Lurralde :inv. espac.

N. 29 (2006)

p. ***-***

ISSN 1697-3070

Aglomeraciones y áreas urbanas en España, dimensión y tendencias:

Breves precisiones.

Recibido:2005-07-11

Aceptado:2005-12-21

©José Mª. SERRANO MARTINEZ

Departamento de Geografía Universidad de Murcia

Jmserran@um.es

 

 

Resumen

El incremento de población concentrado en las aglomeraciones urbanas en España (más de 100.000 h.) ha sido muy intenso. Su ritmo de aumento asciende con especial fuerza en la segunda mitad del siglo pasado y continúa con viveza en el presente. Con algunas contadas excepciones es general, afecta a casi todas. En la actualidad la población residente en ellas alcanza proporciones muy elevadas, 61 % del total de la población. Pero aún más importancia adquieren los cambios interiores que modifican estos nuevos espacios urbanizados. Los actuales modelos de aglomeraciones significan una clara situación de contraste territorial. Además, se caracterizan por unos rasgos morfológicos y de organización que conllevan mayores dificultades para mantener un crecimiento y una evolución sostenibles. Todo ello conlleva y representa serias dificultades de continuidad en el futuro.

Palabras clave: proceso de urbanización, aglomeraciones urbanas, nuevos desafíos, ciudad difusa, sostenibilidad urbana, España.

Abstract

The rate concentrated population increment in the urban areas in Spain has been very intense. Their increase rhythm ascends with special force in the second half of last century and it continues presently with vivacity. With some counted exceptions it is general, it affects almost all. At the present time the residing in population they reach very high proportions, 61% of the population's total. But even more importance acquires the changes that modify these new urbanized areas. The current models of masses, mean a clear situation of territorial contrast. Also, they are characterized by their appareance form and of organization that they bear bigger difficulties to maintain a growth and a sustainable evolution. Everything bears it and it represents serious maintenance difficulties in the future.

Key Words: Urban growth, urban areas, new challenges, urban sprawl, sustainables cities, Spain

Résumé

L'augmentation de la population concentrée dans les aires urbaines en Espagne a été très intense. Leur rythme monte avec force spéciale à la suite de 1950; et il continue avec vivacité pour l'instant. Avec quelques-uns les exceptions ont compté c'est général, il affecte presque tout. À présent  ils arrivent à des très hautes proportions, 61% du total de la population. Mais même plus d'importance acquiert les changements qui modifient ces nouvelles espaces urbanisées. Les modèles courants d'agglomerations, signifiez une situation claire de contraste territorial. Aussi, ils sont caractérisés par leur forme de l'appareance et d'organisation qu'ils portent de plus grandes difficultés pour maintenir une surcroît et une évolution soutenable. Tout  représente des difficultés  dans le futur.

Mots cle: procés d'urbanisation, aires urbaines, nouveaux défis, villes éparpillées, villes sustainables, Espagne.

 

1.  Introducción y acotaciones conceptuales y de procedimiento.

Uno de las características más destacadas del siglo XX es su espectacular crecimiento urbano. El planeta, con apreciables diferencias de unas partes a otras, ha visto desparramarse y crecer sus ciudades como jamás lo había hecho en toda su historia. En su segunda mitad ese proceso se ha impulsado con notable fuerza. Todo parece indicar que tal tendencia continúa viva en el presente, y no son pocos los que anuncian que incrementará durante los próximos años su vigor. Dentro de esa tendencias generales España es uno de los países donde tales cambios han registrado mayor intensidad. Basta comprobar que desde 1950 mientras que la población total se incrementa en 15 millones de personas, la residente en municipios considerados urbanos lo hace en 19,1 millones. Eso quiere decir que frente a un incremento durante las cinco décadas de la población total del 53,3 %, la urbana asciende en 136.38 %.

Tras estas escuetas afirmaciones iniciales, de sobra conocidas y divulgadas, no es menos cierto que las ciudades de mayor tamaño aumentan sus efectivos humanos con mayor intensidad al del promedio de todas las unidades urbanas. Sean cuales fueren los umbrales de separación utilizados como referencia para cualquier equiparación, puede constatarse esa tremenda disparidad. En todos los países emergen con fuerza una constelación de grandes ciudades, con sus dispares formas, rasgos y tipologías urbanas, que concentran y acumulan una proporción creciente en comparación al conjunto de su población respectiva.

Ahora bien, conviene no quedarse en esas transformaciones, por muy espectaculares que puedan parecer. Unido a ellas existe otra realidad también de enorme significación e importancia. Me refiero al protagonismo creciente que las grandes aglomeraciones urbanas están consiguiendo en los diferentes órdenes de la vida social, económica y, por supuesto, en el funcionamiento territorial. Como señala Veltz (1999, p. 9), la mundialización de la economía, unido a la profunda transformación de los modelos empresariales, con el agotamiento progresivo del "taylorismo"  y el resurgir de nuevas pautas y estrategias de comportamiento de las organizaciones productivas, asistimos a un papel creciente de las unidades metropolitanas, las grandes ciudades; en suma, de las nuevas aglomeraciones urbanas. Todas ellas se alzan en los correspondientes países, con independencia de su nivel de desarrollo, en destacados sujetos de producción, consumo y gestión económica. Se abre un  escenario diferente cuya espiral de ascenso no parece tener fin. Todo lo cual representa una nueva realidad que difiere sustancialmente de la dominante hasta hace pocas décadas. No es preciso insistir en que se trata de un cambio muy complejo, de gran novedad, unido a tremendos interrogantes. Engloba una enorme pluralidad de aspectos que pueden y deben analizarse desde las diferentes ramas de las ciencias sociales, en este caso la geografía. Sólo así es posible comprender ese protagonismo en ascenso de las entidades urbanas de gran tamaño. Interesa recordar cuál es en el fondo el principal cambio que ello conlleva y la nueva trama que se avizora. Es necesario que los árboles no impidan ver el bosque.

Un problema básico, que aflora siempre cuando se abordan los estudios urbanos, concierne a su delimitación. Donde acaba o inicia la ciudad es un asunto cada vez más arduo de precisar. Pues frente a la ciudad, de núcleo compacto, cerrado, amurallada en la época medieval, y hasta hace poco rodeada y delimitada por sus barrios, cada vez se trata más de una entidad morfológica diferente, donde sus periferias se difuminan con perfiles menos nítidos. Limitar tales cuestiones a sus dimensiones administrativas, formales, suele ser una forma de actuación frecuente, acaso más sencilla, pero que no está exenta de riesgos e imprecisiones (Terán, 1996). Al mismo tiempo, junto a tales aspectos concernientes al tamaño y la forma de las ciudades, no son menos importantes y complejos aquellos otros relacionados con la esencia urbana, su papel preponderante y sus funciones básicas. En sociedades desarrolladas de poco sirve ya hacer referencia al protagonismo de las actividades terciarias, cuando eso es algo absolutamente generalizado a la base productiva. Está presente incluso en pequeños asentamientos de población de dudosa naturaleza urbana. Con semejantes imprecisiones conceptuales y terminológicas resulta arriesgado adentrarse en cualquier estudio de índole urbana. Sin embargo, entre otras razones,  debido al empuje de su expansión demográfica y espacial y a la complejidad que encierra todo lo relacionado con las entidades urbanas, constituyen un campo de investigación, análisis y reflexión muy sugerente y de enorme interés.

Este artículo (que forma parte de una investigación de mayor envergadura emprendida hace tiempo), se centra en el análisis y las reflexiones que siguen sobre lo que se denominan "áreas y aglomeraciones urbanas españolas". Dentro de la brevedad que impone un trabajo de esta índole, conviene sin embargo presentar con suma concisión algunas precisiones: Se entienden por tales aquellas áreas contiguas, constituida por uno o varios municipios, en la que la suma de su población residente supera en el último año de referencia (2004) el umbral de los 100.000 h. o queda muy cercana a ella. Están conformadas,  en los valores más recientes, por un municipio central que sobrepase los 75.000. De esa manera, los gradientes de densidad humana son apreciables, semejantes a los señalados habitualmente como propios de las áreas metropolitanas (Blanco, 2004). Dada la amplitud del territorio abarcado, toda España, no es posible emplear otras entidades de estudio ajenas a los correspondientes términos municipales, aunque a causa de la disparidad de su extensión ello pueda añadir, en especial en ciertos casos, algunas distorsiones. Hacer del valor población el principal soporte de las entidades urbanas puede considerarse impreciso, pero estoy de acuerdo en que "al menos en Europa, la población puede considerarse sinónimo de rango económico de la ciudad y reflejar su grado de actividad, sin inducir a distorsiones de importancia" (Blanco, 2004, p. 126).

Todo lo anterior se completa también con la utilización de criterios complementarios a la hora de dilucidar la extensión de las unidades urbanas consideradas. Me refiero a los flujos de tráfico por carretera que unen y relacionan los nodos urbanos clave y los de su entorno. De esa manera se trata de calibrar la movilidad urbana, en sus ámbitos inmediatos, llevados a cabo mediante este modo de transporte que es, no se olvide, el de mayor significación en las aglomeraciones urbanas, al menos en buena parte de sus tramos y franjas espaciales (Mita, Boix, 2000).

