Lurralde inves. esp.

22 (1999)

p. 351-366

ISSN 1697-3070

 

MUJER Y MEDIO RURAL EN ASTURIAS (SIGLO XX)

 

 Francisco FEO PARRONDO

 Departamento de Geografía, Universidad Autónoma de Madrid

28049 Madrid

 

RESUMEN:

 Mujer y medio rural en Asturias (siglo XX) En este artículo se recopilan situaciones concretas, temporal y espacialmente, de la mujer en el medio rural asturiano que nos permiten comprobar algunas de las transformaciones que se han producido en sus condiciones de vida a lo largo del último siglo

Palabras clave: Mujer, rural, Asturias

 RÉSUMÉ:

La femme et le milieu rural dans Asturias (XX siècle) Cet article rassemble des situations concrètes, temporelles et spatiales, de la femme dans le milieu rural asturien, qui nous permettent de vérifier un cetain nombre des transformations ayant touché leurs conditions de vie tout au long du sècle dernier

Mots clé: Femme, rural, Asturias

ABSTRACT:

Women and the rural environment in Asturias (20 th. Century) This article is a compilation of specific temporal and spatial situations, relating to women living in the rural environment in Asturias, which enables us to show some of the transformations which have taken place in their living conditions over the last century

Key words: Women, rural, Asturias

 

1.- INTRODUCCION

A lo largo de los últimos años han proliferado en España los estudios de Geografía del Género, rellenando parcialmente un amplio hueco que afectaba al conocimiento de la situación y actividades de, al menos, la mitad de la población. La mejor prueba del avance en este tipo de estudios, además de la amplia bibliografía, fue la aparición de dos excelentes obras de síntesis realizadas por geógrafas españolas: una a nivel mundial (Sabaté et al., 1995) y la otra sobre el medio rural español (García Ramón et al, 1995)

Todos estos estudios constatan las deficiencias de las fuentes a la hora de estudiar la situación de la mujer rural. Esta situación ha sido apuntada también, hace años, para Asturias: "no reflejan la importancia numérica de las mujeres que integran la población agrícola y trabajan en el campo compartiendo las tareas del mismo con los hombres (maridos, hijos, hermanos, etc) por declararse éstas ocupadas en «sus labores» y no trabajadoras agrícolas" (Benito del Pozo, 1986, pp. 30)

En este estudio no pretendemos realizar, obviamente, un análisis exhaustivo de la situación de la mujer rural asturiana a lo largo del último siglo, que desbordaría el espacio disponible, sino una recopilación de situaciones concretas, temporal y espacialmente, que sirva de base para estudios posteriores más minuciosos y, a su vez, más generalizadores

La situación tradicional, siglos XVI-XIX, de la mujer rural asturiana queda sintetizada en el sistema de heredero único de las pequeñas caserías y en menores recompensas para el resto de los hijos: "las mujeres eran compensadas con la dote en las capitulaciones matrimoniales; los hombres a veces con los gastos de viaje en el caso de que emigrasen, con la entrega de algún bien mueble de cierto valor o incluso, en tiempos más cercanos a los nuestros, con la redención del servicio militar" (García Fernández, 1976, pp. 34). En las capitulaciones matrimoniales se detallan minuciosamente las aportaciones de cada familia al nuevo matrimonio y "en la mayoría de los contratos matrimoniales se hace referencia a la posibilidad de que los matrimonios que forman la sociedad familiar no congenien y se establecen las normas que se han de seguir para la separación de las parejas, si esto llegase a ocurrir" (Fernández y Vaquero, 1981, pp. 340). Estos mismos autores reproducen varios textos notariales con distintos modelos de capitulaciones. Esta situación fue descrita asimismo en novelas costumbristas como "La aldea perdida" de Armando Palacio Valdés

La unidad de la casería, salvo breves periodos, ha seguido hasta hoy y "solamente en los últimos años, con la profunda crisis introducida en el mundo rural por un éxodo cada vez más acentuado, la casería como tal institución ha entrado en crisis

Frecuentemente, ante la situación de que ninguno de los hermanos quiere ser casero, las tierras se venden, y todos participan por igual en la herencia" (García Fernández, 1976, pp. 35)

El predominio de pequeñas explotaciones obligaba a un trabajo continuo "que absorbía las fuerzas de toda la familia. El trabajo no respetaba ni siquiera a las mujeres, que además de ocuparse de las labores domésticas -poblar la morada- contribuían al trabajo de los campos casi en igual proporción que los hombres. En este aspecto, al contrario de lo que ocurría en otras regiones, la diferencia entre ambos sexos era escasa; quizá con la única excepción de que las tareas más duras se encomendaban a los hombres. Pero, en las demás, la mujer intervenía como un elemento de trabajo más, sin que esta participación en las labores agrícolas se considerase como deshonrosa o poco deseable. Era más bien una necesidad admitida por la costumbre" (García Fernández, 1976, pp. 167). Estas tareas secundarias de las mujeres rurales asturianas se daban en cultivos como el maíz o esparcir el heno recién segado con guadaña por los hombres. Algunas de ellas han variado, lógicamente, con el cambio de usos de suelo y la mecanización en las últimas décadas. Un buen ejemplo es el de voltear la mies de trigo cuando se mayaba para separar grano de paja o la de recoger las espigas de escanda que quedaban sin recoger (Fernández Lamuño, 1998, pp. 10-12). Su práctica desaparición en el occidente asturiano ha hecho que las actividades de mujeres y hombres se adapten a los nuevos aprovechamientos

2.- UN EJEMPLO CONCRETO: TINEO EN 1886, 1907 Y 1913

Las tres anónimas geografías médicas, de dichos años, del concejo de Tineo, inéditas hasta nuestra reciente recopilación (Feo Parrondo, 1996a), nos sirven de muestra para conocer la realidad de la mujer rural del occidente interior del Principado en las últimas décadas del XIX y primeras del XX

