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Bosquejo de las antigüedades,
gobierno, administración
y otras cosas notables de la villa de
Tolosa
Pablo
Gorosabel
CAPÍTULO XII
DE LAS
EPIDEMIAS PADECIDAS EN TOLOSA
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Antigua
casa de Beneficencia
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Las noticias que he podido
proporcionar acerca de las epidemias padecidas en esta villa se refieren
también a una época muy cercana, por no encontrarse razón de esta calamidad
en cuantos antecedentes antiguos he consultado. Sábese en efecto por la
historia y por otras noticias que por el mes de Julio de 1401 cundió
en esta provincia desde la parte de Francia una peste tan terrible que causó
gran mortandad, en términos de haber desamparado completamente las gentes
algunas poblaciones por mucho tiempo, viviendo por consiguiente en los montes
con grandes trabajos. Hay también noticias de que en el año de 1597 entró en
esta provincia otra enfermedad pestilenta que hizo estragos, particularmente
en San Sebastian y Pasages, de donde al parecer se propagó. Es pues probable
que en las dos ocasiones citadas, y en algunas otras, hubiesen padecido los
tolosanos por la causa de que aquí se trata; pero por no alcanzar las actas
de la villa a la época primeramente indicada y faltar las de la segunda, no
es posible manifestar lo que hubiese ocurrido en el particular.
Por lo tanto, limitándome a
tiempos mas inmediatos, diré que en los meses de Julio y Agosto de 1707 se
padeció en esta villa una epidemia o enfermedad contagiosa, procedente sin
duda de la estancia que hicieron en ella los prisioneros de la batalla de
Almansa, los cuales fueron conducidos a Francia. No se expresa la naturaleza
o carácter de esta enfermedad, y solo sí que había causado muchas victimas en
el vecindario, donde se había propagado mucho a causa de su contagio. A sus
resultas se hicieron rogativas públicas con procesión general, pues que se
atribuía el mal a enojo é ira del cielo: se mandó también que se limpiasen y
regasen con vinagre los alojamientos en que habían estado dichos prisioneros,
que se regasen las calles, y se adoptaron otras disposiciones semejantes. No
debió tardarse en cesar esta enfermedad, pues que en fin del mismo mes de
Agosto decretó el Ayuntamiento hacer una
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corrida de toros de muerte
y otros festejos y regocijos públicos en celebridad del nacimiento del
Príncipe de Asturias, como en efecto se verificaron en los días 11 y
siguientes de Septiembre inmediato, sin que ya después se haga mención de tal
epidemia.
Por los meses de Julio y
Agosto de 1774 se extendió desde Francia a Navarra y desde aquí a esta
provincia por el valle de Araiz una epidemia que empezó a hacer terribles
estragos en el ganado vacuno, no solo doméstico, sino también el que pastaba
en los montes. El Ayuntamiento tomo en su consecuencia varias providencias
que estaban a su alcance con el fin de evitar el contagio. Prohibió la
matanza de toda clase de ganado vacuno para el abasto de la tabla publica de
esta villa, substituyéndolo con carnero; mandó se enterrasen con cuidado y a
bastante profundidad los ganados que muriesen del contagio; prohibió la
introducción de reses desde Navarra y Francia a esta jurisdicción. A pesar de
todo esto cundió el contagio a esta villa, así como al resto de la provincia,
de manera que murió multitud de ganados, y como al mismo tiempo los dueños de
los que todavía estaban sanos, temerosos de que fuesen atacados, se
deshicieron de ellos matándolos para cecina, resultó que en la mayor parte de
los pueblos apenas quedó una res viva. El método curativo de esta enfermedad
propuesto por tres albeitares de San Sebastian existe unido a la acta de 2 de
Septiembre del mismo año; pero a pesar de que indica en este papel que varias
reses se había curado radicalmente y libertado por los medios que expresan,
ello es que todavía por el mes de Noviembre continuaban las medidas de
precaución antes señaladas, sin duda por que no había desaparecido
enteramente el mal. Esto parece que tuvo lugar durante el invierno.
