Lurralde inves. esp.

24 (2001)

p. 159-195

ISSN 1697-3070

 

 

GEOGRAFIAS GUIPUZCOANAS DE LA MODERNIDAD (VI).

LA COROGRAFIA DE MANUEL DE LARRAMENDI

 

Recibido: 2001-06-18

Aceptado: 2001-09-14

 

© JOSE LUIS ORELLA UZUE

Universidad de Deusto

Camino de Mundaiz, 50

20017 Donostia-San Sebastián

 

Laburpena:

Artikulu honetan lehenik eta behin Aita larramendiren bizitza aurkezten da. Ondoren bere erlazio politiko eta sozialak aztertzen dira. Azkenik, 'la Coreografía' izeneko obraren barnean maila geografiko ezberdinak aztertzen dira, hau da, geografia fisikoa, ekonomikoa, linguistikoa, juridikoa etab.

Hitz gakoak: Manuel Larramendi, Corografía, Mariana de Neoburgo, Guipúzcoa.

Resumen:

Se realiza un rápido repaso a la vida de Manuel de Larramendi y las informaciones de tipo geográfico incluidas en su obra más importante: Corografia o descripción general de la Muy Noble y Muy Leal Provincia de Guipúzcoa..

Palabras Clave: Manuel de Larramendi, Corografía Mariana de Neoburgo. Geografía de Guipúzcoa.

Abstract:

In this paper first of all, the life of Father larramendi and his most important work entitled "la Corografía' are studied. In this work the main geograficallevels are studied, that is, the economic, physic, linguistic and juridicallevels of the Guipuzcoa region.

Keywords: Father larramendi. 'la Corografía'. Queen Mariana of Neoburgo. Geography of Guipuzcoa.

 

VIDA DE MANUEL DE LARRAMENDI

Nació en Andoain en 1690 hijo de Domingo de Garagorri y Manuela de Larramendi. Entró en la Compañía de Jesús en 1707. Estudió en Medina del Campo y en Salamanca hasta 1722. Tuvo los actos académicos menor y mayor de filosofía y de teología, éstos últimos en enero de 1718 y 1719. En 1716 tuvo a su cargo la oración fúnebre que los jesuitas de Salamanca rendían todos los años en honra de la reina de España Margarita de Austria. Para estas fechas también y cuando sólo contaba con 27 años de edad y aun era estudiante de teología ya le había reclamado su participación la Provincia de Guipúzcoa invitándole a predicar en las Juntas de Hernani de 1717 cuando las circunstancias bélicas entre la Provincia y Felipe V reclamaban un pulso prudente (1).

Luego fue profesor de Literatura y de Retórica en Palencia y de Teología en el Real Seminario de San Carlos de Salamanca (1724-1729) y en San Ambrosio de Valladolid. Durante los años 1730 a 1733 Manuel de Larramendi vivió en Bayona como confesor de la reina madre Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II. Más tarde fue destinado al Colegio de Loyola donde murió en 1766. Según Fidel Fita era: "de estatura alta, de bella fisonomía, de complexión de hierro, en sus ojos como en su frente brillaba augusta la llama del genio" (pág. 267).

Según sus contemporáneos era hombre grande de cuerpo y alma, de serenidad incontrastable, realista, componedor y pacificador, dócil, comedido en la palabra hablada, pero no tanto en la escrita. Como veremos publicó varios de sus libros pero la mayor parte de su obra quedó manuscrita e inédita.

Larramendi y Mariana de Neoburgo

Mariana de Neoburgo, esposa de Carlos II, vino desterrada a Marrac (Bayona) donde instaló su corte de reina viuda. Habitó el palacio de M. Picot denominado "Saint Michel" o "des Fosses". Durante su estancia en Bayona, el P. Larramendi fue su confesor, sustituyendo al P. Torre (2). Predicaba los sermones y las cuaresmas a la familia real "que pasaba de mil entre hombres y mujeres". Según el mismo Larramendi: "merecí desde luego gran respeto del obispo de Bayona, Pedro Guillermo de la Vieuville, del gobernador, del intendente y de comerciantes, de que se alegraba la Reina". Igualmente se puso en contacto directo con los problemas del jansenismo y del Galicanismo, como doctrinas en boga dentro del ámbito francés.

Las sospechas que levantó contra Larramendi don Diego de Hoces, mayodomo de la corte de Bayona, movieron al confesor jesuita a viajar a Sevilla ya Cádiz donde se encontraba la corte de Felipe V y recabar el destierro de don Diego de Hoces. Este viaje vino acompañado por un conjunto de cartas de Mariana de Neoburgo, escritas desde el palacio de San Miguel y fechadas el 4 de mayo de 1732. Estas cartas estaban dirigidas a Felipe V, a la reina de España y al marqués de la Paz, el guipuzcoano Juan Bautista de Orendain, residente en Sevilla, pidiéndoles una buena acogida a su confesor. Tras el viaje y la experiencia de las intrigas palaciegas, el Padre Larramendi abandonó el confesionario de la reina viuda y se retiró a Loyola, acompañado por el decreto honorífico de la misma Mariana de Neoburgo que además le asignaba una pensión de 200 ducados anuales mientras que ella viviese.

Don Antonio de Hoces y Córdoba, antiguo corregidor en Palencia, mayordomo de Palacio en la corte de Mariana de Neoburgo en Bayona, conoció en Palencia, en 1726, al P. Larramendi y con sus informes resolvió la asignación de este jesuita como confesor de la reina viuda. Más tarde, a partir del mes de diciembre de 1731 y estando ambos en la corte de Mariana en Bayona, los manejos del mayordomo le llevó a Larramendi a romper con él y al mayordomo a intentar su derrocamiento. En efecto, a partir de diciembre de 1731 son los primeros pasos calumniosos contra el jesuita, que motivaron el viaje de Larramendi a Sevilla en 1732 y la redacción de los memoriales presentados en la corte de Felipe V y que tenían como objetivo la defensa de la reina viuda. Sin embargo, la principal intrigante contra Mariana de Neoburgo era la reina Isabel de Farnesio. De esta refriega salió fortificada la personalidad y la. pensión de Mariana de Neoburgo, pero salieron de una u otra manera malparados el mayordomo y el confesor de la reina que pidió ser relevado de su cargo en octubre de 1733. El P. Larramendi se reintegró a la comunidad de jesuitas del Colegio de Loyola que estaba en estos años en una gran efervescencia constructiva (3). Aquí (3) permaneció hasta su muerte acaecida el 28 de enero de 1766.

 

Larramendi y sus ataques al Jansenismo y Galicanismo

Larramendi en sus escritos intentó responder a los problemas teológicos de los que con más fuerza detectó durante su estancia en Bayona. Se trataba del Jansenismo (4) y del Galicanismo (5)

Pero estas doctrinas no eran exclusivas de Francia. Estas teorías hicieron que las relaciones entre la Iglesia y el Estado español fueran duras. En efecto, cuando en 1709 el papa Clemente XI, amenazado en sus Estados por los tropas austríacas, reconoció al archiduque Carlos como rey de España, desató la reacción de Felipe V, el cual ordenó a su embajador el duque de Uceda abandonar Roma e igualmente mandó expulsar al nuncio papal residente en España. Se exigió desde este momento el pase regio a todos los mandatos papales. Tras la paz de Utrecht y reconocido Felipe V, bajo el ministerio de Alberoni se llegó a la firma del concordato de 1717 que, por su provisionalidad, no resolvió el problema, lo mismo que sucedió con el concordato de 1737. A partir de ese momento los reyes Borbones no cejaron hasta recibir el reconocimiento por parte de la Santa Sede del patronato regio como sucedió con la firma del concordato de 1753.

En estas circunstancias políticas, cuando Larramendi atacaba el galicanismo, indirectamente lo estaba haciendo contra el regalismo hispano. Por esto su obra no se pudo publicar en vida de su autor. La obra fue escrita en Loyola, tras su estancia en Bayona, ya que fue juzgada por el Padre Losada que murió en 1748.

Contactos directos con "Mémoires de Trevoux"

Desde finales del siglo XVII se editaban en Holanda una serie de periódicos dirigidos por los protestantes tales como "Nouvelles de la république des Lettres", "Histoire des ouvrages des Savants", "Bibliotheque universele et historique" o "Acta Eruditorum".

También para estos momentos habían salido a la calle otros periódicos católicos pero con una vida breve y con poco impacto. Por ejemplo en 1680 el sacerdote de la Roque editó un "Journal ecclesiástique". Volvió de nuevo el mismo autor con otra publicación titulada "Memoires sur I'histoire ecclésiastique" que apareció en 1690. De igual modo M. de Martignac editaba en 1685 su "Journal chrétien". Por otra parte los redactores del "Journal des Sçavans" (que se editaba desde 1665) eran los académicos Jean Gallois y Louis Cousin pero que por su abulia o por su falta de preparación, de hecho, se mostraron indiferentes respecto a los problemas religiosos.

Ante estas circunstancias el partido católico francés reclamaba a los protestantes holandeses huidos, convertidos al catolicismo y refugiados en Francia una más enérgica reacción. Los obispos de Marsella, de Angers, de Chartres, de Luçon y de Nimes dieron sus aldabonazos apologéticos sin mayor influjo ni transcedencia.

En esta línea los obispos reclamaron de los jesuitas del Colegio Luis el Grande de París la participación en la lucha apologética. y fueron los jesuitas Nouhours, La Chaize y Le Tellier los que primero reaccionaron creyendo que era compatible el periodismo y la enseñanza. Y así pensaron en la edición de un periódico católico de estricta ortodoxia, que justificara doctrinalmente la política llevada por Luis XIV contra protestantes galicanos y jansenistas.

Orígenes de "Mémoires de Trevoux" (6)

Según Desautels la iniciativa de lanzar un periódico católico y apologético hay que atribuírsela al duque de Maine, hijo natural de Luis XIV. Este joven mecenas, soberano del principado de Dombes desde 1682 se dirigió a los Jesuitas en 1700, encargándoles bajo su patrocinio la edición de un periódico.

La versión jesuítica atribuye a los Padres de la Compañía la fundación de este periódico(7). Según la versión jesuítica los fundadores de la obra fueron los PP . Lallemant y Le Tellier, ya que ambos se dirigieron al duque de Mayne, que les dio su patrocinio. Sin embargo este protagonismo jesuítico como hemos visto no lo comparten, ni el primer número de las "Mémoires", ni la opinión del impresor, Estienne Ganeau, ya que éstos atribuyeron la iniciativa al duque du Maine. Hasta este momento en Francia el principal papel periodístico y literario lo jugaba el "Journal des Sçavant" de orientación hugonote. Se tuvo presente la experiencia del "Journal des Sçavans" fundado en 1665 y al que se le quería hacer competencia, lo mismo que se sabía de los periódicos ya publicados en Holanda los jesuitas PP. J.Ph. lallemant et M. le Tellier se dirigieron al duque de Maine, hijo natural de Luis XIV que era señor de Trévoux, con el ánimo de aprovechar la imprenta que tenía en Trevoux. Luis Augusto de Borbón, era hijo natural y luego legitimado de Luis XIV y de Madame de Montespan. El príncipe comprendió el interés de la empresa, le concedió su protección y le dio el nombre de "Mémoires de Trévoux", si bien se valoraron las dificultades que podría suponer el hecho de que los redactores estuvieran afincados en París, a larga distancia del lugar donde se asentaba la imprenta.

El propio periódico, en una noticia de 1722, afirmaba que el gran empuje de la prensa herética había hecho nacer en Mesieur el duque de Maine la idea de un periódico que tuviera la finalidad de defender la religión los jesuitas del Colegio Luis el Grande pensaron desde el principio en idear un periódico católico, apologético pero sobre todo erudito y literario, fiel al espíritu ilustrado del momento. Este periódico tendría como principal actividad dar cuenta bibliográfica de las principales obras que salían al mercado y que tuvieran influencia científica. la revista vivió los primeros años de recensiones de libros escritos en latín y en francés. A veces también en otras lenguas, como en inglés o en castellano. las "Memoires" podían así concitar un verdadero interés histórico, ya que todos los autores de cierta significación de este siglo XVIII, aparecieron en las páginas de la revista.

Para la redacción de estas recensiones pensaban contar con los redactores jesuitas y con los principales sabios de su tiempo. los jesuitas prometieron desde el principio que ellos al recensionar las obras no permanecerían neutrales en temas religiosos.

El Padre larramendi tuvo unos contactos directos por carta con "Mémoires de Trévoux" en la persona de su director el P. Guillaume Franc;;ois Berthier (1704- 1745-1762) .Esta carta de Larramendi ya ha sido repetidas veces editada después que lo hiciera en 1890 el jesuita Padre Fidel Fita. En esta carta se nos refiere la reseña que "Mémoires" hizo de la obra de Larramendi y por último el empeño por parte del director del periódico de vincular al P. Larramendi en la redacción del periódico saliendo responsable de las recensiones de obras de España. Larramendi al rechazar una continuada colaboración con el periódico insinuaba que el que mejor podría hacer este trabajo sería el jesuita Andrés Burriel.

De la carta al P. Berthier se puede deducir que primeramente larramendi le había enviado un lote de sus libros que salieron reseñados en el periódico. los Iibros aludidos en los números de "Mémoires" de 1748 fueron "Discurso histórico sobre la antigua famosa Cantabria" (8), Madrid, 1736 y el "Diccionario trilingüe del castellano, vascuence y latín". San Sebastián, 1745.

En la recensión de la obra larramendiana el redactor de "Mémoires" afirma que se trata de una obra singular (9) dedicada a una lengua que ni tiene analogía alguna con las lenguas que nosotros conocemos, por lo que se puede concluir que las naciones enteras se interesarán por este libro. El reseñador parte del largo prefacio que en castellano antepuso al diccionario trilingüe el propio autor .

En carta larramendiana al P. Berthier le resume la acogida que a sus obras le ha dedicado el "Diario de los Literatos de España", lo mismo que el silencio con el que los eruditos habían respondido a sus anteriores libros "De la antigüedad y universalidad del vascuence en España: de sus perfecciones y ventajas sobre otras muchas lenguas. Demostración previa al Arte que se dará a luz desta lengua". Satamanca, 1728 y al "El imposible vencido. Arte de la lengua vascongada". Salamanca, 1729.

De este silencio se exceptúan los jesuitas que se han servido de estas obras como por ejemplo Agustín de Cardaveraz en su traducción de la "Vida cristiana" del Padre Jerónimo Dutari y el P. Sebastián Mendiburu al presentar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Estos libros escritos en vascuence vendrán a completar la biblioteca vasca del P. Berthier y en la que brillará el Nuevo Testamento de Juan de Lizarraga impreso en La Rochela en 1571.

Pasa luego Larramendi a insinuar el ofrecimiento de colaboración con "Mémoires" cuando dice textualmente: "El juicio favorable que hace V.R. de mi pequeñez, creyendo que pudiera dar a V .R. de tiempo en tiempo nuevas literarias, me tiene bien mortificado". Larramendi apunta que mientras estuvo en Salamanca, este trabajo hubiera sido fácil de realizar, pero "no es fácil contenerla en este país infeliz, donde apenas hay más libros que los de San Antonio"..."Y sin embargo de tanta pobreza y abandono, tendré a mucha honra el escribir a V .R. todo lo concerniente a literatura que llegare a mi noticia".

