GEOGRAFIA E HISTORIA DE DONOSTIA-SAN SEBASTIAN

 

Geografía e

Historia de Donostia

S. Sebastián

Edición octubre 2013

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5.2

 EVOLUCIÓN DE LA TRAMA URBANA

© Juan Antonio SAEZ GARCIA

 

5.2.1 LA CIUDAD MURADA

San Sebastián hacia 1552

 Las murallas medievales (en general) se caracterizaban por ser altas (para evitar su escalada), de relativo poco espesor (no existía artillería), generalmente almenadas (para proteger a los defensores de las saetas enemigas) y con torres cuadradas o redondeadas para flanquear (permitir la defensa) los muros principales.

La muralla medieval donostiarra era sencilla, dotada de siete puertas y de varias pequeñas torres en su entorno, constituyendo, como en la mayor parte de las villas medievales, uno de sus elementos urbanos más destacados.

El lienzo sur de la misma, sin duda el más importante, se desarrollaba entre las actuales Alameda del Boulevard y calle Embeltrán. En él se abrían cuatro de las puertas de la villa en las que desembocaban las calles dirección norte-sur: eran los portales de las Ánimas", de San Jerónimo, de la Piedad y el Portillo de San Nicolás.

La muralla medieval dejó de ser militarmente operativa en el s. XVI, no sólo porque los avances de la artillería la hacían muy vulnerable, sino también por su lamentable estado de conservación y por estar apoyadas en sus muros pequeñas construcciones que dificultaban su función defensiva.

Fue entonces -1516- cuando se levantó delante de aquella vieja cerca una nueva muralla mucho más poderosa y de acuerdo con los nuevos postulados de la fortificación abaluartada: al contrario que las medievales, tienden a ser bajas (ofrecen menor blanco), disponen de terraplén, es decir, de un montículo de tierra de varios metros de ancho con objeto de que una vez roto el muro (o recubrimiento exterior) de piedra, pudieran detener los proyectiles artilleros. En lugar de torres disponen de baluartes de forma pentagonal más bajos que la muralla principal (permiten un mejor flanqueo de los muros). Además se dotan de una serie de fortificaciones exteriores que sirven para retrasar el ataque enemigo al muro principal

. La obra de la nueva fortificación donostiarra estuvo dirigida en sus primeros momentos por el capitán Pedro Navarro y por Diego de Vera. El espacio comprendido entre las cercas nueva y vieja permitió añadir al oeste y al sur de la Villa una serie de edificios. Se formó en este momento la "Plaza vieja", en el entorno de lo que constituiría la principal entrada a la población: la Puerta de Tierra.

La nueva muralla, de 280 m. de longitud, 16 m de espesor y otros tantos de altura, defendía el frente sur, único que no disponía de alguna protección natural. Constaba inicialmente de un terraplén de tierra de 10 m. de ancho recubierto hacia el lado de la campaña de un muro principal de piedra de unos 6 m. de grueso y de un muro de contención hacia la Plaza. En el parapeto -de 6 m. de grosor- dispuesto en su parte alta se abrían trece cañoneras. El interior de la muralla contaba con siete casamatas donde podían instalarse piezas artilleras.

Aproximadamente en la mitad de la muralla se levantó un baluarte denominado "Cubo Imperial" (1530). En su interior albergaba dos bóvedas superpuestas, dotadas de cañoneras que se abrían hacia los flancos retirados del baluarte; desde ellas se podía hacer fuego para proteger la muralla. La planta superior, descubierta, contaba con seis cañoneras dispuestas hacia la campaña y otras cuatro -dos por cada flanco- que permitían el flanqueo de la muralla principal.

En el extremo occidental se alzaba el cubo de planta circular denominado del Ingente (1542), sustituido por el medio baluarte de San Felipe (1637-82) y su contraguardia que, diseñada de forma deficiente, fue totalmente remodelada entre 1754 y 1755, prologándose hacia el sur por medio de un muro guardamar de menor altura terminado en una rampa. En la parte oriental de la muralla principal fue construido el medio baluarte de Santiago (1637-82), de dimensiones ligeramente menores que el de San Felipe.

Las fortificaciones de San Sebastián en 1850.

1 Cubo Imperial; 2 Hornabeque; 3 Juego de Pelota; 4 Muralla meridional ; 5 Baluarte de Santiago; 6 Camino cubierto; 7 Plaza de Armas del camino cubierto; 8 Glacis; 9 Foso; 10 Caponera; 11 Revellín; 12 Contraguardia; 13 Baluarte de San Felipe; 14 Puente del Hornabeque a la Puerta de Tierra; 15 Puerta de Tierra; 16 Través del camino cubierto.

El frente de tierra se completaba con las denominadas fortificaciones exteriores, caracterizadas por estar construidas de forma que sólo resultasen ofensivas hacia la parte de la campaña -no disponían de parapetos hacia la Ciudad para evitar que el enemigo pudiera aprovecharse de ellos-. Su función consistía en la contención del enemigo y cuando éste estaba a punto de hacerse con estas fortificaciones, sus defensores se replegaban hacia la Plaza.

Las fortificaciones exteriores donostiarras ocupaban el espacio comprendido entre las actuales Alameda del Boulevard y la calle Andía. Estaban constituidas por un foso principal antepuesto a la muralla, por un hornabeque, esto es, dos semibaluartes unidos por una cortina (1637-39) y por un revellín, que protegía la cortina del hornabeque estableciéndose la comunicación entre ambos por medio de una caponera o pasillo a cubierto.

Contraguardia, hornabeque y revellín estaban rodeados por un foso secundario que desembocaba en el principal y de un camino cubierto dotado de parapeto, plazas de armas y traveses. Desde el camino cubierto el terreno descendía hacia la campaña por la suave pendiente del glacis. Todos estos elementos fueron construidos más tarde que la muralla principal, haciendo que las casamatas de la misma dejaran de ser operativas, pues se interponían en el tiro.

El acceso a la Plaza se realizaba en el siglo XVIII a través de la llamada Puerta de Tierra, protegida por el orejón occidental del Cubo Imperial y adornada por el escudo real en su parte superior. Para llegar a la misma era preciso salvar las diversas fortificaciones exteriores de la Plaza: subir por el glacis al camino cubierto, tomar un pequeño puente para salvar el foso secundario que rodeaba el hornabeque, traspasar una puerta de entrada al hornabeque y un segundo puente, de mayor longitud que el primero, que salvaba el foso principal y conducía al caminante hacia la Puerta.

El frente oriental constaba de una muralla sencilla -bañada por el mar- denominada de la Zurriola, que corría por las inmediaciones de la actual calle de Aldamar. Hacia el norte estaba flanqueada por el baluartillo de San Telmo -con capacidad para dos piezas artilleras- y hacia el sur por el cubo con planta semicircular denominado de Amézqueta4, también llamado de D. Beltrán. A pocos metros de éste último se levantaba, siguiendo un pequeño chaflán que hacía la muralla en ésta parte, el cubo de Los Hornos. Ambos cubos datan de 1542. Este frente demostró ser el más débil de las fortificaciones y en el que se cebó la artillería enemiga en los sitios de 1719 y 1813.

