Pablo Gorosabel

Pablo Gorosabel

Home

Klasikoak

Bosquejo de... Tolosa

Índice - aurkibidea

Introducción - sarrera

Prolegómeno - atarikoa

Historia

Gobierno - Gobernua

Pueblos - herriak

Administrac. - Administraz.

Propios - propioak

Iglesias - eliza

Conventos - komentuak

Patronatos - patronatuak

Inundaciones - uholdeak

Incendios - suteak

Inviernos - neguak

Epidemias - epidemiak

Guerras - gerrak

Realeza - erregeak

Acontecimientos- gertaerak

Fiestas - Festak

Urbanismo - hirigintza

Edificios - establezimenduak

Industrias - industriak

Población - biztanleak

Apéndice - eranskinak

Babeslea

Gipuzkoako

 Foru Aldundia

 

 

Bosquejo de las antigüedades, gobierno, administración

y otras cosas notables de la villa de Tolosa

Pablo Gorosabel

CAPÍTULO XII

DE LAS EPIDEMIAS PADECIDAS EN TOLOSA

 

207

208

Antigua casa de Beneficencia

Las noticias que he podido proporcionar acerca de las epidemias padecidas en esta villa se refieren también a una época muy cercana, por no encontrarse razón de esta calamidad en cuantos antecedentes antiguos he consultado. Sábese en efecto por la historia y por otras noticias que por el mes de Julio de 1401 cundió en esta provincia desde la parte de Francia una peste tan terrible que causó gran mortandad, en términos de haber desamparado completamente las gentes algunas poblaciones por mucho tiempo, viviendo por consiguiente en los montes con grandes trabajos. Hay también noticias de que en el año de 1597 entró en esta provincia otra enfermedad pestilenta que hizo estragos, particularmente en San Sebastian y Pasages, de donde al parecer se propagó. Es pues probable que en las dos ocasiones citadas, y en algunas otras, hubiesen padecido los tolosanos por la causa de que aquí se trata; pero por no alcanzar las actas de la villa a la época primeramente indicada y faltar las de la segunda, no es posible manifestar lo que hubiese ocurrido en el particular.

Por lo tanto, limitándome a tiempos mas inmediatos, diré que en los meses de Julio y Agosto de 1707 se padeció en esta villa una epidemia o enfermedad contagiosa, procedente sin duda de la estancia que hicieron en ella los prisioneros de la batalla de Almansa, los cuales fueron conducidos a Francia. No se expresa la naturaleza o carácter de esta enfermedad, y solo sí que había causado muchas victimas en el vecindario, donde se había propagado mucho a causa de su contagio. A sus resultas se hicieron rogativas públicas con procesión general, pues que se atribuía el mal a enojo é ira del cielo: se mandó también que se limpiasen y regasen con vinagre los alojamientos en que habían estado dichos prisioneros, que se regasen las calles, y se adoptaron otras disposiciones semejantes. No debió tardarse en cesar esta enfermedad, pues que en fin del mismo mes de Agosto decretó el Ayuntamiento hacer una

209

corrida de toros de muerte y otros festejos y regocijos públicos en celebridad del nacimiento del Príncipe de Asturias, como en efecto se verificaron en los días 11 y siguientes de Septiembre inmediato, sin que ya después se haga mención de tal epidemia.

