Lurralde :inv. espac.

N. 6 (1983)

p. 287-312

ISSN 1697-3070

LURRALDE

LOS SISTEMAS DE CULTIVO EN EL PAÍS VASCO

 

Alejandro CENDRERO IRAOLA

LABURPENA.

Sarrerako lantxo hontan Urola arro-buyuan. geomorfologia aldetik dagoen ezberdintasun bat aztertzen saiatu gara. Latitude berean eta berdinantzeko egitura geologikoa daukatelarik Deba eta Oria hibai-arroak, Urolari buruz topografía zeharo ezberdina aurkeztzen dituzte. Ezberdintasun hau argitzeko, hipotesi batzuk burutu ditugu. eta hoien artean, egokiena. aukeratzen saiatu. Gurettzat. oringoz. Urola hibai arro-burua besteak baino geroago eratu da. honelako arrazoiengatik: a) Lehenez «interfluvio» erliebe bezela jokatu zuen. horretarako egitura geologikoak laguntzen bai dio. b) Atzerakoi- higadura beste arroetan baino beranduago ailatu zen arro-burua. bere bidean haitzarri gogorrak aurkitu zutenez gero. c) Hori dela ta, higadurak beste arroetan baino lan gutxiago egin du. denbora gutxiago eduki bai du. Ondorio bezela «captura» deitzen diren fenomenoak agertzen dira arro hontan.

 

RESUME

Il y a un problème géomorphologique dans l'ensemble du réseau hydrographique, dans la zone amont de la Province de Guipúzcoa, Le bassin-versant en amont du fleuve Urola presente une dysimetrie altimetrique en rapport avec les fleuves voisines: Deba (W.) et Oria (E.). Nous avons tanté de poser quelques hypothéses. pour expliquer le probléme. Parmi cettes hypotheses nous avons essayé de choisir la plus valable ( de tout façon ce travail donne simplement quelque aperrus sur le probléme):Le bassin-versant amont de l'Urola a une génese plus tardive que ceux de le Deba et de l'Oria, puisque dans un premier moment y a .fonctioné comme interfluve (voir structure géologique}. C'est plus tard que le bassin- versant de l'Urola a été formé. comme consequence de l'érosion regressive. laquelle a été partiellement stoppée pour la dureté des lithologles affleurents dans la partie aval dufleuve : Urretxua -Azkoiti.

 

El presente trabajo ha sido realizado con el objetivo de propiciar una aproximación a los sistemas de cultivo, antiguos y modernos, de nuestro País, para lo cual se han utilizado las obras básicas sobre el sector agrario vasco que se detallan al final del artículo, Se trata, por tanto, de una labor de síntesis que pretende globalizar las peculiares maneras de aprovechamiento de la tierra en el agro vasco, informando sobre las relaciones existentes entre el elemento humano y el medio geográfico que lo alberga.

Antes de comenzar con la introducción conviene recordar la definición de sistema de cultivo. Se conoce como tal a la manera en que el agricultor saca partido a la tierra y comprende. en consecuencia. las distintas labores que este realiza para asegurar esta utilización.

INTRODUCCIÓN

Como un primer acercamiento al tema de nuestro estudio resulta imprescindible efectuar un breve repaso a dos elementos básicos para su comprensión: los condicionantes bioclimáticos y la evolución histórica experimentada por la agricultura vasca.

Los condicionantes bioclimáticos que configuran nuestro País no pueden ser más variados y contrastados. La zona norte, caracterizada por un clima suave y húmedo, con escasas horas de insolación a lo largo del año, acusa influencia oceánica. Por el contrario la zona sur, con escasas precipitaciones y notables contrastes térmicos, responde a un medio mediterráneo de matiz continental.

En lo referente al relieve la contraposición vuelve a hacerse patente. Por un lado en la zona norte una serie de reducidos valles que configuran un mosaico donde los terrenos en pendiente son mayoría. Únicamente en el País Vasco Continental pueden encontrarse áreas de relieve más suave, a medida que descendemos al valle del Adour. En la parte Sur, por el contrario, la presencia de tierras llanas se hace notable a partir del surco intrapirenaico, constituido por las cuencas navarras y la Llanada alavesa, y predominando absolu. tamente una vez atravesadas las sierras exteriores hasta el Ebro.

Los tipos de suelo más generalizados en la parte oceánica son de componente ácido y con un espesor reducido, es decir, rápidamente agotables si se someten a un aprovechamiento agrario continuado. Los suelos de la parte mediterránea resultan más favorables para el cultivo dado el mayor espesor de las capas, producto de la sedimentación lacustre.

De esta manera se distinguen dos paisajes distintos para el aprovechamiento agrario: la parte norte oceánica y la sur mediterránea. Entre ambas se sitúa una amplia zona de transición donde se entremezclan rasgos de uno y otro paisaje. Cabe diferenciar, además, una cuarta zona localizada en torno a los valles pirenaicos navarros del noroeste, pero por sus características climáticas subalpinas que propician la dedicación ganadera casi exclusiva, no va a ser tratada en este estudio.

Desde el punto de vista administrativo la parte oceánica comprende los territorios históricos de Vizcaya, Guipúzcoa, Laburdi, Zuberoa y Benabarra y las tierras situadas al norte de las cuencas navarras y la Llanada alavesa. Para distinguir la parte mediterránea se toma como referencia el límite norte del cultivo del olivo, abarcando en consecuencia la Rioja Alavesa, la mitad meridional de la Navarra Occidental, la Navarra media Oriental y toda la Ribera. La transición se localiza principalmente en Álava y en el resto de Navarra.

Los primeros restos que parecen revelar un aprovechamiento agrario en nuestro País se han encontrado en Lequeito (molino de Lumentxa) y datan del neolítico. Sin embargo, es en la zona mediterránea donde más abundan los hallazgos que permiten suponer un cierto desarrollo agrario anterior a la dominación romana. Sirvan como ejemplo el poblado de la Hoya en Laguardia y los restos arqueológicos de Arguedas, Fitero y Cortes en Navarra.

La dominación romana tuvo un papel importante para el desarrollo de la agricultura en el valle del Ebro. En efecto, queda constancia de este hecho por los testimonios de los escritores romanos (Plinio, Columela...} y está corroborado por la proliferación de yacimientos especialmente notables en la Ribera tudelana. Estos son principalmente los de Mosquera, Castejón, los fundus o villas de Fustiñana y Pedriz .Y los lagares-bodegas hallados en Funes. En la Navarra Media Oriental la villa romana de Liédana conserva también un lagar y un trujal, mostrando un precoz desarrollo del cultivo de la vid y del olivo. La parte norte del País, por el contrario, se dedicaba al pastoreo, la recolección de frutos silvestres y al cultivo de algún cereal, de escasa importancia.

Durante la Edad Media la agricultura mediterránea situada en un valle abierto a las invasiones, se benefició de las mejoras que aportaron los musulmanes para el cultivo del regadío y también en cuanto al desarrollo de los frutales y las hortalizas. De esta manera la parte del País que presentaba un mayor nivel técnico a fines de la Edad Media es sin lugar a dudas la zona mediterránea.

Durante el siglo XVIII es destacable la labor realizada por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País en tanto en cuanto sus estudios orientados hacia la racionalización de los métodos de cultivo, sirvieron como punto de partida para promover la mejora de los mismos. No obstante el verdadero desencadenante de la transformación de las técnicas agrarias fué la Revolución Industrial. Esta posibilitó la introducción de máquinas en el campo que liberaran al agricultor de las tareas más penosas y, sobre todo, con la generalización de los fertilizantes químicos, aumentar extraordinariamente los rendimientos y el aprovechamiento de las tierras. La ingeniería moderna ha conseguido además extender las áreas regables hasta las terrazas altas de los ríos.

2.- OS SISTEMAS DE CULTIVO TRADICIONALES.

Este apartado se divide en dos períodos:

I. Desde los orígenes hasta el siglo XVIII.

II. Los sistemas en el siglo XIX.

I. DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XVIII.

a) Los sistemas de cultivo oceánicos.

 Los métodos tradicionalmente empleados para el aprovechamiento de la tierra vienen caracterizados por la precariedad de los útiles, la generalización del sistema extensivo con utilización de barbecho y rotación y la escasez del abonado, típico de agriculturas primitivas. El conocimiento que tenemos de los sistemas más antiguos es bastante escaso. A él puede llegarse únicamente mediante el estudio de épocas más recientes, más documentadas, que nos proporcionan indicios de las prácticas empleadas en otros tiempos. Empezaremos con el modo de roturar una parcela para pasar a las rotaciones, barbechos y las labores propiamente dichas.

Para el estudio de las roturaciones poseemos datos relativos a la provincia de Vizcaya que se recogen en el Diccionario de la Real Academia de la Historia, confirmados en el presente siglo por la conservación de estas prácticas en el País Vasco Continental y por los trabajos de J.M. Barandiarán sobre la localidad de Sara. Se comienza por cercar el trozo de landa o bosquete elegido a base de seto. A continuación se remueve la tierra para arrancar la maleza hasta las raíces a base de azada o azadón. Después del secado de los matorrales se procede a su amontonamiento en varios montones, que se cubrirán de tierra desmenuzada. A estos se prende fuego para que la combustión sea incompleta como en los procedimientos para la obtención de carbón vegetal. Una vez concluida la operación las cenizas resultantes se distribuyen por la totalidad de la parcela y se procede al arado de la misma.