El frente occidental contó también con una muralla sencilla, pero de mayor grosor que la de la Zurriola, provista de un camino de ronda en su parte superior. Tuvo dos puertas5: la del "Muelle Viejo"6 -pronto clausurada- y la "de Mar" (actuales Portaletas). Sobre ésta última, dos piezas de artillería permitían el flanqueo del frente occidental, reforzadas por las existentes en la batería de Santa Teresa, instalada en la parte baja de Urgull. Extramuros se extendía el puerto. Faltando pocos años para el derribo de las murallas, y tras ampliarese el puerto (1851), se construyó la "Puerta del muelle nuevo" en proximidades del actual Palacio Goicoa con objeto de dar servicio a la ampliación del puerto..

La trama urbana estaba constituida hasta los primeros años del siglo XIX por las calles de orientación N-S de: la Trasera de San Vicente, continuada por la calle de la Zurriola; San Juan, Narrica, San Jerónimo, Mayor, Campanario (que describiendo una curva llegaba hasta la Plaza Vieja). Entre los lienzos occidentales de la muralla vieja y de la nueva se encontraban: la calle nueva del exterior del muro, la callejuela del Ángel y la calle del frente del Muelle que se continuaba por la curvada calle Ingentea y la calle del Cuartel pegante al lienzo sur de la nueva muralla.

Planta de la ciudad antes de 1813

En sentido E-O se encontraban: la calle de Santa Corda, lindando con el convento de S. Telmo; la calle de la Trinidad; la calle de S. Vicente (entre S. Juan/Narrica), continuada por la calle de Juan de Bilbao (Narrica/S. Jerónimo); la alineación formada por la calle de Iñigo Alto (Mayor/S. Jerónimo), la Plaza nueva (S. Jerónimo/Narrica) y la calle de Iñigo Bajo (Narrica/S. Juan). Entre Narrica y San Juan se extendía también la calleja de Ureta o del Pozo. La calle del Puyuelo contaba con dos sectores -alto y bajo- y se continuaba entre San Juan y la muralla de la Zurriola en la calle de Santa Ana. La calle Esterlines (S. Jerónimo/Narrica), se continuaba en la calle de Lorenzio (Narrica/S. Juan); las calles de Embeltran (Mayor/Narrica) y de la Higuera o de Atocha (Narrica/S. Juan). Pegante a la muralla sur se encontraban la ya mecionada calle del Cuartel y la Plaza Vieja, que se continuan en la calle del Pozo.

Además de la fortificación descrita, llamada "baja", una fortificación "alta" erigida sobre el monte Urgull existía ya en el siglo XII. Inicialmente estaba formada por un pequeño castillo situado en la parte más alta del monte. Del mismo se conservan algunas informaciones a través de la cartografía antigua coincidentes con el representado en un sello de San Sebastián del s. XIII. Tenía, al parecer, planta cuadrada, con torreones en las esquinas y muros almenados de unos siete metros de altura. Contaba con una pequeña torre del homenaje y con una barbacana que protegía la puerta, situada en la cara oeste.

Sobre el citado castillo medieval se levantó posteriormente el castillo de Santa Cruz de la Mota y una serie de plataformas artilleras, polvorines, almacenes, cuarteles y otras instalaciones de función militar que fueron construidas y modificadas a lo largo de los siglos en diversos lugares del monte Urgull.

La planta delimitada por la fortificación baja era aproximadamente cuadrada. Limitaba al norte con el monte Urgull, al sur con los arenales del tómbolo y, al este y oeste -donde existía una ligera elevación o puyo-, por el mar. Las casas medievales eran en su generalidad de madera. De ahí parte la causa de los numerosos incendios sufridos por la ciudad. Entre ellos cabe señalar los acaecidos en 1265, 1278, 1338, 1374, 1397 y 1489, tras el que se generalizó el uso de la piedra y argamasa en las construcciones en sustitución de la madera.

Pegados a las laderas del monte Urgull se levantaban, de este a oeste, el convento dominico de San Telmo (1531), el Colegio de los Jesuitas (h. 1650) -hoy en día Plaza de la Trinidad-, la iglesia de Santa María -primero románica, luego gótica y últimamente (1774) barroca- y el Convento de Santa Teresa (1663), que incorporó la basílica de Santa Ana. La calleja de Santa Corda marca el trazado de la antigua muralla medieval que limitaba la ciudad por el norte, dejando a San Telmo fuera del recinto murado.

Sobre el "Colegio de los Jesuitas" es preciso puntualizar que el Ayuntamiento decidió la aplicación del legado que Domingo de Iturralde había dejado para realizar una fundación religiosa en la erección de un colegio de la Compañía de Jesús . El asiento de fundación se firmó en 1619, cediendo la villa con tal propósito la basílica de Sta. Ana, donde instalarían casa, capilla y escuela. Pero la oposición de dominicos y franciscanos hacia la Compañía fue grande, fracasando la fundación al cabo de pocos días. Pasaron varios años de enconada oposición hacia los jesuítas, de forma que la fundación definitiva no llegó hasta el 15 de marzo de 1626. María de Lazcano, viuda del Almirante Antonio de Oquendo, cedió una cantidad de dinero y dos casas para colegio, que estuvo en servicio hasta la expulsión de los jesuitas en 1767 en que pasó en diversos momentos a ser hospital, casa de misericordia, cárcel y cuartel, dando lugar al ser derribado a la plaza de la Trinidad.

Es preciso mencionar la apertura en 1723 de la denominada Plaza Nueva -en el lugar que ocupa la actual Plaza de la Constitución- a costa de viviendas de vecindad. En ella se instaló la barroca Casa Consistorial diseñada, al igual que la plaza, por el ingeniero militar Hércules Torrelli.

En la morfología urbana de la antigua población destaca la existencia de las llamadas belenas. Eran éstas estrechas callejas, normalmente sin salida, que terminaban en un pequeño patio en el interior de las manzanas de casas. También fueron surgiendo, arrimadas a las murallas, toda una serie de edificaciones de construcción más o menos precaria, que con el tiempo tendieron a consolidarse.

5.2.2 EDIFICACIONES EXTRAMURALES

Fuera del recinto murado también existieron diversas edificaciones. Sobre el cercano cerro de San Bartolomé, dotado en algunos momentos de ligeras fortificaciones, se alzaba al menos desde el año 1250 el importante monasterio de las Agustinas Canónigas Regulares de San Bartolomé del Camino.

El Dr. Camino dice del Monasterio: "... es airoso y gentil, con una iglesia capaz y majestuoso pórtico, ejecutado a principios de este siglo [XVIII] según el orden dórico con arreglo a la traza del famoso ingeniero Hércules Torrelli... El retablo mayor antiguo, que está en el crucero y a la izquierda del moderno, es de bella arquitectura, y consta de cinco cuerpos, el primero de orden dórico, el segundo jónico, el tercero y cuarto corintios, el quinto es menor y remata en tímpano con sus acroteras y faldones, a los dos lados las columnas son estriadas, y en los intercolumnios hay hermosas estatuas y una Resurrección de relieve en el sagrario. Toda esta obra parece ser del siglo XVI según el aire del artífice, como también la de un Cristo atado a la columna, que es una estatua primorosa... el altar mayor actual [s. XVIII]... es soberbio...