El estudio de 1886 constata que, para poder dedicarse a los trabajos ordinarios, las madres dejaban de darles el pecho a sus hijos a los dos-tres meses. Sin embargo, las jóvenes tinetenses llevaban un tipo de vida distinta en función de su clase social. Las "señoritas" no salían casi de su habitación en la que apenas hacen nada, no se dedican a las labores propias de la casa, porque se consideraría rebajada ante los criados encargados de servirla en todo. Este enclaustramiento y falta de actividad genera multitud de padecimientos. Por el contrario, la "labradora" se dedica desde su más tierna edad a faenas agrestes que desarrollan su sistema muscular, respira aire puro, recibe los rayos solares... El anónimo médico tinetense escribe: "no estoy conforme con la educación física de estas alegres y robustas labriegas dedicadas continuamente a las faenas del campo: otra es su misión, pero tampoco busco la educación en el lujo y la molicie, en el espejo y tocador, y que aleccionadas en los caprichos de la moda, vengan a convertirse en verdaderas flores de estufa, pues más que mujeres parecen juguetes de escaparate. La rusticidad del campo va acompañada ordinariamente de la rudeza de las formas, y carece de la suavidad y templanza que engendra el trato con las personas ilustradas que habitan las ciudades populosas; pero en cambio la molicie y la pereza son enemigos más temibles aún que la rusticidad para la misión de la mujer, y entre estos dos tipos es preferible la primera porque su semblante rebosa salud, robustez, bienestar y alegría. Es indudable además que la joven habituada al trabajo y a la vida del campo, más fácilmente adquiere condiciones muy a propósito para ser esposa y madre que la que sale únicamente de su engalanada prisión para rodearse en el baile o teatro, de los más poderosos enemigos de su robustez y longevidad..." (Feo Parrondo, 1996a, pp. 57)

Las jóvenes campesinas hacían las mismas tareas que los hombres, y además se hacían los vestidos y planchaban la ropa

Eran bastante frecuentes los matrimonios a temprana edad pactados por ambas familias, en los que las jóvenes tenían 15-16 años, aspecto que creaba posteriormente muchos problemas a los cónyuges, al no estar preparados para formar un matrimonio. También eran frecuentes los matrimonios entre consanguíneos. El anónimo médico apunta que "muy pocos son los casos de parto en que son llamados los médicos". Una o dos parteras y el marido acompañan a la parturienta, dándole frecuentemente vino hervido con manteca de vaca y manteándola en caso de que el parto se retrase. En días posteriores se la alimentaba con chocolate, manteca, caldos de gallina y carnero, abundante vino, etc.(Feo Parrondo, 1996a, pp. 66)

La geografía médica de 1907 sobre Tineo, también anónima, fue escrita por el mismo médico que la de 1886 (probablemente Manuel Fernández González), por lo que en muchos casos reincide en situaciones que habían evolucionado muy poco en las dos décadas que separan ambos estudios. Las referencias a las labores realizadas por las mujeres tinetenses son bastante abundantes y nos permiten, incluso, conocer su división por edades: "La mujer más anciana de la familia, y en su defecto una niña de diez o doce años, son las generalmente encargadas del gobierno interior de la casa, atendiendo el ganado existente en los establos, custodiar los niños pequeños, condimentar el frugal alimento, y llevarlo por último a la demas familia, si se halla dedicada a los trabajos agrícolas en heredades distantes de la casa" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 85)

Según el médico tinetense, todos los trabajos los realizan hombres, mujeres y niños desde los catorce años, "pero de un modo especial las mujeres por falta de hombres hábiles y aunque causa lástima y espanto verlas dedicadas a trabajos impropios del sexo, no tienen más remedio que hacerlo, si no quieren morirse de hambre, ver vender sus fincas y la casa de sus padres, y ante tal perspectiva se imponen desde muy jóvenes tales sacrificios adquiriendo un desarrollo muscular atlético, llegando su valentía y atrevimiento, en bastantes ocasiones, a cruzar sobre un metro de nieve una distancia de quinientos metros, sacar el forraje debajo de tan espesa capa y regresar con el mismo colocado sobre la cabeza, cuyo peso excede en bastantes ocasiones de cincuenta kilos, sin que las detenga la más furiosa tormenta de nieve y granizo, ni el hallarse tampoco en los últimos meses del embarazo, haciendo por último caso omiso del anterior estado atreviéndose a llevar a la feria y cogidos por sus propias manos, toros de dos o tres años, que solo el mirarlos causa miedo, y a pesar de tales imprudencias, que desde luego debieran estar prohibidas, son bastante raros los casos de aborto y parto prematuro, hallándose en cambio dispuesta a repartir la salud, que le sobra, con las pálidas y ojerosas jóvenes aristocráticas molestadas por toda clase de padecimientos, y continuas pataletas, que reconocen como una de las principales causas de holgazanería" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 86)

También describe la vestimenta femenina, que estaba cambiando: consiste "el traje mujeril en zapatillas o escarpines y madreñas si es en invierno, zapatos o alpargatas de color oscuro si es en verano, medias de algodón o lana, saya de estameña o percal, refajo de lana o algodón, camisa y enagua, de lino o algodón, cubriendo sus paredes torácicas un justillo flojo, una chaquetilla o manta ligera según la temperatura, y por último un pañuelo de algodón o lana que oculta su descuidada y abundante cabellera, siendo completamente desconocidos los calzoncillos, adornos de cuello, y esa cota de mallas llamada corsé, que en vez de hermosear su cuerpo lo afea convirtiéndolo en un poste telegráfico, haciéndole perder su forma natural causa de muchas víctimas en las grandes poblaciones" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 87-88)

Pervivía en el concejo de Tineo, lo mismo que en casi todos los de la provincia, "la abominable y odiosa costumbre de que los primogénitos, siendo varones, y en su defecto el primero del mismo sexo dentro de la prole, sea el llamado y considerado como mayorazgo, en beneficio del cual hacen sus progenitores cesión absoluta del tercio de todos los bienes que poseen, y únicamente reservan este derecho para la mujer en ausencia de varón" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 88)

Lo habitual eran las capitulaciones matrimoniales pactadas por las familias mediante "ajustes" en la dote de la novia. El matrimonio se celebraba entre los 25-30 años en los hombres y 21-24 en las mujeres. Tenían una media de 6 hijos aunque frecuentemente llegaban a los diez-doce. Para mantenerlos, el padre emigraba y la madre cargaba con el arreglo de la casa, el cuidado de los hijos y el ganado y el cultivo de las fincas familiares. Estas ocupaciones hacen que se descuide el cuidado de los hijos y sea muy elevada la tasa de mortalidad durante la niñez (30%)

Tras criticar el sistema educativo del concejo tinetense, el anónimo médico hace especial hincapié en la enseñanza física y moral de la mujer, sobre la que hace afirmaciones tajantes y claramente sexistas: "uno de los principales y más sagrados deberes tanto de los gobiernos como de los padres de familia, es vigilar con riguroso esmero la educación de la mujer poniendo en práctica los medios más adecuados para que de una manera digna, pueda cumplimentar los altos deberes, anexos al sexo, que son los de hija, esposa y madre, como base de la regeneración social por todos deseada y olvidada, siendo tal omisión causa de que la mujer dada su debilidad física y espiritual, sea con harta frecuencia arrastrada por la halagüeña¸eña pendiente de los vicios y errores que causan la disolución de las familias, y estremecen la sociedad" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 100)