El empleo del método histórico en una investigación, en cualquiera de sus variantes, exige conocer "que han pensado y dicho otros acerca del problema en cuestión" (Popper, 1982, p. 17); eso nos permite disponer de numerosa información, pues dada la trascendencia del tema, durante los últimos años se han publicado numerosos trabajos de investigación. En especial, como corresponde, abundan más aquellos que se ocupan de las principales aglomeraciones urbanas españolas. Por el contrario, las de envergadura más reducida, al ser menos tratadas precisan tomar decisiones referentes a su propia consideración que pueden ser más discutibles. Ante la carencia de una delimitación y consideración oficial en España de entidades urbanas semejante, a la existente en otros países (Feria, 2004), la propuesta de trabajo que aquí se presenta, sólo busca esa intención inicial: abarcar el estudio del conjunto español, con unos supuestos sujetos razonables.

En el tema abordado destacan dos problemas clave que centran el análisis que sigue, son:

  • De una parte, se advierte que en una reducida extensión de territorio, en referencia al conjunto nacional, en 2004 se acumulaba en ellas una parte sustancial del total de los efectivos humanos. Unas cifras escuetas pueden servir para introducir tal realidad. Se trata de 45 aglomeraciones urbanas, que sumaban 728 municipios, con una población residente de 26,3 millones de personas. Es decir en menos de la décima parte de los municipios existentes, con una dimensión espacial inferior al 8 % del conjunto español, se aglutina algo más del 61 % de la suma de sus efectivos humanos. Tal polarización creciente, demográfica, económica y funcional significa una tremenda realidad dual. Es decir unos espacios reducidos, muy activos y ricos, frente a un territorio restante, vacío, y de escasa valoración en varios sentidos.

  • De otra, el propio proceso de crecimiento y configuración de las nuevas entidades urbanas se hace siguiendo unas formas de localización urbana y una morfología  que cada vez se asemeja menos a la tradicional configuración de ciudades compactas. Por el contrario, se trata de extensas y disformes áreas urbanizadas en las que se mezclan e interrelacionan formas complejas y plurales, donde los rasgos propios de la denominada ciudad difusa, con  variadas formas desparramadas, de toda índole, se repiten y toman fuerza. Basta sólo apuntar que estos nuevos modelos de organización de las áreas urbanizadas, conllevan numerosos problemas internos ligados a su propia organización y funcionamiento cotidianos. Incluso, lo que es más peligroso, todo ello anuncia serios problemas de mantenimiento, congestión y sostenibilidad futuras.

Ambas cuestiones centrales constituyen tremendos desafíos sobre los que conviene reflexionar. Ciertos aspectos relacionados con ellos son el objetivo de análisis en las páginas que siguen. Si bien es preciso ser conscientes de que, dada la envergadura del tema, sólo es posible, con frecuencia, presentar y esbozar la mayoría de las cuestiones sin poder dedicarles la debida atención que merecen.

Un último aspecto, no menos importante, que interesa aclarar hace referencia a la terminología empleada. Los vocablos usados para referirse a estos ejemplos de espacios urbanizados son numerosos, a veces complementarios, y entre ellos se perciben numerosos matices, no siempre conformes ni bien aceptados. De los utilizados, considero que el más genérico de todos, y por tanto el que mejor se adapta a la pluralidad de realidades españolas, es el de "aglomeraciones urbanas". Es fácil convenir en que existen casos concretos en que se trata de verdaderas áreas metropolitanas. En otros, de simples áreas urbanas, donde no faltan realidades palpables de conurbaciones, con ejemplos modélicos de periurbanización y rururbanización. Aunque menos frecuentes también puede hablarse en alguna de región urbana. En ciertas ocasiones estamos ante un mero continuum urbano; donde no escasean incluso la presencia de ciudades polinucleares, con entidades subcéntricas y periféricas (edge cities) que forman verdaderos archipiélagos urbanos; rodeados de dispar manera por la profusión más o menos asentadas de urbanización difusa. Desde luego lo que constituye una sustantividad en auge, vigorosa es el fenómeno creciente y progresivo de desparramamiento urbano que acompaña al crecimiento de todas las grandes y medianas ciudades en España. Esas formas que algunos llaman la "anticiudad" se están imponiendo de manera rápida por todas partes. En ciertas situaciones alcanza todavía formas poco desarrolladas, que pueden dar pie a ser denominadas "ciudades latentes". Tal vez semejante modelo de expansión y crecimiento urbano es uno de los símbolos de nuestro tiempo.

2 Crecimiento y dimensión del proceso.

La propuesta que se presenta está formada por 45 aglomeraciones urbanas (en adelante y para abreviar AU en singular y AAUU en plural). Casi todas ellas se han elaborado a partir de considerar una ciudad central, constituida por una capital de provincia. Sólo Algeciras, Santiago de Compostela y Cartagena carecen de tal consideración administrativa. Ahora bien, en algunos la presencia de otro municipio urbano de mayor tamaño y significación demográfica que la propia capital, aconseja encabezar con él la denominación de la correspondiente AU (caso de Vigo-Pontevedra). No faltan tampoco ciertos casos en que la presencia de un segundo municipio de gran tamaño, situado en las proximidades de la capital provincial propicia incluirlo en la denominación global de esa entidad urbana (Alicante-Elche, La Coruña-El Ferrol, Cádiz-Jerez). Dentro de esta propuesta inicial y, pensando en el futuro en el cual se asienten con más fuerza estas nuevas AAUU, acaso no sería de despreciar la utilización de ciertas denominaciones más genéricas, que hiciesen referencia a una singularidad geográfica. Así se ha hecho con "ciudad astur" atendiendo a la defensa que hacen de ello algunos geógrafos asturianos ( F. Rodríguez, int. en: Blanco, 2004). Pero tal situación podría ser igualmente extensible a otras como "bahía de Algeciras". No es esta una cuestión baladí. La articulación de entidades de diferente naturaleza, que abarcan espacios supramunicipales, o que sobrepasan otras unidades administrativas y políticas, precisan ser cuidadosas con estas cuestiones. A menudo se las considera como símbolos con los que conviene ser respetuoso a fin de conseguir una mayor identificación y entusiasmo común.

Ya se hizo referencia en páginas previas a que el municipio es la unidad espacial sobre la que se trabaja. Dados sus abultados contrastes de tamaño se introducen ciertas distorsiones. Esto es notorio cuando al considerarlos en su conjunto, en casos aislados, o al añadirles otros, desciende de manera acusada la densidad de población de las respectivas AAUU. El cuadro 3 confirma tales asertos. De todas maneras, el progresivo afianzamiento de las nuevas tipologías de expansión urbanas, con esas plurales formas asimiladas a asentamientos de índole difusa, aconsejan más que nunca trabajar con entidades territoriales de semejante morfología.

Sin duda una cuestión espinosa y arriesgada de decidir es fijar los límites externos de estas AAUU. Es decir cuántos y cuáles municipios se incluyen como partes integradas en cada una. En todas las sociedades similares a la nuestra, con un cierto grado de desarrollo, donde la motorización de vehículos individuales es generalizada, a la hora de considerar las dimensiones de las nuevas entidades urbanas se toma habitualmente como criterio de referencia la llamada "distancia ecológica ". Eso significa el tiempo real medio que se tarda en superar la distancia existente entre dos lugares o áreas. Así, el procedimiento de trabajo empleado ha consistido en tomar siempre como referencia básica, punto central, la cabecera municipal de mayor tamaño. Las cuales, casi siempre, según se ha indicado, coinciden con la de la capital provincial respectiva. A partir de ahí se han englobado como integrantes en las respectivas AAUU los municipios que la rodean, considerando igualmente como referencia de medición sus correspondientes cabeceras municipales. Para las AAUU de tamaño menor, hasta aproximadamente el medio millón de habitantes, el umbral máximo de ese radio, se extiende hasta los 15 km. En las AAUU de mayores tamaños demográficos tal distancia se amplia progresivamente, de tal forma que en Madrid se alcanzan los 40 km. Alguna ezxcepción se tiene en cuenta en ciertos casos bien conocidos. Semejantes trechos de separación, a través de las actuales infraestructuras viarias y otros medios de acceso, habitualmente pueden ser salvados en periodos temporales que oscilan entre unos pocos minutos y media hora. Este umbral es considerado a menudo la duración máxima que  suele calibrarse como tiempo aceptable para mantener vivos los viajes cotidianos, sin búsqueda urgente de otras alternativas (Benoit et al.2002).

Al proceder de esa forma, junto a las distancias absolutas, igualmente se han tenido en cuenta otros aspectos complementarios. Uno de ellos es el trazado y la naturaleza de las infraestructuras viarias existentes. No debe olvidarse que, habitualmente, son estos viajes y desplazamientos los más empleados por los residentes en las AAUU y sus cercanías en el presente, tanto en España como en los países de nuestro entorno (OCDE, 1995). De todas maneras esta estructura modal de movilidad encierra una trampa tremenda, de difícil solución y  peores perspectivas de futuro. Todo se deriva del éxito y  auge de ese modo de transporte. Al generalizarse e ir en aumento, se abre una espiral sin límites, mediante la cual, su comodidad y apreciable relación coste/servicio impulsa su uso, que demanda nuevas infraestructuras continuamente, impulsando su demanda creciente. A nadie escapa que se trata de un modelo difícil de sostener y de aguantar en un proceso expansivo continuado (Dupuy,1999). Precisamente calibrar tales aspectos, intentando avizorar las posibles consecuencias que todo ello plantea es un objetivo central de este trabajo.

Dada la combinación de esos dos elementos, la distancia variable al núcleo central del municipio de población mayor, y el tamaño dispar de los municipios, el total de las entidades municipales englobadas en cada AU difiere bastante de unas a otras. De esa forma, como se especifica en el cuadro 3 en algunos casos, los menos, como Córdoba y Albacete, sólo se estima la presencia real de un municipio, en ambos ejemplos de apreciable tamaño (1.244,61 y 1.231 km2, respectivamente). En otros, al contrario, se trata de un número copioso: 74 en Barcelona, 63 en Valencia, 51 en Bilbao, 41 en Madrid, 29 en Sevilla y Granada, etc.