En diversas ocasiones las agustinas fueron obligadas a abandonar su monasterio; la última en 1834, a petición de Gaspar Jáuregui, jefe de los liberales. Tras diversas vicisitudes las monjas se instalaron definitivamente (13-11-1849) en Astigarraga.

Entre el cerro y la Plaza fuerte se extendía el arrabal de San Martín, que contó con el destacado edificio de la Misericordia (1714) y con un cementerio (s. XIX). El barrio desapareció definitivamente en 1890 al ser ocupados sus solares por el Ensanche Meridional de la ciudad.

Al este, edificado aprovechando una pequeña lengua de arena que fue utilizado tradicionalmente como puerto, se encontraba el barrio de Santa Catalina. Entre sus escasas edificaciones, eventualmente rodeadas de ligeras obras de fortificación, destacó la pequeña iglesia dedicada a Santa Catalina, vinculada en algunos momentos (s. XIII) a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. De sus proximidades partía un puente -el de Santa Catalina- que posibilitaba el paso a la otra orilla del río Urumea.

Al otro lado del puente se levantó en 1606, tras el fracaso de una primera intentona de fundación en el Antiguo (1515), el convento denominado de Jesús, perteneciente a la orden Franciscana. La I Guerra carlista se encargó de arruinar el convento, previamente fue suprimido (septiembre de 1834) en aplicación del decreto de 26 de marzo del mismo año por el que se suprimían los conventos que hubieran apoyado la causa carlista. El 23 de noviembre una Real Orden le asigna el uso de Misericordia y Hospital. La piedra con la que el convento estaba construido fue vendida en 1840 cuando en su solar se construyó la Misericordia.

Repetidas veces los barrios San Martín y Santa Catalina fueron objeto de destrucción, incluso a manos de la propia guarnición de la Plaza, evitando con ella que los sitiadores pudieran parapetarse tras sus edificios.

Más lejos, cercano al primer núcleo de población donostiarra, se levantó el pequeño Monasterio de San Sebastián el Antiguo (s. XI), que al cabo del tiempo acabará como una parroquia rural que antaño y en otras circunstancias estuvo vinculada a los monasterios de Leyre, Iranzu y al Obispado pamplonense (1271). Tras el ya citado intento de fundación franciscana hasta que junto a la parroquia rural, se fundó junto a la parroquia rural un convento de dominicas (1546), gracias a la intervención de Alonso de Idiáquez. En la I Guerra carlista fue destruido y las monjas se establecieron en el convento de Uba.

El puerto, situado al oeste de la villa, inició su construcción moderna en la segunda mitad del s. XV. A la altura de la puerta de Mar avanzaba un espigón exterior denominado Kaiburu; frente a él un segundo espigón exterior: Kaiarriba Entre ambos cerraban un pequeño espacio apoyándose en la protección del monte Urgull, complementado por otros pequeños espigones.

5.2.3 LA DESTRUCCION DE 1813

Las tropas francesas comenzaron a desfilar por el paso de Behobia con dirección a Portugal desde octubre de 1807. En un mes llegaron a cruzar la frontera más de cien mil soldados en concepto de tropas aliadas. El 17 de febrero de 1808 tuvo lugar la ocupación formal de Pamplona, quedando al descubierto los planes expansivos franceses. No obstante, las tropas mandadas por el general Thouvenot ocuparon San Sebastián el día 10 de marzo de 1808 en una acción que se insertaba en los prolegómenos de la Guerra de la Independencia sin que la guarnición de la Ciudad opusiese resistencia alguna. En una carta de Murat al Emperador de fecha 6 de julio9 se dice que el Gobernador de la Plaza "... duque de Mahon ha recibido de su gobierno la autorización de abrir a las tropas de V. M. la ciudad y la fortaleza de San Sebastián que alrededor de 400 hombres han debido de ocupar ayer. Va a establecerse allí un hospital...". El mismísimo José I entró en San Sebastián el 9 de julio de 1808, pero no parece que fuera bien recibido "... Casi toda la ciudad se despobló desde el amanecer y la mayor parte de los habitantes huyeron al campo y a las aldeas... o se encerraron en sus casas" escribía José María Soroa en un Manifiesto publicado en 1813.

En junio de 1813 el general francés Emmanuel Rey se hizo cargo del mando de la Plaza. Habían transcurrido cinco años de ocupación y ahora eran las tropas francesas las que, tras la dura derrota sufrida en la batalla de Vitoria, se replegaban hacia su frontera. La guarnición donostiarra en esos momentos se elevó a unos 3.000 hombres.

El 28 de junio llegaron a las proximidades de San Sebastián -aunque no intervinieron en el asalto- las tropas del General Mendizábal y los batallones guipuzcoanos al mando de Ugartemendía. No disponían de artillería, por lo que se limitaron a intentar tomar infructuosamente una posición francesa en el cerro de San Bartolomé, a destruir el acueducto que surtía de agua a la ciudad y a tomar Pasajes y Guetaria. La guarnición de esta última villa pudo huir por mar y se unió a la donostiarra.

Las tropas británicas y portuguesas a las órdenes del general Sir Thomas Graham no tardaron en aparecer (9 de julio), retirándose las tropas españolas hacia la frontera. El plan de asalto fue aprobado por el Duque de Wellington, que tenía su cuartel general en Lesaca (Navarra).

El 17 de julio tomaron el cerro de San Bartolomé, destruyendo el convento y entablándose un combate generalizado. El fuego artillero contra las murallas comenzó el 20 de julio, consiguiendo abrir el día 22 una gran brecha de 50 m. de longitud en el frente de la Zurriola y, al día siguiente, otra de 10 m. entre el cubo de los Hornos y el baluartillo de San Telmo. El primer intento de asalto de la Plaza tuvo lugar el día 25 de julio, fracasando los aliados en su intento.

Tras varias semanas de calma, causada por requerimiento de la atención militar inglesa en otros puntos, el 26 de agosto cae la guarnición francesa de la isla de Santa Clara y se produce un contundente ataque artillero que consiguió unir las dos brechas en una sola de 200 m. de largo y debilitar notablemente el resto de las defensas.

El día 31 de agosto se llevó a cabo -con cierta precipitación- el asalto final, que concluyó con la toma de la ciudad, retirándose la guarnición francesa a las fortificaciones de Urgull. Las bajas, no obstante, habían sido mucho más numerosas (2.500) entre los asaltantes que entre los sitiados (500).

El mismo día de la toma de la ciudad, las tropas aliadas procedieron a su saqueo e incendio. Un testigo presencial declaraba en el informe judicial abierto al efecto10 cómo "... Quando entraron los aliados no había fuego en la ciudad... habiendo oido... gritos de mugeres, que decian lamentandose de que los yngleses habian dado principio a dar fuego a las casas; por lo qual y por hallarse retirados los franceses al castillo y no haber tirado éstos ninguna cosa incendiaria al cuerpo de la ciudad, cree que los aliados causaron este incendio...". Del mismo se libraron únicamente los edificios situadas al norte de la calle de la Trinidad -hoy denominada del 31 de agosto- , otros pegantes a la muralla de la Zurriola y los caseríos diseminados por el término municipal, que en número aproximado de 700 acogían a la población rural donostiarra. En total unas 600 casas, 164 tiendas y 45 almacenes sufrieron destrucción total, incluidas la Casa Consistorial y otras edificaciones públicas.