En el amplio concejo tinetense sólo había dos escuelas de niñas (en Tineo y Navelgas, los dos núcleos mayores) y la mayoría acudía a escuelas mixtas, generalmente a cargo de jóvenes maestras que tenían que cambiar de escuela por carecer de casa donde vivir en las aldeas y tener un sueldo para malcomer y vestir peor. El anónimo médico señala que no es muy adecuada la enseñanza por estas maestras jóvenes y solteras y considera que sería preferible el desempeño de tan espinoso cargo por mujeres de más tacto y seriedad. Para paliar estos problemas era frecuente la contratación por los padres de maestros que enseñasen a sus hijas a leer, escribir y algo de contabilidad hasta los diez años. La niña, "después de adquiridos estos rudimentos de imperfecta educación es la encargada, y siempre bajo la inspección de la madre o de una hermana mayor, de lavar y recoser las ropas de sus hermanitos pequeños, arreglar la comida, y atender a la escasa limpieza que se hace en la casa, pero sin perjuicio de aprovechar las horas que tiene de descanso y durante los crudos temporales, para asistir con puntualidad y ahinco a la casa de la costurera del pueblo, donde aprende a coser, planchar, y hacer alguna prenda para ella o sus hermanitos, siendo también muy raras las jóvenes que no sepan hacer su ropa ordinaria, continuando con estas faenas hasta la edad de diez y seis o diez y siete años, en que generalmente se presenta la pubertad con todo su vigor y principia a dedicarse a toda clase de faenas agrícolas por el día y pasando gran parte de las noches cosiendo, hilando, o calceteando ya al lado de sus padres ya en casa de algún vecino en alegre algazara con las restantes del pueblo" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 101)

Aunque considera poco adecuada la educación de la mujer campesina le parece mejor que la que reciben las de clases sociales más altas. Pese al enfoque "prehistórico" de lo que el anónimo médico considera adecuada educación de la mujer, reproducimos textualmente esta opinión porque nos muestra clara y manifiestamente la evolución que se ha dado en el último siglo: "Estas jóvenes habituadas al trabajo y a la vida del campo adquieren condiciones más abonadas para ser esposa, y madre; educada en la pobreza sabrá aplicar y ser rica, dirigir su casa y cumplir con los sagrados deberes de la maternidad; aprendió a obedecer y sabrá mandar dignamente, y educada al lado de su madre podrá hacer un hombre feliz; pero si en cambio ascendemos a más altas esferas y revisamos la moderna educación, hallaremos infinidad de pseudoseñoritas educadas en colegios que enemistadas con los agentes cósmicos, se familiarizan con los enemigos más poderosos de la robustez; como rica no podrá sufrir los reveses de la fortuna, tan frecuentes en la vida; como no aprendió a obedecer no se prestará gustosa a la obediencia de su marido, y concluirá por convertir la casa en una verdadera república, y llegará por su orgullo y soberbia a no contentarse con mediana fortuna siendo el lujo su bello ideal y en pos de este... la ruina de la familia; diciendo para finalizar que con una buena madre como palanca, y un buen maestro como punto de apoyo, tenemos las columnas únicas que podrán sostener la sociedad próxima a desquiciarse" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 101)

La mujer tinetense también participaba, desde comienzos del siglo XX, de la fuerte emigración hacia América. Hasta la pérdida de las colonias habían emigrado casi exclusivamente varones muy jóvenes de familias pobres y numerosas, pero desde 1900 emigraban varones, sobre todo a La Habana, y familias completas y jóvenes solteras preferentemente hacia Buenos Aires1. La baja renta y alta natalidad forzaban este éxodo masivo, que era claramente perceptible en las romerías, en las que los jóvenes de ambos sexos eran muy numerosos en las décadas finales del XIX y muy escasos en 1907

Después de repasar las epidemias que afectaban a la población tinetense, el anónimo médico revisa los accidentes durante y después del parto, causa del fallecimiento de bastantes mujeres en el concejo por los salvajes métodos de atención de las "parteras": abundante vino, aguardiente y manteca que come la parturienta, quien era manteada en caso de que el parto se retrasase más de 18-20 horas desde los primeros dolores, etc. Estos métodos implicaban alta mortalidad y el médico, llamado sólo en casos excepcionales (o por aquellas familias de la capital municipal o de buena posición e instruidas) se encontraba a su llegada con una moribunda, si en el camino no recibía aviso de su fallecimiento

La geografía médica sobre Tineo de 1913 es mucho menos rica en información de género que las anteriores. Ofrece datos sobre la composición por sexo de la población del municipio: 12.269 mujeres y 11.602 hombres a 31 de diciembre de 1910, diferencia que se explica por la mayor emigración masculina ya que el mayor número de nacimientos de varones (3411 frente a 2950 niñas en el decenio 1902-1911) se ve compensado con una mayor mortalidad (2599 y 1943 respectivamente en este periodo)

Existía una amplia mortalidad infantil, entre otras causas "porque la ignorancia, incita a muchas madres a prodigar a sus pequeños una alimentación inconveniente o nociva, con lo cual se convierten en verdugos inconscientes de sus propios hijos" (Feo Parrondo, 1996a, pp. 161). Posteriormente explica que esto se debe a que el trabajo rural femenino obliga a las madres a abandonar pronto la lactancia materna y sustituirla por alimentos que no pueden digerir adecuadamente los niños

Los desequilibrios en educación parecen haberse subsanado aunque la situación general no había mejorado. En la capital municipal existía una escuela para niños y otra para niñas pero los inscritos en cada una llegaban al centenar. En el resto del concejo había otras 42 escuelas nacionales y varias particulares pero eran reducidas de tamaño, poco higiénicas y mal ventiladas. Además, el alumnado de ambos sexos abandonaba pronto la escuela para ayudar en las tareas rurales

3.- LA SITUACIÓN EN OTROS MUNICIPIOS

En una de las primeras monografías geográficas, F.M. Torner (1917) señala que en la localidad de Llanuces (municipio de Quirós) la recogida de las espigas de la escanda y su depósito en cestos "es tarea de mujeres principalmente" y "cuando un vecino tiene demasiada escanda para poder cogerla por sí solo, pide ayuda a sus convecinos, acudiendo muchas mujeres y algunos hombres, teniéndose por pagados con 1'50 pesetas cuando más y una merienda frugal con sus jarros de vino" (Torner, 1917, p. 17-18). Este autor apunta que "las mujeres trabajan tanto como los hombres, pues no sólo se ocupan del arreglo de la casa, a lo que llaman poblar la morada, sino que una vez terminadas las faenas domésticas trabajan la tierra" (Torner, 1917, pp. 27).