 Al proceder al análisis detenido de cada una de esas AAUU y comprobar cuál es el comportamiento demográfico de los municipios incluidos en ellas, se advierte, por su comportamiento, que siguen dispares dinámicas, tanto temporales como de ritmo de evolución. En numerosas ocasiones se comprueba con facilidad la existencia de un efecto claro de expansión y colmatación de los procesos urbanos de difusión espacial; incluso desde hace ya tiempo. En otros, se trata de una modificación reciente. E incluso, no faltan tampoco algunos donde ese cambio apenas de aprecia todavía. Sin embargo, dada la finalidad de esta propuesta, vislumbra la certeza de que estamos ante un fenómeno de difusión espacial de nuevas formas de urbanización, que se desparrama hacia la periferia, de los centros urbanos mayores, algo común en otras latitudes (Capel, 2002). Este esquema propuesto, puede servir como una pauta de interpretación de la realidad con validez a corto y medio plazo.

Es conocido que el pasado siglo XX se trastoca por completo la distribución espacial de la población en España. Con cierto retraso, en referencia a otros países de nuestro entorno, pronto adquiere vivacidad el ritmo de urbanización. Del 31 % existente en 1900 se pasa al 50 % en 1950, registrando a finales de la centuria valores superiores al 76 %. Mucho se ha escrito sobre ese asunto, tanto de los hechos en sí mismos, como acerca de sus causas, características y consecuencias. No cabe duda que semejante transformación no es más que consecuencia de un cambio profundo en todo lo referido al propio sistema productivo. Con toda rotundidad, y expresado de forma sucinta, se pasa de una sociedad sustentada en las actividades agropecuarias a otra con claro predominio terciario.

Los datos recogidos en el cuadro 3 ayudan a introducirnos en el asunto central que nos concierne: la especial significación que dentro del proceso global de urbanización representan las AAUU. De un lado se considera el total de la población española, en valores de los correspondientes censos, salvo los datos más recientes, 2004, que corresponden al padrón continuo actualizado a uno de enero se esa fecha. De otra parte, la población residente en los territorios que en 2004 consideramos son el "continente" de tales AAUU reales y en proceso de consolidación continuado. No es preciso insistir en que durante todas las primeras décadas del pasado siglo, la realidad de esas AAUU era muy diferente a la que hoy ofrecen. En gran media no respondían atendiendo a su forma, función, ni modo de vida a lo que ahora se considera. Pero si se desea calibrar su evolución parece conveniente proceder de tal guisa.

 Fuente: elaboración propia sobre datos del I.N.E.

Destaca el auge de la población residente en las AAUU ya referido; se ha comportado con mayor vigor y fuerza al del conjunto de los efectivos humanos españoles. A lo largo del tramo temporal analizado la población total, base 100 en 1900, se convierte en 229,4, lo que representa algo más de su duplicación. De otra manera, los residentes en las AAUU multiplican por más de cinco sus efectivos. Como se expone de manera complementaria en el cuadro 2, y recurriendo a la cotejación de valores absolutos, se deduce que mientras la población total suma 24,36 millones de habitantes, la residente en las AAUU se incrementan en 21,18 millones. Una simple comparación de ambas cifras nos indica que el 86,96 % del global ascenso de la población española corresponde a los aumentos logrados por las AAUU.

La evolución temporal de esos indicadores demográficos son dispares en su sucesión y contrastados en su balance. Basta comparar al respecto tanto las cifras absolutas, como los correspondientes valores porcentuales. Unos breves comentarios ayuda a calibrar ese dispar comportamiento:

En la primera mitad del siglo XX la población española aumenta 9,34 millones de personas (49,61 % sobre la base 100 de 1900), frente a la residente en las AAUU que lo hace en 5,98 millones (esta última se duplica generosamente). De esa forma la segunda magnitud, en referencia a la primera, pasa de significar el 27,61 % al 39,71 %, con un ascenso, por tanto, de 12,10 puntos. Ello quiere decir que el 64,11 % del total de habitantes que incrementa el conjunto demográfico español corresponde a los nuevos efectivos localizados en las AAUU. Al partir de un grado de urbanización con un peso  débil de las AAUU, estas pueden lograr un rápido ascenso, si bien es inferior al que corresponde al conjunto de las entidades urbanas nacionales.

Varios autores coinciden en señalar que el periodo más vivo, con las mayores cifras absolutas, del proceso de urbanización en general, y de crecimiento de las mayores ciudades en particular, corresponde a la segunda mitad del siglo XX (Vinuesa, 1996). En estos últimos cincuenta años los residentes en las AUU españolas suman 15,2 millones de personas, frente a los 5,9 millones, ya citados, logrados en la primera mitad del siglo. Todos los datos específicos, referidos a calibrar ese comportamiento, de una u otra forma,  aportados en los dos cuadros correspondientes, así lo confirman. No obstante, dentro de ese tiempo, es fácil diferenciar los saldos dispares de las correspondientes décadas.

Durante la primera, años cincuenta, la población española incorpora 2,6 millones de personas. En esos años, los residentes en las AAUU ascienden en 2,5 millones. La segunda magnitud representa sobre la primera el 96,96 %; casi se trata de un ascenso paritario. Los movimientos migratorios interiores españoles se comportan dentro de una claro modelo de éxodo rural. Se está preparando una fase de comportamiento nueva, abriendo unas tendencias que conocerán en los años siguientes los mayores impulsos.

La década de los sesenta registra valores de gran significación y cambio. Los efectivos totales de población añaden 3,26 millones de personas. Pero los residentes en los espacios ocupados por las AAUU contabilizan aún mayores cifras: 4,76 millones. Ello quiere decir que el incremento demográfico de las AAUU es superior al de toda la población nacional (Vilá, Capel, 1970). La segunda sobrepasa a la primera en 45,93 %. De la misma manera, la población de estas últimas crece, pues, el 10,73 %, al pasar de significar, en referencia al conjunto de la población nacional, el 54,28 % en 1970, sobre el 44,56 % de 1960. De ahí que, en ese año, 1970, los residentes en torno a las AAUU casi significan ya más de la mitad de todos los efectivos humanos de España. No es preciso insistir en que tal aumento demográfico se vio impulsado, sobre todo, por la mayor intensidad que durante tales años adquirieron los flujos migratorios, dirigidos de manera prioritaria hacia las grandes ciudades y sus entornos municipales.

El protagonismo registrado por las AAUU, en pleno proceso de crecimiento y consolidación, no desaparece en las décadas siguientes, si bien, por fuerza, comienza a aminorarse en sus dimensiones absolutas. De esa forma en el transcurso de los setenta la población residente en ellas (las AAUU) sube en 4,12 millones de personas, pasa de 18,47 a 22,6 millones. Con tal cifra, cuando finaliza la década, los habitantes de las AAUU significan ya el 59,98 % del total de la población española. No obstante, ese porcentaje, al compararlo con el logrado en la década precedente, es bastante más reducido, se aminora hasta la mitad. Interesa remarcar que en el transcurso de estos años la población absoluta concentrada en los municipios integrantes de las AAUU avanza con mayor intensidad al del total de los efectivos humanos nacionales. De suerte que, por cada 100 habitantes de estos últimos, las primeras ascienden en 113,2. No debe olvidarse que ese tramo temporal representa, en cierta medida, el cambio de signo. En su primer lustro aún prosigue con intensidad con similares tendencias y flujos migratorios, a los de años precedentes. Por el contrario, en el segundo, son numerosos los cambios de tendencia y orientación percibidos. Además, entre otros aspectos, no son de escasa importancia una cierta aminoración de las principales tendencias en los flujos migratorios interiores, que reducen su intensidad. Una proporción elevada de los incrementos netos de población de las AAUU se debe al crecimiento vegetativo. En ese tiempo la tasa de natalidad superaba con notoria amplitud la de mortalidad. A ello contribuyó la presencia en las AAUU de copiosas proporciones de jóvenes arribados a ellas en el transcurso de las intensas inmigraciones de los años precedentes.

Por todo lo cual, en las dos décadas que transcurren a continuación, 1982-91 y 1991-2001 al reducirse ciertos flujos migratorios interiores unidireccionales y al irse acentuando el debilitamiento del crecimiento vegetativo, se resiente no sólo el incremento general de la población, sino también su proceso de concentración en las AAUU. Pero, estas cuestiones conviene analizarlas con mayor detenimiento. En la primera de esas décadas, 1982-91, las 45 AAUU que hemos considerado como marco de análisis, ven aumentar su población en 0,87 millones de personas, frente a un ascenso total de la población española cifrado en 1,18 millones. De esas dos magnitudes se desprende que la primera representa, en relación con la segunda, el 73,90 %. Tal porcentaje, aún siendo bastante más reducido al contabilizado en las dos décadas anteriores, mantiene su importancia. Conviene recordar lo que significa: de cada cien personas que suma la población española, 73,9 residen en municipios pertenecientes a las AAUU referidas. Así, cuando  finaliza el año que abre el recuento censal de 1991, la población de las citadas AAUU  alcanza ya la considerable cifra de 23,48 millones de personas, lo cual significa el 60,41 % del total de los efectivos humanos españoles. Interesa tener presente que en el transcurso de la década prosigue similar esquema general de comportamiento de las principales variables demográficas, con una caída fuerte y progresiva de la natalidad, el consiguiente descenso del aumento vegetativo, y unos movimientos migratorios interiores menos copiosos y más pluridireccionales, en comparación a lo habitual en el ciclo 1950-1975.