Este sistema de roturación es semejante al conocido como de' 'rozas por el fuego" que todavía es practicado por pueblos primitivos de latitudes tropicales. Este servía para el cultivo de parcelas hasta su agotamiento y posterior abandono. al formar parte de procedimientos propios de agricultores nómadas. Es más que probable que este tipo de agricultura se dió en primer lugar en el País Vasco. Buen refuerzo de esta hipótesis lo constituye el hecho de que. según el Diccionario citado. despúes de la roturación se fijaban tres años de cultivo del trigo. un cuarto año de un cereal secundario como centeno o cebada. un quinto de lino y un sexto en el que la parcela era abandonada como pastizal. Todo ello se encuentra inmerso en una lógica extensiva privada de los medios normales para la recuperación del suelo como el barbecho o el abonado. Durante el siglo XVIII estas rozas o roturas temporales comenzaron a proliferar apropiándose del común y en el siglo XIX .se convirtieron en cultivos permanentes.

Barandiarán estudió el fenómeno en Sara y si bien había desaparecido la práctica del fuego la primera planta que se introducía en la parcela roturada era la patata.

Con posterioridad a este cultivo de parcelas y su abandono a la landa se introdujo la rotación de cultivos. habida cuenta de que la persistencia de un mismo cultivo termina por agotar la tierra, y también el barbecho o período de descanso, que procura la recuperación de la parcela. Martín Galindo, registra en su trabajo indicios de un anterior sistema de rotación bienal con barbecho, a base de trigo, nabo y descanso que en el siglo XVIII se transformó en pastizal. Parece probable que en otros tiempos este mismo procedimiento se aplicara al resto de los cereales secundarios, mijo, cebada, centeno. El trigo aprecia en la parcela la escasez de arcillas arenas que le son negativas.

Durante el siglo XVIII la generalización del cultivo del maíz posibilitó la supresión del barbecho, ya que este cereal encajó perfectamente en el sistema al ser veraniego y de ciclo corto, y servir como planta limpiadora. De esta manera el sistema rotatorio bienal pasó a trienal: trigo/nabo/maíz, siempre cuidando el abonado del segundo cultivo. El ciclo comienza en otoño con el arado y estercolado de la parcela para la sementera del trigo. Entre los meses de marzo a abril se procede a la escarda, eliminación de malas hierbas y en julio se siega. En algunas zonas la siega es más tardía a consecuencia de los retrasos en la maduración del grano y se da en agosto. A continuación y trás la preparación conveniente del suelo con limpia y estercolado se procede a la siembra del nabo a fines de agosto o principios de septiembre. La escarda se realiza en los meses de diciembre y se arranca entre febrero y marzo, cuando el alimento del ganado comienza a escasear. Tras una nueva preparación de la parcela más profunda que la anterior en abril, se siembra el maíz en rI:layo. En verano madura, en agosto se recogen las flores y en noviembre las panochas. A continuación vendría nuevamente la labor de limpia y abonado para recibir las semillas de trigo, comenzando nuevamente el ciclo interminable. De esta mamera en dos años se obtenían tres cosechas, mientras que la tierra no descansaba nunca en sistema próximo a la intensificación del siglo XIX. No obstante cada 8 ó 9 años se imponía un abonado fuerte a base de cal viva, práctica generalizada en el siglo XVIII.

Ante la escasez de tierras cultivables y dada la necesidad de aumentar la producción en este siglo ya existían asociaciones de cultivos en sistema promiscuo. aunque no tan abundantes como en el siglo XIX y el actual. La asociación más normal es la ya comentada de alubia con maíz. La alubia se siembra a los 15 ó 20 días del maíz y se recolecta en octubre. También podía asociarse alubia con nabo y maíz con calabazas. En el primer caso se hace necesaria la presencia de palos que sirvan de guía. Estos suelen ser de madera de fresno puesto que las ramas de este árbol crecen muy rectas y además sus hojas se aprovechan para alimento del ganado ovino. Las habas suelen aparecer junto al trigo, mientras que las habichuelas se juntan al maíz.

Las labores del campo se dividen en tres grandes periodos: la siembra, la escarda y recolección, que han dado lugar en euzkera a los nombres de los meses. Así noviembre ("azilla ") significa sementera, abril ("gorrailla ") escarda y julio ("uztailla' ') cosecha todo ello relacionado con el cultivo del trigo.

La siembra se realiza normalmente tras una labor de removida de la tierra, que en suelos ásperos se realiza con rodillos de piedra o madera, y es aprovechada para la adición del abonado, ya sea cal o estiércol. Tradicionalmente se empleaba para estas labores la laya, que consiste en un bidente de hierro con mango de madera y a juzgar por la etimología de la palabra en euzkera parece tratarse del primitivo palo cavador metalizado. La laya profundiza mucho más que el arado normal (entre 30 y 50 cms.), aunque los grandes terrones que se obtienen deben ser desmenuzados con la azada. Su utilización, basada más en el esfuerzo físico que en la técnica ha pervivido en nuestro País hasta este siglo. Este hecho no debe ser interpretado como un atraso cultural, sino que está en relación a la reducida dimensión de las parcelas en la zona oceánica así como a sus pendientes, la delgadez de los suelos, llenos de piedras y materias arcillosas que deben eliminarse y también a la abundancia de mano de obra disponible en el caserío. La tarea se organiza en filas paralelas de layadores, de 3 a 6 según Caro Baroja, que llevan dos layas cada uno, mientras que el avance debe realizarse al mismo tiempo. Los layadores más débiles, generalmente mujeres, se colocan en la parte central. El estudio de este instrumento, llevado por Caro Baroja, distingue entre las layas de Guipúzcoa y Vizcaya, estrechas y de púas largas y mango corto y las navarras de puas más cortas y anchas. Por el contrario en el País Vasco Continental este instrumento es desconocido.

Al lado de la laya y con posterioridad se introdujo el arado. El tipo de este varía mucho de unas zonas a otras si bien tiene en común la tracción a base de bueyes o vacas. Caro Baroja registra la presencia del arado cuadrangular de gran reja tipo centroeuropeo en Laburdi, la zona este de Guipúzcoa y la Navarra húmeda del noroeste. En el siglo XVIII el arado de tipo romano se empleaba para la sementera del trigo, mientras que el ~-aiz necesitaba la labor de laya. más profunda.

En parcelas de excesiva pendiente, que se aseguran mediante murallones de contención y drenan a base de surcos de desagüe dispuestos en los lindes, se trabaja normalmente con azada. Este útil resulta también necesario en los lindes de las parcelas llanas.

Una vez removida la tierra, ya sea a base de laya o arado, se procede al allanamiento y nivelación con gradas o rodillos a fin de preparar la tierra para recibir las semillas. Con ello se consigue desmenuzar terrones, borrar surcos y remover totalmente la parcela. En esta operación se introduce la cal en el siglo XVIII. A continuación se practican nuevos surcos con la marka, (útil consistente en cinco tablas movibles) en el caso del maíz y se introducen las semillas que son cubiertas a continuación con la grada. En el caso del nabo la sementera se realiza a voleo. Es muy importante en esta fase de las labores, yen especial para el trigo, la eliminación de las raíces y granos de los cultivos anteriores que son perjudiciales para el desarrollo del nuevo cultivo.

La escarda consiste en la limpia de malas hierbas que crecen entre las plantas en primavera. Para esta tarea, que se complementa con el espaciado de las plantas y el arranque de las sobrantes, se emplea el escardillo {azada de mango largo) o la jorraya (similar a un arado de púas triangular). La labor se realiza a mano y tradicionalmente la llevan a cabo las mujeres. Para el maíz la escarda se realiza en el mes de julio, mientras que el trigo y demás cereales de ciclo invernal reciben esta labor en abril.

La recolección es una de las tareas más duras de todo el ciclo. por esta razón, a pesar del carácter individualista del caserío, existía la costumbre de ayudarse entre vecinos, especialmente en el desgrane del maíz. Los caseríos que podían permitírselo contrataban jornaleros, aunque en menor cantidad que en la zona mediterránea.

Según Caro Baroja, la recolección se retrasa cuatro días cada 100 mts. de altura, siendo en consecuencia más tardía hacia el interior de las distintas provincias costeras y a medida que avanzamos al noreste de la provincia de Navarra. Los útiles empleados para la siega del cereal son las hoces, antiguamente dentadas, y las guadañas. En el caso del maíz las panochas se recolectan a mano y las plantas secas son cortadas posteriormente y almacenadas para su pudrición. El nabo se arranca a mano y en pequeñas cantidades para asegurar el consumo diario. El trigo se agrupa formando manojos atados con otro menor. Para evitar la humedad del suelo se apoyan en forma de cono con las espigas en alto y encima del montón se disponen tres o cuatro gavillas más en horizontal.

