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Bosquejo de las antigüedades,
gobierno, administración
y otras cosas notables de la villa de
Tolosa
Pablo
Gorosabel
CAPÍTULO XV
DE LOS HECHOS
GLORIOSOS DE LOS TOLOSANOS
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Bordondantza
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Entre los hechos de armas gloriosos
de los tolosanos ocupa indudablemente el primer lugar, ya por su antigüedad, ya
también por su importancia, la célebre batalla de Beotibar. Dieron motivo a esta
ciertas diferencias tenidas con los navarros y la toma y demolición del
castillo de Gorriti, verificadas por los tolosanos; cuyo hecho queriendo castigar
el Virrey de dicho reino Ponce de Morentaina, Vizconde de Anay, juntó
apresuradamente en las cercanías de Pamplona un ejército en número, según las
historias, de unos 60000 hombres entre franceses y navarros, sujetos a la sazón
a un mismo monarca. Con estos invadió aquel el territorio guipuzcoano por la
parte de Berastegui, donde quemó casas, taló los campos y cometió otros
excesos, anunciando su intención de hacer otro tanto en esta villa de Tolosa.
El ejército enemigo llegó así al denominado campo de Beotibar, distante como
una media legua de Tolosa, con la resolución de continuar y entrar en esta
villa; pero habiéndose apostado en las montañas que dominan aquel pequeño
valle 800
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hombres de la compañía de
la misma villa de Tolosa y lugares de su jurisdicción acaudillados por Gil
Lopez de Oñez, dueño de la casa de Larrea de Amasa, rodaron cubas cargadas de
piedras que confundieron y desbarataron toda la vanguardia enemiga.
Desordenado con esto el resto del ejército franco-navarro, huyó en retirada, en la que
siguiéndole los tolosanos le hicieron mucho destrozo, particularmente en el
pendón de Olite. Entre los muertos se cuentan Don Juan Enriquez, hermano
bastardo del Rey Don Enrique el gordo, un hermano del Virrey, Miguel Sanchez,
Martín Urtiz, Juanes de Lete, Juan Martinez de Medrano, y Martín de Aibar, todos
de los principales de Navarra.
Esta batalla tuvo lugar el
Sábado 19 de Septiembre del año 1321. Desde entonces viene renovando su
memoria la bordondanza o baile de bordones que todos los años se celebra en
esta villa el día de su patrono San Juan Bautista, yendo el Ayuntamiento y un
inmenso pueblo hacia el mismo paraje en que se verificó el suceso con música
marcial de aficionados y tamboriles, que tocan una sonata particular. Son
también un testimonio de su realidad los cuadros que representando la misma
batalla han existido hasta hace muy pocos años en la iglesia parroquial de
Santa Maria. Así igualmente lo refieren varios historiadores, tales como
Zurita, Zamalloa y Mariana, y lo confirma la constante tradición. Podrá
suceder que en esta relación haya alguna exageración, particularmente en
cuanto al número de que constaba el ejercito franco-navarro, ya decir la
verdad ni parece posible el que cogiese tanta gente en el campo a que se
alude; pero lo que no admite duda es que fue un suceso extraordinario y muy
glorioso para los tolosanos y sus auxiliares, digno por lo mismo de ser trasmitido
a la posteridad. Y si por otra parte se considera cuan
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inminente peligro corre un
ejército, por numeroso que sea, al internarse en un país tan montuoso como éste
sin flanquear el tránsito por medio de guerrillas que vayan ocupando las alturas,
no podrá sin duda extrañarse de que la vanguardia de los franco-navarros que
venía sin tales precauciones fuese desbaratada por los nuestros, y que
entrando de aquí la confusión en el resto de las fuerzas, resultase su huida
y la destrucción de una parte suya. Ni faltan tampoco en la historia militar
de este país, tanto antigua como moderna, sucesos análogos cuya realidad no
se puede poner en duda. Muchas veces acontecimientos humanos, que a primera
vista parecen sorprendentes o imposibles, se llegan a comprender perfectamente
con el estudio de los lugares y de las demás circunstancias acompañantes a los
casos.