Asimismo llevaban a cabo transformaciones agroindustriales de autoconsumo: "un día a la semana, a veces cada dos semanas, las mujeres amasan el pan y arroxan el horno para cocerlo" (Torner, 1917, pp. 28). También de autoconsumo puede catalogarse las tareas artesanales con la lana: "el hilado apenas si existe, sólo algunas ancianas lo conservan por tradición; hilan la lana de sus corderos y ellas mismas tejen con aguja medias y una especie de calcetines muy fuertes que les permiten andar sin zapatos y que reciben el nombre de escarpines" (Torner, 1917, pp. 28)

Otras geografías médicas nos permiten conocer la situación de la mujer rural asturiana en otros municipios a lo largo de la primera mitad de este siglo, constatando la importante actividad de la misma. Sirvan como ejemplos las referencias a Sobrescobio (1932), Mieres (1944) y Villaviciosa (1945). Para Jove Canella y Alonso, la mujer de Sobrescobio es "muy apta para el trabajo, ayudando al hombre en todos los menesteres de la vida desde muy niña; esta doble actitud de fecunda y buena madre la llena de actividades que se manifiestan tanto en el cultivo del hogar como en el duro ajetreo de la labranza, que la abruma precozmente y la hace vieja antes de tiempo" (Jove Canella y Alonso, 1932, pp. 46-47). Algo semejante se daba en el municipio de Mieres. Al referirse a la mujer de este concejo, que estaba dejando de ser rural, Jorge Murga escribe: "Esta belleza natural la pierde pronto, pues es púber en edad relativamente temprana, se casa muy pronto y su proverbial prolificidad y los trabajos consiguientes la agotan en plena juventud" (Murga, 1944, pp. 52). La situación no era muy distinta en Villaviciosa en 1945 según el anónimo autor de su geografía médica (probablemente César Fernández Ruiz): "las tareas fundamentales de trabajo en este concejo, son la agricultura y la ganadería que cultivan con esmero. En estos menesteres, la mujer alterna las faenas con el hombre con toda su dureza y con notable resistencia y provecho" (Feo Parrondo, 1996b, pp. 29). En numerosas parroquias de este municipio (Quintes, Quintueles, Oles, Careñes, etc), las mujeres trabajaban a tiempo parcial como pulidoras del azabache que se sacaba de diversas minas y se comercializaba hacia el resto de España y América hasta mediados de este siglo

Todos los autores confirman la importancia de la emigración en los distintos concejos por causas económicas, para eludir el servicio militar, etc. En su inédito estudio de 1919 sobre Carreño, J. Villalain apunta otra causa curiosa de las emigraciones: las mozas de villas y aldeas prefieren un "americanín" a un campesino (Feo Parrondo, 1997a, pp. 23)

Todo parece indicar que las deficiencias educativas de las niñas tinetenses tenían menor importancia en otros concejos en las décadas siguientes, por lo menos en los primeros niveles de escolarización. En 1932, en Sobrescobio había tres escuelas de niñas, otras tres de niños y dos mixtas. En 1945 en el municipio de Villaviciosa también se había logrado la paridad: 23 escuelas de niñas y otras tantas de niños y mixtas.En el occidente asturiano, las mujeres participaban, como toda la familia, en la trashumancia de los vaqueiros. Hasta los años treinta, de manera generalizada, ascendían a las brañas desde comienzos de mayo a finales de septiembre todos los miembros de la familia. Con la progresiva sedentarización, paulatinamente se fue sustituyendo por traslado de un miembro de la familia, generalmente el hombre, y actualmente casi han desaparecido estos traslados (Feo Parrondo, 1986, pp. 91-92)

El trabajo femenino entre los vaqueiros siempre ha sido muy abundante, siendo aumentado frecuentemente por la condición de arrieros de los maridos (fenómeno también notorio en otros grupos como los pasiegos cántabros o los maragatos leoneses) o por las emigraciones estacionales de éstos para trabajar en las carbonerías madrileñas (sector que casi monopolizaban) y que regresaban en verano cuando había mayor número de tareas en las brañas. Estas migraciones estacionales han desaparecido pero muchos campesinos trabajan en las minas, transporte, etc., mientras la mujer lleva el peso de la explotación agraria en la que ellos colaboran en su tiempo libre

4.- MAESTRA RURAL EN UNA ALDEA ASTURIANA

Julia García Fernández-Castañón2, maestra desde 1921, describe la vida de la mujer dedicada a la enseñanza a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, y especialmente de la maestra de escuelas rurales, cuya situación deja patente ya en el prólogo: "Dado el régimen legal de provisión de estas Escuelas, se trata casi siempre de muchachas en la flor de la vida, que acaban de ganar una reñida oposición. Su juventud, su inexperiencia, por consiguiente; la incomprensión que las rodea, la ausencia del más elemental confort, y la tremenda soledad, sobre todo, en que viven, me impresionan hasta la compasión" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 9)

Describe, a modo de "diario" sus peripecias desde que llega como maestra a una aldea asturiana, viajando primero en tren, luego en coche de línea y por último caminando a pie tres kilómetros cuesta arriba acompañada de su padre y de un borrico que transportaba su equipaje y se instala en una pequeña habitación con cama, silla de enea y una percha. Poco a poco, su situación irá mejorando en los cinco cursos que pasa en dicha escuela de niñas, integrándose en la vida de la aldea con una participación muy activa hasta que acaba abandonándola al casarse con uno de los vecinos de la localidad que hereda de un tío diversos negocios que éste había forjado como indiano en Méjico

