GEOGRAFIA E HISTORIA DE DONOSTIA-SAN SEBASTIAN

 

Geografía e

Historia de Donostia

S. Sebastián

Edición octubre 2013

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4.2

LOS ORÍGENES MEDIEVALES DE SAN SEBASTIAN: 

LA EPOCA ANTERIOR AL FUERO DE SANCHO EL SABIO.

© José Angel LEMA PUEYO

 

Los orígenes de San Sebastián, su historia más remota anterior a la concesión del fuero de Sancho el Sabio constituyen un verdadero reto para los historiadores. Son un acertijo contenido en un enigma. La escasez de documentación se ve agravada por el hecho de una parte sustancial de la misma es el resultado de falsificaciones o manipulaciones, motivadas por intereses monasteriales o episcopales. No obstante, intentaremos acercarnos a las claves del problema, teniendo en cuenta las aportaciones de los estudiosos y los imperativos del sentido común.

4.2.1 EL PUNTO DE PARTIDA: EL MONASTERIO DE SAN SEBASTIÁN EL ANTIGUO A INICIOS DEL SIGLO XI.

Se impone una observación inicial. En sus orígenes, sean cuales fueren, S. Sebastián no pertenecía a Guipúzcoa o Iputza, tal como la designaban las fuentes de la época. Las tierras guipuzcoanas sensu stricto tenían sus límites orientales en el siglo XI en el curso del Oria. Abandonaban el curso del río a la altura de la actual Lasarte y siguiendo la línea del arroyo del Gorga, hoy día cegado, salían al mar por Ondarreta. Al E. se extendían las llamadas de modo muy genérico tierras de Hernani, que comprendían el espacio situado desde la vertiente septentrional del Adarra hasta el mar, entre los ríos Oria y Urumea. S. Sebastián había de surgir, pues, en el extremo costero de esta franja de territorio. ¿Quién domina políticamente en esta área? Si Guipúzcoa o Iputza parece incorporarse a la monarquía pamplonesa bajo el reinado de Sancho III "el Mayo", es probable que las tierras de Hernani ya estuviesen bajo soberanía navarra desde época anterior.

El asentamiento más remoto de la futura ciudad de Donostia se localizaba en lo que hoy es precisamente el barrio de El Antiguo. Nos referimos a un modesto monasterio conocido con el nombre de S. Sebastián el Viejo, en atención al santo al que estaba dedicado, que se levantaba tal vez en el actual emplazamiento del Palacio de Miramar. Enseguida nos asaltan las preguntas ¿Cuándo se fundó? ¿Quién llevo a cabo esta fundación? Los datos disponibles no son seguros. Es probable que este enclave religioso ya existiera a comienzos del siglo XI y que Sancho III "el Mayor" (1005-1035) hubiese sido su fundador. El lugar, no lo olvidemos, estaba, a la sazón, bajo el dominio político de los reyes pamploneses. Con el tiempo, el monasterio estaba destinado a caer en dependencia de una abadía navarra de gran renombre, San Salvador de Leire. Las fuentes disponibles no nos autorizan a precisar con claridad si fue dicho monarca o uno de sus sucesores en el reino de Pamplona, Sancho IV "el de Peñalén", el autor de la donación.

¿Cómo era? Sería, inicialmente, dada la escasez de población y la pobreza del territorio donde estaba asentado, un enclave de moderada importancia, un monasteriolo o pequeño monasterio. A pesar de su localización marítima, la orientación económica fundamental hay que suponerla agrícola y, sobre todo, ganadera. No hay datos seguros que nos autoricen a describir las edificaciones del cenobio. Suponemos que lo formaría un conjunto de pequeñas construcciones en torno a una iglesia, como punto central. Presumimos que en estas edificaciones residirían los pocos monjes necesarios para atender el monasterio y las familias de él dependientes, obligadas seguramente al pago de censos. A su alrededor, un conjunto de pardinas y seles, carente de población estable, utilizado para apacentamiento y alojamiento del ganado y aprovechamientos forestales, constituía parte fundamental de la dotación económica de la comunidad. Entre estos bienes figuraba, emplazada entre el arroyo del Gorga y el río Urumea, la pardina o pastizal de Izurun, de la que nos ha dejado recuerdo la toponomia en el alto de Izturun, a unos dos Km. al S.E. del monasterio. No están claros sus límites. Es posible que en un primer momento no estuviesen definidos con precisión. Tampoco era necesario en una zona poco poblada como aquélla. Esta indefinición facilitaría que el término de la pardina se fuese ampliando conforme los intereses del monasterio así lo exigiesen.