Por los meses de Julio y Agosto de 1774 se extendió desde Francia a Navarra y desde aquí a esta provincia por el valle de Araiz una epidemia que empezó a hacer terribles estragos en el ganado vacuno, no solo doméstico, sino también el que pastaba en los montes. El Ayuntamiento tomo en su consecuencia varias providencias que estaban a su alcance con el fin de evitar el contagio. Prohibió la matanza de toda clase de ganado vacuno para el abasto de la tabla publica de esta villa, substituyéndolo con carnero; mandó se enterrasen con cuidado y a bastante profundidad los ganados que muriesen del contagio; prohibió la introducción de reses desde Navarra y Francia a esta jurisdicción. A pesar de todo esto cundió el contagio a esta villa, así como al resto de la provincia, de manera que murió multitud de ganados, y como al mismo tiempo los dueños de los que todavía estaban sanos, temerosos de que fuesen atacados, se deshicieron de ellos matándolos para cecina, resultó que en la mayor parte de los pueblos apenas quedó una res viva. El método curativo de esta enfermedad propuesto por tres albeitares de San Sebastian existe unido a la acta de 2 de Septiembre del mismo año; pero a pesar de que indica en este papel que varias reses se había curado radicalmente y libertado por los medios que expresan, ello es que todavía por el mes de Noviembre continuaban las medidas de precaución antes señaladas, sin duda por que no había desaparecido enteramente el mal. Esto parece que tuvo lugar durante el invierno.

En el mes de Marzo de 1784 reinó entre los habitantes de

210

esta villa y su casa de Misericordia una epidermia contagiosa y maligna, en tanto grado que causó varios estragos particularmente entre la gente pobre, y con ello el terror de todo el vecindario. El Ayuntamiento, tomando el asunto en muy seria consideración, acordó por primera providencia traer los médicos forasteros de los mas acreditados por su ciencia y práctica que en unión con el titular del pueblo Doctor Don Manuel Bernardino de Aranguren visitasen a los enfermos y prescribiesen su plan de curación, como también las disposiciones convenientes para evitar el contagio. A su virtud vinieron los Doctores Don Manuel Antonio del Vall y Don Francisco Antonio de Arratibel, médicos de San Sebastian e Irun, quienes, de acuerdo con el Doctor Aranguren dispusieron el régimen curativo que les pareció. Aconsejaron al mismo tiempo algunas medidas preservativas, tales como el establecer en la casa de Misericordia dos salas capaces y ventiladas para recoger los enfermos, llenar de cascajo los pozancos de las calles públicas de esta villa, enterrar los cadáveres con más profundidad que la acostumbrada echándoles cal viva y otros semejantes. El Ayuntamiento hizo cumplir todas ellas; y para que se verificase la última de las indicadas, acordó que cualquiera persona que pidiese a la villa leña y arbustos para caleras tuviese que dar, entregándolo en casa del pregonero, un carro de cal viva, para que este lo emplease en el expresado enterramiento de cadáveres.

No obstante estas precauciones, la epidemia continuó afligiendo al pueblo, pues quede un informe que en 14. de Mayo dio dicho medico Aranguren a la villa resulta que todavía subsistía el mal en su fuerza. En este importante escrito, digno de ser atendido por la autoridad en todos tiempos, se indican como las principales medidas preservativas del contagio las

211

siguientes: ª1 La limpieza esmerada de las habitaciones, cuadras, comunes, patios, calles, caños y lugares semejantes. 2ª Evitar la aglomeración y corrupción de sustancias vegetales, animales y demás en la 'población y sitios próximos a ella, así como también la detención de aguas en los mismos puntos. 3ª Ventilar las habitaciones bajas, cuadras y cárceles. 4ª Formar fuera del pueblo hospitales de secuestro con cuadras espaciosas y ventiladas, cada una de las cuales contenga poco numero de enfermos. 5ª Rociar las habitaciones con vinagre; quemar éste o los aromáticos en las mismas; mascar algún estimulante o aromático, como la angélica o tabaco; escupir y no tragar la saliva, no comer ni beber en la habitación del enfermo, ni sin haberse enjugado la boca y lavado las manos. 6ª Evitar el aliento de los enfermos. 7ª Mucha limpieza en la ropa, cama y casa. 8ª Moderar algo los alimentos; no mantenerse de solo carnes ni pescados, sino usar de éstos acompañados de fruta u hortaliza. 9ª Uso del vino con moderación; que no faltase vinagre ú otro ácido en la mesa; que se evitasen pasiones vehementes, particularmente la tristeza y cólera. No consta la mortandad que causó esta epidemia; pero de la acta del Ayuntamiento de 30 de Julio se infiere que ya había desaparecido para entonces.