En la primavera del primer curso, la mayoría de las niñas de la escuela sufre una epidemia de sarampión y "aquellas dos semanas dolorosas me compenetraron mucho con el pueblo. Al principio de mi venida -ahora me doy cuenta- produje una especie de deslumbramiento, sobre todo entre las niñas y las jóvenes: era la señorita amable y joven, que vestía bien, y cantaba bien, y tenía aires de ciudad. Una impresión agradable, pero superficial, sin duda. Hoy es otra cosa. En aquellos días penosos, compartidos por mí con tanta intensidad, estas gentes me sintieron identificada con ellas, y esto me ha incorporado a la aldeíta, ganándome una más sólida y más profunda simpatía, una especie de amoroso respeto. Por eso he logrado lo que he pedido. El Ayuntamiento realizó obras de reparación en el techo, pavimento y ventanas; y como el presupuesto se les agotó, don Pepito, el Indiano, hizo pintar, a sus expensas, la salita de clase, y aún fueron repasados mi mesa y dos armaritos que hay a los lados, con lo cual quedó monísimo todo" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 31-32) (3)

Su labor desbordaba el ámbito estrictamente escolar4 y se completaba con clases de música, tertulias en las que leía libros o revistas a adultos, etc. Nos describe su papel "social" de cara a la primera comunión de sus alumnas: "He logrado que la cuestión traje pase a segundo término. Claro que varias de las pequeñas comulgantes son pobres, y no podrían hacer nada costoso; pero las hay ricas también, cuyas familias querían encargarlo todo a Oviedo, por lo grande. Pero las he convencido y todo será sencillo. Para las que no pueden -son pocas- he conseguido unos delantales blancos, bastante largos, tableados, y llevarán unas toquitas muy monas, cuyo modelo me ha enviado Escuela Española. Mis amigas (...) que son costureras, me ayudan en la confección (...). Para el desayuno no habrá dificultades. Tengo ya muchos ofrecimientos espontáneos de leche, mantequilla, magdalenas y pan de escanda" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 33-34)

La valoración social de las maestras rurales queda muy clara en el siguiente texto: "En el pueblo, para la gente joven, soy la señorita; mas a la gente mayor esto les parece de poca categoría y me ponen el doña «porque tengo título». Pero como doña Teresa les parece demasiado solemne, dada mi juventud, lo han resuelto con el diminutivo, y soy para ellos doña Teresina" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 36)5

También constata como las tareas agrícolas condicionaban la actividad escolar: a comienzos de julio, "ya no hay clase con formalidad a causa de las faenas de la hierba, que lo absorben todo en el pueblo. Por no cerrar la Escuela, lo que hago es tener una sola sesión, de ocho y media a once y media. A esa hora las niñas van con las cestas de las comidas a los prados y se quedan ya hasta la noche" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 45)

A comienzos del curso siguiente (a mediados de septiembre), "con la faena de las castañas estoy casi sola en la Escuela. No he podido quejarme nunca de falta de asistencia, que ha sido siempre muy asidua; pero la recolección de las castañas es aquí casi sagrada y hay que respetarla" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 50)

Por el contrario, en febrero, escribe: "no hay acontecimientos extraordinarios ni brillantes, pero las clases siguen su marcha; la asistencia es muy numerosa, ya que en esta época en que el campo no tiene exigencias, las niñas acuden todas asiduamente" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 66)

Asimismo, describe un momento importante en la vida de sus alumnas: "me preocupan mucho estas niñas mayorcitas que, con sus catorce años, han de salir de la Escuela, y muchas de ellas colocarse de sirvientas. A fin de completar su formación y prepararlas para que se defiendan mejor en la vida, quiero establecer una obra postescolar, y he dado ya los primeros pasos. Se trata de montar un modesto taller donde las niñas que han cumplido la edad puedan aprender a cortar, a manejar la máquina de punto y el telar, y a cultivar las labores a base de malla y bordado popular" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 101). Esta tarea la llevará a cabo con el apoyo práctico de algunas amigas y financiero de algún indiano que pagará la máquina de coser

Aunque suponga un avance para las chicas no deja de ser una especialización muy clara desde una perspectiva de género

5.- CAMBIOS EN LOS SESENTA: EL EJEMPLO DE QUINTUELES

García Menéndez nos describe en su memoria de licenciatura las tareas que realizan los campesinos de esta aldea de Villaviciosa: "Una casería de 7 ha, en la que se críen de 5 a 7 vacas de producción, si en ella no han penetrado las modernas técnicas de explotación, es suficiente para tener ocupado durante gran parte del día a un hombre diligente y laborioso y, en ocasiones, le sería imposible realizar toda la labor si no contara con alguna ayuda eficaz, un jornalero, un familiar, o, en muchos casos, su propia mujer" (García Menéndez, 1962, pp. 90)

La escasez de jornaleros y la dificultad para contratar personal fijo asalariado fuerzan al trabajo de toda la familia y a la frecuente ayuda mutua entre vecinos. El papel de la mujer queda muy claro en el siguiente texto: "Las mujeres suelen ser valiosísimos auxiliares de los hombres en las caserías y en muchos casos son ellas las que llevan el peso de la explotación. Mientras el hombre de la casa sale a ganar un jornal en la industria o en otras actividades, la mujer queda al cargo de la hacienda. El recoger la cosecha, tanto de maíz y de judías, como de manzana, patata y otras, el cuidar la huerta y aun segar los forrajes en invierno suelen ser quehaceres reservados, casi en exclusiva, a las mujeres, sin que por eso se vean exentas de atender también los domésticos. De su incumbencia es también preparar la mercancía que se haya de mandar o llevar al mercado y buscarle colocación" (García Menéndez, 1962, pp. 90-91)

Debido a su proximidad a un Gijón que entonces rondaba los cien mil habitantes, se estaba modernizando la vida en Quintueles, proceso en el que jugó un papel decisivo la instalación de la luz eléctrica, "que desterró las tinieblas de los hogares, contribuyó a su modernización y permitió la propagación de aquellos inventos que contribuyen a hacer más grata la vida en el campo. Raro será el hogar que no disponga de un receptor de radio que amenice los trabajos de las mujeres y los ocios de los hombres. La televisión ya se ha introducido en algunos establecimientos y no tardará en penetrar en los hogares" (García Menéndez, 1962, pp. 102)

La modernización también era perceptible en la vestimenta: "El vestido en nada se distingue del usado en las ciudades. En las mujeres se ha desarrollado un manifiesto buen gusto en la elección de su atuendo y no falta quien encomienda la confección de sus vestidos a las firmas de más prestigio de Gijón. Aquellas épocas en que las aldeanas, delatadas por sus vestimentas, no podían ocultar su condición de tales, no son más que un tenue recuerdo próximo a borrarse. Los hombres, vestidos por buenos sastres y bien calzados, resisten la comparación con los avecindados en la ciudad. Otro tanto se puede decir de los niños que, aun a diario, se presentan siempre aseados y decentemente vestidos, en contraste con lo que sucedía en tiempos aun bien recientes" (García Menéndez, 1962, pp. 109)

