Diccionario Historico Geografico Descriptivo de los Pueblos, Valles, Partidos, Alcaldias y Uniones de Guipuzcoa / Por D. Pablo de Gorosabel (1862). Gipuzkoa

Diccionario de Guipuzcoa / Pablo Gorosabel
Portada de la edición de 1862.

PRÓLOGO.

/I/Entrego a la lectura del ilustrado público el presente Diccionario; fruto de numerosas investigaciones y de no poco trabajo. Su objeto ya queda indicado suficientemente en el título que va puesto en la portada del mismo. Es el de dar una noticia lo más completa y exacta posible de las ciudades, villas, lugares, valles, partidos, alcaldías mayores y uniones de que se compone la provincia de Guipúzcoa. Las ramas principales a que se extiende el plan trazado para este efecto son la historia, la geografía y la mera descripción de los lugares, edificios notables de la antigüedad, y otras cosas que llaman la atención pública, y cuya memoria merece trasmitirse a la posteridad. Conviene, sin embargo, advertir que la materia histórica es la base de la obra, y la de más interés en mi intención; y así es que puede decirse que las partes geográfica y descriptiva entran en ella mas bien como complementarias. Se tratará por consiguiente con alguna mayor extensión de cuanto tenga relación con el estado civil de los pueblos y territorios /II/. A este efecto se procurará poner en claro el modo de ser antiguo y moderno de ellos, su gobierno municipal, sus ordenanzas, leyes, privilegios, pleitos importantes y otras cosas dignas de saberse.

Es indudable que el conocimiento de los pueblos y territorios bajo los conceptos que quedan indicados es de una verdadera necesidad, o a lo menos de mucha utilidad, para toda persona de ilustración. A pesar de esto, es un hecho cierto que las antigüedades de ellos son por lo común ignoradas o confundidas por los mismos que los habitan. Pregúntese sino a cada uno de estos cuándo se fundó el lugar en que nació o de qué es vecino, de qué privilegios goza, si ha tenido siempre existencia independiente, por qué leyes se ha gobernado, qué cuestiones de importancia ha tenido, de qué hombres ilustres es patria, etc. Pocos serán seguramente los que en cada pueblo puedan dar explicaciones satisfactorias sobre todas y cada una de estas materias. Semejante falta de noticias de la antigüedad depende en mucha parte de la idea que se tiene de que su estudio es un objeto de mera curiosidad literaria, sin resultado de utilidad positiva; a lo que se agrega el ningún aliciente que ofrece tan fatigosa ocupación, y también el desarreglo en. que se halla la mayor parte de los archivos municipales. Pero ocurre a cada paso la necesidad de aclarar alguno de dichos puntos, sea por un motivo o por otro. Entonces es cuando se echan de menos las noticias de los tiempos pasados, y se consulta con los ancianos y otras personas que se consideran como conocedoras de ellas. A llenar este objeto en lo posible se dirige el presente Diccionario; cuyo orden alfabético facilitará el hallazgo de los artículos que se deseen estudiar.

No han faltado antes de ahora escritores ilustrados, que hayan emprendido con mucho celo esta misma tarea, Bien conocido es el Diccionario geográfico-histórico del reino de Navarra y provincial vascongadas, publicado en el año de 1802 por la Real Academia de la Historia. Su mérito es incontestable; obra por lo tanto de mucho aprecio y grande /III/ utilidad. Pero, permítaseme decir que en la manera en que se escribieron los artículos de los pueblos apenas podía ser un trabajo completo, ni dejar de contener muchas inexactitudes. Cualquiera conocerá, en efecto, que para que alcanzara la debida perfección, correspondía que los que los redactaron examinasen por síi mismos los documentos en que fundan las materias históricas; y esto es precisamente lo que no se verificó, ni en verdad podía realizarse según el plan adoptado para los trabajos. La forma en que se procedió en este asunto fue la siguiente. La Academia pidió a la provincia en el año de 1785 las noticias de los pueblos de ella; a cuyo efecto envié un interrogatorio que contenía diversas preguntas concernientes a su objeto. La diputación lo trasmitió a los ayuntamientos; y estas corporaciones, para evacuarlo, se valieron de los medios que les parecieron mejores, o se hallaban a su alcance. Unas encomendaron el trabajo a sus secretarios; otras lo encargaron a diversas personas que juzgaron mas entendidas en las materias. Tales informes de los pueblos fueron la base de los artículos de dicho Diccionario; informes, cuyo mérito depende de la mayor o menor ilustración, diligencia y celo de los encargados de su redacción. El resultado es que los señores académicos no examinaron personalmente las cartas pueblas, privilegios, ordenanzas y demás papeles de los archivos de los pueblos. Verdad es que en el prólogo de dicha obra se dice que D. Joaquín Antonio del Camino, hijo de este país, examiné los mas de los artículos de ella, aumentó muchos considerablemente, y extendió algunos de nuevo. La intervención de sugeto tan instruido vale ciertamente mucho para la perfección de los trabajos, y debe tenerse como una garantía del acierto. Pero, si el señor Camino no registró más archivo que el de San Sebastián, las descripciones que hubiese revisado de otros pueblos, basadas en las contestaciones de los ayuntamientos, nunca pueden inspirar toda la seguridad de la perfección.

Igual observación que con respecto al Diccionario de la Real Academia ocurre en cuanto a los publicados después /IV/ por D. Sebastián Miñano y D. Pascual Madoz. Aunque personas muy ilustradas y competentes en la materia, estos redactaron los artículos de les pueblos de Guipúzcoa bajo el mismo plan que aquella corporación literaria. Ni en verdad podían adoptar para sus investigaciones otro método en obras dirigidas a abrazar las noticias de todo el vasto reino, de España, como lo son las suyas. Es imposible que un solo hombre, por mas laborioso y entendido que sea, pueda extender sus estudios personales a la multitud de localidades y materias de que es objeto tan grande plan; y solamente su buena coordinación, la separación de todo lo inútil, dudoso y fabuloso, y la conveniente y buena redacción de lo demás, bastaría para honrar a sus autores.

