Framento de una página del Catálogo Scott
(2007)
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LA FILATELIA
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la
filatelia como la “afición a coleccionar y estudiar sellos de correos”.
Prescindiendo de las definiciones académicas, hay quien considera a la
Filatelia como una rama de la Historia. Pero no nos engañemos, hemos de
reconocer que actualmente está más relacionada con el entorno del
coleccionismo que con el ámbito del conocimiento científico.
En el filatelista (persona dedicada a la filatelia) prima
generalmente la posesión de
tal o cual sello sobre la adquisición de información vinculada al mismo y
la consiguiente investigación en fuentes solventes de las circunstancias
de tipo histórico, económico o administrativo que le afectaron
directamente.
Debemos considerarla más bien una actividad lúdica que con el paso del
tiempo se ha visto rodeada por una serie de normas más o menos estrictas y
en torno a la cual se ha desarrollado –para bien o para mal- una actividad
económica de alguna importancia.
Ahora bien, esta afirmación ha de matizarse. Existe indudablemente un
núcleo de filatelistas que, al menos en parte, poseen un indudable interés
por avanzar en el conocimiento de los hechos de diversa índole que giran
en torno a los servicios postales. La prueba de ello es que la puntuación
más alta considerada en los baremos de las exposiciones o concursos
filatélicos corresponde al epígrafe denominado “Conocimiento e
investigación”, aunque éste es un término un tanto ambiguo y que no
siempre puede ser equiparado al de una investigación científica al uso.
Entre los elementos que participan en los procesos de todo tipo
relacionados con el mundo de los sellos podemos diferenciar, entre otros:
el filatelista, el comerciante, las empresas de gestión de bienes
tangibles, Correos y las organizaciones filatélicas.
LOS FILATELISTAS
Los coleccionistas de sellos no forman un grupo uniforme. En primer lugar
porque son muchos millones repartidos entre casi todos los países. En
segundo lugar, porque sus aspiraciones con relación a los sellos son muy
diversas.
Para unos, la filatelia tiene como fin pasar un buen rato recolectando,
cambiando o comprando sellos usados o nuevos, organizándolos, creando
páginas donde disponerlos de forma lógica y estética. Hay quien disfruta
asistiendo a subastas, persiguiendo algún ejemplar que se resiste a caer
entre sus manos o conversando amigablemente con otros colegas en el seno
de alguna asociación. Tampoco falta el “coleccionista” inversor, capaz de
elegir determinados ejemplares destinados en su día a ser vendidos.
Los hay especializados en una temática concreta, en tal o cual país, en
cierta forma física, técnica de impresión, período cronológico o grabador.
Otros, por el contrario, no se plantean sino tener un cierto número de
sellos almacenados por los procedimientos más inverosímiles. Y así
podríamos continuar enumerando casi hasta el infinito.
No obstante, podemos intuir, observando en aquellos lugares donde se dan
cita filatelistas (por ejemplo en la Plaza Mayor de Madrid), que la edad
media es elevada. Apenas se ve gente joven. Esto sugiere que la filatelia
afronta un futuro incierto o, cuando menos, que posiblemente pasará a ser
una afición que atraiga a un menor número de personas.
Catálogo de 1968
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LOS COMERCIANTES
La mayor parte de los comerciantes han sido (o son) coleccionistas.
Normalmente mantienen un stock más o menos amplio de sellos y se dedican a
comprar colecciones enteras para revenderlas posteriormente; bien
completas, bien por series o sellos sueltos. Acuden frecuentemente a
mayoristas para conseguir ciertos ejemplares que les demandan los
clientes. Mantienen sistemas de abono destinados a proporcionar a cada
cliente los sellos que necesita, cobrando por el servicio alguna pequeña
comisión. Venden (y en ocasiones editan) catálogos y todo tipo de material
relacionado con la filatelia y con la numismática, pues es frecuente que
ambas actividades confluyan en un mismo comercio. Actualmente incluso
ofertan sus servicios por internet, consiguiendo así mercados más amplios
que el propio de la ciudad en la que radican físicamente.
