su Comandante General Don Miguel Gomez
nombrado por Zu.malacarregui, y ya desde entonces hasta que en 1839 se hizo
la paz la dominaron completamente. Se impusieron 22968 reales de contribución
mensual sobre la foguera; 4 por 100 también en cada mes, el cual se aumentó
luego a 6, sobre las rentas de la propiedad territorial rústica y urbana; y
3661 reales igualmente mensuales a la industria y comercio. En fin hubo otras
exacciones, cuya detallada explicación no es fácil hacer en un extracto.
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Como esta villa no había satisfecho las
contribuciones que la Diputación a guerra había impuesto a los pueblos
mientras hubo guarnición en ella, le fueron exigidos de una vez por dicha
autoridad todos los atrasos luego que la ocuparon los carlistas. El
Ayuntamiento pues trató de satisfacer esta exigencia, que ascendía a la
considerable suma de 190800 reales; pero en lugar de hacer el reparto sobre
lodo el vecindario, como la justicia lo prescribía, lo verificó a título de
reintegro en ciertas y determinadas personas adictas a la causa de la Reina,
a quienes se amenazó entregasen sus cuotas en el preciso termino de 48 horas,
como tuvieron que hacerlo. Además a virtud de una declaración que hizo el
Pretendiente en Durango a 14 de Junio del mismo año 1835 sobre que la
exacción de multas a los enemigos de sus supuestos soberanos derechos
correspondía en cada provincia a su respectiva Diputación, la de Guipuzcoa
por medio de su presidente Don Ignacio de Lardizaba[ las impuso a las
familias de los Urbanos y demás reputados por liberales en la enorme suma de
2851000 reales, según por menor resulta del expediente original que tengo a la
vista. Los así multados o sus familias que quedaron en el pueblo tuvieron que
pagar, si no toda la cantidad exigida a lo menos su mayor parte, y a los que
no lo verificaron se les embargaron y vendieron los géneros de tienda y
efectos de casa que se les hallaron. Al propio tiempo la autoridad militar
embargaba y vendía por su parte todo lo que existía en las casas de los
Urbanos, procediendo en ello con tal informalidad y poca justificación, que
el mismo Corregidor carlista tuvo la franqueza de advertirle que el
expediente que con este motivo se había formado era un tejido de absurdos, en
el que se habían desconocido todas las reglas forenses y las formalidades más
precisas prescritas por las
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leyes. A estas vejaciones siguieron
otras. En virtud de una orden de la Diputación a guerra de 10 de Octubre del
año que voy recorriendo y circular de 29 de Noviembre siguiente todos los
bienes raíces de cuantos estuviesen ausentes del país fueron secuestrados y
administrados por personas nombradas por la misma corporación; y todo sin
perjuicio de tener que pagar las contribuciones foguerales y de soportar los
alojamientos las criadas de los emigrados. La misma Diputación pasó en 19 de
Enero de 1836 al Acalde de esta villa un oficio dándole conocimiento de que
en cierta casa, cuyo habitante estaba ausente, había ropa blanca que hacía
mucha falta en el hospital de Vergara,.y le encargaba la recogiese;
añadiéndole que si en otras casas había ropa de igual clase, procediese a
hacer otro tanto, vendiendo los demás efectos a la posible brevedad. Mediante
esta disposición pasó el Alcalde a embargar todos los muebles, ropa y demás
efectos que había en las casas de los emigrados, así como también los géneros
de las tiendas y almacenes, a inventariarlos, tasarlos y venderlos; pero al
decir de los interesados que han reconocido estas diligencias no aparece en
los inventarios sino una mínima parte de las cosas o efectos que ellos
dejaron a su salida en las casas. Lo demás desapareció para sus dueños sin
que conste cómo. Por lo demás los sacrificios personales que los habitantes
de esta villa que no emigraron hicieron en el apronto de mozos para el
servicio de los batallones de Guipuzcoa fueron también muy grandes.
Aumentados estos sucesivamente hasta el número de siete. reducíanse a cada
paso sus filas en los continuados combates, machas y hospitales, cuyas bajas
había que reemplazar, en términos de que los padres interesados de aquellos a
quienes tocaba la suerte eran arrestados en la prevención hasta que se
presentase ellos a servir.
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251
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Además para los trabajos de las
trincheras y otros servicios semejantes eran llevados no pocas veces.