Como dependencia de Leire, el viejo San Sebastián, aquí someramente descrito, estaba sujeto a diversas cargas con relación a la abadía navarra. A Leire se le debían derechos en conceptos de rentas eclesiales cobradas en S. Sebastián, como diezmos, primicias y oblaciones. Asimismo, una curiosa tradición recoge la obligación que tenían los monjes donostiarras, al igual que otros cenobios dependientes de San Salvador, de aportar alimentos (según parece, salmones, en este caso) para un día de sustento de la abadía legerense.

Quedan preguntas en el aire. ¿Surgió primero el cenobio como célula de colonización agraria atrayendo pobladores a su alrededor o se fundó precisamente para atender y organizar mejor a moradores asentados con anterioridad? ¿Los moradores del primitivo San Sebastián, el actual barrio del Antiguo, eran autóctonos o de procedencia navarra, como se ha sugerido? De todo este conjunto de tierras una fracción debió de ser poseida con plenos y exclusivos derechos de propiedad e inmunidad por el cenobio. Constituiría, lo que en términos de la época, se llamaba su coto. ¿Cuándo se señalaron sus límites y dónde estaban situados? Por otro lado, no olvidemos que S. Sebastián el Antiguo obtuvo su dotación por merced regia. Habría partes del dominio monástico en las que, a diferencia del coto, el monarca tan sólo cedería derechos de aprovechamiento, manteniendo la corona derechos eminentes de propiedad. ¿Cuáles eran? Es otro interrogante de difícil respuesta.

También se ha asociado la fundación del primitivo cenobio de S. Sebastián a la difusión del culto al apóstol Santiago. En consecuencia, el enclave habría tenido un origen asistencial, destinado al acogimiento de peregrinos al Sepulcro compostelano que seguían la ruta costera o el itinerario Bayona-Burgos. ¿En qué medida es válida esta conjetura para explicar los orígenes del monasterio? Nos negamos a entrar en un debate sobre el problema y en estas líneas dejamos planteada la cuestión.

4.2.2 EL ASENTAMIENTO DONOSTIARRA EN EL TRÁNSITO DE LOS SIGLOS XI-XII.

Desde 1076 cambian las circunstancias políticas. No nos detendremos en detalles. Basta apuntar que Gipukoa-Iputza, con Bizkaia y Alava, bascula hacia la monarquía castellano-leonesa. Por el contrario, las tierras que se extienden entre el Oria y el Bidasoa, con el enclave donostiarra, aún no propiamente guipuzcoanas, siguen vinculadas al reino Pamplona, unido ahora dinásticamente a Aragón desde el mencionado año hasta 1134. En 1105 las tierras de Hernani, entre las que se incluye en enclave donostiarra, son gobernadas por un tenente o representante del rey de Aragón y Pamplona, el señor Iñigo Veilaz, a quien también se había asignado con el mismo fin el Baztán, La Burunda y Echauri. San Sebastián, englobado en Hernani forma, pues, parte de un gran distrito fronterizo de la monarquía navarro-aragonesa.

Mientras tanto, San Sebastián crece. Mejor dicho, lo hace su monasterio, que en 1101 recibe del rey Pedro I de Aragón y Pamplona una ampliación de su dominio. Es la pardina de "Oroztegui", según lo expresa el documento: con sus términos y apéndices, tierras cultivadas y sin cultivar, pastos, árboles frutales y no frutales, con la corriente que se llama Urumea que pertenece a Oroztegui.