Si él se considera desde este momento un corresponsal accidental, sin embargo, señala la persona que puede realizar con dignidad este trabajo cuando afirma: "Y además creo que lograré que V .R. tenga en España un corresponsal de las prendas que desea del Jesuita que aún no tiene treinta años. Es valenciano, sujeto de nuestra provincia de Toledo, ha estado de maestro de historia y letras humanas en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en poco tiempo ha restablecido el crédito de aquel Colegio, que estaba por el suelo; ha dado el ser y forma a aquellas aulas y sus funciones; y por su trabajo y dirección se han tenido las del año pasado y esto con gran lucimiento. Desde Agosto pasado está en Alcalá a donde le enviaron los superiores a enseñar filosofía a los nuestros. El hizo bien en sujetarse y obedecer; pero en mi dictamen y de todos los amadores de la buena literatura y del lustre de aquel Seminario, los Superiores no han tenido el mayor acierto en sacarlo de allí; no tanto porque otros nuevos disfrutan los grandes trabajos y afanes del P. Burriel, cuanto porque ninguno de ellos es ni será tan oportuno para ennoblecer al Seminario, y, de resulta a la Compañía. Pasioncicas se esconden en todas partes con capa de acierto y piedad. Este Jesuita en sus pocos años es admiración de todos los eruditos de Madrid y Portugal; es de grande alcance, suma penetración, lección inmensa, constancia a toda prueba y en la aplicación a las letras chalcentero. Este es el correspondiente que espero a V.R. y desempeñar a mis deseos; y aun pienso que llenará las esperanzas de V.R. y de sus eruditos compañeros". Y continúa hablando del P. Burriel diciendo: "desde Alcalá ha estado dirigiendo occulte, propter metum judaeorum las dos funciones de conclusiones matemáticas y de letras humanas que citó la Gaceta de Madrid; porque como buen cristiano, no es ambicioso de gloria vana y, como buen jesuita, tiene muy en el corazón el lustre y gloria de su madre la Compañía, que en ambas ocasiones, a pesar de sus enemigos, ha quedado honradísima, especialmente por los elogios públicos que ha merecido a nuestros Reyes. Las conclusiones matemáticas están dedicadas al Rey: las defendieron muy bien (según me escribieron) los tres caballeritos señalados y las presidió su maestro de matemáticas, el P. Esteban de Terreros".

Pasa luego el P. Larramendi a informar de actos públicos de matemáticas, de las observaciones de los académicos de Francia que se desplazaron a Laponia y de las expediciones al Perú realizadas por Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

En cuanto a las memorias literarias habla desde Loyola de la muerte del P. Luis Losada acaecida el 27 de febrero de 1748 de la que se hizo eco la Gaceta de Madrid en el número de l5 de marzo de 1748 y del que él mismo hace un elogio panegírico. En la presentación de la obra del P. Losada se alude a la obra francesa de Antoine Arnauld "Morale practique" ya las Provinciales de Pascal.

Sigue luego el P. Larramendi haciendo un elogio de los españoles de los que dice: "Yo aprecio infinito el juicio que V.R. tiene de los españoles. Es cierto que el fondo de sus entendimientos no cede a los de otra nación en ninguna facultad y ciencia, como se ve en tales cuales personajes que en el vasto golfo de tantas provincias "Apparent rari nantes in gurgite vasto", pero en lo común falta la instrucción y enseñanza de las buenas Letras, de la Filosofía curiosa y experimental, de las matemáticas, etc. y los que sobresalen en esto, por toda la extensión de España, se instruyen sin otro maestro que los libros y aplicación. Esta aplicación es la que falta en el común, así de los maestros como de los discípulos. Los más siguen su filosofía Aristotélica y su Teología Escolástica, que son las que están en boga y estimación, y las que en las Universidades tienen cátedras y rentas cuantiosas; y los que van por la toga, sus cánones y leyes romanas, que tienen también cátedras de rentas más gruesas y en Salamanca cátedras dobles de una y otra jurisprudencia... Hay, sin embargo, esparcidos por España hombres eruditos que son excepción de la regla común; y si prosigue, especialmente en Madrid, la afición particular a las buenas Letras que hoy se muestra, no dudo que saldrá España de aquel oprobio de ignominia de la que la acusan los extranjeros, y aun algunos nacionales incautos que han querido granjearse la gloria de sabios, cultos y eruditos, a costa de infamar a sus naturales de bárbaros, incultos e ignorantes, como lo ha hecho el Doctor Mayans (10) más de una vez con injuria de la nación... !Quiera Dios, y la suerte feliz de España, que en los nietos de aquel Luis el Grande reviva en España el imperio de las Letras! y las señas son de esto, desde que Felipe V puso pública insigne librería, erigió Academias, Seminario de nobles y otras gradas que conducen a la cumbre de la sabiduría. Hay después acá hombres euriditísimos en Madrid y promueven grandemente las buenas Letras; haylos en Valencia y Mayans (con todas sus nulidades) ha enriquecido muchísimo la república de las Letras; haylos en Salamanca y otras partes; y se puede esperar que este ardor cunda de manera que quede abrasada toda la barbarie y toda la ignorancia. y me alegro que tenga V.R. tan cerca en el Secretario de la Embajada un sujeto que desempeña tan excelentemente a España sobre la Poética, en ese libro que ha impreso y en otros que se pueden esperar de ingenio tan fecundo".

Las noticias de esta carta del P. Larramendi quedaron reflejadas en las mismas "Mémoires" en la sección "Nouvelles littéraires. Espagne. Madrid" en el número de la revista de agosto de 1748.

Autor de obras sobre el Vascuence

1728: "De la antigüedad y universalidad del Bascuence en España: de sus perfecciones y ventajas sobre otras muchas lenguas. Demostración previa al Arte que se dará a luz de esta lengua". Su autor el P. Manuel de Larramendi, de la Compañía de Jesús, Maestro de Teología en su Real Colegio de Salamanca. Con las licencias necesarias. En Salamanca, por Eugenio García de Honorato año de 1728.

1729: "El imposible vencido. Arte de la lengua vascongada". Salamanca, 1729.

1736: "Discurso histórico sobre la antigua famosa Cantabria. Questión decidida si las provincias de Bizcaya, Guipúzcoa y Alaba estuvieron compren hendidas en la antigua Cantabria". Madrid, 1736.

1745: "Diccionario Trilingüe del castellano, bascuence y latín". Al que acompaña como prólogo su "Apología del vascuence".San Sebastián, 1745.

 

LA COROGRAFíA

Introducción metodológica y temática

En esta introducción metodológica estudiaremos en primer lugar la Historiografía y las fuentes de la Corografía de Larramendi:

La Corografía fue escrita por Larramendi en Loyola en 1754 con el título de "La Corografía o descripción general de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa". El único manuscrito que se nos conserva, no es autógrafo, pero fue corregido por el autor y se encuentra en la Real Academia de la Historia, fondo Jesuitas, legajo 62.

La Corografía fue editada por primera vez en Barcelona en 1882 por obra del jesuita y académico de la Historia Fidel Fita en la colección "La verdadera ciencia española", tomo XIX. Luego fue reeditada en San Sebastián en 1897 y más tarde en Buenos Aires en 1950. En la segunda mitad del siglo XX la reeditó J.I. Tellechea Idígoras en San Sebastián en 1969 incorporándole adiciones tales como el capítulo de la nobleza de virtud que no se encontraba en el original.

Entre los geógrafos de los siglos XVII y XVIII que Larramendi conoció, habría que citar el "Compendio historial" de López de Isasti, a Lawrence Echard (Eckhart) en su "Diccionario Geográfico", publicado en Madrid en 1750, al jesuita Pedro Murillo Velarde con su "Geografía histórica, de Castilla la Vieja, Aragón, Cathaluña, Navarra, Portugal y otras provincias. Con un catálogo de los emperadores y reyes que han dominado en España". 2 tomos publicada en Madrid en 1752, a Esteban de Garibay en "Los cuarenta libros del Compendio historial de las Chrónicas y universal historia de todos los Reinos de España". Amberes, 1571 y Barcelona 1628, a José Moret: Investigaciones históricas de la antigüedad del Reino de Navarra, Pamplona 1665 o Anales del Reino de Navarra, Pamplona, 1684, a Arnald Oihenart: Notitia utriusque Vasconiae, París 1638 y 1656, a Juan Martínez de Zaldivia en su edición en este momento manuscrita, a Andrés de Poza: De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de la España, en que de paso se tocan algunas cosas de Cantabria, Bilbao, 1587, a Juan de Mariana: Historia general de España, a Pierre Marca: Histoire du Bearn contenant I'origine des roys de Navarre, des Ducs de Garcogne, etc. París, 1640, ya

Juan Ignacio Moguel.

Dentro de la personalidad temática de la Corografía conviene recordar qué es lo que el autor de la Corografía reconoce como Guipúzcoa; Larramendi considera a Guipúzcoa como un sujeto moral, distinto de la Cantabria y también de Vizcaya por distintas razones geográficas, institucionales, lingüísticas y eclesiásticas.

"Porque no son más distintas Castilla, Aragón y Navarra que lo son Vizcaya, Guipúzcoa y Alava en sus límites, en sus fueros, en su gobierno y aun en su lenguaje". (pág. 10)

"Guipúzcoa, último remate y fin de España por este lado septentrional; Guipúzcoa, llave y puerta para Francia, y como clavada por naturaleza a la raya y avenidas de ese reino. Guipúzcoa en que rompe sus furias el francés en tiempos de guerra y en cuyo valor y fielidad ha hallado hartos escarmientos. Guipúzcoa, provincia del terreno más corto de España y el más fecundo de hombres políticos y guerreros y marciales por mar y tierra" (pág. 19).

Geografía física

La Geografía física no es el objetivo principal del estudio de Larramendi, sin embargo, se pueden espigar algunos datos que aclaran fa situación física de la provincia según los geógrafos del siglo XVIII.

Datos astronómicos:

"Está Guipúzcoa como a los cuarenta y tres grados y medio, minuto más o menos, de distancia del ecuador y altura del polo; su mayor longitud desde Mediodía al Septentrjón, desde el puerto de Salinas hasta el cabo del Higuer, a espalda de Fuenterrabía, es de quince leguas, unas breves y otras largas. y su mayor latitud de Oriente a Poniente, desde el monte de Allecu a Motrico es de nueve leguas. La marítima otras nueve leguas, desde el Higuer hasta Ondarroa de Vizcaya" (pág. 28)

Clima:

"El aire de Guipúzcoa por lo común es templado, ni mucho frío en invierno, ni mucho calor en verano. Pero en una y otra estación tiene sus excepciones... Es país muy Iluvioso...igualmente o más llueve en la primavera que en el invierno y no parece que Guipúzcoa tiene primavera con estación señalada y aparte, sino repartida por todo el año, porque en todas las demás estaciones de invierno, verano y otoño se logran muchos días de primavera en la templanza del aire"... "Son muy contados los días en que el cielo está raso todo el día"..."las galernas son también las que hacen húmedo y lluvioso el aire de Guipúzcoa... (pág. 45).

"Domina mucho en Guipúzcoa el viento de Mediodía al Sur que aquí llaman Solano y los días en que corre, aunque sean de invierno, nos los convierte en días de verano y por remate nos suele inundar de aguas" (pág. 46).

Montañas: Se dice que la tierra es toda ella montuosa aunque tiene también sus valles y llanos, pero breves y cortos. Señala nominalmente unos cincuenta picos o sierras dando detalles pormenorizados de los mismos.

Ríos: Describe someramente seis ríos principales: Bidasoa, Bertandegui, Urumea, Oria, Urola y Deva.

"En su corto distrito tiene Guipúzcoa seis ríos principales, que son: Bidasoa, Bertandegui, Urumea, Oria, Urola y Deva, en los cuales entran unos ríos pequeños y arroyos, y todos entran en el Océano Cantábrico por los puertos de Fuenterrabía, Pasajes, San Sebastián, Orio, Zumaya y Deva.

Bidasoa es el que divide a España de Francia, y es el más caudaloso y arrebatado. Nace en los Pirineos, y regando algunos valles de Navarra, pasa a Guipúzcoa, y por Endarlasa e Irún, donde forma la isla de los Faisanes, baña los muros de FI:Jenterrabía, ya poca distancia desemboca, junto al cabo del Higuer, en el mar. Es navegable hasta cerca de Vera, en Navarra, a donde suben y bajan después las gabarras que llaman alas. Poco ha andaban discurriendo en hacerlo navegable con más libertad y desahogo' quebrantando algunos peñascos que estrechan su madre, y hacerlo navegable hasta San Esteban, para hacer más franco y libre el comercio de Navarra. Esto sería abrir paso al francés para pasar a España en tiempo de guerra; y por esto decía el insigne Gajes, virrey último de Navarra, que antes debieran atravesarse en el río peñascos y montes para que nunca fuese más navegable. Es río de gran pesca, especialmente de salmones, que suben por Vera aun hasta bien dentro de Navarra. Es muy celebrado este río por las vistas, y entrega de reyes y reinas, como se dirá después.

Bertandegui es río que nace en jurisdicción de Oyarzun y se acaba en la misma jurisdicción antigua para entrar en el mar. Júntansele varios arroyos, que nacen de sus montes, y pasando por Rentería, que en lo antiguo fué barrio de Oyarzun, ya la vista de Lezo, entra en el mar por el canal del Pasaje. Es el más corto y menos caudaloso, y no es navegable; sirve sólo para molinos y herrerías. Llámanle muchos escritores río de Lezo, no teniendo nada de Lezo, ni en su nacimiento, ni en su carrera, ni en su fin. Río es de Oyarzun, y porque nace y muere allí mismo, y en su jurisdicción, se le da el nombre de Bertandegui.

El Urumea es río que nace en las montañas de Navarra, y entrando en Guipúzcoa, es un río de las aguas más claras, cristalinas y delicadas del mundo; que aun por eso le darían el nombre hermoso de Ur mea, agua delicada, delgada y sutil. Entra en Guipúzcoa por más arriba de las herrerías grandes de Picoaga, y bajando por el barrio que se dice de Urumea y por las herrerías de Ereñozu y Fagollaga, sale a las riberas de Hernani, de las más espaciosas y fértiles de Guipúzcoa, y prósiguiendo por Astigarraga, ofrece a uno y otro lado la vista más deliciosa en casas de campo, jardines, huertas, faros, arboledas, que siguen hasta el barrio de Loyola, ya poco trecho entra por el puerto y puente de Santa Catalina en la Zurriola, al Oriente de San Sebastián. Es río navegable más de dos leguas, desde el puente de Santa Catalina hasta algo más arriba de Ereñozu, y en alas o gabarras chatas y anchas suben la vena para las herrerías del Urumea y bajan el hierro labrado a San Sebastián, y hoy los anclotes y anclas, piezas cada una de 74 a 76 quintales, como son las que se han labrado este año pasado. Baja también de tierra adentro el maderamen necesario para los bajeles al puerto de Hernani y de aquí por el río hasta más abajo de Astigarraga, y de allí por tierra hasta la Herrería del Pasaje. El Urumea sería de los más caudalosos si no tuviera sumideros ocultos, pero tiénelos, como se conoce porque en Hernani no lleva más caudal de agua que tres leguas más arriba de Goizueta de Navarra, siendo así que en todo ese trecho se le juntan muchos arroyos yaguas de fuente sinnúmero. Es río de muy regaladas truchas, salmones en abundancia, salmonetes, que llamamos izoquisemes, albures, platuzas y algunos otros. Es, sin embargo, tan copioso en aguas, que cuando estos últimos años han estado paradas las herrerías por la sequía y falta de agua en los ríos, no han cesado de trabajar las herrerías de Urumea.

El Oria es río muy caudaloso y de más dilatado curso; nace en la provlncia, en el territorio de Cegama, corre por la villa de Segura y las de Idiazabal y Beasain. Pasa a los campos de Villafranca y otros muchos, y muy cerca de Tolosa se junta con el río Araxes, que de través baja de Navarra con bastantes aguas, y en apacible unión corren a Tolosa y la dejan aislada, y desde alli por Irura y Anoeta, que quedan a ambas orillas, corren a Amasa, Villabona, a Sorabilla y Andoain, ya su puente de Santa Cruz se le junta el río Leitzaran, con mucha copia de aguas, que baja de Navarra, y corriendo por Zubieta, Lasarte y Usurbil a Orio, entran con gran profundidad por aquel puerto y su barra peligrosa en el mar. Tiene este río, al uno y otro lado, y especialmente aliado del Sur, hermosas aunque estrechas riberas y tierras sembradías; pero no puede navegarse a causa de las presas y tablas levantadas de la madre, que sirven para molino y herrería, y en Tolosa para los ingenios de la armería real. Tiene siempre turbias sus aguas, y aunque el Araxes y Leitzaran son de aguas muy cristalinas, pierden su limpieza y transparencia mezcladas con las de Oria. En el fin o remate sino hacia Usurbil, se pescan salmones, y llegan y suben hasta Andoain. Llamaríanle con el nombre de Oria, porque su color con sus aguas turbias tira mucho a pajizo aunque hay también casas y apellidos de Oria sin esa significación.