En el mes de Marzo de 1784
reinó entre los habitantes de
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esta villa y su casa de
Misericordia una epidermia contagiosa y maligna, en tanto grado que causó
varios estragos particularmente entre la gente pobre, y con ello el terror de
todo el
vecindario. El Ayuntamiento, tomando el asunto en muy seria consideración, acordó por
primera providencia traer los médicos forasteros de los mas acreditados por
su ciencia y práctica que en unión con el titular del pueblo Doctor Don
Manuel Bernardino de Aranguren visitasen a los enfermos y prescribiesen su
plan de curación, como también las disposiciones convenientes para evitar el
contagio. A su virtud vinieron los Doctores Don Manuel Antonio del Vall y Don
Francisco Antonio de Arratibel, médicos de San Sebastian e Irun, quienes, de
acuerdo con el Doctor Aranguren dispusieron el régimen curativo que les
pareció. Aconsejaron al mismo tiempo algunas medidas preservativas, tales
como el establecer en la casa de Misericordia dos salas capaces y ventiladas
para recoger los enfermos, llenar de cascajo los pozancos de las calles
públicas de esta villa, enterrar los cadáveres con más profundidad que la
acostumbrada echándoles cal viva y otros semejantes. El Ayuntamiento hizo
cumplir todas ellas; y para que se verificase la última de las indicadas,
acordó que cualquiera persona que pidiese a la villa leña y arbustos para
caleras tuviese que dar, entregándolo en casa del pregonero, un carro de cal
viva, para que este lo emplease en el expresado enterramiento de cadáveres.
No obstante estas
precauciones, la epidemia continuó afligiendo al pueblo, pues quede un
informe que en 14. de Mayo dio dicho medico Aranguren a la villa resulta que
todavía subsistía el mal en su fuerza. En este importante escrito, digno de
ser atendido por la autoridad en todos tiempos, se indican como las
principales medidas preservativas del contagio las
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siguientes: ª1 La limpieza
esmerada de las habitaciones, cuadras, comunes, patios, calles, caños y lugares
semejantes. 2ª Evitar la aglomeración y corrupción de sustancias vegetales,
animales y demás en la 'población y sitios próximos a ella, así como también
la detención de aguas en los mismos puntos. 3ª Ventilar las habitaciones
bajas, cuadras y cárceles. 4ª Formar fuera del pueblo hospitales de secuestro
con cuadras espaciosas y ventiladas, cada una de las cuales contenga poco
numero de enfermos. 5ª Rociar las habitaciones con vinagre; quemar éste o los
aromáticos en las mismas; mascar algún estimulante o aromático, como la
angélica o tabaco; escupir y no tragar la saliva, no comer ni beber en la
habitación del enfermo, ni sin haberse enjugado la boca y lavado las manos.
6ª Evitar el aliento de los enfermos. 7ª Mucha limpieza en la ropa, cama y
casa. 8ª Moderar algo los alimentos; no mantenerse de solo carnes ni
pescados, sino usar de éstos acompañados de fruta u hortaliza. 9ª Uso del
vino con moderación; que no faltase vinagre ú otro ácido en la mesa; que se
evitasen pasiones vehementes, particularmente la tristeza y cólera. No consta
la mortandad que causó esta epidemia; pero de la acta del Ayuntamiento de 30
de Julio se infiere que ya había desaparecido para entonces.