En el reinado de Don Juan
II, durante la guerra que tuvo éste con los Reyes de Navarra y Aragón, los
tolosanos conquistaron los lugares de Leyza y Areso, pertenecientes al
primero de los citados reinos, conservándolos a disposición de la corona de
Castilla. En su consecuencia dicho monarca castellano hizo merced de estos
dos lugares a la villa de Tolosa, reteniendo en sí solamente el señorío mayor
o supremo y el derecho de alcabalas, de que otorgó la correspondiente carta y
privilegio. Ajustadas treguas entre los tres Reyes los habitantes de Leyza y
Areso quisieron volver a Navarra, a cuyo efecto anduvieron en negociaciones;
de que noticiosas las autoridades de esta villa acudieron a Don Juan II, haciéndole
presente el perjuicio que resultaría de semejante medida tanto a su Majestad
como a la misma villa. Estimó el Rey esta reclamación, y a su virtud expidió
en Salamanca a 20 de Setiembre de 1430 una Real cédula por la que se mandó
mantener a Tolosa en la posesión de los citados dos lugares,
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como había estado hasta
entonces, amparándolos y defendiéndolos con todos sus pechos y derechos y
administrando en ellos justicia en lo civil y criminal. Por pactos posteriores
de los mismos monarcas volvieron sin duda los expresados dos pueblos a su
antiguo reino, después de haber estado en muchos años bajo la autoridad y
poder de los tolosanos. Se pondrá en el Apéndice la citada Real cédula.
Sábese por la historia que a consecuencia de la unión verificada del reino de
Navarra al de Castilla, el Rey de Francia envió al Duque de Borbon por el mes
de Noviembre de 1512 con un poderoso ejército, el cual entró por Irun. Su
intento era apoderarse de las plazas de Fuenterrabia y San Sebastian, a las
cuales se dirigió talando y quemando cuanto al paso encontraba, y
seguidamente les puso asedio. La compañía de esta villa de Tolosa se hallaba
dentro de la primera de las citadas dos plazas fuertes para su defensa; no la
atacó el francés, pero sí a la de San Sebastian de la que tampoco pudo
apoderarse por la resistencia que encontró. Desistiendo pues el enemigo de su
intento subió a la montaña de Oriamendi con la idea de internarse en la
provincia; pero noticioso sin duda de que estaban tomados los pasos por los
guipuzcoanos, se retiró a Francia el 19 de dicho mes, atacado por su
retaguardia por la guarnición de Fuenterrabia y otras fuerzas guipuzcoanas, que
le causaron mucho daño y destrozo. Días después de estos sucesos entró en
Navarra Don Juan de Labrit con un ejército francés acaudillado por Mr. de la
Paliza, y habiéndose acercado a Pamplona la asedió y batió furiosamente; mas no
pudiendo tomarla, resolvió retirarse a Francia. En tanto el Rey Católico
escribió a la provincia desde Logroño en fecha 1º de Diciembre del mismo año 1512
una carta en la que encargaba a estos naturales
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cortasen la retirada al
enemigo o a lo menos le hiciesen todo el daño posible. No era posible reunir y
arreglar tan repentinamente, como el caso lo exigía, todas las fuerzas de guipuzcoanos
que se deseaban; muchos de estos se hallaban por otra parte sirviendo en las
escuadras de su Majestad e inglesa. Acudieron no obstante al lance de que se
trata 3500 hombres, entre los que se hallaba la compañía de Tolosa, cuyo
contingente llegaba a unas 1500 plazas; y pasando por las villas de Lesaca y
Vera, llegaron el 7 a las montañas de Belate y Elizondo, donde el día 13
derrotaron al ejército francés, apoderándose de 12 cañones que
llevaba, matando e hiriendo a muchos. En tan gloriosa jornada la compañía de
Tolosa estaba mandada por Alberto Perez de Rexil, vecino de la misma villa,
como lo comprueba un letrero que tiene su casa llamada de Belate, extramuros
de ella, nombre dado sin duda para perpetuar este importante hecho de armas.