La mecanización de algunas tareas agroindustriales ha reducido el trabajo de los hombres: para triturar manzanas por los métodos tradicionales con el fin de obtener sidra, "se necesitaban más de 8 hombres, hoy la efectúan cómodamente 2 operarios" (García Menéndez, 1962, pp. 133). El proceso ha sido semejante para las mujeres al proliferar las industrias lácteas ya que "como la leche ha de entregarse intacta las amas de casa se han visto privadas de la imprescindible materia prima para sus rudimentarias elaboraciones" (García Menéndez, 1962, pp. 130)

6.- SITUACIÓN RECIENTE (AÑOS OCHENTA Y NOVENTA)

El censo de población de 1981 ya apuntaba algunos de los problemas demográficos del medio rural asturiano: mientras las mujeres de más de 65 años rondaban el 20% del total, las menores de 15 años no sobrepasaban el 18'5%. Este envejecimiento iba acompañado de una alta incidencia de la soltería en el medio rural asturiano que afectaba al 40% de las mujeres

Partiendo de los datos del censo agrario de 1982 se constata que la participación de las campesinas asturianas en las actividades agrarias es mayor que en el conjunto español y que, aunque se trata de una explotación directa por el conjunto de miembros de la familia, "en la organización del trabajo existe una cierta especialización sexual. Al hombre suele corresponder las tareas de preparación y fertilización de la tierra, riego, manejo de maquinaria, etc., mientras que a la mujer se le suelen asignar tareas subsidiarias relacionadas con el crecimiento y la recolección de los productos, el huerto familiar, los animales de corral, etc." (Cánovas, 1989, pp. 62). Para este autor, las mujeres rurales del Principado ocupan el tiempo libre en ver la televisión, oir la radio y leer revistas ya que "la falta de ofertas culturales diversificadas acentúa esta limitada dedicación del tiempo libre a medios de comunicación, que, por otra parte, suelen realizar un tratamiento informativo y difundir unos estilos de vida y unas pautas culturales que tienen poco que ver con la sociedad rural" (Cánovas, 1989, pp. 62)

Sobre las condiciones de vida de las mujeres asturianas disponemos de un excelente estudio: el "Atlas social de las mujeres asturianas" elaborado por tres geógrafos y una geógrafa de la Universidad de Oviedo (Fernández Cuesta et al., 1994) que centran su investigación en tres grandes bloques: características y comportamientos demográficos de la mujer asturiana y la educación y las condiciones de trabajo de las mismas

Entre los cambios de las últimas décadas destacan: la mayor inmigración masculina, el fuerte éxodo rural y la concentración de la población en los núcleos urbanos del centro regional y la crisis ecónomica y demográfica de las cuencas mineras

Aunque el despoblamiento rural se había dado en décadas anteriores "adquiere tintes que llegan a ser dramáticos a partir de 1960 cuando se intensifica el proceso general de urbanización del país y, en concreto, el de nuestra región. Entre 1960 y 1981 el número de parroquias que perdió efectivos se situó por encima de las 750 alcanzando la cifra de 772 entre 1981 y 1991, lo que significa que en estos años más del 92% de la superficie regional se estaba despoblando" (Fernández Cuesta et al, 1994, pp. 22-23)

Entre 1960 y 1991 fue mayor el éxodo rural femenino que el masculino. La emigración afectó, sobre todo, a los núcleos más pequeños, con fuertes pendientes que dificultan la mecanización y mal comunicados. Un buen ejemplo son las brañas vaqueiras, varias de las cuales se han despoblado en las últimas décadas: Resellinas, Bordinga y Folguerúa en Cudillero; Argumoso, Sinjania y Sierrajubín en Valdés; Curriellos en Tineo, etc. Otras contaban con menos de cinco habitantes en 1991 y su despoblamiento parece irreversible: Besapié, Urdial o Silvallana en Tineo; La Falguera en Somiedo; Baos, Rioseco y Candanosa en Valdés, etc. (Feo Parrondo, 1997c, pp

9). Esta emigración ha ido acompañada de un fuerte envejecimiento y una caída vertiginosa de la natalidad. Asturias tiene en 1997, junto con la región italiana de Liguria, el menor número de hijos por mujer en edad fértil (0'7), un tercio de los necesarios para el reemplazo generacional y la mitad de la media de la Unión Europea. Las reconversiones naval, siderometalúrgica y minera y los problemas con las escasas cuotas lácteas se han traducido en una elevada tasa de paro (15'91%) y de jubilados (17'7%)

Estos problemas explican la baja natalidad y la elevada tasa de abortos: 28'38% de los embarazos frente al 11% de media española y al 15-16% de interrupciones voluntarias del mismo en Cataluña y Madrid (Saez, 1999, pp. 6-7)

Al igual que en el resto de España, han desaparecido los desequilibrios de género en el acceso a los distintos escalones del sistema educativo aunque no los territoriales: la universidad asturiana se nutre fundamentalmente del alumnado urbano del centro regional. Las diferencias de género aparecen en los estudios elegidos. En 1994, un 52'7% del alumnado de la Universidad de Oviedo eran mujeres, llegando al 64'4% en Facultades pero quedándose en el 21'2% en las Escuelas Superiores (Fernández Cuesta et al., 1994, pp. 69)6. Las diferencias son también claras entre ámbitos rurales y urbanos: "en el medio rural, el 10'9% de las mujeres son analfabetas y sólo el 4'3% tiene estudios superiores. En el medio urbano, por el contrario, la participación de las analfabetas en el colectivo de mujeres se reduce hasta el 7'8% y la de universitarias aumenta hasta el 8'4%. Ello quiere decir que el analfabetismo afecta a un 40% más de mujeres en el medio rural que en el medio urbano, y también que el número de mujeres universitarias es, en términos relativos, aproximadamente la mitad" (Fernández Cuesta et al., 1994, pp. 82-83). La tasa de analfabetismo tiende a reducirse (1'13% en 1986 y 0'73% en 1996) y concentrarse en las personas de edad más avanzada: en este último año más de un tercio tenía más de 75 años. De los 7.343 analfabetos empadronados en 1996, 5.208 eran mujeres y 2.135 hombres (Alvarez, 1999, pp. 40). El 70'9% de analfabetas se explica por su mayor esperanza de vida que se traduce en la existencia de 75.379 viudas frente a 14.939 viudos según dicho padrón (83'4 y 16'6% respectivamente)

