Home

Gipuzkoa

Mapa

 Mapa

LA ESTRUCTURA

En la región vasco-cantábrica se distinguen claramente dos ciclos orogénicos: el herciniano, durante el Carbonífero superior, y el alpino, que en sucesivas fases tiene lugar en el Terciario entre el Luteciense y el Mioceno. No obstante, en la génesis de la estructura actual han intervenido, además, otros movimientos orogénicos de segundo orden acaecidos a lo largo del Mesozoico: movimientos en el tránsito del Jurásico al Cretácico, responsables de la historia wealdense del golfo vascocantábrico; movimientos de edad aptense; movimientos albenses; movimientos cenomanenses, autores de un cambio radical en la sedimentación.

Pero el carácter fundamental de la estructura de la región -grandes plegamientos se debe a la orogenia pirenaica. Durante ella, el zócalo herciniano reaccionó en forma de fracturas y pliegues de fondo (umbrales) de gran radio que se tradujeron en superficie con mayor o menor nitidez según el espesor de la cobertera sedimentaria y la naturaleza de los materiales integrantes de aquélla:

a) un compartimento anticlinal al Norte, en hundimiento progresivo hacia el oeste, que prolongaría el Macizo de Cinco Villas bajo la cobertera mesozoica, cuyos materiales desaparecen sucesivamente en la misma dirección;

b) una especie de canal intermedio, o fosa de zócalo, que habría permitido la conservación de los materiales del sinclinorio de Vizcaya y que supondría la continuación occidental de la depresión existente entre el Macizo de Cinco Villas y el Macizo de los Alduides;

c) un compartimento anticlinal meridional, en relación con el Macizo de los Aldudes, que explicaría la sobreelevación del anticlinorio Aitzgorri-Bilbao;

d) otras deformaciones del zócalo, de orientación meridiana, habrían motivado la flexión que explota el río Oria.

En cuanto al comportamiento manifestado por los materiales de la cobertera sedimentaria ante estas deformaciones, hay que señalar que:

a) la cobertera mesozoico-terciaria, de distinta potencia según los sectores del primitivo geosinclinal vascocantábrico, actuó con personalidad propia tan sólo en los detalles;

b) la respuesta particular de cada formación litológica al esfuerzo orogénico ha motivado la existencia de estilos tectónicos locales, patentes sobre todo en Guipúzcoa.

En el primer caso, podemos decir que la estructura de la mayor parte de la región corresponde a una tectónica de revestimiento, esto es, la cobertera sedimentaria ha seguido las deformaciones del zócalo con mayor o menor intensidad según el espesor y naturaleza de la misma, como se puede apreciar considerando las diversas regiones tectónicas de la provincia. En el segundo caso, íntimamente vinculado al anterior, los distintos componentes estructurales se han comportado de diversas formas: unos como masas rígidas (calizas), y otros como materiales plásticos (flysch, margas, arcillas, etc.).

En efecto, las diferencias en cuanto a naturaleza y espesor de los distintos materiales mesozoico-terciarios han influido tanto en la diversidad de estilos tectónicos como en la disarmonías que aparecen en los plegamientos. Así, los materiales plásticos del Trías han actuado como lubricantes que han permitido el despegue de la cobertera con respecto al zócalo, al tiempo que, como ocurre en el anticlinal de Azkoitia, sus eyecciones fueron provocadas por deformaciones agudas de aquélla o, como en el caso del borde del Macizo de Cinco Villas, por accidentes del zócalo. Por su parte, los materiales del Cretácico inferior -masas esquisto-arenosas y calizas urgonianas contrastan entre sí en cuanto a comportamiento ante los empujes tectónicos y ello ha motivado la existencia de importantes accidentes tectónicos como la masa cabalgante del Aitzgorri o la extrusión del Udalaitz. En cuanto a los materiales del Cretácico superior y del Terciario, en facies flysch, se han comportado dócilmente ante los empujes y ello ha dado lugar a la formación de pliegues disarmónicos y bastante superficiales y apretados; también han posibilitado, al actuar el flysch como lubricante, la migración de paquetes de materiales propios o la de otros más resistentes, lo que se traduce en la existencia de escamas alóctonas (Buruntza) y hasta pequeños mantos de corrimiento (Pagoeta). El plegamiento general de la región tuvo lugar como consecuencia de los movimientos que comprimieron el Macizo de Aquitania contra el Macizo Ibérico, a los que acompañó el hundimiento del Macizo del Ebro y la surrección de la cadena pirenaica. Como resultado de esta compresión, las formaciones litológicas afloran en bandas sensiblemente paralelas, profundamente plegadas en anticlinorios y sinclinorios. El Macizo de Cinco Villas, que actuÓ como una masa rígida ante los empujes, jugó una vez más su papel de elemento diversificador de las grandes líneas de la estructura. A la tectónica de plegamiento acompañó una tectónica de fractura: el plegamiento de la región fue seguido en muchos casos de un levantamiento que provocó fracturas en sentido longitudinal; al cesar o amortiguarse la compresión, los movimientos de reajuste provocaron fallas en sentido transversal, si bien algunas de ellas responden a pliegues transversales motivados por sobreelevaciones del zócalo de edad pirenaica y puestas de manifiesto más tarde.