Por estos sucesos la Reina Doña Juana concedió a los Concejos de esta
provincia el privilegio de la presentación de las escribanías de numero, y a esta
misma la facultad de poder agregar a su escudo de armas los 12 cañones
cogidos a los enemigos franceses.
También en el año de 1521
invadió la Navarra Mr. Andres de Foix, Señor de Esparroso, con poderosas
huestes, y los tolosanos en numero de más de 1000 hombres hicieron parte del
ejército castellano mandado por el Duque de Nagera. Al acercarse levantó el
francés el cerco que tenía puesto sobre Logroño; pero alcanzado en Noaín, aldea
próxima a Pamplona, fue batido y desecho completamente con pérdida de 6000
hombres franceses y navarros entre muertos y prisioneros, así como de su
artillería, hallándose entre los últimos el mismo General Foix. Los Tercios
de esta villa tuvieron una parte
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tan importante en esta
batalla que el Almirante y Condestable de Castilla ponderan su mérito y hacen
un aprecio particular en la carta de gracias dirigida a la provincia con este
motivo, que debe existir en el archivo de la misma.
Así bien en el año de 1579
se distinguieron los tolosanos en el servicio del Rey y de la provincia.
Envuelta la España en la guerra de Flandes, siendo inquietada de noches la
plaza de Fuenterrabia por la parle de Francia, y sospechando el gobierno de
su Majestad de la invasión de un ejercito francés por esta frontera, el
General Garcia de Arce recibió la orden de defenderla con la ayuda de los naturales
de esta provincia. Se armaron pues y previnieron éstos en numero de 8500 para
rechazar al enemigo, y más de 1100 hombres de pelea de esta villa y su
jurisdicción fueron al paso de Beobia, donde estuvieron ocho días, y pasado
el peligro regresaron a sus casas. La pólvora. arcabuces, plomo y mecha que
necesitó esta fuerza se le dio por la villa a su costa, y además se le
mantuvo a expensas de sus fondos, habiendo tenido que tomar para el efecto a censo
más de mil ducados con rédito de 7 por 100, como resulta de una información dada
ante el Corregidor en el año de 1592, que obra en el archivo de la villa.
Igualmente en el mes de
Marzo de 1597 habiendo intentado el Conde de Agramonte, Gobernador de Bayona,
apoderarse de la desprevenida plaza de Fuenterrabia con la gente de la
provincia de Labort, salió de esta villa a su socorro y defensa la compañía
de la misma y de los lugares sujetos a su jurisdicción, compuesta de unos 1400
hombres. Permanecieron éstos en Irun por algunos pocos días, a cuya actitud se
retiraron los franceses sin intentar ninguna operación de las que tenían
premeditadas; y así se consiguió el sosiego de este país, alterado con las
amenazas de invasión. Al regresode
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dichos Tercios a sus casas
desde Irun, que se verificó el 29 de Marzo, al pasar por San Sebastian fueron
saludadas la vanguardia y retaguardia desde las murallas con tres piezas de artillería;
distinción que prueba claramente el interesante servicio que habían prestado
al Rey y a la patria y a la verdad, si se considera la actividad y celo que
demostraron las autoridades de esta villa, para reunir y organizar el numero
de Tercios ya expresado, así que para dirigirlos a la frontera, en medio de
los grandes preparativos que el enemigo hacia para su ataque, no se podrá
,menos de reconocer que fue un proceder verdaderamente meritorio. Así es que
el Capitán General Don Juan Velazquez pasó a esta villa en 28 de dicho mes de
Marzo y 8 de Abril dos cartas lisonjeras de gracias, y en el mismo sentido
otra en 9 de Abril siguiente el Capitán Pedro Navarro. Finalmente el Rey por
una Real cédula dada en Madrid a 11 de Abril del mismo año dio por este
servicio gracias muy expresivas a esta villa y a las de Oyarzun y Hernani, que
también concurrieron a la defensa de la frontera. Los que mandaban la fuerza
de Tolosa eran, a saber, Capitán Don Bernardo de Atodo, Alférez Domingo de
Eleyzalde, Sargento Martín Ruiz de Ayaldeburu. Todos estos hechos constan en
un registro de la misma época en que ocurrieron, el cual existe en el archivo
de la villa con el número 33; y para futura memoria se pondrán en el Apéndice
dichos documentos.