Algunos matices nuevos a lo indicado pueden añadirse al analizar lo sucedido durante los noventa.  En esta década el ascenso de los efectivos humanos en el conjunto español se aviva algo, en referencia a la precedente. Tal cambio no se debe tanto a un mayor crecimiento vegetativo como a la llegada con fuerza de inmigrantes desde el exterior, en especial durante su segundo lustro. Un comportamiento similar se advierte al calibrar el aumento de la población residente en los espacios de las AAUU pues logran un balance positivo, con un incremento de 1,49 millones de nuevos residentes. De esa manera su suma total casi alcanza los 25 millones, lo que porcentualmente  significa que se concentran en ella cerca del 61 % de todos los habitantes de España. De todas maneras se comprueba que sigue encogiéndose la tasa de acumulación de la población en las AAUU. Ahora la proporción creciente de las personas en las AAUU, sobre el incremento total de la población, se sitúa en el 71,50 %. Proporción inferior a la mitad de la contabilizada en su momento de mayor volumen (recuérdese, 149,74 % años sesenta). De lo antes expuesto cabe deducir que las AAUU ya no atraen tan intensamente  nuevos contingentes humanos, como en años previos. Eso sucede, entre otras razones, porque se reduce la reserva demográfica. Era imposible continuar el referido ritmo. No obstante la citada tasa de acumulación demográfica aún es superior en más de diez puntos, a la que alcanzan las AAUU en relación al conjunto nacional (71,50% frente a 60,94%). Ello significa que prosigue el ritmo de ascenso y polarización demográfica de las AAUU.

En el transcurso de los últimos años, ya en el presente siglo, tras los datos del último censo de población, la actualización continua del Padrón, si bien ofrece valores que no son del todo cotejables a los anteriores, confirman un crecimiento vigoroso de la población española. Basta señalar que en sólo tres años los efectivos humanos aumentan en 2,35 millones de personas, frente a 1,97 de todo el decenio anterior. Sin duda es un tramo temporal inmediato, que conviene analizarlo con el sosiego que merece, pues numerosos interrogantes permanecen aún abiertos. Pero, todo apunta a que la causa básica propiciadora de ese tumultuoso incremento poblacional se debe a la llegada masiva de inmigrantes extranjeros a España (Nel.lo, 2004). Lo cual sólo se entiende dentro de un contexto más amplio, el que proporciona la Unión Europea, si bien existen otras razones y causas singulares españolas (Roca, 2004). Centrándonos en lo sucedido en las AAUU, se comprueba que registran en ese corto periodo de tiempo un aumento neto de 1,49 millones de personas, ligeramente superior al de toda la década anterior. Ello confirma el vivo ritmo de su aumento demográfico. Así se alcanza en 2004 la cifra indicada de 26,38 millones de habitantes en las AAUU. Por otro lado, se confirman una tendencia ya marcada del periodo precedente: prosigue debilitándose el porcentaje de los nuevos residentes en las AAUU, en relación a los incrementos absolutos de población. En este último tramo temporal significa el 63,58 %; proporción escasamente mayor a la tasa de urbanización alcanzada por estas entidades (61,09 %). De todo ello lo que cabe deducir es una idea bastante clara: la llegada masiva de inmigrantes extranjeros es la causa básica del incremento general de la población española. Los inmigrantes se dirigen y asientan en los espacios de las AAUU en proporción sólo algo mayor a lo que ellas representan sobre el total nacional, en cuanto a recursos humanos. De continuar así las cosas, los espacios donde se localizan las AAUU seguirán conociendo un ascenso progresivo de sus efectivos humanos, pero no al ritmo tan intenso como el registrado en los años previos. Acaso en este primer estadio de la llegada de inmigrantes, se asiste a  un nuevo proceso. No puede afirmarse que sea de reequilibrio territorial de los efectivos humanos, pero tampoco contribuyen a polarizar con especial diferencia el ya fuerte desequilibrio existente. Tal vez, la demanda generalizada socialmente, pero concentrada sectorialmente, de inmigrantes en ciertas actividades y tareas laborales, explica ese balance. Interesa recordar, por ejemplo, que las labores relacionadas con el sector primario, en especial la agricultura y el mundo rural en general, reciben a buen número de inmigrantes. Ello aligera de presión a los territorios de las AAUU. Ahora bien, todo ello dentro de unas coordenadas de interpretación relativas. Pues en valores absolutos, durante los últimos tres años los municipios de estas AAUU han visto incrementar su población en 1,49 millones de personas, valores ya especificados antes. Si se extrapola esa cifra, aplicándola a toda la década actual, estamos ante un ritmo absoluto de ascenso demográfico comparable al de mayor intensidad, los años sesenta del pasado siglo. Si a ese elemento neto, absoluto, se añaden otros de naturaleza cualitativa, se comprende la tremenda transformación y reto que tienen abiertos los espacios donde se asientan las AAUU en estos años iniciales del nuevo milenio.

1 Acerca de las AAUU españolas

Todos los valores comentados hasta ahora, referidos al conjunto español, encuentran su desagregación en las cifras correspondientes a las AAUU, los datos se aportan en el cuadro siguiente:

 

Cuadro 3

Aglomeraciones urbanas españolas, configuración e incrementos demográficos

nº = número de municipios

Fuente: Elaboración propia sobre datos del I.N.E.

El considerable número de valores expuestos permitiría una pluralidad de análisis y copiosos comentarios. Dados los objetivos precisos y la extensión limitada de este trabajo sólo nos centraremos en las páginas que siguen en aquellos de mayor relevancia.

De partida hay varios aspectos que interesa destacar. De un lado, el tamaño demográfico de las AAUU es muy dispar. De otro, el ritmo y la dimensión de su evolución también resulta bastante diferente, tanto en la concentración de efectivos humanos, como en su comportamiento temporal.

La organización de su jerarquía, atendiendo al tamaño, en buena medida, indica una distribución regular. En ciertas ocasiones se advierte un salto apreciable en la distribución jerárquica; en otros es menos perceptible. La relación queda encabezada por dos AAUU de destacada tamaño, con una disparidad interna palpable, Madrid y Barcelona, con 5,3 y 4 millones de habitantes respectivamente. Entre ambas y las restantes se aprecia un salto claro.  Un segundo nivel, con cifras mucho más modestas, está conformado por otras cinco AAUU, cuyos efectivos humanos abarcan un abanico de cifras situado entre 1,6 millones de personas y  0,89 millones. Son: Valencia, Sevilla, Málaga-Costa del Sol, Bilbao y Ciudad-Astur. Un tercer nivel de AAUU, dentro del cual se incluyen 9, suman respectivamente valores que conforman una horquilla entre casi setecientos mil habitantes y cuatrocientos cincuenta y cinco mil (0,69 millones y 0,45). Ambos extremos corresponden a Zaragoza y Granada. En este caso, también se puede comprobar la existencia de un escalón destacado entre la AAUU que encabeza este nivel y el último del tramo superior. El siguiente nivel urbano, donde el trecho de separación queda menos marcado, es algo más copioso en número de AAUU. Abarca un total de 12, está constituido por todas aquellas cuyo tamaño varía entre cerca de cuatrocientos mil habitantes  y más de doscientos mil (en concreto 392 mil y 212 mil), cifras referidas a San Sebastián y Cartagena. Como no podía ser de otra forma, la distancia que separa el último tramo jerárquico del que antecede es más menguada que las anteriores, por lo cual resulta menos palpable tal proceder. De otro lado, es lógico que sea el más copioso en unidades. Se contabilizan 17; sus efectivos humanos acumulan cifras que quedan entre los casi doscientas mil de la mayor (Huelva) y los cerca de cien mil (Toledo).

Debido a tal pluralidad de tamaños demográficos, a su dispar evolución temporal y a su diferenciada extensión, todas las cuestiones relacionadas con su morfología, estructura, composición, problemáticas y funcionamiento interno, abarcan multitud de cuestiones, matices y diferencias. En definitiva, se abre un amplio y vasto campo para investigar. Antes de dedicar una breve atención a ello, es conveniente detenerse, de forma puntual, en algunos aspectos relacionados con el comportamiento temporal de los valores demográficos. A tal efecto, se ha confeccionado un cuadro aparte, el 4, donde se especifican esas cifras.

 

Fuente: Elaboración propia sobre datos del I.N.E.

Así, en el transcurso de la primera mitad del siglo XX, todas las AAUU españolas, salvo una excepción singular, Cartagena, incrementan su población, si bien con balances muy dispares. Las ganancias oscilan desde unos pocos miles de habitantes (treinta AAUU crecen menos de cien mil h.) hasta más de un millón, como registran Madrid y Barcelona. Para entender tal disparidad interesa valorar, aparte de su disímil dimensión demográfica, que se trata de un ciclo temporal largo, en el que se suceden progresivamente distintas transformaciones económicas, dentro de un proceso sucesivo de urbanización nacional. Complementariamente, al englobarse en él cinco décadas, aunque resulten balances contrastados,  frutos de ritmos de evolución y rutas de actividad plurales, ciertas situaciones coyunturales negativas se ven amortiguadas. Terminan compensándose unas con otras, arrojando resultados finales favorables. La excepción antes apuntada de Cartagena se explica por la dimensión excepcional de lo acaecido en ella. Se trata, como se especifica en el cuadro 3, de una AU conformada por sólo dos municipios. Uno de los cuales, La Unión sufre en esos años, en especial en el segundo cuarto del siglo, una tremenda disminución demográfica. Basta añadir que sus efectivos humanos descienden de 30.275 contabilizados en los comienzos del siglo, a sólo 10.156 en 1950. Tal retroceso se debió de manera casi exclusiva al hundimiento de su significativa actividad minera (Gil Olcina, 1970). El agotamiento de semejante ciclo productivo, propició la caída de las otras actividades económicas, sumiendo a esa área en una crisis profunda. El retroceso tan significativo de ese municipio, no se vio suficientemente compensado por las ganancias humanas del otro, Cartagena. Aunque sí incrementa sus efectivos humanos ligeramente, el balance conjunto retrocede.