El Urola tiene su origen también en la provincia en el monte de Araya, jurisdicción de Segura; pasa por medio de Villarreal y Zumárraga, baña los llanos de Azcoitia y Azpeitia, cuyos muros riega, y aquí se le junta un río menor que baja de Urrestilla, jurisdicción de Azpeitia, y un arroyo crecido que viene de las herrerías de Barrenola, y corriendo por las de Lasao a la villa de Cestona; por las de Iraeta a Oquina baja a Zumaya por cuyo puerto se desemboca en el Océano. Es río muy abundante de truchas muy delicadas, desde Azpeitia hacia abajo, y en Oquina y cerca del mar se cogen excelentes lubinas y sábalos. No puede navegarse el Urola si no es una media legua, hasta la casa y puente de Bedua, y embarazan la navegación así las presas de herrerías y molinos como la multitud de peñascos por donde corren sus aguas. UroJa se dice hoy, pero su pronunciación nativa sería UrroJa por la repetición y frecuencia de herrerías que hay en su carrera: Urru diraJa oJac: o uroJa, agua destinada a herrerías

El Deva nace también en Guipúzcoa, en jurisdicción de Salinas, y baja por Escoriaza, Arechavaleta, del valle real de Leniz a la villa de Mondragón; desde allí a Vergara y Plasencia, y acrecentando sus aguas con un riachuelo que baja de Ermua, pasa a Elgoibar, Alzola y Mendaro, y bañando las murallas del convento de Sasiola, desagua en el Océano por Monreal de Deva. Es río bastantemente caudaloso, y desde Alzola al mar de muy rápidas corrientes. Abundante fué de truchas, pero hoy muy escaso, a causa de las loñas, que traídas del Zadorra de Alava, se han multiplicado increíblemente, y son enemigas de las truchas y las persiguen y comen. Navégase el Deva desde su entrada en el mar hasta Alzola, y no más adelante por las presas que se encuentran en el camino; y se navega en alas muy largas y estrechas a causa de la corriente rápida del río en muchos parajes. El Deva es el que hasta hoy conserva el nombre antiguo que tenía en tiempo de Estrabón, Tolomeo, Plinio, Mela; ningún otro nombre ha quedado de los que dieron a nuestros ríos, puertos y pueblos aquellos autores. El Deva o Diva se mantiene, sea que desde el principio el río tomase su nombre de la villa de Deva, donde entra en el mar, o que este pueblo se nombrase Deva por el río mismo. No puede darse etimología oportuna a este nombre, aunque por capricho se le pudieran dar algunas" (pág. 35)

Puertos de mar: Después de afirmar que el "mar en Guipúzcoa no tiene costa perdida sino la de Zarauz y aun no mucho que se perdió y cerró el paso a embarcaciones" se describen los puertos de Fuenterrabía, Pasaje "el mejor de toda la costa septentrional", San Sebastián, Orio "pero hoy de barra peligrosa", Guetaria "para navíos de cien y mas cañones", Zumaya, Deva, Motrico "pero de malas barras y para embarcaciones menores solamente".

Fuentes: les dedica nuestro autor un capítulo señalando también las fuentes de singulares propiedades y las medicinales. "Entre las fuentes raras y extravagantes ninguna merece tanta atención como la fuente de Quilimon, en Mendaro que tiene raras humoradas. Detiénese de repente, unas veces más, otras menos tiempo, tal vez algunos días, las más veces veinticuatro o veintiseis horas y tal vez pocas horas. De improviso se detiene Quilimon y para también toda la maniobra y faena de la herrería por falta de aguas...Años hay que se detiene muchas veces, como este de 1754, y otras pasan cuatro años sin detenerse". (pág. 43).

Geografía rural y urbana

Geografía rural: Larramendi habla de la producción de hierbas y pastos, de la doble cosecha de trigo, lino, maíz y nabo. El trabajo de la tierra consiste en las distintas labores del campo que nuestro autor describe con detención tales como layar, labrar, preparar para la siembra, abonar, sembrar el trigo o el maíz, trillar y recoger el maíz. Describe con precisión los distintos instrumentos y fases del trabajo agrícola así como los diversos abonos que se utilizan. Pasa luego a desarrollar la elaboración de harinas, panes, tortas y otros alimentos.

La tierra produce también lino, habas, legumbres, hortalizas, manzanas, castañas y otras frutas. Larramendi se detiene en describir con detalle y nombres propios los distintos productos agrícolas y su manipulación.

Habitat rural: Larramendi describe los nombres y las formas de las distintas case rías de la provincia: las cercanas a los pueblos o echaldes, las pegantes a los mismos echondos, y las alejadas o baserri. Señala los nombres particulares de los caseríos, casas solares y solariegas. Se describe luego su construcción, plano y pisos.

Hábitat urbano: muestra la organización de sus calles, escuelas, iglesias, conventos con sus comunidades religiosas y casas de ayuntamiento. Se detiene nuestro autor en la descripción de las dos plazas muradas y presidios de la Provincia como son San Sebastián y Fuenterrabía.

Urbanismo: Nuestro autor señala como referentes del urbanismo: sus habitantes que provienen de la huida del campo a la villa, sus calles y plazas señalando de ellas la limpieza de las calles. Socialmente señala como propias de las villas los bandos antiguos y la ausencia de maleantes y vagabundos.

"Puede sin exageración decirse que toda Guipúzcoa es un pueblo continuado y se persuadirán todos de esto, viendo que en tan corto espacio tienen lugar cien poblaciones, entre grandes, medianas y pequeñas. Setenta y tres de ellas tienen jurisdicción civil y criminal, con autoridad alta y baja, mero mixto imperio: las demás son universidades con parroquias propias y distintas, uso, propiedad y aprovechamiento de términos, montes, pastos yaguas, sin sujeción ni dependencia alguna, si bien la reconocen en lo civil y criminal a las ciudades y villas a cuya jurisdicción están sometidas". (pág. 28). "De manera que por estas señas podrá decir cualquiera que Guipúzcoa es un pueblo continuado de quince leguas de largo y nueve de ancho". (pág. 29).

Geografía económica

Demografía

Según Larramendi la provincia está pobladísima "y tan llena de hombres y mujeres que puede decirse que están sus pueblos hirviendo de gentes. Hago excepción de la marina, donde de treinta años a esta parte ha faltado un número increíble de hombres que han perecido en Caracas, en Buenos Aires, mar del Sur y otros navegantes y en el corso contra ingleses" (pág. 202).

La manutención de tanta demografía la especifica Larramendi distinguiendo los que viven bien de sus oficios como los mayorazgos, los que se dedican a las herrerías ya otros oficios que dependen de ellas que se valoran en unos tres mil quinientos hombres que con sus familias suman los diez mil que "lo pasan alegremente y sin sustos". A estos se suman los caseros que "componen otra multitud mayor". Estos caseros pagan su renta en trigo, capones, tocino, queso, etc. y reservan para sí el maíz y otros frutos como vacas, novillos, ovejas, cabras, corderos, cabritos, leche, queso, requesones, puches, natas, gallinas, pollos, huevos y capones. En las case rías las mujeres cavan, layan, siembran y ejercitan otras faenas, como que conducen carros y trabajan el lino. y como "los peines del telar fuesen más anchos no hay lienzos mejores ni más estimables que los de Guipúzcoa por su fortaleza y duración y por su sanidad para los cuerpos" (pág. 204).

En los pueblos la gente común que no tiene oficio trabaja a jornal "y son los que viven con mayor miseria". Todos los vecinos concejantes han de tener siquiera los millares. De las mujeres afirma que muchas sirven de criadas, otras son jornaleras en tiempo de cosechas del trigo y de su trillamiento en las eras, lo mismo que del maíz para recogerlo y llevarlo a casa y luego limpiando las mazorcas. También trabajan en la recolección de las manzanas y en las faenas para la producción de la sidra.

Los hombres en gran número son artesanos y oficiales: herreros, claveteros, cerrajeros y chapuceros, canteros y carpinteros, carboneros, que cumplen con sus oficios en la Provincia y luego salen muchos de ellos a provincias cercanas. "Otra gran multitud está empleada en la marina". "Viene ahora el comercio de lonja y de tienda de grueso y menudo en que está empleada grandísima multitud de guipuzcoanos" (pág. 207)

La coyuntura económica

Larramendi comienza comparando la situación actual de las haciendas guipuzcoanas con la situación anterior a sus tiempos. Y así afirma que las haciendas han disminuido en su tiempo:

"Otra cosa ha disminuido estas haciendas. Más de la mitad de Guipúzcoa, desde Goyerri inclusive hacia Alava, ha reducido a tierras sembradías los manzanales, que daban en abundancia sidra, que era la bebida usada del país...Hoy si no hubiese cuatro y cinco tabernas de todos vinos, chiquito y grande, navarro y clarete de Rioja, lo pasarían mal los alcaldes. Se ha ido desterrando la sidra, e introduciéndose el vino, de manera que Guipúzcoa es la India de los cosecheros de Navarra como de la Rioja lo es Vizcaya; y aunque en Beterri desde Tolosa a Irún no ha faltado la sidra, con el ejemplo de Goyerri se ha introducido también el vino furiosamente y se bebe vino y sidra. Un azumbre de sidra les costaba cuatro cuartos, aunque fuese la mejor y una de vino les cuesta veinte, treinta, cuarente cuartos y más, conforme es el vino y los santos aforadores; y se ha hecho el vino uno de los renglones precisos y más costosos de los particulares hacendados. Ha habido caballeros curiosos, que yo conocí, que han sacado la cuenta de lo que trabajan cada año todas las herrerías de Vizcaya y todas las de Guipúzcoa, y de todo el hierro que se vende y sale de ambas provincias, y del caudal que hace todo junto, dándole al hierro un precio regular y medio; y haciendo después el cotejo del vino que entra en ambas provincias vendido al precio corriente, y se sabe por las sisas de cada lugar, han hallado que, quintal más o menos de hierro, y carga más o menos de vino. todo cuanto produce el hierro todo se lo lleva el garguero. Es cosa que espanta. Como el país no tiene vino, todo el dinero que en él se emplea sale fuera de Guipúzcoa; la mitad de ese caudal que se quedase dentro quedaría Guipúzcoa más rica y sus hacendados en postura holgada para mantener a sus hijos en colegios y universidades" (pág. 201 ).

Herrerías

.Un apartado muy específico de la Corografía es el estudio de las herrerías.

"Guipúzcoa es tierra de fraguas, ardores y llamas en sus herrerías grandes y pequeñas. Es país del hierro, en que se labra el mejor del mundo a violencias del fuego. Estas han sido y son en Guipúzcoa las oficinas principales y más estimadas y practicadas de todas y se han levantado con el nombre general de oficinas y se especifican las oficinas particulares por adjetivos de la materia particular y lugar en que se labra..."

Larramendi utiliza sus conocimientos lingüísticos para diferenciar las distintas clases de ferrerías, (las mayores o cearrolas y las menores o tiraderas) para describir su historia, su posicionamiento, el trabajo de sus oficiales, la estructura y proporción de la fábrica y la faena y trabajo ímprobo de los oficiales ferrones.

Las herrerías estaban bien diferenciadas en manufacturas diferentes tales como herrería, cerrajería, clavetería, efectos navales y armas, con 3.500 obreros y 10.000 familiares. Eran oficios subsidiarios de las Herrerías los de carboneros y carpinteros. Presentemos la descripción técnica que de las herrerías nos ofrece el mismo Larramendi:

"DOS COSAS QUE SE ADMIRAN EN LAS HERRERÍAS.

Al ver unas y otras herrerías dos cosas admirarían a los que nunca las han visto: la estructura y proporción de la fábrica y la faena y trabajo ímprobo de los oficiales ferrones. Todo práctico y entendido quedaría absorto, al examinar una herrería, de ver en un objeto al aparecer tan torpe e informe, y sin algún pulimento y hermosura, cuanto puede desear la estética y maquinaria o mecanismo más escrupuloso. El suelo del edificio hondo; allí las barquineras, con su huso, que movido de la rueda, que tiene fuera, mueve los barquines, con gran compás y proporción. Allí en medio el yunque, hundido en la tierra, y asegurado con arte e ingenio, para que no se sepulte y para que aguante los golpes formidables y tan repetidos de la gabia en las cearrolas y del martinete en las tiraderas. Allí y sobre el yunque la gabia, que es una viga gruesa sellada con fuertes aros de hierro, en cuya punta está aquel martillón de cuatro, o seis, u ocho quintales, y es el que doma y amolda el agoa, encendida y centellante; viga que por el otro extremo pasa por debajo del gabiardatza, o del huso de la gabia. Allí los cepos, gruesos y corpulentos, que mantienen firme a la gabia y su huso a pesar del golpeo estrepitoso y concusión horrible de todo el edificio. Allí el gabiardatza, o el huso que menea la gabia a impulsos de la rueda exterior: huso grosísimo. sellado con aros fuertes para resistir a una continuada violencia de la rueda que tiene asida por la parte de fuera, y recibe en sus rayos de palas o potas todo el golpe del agua de la antepara; y para levantar todo el peso de la gabia y hacerla repetir con tanta presteza los porrazos que da al agoa, lo que se consigue por cuatro o cinco dentellones, que están bien hundidos y seguros en el huso de la gabia, y al dar vuelta encuentran y topan el extremo de la gabia y la levantan con violencia: llaman a estos dentellones maisucariac, mazuqueros. Allí hay fraguas exentas, cargadas de carbón, a donde viene a dar la tobera, y en ella los dos cañones de los barquines.

Al examinar cada cosa de éstas en particular, queda un docto matemático admirado de ver guardadas todas las reglas de su facultad por unos hombres que nunca las han estudiado especulativamente, ni en los libros, ni de otra manera, y por otra parte tan bien guardadas, que no se atrevieran muchos grandes especulativos, hartos de hacer demostraciones en sus gabinetes, a ponerlas en ejecución como están en nuestras herrerías. Ven en el suelo hundido una tal distancia y tal proporción con la altura de la antepara y el volumen de su agoa, que a poco que estuviera más o menos hundido no se labraría el hierro con la seguridad y conveniencia con que se trabaja. Ven la fragua y sus medidas y respetos al respiradero de los barquines, y hallan que si estuviera algo más arriba o más abajo, o no se derretiría la vena, o tardaría mucho más tiempo. Ven la situación de la tobera y su cercanía al respiradero de los cañones que tienen dentro, y hallan que si estuviera cuatro líneas más lejos o más cerca, el agoa saldría bien, pero con mucho mayor consumo de carbones. Registra el gabiardatza, o el huso grande y sus mazuqueros, y ve la proporción con que están armados y que toda la máquina exterior de rueda y anteparas sería inútil sin eilos, y que toda la máquina y sus diversos movimientos y proporciones se ven y prueban en los mazuqueros: lo que no da a entender este nombre, pero sí el vascongado maisucariac, los que andan y se mueven magistralmente, maisuca ari diranac.

Saliendo fuera de la oficina, empieza a admirarse de nuevo al ver la presa y antepara, llena de agua, y su proporción, en lo alto y profundo, con las paredes; al ver las ruedas del gahiardac y de la barquinera y la proporción en que están labradas, y respecto de la fuerza y salto del agua, que saliendo precipitada del chimbo abierto, hace que se muevan ellas, el gabiardac y la gabia o mazo horrendo, con más o menos presteza, según se abre más o menos el chimbo, que es el que cierra y abre la abertura, puerta o surtidero que tiene el agua en la antepara sobre las ruedas. Mira al guezur-asca yondasca; tan a nivel la primera, tan alta con hueco tan liso y tan medido a la cantidad que se precipita de agua; tan estrecha y ceñida la segunda por sus lados y que sin embargo deja tan libre el movimiento de la rueda que no puede discurrirse mayor proporción y arreglamento; todas estas proporciones y cotejos de altura en la antepara del salto del agua, de la estructura de ruedas y lo demás se hallará explicado magistralmente en don Pedro Bernardo de Villareal, caballero curiosísimo y erudito de Lequeitio, en su obra impresa con el título de Máquinas Hidráulicas de molinos y herrerías; y no quiero citar otros muchos autores, que pudiera.