La localización de dicha pardina ha suscitado serios problemas. La hipótesis más probable sitúa este topónimo pocos km. al S. de San Sebastián. Nos referimos a elevación conocida con el nombre de Oriamendi (en el límite de los términos mun. de Donostia y Hernani), cuya ladera oriental vierte aguas hacia el Urumea. Situada algo al S. de Izturun, denotaría una expansión y creciente apropiación territorial del monasterio en las tierras de Hernani. Consecuencia de esta expansión sería la circunstancia de que varios caseríos del lugar pagasen en fechas posteriores diezmos y primicias al cenobio donostiarra.

El mencionado documento de Pedro I no se limitaba a la donación de la pardina. El monarca aragonés confirmaba al monasterio de Leire la posesión del monasterio donostiarra con su villa (cum sua villa). ¿Qué significado tiene la palabra villa en este contexto? ¿Dónde está esta villa exactamente? El documento de Pedro I es lacónico y no precisa más. Hay dos explicaciones posibles.

De acuerdo a la primera, podría tratarse del conjunto de casas inmediatas al monasterio, en el emplazamiento del actual barrio de El Antiguo, en la parte occidental de la bahía de la Concha. De este modo, la carta de Pedro I no haría sino dar fuerza legal a una situación heredada de reinados anteriores. En este aspecto, la situación no habría cambiado en lo sustancial con relación a los reinados de Sancho III y Sancho IV: una pequeña aldea, enclavada en un claro de bosque, en torno a una modesta iglesia o monasteriolo, aunque más poblada que antes, y con una ampliación de las tierras dedicadas a aprovechamientos ganaderos, de lo que sería indicio la mencionada donación de Oroztegui. Según esta primera identificación, se habría producido, pues, un cambio cuantitativo (expansión territorial), pero no cualitativo (naturaleza del asentamiento).

Asimismo, cabe otra lectura de la mención de la villa: que para entonces, a fines del siglo XI o inicios del XII, hubiese surgido un nuevo emplazamiento, ahora al pie del Monte Urgull, entre la parte oriental de la bahía y la desembocadura del Urumea, limitado al S. por el arenal que se interponía entre el Monte y la costa. De acuerdo a la documentación legerense, se tiende a asociar este hipotético enclave con la pardina de Izurum o Izturun, de la que sería una parte situada en su extremo más septentrional.

De ser cierta esta segunda suposición, ¿ qué clase de habitantes habría en este núcleo? La misma localización, separada de la costa, en un excelente fondeadero, nos impide creer que se trata de una aldea de bosque. Ha de ser un asentamiento de navegantes y, al menos en fechas tan tempranas, se nos hace difícil creer que fueran autóctonos. Pensando en la cercanía de los activos puertos de Bayona de Burdeos, nos inclinamos a pensar que se tratara de gascones. Esta reflexión nos conduce al problema del origen de la presencia gascona en San Sebastián. Se han aducido diversas causas y dataciones de este fenómeno histórico. Unos opinan que la colmatación de las bocas del Adour, ya a fines del siglo XI y comienzos del XII debió de obligar a los navegantes y mercaderes bayoneses a buscar nuevos puertos y fondeaderos. Otros atrasan la presencia gascona al establecimiento de la dominación inglesa en la Guyena, a mediados del siglo XII: los elementos descontentos con la nueva situación política en Aquitania se verían forzados a desplazarse al refugio que les ofrecía la actual costa guipuzcoana. La presencia gascona se ha atrasado incluso hasta la concesión del fuero por Sancho el Sabio a S. Sebastián (1181), que habría sido el incentivo que atrajo a los nuevos pobladores. Incluso se fecha la llegada de los gascones en 1204, relacionándola con el matrimonio de Alfonso VIII de Castilla, para entonces dueño de Guipúzcoa, con Leonor de Aquitania.