El trato a personas y bienes fue muy duro. Se produjeron violaciones y saqueo generalizado de las casas. El Regidor Pedro José de Belderrain declaraba, por ejemplo, que en su casa, donde se habían refugiado algunas mujeres "... después que saquearon quanto había, se echaron sobre ellas, violaron a las más, entre ellas a una anciana de 66 años, que la gozaron más de doce... era rara la muger que se libertaba de este insulto, a no ser que se escondiera..."

5.2.4 LA RECONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD

Pasaban los días. Las tropas francesas refugiadas en el Castillo de la Mota, escasas de artillería y municiones, tuvieron que soportar un incesante fuego artillero. Perdieron, además, la esperanza de recibir refuerzos de las tropas de Soult que operaban en el Bidasoa, pues la acción del 31 de agosto en San Marcial, llevada a cabo por el 4º ejército español dirigido por el general Freire, no le dió tal opción. De forma que el día 8, tras un recrudecimiento de los disparos ingleses, el Castillo se rindió.

Ese mismo día, las fuerzas vivas de la Ciudad "...alcaldes, regidores, secretario del Ayuntamiento..., los demás vecinos notables, prior y beneficiados del cabildo eclesiástico..." se reunieron en el caserío Aizpúrua de la cercana Zubieta, para impulsar la reconstrucción de la Ciudad, solicitando de Wellington alguna protección "... nuestro espíritu, aunque abatido no nos conducirá a la desesperación si V. E. se digna protegernos..." y de la Diputación que se sirviera "...rehabilitar a los individuos del Ayuntamiento para ejercer interinamente sus funciones..." a lo cual la Diputación accedió al día siguiente.

El día 9 de septiembre, también en Zubieta, fue nombrada una comisión formada por los señores José Ignacio de Sagasti, José María de Soroa y Joaquín Luis Berminghan "...para que en nombre de la ciudad y todo su vecindario... sugieran cuantos medios les dicte su celo para reparar y poblar cuanto antes a la ciudad, e indemnizar a sus habitantes, hagan los recursos competentes..."

A pesar de las reiteradas peticiones de compensaciones económicas por la destrucción cursadas al Duque de Wellington, éste se negó a concederlas, haciendo responsables de la misma a los ocupantes franceses "... me es muy sensible no poder ser de utilidad alguna a la ciudad de San Sebastián. El curso de las operaciones hizo necesario que la expresada plaza fuese atacada para echar al enemigo... y fue para mi un asunto del mayor sentimiento el ver que el enemigo la destruyó a su antojo... y deseo vivamente no se me hagan nuevas representaciones acerca de ella...". En 1824 fue presentada una cuenta de agravios o de pérdidas en el incendio, que se elevaba a 102.305.000 reales. En 1829 la indemnización fue denegada definitivamente.

Tres meses más tarde, el 5 de diciembre, el Ayuntamiento tomó el acuerdo de formar una Junta de Obras que encargó al arquitecto Pedro Manuel de Ugartemendía un "plan exacto13 de la ciudad antigua con sus respectivas propiedades y el nuevo que mejor le parezca".

Entretanto se llevaban a cabo las nuevas construcciones surgieron en los solares dejados por los inmuebles quemados un número muy importante de barracas y otras edificaciones provisionales. La ley de la oferta y la demanda provocaron que muchas de ellas fueran alquiladas a precios abusivos. Hacia la construcción de las citadas barracas provisionales y, sobre todo, a la de los edificios definitivos, se dirigieron parte de los capitales de los hacendados donostiarras, pues el comercio había dejado de ser en el siglo XIX la gran fuente de ingresos que constituyó en los siglos anteriores.

Primer plan de Ugartemendía (fragmento)

Ugartemendía entregó al Ayuntamiento el 28 de mayo de 1814 el nuevo diseño de la ciudad, proponiendo una planta totalmente diferente a la original, caracterizada por organizar la trama urbana en torno a una plaza central octogonal de la que partían ocho calles. Disponía también de una plaza rectangular cerca del puerto y otra semicircular frente a la iglesia de Santa María; el resto de la planta la diseñó en cuadrícula.

Al desarrollo de la misma se opusieron los propietarios de solares "... todos convienen que es un plan magnífico..., pero dudan mucho y con fundamento que sea aplicable en nuestro caso y tan ventajoso como se supone... bastaría que en su reedificación se corrigiesen los defectos garrafales... entonces cada uno estaría en su propio terreno, se animaría acaso a levantar su casuca por el afecto que se toma a su suelo nativo...".

El 26 de octubre de 1814 el regidor Gogorza presentó un plan alternativo, basado en el respeto a la planta antigua en la que solamente se retocaban ligeramente el alineamiento y la anchura de algunas calles y se suprimían las belenas o callejas sin salida "... opina el exponente contra el plan de la variación general del pueblo antiguo... y es su voto se levante la ciudad como antes, pero con las variaciones que lleva indicadas, en las calles de Narrica, Embeltrán y San Jerónimo...

La Real Academia de San Fernando nombró como ayudante de Ugartemendía al Académico Alejo de Miranda, encomendándoles a ambos en noviembre de 1914 la redacción de un nuevo proyecto que respetase el plan del regidor Gogorza y los intereses de los propietarios del suelo.

2º plan de Ugartemendía

El nuevo proyecto, más conservador que el inicial, fue presentado en febrero de 1815. Sustituía la plaza octogonal por otra rectangular -cuyo trazado coincidía con el de la Plaza nueva-, pero el resto de las calles seguía sin adaptase al plano antiguo. Por ello este plan tampoco satisfará a algunos propietarios, que presentaron (18-9-1815) ante el Consejo de Castilla un manifiesto (de los 77) oponiéndose al mismo, "... Consérvese enhorabuena la simetría anterior de la plaza. Reedifíquese la Casa Consistorial y Consular, así como la carnicería, pescadería... pero permítase a los propietarios la reedificación de sus casas a su costa, sujetándose a las ordenanzas... [que se regían hasta el año pasado de 1808].

Otro grupo de vecinos presentó otro manifiesto, en este caso favorable al nuevo plan (manifiesto de los 55). En él, además de poner en duda la legitimidad de algunos de los firmantes del manifiesto "de los 77" (... siendo la mitad de ellos unos mercenarios y algunos pordioseros...) afirmaban que ... El plan... dispuesto por los arquitectos, además de reunir la mayor policía, aspecto y decoro público y ser de más fácil y pronta ejecución, proporciona el que de una vez con materiales de igual bondad y calidad... se construya desde la casa del más rico hasta la del más miserable... y si los ambiciosos propietarios ricos de San Sebastián consiguen su proyecto, causan a los de menor fortuna mayores daños que los originados por el incendio...

El Corregidor informó positivamente (19-6-1815) el plan de los arquitectos "...si la ciudad... y sus vecinos... pueden conseguir... que se les faciliten auxilios suficientes... es preferible que la reedificación se haga con arreglo al plan... presentado por los arquitectos...