Tan triste y terrible estado de cosas
duró hasta el fin de Agosto de 1839 en que tuvo lugar en la villa de Vergara
el memorable convenio de paz entre el Duque de la Victoria, General en jefe
del ejército de la Reina y Don Rafael Maroto, que mandaba el del
Pretendiente. A consecuencia de un desenlace tan feliz, efecto principalmente
del cansancio del país de tanto padecer, se deshicieron los batallones
carlistas retirándose a sus casas los mozos que servían en ellos. Libre ya
esta villa de tales fuerzas, entró en ella a cosa de las nueve de la mañana
del 6 de Septiembre la división del ejercito de la Reina, que operaba por la
parte de San Sebastian y Hernani, cuya vanguardia formaba la milicia nacional
voluntaria de esta dicha villa y de la de Vergara. El Duque de la Victoria
entró también en la misma el siguiente día 7 a la nochecer con respetables
fuerzas de su ejército viniente de Vergara, y salió con ellas para Navarra el
10, siguiéndole otras tropas. Desde entonces quedó restablecida en esta
villa, así como en los demás pueblos de la provincia, la autoridad de la
Reina y fueron regresando los emigrados. Muy grande fue en verdad el contento
y satisfacción de éstos al verse en sus hogares; pero al mismo tiempo no
experimentó poco pesar la mayor parte de ellos al hallar sus casas y tiendas
vacías, siendo así que a su salida las habían dejado bien surtidos de
muebles, ropas y géneros. Así que no pocos de ellos se arruinaron, y todos
sintieron graves pérdidas y quebrantos, que se van reparando a beneficio de
la paz. Tal es en globo el relato de los acontecimientos más notables
ocurridos en esta villa durante la azarosa y terrible guerra civil de
sucesión guerra cuya memoria aún hoy día nos espanta.
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252
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Por el mes de Octubre de 1841
ocurrieron también en esta villa, así como en otros puntos de la monarquía,
acontecimientos políticos de gravedad de que conviene hacer expresión.
Hallábase a la sazón de Regente del reino por la menor edad de la Reina Don
Baldomero Espartero. Duque de la Victoria, nombrado para este cargo por las
Cortes constituyentes después de haber renunciado la gobernación de la
monarquía la Reina madre Doña Maria Cristina de Borbon, la que tuvo que
emigrar a consecuencia de la revolución de Septiembre de 1840. La regencia
del Duque había creado muchos descontentos, y aprovechándose de esta
circunstancia, se trató de restablecer a la Reina madre en su cargo. Se
declaró pues, por esta causa el General Don Leopoldo Odonell, apoderándose de
la ciudadela de Pamplona el día 2 del expresado mes con algunos batallones.
Con noticia de esta novedad un escuadrón de caballería que se hallaba de paso
en esta villa, se pronunció en, la misma el siguiente día 3 por la mañana,
proclamando la Constitución de 1837, la Reina Gobernadora y los Fueros de las
provincias vascongadas; pero no habiéndole secundado, la guarnición de
infantería ni la gente del pueblo, marchó el mismo día para Navarra. En los
días inmediatos se pronunciaron en igual forma las tropas que había en
Vitoria y Bilbao con sus respectivos jefes; pero las de esta provincia de
Guipuzoa se mantuvieron fieles al gobierno del Regente del reino. El Diputado
general de esta provincia y su adjunto, que por tanda residían en la villa de
Azcoitia, se trasladaron en la noche del 9 a Vergara, donde se unieron a los
pronunciados; cuyas fuerzas en número de tres batallones de ejército, los
miqueletes y algunos paisanos armados eran mandados por el General Don
Antonio de Urbiztondo. Replegado a Andoain el Capitán General de este
distrito Don Francisco de Paula Alcalá
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con su tropa, los pronunciados con los
Diputados de la provincia entraron el día 18 por la mañana en esta villa de Tolosa.
Aquí principiaron a reunirse los mozos de varios pueblos para organizarlos;
pero temiéndose sin duda algún choque entre éstos y los soldados, y
noticiosos por otra parte los jefes de haber fallado en Madrid el golpe y de
la entrada de Don Martin Zurbano en Vitoria, se dispuso la salida de la tropa
hacia Andoain, como lo verificó a la nochecer del 19. Durante la misma noche
salieron hacia Lecumberri el General Urbiztondo, los individuos de la
Diputación y otros varios comprometidos, los cuales se dirigieron desde allí
a Francia a salvarse. Los mencionados tres batallones pronunciados, llegados
que fueron a Andoain, se unieron con la tropa de Alcalá. quien con todas las
fuerzas vino a esta villa de Tolosa. el siguiente día 20, terminándose así
este pronunciamiento. El Regente del reino, después de sofocar la tentativa
ocurrida. en Madrid en la noche del 7 del mismo Octubre, vino a Vitoria donde
en 29 dio un decreto estableciendo en estas provincias los Jefes políticos,
Diputaciones provinciales, Ayuntamientos y Juzgados de primera instancia con
arreglo a las leyes y disposiciones generales del reino, con lo que quedaron
suprimidas las autoridades forales. Se mandaba además en dicho decreto que se
colocasen las aduanas en las costas y fronteras. Dictadas estas y otras
disposiciones, el expresado Duque pasó a San Sebastián, y de vuelta hizo
mansión en esta villa en la noche de 4 al 5 de Noviembre. A pesar de que se
llegó a sofocar así este movimiento político, no por eso quedó más
consolidado el poder del Duque. Subsistían los descontentos que había creado;
y habiendo estallado en 1843 en toda su fuerza, al fin tuvo que renunciar la
regencia y emigrar. Durante estos sucesos no hubo en Tolosa novedad
particular que merezca relatar.
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