A decir verdad, falta base documental para sustentar cualquiera de estas dataciones. Ahora, ¿por qué pensar en un momento concreto? La llegada de gascones pudo haber sido el resultado de un proceso más prolongado en el tiempo, a lo largo de varios decenios. La expansión del comercio de Bayona y Burdeos por la costa cantábrica hasta Galicia obligaría a fijar fondeaderos y pequeños puertos para que sirvieran de apoyo a la navegación de cabotaje. En ellos se practicarían cada cierto tiempo intercambios comerciales con los pobladores de los territorios vecinos. Algunos de estos asentamientos, provisionales en su origen, acabarían por convertirse en permanentes y en germen de poblaciones costeras de importancia. Sería el caso de San Sebastián, que reunía varias condiciones susceptibles de atraer a los navegantes gascones y de fijar a una comunidad de ellos: el abrigo de la bahía, las facilidades para la defensa y su situación al cabo de la línea de comunicación que relacionaba Pamplona con el Cantábrico.

Ahora bien, ¿estaba en marcha este proceso ya a inicios del siglo XII? Falta documentación escrita o de testimonios arqueológicos concluyentes, que nos faculten a afirmarlo o negarlo de una manera taxativa. En caso afirmativo, el poblado o fondaco del Monte Urgull tendría todavía una importancia escasa o mínima, desde luego no la suficiente para sustraerse a la influencia del vecino monasterio de El Antiguo. Sus monjes y sus superiores de Leire considerarían el nuevo enclave -si ya existía- como una parte más de su antigua pardina de Izurun.

Hay un indicio que, sin ser concluyente, podría apoyar la idea de que San Sebastián estaba creciendo en aquel cambio de siglo. En 1096 el obispado de Pamplona, al señalar sus límites noroccidentales, los marca -de manera muy genérica por cierto- desde el puerto de Belate hasta San Sebastián (inclusive se entiende). Con ello se afirmaba corroborar una situación heredada de la época de Sancho "el Mayor". Precisamente, nueve años después, en 1105, el obispado de Bayona establece sus términos, resultando, para la zona que nos interesa, la siguiente división: los valles del Oiartzun y del Urumea quedan en la jurisdicción de Bayona, exceptuando la desembocadura de este último río y San Sebastián, adjudicadas, como hemos dicho, a la sede de Pamplona. Aislado del resto de la diócesis precisamente por San Sebastián, el N. de Guipúzcoa, en un triángulo delimitado entre el mar al N., el río Oria al E., y la línea que uniría Santa María de Aratz y Deba, al O., pertenecería a Bayona.

¿Por qué estas fijaciones de términos episcopales a comienzos del siglo XII? Al menos como tentativa de explicación, cabría suponer que el crecimiento territorial de San Sebastián, incluido en la diócesis pamplonesa, inquietó lo bastante al obispado vecino de Bayona como para que requiriera una delimitación del área que le correspondía.

Adviértase que nos movemos en el terreno de las meras conjeturas, suposiciones e hipótesis, en espera de confirmación con fuentes documentales o arqueológicas, si es que alguna vez se localizan.

4.2.3 EVOLUCIÓN DEL ENCLAVE EN EL SIGLO XII.

El primer tercio del siglo XII, que corresponde a los reinados de Pedro I (1094-1104) y Alfonso I "el Batallador" (1104-1134), soberanos, al mismo tiempo, en Pamplona y Aragón, es parco en noticias. En efecto, a partir de 1105 impera el vacío documental más absoluto sobre la Donostia medieval. En los territorios circundantes la coyuntura política evoluciona. Desde 1076, Vizcaya, Alava y Guipúzcoa, que no engloba aún las tierras comprendidas entre el Oria y el Bidasoa, pertenecen a la monarquía castellano-leonesa. La situación cambia radicalmente bajo Alfonso I. Un detalle revelador: para 1120 "el Batallador" se declara rey de Alava. ¿Con Alava ha pasado ya Guipúzcoa a su soberanía? Es probable. Este cambio territorial está destinado a perdurar. Alfonso VII (1126-1157), rey de Castilla y León, se ve obligado a aceptarlo al empezar su reinado. En julio de 1127 el nuevo monarca castellano y "el Batallador" negocian en el valle de Támara un pacto que señala las fronteras entre ambas monarquías. Es opinión extendida que dichos acuerdos (cuyo texto concreto ignoramos) vuelven a fijar los límites del reino de Pamplona tal como quedaron a la muerte de Sancho "el Mayor". Si es así, los pactos de Támara confirmarían, entre otras cosas, la inclusión de Guipúzcoa en la soberanía de Alfonso "el Batallador".