Nada tiene por consiguiente de extraño que obras escritas en dicha forma no estén completas de noticias, o que adolezcan de algunas inexactitudes. En esta consideración, aunque la empresa es bastante difícil, mi intento ha sido el de perfeccionar las materias, .continuando las descripciones hasta el tiempo presente. Mi posición para este efecto es más ventajosa, y el objeto abrazado, como menos vasto, no tan difícil para ser desempeñado con algún acierto. No deja de ser en verdad una circunstancia muy importante la de ser natural y habitante de esta misma provincia; circunstancia de que carecieron los autores de los citados diccionarios. Favorece también al intento mi destino de archivero de la provincia, y encargado del arreglo de esta dependencia; cuyos papeles todos he tenido que reconocer con este motivo minuciosamente. Estos no pocas veces suministran noticias importantes; y además hacen indicaciones, que conducen a completar las que se pueden obtener de los mismos pueblos. Por otra parte, estando limitado mi trabajo al estudio de esta sola provincia, he podido hacer respecto de cada pueblo investigaciones mas profundas que si la obra tratase de todo el reino. En medio de todo esto, es muy posible que aun yo mismo haya incurrido en algunas inexactitudes; efecto de la calidad de la obra y de mi incompetencia para su redacción.

/V/ El presente Diccionario lleva un apéndice de las cartas pueblas, ó privilegios de fundaciones de las antiguas villas; así como también de otros documentas importantes concernientes a las mismas. Sin embargo, no se ha podido completar la colección de las primeras, por no existir las pertenecientes a las villas de Placencia, Guetaria, Hernani y Eibar, las cuales han desaparecido de sus archivos por causa de los incendios, guerras u otros motivos. La utilidad de dicho apéndice se halla al alcance del menos entendido; pues los documentas insertos en él son el fundamento de la existencia de los pueblos y la ilustración de muchas de sus antigüedades. Su publicación era además necesaria en el estado- deteriorado en que se hallan algunos de ellos, de manera que al cabo de pocos años estarían enteramente ilegibles; a lo que se agrega el peligro de un incendio, extravío o sustracción maliciosa, en cuyos casos su pérdida sería muy lamentable y acaso irremediable.

Ahora para la debida inteligencia del contenido de este Diccionario tengo que hacer al lector algunas advertencias. Las longitudes y latitudes de los pueblos, o sea su posición geográfica, se han determinado en él conforme al mapa de Guipúzcoa publicado en el año de 1849 por D. José Joaquín de Olazabal Arbelaiz, donde las primeras están arregladas al meridiano de Madrid. Las alturas de los pueblos sobre el nivel de la mar se han fijado según las mediciones hechas en el año de 1851 por la brigada topográfica del cuerpo de ingenieros militares bajo la dirección de D. Manuel Recacho, capitán del mismo cuerpo, completando por otros medios algunas que faltan en sus trabajos. Tienen artículo en este Diccionario todos los pueblos conocidos con los nombres de ciudad, villa, lugar, universidad, concejo, población y comunidad; pero no los barrios, sino es cuando son de bastante importancia o pertenecen a distintas jurisdicciones, como sucede con los de Ubera, Alegría, Elcano, Santa Marina y Ursuarán. A título de hombres ilustres se citan solamente aquellos que han alcanzado alguna alta dignidad del estado en las diversas carreras civiles, militares (VI) e eclesiásticas del mismo, y los escritores de obras de reconocido mérito; pero ningún otro, salvo alguno muy distinguido por su saber, santidad u otra circunstancia particular. Al tratar de estos personages no ha sido mi ánimo el de escribir sus biografías, sino indicar tan solamente sus empleos, honores, obras y los hechos más señalados de su vida. El número de habitantes que tiene cada pueblo se ha arreglado al último censo de población, que es el que se formó en todo el reino el día 25 de diciembre de 1860; excluyendo del número de los que había entonces a todos los forasteros, transeúntes o no vecinos, y comprendiendo al contrario a todos los verdaderos domiciliados, aunque algunos estuviesen ausentes accidentalmente. El concordato a que se refieren los artículos al tratar de la provisión de los curatos y beneficios eclesiásticos es el celebrado entre su santidad y la reina en 16 de marzo de 1851.

Hechas estas advertencias, solo me resta pedir al lector que reciba con indulgencia este trabajo, en gracia de la buena intención que me ha movido al emprenderlo, que solo ha sido de ser útil a mi querido país. También debo dar las gracias mas expresivas a las autoridades y particulares que generosamente me han franqueado sus archivos para el estudio de los preciosos documentos que encierran. No son menos acreedores a mi gratitud cuantos me han favorecido con las noticias que les he pedido, para obtener la posible perfección de la obra. Si no la he conseguido a pesar de toda la diligencia que he puesto para el efecto, otros habrá acaso con tiempo que sean más afortunados en esta difícil empresa. Pero a cualquiera que la acometa aconsejo no se olvide de aquel juicioso epigrama del poeta español Marco Valeria Marcial, que decía:

Multum, crede mihi, refert, a fonte bibatur
Qui fluit, an pigro, qui stupet, unda, lacu.

Lo cual traducido al castellano significa:

Créeme que importa mucho.
Mirar donde bebes agua;
Si en fuente que fluye pura.
O en laguna encenagada.