LAS EMPRESAS DE GESTIÓN DE BIENES TANGIBLES
Son entidades empresariales de diversa concepción, estructura y solidez,
cuyo negocio es la gestión de operaciones económicas basadas en sellos u
otros objetos. Ofrecen a sus clientes productos “pseudofinancieros”
basados en la intermediación de compraventas, depósitos, etc., sin
despreciar en muchos casos la organización de subastas.
Su incidencia en el mercado filatélico sólo se puede notar directamente en
los valores susceptibles de su interés, que son aquéllos que tienen un
cierto valor, fruto de su rareza u otras características intrínsecas. Es
obvio que mantienen un cierto número de ejemplares fuera del mercado
tradicional y que la valoración que realizan de los sellos con los que
“trabajan” puede estar considerable y artificialmente incrementada sobre
la que podríamos considerar como razonable. El sistema funcionará bien si
la elección de los sellos es la adecuada y no aparecen elementos novedosos
de cualquier orden (variaciones en la fiscalidad, intervenciones
gubernamentales, etc). Los posibles riesgos –que existen- son compensados
con rendimientos superiores a los que ofrecen muchos productos propiamente
financieros. El escándalo acaecido a mediados del año 2006 con las dos
principales empresas dedicadas a la gestión de bienes tangibles, centradas
principalmente en los sellos, así lo prueban.
CORREOS
La empresa adjudicataria del servicio del Correos y la propia
Administración del Estado tienen notable importancia en la regulación del
coleccionismo y del mercado de los sellos de reciente emisión.
Si en un principio el coleccionismo de sellos era una derivación de su
función como signos destinados al franqueo de la correspondencia,
actualmente la razón de ser éstos ha pasado a ser fundamentalmente
filatélica, puesto que el cambio de hábitos de comunicación y las nuevas
tecnologías han hecho que sean utilizados de forma prácticamente residual.
No tenemos más que observar nuestra correspondencia. La mayor parte
procede de empresas o de la Administración pública y éstas, generalmente,
no utilizan sellos en sus envíos. Los pocos que circulan corresponden a
las series básicas, mientras que los conmemorativos son aún más difíciles
de encontrar.
La creciente mercantilización de Correos, fruto de su semiprivatización y
de la adecuación a los nuevos usos empresariales, ha forzado a que esta
empresa pública pretenda obtener de la gestión filatélica el máximo
beneficio; de ahí que haya incrementado de forma innecesaria el número de
series emitidas anualmente, que sus valores faciales sean exagerados y que
muchas veces ni tan siquiera coincidan con las tarifas vigentes. Las
tiradas son cada vez más pequeñas (en 1960 la media podía estar situada
entre los cinco y diez millones y actualmente rara vez supera el millón),
se han multiplicado el número de productos: pruebas, hojas bloque,
minipliegos, etc. que, en ocasiones, inducen a comprar más de un ejemplar
de un determinado sello.
Por otra parte, el aumento del valor en el mercado de los sellos emitidos
a partir de la década de 1960 puede considerarse, salvo alguna rara
excepción, como muy reducida. Por ejemplo, una colección de sellos nuevos
1965-1985 estará valorada a precio de catálogo en aproximadamente 600
euros, aunque es fácil que podamos adquirirla por unos 200 ó 250 € y
venderla a un comerciante por bastante menos.
El panorama, en suma, es desalentador para el filatelista que quiere
dedicarse a la colección de sellos según éstos van siendo emitidos, puesto
que se ha mercantilizado en exceso la cadena del sello. Cada vez es más
complicado no entrar en su engranaje, ya que es arduo encontrar sellos
usados en las cartas franqueadas. Los nuevos son difíciles de encontrar en
mínima variedad en los estancos y hace ya años que desaparecieron de las
oficinas de Correos. Ni siquiera los abonados al Servicio filatélico de
Correos tienen la seguridad de que van a recibir la totalidad de las
series emitidas.
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