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Bosquejo de las antigüedades,
gobierno, administración
y otras cosas notables de la villa de
Tolosa
Pablo
Gorosabel
CAPÍTULO X
DE LOS
INCENDIOS DE TOLOSA O SUS EDIFICIOS PÚBLICOS
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La presente relación no se
dirige a tratar de las casas de particulares que han sido quemadas en esta
villa, pues esto sería por una parte muy prolijo y por otra ajeno del objeto
de este escrito. Limítase por lo tanto a describir los incendios que la misma
población en general o algunos de sus edificios públicos han sufrido, que es
lo que interesa más saber a la autoridad. Así y todo son tan escasas y
confusas las noticias que nos quedan de la antigüedad acerca de lo primero,
que apenas sabemos más que meras generalidades. !Tan poco han cuidado
nuestros antecesores de trasmitirnos la historia de los sucesos de este
pueblo!
Ya se ha dicho en la parte
histórica de este Bosquejo que esta villa fue quemada en su mayor parte por
incendio casual en el año de 1282; pero no existe sobre tal suceso ninguna
relación, ninguna descripción, ni noticia alguna por la que se pueda formar
siquiera una idea de a lo que se redujo. Parece también cosa cierta que esta
población sufrió igual calamidad en el año de 1501; pero tampoco se ha podido
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tener la explicación o
pormenores del suceso, el cual indudablemente debió ser de mucha
consideración, puesto que aún la iglesia de Santa Maria se quemó; y cuando se
sabe por otra parte que para fomentar la reedificación dispusieron los Reyes
Católicos, en 1505 la residencia continua de los Corregidores en Tolosa. Por
lo que hace a épocas más recientes se referirán los incendios que han sufrido
los edificios públicos de esta villa, puesto que hemos presenciado nosotros
mismos algunos de ellos, y si no hemos alcanzado a ver el más antiguo que se
va a explicar, a lo menos hemos sabido sus pormenores de boca de las mismas
personas que fueron testigos de él. Éste es el que ocurrió en la iglesia
parroquial de Santa Maria el día 9 de Octubre de 1781, de cuyo suceso, si
bien no se encuentran detalles en las actas de la villa, por no existir las
correspondientes a dicho año, consta todo lo ocurrido del expediente que en
el año siguiente se formó por testimonio de Juan Miguel de Landa, que
original existe en esta secretaría de la villa.
Una mujer que a cosa de las
cinco de la mañana del citado día 9 estaba lavando ropas en el río Oria a
espaldas de la Armería notó que de dos ventanas de la sacristía de dicha
iglesia salían llamas de fuego; y habiendo comunicado inmediatamente esta
novedad a los oficiales armeros que trabajaban en el expresado
establecimiento, llamaron éstos a la gente del pueblo, la que al momento
acudió en gran número a la iglesia. Abiertas las puertas de ésta se vio que
la ropa de adorno de la imagen de nuestra Señora de la Asunción, que estaba
sobre el sagrario del retablo mayor, ardía. El foco del incendio salía del
camarín, que era un gran arco en el primer tramo ú orden del altar, donde se
hallaba colocada dicha imagen o bulto de la Virgen vestida y rodeada de
angelotes,
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arañas y cortinas, a la
cual se comunicaba desde la pequeña sacristía. Se extrajo al momento el
Santísimo, y se principió con la mayor actividad a cortar el vuelo de las
llamas. Pero fue en vano; porque habiendo penetrado éstas entre la. pared y
respaldo, se cebaron con la mayor rapidez, en materia tan propia, como lo era
dicho retablo, y cayó este como desplomado con mucho peligro de la multitud
de personas que estaban en la iglesia a cosa de las seis menos cuarto de la
misma mañana. Las llamaradas agitadas por el aire corrieron por todas las
bóvedas de ésta; chamusquearon hasta quince altares colalerales dorados que
había; derritieron toda la cañería del órgano: en suma quedó todo el interior
del templo en el estado más horroroso. Además, como se esperaba de visita al
Obispo de la diócesis, se había dispuesto dar un retoque a la mucha plata que
había; y en efecto, concluida esta operación. se hallaban guardadas en el
mismo cuarto del camarín doce lámparas, cruces, diferentes florones anchos y
gruesos, magníficos candeleros, sacras, bandejas, incensario, palio, un viril
precioso, campanillas, cálices, custodia y otras muchas cosas de valor, todas
las cuales se derritieron donde se hallaban.