En guerra España con las
potencias extranjeras, y señaladamente con Inglaterra, Francia y Holanda, el
Rey Don Felipe IV dirigió a la provincia de Guipuzcoa en 18 de Noviembre de
1625 dos comunicaciones, por la primera de las cuales le anunciaba como una
escuadra inglesa compuesta de 85 navíos había tomado puerto en Cadiz echando
gente en tierra; y por la segunda que se estaba levantando mucha
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gente en Francia con
designios de inquietar este reino. En consecuencia mandaba su Majestad que se
acudiese prontamente al remedio. Reunida la provincia en Junta particular, acordó
levantar inmediatamente 3000 guipuzcoanos divididos en 5 cuerpos o batallones
de a 600 hombres cada uno, nombrando por su Coronel a Don Martin de Arostegui,
cuya elección fue aprobada por su Majestad. Tolosa ofreció acudir al Real
servicio en esta ocasión con 100 hombres armados, equipados y mantenidos a su
costa, a cuyo efecto su Ayuntamiento general celebrado en 28 de los expresados
mes y año, eligió por Capitán a Don Martin Perez de Eleyzalde, Alcalde de la
misma villa, Alférez a Don Juan Martinez de Bengoechea, Sargento al
Licenciado Don Bartolomé de la Torre, Aposentador a Don Domingo de Uberoaga. Pagador
a Don Juan Perez Larraul. Se tomaron al mismo tiempo varias disposiciones
para proporcionar el dinero necesario para el sostenimiento de la gente, que
desde luego debía salir para Irun, como en efecto lo verificó. Pusiéronse en
marcha desde esta villa 105 infantes el día 9 de Diciembre; y habiendo llegado
a Irun el 10 permanecieron allí hasta el 19, haciendo con puntualidad y
exactitud los servicios militares que se les ordenaron. Durante esta facción en
Irun se recibió la noticia de haber nacido al Rey una Princesa y de haber llegado
sin novedad la flota y galeones de las Indias, que causaban mucho cuidado por
las gruesas armadas que los ingleses, holandeses y turcos tenían en la mar
por cogerlos; en cuya celebridad dispuso el Coronel que escaramuzase un
escuadrón. Reunida para el efecto toda la tropa, menos la compañía de
Mondragon que estaba de servicio, se dio el primer lugar y vanguardia a la
gente de Tolosa, la cual cumplió su deber a satisfacción de todos incluso el
Coronel y demás oficiales, que se felicitaron
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de la acertada elección que
se había tenido, como consta de la acta de 25 de Febrero de 1626. En la misma
se inserta un certificado del citado Coronel de Tercios sobre el comportamiento
de los tolosanos en esta ocasión, el cual se pondrá en el Apéndice.
En el año de 1636, hallándose
la España en guerra con la Francia, el Almirante de Castilla, Capitán General
de esta frontera, Don Juan Enriquez de Cabrera invadió el territorio francés
con un ejercito, ocupando, llevando a saco y quemando los pueblos de San Juan
de Luz, Ciburu y Socoa. Los Tercios guipuzcoanos hacían parte de este ejército,
y entre ellos 120 hombres de esta villa de Tolosa, los cuales estuvieron de
guarnición y defensa en más de un año en los citados pueblos de Francia,
hasta que se retiró el ejercito de su Majestad por orden de dicho Almirante.