En el Principado, la tasa de ocupación femenina "es mayor en el medio rural que en el urbano, habida cuenta de la importancia que tiene el trabajo femenino en el campo y también la conciencia cada vez mayor que de este hecho tiene la mujer campesina, que por esa razón acaba considerándose como tal en los cuestionarios censales" (Fernández Cuesta et al., 1994, pp. 89)

La encuesta de población activa de 1997 cifra el número de mujeres asturianas de 16 y más años en 482.500, de las cuales 151.200 son calificadas como activas, 109.600 como ocupadas, 41.600 como paradas, 17.200 buscan el primer empleo y 331.400 serían inactivas (INE, 1998, pp. 23). De las 109.600 ocupadas, 84.500 lo estaban en el sector servicios (77'09%), 16.100 en agricultura (14'68%), 7.000 en la industria (6'38%) y 2.000 en la construcción (1'82%) (INE, 1998, pp. 74)

Las mayores tasas de ocupación femenina en Asturias se dan en la zona occidental en tareas agrarias y en la central en el sector servicios y la menor en las cuencas mineras donde sólo se encuentra ocupada la décima parte de las mujeres. Las actividades mineras, la construcción y la industria pesada apenas les ofrecen puestos

laborales. Mientras en las zonas urbanas la mayor tasa de actividad femenina se da hasta los 40 años, en las rurales se produce entre las mayores de 50 años

En el medio rural asturiano, la mujer realiza las mismas tareas que el hombre: cuida el ganado, hace tareas agrarias en el maíz, patatas, fabes, etc., conduce el tractor en numerosos casos y tiene, además, una serie de labores específicas como coser, lavar y ordeñar. Esta última "es una tarea que durante siglos ha corrido a cargo de la mujer y en la que raramente se ha visto sustituída por los hombres. Hoy en día el aumento del número de vacas a ordeñar y la mayor capacidad lechera de éstas ha influído decisivamente en la vida de las vaqueiras que empiezan a verse ayudadas por ordeñadoras eléctricas en este rudo trabajo" (Feo Parrondo, 1986, pp. 97). En la última década este trabajo se ha mecanizado en todas las explotaciones y los hombres colaboran en esta tarea del ordeño aunque sigue siendo más frecuente la participación femenina mientras los hombres dan de comer al ganado o extraen el estiércol de las cuadras

En su tesis doctoral sobre la estructura agraria en la montaña central asturiana (concejos de Lena, Caso, Sobrescobio, Quirós y Aller), Fermín Rodríguez apunta los fuertes desequilibrios por sexo de la población de esta zona que atribuye básicamente al éxodo rural: "En cada uno de los concejos todos los grupos de edad hasta los 60 años presentan un déficit femenino más o menos notable, adquiriendo el índice de masculinidad los valores más altos en el tramo adulto-joven (20-39 años), en el cual en Caso se alcanza el techo de 64 mujeres por cada 100 hombres, seguido, siempre en este mismo tramo de la pirámide de edades, por el Alto Aller, con 70 mujeres por cada centena masculina..."(Rodríguez Gutiérrez, 1989, pp. 455). Entre los 40 y 59 años hay también mayoría de hombres y a partir de los sesenta años, las mujeres superan a los hombres en número, llegando en algunas zonas más envejecidas del concejo de Lena a 160 mujeres por cada cien hombres mayores de sesenta años

Estas diferencias se explican por la mayor sobremortalidad masculina (especialmente entre los trabajadores en las minas de la zona) y por los cambios en el éxodo rural a lo largo de los últimos decenios: tradicionalmente emigraban sobre todo los varones y "en las últimas décadas fueron las mujeres las más atraídas por el cambio de residencia, impelidas por factores de índole sociológica y sicológica. La percepción de una serie de problemas culturales, sociales, de su papel en las comunidades rurales, impulsa a las mujeres a evadirse de ese ambiente, lo que realizan en unos casos a través del matrimonio a temprana edad, independizándose la nueva pareja de sus padres, o desarrollando su vida como estudiante o trabajadora en un ambiente urbano en el que pasan a enraizarse. El control social de los pueblos es más intenso sobre las mujeres que sobre los hombres, como consecuencia existe una gran desproporción entre las posibilidades de realización personal que por experiencia propia o ajena ven las jóvenes en la ciudad y las que experimentan en la aldea, que por otro lado no ofrece posibilidades de distracción y sí la sujeción a ciertas labores actualmente «impropias» para una joven, que tanto si se casa con un vecino como con un forastero buscará, excepto en pueblos muy concretos, una residencia urbana, que no solamente acerque la pareja al lugar de trabajo de cualquiera de ellos, sino que además «modernice» su situación, al integrarse en una comunidad urbana y joven, diferente a la rural y envejecida que deja en el pueblo" (Rodríguez Gutiérrez, 1989, pp. 456-457)

En estas zonas rurales, Fermín Rodríguez apunta que hay muchos más solteros que solteras, nivelándose la situación en los núcleos mayores. En el concejo de Caso, entre los mayores de veinte años hay un 44% de solteros frente a un 32% de solteras

En este mismo municipio y en el de Quirós, en el grupo adulto-joven (20-39 años) prácticamente dos tercios de los varones están solteros (Rodríguez Gutiérrez, 1989, pp. 457)

En el medio rural asturiano juega un papel decisivo la ganadería vacuna que aporta más de tres cuartas partes de los ingresos de los campesinos del Principado (Feo Parrondo, 1997b, pp. 568). Las vacas de ordeño se reducen de 231.340 cabezas en 1986 a 148.534 en 1996 debido a las cuotas lácteas7, mientras se incrementan las vacas de carne desde 34.072 a 134.113 cabezas en dicho periodo. Las explotaciones lácteas se reducen de 37.783 a 14.220 y las cárnicas aumentan de 8.577 a 20.354 (Proyecto Arcade, 1997, pp. 20). El menor control de la producción y el menor trabajo también explican parcialmente estos cambios en los que participan jubilados y prejubilados siderúrgicos y mineros que colaboran en el trabajo de pequeñas explotaciones cuyos titulares suelen ser sus esposas con la finalidad de tener su propia jubilación a partir de los 65 años