La segunda cosa que admiraría a los que no han visto herrerías, y aun los llenaría de espanto, sería el espectáculo de una fragua encendida con tantas cargas de carbón y las batidas alternadas o fuertes resoplidos de los barquines, que encienden la fragua, por más que la atan, rociando de cuando en cuando con agua. La visión de cuatro ferrones encamisados, o cubiertos con obreras, que así llaman a los camisones, largos desde el cuello hasta los pies, tiznados del carbón y polvo en caras, brazos, manos, piernas, desgreñado el cabello o cubierta la cabeza con montera o sombrero mugriento, a quien sirve en becoquín interior un lienzo todo negro del polvo y del sudor, que parecen demonios pintados. El uno preparando la vena ya quemada en la arragua desmenuzándola con un martillo pequeño, y se llama meallea o mealle, preparador de la vena. El otro acercándose a la fragua con una palanca gruesa y larga de hierro, y que levantándola con sus morcillos casi férreos, la mete hasta el fondo de la fragua para ver o saber el estado del agoa, y si la vena está bien derretida, y la menea y sacude con la palanca, Ilámase urtzal1ea, fundidor, derretidor. El otro disponiéndose a recibir el agoa que se saca de la fragua con curricas en la mano, que así llaman a aquellas tenazas horrendas y largas con que agarran, sujetan, mueven y gobiernan debajo de la gabia o martinete y sobre el yunque el agoa enorme e informe. Llámase yele o iyele, tirador. El otro, que es el principal, disponiéndose a la faena de iyele en su ausencia y en presencia a dirigir a todos tres cada uno en su ministerio al sacar el agoa de la fragua: lIámase arotza en las cearrolas, herrerías grandes, y chiquiza/1e en las tiraderas o herrerías menores, achicador y macero.

Con estas visiones quedan aturdidos los nuevos espectadores, y más si entran de noche, en que es mayor el ruido, parece mayor el fuego, más horrendos los ferrones, y éstos y los mismos espectadores temerosamente amarillos por efecto de la luz pálida que derraman las llamas mal subactas de la fragua. Pero el mayor susto y espanto es en la maniobra y faena siguiente. y no hubieran recurrido Homero ni Virgilio a fábulas, si hubieran tenido noticia de nuestras herrerías. Eran niños de teta los que nos proponen ambos con su Vulcano.

Ferrum exercebant vasto Cyclopes in antro

Brontesque Steropesque, et nudus membra Pyrachmon.

Bien dicho: pero para nombres tan huecos y pomposos, y para versos tan graves y majestuosos, es muy corta la faena y corto y fácil el ejercicio que les señala. Ferrum exercebant, trabajaban en hierro ya fundido y sólido; ése es el que manejaban, martillaban, figuraban de modos distintos. Eso lo hacen nuestros herreros, sin ser hijos ni oficiales de Vulcano: y lo hacen sin ser cíclopes, beguibacoches, y sin ser gigantes, y 10 hacen con más destreza y facilidad. Vasto Cyclopes in antro, trabajaban el hierro en una cueva muy anchurosa. ¿ y para qué tanto espacio y extensión para Vulcano y sus tres ferrones, y para fabricar solamente sus trisulcos a Júpiter? ¿Para qué tanta bóveda en esa cueva como la pinta el grande Góngora:

"Donde espumoso el mar Siciliano

Argenta el pie de plata al Lilibeo,

Bóveda o de las fraguas de Vulcano,

O tumba de los huesos de Thipeo", etc. ?

Vénganse a Guipúzcoa Vulcanos y cíclopes, y en poca extensión y en una fragua y en un yunque de un solo olacho le harán a Júpiter sus trisulcos y sus tridentes a Neptuno, y todas sus armas a Marte. Brontesque Steropesque et nudus membra Pyrachmon. ¿Para qué desnudos estos pobres ferrones? La obra de unos rayos trisulcos de Júpiter, aunque fuesen cuatrisulcos, es de poco trabajo y de casi ningún sudor y ahogo. Pues ¿cómo puede excusarse el pintarlos con tanta gravedad indecentes por desnudos, y como los pariría su madre la gigantona? ¿ Y esto sin respeto a que eran hijos de Vulcano, o de Neptuno, dioses tan honrados? Diérales siquiera a cada uno su obrera o roclo largo de lona, y en acabando su trabajo y fuera de la cueva vistiéralos como acá se visten nuestros olaguizones: nadie dirá que son aquellos mismos que en la herrería parecían diablos tiznados.

No fundían hierro los cíclopes; no había en su cueva arraguas, no barquineras, no gabias, martinetes, gabiardatzes, no anteparas, no ingenios de agua, no fraguas tan amplias y hondas, no agoas, o masas de hierro derretido, tan enormes. y claro está que no es menester tanto aparato para fabricar unos rayos trisulcos a Júpiter. y si nada de esto hubo, y habiéndolo todo lo hacían a fuerza de brazos ya fuerza de sus soplos y resoplidos gigantescos, esto era lo más digno de la atención del poeta y lo que pedía una descripción magnífica correspondiente a una entrada tan grave como ésta: Ferrum exercebant vasto Cyc/opes in antro. Para proseguirla quisiera tener su numen poético: yen su defecto voy a hacerla en prosa desatada.

Atentos y aturdidos los mirones por lo que ven, reparan que, a insinuación del arotza, 0 chiquitzale, hace parar el meal!e los barquines. Ceja de repente el tumulto seguido y estrepitoso de sus soplos; síguese un silencio despertador de nuevas atenciones. Pónense al margen de la fragua el mell/e y el urtzalle, y desentendidos de aquel volcán y centellas, que arroja con el palancón metido del lado hasta el fondo de la fragua, mueve el urtzlle el agoa o masa enorme de hierro, después de haber evacuado la fragua de la cillarra o cidarra, escoria derretida y ardiente, que sale por un agujero inferior, que tiene la fragua. Arrojan todo el carbón encendido, que cubre la masa, contra la pared en un ángulo de la fragua, y entonces el urtzal1e con su palanca empieza a levantar la masa, y ayudándole el mealle con un garfio largo, sacan al borde plano de la fragua aquel tronco informe, horrendo, centellante, que de verlo espanta a cualquiera. Derríbanla, ya pocas vueltas la ponen pegante a la gabia o martinete. Agárrala el iyeJe, o el chiquitzal1e, con las tremendas curricas, hace seña para que levanten el chimho de la antepara, y precipitándose el agua a plomo sobre la rueda, mueve al gabiardatza o el huso grande, que con sus mazuqueros levanta la gabia y su martillón. Mete el agoa sobre el yunque, empieza el golpeo formidable, al principio solamente y con lentitud, arrojando la masa informe su cirria, esto es, rayos y centellas, por todos lados, pedazos derretidos de la misma masa, y amoldada ésta algún tanto, tira el mealle de la cadena, y levantando el chimbo todo de la antepala a violencia del agua, gira la rueda grande el huso y sus mazuqueros, que levantan apresuradamente la gabia, y empieza el atronamiento en los formidables porrazos de aquel martillón, que oyen de noche en distancia de media legua y más.

Al ver tanto movimiento, fuego, masa horrenda encendida, rayos, chispas por todos lados, y al oír el estrépito del agua en el guezur-asca y rueda, y huso, y mazuqueros, y el golpeo tan apresurado de la gabia, que atruena, los mirones nuevos piensan que se hunde el mundo, y temiendo quedar sepultados con aquel terremoto, echan a huir; pero vueltos en sí ya la oficina, miran absortos al chiquitzal1e mover y dirigir aquella masa horrenda a fuerza de sus brazos, agarrado de sus curricas o tenazones, bajo de la gabia o martinete, meneándola al un lado, al otro, hacia adelante, hacia atrás, tan a tiempo, con tal aire y proporción entre tos huecos o cortas distancias de tan repetidos golpes, como si gobernara un bastón de muy poco peso. Ayúdale algo el melle con su garfio largo del lado opuesto de la gabia. Con esta destreza aquella masa enorme, que salió globo informe y desigual, se va achicando y solidando hasta que se reduce a un tocho de dieciséis arrobas poco más o menos en las cearrolas, ocupando como una vara de largo, y menos de ancho, y cuatro o cinco onzas de grueso. Hace seña el chiquitzal1e, y se suspende el golpeo un rato, cerrándose el chimbo. Abrese luego y con un cuchillón o partidor, sobre el cual vuelve a dar sus golpes la gabia, pero despacio, queda el tocho grande dividido en dos o tres, o más o menos, según el destino que ha de tener. Para anclas grandes se deja el tocho entero, según las dimensiones que se han dado, de que hablaremos después.

En estas cearro/as, tiraderas y olachos de Guipúzcoa es donde se trabaja mejor el hierro y donde son de más destreza los ferrones y de más habilidad e ingenio. En Vjzcaya y sus herrerías se trabaja una tercera parte de hierro en barras; pero en-Guipúzcoa es donde se trabaja, además, cuanto hay de piezas menores y primorosas y toda especie de herraje, y así entra en Guipúzcoa más dinero del hierro que se vende. Aquí se ha trabajado estos años la más cabillería en la cantidad prodigiosa de quintales de hierro, que se han reducido a cabillas grandes y menores para los navíos de El Ferrol y otras partes, en que voluntariamente nos hemos dejado engañar de ingleses. Y es lástima que no llevan su ejemplar escarmiento los que simplemente engañaron sobre esto al ministro con ruina y perdición de caudales inmensos y estrago y destrucción de escogidísimos materiales. Aquí se fabrican todas las piezas grandes y pequeñas para todo género de embarcaciones, que son de tan diferentes hechuras y figuras y todas solidísimas y seguras, y siempre se han fabricado de tiempo inmemorial para el mismo ministerio. En vano engañaron al ministro diciéndole que el hierro de Guipúzcoa no era tan bueno, y puso por condición que había de hacerse la cabillería de hierro de Vizcaya. Porque lo primero el de Guipúzcoa, si no es mejor es igualmente bueno; y lo segundo de necesidad faltaron loS asentistas curiosos a lo ofrecido, pues recurrieron a las herrerías de Guipúzcoa para fabricar lo más de la caballería y demás obras de hierro" (pág. 84)

"Guipúzcoa a quien se debe recientemente la fábrica de anclas a martillo, las más sólidas, fuertes y hermosas que se han fabricado jamás en el mundo, anclas de cualquier peso y menudas dimensiones" (pág. 20)

Armas

"Guipúzcoa, donde de tiempo inmemorial han estado y están las armerías reales y sus fábricas e ingenios, antes de cotas, mallas, brazaletes, morriones y demás antigua moda de armas; hoy de fusiles, bayonetas, etc." (pág. 20)

Navíos

"Guipúzcoa donde han estado los astilleros de gaJeones y navíos de todo porte, así de guerra como de marchantes y de comercio. Guipúzcoa que siempre ha tenido los constructores de navíos y los ha dado a los astilleros de Guarnizo, Ferrol y otras partes" (pág.20)

Agricultura

Nuestro autor dedica extensos párrafos a hablarnos de la fertilidad de la tierra, en sembrad íos y en manzanales, en tierras dedicadas al trigo y al maíz, con sus formas de cultivo. Entre estos modos de trabajar la tierra describe con precisión la agricultura intensiva u horticultura. Igualmente desarrolla las formas del dominio de la tierra ya sea en propiedad ya sea en arrendamiento.

El mar

El guipuzcoano está volcado en el mar. y del mar describe Larramendi cuatro temas fundamentales: la pesca, el servicio a la Real Armada, e! comercio y los astilleros. Referente a la Pesca nuestro autor señala los diferentes pescados de la costa para dedicar un capítulo amplio a la pesca de la ballena. Veamos sus palabras:

Mar de Guipúzcoa y sus calidades

"Tiene Guipúzcoa nueve leguas de mar y de costa desde el Higuer hasta Motrico o hasta Ondarroa exclusive. El mar es parte del Cantábrico, de los más profundos, fieros y tempestuosos de todos los mares. Pocas veces se verá aquí mar de donas o en leche; cachones, maretas, tempestades muy ordinarias; pasando del Higuer hacia Francia lo más es costa perdida y peligrosa. El mar en Guipúzcoa no tiene costa perdida sino la de Zarauz, y aun no ha mucho que se perdió y cerró el paso a embarcaciones. En Fuenterrabía y debajo del Higuer, una gran concha, y profunda de fondo más que suficiente para navíos de alto bordo, pero descubierta y sin defensa contra los vientos, y por eso nada segura. Puerto en el Pasaje; y el mejor de toda la costa septentrional. En San Sebastián, puerto para embarcaciones menores y concha para otras mayores, pero mal defendida de vientos. Puerto en Orio, pero hoy de barra peligrosa. Puerto en Guetaria, y concha del mayor fondo, para navíos de cien y más cañones, como el real de España, que estuvo en ella de arribada; pero, aunque tiene alguna defensa, no la que basta para la total seguridad. Puertos en Zumaya, Deva, Motrico, pero de malas barras y para embarcaciones menores solamente.

Este mar de Guipúzcoa es muy fecundo en pescado: merluza, lubina, congrio, burnil y otros; besugos, ostras y doradas, en Zumaya; lenguados especiales en el canal del Pasaje; mugiles, meros, lampreas, pero pocas, sardinas, anchoas, langosta, agujas, almejas, pulpos, chipirones, mucho atún a temporadas aunque no son tan grandes como en otros mares, rodaballos pocos, corcones, cabras, mielgas, verdeles y demás pescadillos con abundancia. Delfines, marsopas y otros de varia corpulencia, bastantes, y sirven los más para grasa. Aparecen también trompas, gibartas y ballenas, que descubiertas desde las atalayas que hay para eso en los altos, dan grandísima diversión a los marineros.

Pesca de ballena en Guipúzcoa

"Salen de los puertos inmediatos en chalupas, y sin temor del bruto, que bastaría a asustar a un ejercito, van a buscarlo; tomando un gran círculo de mar, gobiernan los demás la chalupa, y líbranla de los golpes del mar, ya su bordo un valiente y diestro arponero aguarda a que salga la ballena a la superficie a respirar arroyos de su frente, y entonces le dispara con esfuerzo el arpón, híncaselo en aquella mole formidable, y la bestia herida y furiosa, se hunde y corre mucho mar, llevándose mucho de rollo de cuerda atada al arpón, y también la chalupa, que sigue flotante a la ballena, hasta que, desangrada y muerta, sube arriba y la conducen victoriosos a su puerto. Hazaña que ejecutan muchas veces en su mar los guipuzcoanos, de que somos testigos, y no la ejecutarían los afamados marineros de Holanda, Inglaterra y Francia, que aun a vista de esto llamarían temeridad al salir sólo en chalupas a matar ballenas.

Si esto hubieran sabido los griegos, ¿qué fábulas no fingieran en sus poemas? , ¿pues qué si Virgilio lo hubiera sabido? Pintó a Neptuno irritado contra Eolo, que con sus vientos alborotó el mar y hundió naves y hombres de la escuadra de Eneas, a excusas y sin despacho del rey y del Océano padre. ¿Cómo pintaría a Neptuno, viendo la hazaña del guipuzcoano? ¿Qué desvergüenza es ésta? le haría decir: ¿a dónde piensa llegar la osadía del corazón humano? ¿tan poco respeto al sacro padre Neptuno? ¿tan poco temor a mis bramidos horrendos? ¿tanta befa y burla a mis furores?; eso no, y sienta el temerario la pena de su arrojo y atrevimiento. Aquí del rey de los vientos, aquí de Eolo. Pero no: que sería mengua mía: quédese bramando en sus claustros. Aquí de mi brazo y tridente, cuyo imperio me está reservado y me toca en propiedad. Dijo, y sacudiendo sus caballos marinos, húndese a lo profundo, clava su tridente en el suelo, levántale dos brazas en alto, y sin Eolos y vientos, revuelve los mares, suben montes sobre montes de agua, y quiébranse con fragor inmenso, vuelven a juntarse, hiérense, bátense, arróllanse, ya en vértices, ya en línea, erguidas ondas, y bramando con estruendo temeroso, atacan los peñascos, inundan las riberas, amenazan diluvios al mundo.