Al informe favorable del Corregidor se sumó la aprobación del proyecto (1-10-1815) por parte de la Real Academia de San Fernando, añadiendo tan solo las pequeñas modificaciones que habían sido propuestas en la Junta de la Comisión de Arquitectura de la Academia (23-9-1825): "...fue de parecer que la Academia debe aprobar completamente el plan general n. 4 [el propuesto por los arquitectos], siempre que el Consejo proporcione arbitrios para su realización con la pequeña adicción que las calles Puyelo y Esterlines deben continuarse rectamente hasta salir al muro o contramar del puerto... dar mayor superficie... a la Casa Lonja... y podrán rectificar también los soportales de este edificio..."

A pesar de los parabienes recibidos por el proyecto, los fiscales del Consejo de Castilla fallaron (17-11-1815) que "... sin mas retardación podía el Consejo consultar a S. M. por la reedificación de las casas y edificios pertenecientes a particulares en dicha ciudad según el plan número 3 [de Gogorza] con las reformas que contienen y las demas que prescriban el Corregidor y Junta de Obras...", de forma que el 4 de enero fue aprobado por Real Orden el contenido del plan inspirado por Gogorza. Sólo fue posible realizar pequeñas modificaciones al mismo acompañadas de una nivelación general de la ciudad que benefició el saneamiento de la misma, ya que en la ciudad vieja tenía problemas para el drenaje de las aguas pluviales.

El día 7 de marzo fue nombrada una nueva Junta de Obras y Restauración de la Ciudad, más numerosa (doce miembros), fijándose posteriormente sus acrecentadas competencias y organizando las relaciones con el Ayuntamiento.

La Junta de Obras encargó a Ugartemendía la elaboración de nuevas ordenanzas de edificación (15-3-1816), que regularon, entre otros aspectos, la altura de las edificaciones (una imposta horizontal a 11 pies de altura sobre el zócalo y el alero del tejado a 36 pies desde la parte superior de la imposta), permitiéndose la distribución libre de plantas dentro de tales parámetros, así como la formación de buhardillas la altura de los edificios. También establecían la composición y ornato de las fachadas (distribución de huecos en fachadas, forma de los aleros, decoración de las fachadas, etc.) y la calidad de construcción (materiales que debían de emplearse, prohibición de aprovechar cimientos y paredes antiguas, etc.). Las citadas ordenanzas, en número de 32, fueron complementadas por una ampliación de trece reglas más con fecha 17 de enero de 1817.

En 1916 Alejo de Miranda cayó enfermo, recayendo el peso de la reforma en Ugartemendía, ocupado ya en el cuidado de los caminos reales y en la iglesia de Tolosa. En agosto de 1818 la Junta nombra a Silvestre Pérez sustituto interino de Alejo de Miranda.

El plan final de Ugartemendía (sustituido como arquitecto por R. Echeveste desde 1839) sufrió algunas modificaciones posteriores. Así se autorizó la construcción de casas de menor coste y altura en lugares marginales; la mejora del atrio de la iglesia de Santa María (cuya escalinata original dificultaba la comunicación de la calle de la Trinidad con la calle Mayor) y la formación de tres plazas: la Plaza de Lasala (1847), con la intención de mejorar una zona un tanto "apartada" y de embellecer el edificio de la Aduana, instalado en un solar propiedad de Lasala.  La Plazuela de Esterlines presidida por el Palacio de los Collado (1847), con objeto de situar la fuente alimentada por la nueva traída de aguas de Ulía (1848) y la Plazuela de las Escuelas (hoy plaza de Sarriegui) con motivo de favorecer la evolución de las caballerías de la posada allí situada, luego cerrada hacia el Este por el edificio de las Escuelas/Alhóndiga (Ugartemendía, 1829). 

En la construcción del citado edificio se utilizaron algunos materiales procedentes de la antigua Casa Consistorial (s. XVIII) y de otras edificaciones de la Plaza Nueva. Fue un edificio neoclásico en el que destacaba su fachada principal, encuadrada en dos columnas gigantes de orden jónico y que desde el punto de vista arquitectónico constituyó una de las más interesantes de la ciudad. En la primera planta se situaron las escuelas y en las otras dos la alhóndiga (la alhóndiga provincial se construyó más tarde en el solar donde donde hoy en día se levanta el hotel Orly). En 1886 una de las plantas pasó a albergar los juzgados Municipal y de Instrucción. Fue derribado en 1950.

La financiación de las obras públicas necesarias en la reconstrucción se realizó mediante la imposición de un arbitrio por el consumo de sidra y por la descarga de algunos productos en el puerto con una vigencia inicial de 16 años (1818-1834). Un quinto del mismo fue para Diputación, que lo destinó a compensar los gastos de los tres batallones de voluntarios que formó durante la guerra.

El período de vigencia del arbitrio fue prorrogado al recaudarse cantidades inferiores a las previstas. En la última prórroga (1841) se acordó que la mitad del mismo serviría también para financiar el nuevo camino real. La Ley de Aduanas (1842) provocó la supresión del arbitrio, pero también un aumento considerable del comercio que generó un notable incremento en el ritmo de la reconstrucción. Al año siguiente (1843) la Junta de Obras fue suprimida.

Para 1850 la reedificación de la ciudad, ralentizada/acelerada por diversas coyunturas bélicas y económicas, está practicamente concluida. Comienzan ahora a realizarse levantes en los edificios ya construidos para compensar el agotamiento de solares edificables generado por la falta de espacio para la expansión de la ciudad derivada de la existencia de las fortificaciones.

La Parte vieja actual tiene planta aproximadamente rectangular, formada por cinco calles principales en orientación N-S (Campanario, Mayor, San Jerónimo, Narrica y S. Juan) y otras tantas en sentido E-O (Embeltrán/Plza. Sarriegui, Fermín Calbetón, Puerto/Iñigo, 31 de Agosto y calleja de Sta. Corda, además de las de Juan de Bilbao y de la Pescadería, que no llegan a tener recorrido completo), destacando de la trama urbana así organizada las ya citadas plazas de Sarriegui y de Lasala, la minúscula de Esterlines y la porticada de la Constitución (Pedro Manuel de Ugartemendía y Alejo Miranda, edificada en estilo neoclásico entre 1817-1824).

Por el oeste la Parte Vieja limita con los restos del lienzo occidental de la muralla, que la separan del Puerto, estableciéndose comunicación entre ambos a través de la antigua puerta de mar (portaletas) en la que desemboca la calle del Puerto, fruto de la prolongación de la antigua calle de Iñigo Alto, que no tenía salida al puerto. La nueva calle cortaba el pequeño montículo que existe al Oeste de la Parte Vieja. En su parte superior discurría la calle del Campanario. Estando a diferente nivel, se hizo necesaria la construcción de un puente sobre la calle del Puerto para permitir suen dirección hacia la subida al Castillo, permitiendo de esta forma el movimiento de la artillería entre las murallas y el Castillo.

Por el este la Parte Vieja se imbrica con el Ensanche Oriental a través de la calle San Juan y el complejo de edificios de Centro Comercial del antiguo Mercado de la Brecha. Por el sur limita con el Boulevard, espacio abierto donde antiguamente se levantaba el lienzo principal de la muralla y el Cubo Imperial. Por el norte limita con el Monte Urgull, y a sus laderas se acercan los edificios que se libraron del incendio de 1813 (Santa Teresa, Sta. María, San Telmo, San Vicente y algunas edificaciones de vecindad.