En las tres décadas siguientes, 1951-60, 1961-70 y 1971-81, conviene destacar que ninguna de las AAUU registran retrocesos poblacionales. No se contabilizan excepciones a esa tendencia generalizada. Al descender al detalle municipal, se comprueba que en algunos municipios, si bien pocos, correspondientes a varias AAUU, se advierten ligeros retrocesos. Pero, son tan débiles que ello no influye en el cómputo global de las mismas. En páginas previas, en los cuadros 1 y 2, los valores generales correspondientes a esos periodos, muestran notables incrementos demográficos comunes. Pero, ese rasgo de comportamiento, refuerza la dimensión e importancia de la tendencia. No debe olvidarse que corresponde con el periodo de fuerte ascenso y transformación notable de la economía nacional. España pasa de la autarquía, el protagonismo de la ruralidad y el atraso económico existente en 1950, a ser una nación notablemente industrializada y con unos niveles apreciables de desarrollo (Fuentes Quintana, 1988). Sólo un dato al respecto puede servir para asentar las anteriores afirmaciones. El promedio del PIB español (en referencia al conjunto de la Europa de los 15) era en 1950 del 46,90 %; en 1975, antes de los años de crisis que siguen, alcanza el 79,82 %.  No es preciso insistir en que tal cotejo, con este bloque económico que se caracterizó en esos lustros por ser uno de los que más dinámicos y emprendedores del Planeta, constituye un soporte que permite tal afirmación indiscutible (Alcaide Inchusti, 2003). Ante ese cambio estructural tan fuerte, se entiende con facilidad el proceso de urbanización intenso y generalizado que caracterizó al conjunto español.

Por el contrario, durante la década de los ochenta cinco AAUU contabilizan retrocesos en su efectivos netos humanos. Bien es cierto que en dos casos las perdidas sufridas son tan débiles, que apenas merece detenerse en ellas, por su dimensión casi  anecdótica. Cabría asimilarlos a situaciones de cierto estancamiento que también abarcan a otras AAUU. Son los dos casos de Cartagena y Las Palmas, en ambos su disminución demográfica ni siquiera representa el 1 por ciento de sus efectivos correspondientes. De forma complementaria, son más abultadas las disminuciones de efectivos de las tres restantes: Barcelona, Bilbao y San Sebastián, con descensos de : 93.122 h., 65.896 h. y 13.315 h. Tales cifras absolutas, significan descensos porcentuales de 2,39 %, 6,33 % y  3,43 %. Estos valores se obtienen al cotejar la población existente en 1981 y la del inicio de la década siguiente.

Los datos indicados conviene interpretarlos dentro del conjunto de lo acaecido al conjunto de las AAUU. Durante esta década su ascenso poblacional es el más reducido, en cifras absolutas, de todas la segunda mitad del siglo XX, según se especifica en el cuadro 2, a lo que ya se hizo referencia en páginas previas. En cierta medida para interpretar correctamente ese cambio de ritmo es preciso partir de una visión global de lo sucedido. Tras dos décadas de fuerte crecimiento poblacional puede entenderse mejor que se produzca una ligera desaceleración. De una parte, la reserva demográfica que había alimentado los copiosos flujos migratorios hacia las entidades urbanas, alcanzó ciertos rasgos de agotamiento. De otra, la explicación a esa atemperación del incremento demográfico general, como ya se comentó en su momento, es preciso buscarla en motivaciones de naturaleza económica. No es necesario insistir en los grandes cambios que registra todo el sistema productivo durante esa década. A medida que pasan los años y se comprueba cuál es el discurrir de las estructuras de producción, se comprende con más facilidad la dimensión de las transformaciones llevadas a cabo. Tal vez, en España, la falta de respuestas adecuadas, rápidas y la carencia de otras alternativas, junto al proceso de cambio del sistema político, agudizó algunos problemas. Eso explica que ciertas áreas, donde concurren con más intensidad determinadas circunstancias adversas, los resultados contabilizan retrocesos de población.

A lo antes indicado conviene añadir otra circunstancia destacada. Durante los ochenta se viven comportamientos muy contrastados dentro unos y otros municipios englobados en ciertas  AAUU. No puede hacerse una interpretación simplista de pérdida de efectivos humanos de una entidad como si se tratase de algo generalizado, que afecta igualmente a toda ella. No fue así. Ello se comprueba con más facilidad en lo ocurrido en las dos AAUU mayores que sufren pérdidas globales de población: Barcelona y Bilbao. En ambas, sin bien con diferente signo y propiciadas por dispares motivaciones, se comprueba que lo sucedido arrastra auténticos procesos de reacomodo y reorganización de sus espacios urbanos correspondientes, con consecuencias internas muy dispares entre sus diferentes partes. Los municipios centrales registran las mayores perdidas, debidas al progresivo vaciamiento de ciertos barrios demasiados densos y escasamente atractivos en sus cascos urbanos. Eso sucede en Barcelona y Bilbao, lo cual conlleva retrocesos netos municipales de 129.085 h. y 64.405 h.. Igualmente, en esas AAUU otros municipios muy próximos a los cascos centrales, sufren retrocesos de población apreciables, como registran (por ejemplo): Badalona, Hospitalet, Santa Coloma y Cornellá en torno a la primera y en Baracaldo, Basauri, Santurce, etc. en la segunda. Junto a tales pérdidas, otros municipios más alejados del centro, con diferentes rasgos en su poblamiento y tramas urbanas, consiguen ganancias demográficas, que terminan amortiguando el balance final de las correspondientes AAUU. Se entiende que tras años de fuerte acumulación de la población y el consiguiente incremento de las densidades urbanas en algunos barrios y municipios, ahora, con las nuevas circunstancias, se inician esos señalados procesos de reacomodo intraurbanos. A la importancia hasta entonces sobresaliente de los primitivos centros y primeras coronas urbanas, se va abriendo paso otra realidad en la que se vislumbra cierto dinamismo de segundas coronas urbanas y espacios colindantes. También otros municipios que presentan alternativas diferentes, más alejados del centro nodal, se benefician de los nuevos deseos y gustos de numerosos ciudadanos, al cambiar de domicilio. La reconversión productiva de ciertos sectores industriales propicia estos cambios a lo que también ayudan otras causas de dispar naturaleza. Todo lo cual se explica y entiende dentro de un claro proceso de maduración urbano. La complejidad que toman estas entidades se acrecienta con fuerza desde estos años y no ha cesado de incrementarse hasta el presente.

En el transcurso de los años noventa, cuando el crecimiento de la población de las AAUU se recupera, de las 45 entidades existentes sólo cuatro contabilizan retrocesos de población. En el lado opuesto se comprueba que muchas de las restantes consiguen incrementar sus efectivos humanos de manera considerable, tanto en valores absolutos como porcentuales. De entre las primeras, a una de ellas, León, corresponden cifras  negativas, más simbólicas que otra cosa, lo cual hace más justo hablar de un cierto estancamiento. Incluso también en Barcelona, a pesar de su descenso mayor (-3.962 h.), porcentualmente esa cantidad sólo representa un 0,10 de los efectivos humanos existentes en 1991. Dentro de ella se advierte que mientras el municipio central sigue perdiendo población (-119.658), al igual que sucede con otros términos municipales inmediatos, Hospitalet y Santa Coloma, por ejemplo, compensan esos descensos las ganancias aportadas por otros municipios cercanos, englobados en su AU. Por consiguiente, sólo la AU de Bilbao, con un retroceso de 23.251 h. (evaluado en el 2,38%, sobre el total), se puede considerar que prosigue instalada en la misma tendencia  señalada (referida a la década precedente) de pérdida demográfica. Dentro de la misma, se contraponen dos comportamientos bien diferenciados: reducción de los efectivos humanos del municipio central y algunos de la margen izquierda, frente al aumento de otros de la margen derecha. Así se atempera el balance final.

También conviene, aunque sólo sea apuntar con brevedad, que otra AU singular, de considerable tamaño demográfico, la denominada ciudad Astur, registra un descenso de población. Se trata de una cifra modesta (-2.700 h.), que significa sólo al 0,3 %. Ese balance negativo se añade a una situación de casi estancamiento en la década anterior. Se llega a semejante situación, tras variaciones muy dispares de los municipios que la integran. En tanto que los mayores, Gijón y Oviedo, logran ganancias claras (+7.365 h. y +6.235 h.), varios de los restantes padecen comportamientos de signo contrario. Tal proceder parece ser contrario a la tendencia general indicada más adelante. Sus causas radican en la evolución peculiar que vive todo el principado. En él se asiste al progresivo ocaso de algunos de sus sectores productivos básicos tradicionales : minería e industria pesada, buena parte de cuyas instalaciones se ubican en esos concejos. Dentro de este panorama global, las dos ciudades cabeceras del sistema emergen con mayor nitidez.