Sale tras de esto Neptuno a ver los estragos de su venganza; queda atónito viendo flotar las chalupas, y que el marinero juega con las olas inmensas y la espuma que arrojan sus rabias; que sube hasta las nubes, y se ríe, canta y triunfa; deslízase hacia el abismo, y no se asusta, no se pierde, no se hunde. Va la chalupa a recibir de proa y tajamar un monte voluble de agua que la quiere sorber, ya fuerza de remos le va trepando y le vence. Otro monte de agua le acomete a traición por la popa; pero vira de bordo, y recibiéndole con la proa, déjale burlado, corriente y corrido. No oye Neptuno entre tanto otro lenguaje sino aquí ea mutillac, ezquer, allí anaiac, orain escui y queda más atónito, no oyendo la jerga común de a estribor ya babor.

Estos son, dice, algunos diablos de mar aun no conocidos; hola, vasallos míos, favor a vuestro rey; tritones sueues, vuestros retorcidos a la batalla: Cete grandia, Leviathanes ballenas, trompas, a la batalla contra esa diablería marítima, que en cascarones de tabla hacen burla de mí; tragad la, hundidla, matad la. ¿Qué haces ahí tú, ballena viviente, escollo, Esopo corpulento de mi reino, a qué esperas? cierra con esa gente: la cola te basta para hacer pedazos hombres y chalupas. Daréte lugar en la esfera, y con más estrellas que la ballena celeste serás constelación más honrada y luminosa y te llamarán ballena victoriosa. Espónjase la bestia, entra en el cristalino cerco; pero hácenle mil suertes, acéchanla, espéranla, y apenas se descubre, cuando herida del arpón se hunde, dando un grito espantoso y deja el campo libre al marinero. Tarde cae, pero más vale tarde que nunca. Cae Neptuno en la cuenta que son guipuzcoanos aquellos marineros, y para templar su desaire los publica semidioses y héroes de mares". (pág. 40)

El comercio

Se exporta hierro y productos derivados, mientras que importa productos coloniales como azúcar, canela y, sobretodo cacao. Estos productos coloniales venían a sumarse a las tradicionales importaciones de bastimentos de los que la Provincia era deficitiaria como los cereales.

Entre las empresas coloniales más importantes del momento estaba la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas a la que dedica un extenso capítulo (págs. 208-215). Esta Compañía ha supuesto para la provincia el prestigio, para la corona la defensa de Venezuela, la entrada del cacao, y el enriquecimiento de muchos. Entre los daños causados señala el hundimiento del comercio del bacalao y la ballena, el aniquilamiento de la pesca y de los pescadores.

Geografía lingüística

El Padre Larramendi que tantos libros había ya publicado sobre la lengua vasca no podía menos que dedicar el último capítulo de esta Corografía al estudio de vascuence en general.

Habla del nombre de la lengua, de que fue la primitiva española, es decir, desarrolla el vascoiberismo, pasa luego a estudiarla como lengua viva, incitando a los vascongados a utilizarla y conocerla. Dedica páginas tomadas de sus otros libros al estudio de los dialectos del vascuence, señalando detalladamente entre los dialectos al de Zuberoa, al labortano, al vizcaíno, al navarro y al guipuzcoano y de este último intercalando párrafos en vascuence que aclaran el habla de los mismos guipuzcoanos. Estudia luego el estado de la lengua vasca precisamente en contraposición a la generalidad del castellano. Dedica mucho espacio al tema de los predicadores vascongados. A este respecto afirma:

"De esta excusa nace el abuso de que nos envíen a las comunidades de Guipúzcoa predicadores castellanos que predican al pueblo en castellano, con gran satisfacción de los entendidos, siendo certísimo que de mil oyentes no habrá cincuenta que los entiendan, para que saquen algún fruto; y todos los demás o están dormidos o están oyendo como si le oyeran predicar en griego" (pág. 303). "Lo que es más intolerable es que suben al púlpito predicadores vascongados y predican en castellano, no atreviéndose a hacerlo en vascuence" (pág. 304).

Por otra parte y refutando a Murillo Velarde afirma Larramendi: "Dice que este nombre de Olearso conserva hoy el cabo o promontorio del Pirineo. Es falso y el nombre que se conserva y se le parece es Oyarzun, Oyarso, como se halla en algunos escritos, manuscritos e impresos y Oyarzun es pueblo, y no cabo ni promontorio y no marítimo. Está muy mal instruido y pues cita a Larramendi, pudiera instruir mejor. Dice que San Sebastián se llamó Saltus Bastiani y de ahí tomó el nombre. Que los naturales la limaban Urumea y en tiempo de Augusto Hizirun, que significa tres agujeros. Despropósitos. Dice que Fabio Suintila fundó a Fuenterrabía y la llamaron Ondarribia: no sería malo que los godos aprendiesen el vascuence para darle ese nombre. Dice de San Sebastián que los naturales la llaman Dombastia y no le llaman sino Donostia, que quiere decir San Sebastián, como done Joane San Juan, Donestebe San Esteban. Bastia y Bastian por San Sebastián y sincopado Donostia". (pág" 12).

"No te asustes sabiendo que es una lengua de muchos dialectos; todos tendrán buena acogida en nuestra aduana, y sin pagar derecho alguno, pasarán corrientes, ya lo más te dirán éste es vizcaíno, éste es alavés, éste es guipuzcoano, éste es labortano, éste es de Zuberoa, éste es de Navarra la alta o baja". (pág. 25).

Geografía humana

Describe Larramendi en primer lugar el genio del guipuzcoano, pasando luego a señalar las cualidades y defectos tanto de los hombres como de las mujeres de esta Provincia:

El genio de los guipuzcoanos

"El terreno de Guipúzcoa no concibe ni pare a los guipuzcoanos, como al hierro, ni "terra malos homines nunc, educat, atque pusillos", sino en lo que suministra para su crianza y educación. Hombres son los que producen otros hombres y ésos son los que se entienden con nombre de mundo, tierra y terreno de Guipúzcoa. Ya se ha dicho que el cielo y sus astros influyen en el nacimiento, genio y costumbres de los hombres; pero no se ha dicho lo mismo de la tierra y sus entrañas. Si has creido lo primero, estarás dispuesto a creer lo segundo; y ¿qué es lo que puede influir en los guipuzcoanos el temple de su tierra, que produce hierro duro y bronco? ...El hierro en frío es inflexible y duro; pero no en caliente, antes entonces es blando, flexible y dócil a los golpes del martillo" Y ¿qué importa que el guipuzcoano en su frescura natural no sea tan flexible y blando, si lo es en caliente, si lo es al fuego de la instrucción, si lo es a la luz de la verdad conocida? . El hierro se enciende y centellea y parece fuego, pero se apaga en el pilón de agua. Y ¿qué importa que el guipuzcoano en su cólera se encienda y parezca fuego, que chispea, si fácilmente vuelve a su temple no más que rociándolo con agua bendita de la razón y cristiandad?(pág. 327).

"Del guipuzcoano, de bien a bien, se logrará todo; pero por mal nada se logrará, porque se emperra y obstina y jura a Dios, Jauncho, que no ha de ser lo que tú quieres. Es necesario tratarlos bien de obra y palabra y no descuidarse en llamarlos villanos y mal nacidos. Tratados bien, son admirables para amigos, son fieles, secretudos, serviciales. Tratados mal y duramente, saltan y se enojan con facilidad. Son los guipuzcoanos amigos de hacer bien a propios y extraños, prontos a socorrer con sus personas y fuerzas a los que en lugares y caminos les suceden fatalidades y desgracias. Sean conocidos o no; se da acogida agradable en las case rías a cuantos el aguacero, el trueno, la tempestad los hace buscar abrigo. No hay provincia donde se practique más la caridad con los peregrinos y pobres como la de Guipúzcoa, así en los hospitales, que son tantos como los lugares y villas, como en las caserías, donde reparten de su cena y comida con los pobres que allí se acogen y tienen dos o tres camas limpias aseadas, en que duermen y descansan" (pág. 190).

En el cierre de la obra resume el carácter de los guipuzcoanos afirmando: "hombres blancos, fuertes, fieles, alentados, animosos, intrépidos, hábiles para artes y ciencias, famosos por mar y tierra, ágiles, prontos, honrados, nobles de sangre, de espíritu, de genio, amigos de gloria, sinceros en sus amistades y tratos, francos y abiertos en las comunicaciones, cortejadores de extraños, piadosos con los desvalidos, amantes de sus montes y no menos de sus libertades, fueros, leyes, constantes en lo que emprenden, cristianos católicos a toda prueba, apreciadores de cuantas prácticas los acrediten como tales" "Tampoco te negaré que aun en lo común son soberbios y encaprichados de su nobleza, envidiosos acá dentro de los que sobresalen, como si la fortuna y la gracia debieran hacer iguales a todos; temosos, que equivocan la tema con la constancia en cualquier lance; y así de otros defectos". (pág. 325).

Los hombres

"Los hombres son de estatura regular, bien agestados, blancos, aun los que todo el año sufren los ardores del sol y las incidencias del tiempo como son los labradores, caseros. No se ven en Guipúzcoa hombres de cuerpos feos, monstruosos, contrahechos y de semblantes brutos como en otros reinos. Son ágiles, vivos y prontos, fuertes y robustos, y todos con caras de hombres que no degeneran en carillas de mujer, o por mal comidos, o por haber nacido endebles o por educación afeminada y con bien pobladas cabeza y barba. Son de cabeza tan sana, dura y fuerte que apenas hay herida de muerte en ella. Es villanía dirigir el golpe a las piernas; a la cabeza han de asestarse los palos, aunque la dejen rajada y abierta; y la experiencia enseña que todos por lo común sanan de heridas al parecer mortales. Son de planta airosa, pisan fuerte y son de gran juego y vigor en las rodillas, y les es necesario para subir a sus caserías y montes altísimos' en que caminan como los manchegos en sus llanos; tiene su cuerpo gran resistencia contra los fríos, hielos, nieves, cierzos frigidísimos; no tanto contra el hambre y la sed. En los pueblos formados de gentes de calle son de más delicadeza". (pág. 185)

Las mujeres

"Las mujeres en Guipúzcoa son las más hermosas que hay en toda España; de vivísmo color, bien apuestas, rollizas, fuertes, ágiles y sanas; de pocos melindres y hazañerías, de gran despejo, que bajan y suben a sus case rías y montes con el mismo aire y vigor que si no hubiera cuesta. Son más robustas y de más aguante que los hombres en llevar y traer cargas pesadísismas sobre su cabeza de un lugar a otro, distante tal vez tres o cuatro leguas. Esto que se ve comúnmente en mujeres de case ría y de la calle, de esfera menor, se ve a proporción en las damas y señoras, en lances y ocasiones en que trabajan sin melindres y afectadas delicadezas. Pero según van introduciéndose las modas y las aprensiones de Castilla en lo que llaman damería, temo que no tardarán mucho en hacerse de vidrio. Egoqui Machini mantua". (pág. 186).

"Las mujeres guipuzcoanas son también de valor superior a su sexo, no tan espantadizas como en otras provincias. En las guerras con Francia son pocas las que abandonan sus casas, aun en los lugares fronterizos, y algunas y muchas han hecho cosas hazañosas y muy varoniles de que pudieran sacarse ejemplares no muy antiguos. No se espantan, sino que antes están con mucho gusto mirando los alardes donde los hay, viendo disparar arcabuces y fusiles, notando y haciendo burla de cuantos lo manejan mal. Reciben, miran y tratan a los soldados, cuando pasan de un presidio a otro con gran frescura y serenidad; y con la misma sacuden la bofetada al soldado insolente que se atreve a amagar alguna indecendia". (pág. 188).

Virtudes del guipuzcoano

"Guipúzcoa, provincia de la mejor gente de mar que hay en el mundo por confesión de europeos y africanos" (pág. 20)

"El espíritu y quiero decir el genio de los guipuzcoanos, tiene partidas grandes y excelentes, y también otras pequeñas y vituperables. Son de genios alentados y de singular esfuerzo para hacer frente a los peligros y vencer dificultades y embarazos, y esto, que es loable, degenera hartas veces en arrojos y temeridades. El valor y el ánimo nace con ellos. En las guerras sangrientas de todo este siglo no ha habido regimiento sin soldados o sin oficiales guipuzcoanos; pero ninguno notado de cobarde, ni de pusilánime, y todos en reputación de mucho ánimo y valor; y sean testigos desapasionados de esto los militares de las demás provincias de España". (pág. 185).

Defectos del guipuzcoano

"Son envidiosos, soberbios, ingratos de genio, que con el tiempo, la reflexión, educación y virtud se pueden vencer todos, como se vencen muchos, y hacen virtuoso y loable su vencimiento. Son envidiosos, no del bien y fortuna de extraños y forasteros, sino de los suyos propios, de sus vecinos, paisanos y parientes que tengan a la vista.

Los ánimos generosos y elevados nacen con los guipuzcoanos; pero con el pensamiento de que son tan nobles de sangre como todos degeneran fácilmente en soberbios, despreciadores de los ricos, de los indianos, de los comerciantes, adinerados, de los andiquis y jaunchos, buscándoles todas las tachas que han podido tener en sus casas y familias... Hacen poco aprecio de los hábitos de órdenes militares, de los títulos de marqueses, condes, duques, como sean del país ya poco que le busquen la boca, un casero dueño de un solar dirá que es tan bueno o mejor que todos ellos con sus adobaquis". (pág. 190).

"De esta soberbia les viene el ser ingratos, no quiero decir desagradables, sino que son de genios ingratos, esto es, desagradecidos, y que estiman poco los obsequios, favores y servicios que les hacen; y se entiende aquí dentro del país y entre paisanos. Todo les parece que se les debe y que no hacen más que cumplir con su obligación cuantos los agasajan, obedecen y sirven. Estos defectos, que tanto se descubren dentro de Guipúzcoa, se desvanencen en sus hijos cuando salen a otros países, aunque en ellos sea muy corriente la envidia, la soberbia, la ingratitud y se hacen por todos los genios estimables" (pág. 191 ).

La moda, las costumbres y bailes

El autor jesuita dedica diferentes capítulos a hablar de la moda, de las costumbres de los guipuzcoanos en bodas y entierros, así como en fiestas, juegos, entretenimientos y danzas.

Afirma que los guipuzcoanos van bien vestidos, limpios y decentes de modo que parece que no hay labradores ni pobres. En las case rías utilizan las abarcas pero en la calle medias y zapatos. Usan casacas, calzones de paño de Segovia, chupa, almilla, media, zapato y sombrero. Se suenan con pañuelos blancos o de color. Los caseros propietarios visten con espadines o con espadas largas. Los mozos vienen con montera y palos altos y fuertes. Todas las guipuzcoanas son de una inclinación predominante a la ropa blanca. 'Nuestro autor describe de las mujeres las camisas, enaguas, faldas, medias, zapatos, sayas, tocados para la cabeza, pendientes, jubones, casacas, alfileres, mantillas, rosarios, etc. y termina: "no es señal de riqueza y mucho dinero el que la gente de Guipúzcoa aun la menuda y vulgar salta tan bien vestida en las fiestas y funciones; solamente es señal de ser gente aseada, limpia y amiga de bien parecer y que tiene habilidad de lucirlo con su pobreza" (pág. 221 ). Sobre las motas castellanas dice Larramendi "mirense las modas de Castilla, vengan después a Guipúzcoa y aquí se hallarán todas" (pág. 222).

Comienza la descripción de las costumbres guipuzcoanas en entierros y funerales afirmando: "Es muy cierto que bodas y funerales han sido, son y serán las ruinas de las casas y familias de Guipúzcoa" (pág. 226) Y esto por la gran afluencia de personas, clérigos, parientes y amigos a los que tras la ceremonia de la iglesia se debe dar de comer. Describe con detalle la ceremonia del funeral, las procesiones, la participación de hombres y de mujeres, las clases de entierros mayores, medianos y menores, lo mismo que los oficios funerales al día séptimo, noveno, trigésimo y cabo de año, etc.

