Una expedicion a Guipuzcoa

I

INTRODUCION .

Si hay algun pais en el mundo acreedor á un recuerdo de gratitud por parte de los forasteros que le visitan, ese es sin duda el país vascongado. Por eso son ya algunas las descripciones de viaje por esas provincias benditas del cielo, de las cuales siempre hay algo nuevo que decir, porque siempre se descubre al recorrerlas algun encanto mas que pasara desapercibido á los ojos de los primeros cronistas. Por eso tambien son el punto de asilo á donde se acoge la mayor parte de la sociedad madrileña á quien dispersan los rigores de la canícula. Y á la verdad que esta predileccion por el pais vasco está altamente justificada, porque un pais cuya temperatnra /8/ es tan suave y cuyo clima es tan benigno, como dulce y bondadoso es el génio y el carácter de sus habitantes, merece bien ese favor de que goza sin rivales , y conquistada tiene con justos títulos la general simpatia. Unanse á estos encantos del clima y á estos alicientes del carácter, los que trae consigo el espectáculo sorprendente de un pueblo estremadamente morigerado y sóbrio , que en medio de la corrupcion del siglo en que vivimos y formando parte de esta nacion tan trabajada por la inmoralidad y por la sed de goces materiales, permanece fiel á los hábitos de laboriosidad y de virtud que le trasmitieron sus mayores, y se formará una idea cabal de todo lo que tienen de simpatico y agradable las provincias Vascongadas. Ese cuadro de bienestar general que se revela hasta en los mas insignificantes asertos; ese espiritu de mútua proteccion que anima a todos los que han nacido entre aquellas pintorescas montañas y que los hace mirarse como hermanos; ese génio alegre sin degenerar en bullicioso; ese carácter franco, esa generosa hospitalidad que dispensan llenos de gozo al que por primera vez pisa los umbrales de su casa, hablan muy alto en favor de ese régimen foral á que son tan apasionados, y de esa administración, por decirlo así, invisible, cuya mano solo se deja ver de vez en cuando para proporcionar alguna comodidad ó derramar algun beneficio. El que visita esas provincias donde el suelo es feraz á fuerza de cultivo y de afanoso /9/ cuidado; donde son medianas las fortunas y muy escasos los grandes capitales; donde no hay riquezas fabulosas, ni desgarradoras miserias, prácticamente se convence de que no son los adelantos de la mas refinada civilizacion, ni el prodigioso desarrollo de la industria los que constituyen la felicidad de los pueblos: una administracion paternal y protectora, una division de la propiedad bien entendida, una inteligencia cordial y un interés mútuo entre el propietario y el colono, y unas costumbres puras, sobrias y morigeradas, hé aquí las bases sobre que está fundado ese bienestar general que todos admiran. País venturoso y verdaderamente libre, la mano del fisco no viene á secar en él las producciones de su suelo, y á la sombra de esa proteccion generosa que allí se dispensa á los labradores, prospera la agricultura á pesar de todas las contrariedades que la naturaleza le opone. De esa •feliz y natural organizacion del trabajo, en que no han influido por cierto las teorias de Luis Blanc, allí desconocidas, de ese bienestar que se disfruta así en la animada capital, como en el silencioso caserío situado en la cima de una elevada montaña, ó á la falda de esta en lo mas 'recóndito de un valle, procede naturalmente esa moralidad en las costumbres que tanto nos cautiva. Como el vil interés del dinero no es en general el móvil de las acciones, son estas frecuentemente nobles y generosas y ninguno de los vicios que tienen su asiento en las grandes poblaciones, cuanta alli ni apasionados, ni víctimas, circunstancia /10/ que influye no poco en la salud pública, y á que se debe en gran parte esa poblacion robusta y gallarda que nos presentan con orgullo las provincias Vascongadas .

Un pais, pues, que reune todas estas recomendables circunstancias del clima, del caracter de las costumbres, del buen órden administrativo, de la moralidad, en fin, natural es que cautive el afecto de los que le visitan y que deje en ellos por mucho tiempo un recuerdo grato y consolador. Dispénsennos, por lo tanto , los que tengan la paciencia de leernos , si llevados de ese sentimiento de gratitud que no puede menos de rebosar en el pecho de toda persona leal y agradecida, nos atrevemos á cansar su atencion, consignando, siquiera sea de una manera rápida y superficial , los apuntes taquigráficos de nuestro viage , hoy que segun la feliz espresion de un escritor de costumbres muy conocido y apreciado , tan en moda están las relaciones taquigráficas .

Nada mas sorprendente y agradable para el viagero, despues de haber atravesado las asperezas de Somosierra y el imponente desfiladero de Pancorvo, que la serie de belllsimos y variados cuadros que ofrece á sus ojos la provincia de Guipúzcoa, con sus montes cubiertos de verdor, sus amenos valles, sus lindos caseríos, sus ermitas en la cima de las montañas, sus tortuosos rios y sus fresqulsimas fuentes; y como si la naturaleza de ese país estuviera en armonía con el carácter de sus habitantes, es de notar, y esto esplica /11/  perfectamente los rasgos que distinguen á unos pueblos de otros, que mientras las desgreñadas ninfas de Somosierra exigen con escasa cortesanía, nada menos que uno y á veces dos reales por un vaso de agua turbia con que brindan al viagero, en Salinas de Leniz, primer pueblo de Guipúzcoa , un coro de muchachas limpias y agraciadas se disputan el placer, pues tal lo consideran ellas, de ofrecer generosamente á los viageros vasos de agua cristallina con sus indispensables azucarillos. Contraste notable que revela bien á las claras cuánto se refleja el bienestar de un pueblo hasta en los mas insignificantes hábitos de sus naturales. En Somosierra, hasta el agua que se facilita al viagero para refrescar sus secas fauces, es un medio de subsistencia; en Guipúzcoa se ofrece desinteresadamente f como cumpliendo un deber de hospitalidad .

Toda vez que ya hemos penetrado en este pais delicioso antes de llegar á los puntos que forman el principal objeto de nuestra espedicion, hagamos alto en medio del camino real y detengámonos siquiera por breves dias en el establecimiento grandioso de que vamos i ocuparnos en el próximo capítulo.