La Parte Vieja es actualmente un espacio peatonal en el que predominan las actividades vinculadas con el ocio (bares, restaurantes, cines, casino, sociedades populares, marco de actos festivos, etc.), el comercio (en general de pequeña dimensión) y el turismo. Durante la década de 1990 sufrió un proceso de rehabilitación gestionado por la empresa municipal PARVISA, en el que se llevó a cabo la renovación de pavimentos, redes de distribución, arreglo de fachadas, estructura de las casas, tejados, etc. Las edificaciones de nueva planta realizadas en el siglo XX han sido escasas, de forma que las únicas actuaciones de tipo masivo que han incidido -en general negativamente- sobre el aspecto de la Parte Vieja han sido los levantes.

5.2.5 EL ENSANCHE DE CORTÁZAR

Desde el año 1856 la Plaza fuerte de San Sebastián fue incluida entre las susceptibles de ser desmilitarizadas, ya que los condicionantes bélicos y tecnológicos se habían ocupado de convertirla en obsoleta a lo largo de los siglos. Pero el derribo de las murallas todavía tardó algunos años, a pesar de las reiteradas peticiones al respecto realizadas por la Ciudad en 1857, 1858 y 1860.

En marzo de 1862 se decidió, por fin, el ansiado derribo, compensado con el aumento del dispositivo militar en el monte Urgull. La comisión que en 1862 estudió los cambios a efectuar en las fortificaciones del castillo se pronunció en primer lugar acerca de la pertinencia de tales modificaciones, analizándo su situación estratégica. En el informe se decía que "... el Castillo de la Mota no podrá nunca considerársele como plaza de guerra, sino como un punto más o menos fuerte y capaz únicamente de abrigar una guarnición no muy numerosa... será ineficaz para detener la marcha de un ejército invasor o para obligar al menos de desprenderse de un cuerpo de ejército... le bastará para realizar su acción un destacamento tan fuerte como la escasa guarnición del Castillo que... podrá impedir llegue recurso alguno a los defensores desde la población que tienen a sus pies, convertida en un elemento muy terrible para la defensa del Castillo desde el momento que la plaza quede abierta con el derribo de sus murallas.

En 1863 San Sebastián perdió oficialmente la condición de Plaza de Guerra, realizándose en el mismo año algunos derribos parciales de sus murallas. El 28 de abril de 1864 un decreto autorizó definitivamente el derribo de las fortificaciones, que duró aproximadamente un año.

Para entonces ya se había convocado (1862) un concurso con objeto de proyectar la expansión urbana meridional de la Ciudad. El proyecto triunfador fue el presentado por Antonio de Cortázar. El diseñado por el arquitecto vallisoletano Martín de Saracibar, que incluía un "boulevard" de contacto entre la ciudad vieja y la nueva, recibió igualmente un premio. Cortázar fue encargado de fusionar ambos proyectos, aunque básicamente siguió las directrices marcadas por el suyo, estableciéndose una enconada polémica entre los donostiarras partidarios del citado Boulevard y los contrarios al mismo.

Tras la aprobación de la primera fase del proyecto (11-10-1864) quedó constituida una Junta de Ensanche (19-10-1864), se realizaron las subastas para la venta de los solares -unos pertenecientes al Estado y otros a la Ciudad- y se aprobaron las ordenanzas (7-10-1865) que iban a regir su construcción. La primera fase del Ensanche -comprendida entre el Boulevard y la Avenida de la Libertad- fue edificada rápidamente.

Construcción del Ensanche meridional

Diversas modificaciones al plano del Ensanche trazado por Cortázar fueron realizadas acertadamente. La firmada por Nemesio Barrio en 1871 y aprobada en 1873 desarrollaba el ensanche hacia el sur aumentando con respecto al plan Cortázar la superficie edificable en la margen izquierda del Urumea, añadiendo la calle del General Prim; ensanchaba ligeramente algunas calles de 10 a 12 m. y prolongaba el ensanche hasta la vaguada de Morlans (esta última ampliación no fue aprobada).

Surgieron en el desarrollo de la operación urbanística un importante número de conflictos con los propietarios de las edificaciones existentes en el barrio extramural de San Martín si bien 1891 se llegó a un acuerdo con la mayor parte de los propietarios mediante el cual se realizarían las nuevas alineaciones y se entregaría a cada propietario el terreno que proporcionalmente le correspondiese. Algunos propietarios no aceptaron, por lo que en 1895 se procedió a su expropiación forzosa.

Otro problema contra el que tuvo que lucharse fue la legalmente dudosa enajenación de propiedades públicas realizada en tiempos de la ocupación francesa de gran parte de los terrenos en el ensanche de Amara Viejo: en 1809, en plena ocupación francesa, el Ayuntamiento subastó parte de los terrenos de Amara con objeto obtener medios para atender a las tropas francesas. El saneamiento de los citados terrenos no fue acometido en aquel momento, destinándose en el plan del Ensanche a muelles y almacenes. Sin embargo, el Ayuntamiento no reconocía la propiedad privada de los citados terrenos aduciendo que, al no haber sido transferida por el Estado al Ayuntamiento la propiedad de los terrenos, la subasta era nula. Tal nulidad no era, por supuesto, aceptada por los adjudicatarios de los terrenos. La solución vino de la mano de la renuncia del Ayuntamiento a parte de sus posibles derechos en aras a una pronta urbanización del sector.

 En 1886 se acordó que el Ayuntamiento sería considerado como dueño único de las marismas de la orilla izquierda del Urumea, incluyendo las 121 ha. en litigio. Tal extensión de dividió en dos partes iguales. Una de ellas pasaría a manos de los particulares y el Ayuntamiento se ocuparía de la desecación de la marisma, si bien los particulares pagarían un canon por la mismas y se harían cargo de los terraplenes y vías públicas. El Ayuntamiento recibió autorización para vender su parte en 1888 y en este mismo año fueron concluidos los trabajos de saneamiento y desecación. Todo el proceso se vio  complicado con la ralentización de las construcciones derivada de la Guerra carlista y de la lenta canalización del Urumea que permitiría la desecación total del sector.

José Goicoa realizó modificaciones en 1883 y 1886 que se convirtieron en la base legal del Ensanche, destacando las actuaciones en el entorno de la futura catedral del Buen Pastor, la modificación de la calle Easo y una nueva ampliación de la anchura de las calles a 14 m. 

La citada modificación de la calle Easo consistió básicamente en la alineación de la calle misma con el resto de las manzanas, desmontando una parte del cerro de San Bartolomé. Con objeto de preservar el convento situado en su parte alta se tuvo que realizar (1914) un muro de contención. El plan general de 1995 dispuso la desaparición del Colegio, la formación de una suave pendiente y la edificación en el espacio resultante, si bien la actuación no ha sido llevada a cabo.

La expansión urbana hacia el sur no progresó de la calle San Marcial hasta el año 1888 en el que finalizaron las obras de desecación de la zona inundable por el mar. En 1890 una nueva modificación de Goicoa determinó la posición del puente de María Cristina y de la plaza circular (de Bilbao). La progresión edificatoria conllevaría la desaparición del barrio de San Martín (h. 1899) y el consiguiente traslado de la Fábrica de Gas a Morlans. De 1900 datan las modificaciones derivadas de la implantación de las vías y estación del Ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián (luego Ferrocarriles Vascongados). Para 1916 muy pocos solares del Ensanche permanecían sin edificar.