La orogenia pirenaica tuvo lugar en dos fases, muy cercanas entre sí: un primer momento se manifiesta en el desplazamiento de la escama del Buruntza hacia el Sudeste, y un segundo motiva la migración del Pagoeta hacia el Noreste, acompañada de ondulaciones transversales cabalgantes en la misma dirección en el Buruntza. En líneas generales, la región se sitúa entre dos conjuntos de base herciniana que se han manifestado en el curso de la orogenia terciaria por el desplazamiento de sus elementos hacia el Sur por una parte y hacia el Norte por otra. Como consecuencia de la proximidad del Macizo de Cinco Villas, la estructura resultante de estos empujes presenta una complejidad que se resuelve sólo en el sector más cercano a Vizcaya ya medida que nos adentramos en ésta. No obstante esta complejidad, que se trad:uce en el modelado del relieve, podemos intentar, a manera de síntesis, el agrupamiento de las diversas unidades tectónicas de Guipúzcoa en cinco «regiones» atendiendo a criterios estrictamente geológicos 3:

  • Región del Macizo de Cinco Villas y sus anexos marginales, que comprendería el sector guipuzcoano de dicho macizo antiguo, así como la serie de accidentes tectónicos que caracterizan a su borde de contacto con la cobertera mesowica: complejo tectónico de Oyarzun; escamas de Martutene, Choiitoquieta y Santiagomendi; domo de Fagollaga; escamas del Partoqui -Cucutechiqui; anticlinal RecaldeLa Florida y su prolongación en el cabalgamiento del Andatza; escama del Burunza; complejo tectónico de Tolosa.
  • Unidad costera, que comprende el Eoceno y el flysch cretácico superior desde algo más al oeste de Zumaya hasta Irún-Hendaya, con prolongación en la zona costera francesa, y el «anticlinal» Aya-Martutene.
  • Región de1 anticlinorio Arno-Tolosa, cuyos accidentes tectónicos más significativos son: diapiro de Motrico; manto de corrimiento AyaZarauz-Aizarnazábal; anticlinal diapírico Azcoitia-Régil; sinclinal colgado del Emio.
  • -Zona guipuzcoana del Sindinorio de Vizcaya, con su prolongación en el «manto de los mármoles».
  • Región meridional, que comprende el anticlinorio de Aralar, el surco transversal Cegama-Beasain, el domo de Mutiloa y el pliegue-falla o sistema Aitzgorri-Udalaitz.

El Macizo de Cinco Villas, último enclave de la zona axil pirenaica, es el más extenso de los macizos vascos y. se encuentra representado ep el sector nororiental de Guipúzcoa ocupando una extensión de cierta importancia. Los esquistos paleozoicos que lo constituyen aparecen violentamente plegados en dirección herciniana (NE-SO) y fracturados, apareciendo vinculadas a los accidentes de superficie del macizo antiguo las areniscas perrnotriá. sic as que recubren su contorno. Si bien su borde occidental se halla limitado por una flexión que aprovecha el río Oria para instalar su curso, lo que ha servido a algunos autores para fijar en ella el límite de los Pirineos, en realidad se proyecta más allá de este río a través de una serie de accidentes tectónicos bien visibles en la estructura resultante de los empujes orogénicos terciarios; el caso más nítido viene dado por la alineación de los dos sinclinales colgados del Uzturre y del Ernio, a ambos lados del valle del Oria, que dibujan un arco cuya concavidad al Norte se refleja incluso en el trazado de la costa y vincula la orientación NE-SO del borde herciniano y la cantábrica SE-NO que a partir del Oria va a dominar hasta el límite con Vizcaya, en la que se prolonga. El macizo herciniano de Cinco Villas se hunde hacia el Oeste a través de dos digitaciones anticlinales separadas por el sinclinal del Uzturre ya mencionado, constituido por materiales del Jurásico-Cretácico inferior: el pliegue más septentrional, el más importante, se prolonga por la zona triásica Villabona-Asteasu, que desaparece bajo el Jurásico del Ernio; la rama más meridional, que arranca de Berástegu~ separa los macizos sinclinales del Uzturre y del Larte. Más al Sur, el «manto de los mármoles» constituye ya la prolongación oriental del sinclinorio vizcaíno. Todos los demás elementos de la estructura están, asimismo, relacionados con la presencia de este macizo, que constituye, por tanto, un elemento de referencia a la hora de considerar las características de aquéllos.