Hacia la otoñada del año de 1786 atacaron las tercianas a tanto número de habitantes de esta villa que el Ayuntamiento, temeroso de que el mal se hiciese general, acordó en sesión de 1º de Octubre pedir al gobierno de su Majestad por medio del Obispo de Pamplona una arroba de quina. Se recibió en efecto esta en 3 de Diciembre por medio de dicho prelado para los pobres enfermos, y sea por este remedio o por que cesaron las causas ocasionales del mal, desapareció éste sin más consecuencia

212

En el año de 1794 desde el mes de Febrero padeció también el vecindario de esta villa una epidemia de fiebres pútridas contagiosas. Procedió de la corrupción del aire por falta de ventilación en las medias casas y sótanos, sucios por el desaseo de sus habitaciones y corrupción de sus establos; de la falta de ropa y del necesario y saludable alimento; y también debió haber sido transportada de Francia por los tercios empleados en la frontera en su defensa. Por el mes de Mayo, durante el curso de esta enfermedad y contagiado de ella, murió el medico asalariado Don Manuel Bernardino de Aranguren, que fue una pérdida muy sentida en el pueblo. Continuaba todavía el mal por el mes de Junio, puesto que el día 12 de el decretó el Ayuntamiento hacer una rogativa general implorando la clemencia de Dios; pero no resulta cuando cesó ni cuantas victimas hubo.

Se experimentó así bien en esta villa en el año de 1804 una enfermedad contagiosa que se cebó en la gente pobre, por efecto seguramente de su poco aseo y falta de alimentos sano y de ropa decente. Los contagiados de esta clase en numero de unos setenta fueron conducidos a la casa de Misericordia, donde colocados en salas ventiladas, con ropa limpia, y asistidos con todo el aseo y esmero que corresponde en tales casos, sanaron en breves días saliendo como de un estupor o amodorramiento.

Del mismo modo a principios de Julio del año de 1808 apareció en esta villa una disentería bilioso-pituitosa que se extendió por toda ella, sus caseríos y pueblos de la comarca. Esta enfermedad en su principio cedía al método adoptado por el medico asalariado Don Ildefonso de Achucarro, sin que fuese funesta respecto de los adultos; pero no así con las criaturas, de las que murieron algunas. Por el mes de Agosto, con motivo de haberse reunido en el hospital establecido en

213

el convento de San Francisco bastantes soldados franceses enfermos, se aumentó el numero de los atacados y degeneró la epidemia en pútrido-nerviosa, causada por pasiones de ánimo de naturaleza depresiva o debilitante y el poco aseo que había en las calles, cuadras, habitaciones, y por no enterrar a la debida profundidad los caballos muertos. Efecto fue todo esto de la guerra que a la sazón se tenía con la Francia, cuyas tropas pasaban incesantemente por esta villa y se aglomeraban en ella sin las necesarias comodidades y de mala manera. Así resulta de un informe que dio al Ayuntamiento en 23 de Noviembre el médico titular el mencionado Achucarro, que existe agregado a la acta de 29 del mismo mes y año. En otro que presentó el propio facultativo en 10 de Diciembre, y que está arrimado a la acta de 12 del mismo, manifiesta que la calentura bilioso-pituitoso-putrido-nerviosa atacaba entonces en la generalidad a los pobres; que de éstos había siete contagiados en la casa de toriles que servia de Misericordia y muchos en el pueblo en sus casas. Añadía que era preciso señalar un edificio capaz y de algunas comodidades, para que fuesen trasladados allí los que existían en la casa toriles y aún los de las calles para evitar el que se extendiese el contagio. Tampoco consta cuando desapareció el mal ni cuantos murieron de él, aunque debieron ser bastantes.