El Rey se manifestó por muy bien servido de todo lo que había obrado la
provincia en esta ocasión, como debe constar en el archivo de ésta, y el
mismo aprecio la manifestaron el Almirante y el Conde Duque de Olivares.
Cuando en 1º de Julio de
1638 el Príncipe de Condé vino a poner sitio a la plaza de Fuenterrabia con
un ejército de 20000 hombres infantes y 2000 caballos, una parte de la compañía
de Tercios de Tolosa. Se hallaba de guardia en el puente de Mendelo, y
habiendo vadeado el enemigo el río Vidasoa, se retiraron a la ciudad los que
pudieron. El día 5 del propio mes entraron en dicha plaza por mar más de 100
hombres de la misma compañía de esta villa venciendo para ello muchas
dificultades; y éstos reunidos con los que antes existían dentro participaron
de la gloriosa defensa de la plaza hasta que en 7 de Septiembre fue socorrida
por el ejército español mandado por el Almirante Don Juan Alonso Enriquez de
Ca-
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brera y por el Marqués de
los Velez, Virrey de Navarra. aumentado con los Tercios guipuzcoanos, a que
se incorporó el resto de la compañía de Tolosa. Los franceses fueron atacados
en sus mismos atrincheramientos por el ejército español; al propio tiempo los
sitiados hicieron una salida, de manera que los sitiadores puestos en derrota
y confusión hubieron de levantar el sitio y retirarse a su reino el expresado
día 7 de Septiembre. De aquí se ve qué parte tan importante tuvieron los tolosanos
en la memorable defensa de Fuenterrabia que se acaba de relatar, y cuanto
contribuyeron a que esta ciudad fuese honrada por el Rey con el glorioso título
de muy valerosa a consecuencia de estos sucesos.
Tales son los hechos con
que se distinguieron los tolosanos hasta la época que se deja mencionada, y
que se puede llamar antigua. Otros habrá tal vez de que no se hace aquí mérito,
porque no hemos podido adquirir noticias. En todas las otras ocasiones de
guerras que se han ofrecido, así en la frontera de Francia como en el
interior del reino, los tolosanos han concurrido siempre con los demás
Tercios guipuzcoanos y han participado de las glorias y fatigas de éstos, representando
el primer lugar por ser la compañía o cupo de esta villa la más numerosa de todos
los pueblos de la provincia y puede creerse una de las mejor organizadas. Excusado
parece por lo mismo, sobre que sería muy difícil, hacer una enumeración de
todos los servicios militares que desde la citada época han hecho los
naturales de esta villa y las muchas ocasiones en que se han distinguido.
Citaré no obstante entre otros muchos hechos la heroica defensa que el día 21
de Abril de 1719 hicieron del castillo de Beobia y del fuerte de San Marcial
en Irun contra el ejército francés que había invadido este reino; defensa en
la que fueron hechos
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prisioneros un oficial, 3
sargentos y 69 hombres de tropa de Tolosa, cuya lista individual se
halla en la acta de 15 de Mayo del mismo año. Y si este hecho y constancia
son por sí tan recomendables, resalta todavía más el mérito de estos
naturales la circunstancia de que lejos de haberles desalentado tan victoriosa
entrada del enemigo, se ofrecieron voluntariamente muchos de ellos a hacer
parte, como lo verificaron, de una nueva compañía pedida por la Diputación a esta
villa para oponerse al ejercito invasor.
Los tolosanos no sólo han
acudido al servicio del, Rey personalmente con las armas en la mano, cuando
el caso lo ha exigido, sino que han solido dar también voluntaria y graciosamente
cantidades de consideración en los apuros y necesidades del tesoro público,
en medio de estar exentos por privilegios Reales del pago de contribuciones.