El transporte de la cosecha se lleva a cabo en carro de cama rectangular o cuadrangular, de ruedas macizas y chirriantes que tienen por objeto anunciar la proximidad del carro en los cruces. La tracción, como en el arado, cuenta con bueyes o vacas, uncidos por los cuernos. En parcelas de difícil pendiente se emplean rastras o narrias de diversos tipos.

La trilla del cereal no necesita grandes extensiones de terreno como en la zona mediterránea, dado lo exiguo de las cosechas. El método consiste en golpear las gavillas para que desprendan el grano, contra losas, tablas, troncos o mayales. En otras zonas las gavillas son las golpeadas con Pillos. El aventado se realiza con bieldos o arneros. El almacenaje del grano se efectúa en el desván o "ganbara ", en arcas de madera o "'kutxas ", y en hórreos.

La protección del cereal contra los pájaros dañinos cuenta con una amplia e imaginativa gama de recursos. En ciertas localidades se colocaban molinetes de viento que producían ruido. En otras zonas se dispone en medio de la parcela o en los lindes el clásico espantapájaros. En Sara, según Barandiarán, se colocan urracas y cuervos muertos pendentes de palos hincados en los lindes de la parcela. En Vera de Bidasoa durante la siega era común producir ruido en los límites de la parcela durante la duración de las labores, con piedras dentro de botes de hojalata. Esta tarea corría a cargo de mujeres y niños.

Todos estos sistemas de cultivo, vistos hasta el momento se refieren a las tierras de arada dedicadas al cereal. Quedan por lo tanto estudiar los métodos empleados para el resto de cultivos, que no constituían la base económica del caserío, sino el complemento alimenticio. Es preciso hacer notar, en cuanto a la distribución de los cultivos, que era frecuente la fijación de las distancias entre árboles, viñas, huertos y tierras de labor, dentro de las ordenanzas provinciales. La preocupación imperante para la obtención de granos queda plasmada en las or!:lenanzas municipales de algunas villas guipuzcoanas que prohibían plantar árboles en proximidad a las parcelas cerealísticas. (Gorosábel).

El cultivo de la vid siempre buscó el emplazamiento en terrenos resguardados del viento húmedo y en vertiente de solana, con preferencia por los suelos calizos, permeables y secos. También se intentó evitar el contacto de las cepas con el suelo. Para ello se empleaban rodrigones sobre los que las plantas se apoyaran o emparrados que llegaban a trepar por los balcones del caserío. En Sara las cepas se disponían en dos filas con un palo al Iado de cada una que sostienen alambres paralelos por los que la vid trepa. La distancia entre ellas era de 1,50 mts.

El lino generalmente rotaba con el trigo, aunque la mayor parte de la producción de obtenía en régimen hortícola.

Los árboles frutales recibían cuidados de poda, poco antes de la primavera, y se mejoraban a base de injertos, conocidos ya desde la época romana, aunque tardaran mucho más en extenderse en la zona oceánica. El procedimiento consiste en introducir el injerto junto a la copa, verticalmente, y taparlo todo con arcilla o estiércol, envueltos en un trapo.

El manzano recibía cuidados más laboriosos. Según consta en un texto de 1527 sobre su cultivo en Guipúzcoa, la plantación de un manzanal se efectuaba en las siguientes fases: primero, la semilla silvestre se sembraba en almácigas durante el mes de febrero; tras un año o dos, los retoños se transportaban al vivero donde permanecían dos años más; por último y después de sucesivas podas se distribuían por el manzanal. Este adquiría diferentes formas geométricas atendiendo a la asociación con otra dedicación agrícola: si acompañaba a tierra cultivada se plantaba en cuadro, mientras que si se integraba en una pradera se disponía en tresbolillo. Si la tierra era dedicada enteramente a manzanal los árboles formaban un triángulo equilátero. La distancia entre cada árbol quedó reglamentada en 5,58 mts. en los fueros de Guipúzcoa y Vizcaya.

El castañal no recibía mayores atenciones. La recolección tenía lugar en otoño y su comienzo giraba en torno a San Miguel (29 de septiembre). Se vareaba con un palo largo y las castañas se recogían con pinzas de madera para depositarlas en cestos.

Las praderas permanentes tampoco recibieron tradicionalmente excesivos cuidados. Las siegas son normalmente dos, una en julio y otra en agosto o setiembre y se efectúan a base de guadaña. Con un rastrillo se dá la vuelta a la hierba para que el secado sea rápido. Esta operación se acelera si el tiempo amenaza lluvia. Una vez seca se junta en largo montones y se trasladan al caserío para su almacenamiento en los desvanes. También pueden conservarse al aire libre en forma de metas. Estas se conforman con un largo palo, generalmente de castaño, hincado en la tierra que constituye el eje alrededor del cual se va amontonando la hierba sobre un bastidor de palos dispuesto en la base.

La landa de helechos y argomas comunal era utilizada por todas las explotaciones del municipio. La siega del helecho se realiza en otoño y mientras las plantas más desarrolladas sirven para la elaboración del abonado orgánico, los retoños tiernos de primavera son cortados con hoz y desmenuzados para servir de alimento al ganado. mezclados con nabo. Los helechos segados en el otoño se conservan también en metas. La siega de la argoma tiene lugar entre los meses de mayo y junio.

El cultivo de las huertas no resultaba especialmente costoso en función de las reducidas dimensiones de las parcelas, pero por contra necesita una labor constante. En régimen de secano, aunque a menudo aparezcan situadas al lado de riachuelos o ríos, las huertas son llevadas por mujeres tradicionalmente, que tienen como útil la hazada. La gama de cultivos hortícolas medievales era bastante exigua si tenemos en cuenta que no se conocían ni patatas, tomates. ..etc. Los sistemas empleados tenían carácter intensivo, practicable en tan reducidas dimensiones.

Hasta aquí se han visto todos los sistemas de cultivo y los principales útiles empleados que resultan artesanales en su mayoría. El capítulo del abonado ha quedado en último lugar debido a su trascendental importancia, ya que la insuficiencia del mismo constituyó una de las principales trabas para el desarrollo y la ampliación de cultivos. Los rendimientos resultaban muy bajos por esta carencia. En el siglo XVIII y según Pinedo, lo corriente era obtener 3 ó 4 granos por uno y se consideraba un rendimiento extraordinario 6 ó 7 granos.

El abonado primitivo no conoció más que el orgánico: excrementos de ganado, humus, hojarasca del bosque y brozas extraídas de los juncales, junto a las corrientes de agua. Para corregir los suelos muy compactos se incorporaba arena, mientras que los suelos excesivamente permeables recibían arcilla. En el caso de suelos muy negativos se llegaba al cambio de tierras, posible solo en las pequeñas parcelas. .

Los helechos y los argomas se disponen en el establo como cama para el ganado. Allí recibe las deyecciones, mientras se va cavando y removiendo con frecuencia. A medida que se va humedeciendo y descomponiendo la cama se renueva, sacando al exterior el estiércol para su aireación y fermentacíón. Suele disponerse en forma de montón compacto y permanece al aire libre o en cobertizos bien ventilados. Este abonado daba excelentes resultados sobre las parcelas siempre que se dispusiera de él en abundancia, lo cual no era frecuente sobre todo a partir del siglo XVI en el que comenzó la disminución del ganado en las explotaciones. En el siglo XVIII esta escasez comenzó a resultar alarmante ante el aumento de las roturaciones que al forzar el tradicional equilibrio monte-cultivo disminuye el humus y los helechos. Así como escribe Vargas Ponce "al sembrar más, tendría que cosechar menos". El Ensayo de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, presentado en Vitoria en 1768 ya recoge la penuria de estiércol que "es ya tan palpable. ..que ha sucedido a algún particular no poder juntar por ningún precio unos pocos carros de estiércol que necesitaba para su huerta..." Para las primeras décadas del siglo XIX la crisis de abonado resultaba insostenible. Según un texto de 1820, recogido por Albadalejo: "los abonos de argomas y helechos han menguado extraordinariamente...".

La dependencia del estiércol para la agricultura incidía en la vigilancia de la conservación de los pastos, las trabas a la deforestación y la protección a la ganadería por el estiércol.

Durante el siglo XVIII vino en ayuda de estas prácticas tradicionales la incorporación de cal a las tierras, aunque su presencia no ejerce un papel puramente de abonado, sino de acondicionador o enmedador de suelos. La cal, generalizada, según Pinedo, hacia 1766, posibilitó el aumento de los rendimientos y la puesta en cultivo de numerosas tierras. Las propiedades de la cal son variadas: liberación de nitratos y potasas para posibilitar su asimilación por las raíces de las plantas, unión de suelos arenosos o flojos, sujeción del suelo contra la arroyada, facilitar la penetración de agua en los suelos con exceso de arcilla, impidiendo el estancamiento y la alcalinización de suelos ácidos, aumentando el índice de Ph, manteniendo la tierra fresca en verano. Ahora bien, la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, ya avisaba en el citado Ensayo que la cal "no surte igual efecto en toda suerte de tierras y su abuso puede resultar perjudicial" y "resulta dañoso el echarla sin tiento porque en vez de fertilizar las tierras las abrasa y esteriliza", .Además de todos estos inconvenientes su uso continuado podía llegar a formar bloques calizos totalmente negativos para el cultivo.