Hacia la otoñada del año
de 1786 atacaron las tercianas a tanto número de habitantes de esta villa que
el Ayuntamiento, temeroso de que el mal se hiciese general, acordó en sesión
de 1º de Octubre pedir al gobierno de su Majestad por medio del Obispo de
Pamplona una arroba de quina. Se recibió en efecto esta en 3 de Diciembre por
medio de dicho prelado para los pobres enfermos, y sea por este remedio o por
que cesaron las causas ocasionales del mal, desapareció éste sin más
consecuencia
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En el año de 1794 desde el
mes de Febrero padeció también el vecindario de esta villa una epidemia de
fiebres pútridas contagiosas. Procedió de la corrupción del aire por falta de
ventilación en las medias casas y sótanos, sucios por el desaseo de sus
habitaciones y corrupción de sus establos; de la falta de ropa y del
necesario y saludable alimento; y también debió haber sido transportada de
Francia por los tercios empleados en la frontera en su defensa. Por el mes de
Mayo, durante el curso de esta enfermedad y contagiado de ella, murió el
medico asalariado Don Manuel Bernardino de Aranguren, que fue una pérdida muy
sentida en el pueblo. Continuaba todavía el mal por el mes de Junio, puesto
que el día 12 de el decretó el Ayuntamiento hacer una rogativa general
implorando la clemencia de Dios; pero no resulta cuando cesó ni cuantas
victimas hubo.
Se experimentó así bien en
esta villa en el año de 1804 una enfermedad contagiosa que se cebó en la
gente pobre, por efecto seguramente de su poco aseo y falta de alimentos sano
y de ropa decente. Los contagiados de esta clase en numero de unos setenta
fueron conducidos a la casa de Misericordia, donde colocados en salas
ventiladas, con ropa limpia, y asistidos con todo el aseo y esmero que
corresponde en tales casos, sanaron en breves días saliendo como de un
estupor o amodorramiento.
Del mismo modo a principios
de Julio del año de 1808 apareció en esta villa una disentería
bilioso-pituitosa que se extendió por toda ella, sus caseríos y pueblos de la
comarca. Esta enfermedad en su principio cedía al método adoptado por el
medico asalariado Don Ildefonso de Achucarro, sin que fuese funesta respecto
de los adultos; pero no así con las criaturas, de las que murieron algunas.
Por el mes de Agosto, con motivo de haberse reunido en el hospital
establecido en
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el convento de San
Francisco bastantes soldados franceses enfermos, se aumentó el numero de los
atacados y degeneró la epidemia en pútrido-nerviosa, causada por pasiones de
ánimo de naturaleza depresiva o debilitante y el poco aseo que había en las
calles, cuadras, habitaciones, y por no enterrar a la debida profundidad los
caballos muertos. Efecto fue todo esto de la guerra que a la sazón se tenía
con la Francia, cuyas tropas pasaban incesantemente por esta villa y se
aglomeraban en ella sin las necesarias comodidades y de mala manera. Así
resulta de un informe que dio al Ayuntamiento en 23 de Noviembre el médico
titular el mencionado Achucarro, que existe agregado a la acta de 29 del
mismo mes y año. En otro que presentó el propio facultativo en 10 de
Diciembre, y que está arrimado a la acta de 12 del mismo, manifiesta que la
calentura bilioso-pituitoso-putrido-nerviosa atacaba entonces en la
generalidad a los pobres; que de éstos había siete contagiados en la casa de
toriles que servia de Misericordia y muchos en el pueblo en sus casas. Añadía
que era preciso señalar un edificio capaz y de algunas comodidades, para que
fuesen trasladados allí los que existían en la casa toriles y aún los de las
calles para evitar el que se extendiese el contagio. Tampoco consta cuando
desapareció el mal ni cuantos murieron de él, aunque debieron ser bastantes.
A principios del año de
1809 cundió igualmente por toda esta villa y sus caseríos un mal que llamaron
hospitalario y que causó muchas víctimas. Procedió seguramente del gran
tránsito de tropas, trenes y demás con motivo de la guerra; del poco aseo que
había en las calles por este mismo motivo ; y también se atribuyó a la
benignidad de la temperatura de aquel invierno, cosa rara por cierto en este
país húmedo. Desapareció el mal por la primavera y es de advertir aquí que el
día
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6 de Marzo de este año se
enterró el primer cadáver en el nuevo Camposanto.