Entre otros hechos de esta naturaleza que han tenido lugar indicaré por su
particularidad el donativo voluntario que en el año de 1658 hizo al Rey de
2000 ducados, según consta de la acta de 11 de Septiembre del mismo año. Su
Majestad agradeció este patriótico ofrecimiento en tanto grado, que se dignó
dirigir a la villa una carta de gracias, cuyo contenido inserto en la acta de
4 de Abril de 1659 se pondrá en el Apéndice.
Por lo que hace a los
armamentos de época mas moderna y sucesos militares en que los tolosanos mas
se han distinguido haré una indicación ligera, ya que no sea dable otra cosa.
Al tratar en el Capitulo XIII de los sucesos de guerras ocurridos en esta
villa se han indicado los distinguidos servicios y sacrificios de toda clase
que hicieron los habitantes de la misma en los años 1793 y 1794 en la defensa
de esta frontera. No fueron de menor importancia los que prestaron los tolosanos
durante la guerra de la independencia o contra la do-
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minación de Napoleon y de
sus ejércitos. Ocupada constantemente esta villa por una respetable guarnición
francesa, no era posible a sus habitantes sacudir su dominación; pero tan
luego como se dio el grito de la independencia nacional y principiaron a
formarse las guerrillas, se asociaron al movimiento patriótico. Así es que
mas de 200 jóvenes de este pueblo, abandonando sus hogares, salieron
voluntariamente a reunirse a los batallones guipuzcoanos, en cuyas gloriosas
acciones, que fueron muchas, tuvieron parte, muriendo no pocos en los combates,
hospitales y otras partes.
Proclamada en el año de
1820 la Constitución política de 1812, se formó en esta villa la milicia
nacional voluntaria, compuesta en su mayor parte de personas bien acomodadas,
y el resto de honrados artesanos, cuyo total número ascendía a unos 80
hombres. Algo después se formó con arreglo a las órdenes generales la milicia
nacional llamada legal ó no voluntaria; pero fue disuelta con el tiempo, y
mientras subsistió prestó pocos servicios. Al contrario la milicia voluntaria
hizo muchos e importantes a la nación en general y a esta villa de Tolosa en
particular. Distinguiose en efecto su patriotismo especialmente en las continuas
salidas que hizo en persecución de las partidas que se levantaron contra el
gobierno constitucional, y que andaban por los montes de esta provincia, Vizcaya
y Navarra; y si bien no pueden señalarse todas, las más notables son las
siguientes. 1ª La que verificó por el mes de Abril de 1821 a consecuencia de
haberse insurreccionado gran número de habitantes de la villa de Salvatierra
y otros pueblos inmediatos de Alava, a cuya persecución la milicia voluntaria
de esta villa salió de ella el día 21 de dicho mes para Cegama y siguió luego
por Oñate a Durango, de donde regresó después que fue desbaratada la facción,
llegando
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este pueblo el 2 de Mayo
con gran contento de sus familias. Es de advertir que concurrió también a esta
expedición una parte de la milicia legal en numero de unos 160 individuos.
Por Real orden de 3 de Mayo se dieron gracias a los que estuvieron en esta expedición,
y a poco tiempo se les agració con un escudo de distinción. 2ª La expedición que
algunos 35 individuos de dicha milicia hicieron contra la facción capitaneada
por Don Fernando de Zavala, batiéndola el día 14 de Mayo de 1822 junto a la
casería de Erraztibaso jurisdicción de Urrestilla. 3ª La persecución y batida
que dio en 11 de Febrero de 1823 a la facción mandada por el presbítero Don
Francisco de Gorostidi en las inmediaciones de Orendain y Abalcisqueta.