La cal se empleaba comúnmente con el trigo, puesto que eliminaba gusanos y simientes mal digeridas, negativas para el cultivo de este cereal. La cal se obtenía en caleras, frecuentemente propiedad de varios caseríos, y una vez cocida se distribuía por la parcela en montoncitos espaciados. Después de mezclados con agua se incorporaban a la tierra con reja o arados profundos.

A comienzos del siglo XIX estiércol y cal, constituían los únicos sistemas que regulaban el crecimiento agrario, cuya producción siempre resultaba insegura.

b). Los sistemas de cultivo mediterráneos

Como se ha visto en la zona oceánica los modos de aprovechamiento agrario tradicional tropezaban con sistemas extensivos, salvo algunos sectores de regadío, el precario utillaje y una escasez alarmante de abono que producían cosechas inseguras de bajo rendimiento. Las condiciones climáticas imponen su ley, como todavía ocurre en la actualidad, favoreciendo o amenazando a los diferentes cultivos. Sin embargo estas varían desde la zona Media hasta la Ribera. Así el cultivo del cereal es má seguro en la primera por la presencia de un ligero aumento de las precipitaciones y la disminución del peligro de tormentas, olas de calor primaverales que agostan la cosecha antes de su completa maduración. Sin embargo en la zona Media Oriental el riesgo de helada para el viñedo es también mayor que en la Rioja Alavesa. En la Ribera por su parte la falta de lluvias primaverales o el retraso puede también echar a perder cosechas enteras. Todos ellos son inconvenientes de una climatología muy contrastada, a diferencia de la zona oceánica caracterizada por su suavidad.

En el capítulo de roturaciones los métodos empleados en secano no difieren para nada de los propios de la zona norte, como viene demostrado en la actualidad por la quema de rastrojos al comienzo del otoño en las parcelas y el mantenimiento del horniguero como abonado rudimentario. Este constituye la clave para estudiar el sistema de rozas por el fuego en la zona mediterránea. La labor comienza en invierno, después de la conveniente delimitación de la parcela, se procede a la removida de la tierra con eliminación del material que se agrupa en montones u hornigueros. En primavera estos se cubren de tierra y esperan al mes de septiembre para recibir el fuego. Las cenizas se distribuyen por la parcela y se siembra ese mismo año a partir de octubre.

Sin embargo, los primitivos sistemas de cultivo desarrollados en la zona se centraron en el regadío, donde los procedimientos y las dificultades son de otra índole. En efecto, una vez escogido el terreno más adecuado entre los aluviones, a prudencial distancia del cauce, se plantea la desecación de charcas y el relleno de las mismas con tierra para la nivelación del suelo. A continuación una vez eliminadas hierbas y maleza, se trazan acequias y construyen los diques necesarios para encauzar el río y como defensa contra las crecidas. Seguidamente se comienza la primera siembra en casi cualquier época del año, puesto que, una vez suplida la escasez de agua, el centro de la Depresión del Ebro presenta óptimas condiciones para el cultivo.

Una vez establecida la diferenciación entre los regímenes de secano y regadío. analizaremos el primero donde debe distinguirse el cultivo del cereal, relacionado estrechamente con el de las leguminosas y los de la vid y el olivo.

El cultivo del cereal mediterráneo emplea similar,es métodos a los oceánicos de secano tradicional para evitar el agotamiento del suelo: el barbecho y la rotación. El barbecho, práctica obligada por imperativo climático, que no ha cambiado en la actualidad, consistente en el descanso de la parcela con las labores convenientes durante el ciclo agrícola, tiene la validez de un abonado orgánico. A juzgar por las abundantes referencias entre los escritores latinos {Columela, Plinio...) es probable que tal práctica se insertara en la zona mediterránea y en todo el valle del Ebro durante la dominación romana y de aquí pasara a la parte norte. Las labores presentes en el barbecho resultan-imprescindibles para la aireación del suelo que es el principal factor de recuperación. El año de barbechera como todo ciclo agrícola de cereal invernal, comienza en otoño, aprovechando las lluvias equinocciales, para remover la tierra y rastrarla fácilmente. De esta forma esta se esponja, el agua penetra hasta el fondo y puede conservarse la humedad durante más tiempo. El proceso de nitrificación se complementa en invierno y primavera con dos nuevas labores de removida, en esta última aprovechando las lluvias primaverales y para su almacenamiento. En verano se ara nuevamente para eliminar las malas hierbas primaverales y al año siguiente se pasa nuevamente al cultivo del cereal.

El barbecho genera el sistema cerealista de año y vez, donde la rotación no incluye ningún nuevo cultivo ya que sobre la parcela vuelve otra vez el cereal al año siguiente. Por esta razón en algunas zonas este sistema se conoce como "a la paja, paja". La presencia del barbecho tiene también otra motivación fundamental aparte de la climática: la necesidad de rastrojeras donde mantener al ganado, en un medio hostil al desarrollo de pastos naturales, que constituye la única posibilidad de obtener abono. En este sentido los ganaderos patrocinan el sistema.

La práctica del barbecho. al proporcionar una sola cosecha cada dos años ha tenido una importancia grande para la configuración del paisajes agrario. Así. con el fin de obtener una cosecha cada año en los lindes de las parcelas cerealísticas se plantaban cultivos leñosos, bien olivos o vides. o árboles frutales.

Siguiendo a Mensua, en la Navarra Media Oriental la rotación bienal trigo/barbecho se realizaba en los tiempos antiguos de forma colectiva. Así, a semejanza de la agricultura medieval de la Europa del noroeste (aunque su rotación fuera trienal) el territorio se dividía en dos hojas y todos los vecinos estaban obligados a cultivar solo en la parte correspondiente al cereal fijada para ese año, dejando el resto de sus tierras laborables en barbechera para albergar al ganado. Este tipo de rotación colectiva, denominada "a dos manos" fue liberalizándose y cada agricultor individual pudo alternar los cultivos independientemente.

En la parte norte de la zona mediterránea, los piedemontes internos de la Navarra Media Oriental, la presencia de mayor humedad permitía el cultivo primaveral del barbecho a base de leguminosas nitrificantes y limpiadoras (habas. forrajeras...) que ayudan a la regeneración del suelo. Estos cultivos se conocen en la Navarra Media y también en las cuencas como menuciales, entre los que se incluyen vezas. yeros y alholva. La posibilidad de cultivar el barbecho decrece a medida que descendemos hacia el sur y únicamente puede darse en suelos de mayor riqueza. Por el contrario allí donde las condiciones climáticas o litológicas son más duras el período de barbecho puede dilatarse a dos o tres ciclos agrícolas.

A la hora de distribuir los cereales por el terrazgo se atiende a la calidad de los suelos. Así, el trigo se asienta preferentemente sobre margas y los cereales secundarios ocupan suelos peores: cebada, centeno, avena. Así mismo se utilizan siempre cereales de invierno de tal forma que durante la estación climáticamente más difícil, el verano, la cosecha haya concluido ya. La sementera se practica durante el otoño, aprovechando las lluvias equinocciales, y se comienzan las labores a partir del 20 de octubre. Para el arado de la parcela se empleó primitivamente modelos de arado sencillo tipo romano y posteriormente, durante los siglos XVIII y XIX, el arado castellano de reja lanceolada. Junto a la siembra se incorporaba el escaso abonado orgánico, caso de disponerse, y a continuación se procedía a la cubrición de las semillas. La escarda primaveral se realiza a base de ganchillo o azadilla.Esta labor se hace más necesaria en la Navarra Media ya que el mayor índice de precipitaciones favorecen el desarollo de las malas hierbas.

La siega comienza en junio por las parcelas de cebada. A continuación se continúa con el trigo, cuya cosecha suele estar concluida a principios de julio. Seguidamente se pasa a las parcelas de cereales secundarios. Para el transporte del grano emplea carros de altas ruedas con ejes y ganado equino para la tracción. En las labores de trillado realizadas en amplias eras, se utiliza el trillo y también tablas o piedras como en la zona oceánica. Tras el aventado del grano se procede a su almacenaje.

El olivo se cultivaba tradicionalmente asociado a la vid en sistema intercalar, aunque también podían hallarse formaciones reducidas puras. Si bien se obtenía el autoabastecimiento nunca llegaron a producirse excedentes que permitieran plantear la exportación de aceite. Las ventajas que presenta el olivo vienen derivadas de su adaptabilidad a suelos pobres que no encontraban una dedicación adecuada, razón por la cual en el regadío nunca aparece este árbol. Por contra los inconvenientes se presentan en la Navarra Media, donde el exceso de humedad puede perjudicarle. Así mismo es muy sensible a los cambios bruscos de temperatura y especialmente al frío húmedo. Las labores son similares a las del típico olivar mediterráneo. La recolección gira en torno al vareo de las ramas y siempre debía hacerse a mano.