Por el mes de diciembre de
1813 , con motivo de la aglomeración de las tropas y uso de malos alimentos,
hubo también esta villa y sus hospitales, así como en algunos pueblos
circunvecinos, fiebres adinámicas que causaron bastante alarma entre estos
habitantes. En lo general terminaron felizmente con respecto a los enfermos
de las calles, a excepción de alguno que otro que sucumbió. Pero no sucedió
así en cuanto a los soldados que estaban en el hospital militar establecido
en Santa Clara, de los que la mayor parte eran Voluntarios de Guipúzcoa;
quienes murieron en mas número, pues que el carácter de su mal era mas grave
y complicado. Se padecieron al mismo tiempo enfermedades catarrales de
naturaleza perniciosa, y aun hubo casos de viruela; pero pasó todo al cabo de
algún tiempo sin graves consecuencias. Los partes que sobre este ;asunto dio
el medico asalariado de la villa Don Ildefonso de Achucarro existen desde el
folio 910 al 919 del registro de actas del mismo año.
En el de 1817 se extendió a
esta villa y otros varios pueblos de la provincia desde los valles de
Juslapeña, Ulzama y Gulina de Navarra una enfermedad epidémica y contagiosa
en el ganado vacuno, que hizo perecer á bastantes reses. Sus señales
exteriores eran una mancha gangrenosa sobre las costillas y lomos y algunas
veces sobre el pecho. Los medios que con mejor éxito se emplearon para su
curación fueron sajar dicha mancha hasta su profundidad de dos dedos de una a
otra y aplicar ajo, vinagre y sal, y si esto no bastaba el ácido nítrico o
sulfúrico. El método curativo que envió la Diputación de la provincia existe
al folio 204 del registro de actas del propio año.
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También en los meses de
Agosto, Septiembre, Octubre y Noviembre de 1828 se padeció en esta villa una
epidemia bastante grave y que causó alguna mortandad. Era una fiebre de
carácter maligno, con síntomas adinámicos y atáxicos, que los antiguos
llamaban pútridos y nerviosos, de cuya enfermedad fueron atacados muchos
dentro y fuera del pueblo. Según declaró el medico asalariado Don Benito de
Irazusta, esta epidemia provino de la estación en que los focos engendradores
de miasmas, que resultan de la descomposición de los cuerpos organizados,
privados de vida de los pantanos y playas y de todos los lagares en que ellos
existen se disuelven al aire libre en el otoño y adquieren cierta malignidad
que parece pestilencial. Sin embargo la mortandad no fue considerable
cotejada con el número de enfermos curados, pues según dicho informe apenas
pasó de un cuatro por ciento. En sesiones de 27 de Octubre y 1º de Noviembre
adoptó el Ayuntamiento varias medidas dirigidas a la sanidad del vecindario,
y señaladamente para la limpieza y aseo de las calles y callejuelas,
carcabanas, patios, cuadras y lugares comunes.
De otra comunicación del
mismo facultativo de 30 de Octubre resulta que el número de enfermos de la
fiebre reinante que estaban a su cuidado era diez; que el método curativo que
seguía era el antiflogístico estimulando la periferia cuando aparecían el
abatimiento del pulso y el estado soporoso; que la enfermedad era una
irritación o inflamación de las membranas mucosas e intestinales; que en su
primer periodo de invasión se presentaba con ardor al epigastrio, la lengua
con una costra blanca a los bordes y la punta encarnada, nauseas en algunos y
vómitos en otros, dolores ambulantes de pecho y vientre con zumbido y dolor
obtuso simpático de cabeza y riñones; que en el segundo periodo se
manifestaban los síntomas adinámicos
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y atáxicos con abatimiento
de pulso y disminución de calor en las extremidades, estado soporoso,
convulsiones y temblores con diarrea serosa, reconcentrándose la fuerza vital
al centro; que las causas productoras de la calentura eran muy deletéreas;
porque no atacaba sino a cierta clase de personas predispuestas por su mucha
irritabilidad. De otro oficio que en 31 de Octubre dirigió al Ayuntamiento el
cirujano asalariado Doctor Don Antonio Biarn aparece que habían muerto del
mal reinante muchas personas de una edad florida y robusta; pero que la
mortandad había disminuido a consecuencia de las aguas que cayeron aquellos
días. Por partes posteriores de ambos facultativos se ve que en efecto había
desaparecido la epidemia para el mes de Diciembre.