No se limitaron a esto los
estragos de este incendio, El fuego del cuarto del camarín, habiéndose
comunicado por todas las piezas altas y bajas, abrasó completamente los
archivos de la villa y cabildo eclesiástico, colocados sobre la sacristía del
lavatorio, de los que ningún papel se pudo salvar. Pérdida fue ésta de la que
no han podido repararse estas corporaciones, que sienten de continuo la falta
de libros y documentos de mucha importancia, debiéndose la existencia de los
que hoy se tienen a la casualidad de hallarse al tiempo de este incendio en
la casa del archivero de la villa. Ardía también por
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el otro costado la
sacristía mayor o principal, sobre cuya bóveda se hallaba el archivo de la
provincia, hacia el cual se dirigió toda la atención de los hombres
reflexivos, que conociendo la importancia de su conservación se afligían del
daño inmenso que tendría la cosa pública con su desaparición; y por
consiguiente se trató de salvarlo a toda costa. Las dificultades que para el
efecto se ofrecían eran cuasi insuperables. Las escaleras por donde debía
subirse al expresado archivo estaban invadidas del fuego, y no se podía
penetrar; la sacristía mayor, sobre la cual estaba situado, ardía en llamas;
entre el mismo archivo y el tejado salía de cuando en cuando una llamarada,
que hacia creer que todo él estaba ardiendo. Tampoco se podía llegar a las
ventanas que caen hacia el río, que son las únicas que tiene, por la mucha
elevación a que se hallan por la parte de afuera. En este conflicto, en que
se idearon diversos medios para penetrar en el archivo, los más de imposible
ejecución. todos de sumo peligro, se fijó al fin en uno que felizmente
correspondió a los deseos. Habiendo subido pues algunos al gran tejado,
descolgaron desde allí una gruesa maroma por medio de la cual se aplicaron
tres escaleras a la ventana del archivo que cae al Norte de más de 70 pies de
elevación, por la cual con indecible arrojo subió primero Juan Bautista de
Maestruarena, hombre de bastante edad, quien derribándola a hachazos,
observando que no había penetrado aún el fuego, animó a otros a arrostrar el
peligro. Lo hicieron en efecto seguidamente Javier Joaquin de Maestruarena,
hijo del Juan Bautista, y José Joaquin de Barrena, quienes alentados por las
gentes extrajeron todos los registros, libros y papeles con inminente
exposición de ser sepultados entre brasas y escombros. Así es que al cuarto
de hora, después que concluyeron la operación de arrojar desde
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una sola ventana tantos carros
de papeles, se desplomó todo el archivo y bóveda de la sacristía. Por una
acción tan meritoria esta muy noble y muy leal provincia remuneró a dichos
Maestruarenas y Barrena con un diario.
Arrojadas de esta villa en
la nochecer del 25 de Julio de 1813 por el ejército hispano-anglo-portugues
las tropas francesas que la guarnecían, una partida del batallón que mandaba
Don Francisco Longa, que ocupaba la parte de Izascun, después de haber
quemado la casería de Perrategui, hizo otro tanto con la Misericordia que
existía donde la actual. Sin embargo hay quienes dicen que este incendio fue
causado por los mismos franceses a su retirada. Sea de ello lo que quiera, es
lo cierto que fue una perdida muy sensible para la villa, y no de fácil
reparación, puesto que los pobres carecieron por mucho tiempo de una casa de
habitación regular, hasta que por fin llegó a construirse un edificio de
nueva planta en el mismo local anterior .
El convento de religiosos
de San Francisco, situado a la salida de esta villa para Castilla, fue
también incendiado completamente en la noche del 13 de Octubre de 1814.
Ocupábalo de cuartel el regimiento español denominado Toledo de guarnición en
esta villa; y fue opinión general en el vecindario que los mismos soldados,
deseosos de alojarse dentro de la población, para estar más a sus anchuras,
fueron los que le dieron fuego. Todo el edificio quedó abrasado en pocas
horas, a pesar de los esfuerzos que se hicieron para apagarlo; y sólo se pudo
salvar la iglesia cortando los. tejados de su contacto. En esta operación se
distinguió por su actividad y arrojo el maestro albañil Manuel de Usarraga.
Este convento fue reedificándose después por partes, aunque no con la
magnificencia anterior por la misma comunidad o con sus fondos
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auxiliados de la caridad
pública de este vecindario y aún de los pueblos comarcanos.
La ermita de San Blas y su
casa de habitación contigua fueron así bien abrasadas completamente el día 14
de Agosto de 1820. Créese que el incendio procedió de un descuido de una criatura
de la casa que aplicó inocentemente una luz a la paja o helecho que había en
la cuadra, si bien no faltó quien opinase que resultó de un rayo que cayó
aquella misma tarde en la proximidad de esta villa durante la tronada que
hubo. Lo primero sin embargo es lo mas verosímil. La villa, cuya propiedad es
dicha ermita y su casa de habitación, tomó desde luego las convenientes
disposiciones para su reedificación sobre las antiguas paredes, única cosa
que pudo aprovecharse, como lo verificó levantando el actual edificio.
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