Para el desarrollo del cultivo de la vid debe prestarse mucha atención al tipo de suelos disponibles. Los suelos que más le favorecen son secos. de tipo calizo y no muy fértiles, pero aireado para evitar todo lo posible el riesgo de helada y permeables para que las raices de la vid penetren sin dificultad. Deben evitarse en todo momento suelos compactos y apelmazados, muy negativos para las cepas. Son generalmente terrenos pedregosos de ladera o piedemonte con inclinación suave, procedentes de la erosión de las rocas terciarias cuya evolución bioquímica resulte adecuada. Estas condiciones edafológicas forman en la zona mediterránea del País Vasco una línea que va desde Haro, Laguardia hasta Olite-Valdizarbe, y es aquí donde va a darse el monocultivo de la vid.

Desde el punto de vista climático la vid soporta las bajas temperaturas, pero no las heladas tardías que pueden acabar rápidamente con los brotes. Asimismo, el exceso de humedad de una primavera cálida y lluviosa pueden producir enfermedades en el viñedo. En concreto, el rocío o aguazón, según Mensúa, propio de la Navarra Media es propicio para el ataque del mildew.

El cultivo de la vid comenzó en época romana. Durante la Edad Media adquirió carácter autárquico del que aún se conservan los "cerrados de viña " en la Navarra Media Oriental, dispuestos en torno al pueblo con carácter minifundista y en bocage. El despegue, a partir del siglo XVI en la Rioja y sobretodo en el XIX en Navarra, generó una serie de plantaciones racionales en parcelas regulares y alargadas dispuestas transversal mente respecto a la pendiente y en sistema de 'campos abiertos, únicamente separadas por caminos paralelos.

La elección de una parcela para el cultivo vitícola tiene siempre preferencia por laderas expuestas al sur en su afán de combatir la humedad. Esta elección se convierte en exigencia a medida que ascendemos hacia el norte. Para facilitar la evacuación de aguas tormentosas, las parcelas se rodean de regueras que deben mantenerse siempre bien limpias. Así mismo al tratarse de pendientes se hace frecuente la construcción de muros de contención.

Los esfuerzos que el cultivo de la vid requiere al agricultor son constantes e ininterrumpidos, con la particularidad de que cualquier tormenta de granizo puede echar a perder toda la cosecha en pocas horas. En compensación las cepas gozan de gran longevidad.

Las labores tienen su comienzo en invierno, entre diciembre y febrero, con la práctica del desfonde. Esta consiste en practicar dos surcos necesarios para incorporar la humedad a la tierra, que pueden ser completados con una zanja circular al pié de cada cepa. Los surcos reciben el nombre de aladro, mientras que la zanja circular es conocida como escabierto, todo ello según Mensúa y referido a la Navarra Media Oriental. Para estas tareas tan pesadas se empleaba tradicionalmente la laya que como ya se ha mencionado anteriormente, remueve profundamente la tierra o bien el azadón que resulta siempre menos eficaz. En cualquiera de los dos casos se necesita la colaboración de todos los agricultores, puesto que el trabajo resultaba urgente y era precisa la agilización de la tarea. Así cuadrillas de hasta diez agricultores se reunen para remover cada parcela en particular. Paralelamente y entre noviembre y febrero tiene lugar la poda.

Entre abril y mayo que es cuando las cepas brotan, y para prevenir cualquier helada tardía se interrumpen los trabajos puesto que con los suelos removidos el peligro es mayor. Allí donde el peligro es menor se realiza una nueva labor de aladro para airear la tierra y, raramente, se le añade el abono.

Entre fines de mayo y principios de junio, se efectúa la floración o poda especial, consistente en el despunte del brote con la hoz para que este coja mayor fuerza, extirpación de las hojas tiernas para beneficiar a los frutos y evitar el mildew a los brotes tiernos y eliminación de brotes inferiores que no llevan uva. Estas prácticas resultan a veces negativas ya que al eliminar las hojas el fruto se encuentra más indefenso ante el granizo.

A fines de primavera se procede a la edrada, o escarda de la vid que elimine las hierbas de primavera, con la azada. Si el verano es tormentoso la labor deberá repetirse en septiembre.

Para la vendimia es necesaria gran cantidad de mano de obra porque sino resultaría demasiado lenta. Esta se recluta entre jornaleros de otras comarcas vecinas, del norte o de Aragón y Soria ("los castellanos"). Estos jornaleros, muchas veces, participan en la vendimia de toda la zona Media de Navarra, ya que comenzaban por Olite en el sur y llegaban hasta el norte de Sangüesa en etapas sucesivas. Las uvas son recogidas en cestos de mimbre y luego pasan al comportillo, recipiente de madera para el traslado a lomos de caballería a la comporta, fuera ya de la viña. La bodega y el lagar forman parte de la casa, colocándose aquella en el sótano y esta en el primer piso o planta baja, donde tiene lugar el pisado de la uva.

Tradicionalmente el mosto se depositaba junto con el raspón en barricas de madera. El nuevo vino no se clarificaba y fermentaba durante demasiado tiempo. Dicen los contemporáneos que el vino resultante hasta se podía masticar dada la proliferación de materias grosera. Todos estos métodos resultaban defectuosos para la conservación del vino y el problema quedó patente, duran

te el siglo XVIII, cuando aumentaron las exportaciones. En efecto, el vino de la Rioja llegaba a las colonias americanas picado. Para remediar estas dificultades y mejorar la calidad de los caldos riojanos se introdujeron nuevos procedimientos importados de Francia, zona del Medoc, que bautizaron el nuevo método como vino "a lo Burdeos". Estos métodos consistían sustancialmente en la eliminación de las partículas extrañas y del raspón y la incorporación de la clarificación del nuevo vino. Esta se realizaba mezclando claras de huevos frescos con una parte del vino de la barrica y la adición de tal mezcla a la totalidad del vino, golpeando y removiendo todo con un palo. Con tal práctica se consiguió la depuración de los caldos que transportados en barrica bien cerradas (con resina, y pez sobre el corcho o envolviendo el tapón de madera en un lienzo que era introducido a golpes, recortando lo sobrante) llegaban con éxito a grandes distancias. Sin embargo este impulso modernizador del XVIII quedó sin continuación puesto que la crisis de entrada al siglo XIX (guerra de la Independencia... etc.) iba a acabar con los escasos recursos económicos disponibles. Habrá que esperar por lo tanto a la pasada centuria para el desarrollo de las bases de una viticultura moderna.

Como se ha repetido a lo largo de este capítulo los sistemas de regadío tradicionales acometieron la empresa de la puesta en cultivo de las terrazas inferiores de los ríos, principalmente en la Ribera, cuyo nombre precisamente deriva de la extensión de tales prácticas agrarias. En la Navarra Media las huertas suelen ocupar extensiones sensiblemente menores. Como también ha quedado apuntado las peculiaridades climáticas de esta zona hacen que la estación vegetativa de las plantas pueda prolongarse solo con la adición de agua.

Los romanos fueron los iniciadores del sistema con la aportación de la técnica de canales y acueductos que conseguían la adecuada derivación de las aguas. Sin embargo el impulso decisivo lo dieron los musulmanes que perfeccionaron los sistemas en la península Ibérica antes que en el resto de Europa, donde tuvieron que esperar las innovaciones de manos de los Cruzados.

Desde el siglo XII, por lo menos, el agua se desviaba ya por medio de azudes o diques y se distribuía por las correspondientes acequias que estructuraron las parcelas en estrechas franjas longitudinales. También se excavaron pozos profundos desde donde el agua se conducía a mano o a lomos de caballerías hasta la parcela siguiendo un método verdaderamente artesanal. En otras zonas el agua se almacena en embalses, mitad artificiales y mitad naturales, llamados estancas, como pueden verse hoy en localidades como Corella, Alfaro o Cintruénigo. En Marcilla existen en la actualidad pozos jalonando las acequias de trecho en trecho con el fin de regular la distribución de agua y reciben el nombre de tifones.

No debe olvidarse, sin embargo, que el riego tuvo siempre un carácter eventual hasta el siglo XVIII en algunos lugares y hasta el XIX o el XX en otros. Presumiblemente fue la margen derecha del Ebro la pionera en este tipo de aprovechamiento agrario, ya que resultó la más intensamente romanizada. Por otra-parte las condiciones naturales entre los ríos Queiles y Alhama se muestran idóneas para el desarrollo del regadío. No obstante, es de la localidad de Marcilla de donde se conserva el primer documento relativo a este sistema de cultivo. Data de 1102 y en él, el rey Pedro I reconoce a la villa el agua y los molinos instalados sobre el río Aragón. De la misma centuria datan los aprovechamientos de los ríos Alhama y Zidacos. En el primer caso, se establecía el período de riego en cinco días por municipio y los infractores eran castigados con el arrase total de sus fincas regadas fuera de plazo. El río Zidacos era utilizados por Olite y Tafalla. regulado en ocho días-turno, siendo los pleitos suscitados por esta cuestión muy frecuentes. Por lo demás las luchas, a veces sangrientas, fueron moneda corriente entre los beneficiarios del mismo río y a que los ánimos se exaltaban durante la escasez estival en que todos necesitaban agua a la vez. En este sentido destaca la enemistad secular entre Alfaro y Corella.