Con motivo de los estragos
que estaba haciendo en París y otros puntos de Francia la terrible plaga del
cólera morbo asiático, cuya propagación es bastante conocida, se creó en esta
villa a principios de Abril de 1832 una junta de sanidad. Esta tomó diversas
medidas para el aseo y ventilación de las casas, cuadras, patios, cárceles y
otros edificios y sitios; pero como no se extendió el mal por entonces a este
reino, no hubo novedad en este pueblo. El cólera siguió no obstante el curso
que la providencia le tenía trazado; y así en 1834 se descubrió en varios
puntos de España y aun en Navarra, importado al parecer por las tropas que
habían venido con el general Rodil desde Portugal, donde existía ya. Alarmose
con tales nuevas esta villa, y el Ayuntamiento en 19 de Agosto acordó
diferentes disposiciones dirigidas a obtener el aseo del pueblo en todos
conceptos, y nombró también una junta de sanidad. Ésta por su parte no omitió
medio alguno para corresponder al objeto de su creación ; y dictó en su
consecuencia varias providencias dirigidas a la limpieza y
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ventilación libre de todos
los sitios públicos y particulares del pueblo, para privar de esta manera a
la plaga elementos en que desarrollarse o propagarse. A este mismo efecto el
convento de San Francisco se estableció de cuartel y de Santa Clara de
hospital militar: en la casa de Misericordia se habilitó también un salón con
sus correspondientes camas y servicio para los paisanos que fuesen atacados
del cólera. Tomadas estas medidas ,aparecieron en Alegria en 24 de Octubre
varios casos de esta horrorosa enfermedad, que terminaron funestamente de una
manera cuasi fulminante; y en el mismo día enfermó en ésta un joven con
síntomas del propio mal, el cual fue trasladado a la casa de Misericordia por
orden de la autoridad. Todo esto alarmó mucho a estos habitantes, que
creyeron invadido el pueblo de lleno por el cólera ; ya por razón de la
proximidad de Alegría ; ya por reunión de gentes con motivo de la guerra; ya
también por el roce que había con las tropas. Pero felizmente no hubo más que
unos pocos casos aislados, y esto entre soldados y gente miserable; lo que se
atribuyó a las acertadas medidas que se habían tomado y a la saludable
posición que ocupa este pueblo. Así es que desapareció el mal sin que hubiese
novedad de trascendencia.
Durante el mes de febrero y
principios de Marzo de 1837 reinó también en esta villa de una manera
epidémica y contagiosa la fiebre tifoidea o sea tifus. Según parece, cundió
de los muchos enfermos que fueron conducidos a esta villa desde la de
Vergara, en cuyo hospital se padecía con intensidad. El número de atacados de
esta fiebre en esta villa fue bastante grande, tanto en las casas
particulares como en la Misericordia ; pero los que sucumbieron en ella no
pasaron de un doce por ciento. Se observó en los enfermos una
cefalalgia violenta, estupor semejante a la borrachera, ordinariamente sal-
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to de tendones,
convulsiones y un exantema purpurado o petequial. A mediados de Marzo ya
decayó la intensidad del mal, y fue desapareciendo gradualmente sin necesidad
de más medidas que las higiénicas y curativas regulares. Por desgracia esta
fiebre se ha hecho bastante común; pues se ven diariamente casos de ella en
todos los pueblos de esta provincia y fuera de ella.
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