No nos hagamos ilusiones. Lo que entonces podía ser Guipúzcoa y el enclave donostiarra tenían un interés limitado para Alfonso I. Para él es un territorio marginal. Le interesan mucho más sus conquistas en el Valle del Ebro (Zaragoza en 1118, Tudela en 1119 y Calatayud en 1120) y la repoblación de las tierras allí adquridas. Quizá la actitud real se modifica algo a partir de 1131. Por esas fechas (octubre de 1130-octubre de 1131) el monarca intenta apoderarse, infructuosamente por cierto, de la plaza labortana de Bayona. Es evidente. El rey, volviendo su mirada hacia el N., trata de asentar su influencia en Gascuña ¿Se revaloriza en esa coyuntura la importancia de Guipúzcoa y de las tierras entre el Oria y el Bidasoa? ¿Exige algún servicio a sus habitantes para el desarrollo de las operaciones militares? ¿Empieza a apreciar algún valor marítimo o comercial en la costa guipuzcoana? De hecho, un documento regio cita en 1133 a Guipúzcoa entre las tierras en las que ejerce su soberanía Alfonso I. Es la única mención en todo su reinado. ¿Es casualidad que se produzca entonces? ¿Esta intervención ultrapirenaica de Alfonso I estimuló la venida de pobladores labortanos y gascones a la costa vasca? De nuevo, preguntas sin respuesta.

Entretanto, no volvemos a saber de San Sebastián hasta 1141. Para entonces, separadas Aragón y Pamplona, San Sebastián y Guipúzcoa se hallan bajo la soberanía de García Ramírez el Restaurador", rey de Navarra (1134-1150). Este monarca en 1141 dona al obispado de Pamplona ciertos términos (pardinas, prados y granjas) situados en las cercanías de San Sebastián. Nos interesan, puesto que, en notable medida, vienen a estar situados en los límites que a fines de siglo concederá el fuero de Sancho VI "el Sabio" a Donostia, al señalar su término municipal. Se trata, ordenándolos y agrupándolos, de Iheldo Bizchaya, Hurumea, Alza y Soroeta, Ariatz y de varios pertenecidos en torno a Arelarre. ¿Dónde se encontraban estos términos? Iheldo-Bizchaya, según las identificaciones más probables, parece corresponder a una amplia zona que comprendería el curso bajo del río Oria, desde Aduna hasta Orio y desde el Andatza hasta el valle del citado río. En ella se encuentra el actual enclave donostiarra de Zubieta, hoy día rodeado por los términos de Usurbil, Hernani, Urnieta, Andoain y Zizurkil. Con el término Urumea se aludiría al realengo existente a orillas del río del mismo nombre; probablemente al S. de la pardina de Oroztegui, la de Oriamendi. No hace falta decir que Alza debe relacionarse con el barrio del mismo nombre. En cuanto a Saroeta cabría asociarlo con Sarrueta, situado en la zona de Martutene, sobre el Urumea. Araitz podría identificarse con las Peñas de Aya, donde también se localiza un prado llamado Aria. Por último, se suele asociar Arelarre con el monte Larrain, que se levanta entre el Urumea y el Oiartzun. Con el topónimo Arelarre se mencionaría una zona centrada en dicho monte y extendida entre ambos ríos, que alcanzaría el Oiartzun en Ergoien, al que se alude en la documentación con el nombre de Argoiena. Otros pertenecidos reales vinculados a la zona de Arelarre eran Gorostica Zaarra y Saveri Olatze, relacionables con Gorostegui, junto al Añarbe, y el lugar y río de Latze, cerca de Landarbaso, respectivamente.