Con el tiempo, estos aprovechamientos resultaron insuficientes para satisfacer a todos los municipios. En consecuencia se planteó la necesidad de construir canales más amplios que aseguraran con su mayor capacidad el suministro de agua. El primero fue el Canal de Tauste, construido a partir de 1252 por la Orden de San Juan de Jerusalén y los municipios de Cabanillas y Fustiñana, en virtud de concesión otorgada por el rey Teobaldo I. Esta obra fue reconstruida y alargada por Tauste en tiempos de Carlos V y, posteriormente, ampliada nuevamente por Pignatelli en el siglo XVIII.

El Canal Imperial recibe este nombre por haber sido promovidas las obras por el Emperador Carlos Ven el siglo XVI. El proyecto de 1529 es de Gil de Morlanes, patrocinado por el concejo de Zaragoza, que soñaba con enlazar el Mediterráneo con el Atlántico, aunque solo estuviese trazado desde FonteIlas (El Bocal) hasta Zaragoza. Sin embargo cinco años después de comenzadas las obras, en 1534, se detienen en Pinseque. Habrá que esperar hasta el siglo XVIII para la conclusión de obras en 1790. Carlos III encargó en 1766 la prosecución a la Compañía francesa Badín con capital holandés. Irregularidades administrativas entorpecieron los trabajos y será Pignatelli, en calidad de Protector de la Obra, quién consiga hacer llegar el canal a Zaragoza en octubre de 1784.

En Puente la Reina el pequeño canal se amplió en 1787, aunque el proyecto databa de 1666. En el capítulo de proyectos cabe recoger la iniciativa del Conde de Cages, en 1752, de construir un tercer canal en la Ribera a partir de Lodosa. Sin embargo el proyecto no llegó a prosperar y solo en el presente siglo se ha llevado a cabo su ejecución con planos de C. Arellano.

En sistema de regadío se cultivaban tradicionalmente los mismos cultivos mediterráneos de secano que se benefician de mayor atención y en consecuencia daban mejores resultados. En ocasiones los trabajos experimentaban cierta variación como en el caso del trigo que, al ser independiente de las lluvias equinocciales para la sementera, esta se retrasaba a diciembre. En el caso del lino, es necesario constar que era un cultivo hortícola, ya que precisa mayor humedad, de la proporcionada por la zona mediterránea.

El cultivo de las hortalizas de regadío ha tenido siempre un especial desarrollo en la Ribera. Ya en el año 1797 se encuentran escritos elogiando la técnica de los horticultores tu del anos y lo mismo ocurre en el siglo XIX. Esta técnica procede de los musulmanes que la transmitieron al permanecer en gran número en torno a Tudela. después de la reconquista. máxime si se tiene en cuenta que muchos de ellos eran descendientes de antiguos pobladores convertidos al Islam. Los procedimientos especializados consistían principalmente en la dedicación de excelentes semilleros y la construcción de cañizos o plantación de setos para proporcionar abrigo a los cultivos del fuerte viento del norte (cierzo) negativo para las plantas débiles.

El utillaje disponible en esta zona resultaba insuficiente para desarrollar las grandes roturaciones que iban a desplegarse en el siglo XIX, ya que únicamente arañaba la tierra y no la removía. Solo la laya o la azada conseguían esto último. pero al precio de una labor agotadora dadas las extensiones que las parcelas iban adquiriendo. En cuanto al abonado los problemas resultaban más agudos que en la zona oceánica. El fertilizante óptimo en la Ribera. se elaboraba a base de excrementos de los animales de labor convenientemente mezclados con paja que se depositaban para su fermentación en estercoleros dispuestos a la salida del pueblo. Ahora bien. dada la carestía de esta abonado. en función del escaso ganado de labor disponible, sobre todo durante la estación veraniega, como paliativo se utilizaban los excrementos de cabras y ovejas, base del abonado normal en Álava. Así mismo se practicaba el horniguero en parcelas de secano puesto que el estiércol estaba reservado para las huertas y. en menor proporción. al cereal. El sistema es el mismo ya descrito en el apartado de roturaciones.

La escasez de estiércol hizo que los particulares se dedicaran a su recolección y venta. El que se encontraba en la propiedad comunal pertenecía en algunos casos al ayuntamiento, mientras que en otros era propiedad del pastor o mayoral que lo ponía a la venta. Las ordenanzas de las Bardenas Reales muestran las controversias originadas en las facerías sobre la pertenencia del estiércol y el grado de penuria a que se había llegado en un elemento indispensable para el desarrollo agrario.

La recogida de basuras intentaba también solventar el problema del abonado.

c) Los sistemas de cultivo en la Transición

El sistema de cultivo predominante es el de secano, particularidad que identifica esta zona respecto a la mediterránea, ya que el mayor índice de humedad posibilitará en siglos venideros la incorporación de las nuevas plantas americanas sin necesidad de riego. Este fenómeno individualizará a la Transición mucho más de lo que era en la etapa agraria tradicional, al presentar a la vez cultivos mediterráneos (trigo, cebada) y oceánicos (maíz y patatas, forrajeras). Dada la dedicación cerealística y los escasos abonos disponibles se practica el sistema de año y vez o "a la paja, paja". En tierras mejores existía la rotación trigo/leguminosas sin barbecho.

Las rotaciones de cultivos se organizaban también colectivamente para todo el municipio. Ante el agotamiento de los suelos a veces aparecía la rotación de cereales en orden decreciente de principales a secundarios (trigo/barbecho/trigo o avena/barbecho/avena/barbecho...) fiel reflejo de una agricultura primitiva nómada.

Según Caro Baroja entre los arados destaca el de tipo angular o radial de reja enchufada, por su abundancia en toda la zona.

II.LOS SISTEMAS EN EL SIGLO XIX.

Los sistemas de cultivo europeos del siglo XIX asistieron a la incorporación de una maquinaria más efectiva, así como la de introducción de los fertilizantes químicos. Sin embargo en el País Vasco estas dos innovaciones capitales para la agricultura moderna tuvieron lugar con un retraso considerable ya que solo unos comienzos reducidos datan de la última década del' XIX. Así la generalización del arado con vertedera en Navarra es propio en realidad de este siglo, igual que las segadoras y trilladoras. El abonado químico descubierto en 1845 por V. Liebig no llegó a nuestro País hasta fines de siglo, por lo que el mantenimiento de las parcelas se realizaba a base de un aumento del estiércol abundante en la zona oceánica en razón a las ampliaciones de la cabaña de vacuno.

En el secano oceánico se mantuvieron en general los sistemas de asociación de cultivos y rotación del siglo XVIII, aunque con mayor intensificación y enriquecimiento de los mismos. El trébol y la patata se asocian con el maíz o rotan con él. El nabo puede aparecer con trébol, aunque generalmente se sigue sembrando entre las cañas del maíz en agosto. Las praderas naturales permanentes comienzan a recibir algún abono que se añade en diciembre, si no están aprovechadas como pasto invernal, o en marzo-abril si tal es el caso.

El cultivo de la patata presenta la ventaja de esconder el producto bajo tierra durante el invierno. Esta planta es además resistente a las heladas tardías y perfectamente adaptable a una primavera húmeda como la oceánica. Se siembra en marzo en agujeros donde se deposita medio tubérculo con yemas. Seguidamente se cubre de estiércol y a continuación de tierra. La escarda tiene lugar en abril y la recolección en agosto para la zona oceánica y más tarde para la Transición. Tras un ligero secado al sol se almacena.

En el secano mediterráneo se mantuvo el sistema de año y vez para el cereal, mientras que en la Navarra Media el barbecho semillado coptó con la colaboración de los nuevos forrajes, lentamente introducidos, para asegurar un mejor descanso al suelo.

Los mayores avances y mejoras las recibió la viticultura. Se iniciaron durante el siglo XIX los tratamientos contra las enfermedades menores, tal y como todavía se practican en la actualidad. La ceniza se combate con azufre, mientras el mildew se trata con sulfato de cobre desde 1885 para la Rioja Alavesa. Paralelamente se mejoró la fabricación de vino, impulsada en la Rioja por lean Pineau. Este técnico bordelés contratado por la Diputación de Álava enseño en esta comarca las mejoras en cuanto a la crianza al estilo de su tierra que consistieron principalmente en la eliminación definitiva del raspón, la utilización de barricas más pequeñas y el embotellado después de la clarificación. Sin embargo problemas con los particulares que dirigían la producción obligaron a la Diputación a despedirle, lo cual no supuso en absoluto la pérdida de estas mejoras sino todo lo contrario, ya que quedaron insertas dentro de las nuevas bodegas industrial izadas controladas por capital vizcaíno.