Al hablar de los juegos dice que "son los guipuzcoanos de genio alegre y divertido y muy inclinados a ver fiestas, aun los que están todo el año entregados a su labranza y trabajo" (pág. 235). Describe las fiestas de toros y de moros, de gansos, sortijas con gamella etc. Los juegos de los niños que describe son la trompa, la peonza y rayuela, el toro y la guerra. Describe luego las diferentes clases de juegos de naipes, el juego de la pelota, la tirada de la barra, la carrera y la caza.

Pero mucho más Larramendi describe con precisión las distintas clases de danzas: las comunes a todas las fiestas y que se acompañan del tamboril y las estiladas en cada una de las solemnidades como la espatadenza, alagai danza y aceri danza. En general se muestra favorable a las danzas y niega que sean pecaminosas, ya que esta afirmación la confirma con un estudio de los Santos Padres y de la Sagrada Escritura. Y concluye: "ya hemos visto que las danzas, aun de hombres y mujeres, no son de suyo malas, y lo hemos probado con los ejemplares de las danzas antiguas del pueblo de Dios y que no estuvieron prohibidas" (pág. 264). Y continúa en la misma idea afirmando: "Desembarazados los argumentos y objeciones que se hacen contra las danzas, voy a decir el modo con que las tengo aprobadas y las vuelo a aprobar como lícitas y no malas" (pág. 284). "Digo hablando de nuestras danzas de Guipúzcoa que no pueden condenarse o prohibirse con prudencia" (pág. 290).

En resumen, podemos indicar como virtudes el valor, el servicio y la osadía; y como defectos de los guipuzcoanos el dejamiento, el desinterés por sus cosas, la ignorancia de su historia, el abandono del euskera, la apatía por sus fueros y sobre todo la envidia, la ingratitud y la soberbia nacida del orgullo de sangre y del igualitarismo, defectos éstos que generan en el guipuzcoano un desprecio del comerciante, del adinerado, del jauncho y del título nobiliario.

Clases profesionales

Nuestro autor describe las clases profesionales más apetecibles de los guipuzcoanos como son las militares. También cita a ferrones, fabricantes de armas y de anclas, a maestros, médicos y boticarios. Además señala como muy propio de los guipuzcoanos el conocimiento de la filosofía, teología, moral, escolástica positiva y jurisprudencia, lo mismo que de la medicina, filología y las ciencias.

"La más sobresaliente de las inclinaciones de los guipuzcoanos es la que tienen al mar, no sólo en lugares marítimos y sus cercanías, sino también en los de tierra adentro. Apenas toman dos lecciones, cuando se hallan casi de repente, y como por ensalmo, hechos marineros y pilotos, lo cual se ve cada día en muchachos que apenas les apunta el bozo. Causa admiración el atrevimiento con que entran diez o doce niños de escuela o poco mayores en bote, en chalupa y aun en lancha y remando salen fuera al mar, levantan su vela y se van paseando a otro puerto donde hay juegos o bailes o toros u otras fiestas y vuelven a sus casas con tanta seguridad como pudieran unos prácticos de mucha edad. Apréstense dos o tres navíos para Caracas, Buenos Aires y otros puertos de la América; se presentarán a porfía marineros de Guipúzcoa voluntariamente. No así cuando hay levas para la armada real, porque la precisión y sujeción es contra su genio y porque tiempos ha que ven por experiencia que en los navios del rey la ración y paga señalada es la mejor pero que no se paga o se paga mal, por avaricia O de los capitanes o de los asentistas y ministros" (pág. 194).

"En todos estos rumbos se han visto guipuzcoanos catedráticos, canónigos, dignidades, obispos, jueces, oidores y consejeros reales y de Estado" (pág. 193).

"Además son testimonios de esta verdad dos capitanes generales de los ejércitos de Su Majestad, tantos tenientes generales, tantos mariscales de campo, brigadieres, coroneles y otros oficiales que en nuestro días llegaron a serio por su valor sobresaliente; tntos capitanes de alto bordo, jefes de escuadra, mayor general, con otros oficiales de mar sin número, todos guipuzcoanos" (pág. 187).

"Hay otros muchos que han impreso hartas veces que la guipuzcoana es la mejor gente de mar; y no quieren decir en esto que solamente es la mejor gente en la inteligencia y práctica de la navegación, sino también en el aliento y valor para abordar al enemigo, aunque sean mayores sus buques, resistir con coraje a fuerza mayor y no rendirse hasta el cabo". (pág. 188)

"Oyendo el servicio del rey por la carrera de soldados rasos, no sé qué villano terror se apodera de nosotros y en qué sustos, apreturas y confusiones se ve por esta causa la provincia. Para morir a millares en La Habana, en Caracas, en esas Indias y en el corso, y para morir sin utilidad del reino, ni de esta provincia, sin honra ni adelantamiento, siquiera de sus casas y parientes, todos se hallan prontos y aun pretenden esta su ruina; pero para servir al rey en su regimiento todos se hallan helados; joh! que los que van por soldado van a morir" (pág. 195).

La familia

Larramendi describe la familia rural amplia y la familia urbana. La familia patriarcal y la campesina. Según Larramendi hasta hace poco: "criaban a sus hijos duramente y sin melindres. Sopas de ajo por desayuno ya la escuela descalzos y sin sombrero ni montera, lloviese o nevase, o hubiese mucho sol y bochorno. Así se criaban fuertes y robustos, ahorraban mucho a sus padres para que gastasen con ellos en el teatro de colegios mayores y universidades...Hoy sucede lo contrario: se desdeñan de vivir en sus solares y de gobernar por sí sus herrerías y demás haciendas; no se contentan con poco; se visten de todas modas y modos, como luego se verá, crian a sus hijos con melindres, vístelos como principitos, cúmpleles todas sus mañas; no los ha de azotar el maestro en la escuela, ni tocarlos ni reñirlos. Comen espléndidamente: de ordinario las dos ollas que llaman dulce y salada: convites frecuentes de todo reglado, refrescos de aguas compuestas, dulces, chocolates, bizcochos diferentes". "Para estas locuras no basta la hacienda: censos aquí, censos allí: deudas en el mercader, en la tienda, en los arrieros, carnicerías y otros puestos. Buen modo por cierto para mantener los hijos en colegios y universidades" (pág. 199).

Los mayorazgos

Larramendi señala la multitud de mayorazgos que hay en la provincia. En la historia vieron los guipuzcoanos que las haciendas de gran sustancia y juego eran repartidas entre muchos hijos por razón de sus legítimas y que por esto se reducían a la nada y comprobaron que por esta causa, casas de mucho lustre y de la primera estimación se miraban hundidas en la oscuridad y aun total olvido. Por esto decidieron establecerlos mayorazgos:

"Mayorzagos pequeños y de corta renta, ha bastantes años que los hay en Guipúzcoa y en gran número, que cada día se aumenta por el inconveniente de las legítimas, que casi aniquilan las casas. También hay gran número de mayorazgos de mil y dos mil ducados de renta. No hay tantos de seis mil y ocho mil ducados, y menos los que pasan de tanta renta, aunque hay algunos y son muy conocidos".

"Habiendo entrado en Guipúzcoa tantos caudales de Indias y tan ricos indianos es natural que también hayan fundado mayorazgos de rumbo y fama; pero como en lo común los caudales de Indias traen la maldición del cielo, que los disipa con poco y corto lucimiento, así ha sucedido también por lo común en los mayorazgos que han fundado los indianos" (pág. 201 }.

Las instituciones civiles

Larramendi constata la inexistencia en Guipúzcoa de verdaderas instituciones y movimientos culturales: "No hay aquí teatros de gran rumbo, ni universidades, ni escuelas mayores; no se enseñan matemáticas, ni en todas ni en algunas de sus partes" (pág. 191 }. Pero sin embargo hay muchos que saben idear y ejecutar la fábrica de las herrerías, grandes y pequeñas, con ingenios de agua totalmente prácticos y seguros. los guipuzcoanos aprenden el manejo de toda clase de máquinas de herrería. Son los guipuzcoanos aptos para ser maestros, contramaestres, oficiales, constructores de navíos de toda especie, utilizando para su construcción los conocimientos de las geometrías mas sublimes. Saben confeccionar armas de fuego, bayonetas y fusiles, y ahora últimamente toda clase de anclas, sólidas ya martillo, de tamaño diferente desde diez a ochenta quintales y como dice textualmente "anclas las más sólidas y firmes y las más bellas que se han visto jamás en Europa. Invención ha sido que ahorrará a España caudales increíbles que antes pasaban a Holanda" (pág.. 192}.

Entre las instituciones de mayor rendimiento económico Larramendi señala y describe con precisión las herrerías grandes y pequeñas, las case rías con más o menos tierras destinadas a producir trigo y maíz y con más o menos árboles destinados a producir castaña, leña, carbón, manzanares y viñas de la marina. Dedican los guipuzcoanos los montes a producir árboles que luego se utilizan para frontales, vigas para edificios y piezas para la construcción de navíos.

Describe las instituciones municipales con estas palabras:

"Hallarás unos pueblos cortos, bien formados, con lindas calles, aseadas, limpias, casas buenas, decentes y muchas de ostentación; la gente mucha y lucida; cada pueblo con sus magistrados, de alcaldes, regidores, fieles, síndicos, tesoreros, escribanos de ayuntamiento, veedores de montes, con sus ordenanzas y leyes particulares, con sus propios y rentas, y una práctica y solfa de gobierno civil digno de las mayores repúblicas y pueblos. Hallarás pueblos pequeños en su terreno, pero grandes en las providencias y economía de sus establecimientos. Para las primeras letras en cada uno hay escuelas y maestros pagados de las rentas del común, de donde salen muchos y grandes pendolistas. Hay carnicerías para el abasto y desahogo del pueblo, alhóndigas para el aforo de los vinos que se deben admitir y para la administración y venta de él en cada taberna; fuentes de agua cristalina con caños hermosos y estructuras de piedra labrada, relojes cuya campana se oye en todo el pueblo". (pág. 328).

Comportamientos, mentalidades y vida cotidiana

Entre estos referentes desarrolla nuestro autor las mentalidades de los guipuzcoanos describiendo las modas, el atuendo femenino y sus vestidos. También describe las fiestas, como las de los toros y las danzas de las que hace un inventario de sus especies, con sus movimientos y usos, los juegos de cartas describiendo el juego de mus, y el juego del frontón deteniéndose en la pelota y en otros deportes rurales. Entre los comportamientos y los entretenimientos describe los entierros y los funerales.

Mitología

Varios son los mitos que siguen funcionando en la sociedad guipuzcoana del siglo XVIII tales como el Tubalismo (que viene comparado con el mayorazgo israelítico), el Vascoiberismo (que aprovecha para describir los dialectos del euskera, augurando un renacimiento de la lengua vasca), el Clasicismo vasco (teniendo a Israel como modelo) y la Territorialidad,

Tubalismo: En Guipúzcoa se mantuvo la nobleza precisamente por su ascendencia en Tubal, mientras que en España por la mezcla de otras razas "se acabó la nobleza primitiva de la sangre, que consistía en la precisa y limpia ascendencia y línea sabida y no interrumpida hasta su raíz y tronco" (pág. 152).

"Y asegurada de estas negativas y exclusivas, sabe en fin positivamente que viene en derechura y sin cortaduras de la familia y de los hijos de Tubal, que poblaron a España: cuya sangre nobilisima y limpísima ha mantenido en tantos siglos a pesar de bárbaras naciones que inundaron el resto de España" (pág. 154)

Igualitarismo:

"De este principio antiquísmo del Tubalismo y el primero en línea de sangre española, a que recurren todos los legítimos guipuzcoanos, nace que todos son igualmente nobles de sangre sean grandes o pequeños, ricos o pobres, de estos oficios o de los otros, mecánicos o liberales, como sucedía en el pueblo escogido de Dios; porque estas diversidades no ponen diferencia alguna en la hidalguía y ascendencia de los unos más que de los otros, porque en todos es una misma y del mismo principio" (pág. 154).

"Si los demás oficios no se oponen a la nobleza de la sangre claro está que menos se opondrán la agricultura y su labranza y el comercio o mercancía" (pág. 156).

Territorialidad:

"La nación de los vascongados y particularmente de Guipúzcoa, ha tenido el ser mirada y atendida de Dios con especial cuidado entre todas las de España y pudiera decir del mundo entero. Esta nacioncita siempre ha estado en este ángulo septentrional, jamás se ha confundido ni mezclado ni de griegos, ni de cartaginenses, ni de fenicios, ni de otras gentes. Y la demostración de esta verdad es el vascuence, lengua que evidentemente nos distingue de esas otras naciones. Sabe Guipúzcoa que la sangre de los suyos no tiene que ver con las de estas naciones y que a ninguna de ellas tiene que recurrir en busca de su principio, de su alcurnia y de su genealogía" (pág. 154).

Geografía jurídica

En este apartado vamos a presentar el pensamiento de Larramendi sobre el derecho guipuzcoano es decir sobre sus fuentes jurídicas y sus Instituciones políticas.

Fuentes e Instituciones

Y empezaremos por el Fuero y sus clases que acababa de ser confirmado por el rey Fernando VI en 1752. Pasamos luego al fundamento del fuero que es la nobleza de sangre. Pasaremos luego a diseñar otras clases de nobleza. Y luego a desarrollar el problema que diferenciaba la nobleza castellana de la vasca, precisamente por la relación que existía entre la nobleza y el trabajo manual. Se tocan, luego, otros puntos como los parientes Mayores y los millares.

En cuanto a las instituciones desarrolla el Padre Larramendi el gobierno municipal y sus ordenanzas, las Juntas generales y particulares, la coronelía de guerra, los diputados y las villas de tanda. Pasa luego a las instituciones unipersonales: el corregidor y sus oficiales, su ingerencia en la vida de las Juntas, los alcaldes de villas y de hermandad, los escribanos, los abogados y por fin los procuradores junteros.

Dentro de las fuentes jurídicas el autor alude a las Ordenanzas municipales con las que se rige cada una de las villas y que regulan las instituciones municipales que el autor describe. Pasa luego a hablar de los Fueros de Guipúzcoa, en especial del Fuero impreso que Larramendi comenta con detención en alguno de sus aspectos. Distingue el Fuero de los fueros derivados y accidentales allegados como privilegio de los reyes. Pasa luego a hablar del juramento real de conservar los fueros y rechazar los desafueros, de lo que se deriva el rechazo popular de toda intromisión de las autoridades del rey en todo gobierno civil y militar. Entre estas cualidades del Fuero el autor se detiene en señalar la sujeción voluntaria a los reyes (esto es el pactismo) y la prerrogativa guipuzcoana de la alcaldía de sacas. Dice textualmente:

"El Fuero impreso contiene muchos títulos y en cada uno muchos capítulos, todos concernientes al buen régimen y gobierno de los pueblos entre sí, con la provincia, con el rey, en orden a montes, a la hermandad, etc. Este fuero de Guipúzcoa uno es primitivo, original y como radical y de éste se habla en aquellos títulos que declaran ser noble Guipúzcoa en todos sus hijos, como lo han sido siempre; ser país libre para naturales y extranjeros; libre por mar y tierra en todos géneros, mercaderías y comercios; libre de pechos, sisas y tributos. Este fuero de Guipúzcoa no tiene otro origen que el de su primera población. No procede de alguna consecución y favor humano. Antes que Castilla y Navarra tuviesen reyes, gozaba Guipúzcoa de este fuero primitivo. Cuando Guipúzcoa en tiempo antiguo anduvo como república aparte, y después cuando unida a Navarra se gobernó por este fuero y desde el año 1200 en que se unió a Castilla se ha conservado con el mismo fuero, sin que ninguno de los reyes de Navarra o de Castilla se lo haya quitado hasta ahora". (pág. 98).