El resultado final de la operación urbanística fue una trama ortogonal, orientada con relación a la prolongación de la calle Mayor, basada en manzanas con chaflanes en las esquinas y gran patio central. Las fachadas exteriores fueron realizadas en piedra de sillería enriquecidas con abundantes elementos decorativos al gusto de la época. Las calles se concibieron dotadas de diferentes anchuras en función de una jerarquía preconcebida.

La construcción fue, en general, de calidad; altura entre tres y seis plantas, haciéndose efectiva una clara jerarquización en altura según la cual los pisos bajos se reservan generalmente a los propietarios y según se ascendía en altura albergan a estratos de población económicamente menos pudientes. A partir de 1917 la citada jerarquización se complementó con la aparición de "levantes" construidos sobre el último piso, dotados de menor amplitud y calidad de materiales que el resto de las viviendas, lo que permitía la acogida de los sectores menos acomodados de la población.

Rompen la homogeneidad del Ensanche el Parque de Alderdi-Eder, conexión de la primera fase del Ensanche con el mar; la zona del Paseo de la República Argentina, donde se alzan como edificios singulares el Hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia; el conjunto de la plaza del Buen Pastor, en cuyo centro se dispone la catedral; la Plaza de Bilbao, que imbrica la ciudad con la estación del ferrocarril y el puente de María Cristina; la calle Prim y Paseo de los Fueros, que forman una diagonal con el conjunto del Ensanche.  Además es preciso destacar la Plaza de Guipúzcoa. El proyecto original de esta plaza porticada  fue trazado por José Eleuterio Escoriaza y edificado entre 1867 y 1882. Contemplaba el cierre de las entradas de la plaza mediante grandes arcos, cierre que no llegó a realizarse, pero pueden observarse todavía los arranques de los mismos. El diseño del jardín fue obra de Pierre Ducasse (1877), estando cerrado hasta 1907 por una verja que fue recolocada en los viveros municipales de Ulía. En su interior se encuentra el monumento al compositor José María Usandizaga (José Llimona, 1916), una mesa horaria (que dispuso de un cañoncillo de ignición solar para marcar las horas), un templete meteorológico y un estanque dotado de cascada y puentecillo.

Hasta la década de 1970 las únicas intervenciones en el Ensanche fueron la demolición de algunos edificios y su sustitución por otros de nueva factura. A partir de la aprobación de un plan denominado de "Área Romántica", la regeneración urbana del Ensanche se centró en la rehabilitación más o menos concienzuda de edificios enteros y, sobre todo, en el derribo total de estos, con excepción de la fachada, al estar la mayor parte de éstas protegidas por la normativa urbanística. Este tipo de actuación ha contribuido a mantener sin excesivas variaciones el paisaje urbano, apariencia que comenzaba a cambiar en algunas vías principales a causa de la concentración de los derribos.

Las consecuencias de este tipo de actuaciones han sido la elevación de la altura de los edificios, que pasa de 3/6 a 7 plantas -las últimas en ocasiones amansardadas un tanto forzadamente- y la paulatina sustitución de la población envejecida que habitaba las viviendas -generalmente en régimen de alquiler con rentas antiguas-, por un estrato de población de alto poder económico que accede a la propiedad de las viviendas. También se produce la ocupación -limitada por ordenanzas- de antiguas viviendas por oficinas y despachos profesionales. En el presente el Ensanche es una zona comercial y de servicios que a partir de la década de 1990 se está peatonalizando progresivamente.

5.2.6 EL ENSANCHE ORIENTAL

Además del ensanche meridional, los arenales y pedregales que dejaba la bajamar al descubierto al este de la muralla de la Zurriola fueron objeto de otro ensanche de la ciudad, conocido como Ensanche oriental. La desecación y urbanización del sector fue solicitada por un particular, el Sr. Berasategui, que consiguió en 1873 una concesión para llevarlas a cabo. La Guerra Carlista y diversos problemas administrativos retrasaron el inicio de las obras hasta que en 1882, tras pasar la concesión por varias manos, se hizo cargo de la misma el Marqués de Salamanca.

El plan inicial del Ensanche Oriental -tres calles E-O y otra transversal, siguiendo el río- fue modificado por otro de cuatro calles y menores manzanas (1886). La concesión cambiará nuevamente de manos hasta llegar al Banco General de Madrid (1887), que creó para gestionar la operación la Sociedad de Terrenos de San Sebastián, presentando el plano definitivo del Ensanche. En 1889 estaban ya vendidos la mayor parte de los solares. En el año 1900 el Ayuntamiento saneó la zona de unión entre la Parte Vieja y el Ensanche Oriental, actuando sobre los restos de la muralla de la Zurriola y construcciones pegantes, que sirvieron para imbricar las tramas urbanas vieja y nueva. El último episodio en la construcción del Ensanche lo constituyó la apertura del Paseo Nuevo (1919) que, rodeando el monte Urgull, unió el puerto con el Ensanche Oriental.

A caballo entre las problemáticas de la Parte Vieja, de Gros y del Ensanche de Cortázar, en algunas de sus calles se denotan síntomas de decadencia comercial mientras que en el Paseo de Salamanca -frente al mar- se han sustituído varios edificios.

5.2.7 EL ENSANCHE DE GROS

El fuerte incremento demográfico y la colmatación de los ensanches meridional y oriental supuso la apertura de nuevos ensanches. La margen derecha del río era en su mayoría propiedad los señores Iribas y Gros, e inicialmente decidieron dedicarlos a residencia de obreros. Pero su situación, cercana al los ensanches, provocó por una parte la revalorización de los terrenos y, por otra, que los alrededores de la zona fueran edificados lentamente sin un plan estructurado: el hospital Civil de Manteo (1887), varios conventos, el matadero de Cemoriya, diversas fábricas, talleres, la iglesia de San Ignacio (1897), sin olvidar diversas villas se instalaron frente a la gran playa de la Zurriola.

De ahí que una actuación sobre el barrio de Gros no se presentó de forma tan fácil como en los ensanches meridional y oriental, que partían de terrenos ganados al mar y sin ocupación previa. La autorización para la ejecución del nuevo ensanche fue aprobada en 1894 a cambio de la construcción del muro de encauzamiento del río y de la venta a bajo precio al Ayuntamiento de las vías públicas. En el mismo año se procedió a la apertura y afirmado de calles, así como al derribo de algunos edificios existentes.

A pesar de las reformas la trama urbana seguía caracterizándose por por ser un tanto anárquica. Por ello se planteó el trazado de un nuevo plan, realizado por Juan Machimbarrena y Jesús Diez Tolosana, que implicaba tres tipos de actuaciones. En primer lugar la consolidación, reordenación y mejora de infraestructuras del ensanche de 1894; en segundo lugar la creación de una trama ortogonal en el espacio llano comprendido entre aquel y Ulía y, en tercer lugar, la creación de una ciudad jardín en la ladera de Ulía y en la zona denominada Puertas coloradas (actual Ategorrieta).

Las obras comenzaron con rapidez, pero el ensanche de Gros tardó bastantes años en colmatarse de edificaciones, colmatación en la que caben destacar varias actuaciones al margen del proyecto inicial.