En el regadío mediterráneo los sistemas tradicionales no sufrieron variación alguna ya que las iniciativas a nivel estatal de Joaquín Costa o de Gasset quedaron en papel mojado ante la inestabilidad política reinante a principios de este siglo XX. La ampliación de los regadíos ribereños tuvo que esperar , por lo tanto hasta la década de los 30. Durante el siglo XIX el principal cambio que afectó al regadío fue la reglamentación de los aprovechamientos mediante la Ley de Aguas de junio de 1879, que ampliamente explica A. Floristán en su estudio sobre la Ribera oTudelana. Cada municipio, o varios municipios, si son varios los pueblos beneficiados por el disfrute, se organizó en una Comunidad de Regantes, a la que pertenecen todos los particulares que tengan derecho a riego, un Sindicato o representación permanente de la Comunidad y un Jurado que se dedica a penar con multas las infracciones que se cometan. La Comunidad solo se reune dos veces al año en Junta General, mientras que el Sindicato se encarga de la vigilancia de los reglamentos y de la administración en general. El encargado de repartir las aguas es el acequiero que posee la llave de distribución de las acequias y el riego se realiza por turnos. Si había escasez de agua, lo cual era frecuente todavía en el siglo XIX en algunas áreas, se tenía en cuenta primero el trigo y seguidamente la vid.

Entre varios pueblos se organiza un Sindicato Central como los de: Valtierra y Arguedas, el de Queiles y el de Tauste. El Canal Imperial quedó bajo control estatal, pero con su propia Junta Administrativa creada en 1873 con jurisdicción sobre los 15 sindicatos municipales que disfrutan del riego.

Como concluye A. Floristán, la escasez de agua explica una jerarquización fuertemente establecida para evitar los problemas del pasado, habiéndose suavizado las penas para los infractores.

El País Vasco Continental apenas experimentó variaciones notables durante el siglo XIX desde el punto de vista agrícola, puesto que se trata de un medio similar a las dos provincias oceánicas peninsulares sin la industrialización y con regresión demográfica. Las condiciones del campesinado fueron deteriorándose a lo largo de esta centuria, como escribe G .Viers, mientras se extendían los cultivos húmedos (maíz, patatas) ya introducidos en el XVIII. Pero no tenemos aquí ni desamortización, ni las oleadas roturadoras de la parte peninsular, lo cual favoreció el mantenimiento de las prácticas agrarias más arcaicas como pueda ser la quema de la landa.

3.LOS SISTEMAS DE CULTIVO EN EL SIGLO XX.

Los dos elementos revolucionarios en cuanto a los sistemas de cultivo l0 han constituido la mecanización de las labores, con el consiguiente ahorro de trabajo y ampliación de-las posibilidades de puesta en cultivo y el empleo de fertilizantes químicos que aumentan extraordinariamente los rendimientos/ hectárea y acaban con la vieja dependencia del mantenimiento de ganado como único proveedor de abonos. Asimismo, en menor grado, hay que tener en cuenta como agente renovador, la selección de semillas, impulsadas por las Diputaciones provinciales, que en gran parte han desterrado a las indígenas por extranjeras ya que estás proporcionan mejores resultados, como las variedades de trigo catalán en Navarra o el maíz Pioner en el País Vasco Continental que han desterrado el maíz autóctono "gran rouge basque". Sin embargo no puede decirse que en cuanto a modos de cultivar la tierra el panorama haya cambiado ostensiblemente, si dejamos aparte la incorporación de invernaderos de plástico para el desarrollo de las legumbres, plantas y flores, puesto que aún tiene plena vigencia las rotaciones; las asociaciones intensivas y se .practica el barbecho tal y como se llevaba a cabo en el siglo XIX.

La mecanización del campo ha constituido un proceso lento debido a los elevados precios que presentaban las nuevas máquinas, especialmente las de gran tamaño, necesarias a partir de la zona de transición.

Las ventajas, a parte del ahorro de esfuerzo del agricultor, son de rapidez y efectividad en cuanto a la recolección de cosechas antes condicionadas por las tormentas. No es menor la importancia de este factor para explicar el éxodo rural, resultado del ahorro de mano de obra y la desaparición del ganado de tracción. Sin embargo en algunos casos la mecanización ha sido excesiva e irracional. En el caso de las cosechadoras, las desventajas derivan de la irregularidad de la maduración del grano, la pérdida de granos en la labor y la inutilización de la paja (Floristán). En la zona Noroeste a parte del arado con vertedera y ruedas, el bravant o el tractor, más recientemente, para la labor de arado, las máquinas más extendidas son la segadoras, luego las trilladoras y, por último, las cosechadoras, que aparecen a partir de 1910 en la Ribera. La mecanización de la Ribera Tudelana se relaciona con las grandes roturaciones de principios del presente siglo (1900-1915) que pusieron en cultivo extensas zonas de las Bardenas Reales, una vez que se hubo roturado el terreno municipal. En la zona oceánica la introducción ha sido más lenta, mientras que la utilización de grandes máquinas no tiene cabida ante estrechos, valles y parcelas en pendiente, ya que resultarían irrentables. Aquí se han extendido los motocultores, las moto-segadoras, el tractor y la mula mecánica, relevando del servicio al ganado vacuno, mientras que las ruedas de los carros son ahora neumáticas.

Los censos de utillaje de los años 1970-76 nos revelan el reciente incremento de la motorización del campo, para el País Vasco Peninsular especialmente en cuanto a motocultores, tractores y cosechadoras, donde destacan las provincias de Navarra como puede verse en los cuadros de índice de mecanización. En el caso alavés se pasaron 359 hectáreas labradas por unidad de motocultor en 1970 a 87 hectáreas del año 1970 por motocultor se convirtieron en 58 en el año 1976, mientras las 47 hectáreas por tractor se redujeron a 32 hectáreas. En la provincia de Guipúzcoa las 54 hectáreas por tractor se convirtieron en 25 mientras que las 25 hectáreas por motocultor vizcaíno se han reducido a solo 8. .

En cuanto a los tractores es el País Vasco Continental el que cuenta con mayor parque dado que correspondían 8,3 hectáreas de tierra labrada por unidad en 1970. Sin embargo los agrónomos consideran que se asiste a una infrautilización de los mismos debido a condiciones orográficas negativas, siendo esta observación aplicable a provincias como Guipúzcoa y Vizcaya, donde la compra de un tractor intenta gestionarse entre varios caseríos para evitar el mal. En el País Vasco Peninsular es Álava la que cuenta con el mayor índice de tractores por hectárea, seguida por Guipúzcoa y Vizcaya en1976.

En cuanto a motocultores, es Guipúzcoa la que presenta el índice más elevado, seguida por Vizcaya y a mucha distancia por Navarra. Álava cuenta también con el mayor índice de cosechadoras, ya que, como hemos advertido estas máquinas han entrado con más lentitud en Navarra.

El censo de Utillaje de 1976 nos da un predominio a Navarra en cuanto al total de máquinas, lo cual es lógico ya que es la provincia con mayor extensión de hectáreas cultivadas y resulta escasamente representativo para este análisis. No obstante es interesante comprobar que las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya con un total de 5.574 motocultores representan el 41,9% del total del País Vasco Peninsular (13.276).

Los motores para riego por aspersión, son también importantes en Navarra y en Álava donde la necesidad de los mismos resulta mas perentoria en relación al medio climático.

El abonado químico resulta imprescindible en provincias donde la escasez de hectáreas cultivables obliga a la ocupación ininterrumpida de los suelos. Ahora bien, según los agrónomos este tipo de fertilizantes no son sustitutivos de los orgánicos sino solo un complemento. Las principales consecuencias que se derivarán de la introducción del abonado químico, a principios de siglo, fueron la desvinculación de la cría del ganado del subsector agrario en zonas poco adcecuadas para ello como la mediterránea, con lo que se terminó con su casi completa desaparición. La principal ventaja consiste en la independencia de la naturaleza para la reconstrucción de los suelos, aunque esta sea solo en cierta medida, mientras que los efectos inmediatos son el aumento del rendimiento por hectárea. Esto es notable, como puede verse, en los cultivos más significativos entre los años 1971 y 1976.

El trigo pasó de 1,9 al 2,6 toneladas por hectárea, el pimiento de 31,3 a 40,1, la remolacha de 28,1 a 40,4 y la patata de 9,4 a 15,4, Todo ello va a explicar el mantenimiento de la producción con reducción de las superficies cultivadas.

Los nuevos fertilizantes químicos aparecieron en sus comienzos de forma simple, es decir, nitrogenados, fosfatados o potásicos que se incorporaban a la tierra según su carencia específica. En realidad puede afirmarse que estos dos últimos elementos son escasos entre el estiércol, mientras que el nitrógeno resulta suficiente. En la explotación se llevaba a cabo la mezcla de los tres tipos en función de cada tierra de cultivo. A partir de los años 60 aparecieron en el mercado nacional los abonos complejos ya preparados que se difundieron rápidamente por la comodidad que aportaban.