La milicia voluntaria hizo
también servicios de consideración en el interior de esta villa para la
conservación de la tranquilidad pública, en la conducción de presos, escolta
de correos y otros de esta clase. Pero si todos ellos fueron dignos de alabanza
y aprecio, mereció particularmente bien del pueblo por su conducta a consecuencia
del asesinato que una cuadrilla de ladrones cometió en la noche del 17 al 18
de Junio de 1820 en la persona de Doña Maria Nicolasa de Lecanda, mujer
legitima de Don Hipolito Luis de Ozaeta Berroeta, que vivía en la casa
llamada de las Damas en la Plaza nueva. Este horroroso crimen tuvo
atemorizado por algún tiempo a todo el vecindario, que temía la repetición de
iguales atentados, atendido el número de los que lo ejecutaron y el arrojo de
los que se suponía eran sus autores. En tales circunstancias los milicianos
voluntarios vigilaron con el mayor celo por el sosiego del pueblo,
infundieron respeto a los criminales, contribuyeron mucho a su
descubrimiento, los aprendieron y, custodiaron en las carceles, y por último los
con-
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dujeron a la ciudad de
Pamplona para ser sentenciados.
Invadido este reino, según
se dijo en el capítulo anterior, en 6 de Abril de 1823 por un ejercito francés,
y retirada la milicia nacional voluntaria de esta villa a la plaza de San
Sebastian, la mayor parte se embarcó y salió de esta ciudad el 9 para
Santander, desde donde siguió por tierra a Gijon. Habiéndose formado en esta
villa un batallón con los milicianos de todos los pueblos de Guipuzcoa, cuantos
tolosanos estaban en disposición de resistir a las fatigas de una campaña se
alistaron en él. A principios de Junio vino dicho batallón a las montañas limítrofes
de Asturias y provincia de Santander, donde sufrió muchas privaciones,
miserias y fatigas, cual si fuesen soldados de ejército. Invadido al fin este
territorio por una división francesa, la tropa española, y entre ella la
milicia nacional, tuvo que retirarse a Galicia después de haber tenido una
acción, en la que algunos de esta villa resultaron heridos, aunque ninguno
murió. Replegadas a la plaza de la Coruña todas las fuerzas del ejército
constitucional, el expresado batallón de milicia nacional de Guipuzcoa
continuó. allí sus servicios durante todo el sitio, que se concluyó con la
rendición de la ciudad a fines de Agosto, quedando así disuelto dicho batallón
y sus individuos en el caso de volver a sus casas, como lo verificaron sucesivamente
y cada cual como pudo. Los de esta villa. según venían, fueron presos,
encausados y multados y tuvieron que sufrir por algún tiempo varias extorsiones;
tal fue la recompensa que obtuvieron de sus servicios.
En el año de 1834 a consecuencia
de la insurrección carlista contra los derechos de la Reina Doña Isabel II,
se formaron en esta villa dos compañías de milicia urbana para la defensa y
tranquilidad del pueblo. Llenaron bien estos debe-
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283
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res, haciendo guardias en
todas las entradas de la villa, vigilándola esmeradamente de día y de noche,
y animando con tan patriótico ejemplo el valor y decisión de los soldados de
la corta guarnición que por lo regular hubo. Los mejor acomodados no rehusaron
sobrellevar las continuas fatigas que exigió este servicio ni se desdeñaron
de alternar en ellas con los menestrales y artesanos. Así permanecieron hasta
la noche del 4 de Junio de 1835 en que, como se dijo antes, la guarnición y
columna de operaciones tuvieron que evacuar precipitadamente la villa, retirándose
a la plaza de San Sebastian, a la cual siguieron también las dos compañías de
milicia urbana. Continuaron en la citada ciudad hasta el mes de Septiembre de
1839 en que se hizo la paz con el convenio de Vergara, prestando en su
defensa los servicios más penosos, cual si hubiesen sido soldados del ejército;
y así es que murieron varios de heridas de balas, otros de enfermedades contraídas
por razón de las fatigas y por la miseria a que se vieron reducidos.
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