Ahora bien, los apreciables ganancias demográficas de buena parte de las AAUU, constata una complejidad creciente en su organización y estructura interna. Pues a los comportamientos de la población de sus núcleos centrales, de uno u  otro signo, se añaden saldos más favorables y positivos de sus espacios periféricos. Tal comportamiento, al que sólo las AAUU de mayor tamaño se habían adelantado en las décadas precedentes, ahora se ha generalizado a las de menor dimensión; las ubicadas en los niveles tres, cuatro y cinco. Ello confirma la complejidad creciente de las tramas urbanas, embarcadas en un proceso creciente de modificación de sus estructuras, con morfologías y formas de organización que cada vez tienen menos que ver con la tradicional ciudad compacta. Más adelante será necesario ocuparse de estas cuestiones de nuevo.

En los pocos años transcurridos desde el último censo de 2001, anualmente los valores que aportan las correspondientes actualizaciones del Padrón continuo confirma un renovado proceso de crecimiento. Ya se apuntó que en sólo tres años (2001-4) la población acumulada en el conjunto de las AAUU españolas asciende más que en toda la década precedente (1,49 frente a 1,41 millones de nuevos residentes). Igualmente conviene destacar que ninguna de ellas sufre pérdida; casi tampoco se registran estancamientos. Todas las AAUU aumentan sus efectivos humanos; algunas de ellas se comportan con sorprendente e inusitado vigor. Si la década presente prosiguiese con ese ritmo, estaríamos de nuevo ante unos ascensos de valores tan elevados como los contabilizados en el tramo temporal álgido 1960-80. El empleo de otra fuente estadística diferente aconseja cierta prudencia en los comentarios. Igualmente, la inmediatez de las cifras no es una circunstancia propicia para extraer conclusiones sorprendentes, aunque sean llamativas. Así y todo parece conveniente añadir: el aumento generalizado de los efectivos humanos en todas las AAUU  era algo que no sucedía desde dos décadas atrás, desde los años sesenta y setenta.

La razón principal que motiva este cambio de signo se debe, de forma casi exclusiva, a la llegada de copiosos flujos de inmigrantes de procedencia extranjera que se asientan de manera destacada en los municipios englobados en las AAUU. A ello se añade que también se han recuperado ligeramente las tasas de crecimiento vegetativo. En menor grado ayudan los balances migratorios internos, donde las citadas AAUU se presentan como focos de apreciable atracción (Serrano, 2002). Con anterioridad ya se ha hecho referencia puntual a tales aspectos.

Por otra parte, hay una cuestión sobresaliente que debe enfatizarse. Me refiero al comportamiento generalizado y favorable de la casi totalidad de los municipios que integran las diferentes AAUU. En un intento de sintetizar en extremo el asunto es obligado añadir dos aspectos: De un lado, la casi totalidad de los municipios principales de las respectivas aglomeraciones incrementan su población. Situación que rompe la tendencia mantenida durante las décadas previas. Incluso aquellos municipios centrales más poblados, que llevaban varias décadas registrando descensos de población en sus núcleos principales, ahora muestran claros rasgos de recuperación. Tal sucede en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, etc. Sólo algunas excepciones confirman esa tendencia (caso de Granada). De otro, la inmensa mayoría de los municipios que los rodean y conforman las respectivas primeras coronas de las citadas AAUU, también ven ascender con renovada intensidad sus poblaciones. Tanto los que se habían mostrado más débiles en ese cometido durante décadas anteriores, como aquellos otros que incluso padecieron ciertos retrocesos.

Ello viene a demostrar no sólo al renovado auge demográfico de las AAUU, generalizado, junto a un claro proceso de reacomodo de la población, atendiendo a diferentes pautas de localización y diferentes formas de hábitat. Estamos, pues, ante una nueva realidad urbana, más compleja en cuanto a la estructura social de sus habitantes, y en lo relativo a nuevas demandas sociológicas de amplias capas de la población. Una economía renovada, en auge, especialmente pujante en las AAUU, señala a las claras, la progresiva difusión de formas innovadoras de urbanización. Los diferentes elementos englobados en la plural estructura de la actividad de la construcción, también favorecen y propician estos cambios. En resumen, se intensifica y generaliza el paso de entidades nucleares con tímidas periferias urbanas, hacia otras morfologías de las áreas urbanizadas con rasgos crecientes de difusión espacial y expansión progresiva de los espacios urbanos construidos. Eso plantea numerosos interrogantes y abre crecientes desafíos; los cuales de forma más precisa se abordan en el epígrafe siguiente de este artículo.

Pero, antes de pasar a esas cuestiones se deben aportar ciertas consideraciones referidas a su ubicación espacial, constituye un tema de suma importancia.  De ahí se derivan importantes consecuencias cara a su papel destacado dentro de la organización territorial (Serrano, King, 1994). Como no podía ser de otra forma existe una clara correspondencia entre la disposición territorial de las AAUU y la propia distribución espacial de los efectivos humanos. No el balde, las propias AAUU son responsables directas y, de alguna manera, consecuencias derivadas de la peculiar distribución de los efectivos humanos (Bielza, de Miguel, 2000).

Una primera impresión que se tiene al contemplar la distribución espacial de la red de centros es que configuran una malla irregular. Su disposición muestra frecuentes contrastes, tanto atendiendo a la propia ubicación, como al combinarla con su tamaño.

De una parte cabe establecer una cierta separación entre las entidades localizadas en áreas propiamente litorales y cercanas a la costa, frente a las que ocupan los espacios interiores. De esa forma, como se muestra en la figura 1, es bastante equilibrado el número de las AAUU pertenecientes a ambos apartados. Ahora bien, al mismo tiempo, las distancias que separan unas de otras se reducen, casi siempre entre las primeras más que entre las segundas. De tal suerte que resulta difícil encontrar espacios costeros superiores a doscientos kilómetros sin que se tropiece con una de estas. Frente a ello, el armazón de las AAUU del interior, deja entre sí vacíos de mayores distancias. Semejante realidad propicia una singular disfunción (Herrera, 1998). La no siempre fácil conexión de ambas tramas urbanas, tanto internamente entre cada una de ellas, como combinadas de forma armónica entre sí.

Debe enfatizarse, pues, que si la disposición de las AAUU del interior resulta más regular ello se debe, en gran medida, a la vertebración provincial. Todas las AAUU de ese ámbito espacial interior tienen su centro urbano principal en otros tantos municipios capitales de provincia (Serrano, 1988). Ellos han sido la génesis de los posteriores procesos de expansión urbana. La división provincial es determinante para la gestación y crecimiento de la actual red de AAUU. La capitalidad provincial se comporta muy a menudo como centro básico de crecimiento urbano dentro de sus respectivas demarcaciones territoriales (Serrano; 2002). En contados casos, cede ese rotagonismo a otros municipios (Vigo); como mucho lo comparte con ella (Jerez-Cádiz; Gijón-Oviedo, Alicante-Elche). Situaciones excepcionales puntuales confirman esaregla común.

Otra realidad que conviene destacar se deriva de la proporcional imbricación entre su ubicación y su tamaño demográfico. Este último es mayor en las AAUU costero-litorales que en las de interior. La excepción más llamativa corresponde a la AAUU madrileña. Al ser la de mayor volumen demográfico, dada su estratégica situación, y el vivo ritmo de crecimiento que mantiene, todo se combina para reforzar progresivamente su papel vertebrador del sistema urbano español, e incluso ibérico.

Si bien es un tema de gran complejidad, no debe olvidarse que la singular morfología de la trama territorial urbana influye de manera destacada en los procesos de organización territorial (Dumont, 1995). Dada la especial significación que hoy representan las ciudades en todo el proceso productivo, contar con estas entidades urbanas, siempre por encima de umbrales medios, aunque de diferente tamaño entre sí, constituye un notable activo (Precedo, 2004). Aunque al mismo tiempo, las distancias marcadas que separan a muchas de ellas, contribuyen a una cierta configuración de archipiélago que también genera ciertas consecuencias menos favorables (Sassen, 1994).

El imparable y dinámico proceso de crecimiento de las AAUU no se detiene siquiera en los propios límites estatales. Así, se advierte la presencia de dos AAUU con cierta vocación de trasladar su proceso de expansión territorial hacia espacios vecinos, sentando las bases de futuras eurociudades. Me refiero a la eurociudad San Sebastian-Bayona (Sansinenea Ichaso, 2001) y en la costa nord-occidental la AU de Pontevedra-Vigo al buscar su engarce hacia el área de Oporto (Guichard, et al., 2000). Resulta difícil vislumbrar el devenir de tales tendencias; pero no es menos cierto que constituyen un fenómeno de interés que sólo se entiende dentro de esa repetida tendencia de fuerte y generalizada expansión urbana.

4.  Algunas consecuencias y problemas que se plantean.

El aumento fuerte y rápido de efectivos humanos en las AAUU españolas constituye en sí mismo una circunstancia  suficiente para transformar los espacios urbanizados. Pero considero que adquiere aún mayor relevancia la difusión creciente, masiva y generalizada de las nuevas formas de urbanización. Aquí radica un problema capital: los espacios urbanos no sólo siguen incrementando su población, sino que se están configurando y construyendo con rapidez otros tipos de ciudades, nuevos paisajes urbanos, cuyas formas, rasgos, características y necesidades tienen poco que ver con la ciudad compacta tradicional (Arias, 2003). De manera sucinta se hace referencia a continuación a ciertos aspectos básicos referidos a otras tantas cuestiones de señalado interés sobre su devenir inmediato. Todas encierran grandes desafíos a superar:

a)      Nuevas morfologías y tipologías urbanas. Como ya se han hecho varias referencias,  desde hace unos lustros, pero de forma creciente durante los últimos años, estamos asistiendo a esa radical y profunda transformación de las nuevas pautas y formas de expansión urbana. La suma de causas favorables muy plurales impulsan su dinamismo y justifican su auge (Corna, 2000). Tales modificaciones pueden ser analizadas dentro de una doble perspectiva, siguiendo una escala dual.  Una, más detallada, se centra en los cambios registrados en unidades urbanizadas de barrio, parcela o sector. Otra, atendiendo a la consideración de una escala superior que engloba el conjunto del espacio ocupado por cada AU, la que habitualmente se aborda aquí. Debe tenerse claro que los mecanismos generales, los cuales cabe incluso considerarlos estructurales, se repiten; son comunes y similares en casi todas las AAUU,  aunque se presentan con diferente intensidad y fuerza (Sorribes, 1999). Por ello son mayores las disparidades existentes en los modelos básicos que organizan y estructuran el funcionamiento de cada AU. Una esquematización elemental de las tipologías básicas que definen la estructuración y funcionamiento de las AAUU españolas en la actualidad, ofrece las siguientes modelizaciones más destacadas:

  • Nuclear centralizada, en ella destaca la figura y el peso de una entidad principal, rodeada de una periferia compuesta de asentamientos concentrados, junto a otra dispar cantidad de viviendas agrupadas o dispuestas dentro de las plurales formas que adopta la dispersión, con densidades variables.