Pactismo

Refutando a Murillo Velarde dice: "Errará creyendo que Vizcaya se agregó voluntariamente a Castilla el año 1200, porque se agregó así Guipúzcoa". (pág. 14)

"Guipúzcoa, provincia voluntariamente agregada a Castilla desde el año 1200, y desde entonces vasallos voluntarios, fidelísimos, constantes, leales, nobles, no vasallos apremiados, conquistados, sujetos por fuerza ni violencia de armas. Provincia que aun después de casi seis siglos pudiera mantener su unión a Castilla como libérrima y voluntaria, si por una especie de prescripcion también voluntaria y libre en su amor y fidelidad y constancia no hubiera hecho como necesaria su unión y agregación a Castilla. Guipúzcoa, por eso mismo acreedora a tantas caricias, franquezas, confianzas que siempre ha merecido a sus católicos monarcas, hasta nuestro católico monarca Fernando VI, que expresamente tiene declarado que se guarden a Guipúzcoa sus fueros, como se le han guardado hasta aquí, y se le debieren guardar". (pág. 22)

Resarción de los contra fueros

"Hallarás, en fin, por estas y otras señas que si Guipúzcoa es provincia del terreno más corto y pobre de España, es sin embargo la provincia más cultivada, material y, formalmente, la más cumplida y arreglada a sus fueros, buenos usos y costumbres ya las leyes de Casti1la, que no se rozan con las del país, y que es una república la más bien ordenada y gobernada, así en lo civil y profano, como en lo eclesiástico y cristiano"..."Dime, ahora, por vida tuya, ¿qué crítica merece uno así a manera de epifonema, que viendo tal vez la resistencia de Guipúzcoa a manifiestos contrafueros, pronuncian con gravedad de areopagitas que lo mejor sería para Guipúzcoa el procurar que no se acordasen jamás de ella: y los pronunciadores son unos cuantos indigestos, que con sus Digestos y Pandectas respiran veneno y envidia? ...Dirás que si ellos se acordaran menos de Guipúzcoa, de su pobreza, limpieza y libertad, no hablaran tantas simplezas ni se carcomieran tanto de envidia y de indigestión, no habiéndoles hecho mal ninguno Guipúzcoa...Lo cierto es que se acuerdan demasiado de Guipúzcoa allá arriba para mortificarla y tenerla sobresaltada, y en este sentido claro está que sería mejor que no se acordasen de e1la". (pág. 329)

La Nobleza de sangre

Larramendi describe varias clases de nobleza. Habla en primer lugar de la nobleza de sangre de todo guipuzcoano ya que provienen todos los guipuzcoanos de alguno de los solares: "Esta nobleza de sangre les viene por herencia y suben con e1la con la mayor limpieza del mundo hasta los primeros pobladores de España" (pág. 145). Esta nobleza ha sido reconocida por los reyes y sus consejos, no sólo para Guipúzcoa sino para toda España y todo el mundo. Por esto no se admite por vecino al que no es hidalgo conocido. No son admitidos como vecinos y moradores los judíos, los moros, "ni los que tienen alguna raza de ellos", ni los mulatos, ni negros, ni agotes. Hay en Guipúzcoa algunos vecinos cuyos padres y abuelos vinieron de Inglaterra, Francia, Flandes, Castilla, Navarra, Aragón y otras provincias de España pero aprobaron las pruebas de hidalguía.

Es una nobleza compatible con las artes y oficios mecánicos de zapateros, sastres, herreros, carpinteros, canteros, sombrereros, jornaleros, labradores, tratantes y mercaderes:

"Sólo se mira con horror y desprecio el oficio de carnicero cortador, no el de proveeedor de carnes, ni se verá guipuzcoano en semejante oficio, ni me dan razón de esta excepción. No desdeñandose aquí de ser arrieros o mozos de mulas, tienen horror a ser fuera de aquí caleseros, cocheros y lacayos y no entran en esos oficios por miserables y pobres que sean" "Según eso podrán ser los sastres y zapateros y demás oficiales, cargohabientes de los pueblos de Guipúzcoa" (pág. 167)

La Nobleza adquirida

"Aunque todos los guipuzcoanos sean nobles, no todos pueden entrar en los cargos honoríficos de la república; para eso, además, son menester los millares que llaman, esto es, tanta hacienda, que sirva de seguridad a la república para sanearse de los daños que pueda causarle un mal cargohabiente. Pero cuantos tuviesen los millares necesarios pueden ser alcaldes, regidores, síndicos, fieles, tesoreros, junteros, diputados, no siendo tontos y teniendo los talentos necesarios". (pág. 170)

"Sobre esta nobleza común y heredada que tienen toos los guipuzcoanos y en que son iguales todos, hay otra nobleza adquirida, que hace más o menos ilustres las casas y familias y en esto no son ni pueden ser iguales todos, como tampoco son de lustre igual todos los hidalgos y caballeros notorios de Castilla y otros reinos...Esta nobleza tiene su origen en hechos, hazañas heróicas por mar y tierra...por 10 cual merecieron estimaciones y premios de los reyes". (pág. 173).

"Aquí vienen como en su rugar los parientes mayores de Guipúzcoa y sus solares y palacios, que desde lo antiguo se han Ilamado Jaureguiac que significa palacios, casas de señores. Estos parientes mayores de Guipúzcoa eran como antiguamente los richos hombres de Castilla, cabos de linaje, troncos de la nobleza adquirida por hechos hazañosos y servicios reales". (pág. 173). luego nuestro autor se detiene en la descripción de la Junta de Parientes Mayores (pág. 176), su actuación en 1624, su división en oñacjnos y gamboinos siguiendo a los historiadores Zaldivia y López de Isasti la nobleza de la virtud: Larramendi también conoce la nobleza de la virtud. Dice textualmente siguiendo la edición de Tellechea Idígoras:

"Fuera de esta noble prosapia, en que son todas iguales, tienen las almas otra nobleza, ya natural, ya sobrenatural, y es la nobleza de la virtud; y en esto son muy desiguales los hombres por la desigualdad de sus almas".

"La nobleza civil y política es la privilegiada y que es atendida en el mundo y por sus leyes; la nobleza superior de la virtud no es privilegiada, ni apenas merece una leve atención y favor de las leyes y jurisprudencia del mundo"

"Es sin controversia más de estimar la nobleza de la virtud que la de la sangre y linaje, y ningún racional instruído puede negar esta verdad".

"Guipúzcoa ha tenido muchos nobles de esta especie. Ha tenido santos canonizados y canonizables, varones insignes en virtud y santidad, religión, mártires y confesores".

Instituciones jurídicas: La Provincia

la Provincia de Guipúzcoa: tiene cuatro lugares señalados para la residencia de su diputación general y de la audiencia del corregidor que son San Sebastián, Tolosa, Azpeitia y Azcoitia. Igualmente la provincia tiene tres alcaldías mayores y tres distritos que son goyerri, beterri, costaldea o ichasalde.

Igualmente el autor se refiere a la Hermandad de los pueblos de Guipúzcoa juntamente con sus alcaldes de Hermandad, a las juntas generales que vienen comparadas con las de Grecia y que se describen en su desarrollo y solemnidades, a las juntas particulares, a los junteros o procuradores, a la Diputación general, a los diputados generales ya los diputados de partido, al gobierno militar de la Provincia con sus coroneles y sargentos y describe las actuaciones bélicas en las que intervino Guipúzcoa

Pasa luego al estudio de otras instituciones como son las del corregidor y su audiencia, en donde sigue la doctrina del Fuero. Sobre este punto se hace la reflexión siguiente:

"Se me antoja el preguntar si con beneplácito del rey sería conveniente que Guipúzcoa volviese a su práctica antigua de no tener corregidor, si no es a petición suya y durante su voluntad, y si sería conveniente que por algún tiempo estuviesemos sin corregidor. Yo sería de parecer, salvo meliori, que esto sería muy conveniente". (pág. 121).

Por otra parte y refutando a Murillo Velarde: "Dice que las tres provincias se gobiernan por corregidores; es falso, pues Alava no le tiene". Dice que "Donostia tiene corregidor y no le tiene".

Dice que en Valladolid hay un juez mayor de Vizcaya; y lo extiende a todas tres, siendo fuero particular del señorío de vizcaya, que no es extiende a Guipúzcoa ni Alava" (pág.12).

"Errará entendiendo entre los dictados del rey de España el de señor de Vizcaya, como señor de Alava y Guipúzcoa, pues solamente lo es de aquel territorio particular y no de otros". (pág. 14).

A proposito de la nación vizcaína en la Universidad afirma: "todos los vascongados, vizcaínos, alaveses y navarros y guipuzcoanos, hacían un cuerpo, para distinguirse de castellanos, andaluces y extremeños, así en los vítores como en las elecciones de consiliarios y otras funciones". (pág. 15).

Geografía eclesiástica

El obispado de Guipúzcoa

Tras constatar la división eclesiástica en la que se halla sumida Guipúzcoa el P. Larramendi afirma:

"En Guipúzcoa tienen jurisdicción dos señores obispos y son de Calahorra y de Pamplona. Mejor fuera que Guipúzcoa tuviese su obispo y particular" (pág. 129).

"Siempre me ha parecido grande el inconveniente que de muchos modos proviene a Guipúzcoa de no tener su obispo aparte y de estar sujeta a dos obispos, y ambos distantes. Esta distancia, y el ser montuoso y áspero el terreno, hace que pocas veces bajan los obispos a visita, y cuando bajan (y lo mismo sucede hoya los visitadores) no la hacen con la pausa y reflexión que pide una acción tan grave, y quedan sin remedio muchas cosas, a que después no puede ocurrir desde lejos. y teniendo cerca y dentro de Guipúzcoa de asiento el obispo, cesaban estos inconvenientes. Las visitas serían más frecuentes, las confirmaciones no se dilatarían tantos años, el pastor conocería mejor sus ovejas, sabría mejor sus enfermedades para curarlas".

"De no tener Guipúzcoa obispo aparte, se multiplican gastos de los pobres clérigos en las largas jornadas a Pamplona y Calahorra cuando van a ordenarse, y se disminuirían mucho estos gastos estando cerca y dentro el obispo, y con la ventaja de que se quedaría en Guipúzcoa todo el dinero de los gastos precisos, cuando todo él sale hoy fuera de la provincia a Navarra, y lo mismo sucede en tantos pleitos eclesiásticos, con cuya ocasión se extraen grandes caudales a Navarra y es causa de mucha pobreza en Guipúzcoa. Además, y con el pretexto de que no tiene hoy el obispo diezmos en Guipúzcoa, se cargan a sus eclesiásticos derechos exorbitantes y con gran diferencia de los que se cargan a los de Navarra, en licencias, en cartillas, en el sello, escritura, etc., de que oigo mil quejas todos los días, no sé si bien fundadas".

"La provincia pudiera y debiera pensar en sus juntas generales en procurar este bien a sus pueblos. El año de 1625, en la junta general de Rentería se propuso a la provincia, a instancia del clero de Guipúzcoa, que convenía por muchas razones que tuviese propio obispo. Todos los caballeros junteros convinieron en la propuesta; y para señalarle competente renta y el lugar de su residencia, y cómo se debían practicar las diligencias necesarias, se remitió la resolución a las villas, para que la llevasen a la primera junta, que tendría efecto en Guetaria. Leílo en el doctor Isasti, y lo verifiqué después en el archivo de la provincia. No sé por qué se abandonó esta especie".

"En la residencia del obispo no podía haber dificultad, pues en ninguna parte estuviera mejor que en Tolosa, cuya magnífica iglesia aun hoy puede llamarse catedral, y canónigos sus beneficiados. No necesitaría el obispo tren de coches, pues no admite el país, ni otras superfluidades que en otros países se doran con los nombres de decencia y bienestar de un príncipe de la Iglesia. y para un obispo sin tales nimiedades no es dificultoso discurrir renta congrua y decente, y aun mayor de la que tienen algunos obispos, aun en España. Patronatos tiene que dar el rey, y no los negará para el bien universal de la provincia, cuando los da para el bien particular de éste y del otro caballero. Pensiones tiene Su Majestad, que puede agregarle, ya unas, ya otras. Beneficíos en las iglesias que perciben diezmos, y se le pueden agregar algunos sin detrimento de ellas. De los patronos diviseros puede morderse algo de tanto como llevan sin mucha razón. Si hay voluntad en los provincianos, ellos discurrirán otros medios conducentes, y si no la tienen, es que les ha faltado el grande espíritu de guipuzcoanos". (pág. 134).

Iglesias Propias

"El rey tiene aquí muchos patronatos de iglesias, por concesión antigua de la Silla apostólica y los va proveyendo en caballero benemérito por una o por dos, o por tres o cuatro vidas, según su real agrado. De estos patronatos reales son el de Fuenterrabia, Hernani, Azcoitia, Erregil, Elgoibar, Plasencia, Zarauz y no sé qué más. Hay otros patronatos diviseros, que tienen caballeros particulares como son las iglesias de Astigarraga, Usurbil, Zizurquil, Lazcano, Aya, Idiazal y otras; y en estas los patronatos son los que dan y nombran a los beneficios y curatos; y lo mismo es de los patronatos reales. El de Azpeitia en tiempos muy antiguos era patronato real; pero por particulares razones que hubo, quisieron los reyes que fuese divisero. Estos patronatos están obligados en conciencia a dar la congrua suficiente al cura y beneficiados y atender con decencia a las necesidades de la parroquia y del culto divino.

El patronato en otros muchos pueblos está incorporado en los mismos pueblos y sus vecinos y en ellos se conserva la disciplina eclesiástica antigua en la provisión de beneficios y curatos, que se dan por votos de todos... (aunque luego) convinieron en depositar su derecho de votar todos en pocos vecinos, que comúnmente son los cargohabientes y algún eclesiástico y éstos votan y nombran a los beneficiados en nombre de todo el pueblo, que les dio su poder cumplido. Así se proveen en San Sebastián, Tolosa, Guetaria, Zumaya, Villareal y de pocos años acá en Andoain. Pero otros pueblos no han querido admitir novedad alguna y se mantienen en la costumbre de nombrar a los beneficiados por voto de todos los vecinos y es causa de mil inconvenientes. Así en Irún, en Oyarzun, en Urnieta y en algunos otros pueblos. En ellos los beneficios son decentes porque perciben los diezmos; pero en los que los patronos son este particular y el otro, son muy tenues y muchos no son congrua suficiente por la avaricia de los patronos a quienes no les puede servir de excusa que el ingreso de la iglesia es grande pues de esto se deben pocas gracias o ninguna a ello y muchas a la piedad y devoción de los fieles parroquianos... Ninguno de los obispos tiene diezmos ni parte de ellos en Guipúzcoa" (págs.129-131).

Organización eclesiástica

1. Arciprestazgos: En el Obispado de Pamplona hay dos arciprestazgos, uno mayor y otro menor que se describen en sus límites geográficos. El arciprestazgo mayor tiene su diputado general y secretario que son nombrados en congregación plena por los congregantes junteros y poderhabientes de todos los cabildos eclesiásticos. El diputado es el que despacha en nombre del clero.

2. Congregación del clero: El clero tiene junta o congregación regular todos los años y también congregaciones extraordinarias. En ellas examinan sus dependencias, memoriales, pretensiones, quejas, se reparten los gastos y se toman las cuentas. Todo según las constituciones que tienen hechas que son muy prudentes y oportunas. Este clero y su congregación la componen solamente los curas y beneficiados en propiedad y no entran en ella los sirvientes, espectantes, capellanes y otros que no tienen beneficio.

Del arciprestazgo menor hay poco que notar, porque no tiene constituciones particulares para su gobierno ni Diputado general tampoco, a lo menos con ese nombre. No tiene juntas fijas y sólo las tiene cuando las convoca el "archipreste", cuya dignidad corre siempre unida con la vicaría de Fuenterrabía. las Juntas del arciprestazgo menor, cuando se reunen, se hacen en un campo llamado Aristi, que está en término de Irún.

El clero que toca al obispado de Calahorra tampoco tiene cosa particular que se deba notar. De cinco en cinco años concurren los cabildos por sus individuos en Mañaria de Vizcaya y allí tratan de todo lo que pertenece al subsidio y excusado.

3. Seroras: El Autor cree que las seroras son un resto de las antiguas diaconisas que fueron reguladas en los concilios de Calcedonia, de Trullo, de Orleáns del año 138 y del Romano del 721. También las entronca con las presbiteras o presidentas de las que se habla en el Concilio de Laodicea del 367 o 372. Estas mujeres recibían la imposición de las manos, eran ordenadas y por esto quedaban consagradas en su estado celibatario.