Basándonos exclusivamente en el estudio de la Caja Laboral Popular "Situación y perspectiva de la Economía Vasca" el consumo de fertilizantes químicos se evaluaban para el período 1973-75 en el País Vasco Peninsular de 23.000 a 24.000 toneladas de nitrogenados, 16.000 a 17.000 de fosfatados y alrededor de 6.000 de potásicos, entre los básicos. Este primer lugar ocupado por los nitrogenados no es de extrañar puesto que su carácter complementario, por próximo con el abono orgánico, le hacen mantenerse contra la competencia de los abonos químicos complejos. Los principales consumidores de los fertilizantes químicos en el año 1975 son las provincias de Navarra y Álava por este orden. Así de las 24.205 toneladas consumidas de nitrogenados el 66 % correspondió a Navarra y el 24,9% a Álava, de las 16.947 toneladas de fosfatados fueron 60,9 de Navarra y 19,8 de Álava y de las 6.055 toneladas de potásicos,l es correspondieron el 44,4% y el 36,5% respectivamente. El bajo consumo de las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya (8,4% de nitrogenados, 19,3% de fosfatados y 19,1% de potásicos) está compensado con la abundancia de abono orgánico existente en estas provincias ganaderas y casi nulo en las zonas mediterráneas. Así se explica que sean precisamente los nitrogenados los menos consumidos y que el casero prefiera invertir su dinero en la compra de piensos compuestos o en plantas forrajeras que, a la larga, van a convertirse en abono, a la vez que mejoran la productividad del ganado vacuno. El abono químico se reserva a la zona oceánica paraJas praderas artificiales.

Los abonos químicos han reducido a partir de 1936 aproximadamente con la adición de cal a la tierra en la zona oceánica. Según Miren Etxezarreta, esto resulta negativo ya que la cal regula muy bien el índice de ph que se degrada con facilidad en este medio climático, facilita la asimilación del resto de los fertilizantes, y palia el arrastre de las tierras en pendiente, lo cual resulta todavía muy necesario para esta zona. Junto con los fertilizantes aparecieron en muchos casos insecticidas y anticripgánicos.

En general, la evolución tecnológica ha resultado favorable en el País Vasco dirigiendo los sistemas hacia la moderna intensificación que como se ha indicado han cambiado poco desde el siglo XIX. Las asociaciones de cultivos oceánicas se mantienen en dirección forrajera como las de maíz /nabo o maíz/ trébol, en sistema promiscuo. Las rotaciones siguen a la orden del día ya que la no repetición de una planta en el mismo suelo es el principal factor para evitar el agotamiento del mismo. En este sentido, muchas veces se procura alternar vegetales que absorben en los nutrientes en forma distinta; por ejemplo de raíces profundas o superficiales. En el secano oceánico se continúa el sistema maíz-trébol o alfalfa-patata. En el secano mediterráneo de Navarra con patata, maíz, remolacha o cereales secundarios como la avena o lá cebada, según las zonas. En la Llanada el cereal es sustituido por forrajes o patatas y a continuación vienen las leguminosas. Sin embargo, estas últimas tienden a ser eliminadas por la mecanización, como ocurrió en las cuencas navarras, con la alholva. También en la Transición se da rotación bienal a base de trigo/ maíz, haba o patata/trigo o bien trigo/forraje/trigo.

Todavía se mantienen en la zona mediterránea la práctica del horniguero y la quema de rastrojos en el otoño, pero por el contrario las parcelas en bancales van siendo abandonadas, cada vez más, dada la imposibilidad de que las máquinas trabajen en ellas. Para los árboles frutales se ha incorporado el pintado con cal en el tronco para protegerlos de los parásitos, mientras que las cosechas se almacenan cada vez más frecuentemente en silos metálicos o de albañilería en todo el país, abandonadas y a las gambaras y kutxas de la zona oceánica. las tradicionales metas de hierba o helecho se conservan plenamente vigentes, sin embargo. En el caso de las primeras se ha incorporado un plástico en su parte superior sujeto a base de cordeles pendentes de las esquinas, de cuyos extremos cuelgan piedras con el fin de proteger la hierba de la lluvia.

La incorporación de los abonos químicos, aprovecha como los orgánicos la humedad que se da en la estación primaveral. En la parcela de maíz del País rasco Peninsular se incorporan potásicos y fosfatados como abonado de fondo , otros fertilizantes para facilitar el despegue, además de desherbantes para evitar la escarda. En el caso del cereal de secano se adiciona en primavera nitrato para mitigar la pérdida que este produce y siempre en tierras con suficiente humedad ya que de lo contrario la tierra se quema. En el otoño se aplica el fosfato y a veces mezclado amoníaco. En el cultivo de la vid se aplica sulfato durante la edrada que previene el Mildew. Sin embargo, junto a esta modernización se han mantenido las prácticas de extirpación de hojas tiernas y de los brotes inferiores que son desaconsejadas por las cooperativas, mientras que la vendimia deben seguir realizándola a mano.

Por lo que respecta al regadío mediterráneo la técnica moderna ha posibilitado la ampliación del regadío que asciende a las terrazas altas de los ríos, mediante grandes obras hidráulicas, mientras que se ha logrado un mejor control del caudal de los mismos por embalse y la incorporación de métodos nuevos como el riego por aspersión. Se mantienen los canales tradicionales. el canal de Tauste tiene una longitud de 44,5 km. y riega unas 900 hectáreas entre los municipios de Cabanillas, Fustiñana, Buñuel, Cortes, Ribaforada y siete pueblos zaragozanos, con un caudal de 9 metros cúbicos por segundo. El Canal Imperial, que es el más importante, mide 96 kms. , tiene un caudal de 25 metros cúbicos/segundo y riega una superficie aproximada de 28.000 hectáreas. En Puente la Reina el regadío alcanza a unas 80 hectáreas, únicamente. Junto a estos se ha añadido por fin el de Lodosa, tercer gran canal ribereño. Comenzado en 1915 (proyecto Arellano) y aceleradas las obras hacia 1926, por a recién creada Confederación Hidrográfica del Ebro, hubo que esperar hasta a República para que se concluyeran las obras en 1935.

Este último canal ha superado en longitud al Imperial ya que alcanza los 27 kms., pero sirve para el riego de unas 6.000 hectáreas menos, es decir ~2.000 hectáreas que se reparten por nueve municipios navarros, dos zaragozanos y cinco riojanos. Su caudal, alcanza los 22 metros cúbicos/segundo.

Para regular el caudal de estiaje del río Arga, además de la producción de electricidad, se construyó el embalse de Alloz en el Valle de Guesalaz (Tierra Estella), cabecera del río Salado. La capacidad total útil es de 84,3 Hm3 y la altura de la presa de 61 m.

El embalse de Yesa fue inaugurado en 1959 con una capacidad para 410 Hm3 y unos 74 m. de altura de la presa. El vaso ocupa 2.054 hectáreas casi en tierras zaragozanas y mide 403 mts. de longitud. En base a este embalse se emprendió la construcción del Canal de las Bardenas o de Cinco Villas impulsado por el Instituto Nacional de Colonización, cuya parte navarra (La acequia lel Norte) se ha concluido ya. La capacidad de aliviadero del embalse es de 1.000 m3/seg. , mientras que de los 72 kms. de largo del canal solo 27 kms. se e ubican en Navarra, regando unas 13.780 hectáreas de los términos de Sangüesa, Cáseda, Gallipienzo, Carcastillo, Mélida, Caparroso y Murillo el Cuende. Junto a este cuarto canal importante de Navarra se han creado cinco pueblos de nueva planta: Rade, en Murillo el Cuende; Fiparol, en Carcasillo; Subicho del Pinar, en Cáseda y Gabarderal y Boyeral en Sangüesa.

Los cultivos que se benefician del riego son, aparte de las hortalizas, los cereales (maíz, trigo, cebada) remolacha, y forrajeros (alfalfa). Normalmente se procede también a la rotación de alfalfa y remolacha con los cereales y las hortalizas. Como ejemplo puede tomarse este de A. Floristán: primero, se siembra trigo y dentro del mismo ciclo la alfalfa en primavera. Tras la siega se dan dos cortes a la alfalfa que inauguran una serie de cortes a sumar los seis en los dos ciclos siguientes. A continuación se procede, en octubre, a la siembra del trigo.

El riego suele ser permanente, salvo en el caso de cereales, como el trigo, o la cebada, que únicamente tienen necesidad de dos riegos por cosecha, pero que son bastantes para elevar el rendimiento. Para el maíz el agua se hace imprescindible.

UTILLAJE AGRÍCOLA
 País Vasco Peninsular
  1970 1976
Tractores 12.506 17.046
Motocultores 4.610 13.276
Cosechadoras 1.753 4.374

Índice de mecanización (has labradas por unidad) (1)

 

1970

1976

  Tractores Motocultores Cosechadoras Tractores Motocultores Cosechadoras
Álava 29 359 132 23 87 88
Guipúzcoa 44 10 - 25 4,6 -
Vizcaya 51 25 1.950 31 8 1.500
Navarra 47 247 115 32 58 117

(1) En el caso de las cosechadoras son has de cereal. Fuente: Censos agrarios.

Censo de utillaje agrícola 1976

  Álava Guipúzcoa Vizcaya Navarra P.V.P
tractores 3.899 523 719 11.905 17.046
motocultores 1.036 2.804 2.770 6.666 13.276
motores de 192 33 58 500 783
segadoras 2.244 - 106 3.760 6.110
guadañadoras 2.200 - - 2.520 4.720
cosechadoras 1.025 - 14 3.335 4.374

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