  • No son infrecuentes las AAUU que aparecen formadas por una  entidad polinuclear, en la que junto al protagonismo de una ciudad central, se hace notar la presencia de otros núcleos de considerable peso y significación. La existencia de varios núcleos urbanos destacados suele impulsar incluso la mayor densidad de los asentamientos periurbanos y demás formas complementarias de difusión de población en sus proximidades. Así se impulsa la nebulosa urbana que conforma finalmente todo el conjunto de la aglomeración.

  • La configuracón de tipologías polinucleares encierra numerosas formas y estadíos. En esencia cabe hablar de la presencia de realidades multipolares simples, en unos casos más elementales, y su evolución hacia otras entidades multipolares complejas. Dada la envergadura y evolución temporal, tras varias décadas de crecimiento, expansión y afianzamiento urbano, casi siempre a partir de un nodo central que genera el crecimiento de otros periféricos, es comprensible que se contabilicen en determinadas AAUU españolas un número variable de núcleos urbanos. Hay ejemplos que suman pocas entidades, frente a otros que aglutinan hasta una veintena. Eso nos sitúa ante realidades de enorme disparidad y diferente grado de evolución.

  • Es habitual que dentro de las organizaciones polinucleares, se advierta la primacía de uno de los citados núcleos. Cuando se da tal circunstancia ello puede contribuir a articular mejor la red de nodos urbanos, configurando una organización multipolar en red. Incluso, en el mejor de los casos, se desemboca en una organización de forma trabada. En esos casos se les considera organizaciones de índole reticulada.

  • Se ha dicho que en torno a los espacios netamente costeros y próximos a las áreas de litoral se localiza un número considerable de AAUU en España. Ello condiciona y propicia que esas AAUU adquieran morfologías y tramas estructurales condicionadas por semejante ubicación. La concatenación de centros urbanos, dentro de esas bandas colmatadas por la densificación urbana o en proceso de serlo, representa una singularidad diferenciada, frente a los disposición y morfologías más frecuentes de las AAUU localizadas en el interior español. No es preciso insistir en que esa disposición concatenada muestra, a menudo, resultados heteromofos muy variados; así se las conoce con la genérica denominación de aglomeraciones heteromorfas concatenadas.

  • Otras disposiciones estructurales, cuyos rasgos generales son difíciles de esquematizar y englobar en los ejemplos antes expuestos, también se encuentran entre las AAUU españolas actuales. Por su singularidad y especificidad no resulta posible aquí descender en semejantes rasgos de caracterización.

Todo lo apuntado, con suma brevedad, no debe servir para ocultar la auténtica realidad compleja del fenómeno señalado y de las tendencias dominantes que se vislumbran. La progresiva concentración de población residente en esas entidades urbanas, con una disposición plural de formas y modelos de hábitat urbano, se presenta en apariencia bajo rasgos difuminados que ha llevado a algunos a la nominación de "nebulosa urbana" (Bourne, 1996). Aparece frecuente la disposición difusa de los asentamientos y entidades urbanas, la ciudad difusa, que se desparrama en varias direcciones, de forma frecuentemente irregular, con periódicos saltos en sus avances, y nuevos núcleos en sus bordes, afianzando de ese modo su expansión (Garreau, 1991). Todo ello nos enfrenta a una realidad muy compleja y nueva por la dimensión e intensidad que alcanza (Pacione, 2001). Cuando adquiere mayor volumen demográfico y encierra casi la totalidad de tipologías y rasgos apuntados, suele dar pie para hablar de "regiones urbanas". Con ello nos adentramos en un término de reconocida polisémica. No obstante, en el caso de las dos mayores AAUU españolas, tal vez estamos claramente dentro de semejante realidad.

b) Funcionamiento, administración y gobernanza.

La significación de las AAUU españolas, brevemente apuntada y sugerida aquí,  constituye un asunto de gran relevancia y significación, del que se derivan notables consecuencias y adquieren especial dimensión en diferentes órdenes de la vida. De ahí la necesidad y urgencia de emprender las acciones suficientes para conseguir un análisis y una visión exhaustiva de todo lo relacionado con ellas. Sólo mediante el reconocimiento formal de su existencia es posible iniciar el camino que lleve a ello. La normalización estadística, ampliada a los diferentes apartados socioeconómicos, constituye un paso inicial, del que se derivarían consecuencias beneficiosas en ese proceder (Segura, 2000; Feria, 2004).

Así mismo debe darse otra consideración conceptual a tales entidades. A toda realidad es siempre factible aplicarle tratamientos diferenciados, dentro de ciertas pautas  y en función de objetivos singulares. Estos pueden ser más o menos ambiciosos. Orientarse en uno u otro sentido y con sesgos muy dispares, de acuerdo con la finalidad buscada. Por consiguiente, la coordinación de funciones se presenta como la primera tarea a emprender. La presencia incuestionable que ofrecen estos espacios urbanizados, multiformes, dinámicos, en expansión progresiva, plantea diariamente plurales cuestiones urgentes que necesitan soluciones acordes, respuestas ineludibles. Pero funcionar sólo con el horizonte cercano que impone la cotidianidad no parece el mejor procedimiento, ni el más satisfactorio (Lefevre, 2003).  Entre otras razones porque no se presume el más operativo. Es ir a remolque de las circunstancias (Castells, 1990). A menudo impide o dificulta un tratamiento adecuado de los problemas y entorpece una optimización en el uso de los escasos recursos. De ahí la conveniencia de introducir calibrados grados de planeamiento en las actuaciones sustentados, necesariamente, en el análisis y estudio de las previsiones.

Semejante planeamiento implica una coordinación necesaria a diferentes niveles y escalas para que no resulte insuficiente. En el marco Europeo Comunitario, si bien dentro de la discontinuidad que suele caracterizar su proceder, son varios los pasos estructurales que señalan un camino general de actuación. Cabe citar, por ejemplo, el propio SDEC (Esquema de Desarrollo del Espacio Europeo), aprobado por la Comisión de Ministros Responsables de la Ordenación del Territorio, celebrada en Postdam en Mayo de 1999. Sus conclusiones se enmarcan dentro de la concepción global que enfoca la Ordenación del Territorio, como la expresión espacial de la política económica, social y sociológica de toda sociedad. Con ese enfoque la Ordenación del Territorio se sitúa en un plano superior respecto al urbanismo, circunscrito al marco meramente municipal (Comunidad Europea, 1997).

Ahora bien, lo antes expuesto son sólo unas consideraciones generales, la mayoría de ellas evidentes e incontestables, y, por consiguiente, fáciles de compartir por casi todos. Sin embargo ello adquiere otra dimensión más compleja y ardua cuando se desea  avanzar en esa línea apuntada. Junto a las preguntas clave de para qué se desea la articulación y coordinación de las entidades y aglomeraciones supramunicipales de naturaleza urbana, se añade igualmente el cómo llevarlo a efecto. Si no resulta sencillo delimitar los objetivos, tampoco lo es seleccionar los modos de actuación. A nadie se oculta que dada la dimensión espacial y humana, y la enorme y creciente complejidad e importancia económica de las AAUU, su gobernanza se alza como un reto destacado. Por desgracia aunque existen ciertos antecedentes, ya lejanos desde sus inicios, no se han mantenido con regularidad; tampoco han servido para alcanzar objetivos ambiciosos ni duraderos. Tales faltas de referencias claras dificultan el camino a seguir. Un camino, sin embargo, que cada vez parece más necesario emprender, aunque se desconozcan algunos de sus elementos inherentes.

c) Concentración y polarización territorial.

Constituye otro tema central de enorme transcendencia pues influye directamente en el modelo territorial resultante. De sobra es sabido que la homogeneidad territorial es un mito, y como tal resulta inalcanzable per se. No se encuentra en ningún espacio terrestre de mediana dimensión. Sin embargo, ello no quiere decir que su búsqueda deba de ser abandonada o sea perjudicial. Lo que asusta y preocupa son los niveles crecientes de contrastes territoriales alcanzados. La significativa importancia de las AAUU, frente a amplios territorios circundantes vacíos, supone una realidad y dimensión desconocidas hasta el momento; al menos en la forma y proporción presentes. Basta comprobar cómo los efectivos humanos aglutinados en las AAUU alcanzan valores de gran relevancia, en referencia a sus respectivos marcos provinciales. En gran número de provincias españolas en 2005 se alcanzan porcentajes de concentración de la población asentada en sus respectivas AAUU que sobrepasan el 70 %; en otras incluso se contabilizan cifras mayores. Semejante dualidad territorial tan contrastada aglutina tremendos desafíos, ignorados por ahora. No se abarcan muchas de las consecuencias que todo ello plantea para el propio devenir y el funcionamiento prolongado de tal modelo espacial. La idea tradicional de la ciudad y su transpais, como dualidad complementaria, encuentra menos validez en el presente. Incluso se llega a apuntar que el mismo "transpaís no es una necesidad para el crecimiento urbano de las ciudades, sino una carga para ellas" (Veltz, 2003, p. 41). Por lo cual resulta arriesgado pronunciarse acerca de las posibles dimensiones descompensadas y crecientes de futuro. Tampoco es fácil vislumbrar los límites soportables hasta donde puede llegarse. A causa de todo ello, la realidad brevemente apuntada, representa nuevos modelos que precisan respuestas diferentes.