"Entrar a serora es tomar estado en Guipúzcoa, lo mismo que entrar a ser monja, y sería terrible escándalo en el país, si después de serora se casara alguna de ellas. El nombramiento de ellas se hace con público instrumento por los patronos de las parroquias y ermitas. Visto el nombramiento, pasa el obispo a hacer información "de vita et moribus", de su edad y partidas necesarias, y despacha el título en forma, que les cuesta muy bien, para que tomen posesión de la seroría y perciban los emolumentos que se acostumbran y que les pertenencen. Entran a seroras, dando su dote, como si entraran monjas y la dote es mayor o menor, según la iglesia es mayor o menor o menos sus emolumentos. Visten algún hábito de religión, que comúnmente es de San Francisco, Santo Domingo, del Carmen, calzado o descalzo. Habla de ellas la Sinodal de Pamplona, libro 3, en el título "de Religiosis domibus", capítulo 6". Los emolumentos vienen a ser una especie de beneficio eclesiástico y consisten en la porción que les toca del pan de las ofrendas, de los "respices" de entierros y funerales, entraticas que llaman, bautizos, matrimonios, velaciones, en unas iglesias más, en otras menos. Su ministerio es atender a la decencia y limpieza de la iglesia, tenerla bien barrida, limpios los altares y toda la ropa blanca de ellos. Cuidar de las lámparas, de que arda siempre la que alumbra al Sacramento y apagar y encender las otras a los tiempos sabidos. Cuidar del ceremonial particular de las mujeres en entierros, funerales, procesiones y otros actos de iglesia. Salir guiando las del duelo de la casa del difunto a la iglesia, y acabada la función, volver a la misma casa, en cuyo zaguán y calle vecina se detienen todos, hasta que, rezado algo por el muerto, dice la serora su "Requiescat in pace" en latín o vascuence. En algunas iglesias cuidan también de abrir y cerrar las puertas y se quedan con las llaves de noche. En algo de esto se empleaban las diáconas". (pág. 137).

4. parroquias, capellanías, beneficios y devociones: Larramendi describe las ciento treinta parroquias y las ciento sesenta basílicas, santuarios y ermitas de Guipúzcoa. Cada uno de estos establecimientos viene descrito con sus altares, ornamentos, vasos sagrados y otros instrumentos, con sus beneficios y capellanías, cofradías, escuelas de Cristo y de María. Se añade igualmente la narración sobre las congregaciones del Sagrado Corazón de Jesús, las limosnas, la devoción a los santos los cuales guardan muchos de ellos una relación especial de curación de alguna enfermedad, las prácticas de piedad como el pan yagua benditas, el via crucis, los escapularios, la bula de la cruzada, y el rezo del ángelus. Dice textualmente:

"Hallarás en lugares tan cortos, templos bellísimos y muchos y muy magníficos, arnecidos de ricos ornamentos y vasos sagrados; los altares, en especial los mayores, muy majestuosos, de gran talla, por lo común bien dorados y bien estofadas las estatuas; los coros con grandes órganos y organistas asalariados. El culto divino servido admirablemente bien y con el mejor orden posible por eclesiásticos no mal vestidos, no capipardos, ni astrosos, ni raspalleiros, que llama el gallego; sí bien y decentemente vestidos, con su cuello y loba, siempre y en público, o de bayeta o de paño de Segovia, o de otra telilla en verano, y los más siempre de loba y manteo con mucha mesura y gravedad. En las catedrales tendrán la ventaja en el estrépito y bulla de tantos instrumentos allí inútiles, que no dejan oir lo que se canta; pero no hacen ventaja alguna a las más iglesias de Guipúzcoa en la majestad, seriedad y armonía pacífica con que se celebran en ella las vísperas, misas y demás oficios solemnes de la Iglesia". (pág. 328).

Religiosidad

Para finalizar recoge en síntesis el jesuita Larramendi la religiosidad del pueblo guipuzcoano. Así signo de esta religiosidad del pueblo guipuzcoano es el sostenimiento social y económico del estado eclesiástico y de su gobierno, es decir de las ciento cincuenta parroquias y de la multitud de ermitas, cofradías y asociaciones, extendidas en los dos obispados de Pamplona y de Calahorra que se dan en Guipúzcoa. También es signo de esta misma religiosidad el mantenimiento de otras instituciones eclesiásticas como los arciprestazgos, la Congregación del clero y la aspiración de tener un obispado propio de la Provincia. Igualmente es signo de esa misma religiosidad la provisión de beneficios, el sostenimiento de los patronatos y el servicio de las seroras. La religiosidad del pueblo se concreta también en la asistencia a misas, vísperas, rosario, salve de los sábados, novenas, jubileos, devociones y prácticas piadosas (como la bendición del agua, del pan, del fuego, de las candelas y de los ramos benditos).

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VICENS VIVES, Jaime: Historia general moderna. Montaner y Simón. Barcelona, novena edición, 1974

 

NOTAS

1. El mismo Larramendi en sus conferencias forales dice: "tuve la honra de predicar a la Junta y oportunidad para saber lo que sucedió en ella y sus consecuencias". En efecto, el real decreto del 31 de agosto de 1717 disponía el traslado de las aduanas del interior a los puertos de mar ya las fronteras de Francia. Como comenta X.Estévez "la aplicación de ese decreto implicaba un gravamen fiscal sobre los productos importados que suponía un incremento automático de los precios de los artículos básicos de consumo". "la real disposición vulneraba claramente el ordenamiento foral". Vizcaya envió un memorial a la Corte que no obtuvo la respuesta deseada ya que las aduanas se trasladaron a la costa en marzo de 1718, desencadenándose con rapidez el motín en varias comarcas vizcaínas y en la zona occidental de Guipúzcoa. los acontecimientos de la insurrección se desarrollaron entre el 31 de agosto de 1717 y el 1 de enero de 1723. los amotinados vieron satisfechas sus reclamaciones con la revocación del decreto de 1717. Así un decreto del 16 de diciembre de 1722 reponía las aduanas en el interior a partir del 1 de enero de 1723.

2. La historia de los confesores reales en la España borbónica, está aún por hacer. Durante los Austrias menores los confesores reales habían sido dominicos. los Borbones imitan la tradición francesa de elegir sus confesores entre los jesuitas. En 1701 Luis XIV aconsejado por su confesor el jesuita P. de la Chaisse, eligió como confesor de su nieto Felipe Val P. Guillermo Daubenton (1701-1706). Con Felipe V se instalan jesuitas como confesores regios sucediendo al P. Daubeton, el P. Robinet (1706-1716) aconsejado éste último por el mismo Luis XIV, para volver de nuevo el P. Daubeton (1716-1723) que había sido despedido la primera vez por las presiones de la reina María luisa de Saboya y de su camarera la princesa de los Ursinos, las cuales desaparecidas de la corte posibilitaron su vuelta. le sucedieron los padres Bermúdez (1723-1726) madrileño y rector del Colegio imperial de Madrid y el P. Marín (1724) que fue confesor del reinado fugaz de Luis I. El P. Clarque (1727-1743) era un escocés nacido en Edimburgo y que fue rector del Colegio de Madrid muriendo en 1743. Es decir que fue el contemporáneo confesor real cuando el P. Larramendi lo era de la reina viuda. Según el P. Larramendi el comportamiento del confesor real fue taimado y poco claro. El último confesor real de Felipe V y el primero de Fernando VI fue el P. Lefebre, francés, que comenzó con su cargo en 1743. Era riguroso y muy afecto a la Compañía de Jesús, aunque movió grandes recelos en Roma en razón del Patronato. Cayó como confesor real por la trama urdida desde la Secretaría de Estado de Roma, a través de la corte portuguesa y con el apoyo del ministro de estado Carvajal. Le sucedió el P. Rábago que fue confesor real de la corte española desde 1747 a 1755.

3. Cuando en 1733 llegó a Loyola el P. Larramendi se encontró con que el proyecto de la reina Mariana de Austria, esbozado en 1681, de crear en Loyola un gran Santuario, estaba en vías de realización. Había logrado de su hijo Carlos II que se desincorporara del mayorazgo real de Oñaz-Loyola la casa y los terrenos adyacentes. La escritura fundacional se había firmado en el Buen Retiro en mayo de 1682 y el general de los jesuitas P. Juan Pablo Oliva había nombrado para la obra al arquitecto romano Carlo Fontana. Los jesuitas entraron en la Santa Casa el mismo ~ño 1682. Las obras de explanación se realizaron en 1688, mientras que la primera piedra se puso en 1689. Todo esto dio como resultado que en 1704 estuviera ya construida el ala izquierda. La dirección arquitectónica pasó a manos de Sebastián Lecuona en 1719 y fue consultado Joaquín de Churriguera en 1720, el cual vino personalmente a Loyola para resolver la cubrición de la iglesia. En 1733 sucedió en la dirección arquitectónica el azpeitiano Ignacio de Ibero que dirigió la obra hasta su culminación. En 1738 se inauguró la iglesia. Estos años estuvo en Loyola donde murió en 1738 el artista italiano Cayetano Pace y luego el escultor montañés Miguel de Mazo. En 1757 se trabajaba en la peana del altar mayor. En 1758 se colocó la estatua de san Ignacio que había elaborado el escultor valenciano Francisco Vergara que se hallaba en Roma desde 1745. Entre 1740 y 1757 se fabricó la gran cancela de ingreso a la iglesia con caoba traída de La Habana.

4. El Jansenismo: En efecto hacia 1720 escribió Larramendi su "Pallium thomisticum seu Larvae Jansenianae". El autor pretende respaldar la bula papal de Clemente XI (1700-1721) "Unigenitus" emitida en 1713 contra el jansenista Ouesnel. Como sabemos la bula fue mal aceptada por una gran parte del episcopado francés dirigido por el cardenal Noailles que apeló al concilio contra la doctrina pontificia. Larramendi enfocó el tema desde la perspectiva más cercana para él del enfrentamiento entre la escuela dominicana y la suareciana conocida como "De auxiliis", al pretender explicar la relación entre la libertad y la gracia en la santificación. En el Archivo de Loyola se nos conservan dos manuscritos larramendianos afectos a este tema y titulados: "Tractatus de controversiis divinae gratiae adversus Jansenistas" y "De systemate scholastico scholarum catholicarum".

5. Manuel de Larramendi escribió contra el gallicanismo la obra "Fides graeca Gallorum" que no pudo publicarse, según Hervás y Panduro, por las circunstancias en las que se encontraba la Compañía de Jesús, perseguida en Portugal y en Francia. Aunque en Francia esta teoría galicana tenia un fuerte arraigo, en otros países la misma doctrina era profesada con otros nombres como el de regalismo español O josefinismo austríaco. Genéricamente hablando se trata de una doctrina que pretende regular las relaciones entre la Iglesia y el Estado en los países católicos. El regalismo y las otras doctrinas afines concluyen con la revolución francesa al cerrarse el Antiguo Régimen.

Sobre las relaciones entre la iglesia y el estado el primer gran teorizador fue Marsilio de Padua al que en el siglo XVII le siguieron Van Espen (+1728) y Febronio (+1790). Entre los franceses habría que citar a Jacques Dupuy (+1639) y Pierre Marca (+1641) y dentro de España a Francisco Salgado de Somoza (+1644), Juan de Solórzano (+1654), Melchor de Macanaz (+1760), Gregorio Mayans y Siscar (+1781) ya Pedro Rodríguez de Campomanes

6. El título completo de la primera entrega fue el de "Mémoires pour I'Histoire des Sciences et des beaux Arts. Récueillis par I.Ordre de Son Altese Sérénissime Monseigneur le Prince Souverain de Dombles". A Trévoux. De Ilmprimerie de S.A.S., 1701.

7. Así lo quieren hacer saber en el prefacio del primer número de las "Mémoires" de enero-febrero de 1701 y luego vuelven a repetirlo en el número de febrero de 1712. En efecto el diccionario Moréri publicado en 1749 al hablar de Trévoux atribuye la idea de este proyecto al P. J. Fhilippe Lallemant. El documento de Blainville, antiguo redactor de la revista, que actualmente se conserva en el Archivo de Loyola atribuye la iniciativa a Lallement. Este documento viene transcrito por P. Faux: La fondation et les premiers rédacteurs des Mémoires de Trevoux (1701-1737) d'apres quelques documents inédits" Archivum Historicum Societatis Iesu 23(1954)146 ss.

 

8. En esta obra Larramendi desarrolla el tema del cantabrismo contra la opinión ilustrada del momento, en concreto de Mayans. Desde este momento el escaso aprecio que el P. Larramendi tenía para con G. Mayans y Siscar era mutuo. Por ejemplo en una carta de Mayans a M. Martínez Pingarrón del 8 de mayo de 1756 le decía: "viviendo el Sr. Orbe, nunca quise escrivir de propósito de los límites de la antigua Cantabria por no causarle algún disgusto si acaso era de otra opinión; i después de su muerte tampoco, por no tener que litigar con el P. Larramendi, no por miedo de su literatura de que hago mui bajo concepto, sino porque no se resintiese la Compañía si yo le tratasse como merece la destemplanza de su juicio, la qual experimenté por lo que escriví en mis Origenes i en la Apología en nombre de Plácido Veranio, cuyas obras pueden aver dado motivo a pensar que yo tengo algo escrito sobre la Cantabria, asunto que trató con gran juicio Zurita, si bien creo que se pudiera tratar con mayor erudición i claridad". Epistolario VII, Valencia, 1987, VII,446.

De opinión muy distinta era el jesuita Andrés Marcos Burriel que escribiendole a Gragorio Mayans el 20 de diciembre de 1744 le decía: "Otra cosa pensé sobre esto y es si acaso estas inscripciones serán de la lengua antigua de España antes de la mezcla de las naziones que el P. Larramendi con conjeturas muy fuertes quiere convenzer que ésta fue la vascongada o vizcaína sobre la qual tengo gran gana de ver el libro de Vmd. de los "Orígnes de la Lengua Española" que sólo he visto zitado y volver a leer a Alderete que muchos años ha leí y no le he podido aver más a las manos como ni tampoco Polygraphia de Dn. Bias Nasarre". (pág. 29). Escribiéndole el mismo Burriel a Mayans el 2 de mayo de 17451e decía:"Vo tengo medio de hacer pasar estas noticias que Vmd. me diere, además de algunos vizcaínos curiosos y amigos, al P . Manuel Larramendi, amantísimo de la gloria de su pays, y el más capaz de aprovecharse de los documentos de Vmd. pues ha podido formar el Arte de la Lengua Vascongada con el librito que publicó antes sobre la antiguedad, universalidad y primores, el que yo no sé si avrá merecido la aprobación de Vdm. pero a mí ver tiene cosas mui preciosas y está mui bien escrito. Promete Diccionario Vascuense que no sé que haya salido a luz",pág.107.

Sin embargo la enemistad entre Larramendi y Mayas aparece ya con claridad en la correspondencia de Burriel escribiendo a Mayans el19 de marzo de 1746 en donde dice: "Pero ahora sale el P. Larramendi a quien Vdm. verá mui empeñado contra Vmd. en su Diccionario Vascongado que me ha regalado el Sr. Orobio". (pág. 244) Se opone a la obra de Mayas: "Orígenes de la lengua española". V un año después en carta del 16 de abril de 17461e decía: "Larramendi está dejado de la mano de Dios contra Vmd., todos reprueban esto aun Nasarre, así lo he dícho aunque en otros términos al P. Losada que es su maestro. Hará Vmd. bien en no responderle y de esto iterum". (pág. 249). En carta del 15 de otubre de1746 vuelve sobre el tema diciéndole: "No sé lo que el P. Lossada hará en su curso. El es el oráculo de Salamanca con mucha razón. Es apasionado de Vmd. aunque es maestro del P. Larramendi. Podré decir mucho de esto quando logre la dicha de ver a Vmd. y abrazarle". (pág. 303).

9. "que c.estun Ouvrage singulier et qui tiendra son rang dans les grandes Bibliothéques".

10. Cfr. el capítulo cuarto "La polémica de Larramendi y Mayans" en la obra de A. Tovar: Mitología e ideología sobre la lengua vasca.

 

©José Luis Orella Unzué, 2001