LOS FACTORES DE TIPO CLIMÁTICO

Las acciones llevadas a cabo por los diferentes agentes erosivos -disgregación mecánica, erosión eólica, socavación y transporte fluvial, etc. no son las mismas en todos los ambientes climáticos, sino que en cada uno de ellos ha predominado o predomina la acción de alguno de esos agentes sobre la de los demás. Al esbozar la síntesis de la evolución paleogeográfica de la región que consideramos veíamos cómo cada episodio de la historia geológica de aquélla venía caracterizado por un ambiente climático determinado. Señalábamos, también, que los grandes rasgos morfoclimáticos que contribuyen a definir las actuales formas del relieve habían sido trazados en épocas anteriores, de forma que los agentes erosivos actuales obran sólo en el detalle.

Recientes estudios han permitido soslayar las condiciones climáticas en que fue modelado el relieve actual. La primera red hidrográfica que se ha podido reconstituir data de fines del Terciario y comienzos del Cuaternario, período en que se desarrollan anchos glacis de erosión sobre los materiales del flysch, ofitas y arcillas abigarradas, patentes sobre todo en los bordes del Macizo de Cinco Villas; en éste, el equivalente de los glacis lo constituyen anchos pasillos tallados en los esquistos carboníferos y algunas cubetas calcáreas, todos ellos colgados sobre los valles encajados actuales. La existencia de depósitos aluviales colgados, con gruesos cantos irregulares, testimonian la acción climática propia de una etapa semiárida predominantemente cálida, caracterizada por precipitaciones violentas y concentradas de gran efecto sobre unas rocas mal protegidas por una cobertera vegetal pobre y discontinua. Esta etapa semiárida supuso una lógica restricción de la acción química, muy profunda en la fase anterior, por lo que la desagregación de las rocas blandas y químicamente sensibles -ofitas, granito, calizas se encontraría ya impresa y concluida al finalizar la etapa cálido-húmeda precedente.

La amplitud y perfección de las formas que caracterizan al paisaje en los primeros tiempos del Cuaternario resultarían de una larga preparación bajo los climas cálidos y húmedos del Terciario, comprendidos los del Plioceno, unida a una vigorosa acción de la erosión bajo los climas de tipo semiárido con predominio cálido, de fuertes contrastes, que caracterizan al Villafranquiense. Estos relieves fueron después sometidos a una violenta disección en el curso de la fase fría y húmeda que señala el comienzo dé la época glaciar y, con ello, de un nuevo sistema de erosión que se manifiesta en una profunda incisión vertical cuya excepcional potencia se debe a la proximidad del nivel de base -a unos treinta o cincuenta metros por debajo del actual como consecuencia del retrotraimiento de los mares a causa de los hielos y a la escasa resistencia ofrecida en muchos sectores por una roca descompuesta químicamente. A raíz de esta primera gran crisis glaciar, la incisión fue tan poderosa que las fases de evolución posteriores la modificaron sólo en el detalle. De esta fase húmeda principal data precisamente el desarrollo de la red hidrográfica dendrítica que recorta en jorobas la superficie de los glacis y ha puesto de manifiesto estructuras cepilladas que hoy aparecen invertidas por este motivo.

Tras la primera crisis glaciar, la existencia de paleosuelos arcillosos con elementos gruesos demuestra la recurrencia de un período cálido que concluye con el comienzo de la segunda y última fase glaciar. Durante ésta, los hielos y deshielos sucesivos suponen un recrudecimiento de la erosión. Los deshielos masivos, de violenta acción erosiva, se traducen a veces en coladas abarrancadoras que, aprovechando el importante desnivel y la fuerte pendiente, aportan grandes masas de material coluvial que se instala en el fondo de las cuencas. La red fluvial se re instala en el fondo de los valles ignorando a menudo el trazado de los antiguos talwegs, fosilizados por los depósitos de ladera. Restablecido el cauce, tal vez en relación con una regresión marina vinculada al retorno de. los hielos, los ríos excavan vigorosamente su nuevo talweg, al parecer rápidamente en función del desnivel existente y de la naturaleza de los materiales sobre los que se asientan.

Esta última fase glaciar termina también con una etapa seca y fría, pero sus rasgos son mucho menos acusados en esta región que en el resto de Europa occidental, donde la humedad es menor que en el fondo del golfo de Vizcaya. En este momento tiene lugar la transgresión flandriense, que se manifiesta en la invasión marina de los bajos valles de los ríos, que empiezan a ser colmatados de sedimentos arenosos, al tiempo que se debilitan notablemente los procesos erosivos. La erosión actual opera discretamente a través de unos agentes que actúan sólo en el detalle retocando las formas modeladas anteriormente. En ella, el mecanismo predominante es la meteorización química como consecuencia de la suavidad de las temperaturas y de la notable pluviometría de la región; las acciones mecánicas, restringidas a las zonas más elevadas, en las que la altitud introduce condiciones de modelado periglaciar, se ven muy reducidas a causa de la homogénea regularidad de las precipitaciones, la ausencia de agentes especialmente agresivos y la protección que proporciona al suelo una abundante vegetación. Los ríos, abundantes y caudalosos, sólo reciben, por erosión de los interfluvios, materiales finos en suspensión y disolución, de modo que la degradación del relieve es muy lenta y uniforme.