De ahí la urgente necesidad de repensar el papel de las citadas entidades urbanas y de todos aquellos aspectos plurales relacionados e imbricados (Borja, Castells, 1997). De nada sirven recetas tradicionales, aunque hayan ofrecido respuestas y soluciones satisfactorias. A menudo se acepta el gran reto que representan las nuevas  AAUU, encaminado para hacer de las msimas espacios socialmente cohesionados, économicamente competitivos y ambientalmente sostenibles (Rodríguez, p. 28, en prol.,  Blanco, 2004).

d)  Activos, debilidades  y límites en el crecimiento de las AAUU.

Uno de sus activos más sobresaliente tiene que ver con que en el presente la significación productiva de las AAUU alcanza proporciones destacadas. A menudo  sólas representan proporciones superiores al del resto de sus respectivas demarcaciones administrativas. La concentración demográfica es un indicador de partida, aunque simple. Pero, a menudo, sus resultados en este apartado de valoración económica, sobrepasa con creces la referencia poblacional. Tradicionalmente se señalaba que las ciudades atraían población porque ésta se dirigía hacia los entes urbanos a consecuencia de los puestos de trabajo creados. Hoy se indica, de manera opuesta, que es la disponibilidad de población la que genera la creación de tales puestos laborales.

Conviene calibrar que, en conjunto, no se trata sólo de una valoración numérica, de volumen, de cantidad; también lo es, y de manera muy significativa, en su  dimensión cualitativa. Dentro de las tremendas transformaciones que experimenta todo el sistema productivo en años recientes, son precisamente las AAUU quienes se presentan como una avanzadilla frente al resto de los espacios territoriales que quedan más retrasados (Castells, 1997). Resulta fácil entender esto dado que, desde siempre, ha sido más destacada la disposición de las ciudades para comportarse como nodos básicos, a través de los cuales penetra la innovación y las nuevas formas de organizar todo el sistema de producción.

Al aprovechar todos los elementos favorables que ofrecen las AAUU, estas se alzan como lugares privilegiados para la concentración en la producción de riqueza. Se trata de aunar aspectos propios de las economías de escala. Me refiero a sus recursos, de diferente naturaleza, y a su mejor accesibilidad por gozar de medios y modos de transporte más ágiles y completos. Todo lo cual posibilita, en definitiva, una mejor integración en tramas urbanas y redes territoriales de mayor escala y más adecuada vertebración territorial.

Ahora bien, junto a esos activos indiscutibles, no deben olvidarse ciertas debilidades. Todas ellas desencadenan grandes desafíos que, si no se corrigen, pueden traer consigo riesgos de inusitada envergadura.

El primero concierne a su propia viabilidad como centros productivos ágiles y destacados. Su ritmo rápido de crecimiento exige una transformación e incremento continuo de los elementos infraestructurales adecuados (Miralles, 2002). Cualquier demora o retraso propicia disarmonías que, de no ser corregidas de manera suficiente, terminan volviéndose en su contra. Puede darse el caso de que muchas AAUU terminan siendo víctimas de su propio éxito. No son así infrecuentes los casos donde se generan fuertes situaciones de deseconomías que inducen riesgos en su devenir futuro.

En otro orden de cosas, las bases económicas que sustentan el conjunto productivo de las AAUU no quedan, con frecuencia, exentas de debilidades. Con una presencia casi inexistente de los diferentes rubros incluidos en el sector primario y las dispares actividades industriales, ambos sectores han ido retrocediendo como tareas básicas de sus sistemas productivos. Proporciones de estos sectores, en torno al 20 %, son cifras casi excepcionales. A menudo se registran valores mas gurruminos. Conviene añadir que el progresivo ascenso de la productividad permite, con tales tasas, balances generales más positivos. Por consiguiente, la terciarización se presenta como la única alternativa válida. Con harta frecuencia se habla de la polisemia de este sector y de que constituye un auténtico cajón de sastre, donde todo cabe. Pues aglutina subsectores y actividades dispares, con problemas distintos y resultados contrastados. Mientras que el "estado social",  generalizado en toda la Unión Europea, permita seguir manteniendo su envergadura y generosidad, su apoyo y sustento a la terciarización urbana será destacado. Pero eso no es suficiente. Se precisa mucho más. Así y todo no resulta fácil encontrar segmentos terciarios nuevos que impulsen o complementen el conjunto de las tareas pertinentes. De forma creciente, lo relacionado con el ocio, turismo y la recreación se ofrece como una dedicación prometedora. Al paso de los años se advierte su capacidad para renovarse y ofrecer nuevas alternativas; las cuales, de forma exponencial, impulsan el terciario y la dinamicidad urbana. Al mismo tiempo, la propia competitividad entre los sujetos es creciente en este sentido (van den Berg, et al., 1995). Toda AU busca una singularidad que la diferencie de otras, impulsando así su protagonismo. A veces eso se refuerza con la organización de un evento concreto. Pero difícilmente se consigue que estos tengan regularidad. Tampoco son ya infrecuentes, incluso, los ejemplos de ciertos fracasos.

Por todo lo cual, se percibe cierta sensación de que las bases productivas que soportan  la actividad económica de las AAUU en España no son tan sólidas como a menudo se plantean o aparentan. Al contrario, se estima que, con frecuencia, quedan rodeadas de considerables debilidades que amenazan y comprometen su futuro. Se atisba que, con harta frecuencia, se ha ido configurando una estructura inestable en su base, con cimientos débiles y, por tanto, con dudosa fortaleza y devenir incierto.

Otra cuestión clave, de enorme envergadura, concierne a la sostenibilidad y los límites de crecimientos de estas AAUU a las que nos estamos refiriendo. Si bien no parece desacertado considerar la idea de sostenibilidad con cierto enfoque abierto (Giddens, 2003). Un aspecto focal se desprende de la yuxtaposición de dos elementos básicos, su crecimiento notable y efectivo, en valores demográficos y en la forma y tipología de su organización espacial (Doubois-Maury, Chaline, 2002). De ahí se derivan una serie de problemas centrales que encarecen notablemente su mantenimiento y comprometen su viabilidad futura (Comunidad Europea, 2000). Ese asunto central es posible desglosarlo a través de varios apartados. Algunos de los cuales, indicados con suma brevedad, a título de ejemplo, se apuntan a continuación:

El consumo creciente de importantes cantidades de suelo abre una dinámica de difícil continuidad. Al tratarse de un bien no renovable compromete e imposibilita el mantenimiento de tal tendencia durante tiempo prolongado (Bailey, 2003). Sin embargo, por ahora, se asiste con renovados bríos a la creciente expansión urbana que demanda un mercado, espoleado de forma propicia por los diferentes elementos implicados. A esto corrobora un ciclo económico que favorece tales comportamientos.

Los costes energéticos que precisa el mantenimiento de estos modelos espaciales urbanos, en sus plurales apartados, se acrecientan exponencialmente, a medida que crecen y se consolidan estos modelos urbanos (Merlin, Traisnel, 1996). Bien es cierto que hasta ahora el precio de los diferentes imputs (energía para el transporte, combustibles fósiles, electricidad, agua, etc.), a pesar de las elevaciones de precios, han sido absorbidas por una economía en expansión. No parece tan claro que esa tendencia prosiga en el futuro.

Además de esa dimensión económica, interesa no olvidar otra cada vez más valorada: la ecológica. Se considera que la carga antrópica impuesta a través de semejante modelo de ocupación espacial, marcado por la difusión creciente y la ampliación generosa de nuevos espacios urbanizados, multiplica sus costes e implica mayores dificultades (López Trigal, Relea 2001-2). Contrarrestar o amortiguar esas consecuencia supone un tremendo reto.

Sectorialmente es posible desagregar, todo lo que ello encierra, atendiendo a diferentes apartados. Basta un botón de muestra. Las nuevas AAUU al ocupar superficies urbanizadas de mayores dimensiones, con densidades de población menores, y con morfologías en su disposición que contemplan tramas plurinucleares, precisan flujos de movilidad con un número creciente de desplazamientos cotidianos. Todo se combina para que el único modo de transporte que pervive y alcance mayor dimensión sea el vehículo privado (Miralles, 2002). Unido a su éxito se inicia una construcción masiva de infraestructuras, que favorecen su desarrollo, pero que sólo representan la génesis de mayores demandas y futuros colapsos.

La espiral sin límites, que cabe ampliar aplicándola a numerosos sectores implicados en el funcionamiento de las AAUU, confirman la gravedad de los problemas que conllevan (Varios, 2005). Es así tanto por su dinámica de crecimiento rápido, como por los modelos predominantes de organización estructural y de ocupación del espacio.

Todo los antes apuntado nos invita a reflexionar con detenimiento sobre el camino seguido y las expectativas  previsibles  a corto y medio plazo.

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