A principios del año de 1809 cundió igualmente por toda esta villa y sus caseríos un mal que llamaron hospitalario y que causó muchas víctimas. Procedió seguramente del gran tránsito de tropas, trenes y demás con motivo de la guerra; del poco aseo que había en las calles por este mismo motivo ; y también se atribuyó a la benignidad de la temperatura de aquel invierno, cosa rara por cierto en este país húmedo. Desapareció el mal por la primavera y es de advertir aquí que el día

214

6 de Marzo de este año se enterró el primer cadáver en el nuevo Camposanto.

Por el mes de diciembre de 1813 , con motivo de la aglomeración de las tropas y uso de malos alimentos, hubo también esta villa y sus hospitales, así como en algunos pueblos circunvecinos, fiebres adinámicas que causaron bastante alarma entre estos habitantes. En lo general terminaron felizmente con respecto a los enfermos de las calles, a excepción de alguno que otro que sucumbió. Pero no sucedió así en cuanto a los soldados que estaban en el hospital militar establecido en Santa Clara, de los que la mayor parte eran Voluntarios de Guipúzcoa; quienes murieron en mas número, pues que el carácter de su mal era mas grave y complicado. Se padecieron al mismo tiempo enfermedades catarrales de naturaleza perniciosa, y aun hubo casos de viruela; pero pasó todo al cabo de algún tiempo sin graves consecuencias. Los partes que sobre este ;asunto dio el medico asalariado de la villa Don Ildefonso de Achucarro existen desde el folio 910 al 919 del registro de actas del mismo año.

En el de 1817 se extendió a esta villa y otros varios pueblos de la provincia desde los valles de Juslapeña, Ulzama y Gulina de Navarra una enfermedad epidémica y contagiosa en el ganado vacuno, que hizo perecer á bastantes reses. Sus señales exteriores eran una mancha gangrenosa sobre las costillas y lomos y algunas veces sobre el pecho. Los medios que con mejor éxito se emplearon para su curación fueron sajar dicha mancha hasta su profundidad de dos dedos de una a otra y aplicar ajo, vinagre y sal, y si esto no bastaba el ácido nítrico o sulfúrico. El método curativo que envió la Diputación de la provincia existe al folio 204 del registro de actas del propio año.

215

También en los meses de Agosto, Septiembre, Octubre y Noviembre de 1828 se padeció en esta villa una epidemia bastante grave y que causó alguna mortandad. Era una fiebre de carácter maligno, con síntomas adinámicos y atáxicos, que los antiguos llamaban pútridos y nerviosos, de cuya enfermedad fueron atacados muchos dentro y fuera del pueblo. Según declaró el medico asalariado Don Benito de Irazusta, esta epidemia provino de la estación en que los focos engendradores de miasmas, que resultan de la descomposición de los cuerpos organizados, privados de vida de los pantanos y playas y de todos los lagares en que ellos existen se disuelven al aire libre en el otoño y adquieren cierta malignidad que parece pestilencial. Sin embargo la mortandad no fue considerable cotejada con el número de enfermos curados, pues según dicho informe apenas pasó de un cuatro por ciento. En sesiones de 27 de Octubre y 1º de Noviembre adoptó el Ayuntamiento varias medidas dirigidas a la sanidad del vecindario, y señaladamente para la limpieza y aseo de las calles y callejuelas, carcabanas, patios, cuadras y lugares comunes.

De otra comunicación del mismo facultativo de 30 de Octubre resulta que el número de enfermos de la fiebre reinante que estaban a su cuidado era diez; que el método curativo que seguía era el antiflogístico estimulando la periferia cuando aparecían el abatimiento del pulso y el estado soporoso; que la enfermedad era una irritación o inflamación de las membranas mucosas e intestinales; que en su primer periodo de invasión se presentaba con ardor al epigastrio, la lengua con una costra blanca a los bordes y la punta encarnada, nauseas en algunos y vómitos en otros, dolores ambulantes de pecho y vientre con zumbido y dolor obtuso simpático de cabeza y riñones; que en el segundo periodo se manifestaban los síntomas adinámicos

216

y atáxicos con abatimiento de pulso y disminución de calor en las extremidades, estado soporoso, convulsiones y temblores con diarrea serosa, reconcentrándose la fuerza vital al centro; que las causas productoras de la calentura eran muy deletéreas; porque no atacaba sino a cierta clase de personas predispuestas por su mucha irritabilidad. De otro oficio que en 31 de Octubre dirigió al Ayuntamiento el cirujano asalariado Doctor Don Antonio Biarn aparece que habían muerto del mal reinante muchas personas de una edad florida y robusta; pero que la mortandad había disminuido a consecuencia de las aguas que cayeron aquellos días. Por partes posteriores de ambos facultativos se ve que en efecto había desaparecido la epidemia para el mes de Diciembre.