En 1995 había 13.175 explotaciones lecheras en Asturias, de las cuales 7.411 eran titulares los varones (56'25%), 5.743 las mujeres (43'59%) y 21 de "otros"(sociedades) (Proyecto Arcade, 1997, pp. 34). Los autores de este proyecto entran en contradicciones al afirmar en el texto que "el número de hombres al frente de las explotaciones supera al de mujeres en todos los tramos de edad establecidos, puesto que, en general, es el hombre quien suele ostentar la titularidad, salvo que la dedicación sea a tiempo parcial o se encuentre en situación de jubilado" (Proyecto Arcade, 1997, pp. 34). Sin embargo, en un cuadro que aparece en esta misma página, se constata que las mujeres superan a los hombres como titulares de explotaciones en los grupos de edad de 35-39 años (942 y 682 respectivamente) y 40-44 (458 mujeres y 261 hombres). Posiblemente estas sustanciales diferencias haya que atribuirlas a jóvenes solteras o a casadas con maridos que tienen otra actividad como principal fuente de ingresos. Asimismo, la diferencia es muy reducida entre los titulares de explotaciones de 60-64 años: 1283 hombres y 1276 mujeres, siendo estas últimas probablemente viudas o esposas de campesinos jubilados que, sin sucesores, mantienen la explotación hasta su jubilación

De las 14.220 explotaciones lácteas asturianas en diciembre de 1996, 4.433 estaban en manos de titulares comprendidos entre 55 y 65 años, de las cuales 2.413 tenían como titulares a varones (54'4%) y 2.021 a mujeres (45'5%) (Iglesias, 1998, pp

39). El envejecimiento tiende a hacer aumentar el porcentaje de mujeres titulares de explotación en el Principado

Como en otras zonas de España, en Asturias las mujeres juegan un papel decisivo en el turismo rural que constituye una oportunidad de diversificar tareas e ingresos

La mitad de los negocios de turismo rural en Asturias lo regentan mujeres a comienzos de 1999, según Eduardo Lastra, alcalde del municipio pionero en esta actividad: Taramundi (Lagar, 1999, pp. 23)

En las zonas costeras asturianas, como en otras de la España Atlántica, la mujer ha tenido tradicionalmente un papel importante en actividades relacionadas con la pesca marítima como el marisqueo en zonas litorales y el trabajo en fábricas conserveras: en 1974, éstas últimas ocupaban fundamentalmente mano de obra femenina en el Principado: 542 mujeres y 108 hombres (Fernández García, 1983, pp. 229)

En puertos como Luarca y Cudillero transportaban el pescado a la lonja y a las fábricas de salazón y conservas en las que muchas trabajaban o lo vendían por pueblos próximos. Asimismo, cosían las redes, limpiaban las cajas de pescado, etc. La menor presencia de industrias conserveras ha hecho que muchas mujeres hayan tenido que reconvertir su actividad. En localidades como Cudillero, "ella tramita los documentos y papeles relacionados con la marcha de la empresa pesquera y de la casa, gestiona el cobro del vale de la marea, la demanda de créditos y el ingreso y retirada de fondos en el banco, participa en reuniones de barrio, ayuda en los desembarcos del pescado en el muelle y está presente en la subasta en la lonja, lleva la contabilidad y hace la partición con la tripulación en el bar o en la casa, administra y distribuye los ingresos económicos en el hogar e influye en las decisiones del marido sobre las inversiones de capital" (Sánchez Fernández, 1992, pp. 58). Este papel activo lo compatibiliza con las tareas domésticas, la educación de los hijos (los varones si no estudian se suelen incorporar como pescadores desde los 16 años), el cuidado de los padres, etc

Aunque la herencia es igual entre todos los herederos, independientemente del sexo, los padres tratan de incrementar "bajo cuerda" la parte de las hijas por varias razones: "las hijas solteras ayudan a descargar el pescado en el muelle y participan en las tareas domésticas diarias sin retribución económica en tanto el hijo enrolado en un pesquero percibe semanalmente el quiñón correspondiente, ahorrando o reservando para sus gastos todo o parte de él (...). La mayor recompensa económica a estas últimas con ocasión de la dote o en la vejez de los padres intenta salvaguardar y reforzar las buenas relaciones entre ellos y recompensar los futuros desvelos y atenciones de las hijas cuando los padres envejecen o enferman. En este sentido, constituye una especie de seguro o garantía para la vejez" (Sánchez Fernández, 1992, pp. 60-61).

 

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NOTAS

1 Conviene tener presente que esta emigración afectó de manera importante a todo el Principado ya que, entre 1830 y 1930, emigraron a América, especialmente a Cuba y Argentina, más de 300.000 asturianos (Ojeda y San Miguel, 1985, pp. 16)

2 La larga experiencia de la autora como docente, más de 30 años cuando publica el libro, y su condición de catedrática de Geografía e Historia en la Escuela de Magisterio de Madrid le permitían conocer bien la situación de las maestras y describirla con minuciosidad aunque algunos aspectos personales haya que tomarlos como tales y no como descripción de una realidad que parece que se aproximaba bastante a la narrada en esta obra

3 En cursos posteriores conseguirá notables mejoras gracias a las aportaciones de los indianos. Estos financiaron una escuela completamente nueva en el pueblo que incluía, además, vivienda para la maestra.

4 Atendía exclusivamente en su escuela a niñas que dividía en tres grupos (pequeñas, medianas y grandes) a las que enseñaba al mismo tiempo: explicaba a unas mientras otras hacían ejercicios, leían, etc

5 Este papel social lo ratifica después de realizar un cursillo en Madrid organizado por Misiones Pedagógicas (del que queda muy satisfecha por disfrutar de gastos pagados y porque fué muy útil tanto a nivel teórico como en las visitas al Museo del Prado, Toledo o El Escorial) cuando escribe: "me he convencido de que un maestro tiene mucha más personalidad en un pueblo que en una gran capital. Yo creo que en Madrid, en cuanto sale de la escuela, el maestro se pierde en la inmensidad de la gente. En cambio, aquí, yo veo a mis niñas a todas horas y ejerzo sobre ellas una influencia constante; influencia que se irradia en una bienhechora expansión social sobre toda la aldea" (García Fernández-Castañón, 1955, pp. 113)

6 Casi el 52% de los titulados universitarios empadronados en 1996 como residentes en el Principado eran mujeres: 46.246 de los casi 89.000. Una década antes representaban un 46% aproximadamente (Alvarez, 1999, pp. 40)

7 Este descenso no impide que en algunos municipios costeros de la zona occidental (Castropol, Navia, Tapia, Vegadeo, Villayón y Valdés) las explotaciones lácteas supongan más del 90% de las totales municipales (Feo Parrondo, 1997b, pp. 568)