Estos términos fueron cedidos al patrimonio del obispado de Pamplona. En adelante, las heredades de esta diócesis en el entorno de San Sebastián parecen rodear las que poseía el monasterio de El Antiguo, dependiente de San Salvador de Leire. Así se dificulta el crecimiento del monasterio en tierras inmediatas. Los reyes prefieren ahora el apoyo del obispado como aliado para la afirmación de su autoridad en la zona donostiarra, postergando los intereses de Leire y de su dependencia en El Antiguo. Asimismo, la propia ubicación de estos términos, en posiciones relativamente avanzadas, nos habla de un proceso de crecimiento demográfico y económico de San Sebastián. Si los uniéramos con una línea imaginaria, enmarcarían un espacio extendido, de O. a E., desde las riberas del Oria a las Peñas de Aya y de N. a S., desde el mar hasta Urdaburu y el Añarbe. Coinciden en gran medida, según veremos, con los límites territoriales recogidos en el fuero de 1181.

Mientras tanto, debemos suponer que, si ya había surgido a comienzos de la centuria, se iba afianzando el asentamiento gascón situado al pie del Monte Urgull. En él residiría una población de pescadores, artesanos y comerciantes, tal vez mezclada con elementos autóctonos. En algún momento a lo largo de este siglo XII se dotaron de dos iglesias parroquiales, la de Santa María y la de San Vicente. Este núcleo estaba destinado, por su dinamismo, a relegar a un segundo plano al enclave más antiguo, el del monasterio, y a convertirse en la base del desarrollo urbano donostiarra.

Del mismo modo, este desarrollo estaba sentando las bases de un conflicto, que enfrentaría al obispado de Pamplona, que defendía sus derechos sobre las iglesias donostiarras, con el monasterio de Leire, que las consideraba dependientes de su abadía donostiarra.

4.2.4 EL PUNTO DE LLEGADA: SAN SEBASTIÁN Y SU TÉRMINO EN EL FUERO DE SANCHO VI "EL SABIO"(H. 1181).

El desarrollo de San Sebastián, ahora potenciado y protagonizado por el asentamiento de Urgull, integrado, aunque con toda seguridad no exclusivamente, por gascones, tendrá su plasmación y reconocimiento jurídico en el fuero de Sancho "el Sabio", concedido con probabilidad en 1181. En este contexto es interesante recordar que unos pocos años antes, más en concreto en diciembre de 1178, encontramos la primera referencia documental segura a las iglesias de Santa María y San Vicente, cuyas rentas se disputaban el obispado de Pamplona y la abadía de Leire (in ecclesiis Sancti Sebastiani, scilicet, Sancte Marie et Sancti Vincencii). Si las rentas de ambos templos donostiarras habían alcanzado la suficiente magnitud como para suscitar el codicioso interés y preocupación de estas dos poderosas instituciones eclesiales, ello quiere decir que ya había transcurrido un largo tiempo, de varios decenios como mínimo, desde que estas parroquias fueron fundadas.

Si interesan sus parroquias, interesa también la población en su conjunto, a la que a fines de ese siglo, en un documento de abril de 1197, se alude con el término de burgo. Es una palabra reveladora, que resume una evolución secular, cuyos orígenes tan mal y fragmentariamente conocemos. Donostia ha dejado de ser sólo el pequeño monasterio de El Antiguo con sus granjas anejas. Se ha convertido en un activo centro urbano, el más importante, con Bayona, de la costa vasca. Está habitado por una población privilegiada por sus fueros y dedicada a las actividades artesanales y comerciales, circunstancias que se recogen en la carta de Sancho VI.

