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INTRODUCCIÓN

Aquel sincero y cariñoso respeto que guió nuestra pluma al escribir las Crónicas de Galicia, nos mueve tambien, en gran parte, á pronunciar el nombre de Guipúzcoa. Satisfecha con el intento, al menos, la deuda de la sangre, tiempo es ya de mostrarse agradecidos. Galicia es la tierra en que nuestros padres nacieron; Guipúzcoa, la que benigna dió acogida á un triste huérfano, niño de ocho años, que á sus fronteras llegaba en demanda de su padre.

Una mañana, en el corazon de Guipúzcoa, en Tolosa, mientras llovía á mares y las enturbiadas aguas del Oria sonaban con formidable estruendo á espaldas de la casa, el niño oyó, temblando, rumor de caballos y armas en la calle, y á poco, y sin ver aun á quien las pronunciaba, escuchó estas palabras, que le han de acompañar hasta la muerte: « ¡,Donde esta mi hijo!. Y un militar, á quien él no conocía, se le quedó mirando, con lágrimas en los ojos. ¡Dudaba el triste, si seria su hijo aquel niño á quien habia dejado en mantillas, y que al presente hallaba solo, sin mas amparo que el de su anciana abuela, ni mas recuerdo de la madre, ·sino pasajera semejanza en el rostro!

Padres é hijos comprenderán cuánto aquí callamos.

Orillas del Oria y del Urola, pasaron los primeros días serenos de nuestra infancia. Hechos á mirar en derredor con perenne zozobra, hallamos en los apacibles valles de Guipúzcoa, paz y descanso. De Alava, Navarra y Vizcaya, conserva nuestra mente deleitosos, si bien fugaces recuerdos. Guipúzcoa es la mira que señala en nuestra peregrinacion por la tierra, breves dias y horas placenteras, aliado de quien nos dió el ser.

Por aquellos valles y cañadas hallamos la mayor ventura en inocentes juegos, que, á la par de nuestros amigos de entonces, recordamos con lágrimas en los ojos. Por aquellas laderas trepábamos, cogiendo ftores y fresas silvestres, mientras llegaba el aire purísimo de las sierras á dar vida á nuestro pulmon, hecho á respirar en la viciada atmósfera de Madrid.

Al cruzar por el bosque de seculares castaños, al pisar con temerosa planta las riberas del rio, al trasponer la verde cumbre de la montaña, quedaba en nuestra memoria, para siempre, la imágen risueña de cuanto veíamos, cuyo recuerdo ha sido harto á menudo bálsamo de vida, en la negra contienda que exije por armas deslealtad y envidia, y á la cual, para darle algun nombre, solemos los habitantes de la córte llamar existencia.

Muchos serán los lectores que al tornar con nosotros á los confines de Guipúzcoa, recuerden con cariño plácidas horas gratamente empleadas por aquellas umbrías, en medio de las pasiones que despedazan el corazon de España; entre el tumulto del rencor y la venganza, de paz inquieta y constante amenaza de muerte y desolacion, encontrados deseos é intereses que hace tantos años hallan eco en el pecho de todo español, ¡quien, al poner los ojos en la serena y honrada paz que por la tierra vascongada prevalece, no pide á su recuerdo un soplo de alivio en afliccion tamañal

Acaece en los rigorosos dÍas de verano que el hijo de Madrid, rendido al calor y exhausto de tuerzas, percibe de pronto el fresco hálito del vecino Guadarrama, y entonces, sin temer á la pulmonía ni parar mientes en ella, vuelve el rostro hácia el Norte, que da al cuerpo vigor y la perdida ~actividad restaura.

Siete siglos tuvieron nuestros pardres la espada en la diestra y la esperanza en el Norte, donde su libertad habia hallado abrigo, amparo sus valientes, gloria su monarquía, y templos y altares no mancillados, su Dios. Cinco siglos llevaron solos los hijos de nuestra costa y montes del Septentrion sobre sus hombros la empresa de restaurar á España, perdida orillas del Guadalete por huestes allegadizas, que aun el nombre de patria ignoraban.

Al Norte volvían nuestros padres los ojos, como que de allá venia su sangre; las tierras del Septentrion eran siempre tenidas por patria de todos los buenos españoles, quienes amando, como era justo, á la tierra en que habían nacido, jamás olvidaban á su primera patria.

Mas ya la gran montaña, en quien guardaba / La fé, la sangre y la lealtad estuvo, / Que limpia y no manchada, / Mas pura que su nieve la mantuvo / (Primera patria mia)

Así hablaba el buen Lo pe de Vega al recordar la patria de fsus padres, y firme en su pensamiento, añade en otro lugar:

«Para noble nacimiento / Hay en España tres partes, / Galicia, Vjzcaya, Astúrias, / O ya montañas las llamen.

"Montañés, soy" dice Calderon al enviar su retrato á una dama. «Yo soy montañés del valle Toranzo» dice el rondeño Vicente Espinal, en su Escudero Marcos Obregon, «aunque nací en Andalucía.» Cervantes y Quevedo habrían tenido por insigne afrenta el ver negado su origen mas ó menos remoto, pero siempre idéntico al de los ingénios anteriormente citados (1).