Con motivo de los estragos que estaba haciendo en París y otros puntos de Francia la terrible plaga del cólera morbo asiático, cuya propagación es bastante conocida, se creó en esta villa a principios de Abril de 1832 una junta de sanidad. Esta tomó diversas medidas para el aseo y ventilación de las casas, cuadras, patios, cárceles y otros edificios y sitios; pero como no se extendió el mal por entonces a este reino, no hubo novedad en este pueblo. El cólera siguió no obstante el curso que la providencia le tenía trazado; y así en 1834 se descubrió en varios puntos de España y aun en Navarra, importado al parecer por las tropas que habían venido con el general Rodil desde Portugal, donde existía ya. Alarmose con tales nuevas esta villa, y el Ayuntamiento en 19 de Agosto acordó diferentes disposiciones dirigidas a obtener el aseo del pueblo en todos conceptos, y nombró también una junta de sanidad. Ésta por su parte no omitió medio alguno para corresponder al objeto de su creación ; y dictó en su consecuencia varias providencias dirigidas a la limpieza y

217

ventilación libre de todos los sitios públicos y particulares del pueblo, para privar de esta manera a la plaga elementos en que desarrollarse o propagarse. A este mismo efecto el convento de San Francisco se estableció de cuartel y de Santa Clara de hospital militar: en la casa de Misericordia se habilitó también un salón con sus correspondientes camas y servicio para los paisanos que fuesen atacados del cólera. Tomadas estas medidas ,aparecieron en Alegria en 24 de Octubre varios casos de esta horrorosa enfermedad, que terminaron funestamente de una manera cuasi fulminante; y en el mismo día enfermó en ésta un joven con síntomas del propio mal, el cual fue trasladado a la casa de Misericordia por orden de la autoridad. Todo esto alarmó mucho a estos habitantes, que creyeron invadido el pueblo de lleno por el cólera ; ya por razón de la proximidad de Alegría ; ya por reunión de gentes con motivo de la guerra; ya también por el roce que había con las tropas. Pero felizmente no hubo más que unos pocos casos aislados, y esto entre soldados y gente miserable; lo que se atribuyó a las acertadas medidas que se habían tomado y a la saludable posición que ocupa este pueblo. Así es que desapareció el mal sin que hubiese novedad de trascendencia.

Durante el mes de febrero y principios de Marzo de 1837 reinó también en esta villa de una manera epidémica y contagiosa la fiebre tifoidea o sea tifus. Según parece, cundió de los muchos enfermos que fueron conducidos a esta villa desde la de Vergara, en cuyo hospital se padecía con intensidad. El número de atacados de esta fiebre en esta villa fue bastante grande, tanto en las casas particulares como en la Misericordia ; pero los que sucumbieron en ella no pasaron de un doce por ciento. Se observó en los enfermos una cefalalgia violenta, estupor semejante a la borrachera, ordinariamente sal-

218

to de tendones, convulsiones y un exantema purpurado o petequial. A mediados de Marzo ya decayó la intensidad del mal, y fue desapareciendo gradualmente sin necesidad de más medidas que las higiénicas y curativas regulares. Por desgracia esta fiebre se ha hecho bastante común; pues se ven diariamente casos de ella en todos los pueblos de esta provincia y fuera de ella.

 

 

 

 

 


 ©  Reservados todos los derechos sobre la edición electrónica,

Edición a cargo de Juan Antonio Saez Garcia