El rey protege a estos pobladores. Más adelante se verá con detalle la política de Sancho VI "el Sabio" con relación a S. Sebastián. Nos limitaremos a señalar que la monarquía navarra favorece a los donostiarras en la medida en que le es útil para afianzar y hacer sentir su presencia en este punto de la costa vasca. Uno de los medios empleados para tal propósito, será dotar a San Sebastián de un generoso término municipal. No conviene desdeñar su importancia. Aun siendo la actividad artesanal y, sobre todo, la comercial las predominantes en la nueva Donostia, se complementan con la agrícola y la ganadera, practicadas fuera del espacio murado. En el término municipal, todos los vecinos por igual adquirían ventajas y establecían una propiedad de tipo comunero, diferenciada de la particular, para una serie de aprovechamientos de vital importancia en la economía del momento: los pastos, los bosques, las aguas y las roturaciones de tierras para el cultivo.

El término que reconocía el fuero para San Sebastián era muy amplio: desde "Undarabia" (Hondarribia) hasta el Oria y de "Arrenga" hasta San Martín de Arano, toda la región que yo poseo dentro de este término y todo el realengo que hay allí. Los límites oriental y occidental del término están claros. Al E., Hondarribia, esto es, la orilla izquierda del Bidasoa, incluyendo también lo que hoy es Irún. Por el O. el curso bajo del Oria. No nos vendrá mal recordar que en su orilla izquierda, desde Aduna a Orio se extendían tierras donadas por el rey García Ramírez en 1141 al patrimonio del obispado de Pamplona. San Martín de Arano no ofrece mayores problemas de localización. Se trata de la actual población navarra de Arano, situada a orillas del Urumea en su curso alto, muy cerca de la actual frontera con Guipúzcoa y del embalse de Añarbe. Arrenga es más difícil de localizar. Se la suele identificar con el monte de Errenga o Renga, cercano a Lesaca, en la comarca de Las Cinco Villas. Con un grado muy alto de aproximación, estos dos últimos mojones, Arano y Arrenga tienen sus correspondencias en las donaciones de 1141, con los terminados de Larrain ("Arelarre") y Peñas de Aya ("Ariatz").

Territorio concedido a San Sebastián por el fuero,

 procedente de la obra de Leandro Silván, El término municipal 

de San Sebastián: su evolución histórica, p. 33

 

Si aceptamos estas identificaciones, resultaría que el San Sebastián de finales del siglo XII se extendía por todo el extremo nordeste de lo que hoy es Guipúzcoa, desde el Bidasoa hasta el curso bajo del Oria. Esta demarcación, que el fuero expresa en términos muy genéricos, ha sido generalmente aceptada y es la que reflejan la mayoría de los mapas relativos a la cuestión. La única discrepancia notable se da en torno a la identificación de Arrenga, pues también se la ha situado a la entrada de Pasaia, relacionándola con el topónimo local de Arando. La variación es importante, pues de aceptarse, implicaría que la mayor parte del valle de Oiartzun quedaría fuera del primitivo término de San Sebastián. Cambiaría la "silueta" del término medieval de S. Sebastián, ahora menos compacta, puesto que el burgo donostiarra sólo estaría unido a Hondarribia por un estrecho corredor en torno a Pasaia. A falta de evidencias más seguras que nos permitan inclinarnos por una u otra identificación, no hacemos sino exponer ambas.

En un caso u otro, era inevitable que este espacio, tan vasto, se fragmentase conforme algunos de sus elementos integrantes adquirían personalidad histórica como centros urbanos, empezando así el proceso de desagregaciones. La primera en separarse fue Hondarribia por el fuero de 1203. Seguirían otras, pero la descripción de estos cambios supera el marco cronológico que nos hemos propuesto.

 

El término municipal donostiarra a fines del siglo XV. 