El gran Luis de Granada, la gloria de Andalucía, hijo era de padres gallegos; su padre se llamaba de apellido Sarria, y era, con su esposa, de los cristianos pobladores de Granada; su Primera patria no ha hecho hasta ahora por él lo que en caso parecido, Vizcaya, patria del autor de los dias del buen Ercilla.

En armas y ciencias no nos detendremos, pues basta para las primeras acudir á la mas modesta ejecutoria del último rincon de España, y ·para las segundas, los eminentes varones que podríamos citar, desde Raimundo Lulio basta Feijóo y Sarmiento. En cuanto á las artes, singular es por extremo la falta de comprensión, ó mas bien de amor al paisaje de los pueblos meridionales, y de cuantos han seguido la tradicion antigua. De la Enriade de Voltaire se ha dicho con razon que no se veia en ella yerba, ni para los caballos. Puede decirse que en Europa nadie ha celebrado de corazon los campos hasta el predominio de las ideas inglesas, á fines del siglo pasado. Entre nosotros, los dos únicos pintores de paisaje, de mérito, son: Jauregui, vascongado, y Villaamil, gallego: no hablamos de los vivos.

[NOTA AL PIE]

(1) Tal vez lleguen a media docena los pueblos y lugares de Galicia llamados Cervantes. Asimismo, el nombre de Saaveira se halla en Galicia únicamente.

 Ni era únicamente vanidad de ejecutoria la que á todo español movía á recordar su origen de la region boreal de la Península. Aun los bandidos presumían de tan honrado nacimiento. Vamos á citar, por prueba lo que de sí propio dice el rey de los guapos de Andalucia, Francisco Estéban:

«En la ciudad de Lucena, / Cuyos timbres van de aumento, etc.,/  En esta noble ciudad, / Nací de padres gallegos, etc.»

(Romancero general, recogido y ordenado por D. Agustin Durán, tomo II, pag 367 . - Biblioeca de autores españoles , tomo XVI.)

Duélenos, en verdad, que algunos hijos del centro y Mediodía de España, en cuyas regiones, como que duran todavía los efectos de la conquista, miren á su primera patria con injusto desden, y aun á veces con mal disimulado encono. Hay, por desgracia, dos Españas, que mútuameote se ignoran.

Juzga el hijo de la region boreal por este ó aquel ejemplo, no siempre bueno, que nada formal ni sensato puede esperarse de los hijos del Mediodía. Y estos, con imperdonable ligereza, juzgan y quieren resolver los mas árduos asuntos, sin advertir que ellos no tienen mas tradicion que la de ayer, ni mas respetos que guardar de los que suele quien señorea una tierra por derecho de conquista.

A semejante empeño en rebajarlo todo al propio nivel, contestan, no sin razon, los hijos del Norte, alegando costumbres venerables, leyes antiquísimas y derechos con toda verdad sagrados.

Al llegar á este punto, advertimos que, si nuestra modestia se aviene con el pequeño cuadro en que hemos de encerrar la presente (Crónica de Guipúzcoa, en cámbio nos faltará el espacio debido para dar á conocer tan preciada joya.

Joya la hemos llamado, y éslo, sin duda, para España. No por su fertilidad y riqueza, que estéril y pobre la hizo Dios, para probar que los pueblos nada valen por la fecundidad del suelo, mas por el vigor del cuerpo, la entereza del corazón y la energía del alma.

Tan nobles calidades que pocos pueblos poseen en el mondo á la par de nuestros vascongados, fueron parte á que el hijo de Guipúzcoa trocara en amenísimo vergel sus breñas, en la mas grata mansion sus estrechos valles, y en objeto de envidia su pobre, pero modesta y honrada existencia.

Bien sabemos, que viéndolo estamos diariamente, cuán desatentada ojeriza lleva en contra del pueblo vasco, á quienes, además de presumir de imparciales, deberían serlo.

Por nuestra parte, en Dios y en el derecho la mente y la sinceridad en los lábios, pues hablamos en lengua castellana, jamás olvidaremos, ya que tan insigne merced recibimos del cielo, que estamos obligados á decir verdad y ser leales. Fuéranlo siempre algunos que, en hora menguada, tuvo por gobernantes Castilla, y no habríamos visto el gloriosísimo nombre de esta mirado con desconfianza y aun ódio. Ni se mudara jamás aquel generoso impulso que habia movido al aragonés á aclamar por rey á un infante castellano, y á los hijos de Guipúzcoa y Alava, como luego los de Navarra y Portugal, á unirse todos en torno del pendon morado, señor de Córdoba y Granada;

Veremos, pues, aunque á brevísimo espacio reducidos, de dar á conocer la provincia de Guipúzcoa. Con amor vamos á recordar su hermosura, con respeto su historia, con veneracion sus costumbres, y ·con española hidalguía la legitimidad de sus fueros.

 

Introduccion / Cronica de Guipuzcoa