Según Leandro Silván, op. cit, p. 47

Poder civil y poder religioso van unidos de la mano en la Edad Media. Con el rey, actúa sobre S. Sebastián el obispo de Pamplona, su principal aliado en la afirmación de la soberanía navarra en estas tierras. La diócesis pamplonesa afirma su presencia y patrimonio en S. Sebastián y en Guipúzcoa a costa de dos instituciones eclesiales. Una de ellas es el monasterio de Leire y su dependencia de El Antiguo, cuya posición en Donostia se va erosionando. Ya el mismo fuero de Sancho "el Sabio", al conceder derechos de libertad y franqueza a los pobladores del burgo de Urgull, dejaba en una posición muy débil la presencia del señorío monasterial en San Sebastián. Se conocen dos grandes pleitos que enfrentan en 1178 y 1197 al obispo pamplonés y a Leire por diversas cuestiones patrimoniales. El monasterio de Leire cobra diversas rentas de las parroquias de Santa María y San Vicente, en forma de diezmos y primicias. El obispo exige, como autoridad eclesiástica superior, una participación en ellas. No expondremos todos sus detalles. Baste indicar que el pleito terminará al cabo del siglo XII con el triunfo pamplonés, cuando una comisión arbitral reconoce al obispo el derecho a recibir una parte sustancial de los ingresos que en ambas iglesias percibía la abadía de Leire a través de su dependencia de El Antiguo.

Leire empleó diversos medios para hacer frente a esta ofensiva. Uno fue la falsificaciòn documental. Los hábiles scriptores de la abadía navarra, auxiliados ahora por los monjes de la abadía aragonesa de San Juan de la Peña, también famosos falsificadores, elaboraron nada menos que un documento apócrifo de Sancho III, por el cual, entre otras cosas, ya en 1014 se pretendía demostrar los derechos del monasterio sobre las dos parroquias en litigio. La falsificación establecía de manera detallada los límites del coto monasterial, marcado de E. a O. por los cubilares (prados y pastizales) de Irurdita, Anaizoz, Albizungo, Ançieta, Zurzaiate, Bagoçu Larraburu, Loizta y Freça de Zopite, que, unidos por una línea imaginaria abarcarían toda la bahía de la Concha, incluyendo el Monte Igueldo, más la desembocadura del Urumea y todo el Monte Ulía. No hace falta decir que se trata de una fantasía. Si bien en el siglo XI, Leire y su dependencia de El Antiguo poseían derechos en S. Sebastián, sus heredades nunca estuvieron tan claramente delimitadas y definidas como ahora se pretendía. Mediante esta manipulación, Leire se proponía justificar sus derechos exclusivos en San Sebastián frente al obispo, sin excesivos resultados, como hemos comprobado.

 El presunto coto del monasterio de San Sebastián

 El Antiguo, según la falsificación 

de 1014. Según . Silván, op. cit., p. 21

El obispo de Pamplona hubo de entenderse también con el obispo de Bayona. A lo largo de la segunda mitad del siglo XII, al tiempo que la mitra iruñesa asienta su presencia en San Sebastián, extiende su término diocesano por el N. de Guipúzcoa, asbsorbiendo la zona que en 1105 se había reconocido a la diócesis bayonesa. Para ésta quedaban las tierras situadas entre el río Oiartzun y el Bidasoa, donde la jurisdicción bayonesa es reconocida por una bula papal de 1194. Bayona sale perdiendo. Como premio de consolación, muy insuficiente sin duda, el obispo de Pamplona, "magnánimo", en un periodo datable entre 1186 y 1193, permitió a su colega de Bayona disfrutar de ciertos derechos (entiéndase, en lo fundamental, cobro de rentas episcopales) en S. Sebastián y diversos puntos de Guipúzcoa y Navarra. ¿Intentaba de este modo la sede del Adour hacer notar su presencia entre sus antiguos feligreses gascones? Nueva pregunta retórica. El caso es que la vigencia del acuerdo no sobrepasó el año 1193.

Con todo, es evidente que se avanza en el ámbito donostiarra, en particular, y guipuzcoano, en general, a una mayor coincidencia geográfica entre el jurisdicción civil (el reino de Sancho "el Sabio") y eclesiástica (el obispado pamplonés). El resto de la historia, desde 1200 en adelante, corresponde a otros autores y colaboradores.

 


Geografía e Historia de Donostia-San Sebastián / Juan Antonio Sáez García, Javier Gómez Piñeiro... et al

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