La más antigua e importante fue la urbanización de la playa de la Zurriola, frente a la cual se habían construído numerosos palacetes. Las gestiones para que el proyecto iniciase la andadura administrativa comenzaron en 1907. En este año el Ayuntamiento fue autorizado para ganar terrenos al mar en el mencionado sector construyendo diversos muros y terraplenes (Marcelo Sarasola, 1904). Una primera concesión fue otorgada al Sr. Vogel en 1909, que una vez caducada sin ejecutarse, provocó que en 1910 el Ayuntamiento recibiese una oferta de unos capitalistas franceses, encabezados por León Malleville, para que les fuera otorgada la concesión de los terrenos ganados al mar en tal punto.

La citada oferta fue aceptada por el Ayuntamiento (18-2-1911), transmitiéndose posteriormente la concesión, tal y como contemplaba el contrato, a la Sociedad Inmobiliaria y del Gran Kursaal Marítimo de San Sebastián (27-2-1911), que se comprometió a construir los muros de costa (1911-1925), un puente (puente de la Zurriola, 1920), así como al saneamiento de los solares (1922-1925) y a la cesión y venta de ciertas superficies de terreno al Ayuntamiento a un precio pactado. A cambio recibía en propiedad los solares resultantes y el monopolio de un Kursaal (casino, teatro, restaurante etc., inaugurado en 1922). Los solares fueron construidos en la década de los años treinta entre el Paseo de Colón y el mar, procurando adoptar una trama ortogonal adaptada en lo posible a la ya existente.

La segunda actuación, llevada a cabo en la década de los años setenta, consistió en la demolición de la Plaza de Toros del Chofre y en la eliminación de la loma arenosa sobre la que estaba construída, dando lugar a una trama urbana (Nuevo Gros) de tipo ortogonal con centro en la Plaza de Zuberoa (o Plaza del Chofre), acción complementada a mediados de la década de 1990 por el derribo del Mercado de Gros y otras edificaciones colindantes.

La tercera actuación de envergadura, realizada también a mediados de la década de 1990, fue la rehabilitación de la playa perdida en la urbanización del Kursaal mediante la formación de un espigón, aporte de arena, rehabilitación del paseo marítimo (Antón Pagola y Luis Uzcanga, 1995) y construcción de un Auditorio y Palacio de Congresos (1999) en el solar dejado por el primitivo Kursaal.

En general, el barrio de Gros es actualmente un espacio en regeneración. Por una parte tiende a desaparecer la pequeña industria, almacenes, como desapareció la Plaza de toros, matadero, mercado, etc., construyéndose en sus solares edificios residenciales y de servicios. Por otra, los talleres y comercios marginales están siendo lentamente desplazados debido a la revalorización general de la zona.

Algunos enclaves en otro tiempo marginales en la trama urbana de Gros se han beneficiado especialmente de la rehabilitación de la fachada marítima. Es el caso de Sagüés. Fue éste un barrio construido (1923-1925) por Francisco Sagües en las proximidades de la punta Monpas con objeto de albergar a los obreros que participaron en la construcción del ensanche de Gros.

5.2.8 EL BARRIO DEL ANTIGUO

En el extremo occidental de la bahía de la Concha, entre las alturas de Ayete e Igueldo, se encuentra el barrio del Antiguo. Participaba a finales del siglo XIX de algunas de las características ya mencionadas en Gros: la existencia, con antelación a la formulación de un plan urbanístico estructurado, de villas de recreo, edificios para el alojamiento de obreros, fábricas y talleres.

El eje vertebrador del barrio fue inicialmente la calle Matía. Esta vía, sin embargo, no estaba totalmente ocupada, sucediéndose en ella huertas, fábricas, talleres y edificios de viviendas. Por otra parte, la Sociedad Brunet y Cia. parceló y urbanizó a finales del siglo XIX una serie de terrenos que poseía en las cercanías de la Playa de Ondarreta -donde se alzaba el imponente edificio de la cárcel- con la intención de promover una ciudad jardín.

El proyecto de urbanización elaborado en 1921 por Luis Elizalde fue premiado en el concurso convocado con la intención de promover la urbanización del barrio, repitiendo el esquema de trama ortogonal centrada en la Avenida de Zumalacárregui, reservando espacio para la ciudad jardín hacia el mar y para edificios de hasta ocho plantas al lado opuesto. La extensa zona industrial situada al este de la citada vía y las marismas, al oeste, fue ocupada en la década de 1990 por una trama ortogonal de viviendas de buena calidad de 6 plantas (Antiguo-Berri, 1996-2000; Antiguo-Osinaga (1994-1999), entre las que se intercalan algunas promociones de viviendas destinadas al alquiler de protección oficial (1998). También se completa definitivamente en esta década el espacio reservado a ciudad jardín.

En la continuación de la avenida de Tolosa se sitúa el campus universitario de Guipúzcoa (iniciado en la década de 1970) y los barrios de Lorea (h. 1970), Errotaburu (década de 1990), Berio (o Beriyo) (década de 1990) y el polígono industrial de Ibaeta. La parte final de la avenida de Tolosa (el infierno) da acceso al polígono industrial de Zuhatsu, comenzado a construir en la segunda mitad de la década de 1990.

5.2.9 EL BARRIO DE EGUÍA

Tras la llegada en 1864 del ferrocarril a San Sebastián, el barrio que crecía por las laderas situadas al sur de las vías, dotado aún de carácter periurbano, se vió sometido a un proceso de cierto aislamiento.

La parte baja de Eguía (Egia en Euskara) -Paseo del Duque de Mandas- estuvo ocupado inicialmente por el convento de San Francisco -destruído en la primera guerra carlista-, luego por la Misericordia y por el Paseo de San Francisco, en el que se instaló una plaza de toros, el campo de fútbol de Atocha, escuelas, frontones, mercado mayorista de frutas y algunos almacenes y fábricas, destacando entre ellas la Tabacalera (Mauro Serret, 1888), inaugurada en 1903. También se edificaron varios palacetes, entre los que destacó el que fue propiedad del Duque de Mandas, dotado de un gran jardín, que constituye el actual Parque de Cristina-Enea, legado por el Duque a la Ciudad. Con el tiempo las villas (Tairones, Elisa, etc.) desaparecieron, construyéndose edificios residenciales

En el sector alto se edificó, en parte, en torno a la carretera de Loyola (calle Eguía) y su continuación hacia el cementerio de Polloe (Calle Virgen del Carmen), teniendo como paralelas las calles Ametzagaña y Tejería. Se desarrolló con muy poca ordenación y fue ocupada principalmente por clases economicamente modestas. El sector norte, en la cima de la loma de Concorrenea (donde existió un fuerte en el s. XIX) y en otras alturas vecinas se desarrolló la ocupación del espacio urbano en forma de viviendas unifamiliares y promociones públicas de baja calidad constructiva. En la década de los años 90 se realizaron algunas urbanizaciones de chalets adosados en la parte alta, cercana al cementerio, comenzando la rehabilitación de la parte baja con la construcción de la sede de los juzgados en el edificio escolar que cumplió las funciones de hospital militar y cuartel de la Policía Nacional.

5.2.10 EL ENSANCHE DE AMARA NUEVO (AMARA BERRI)

Hacia el año 1929 el Ensanche Meridional estaba prácticamente colmatado y su continuación natural por el sur era una zona de marismas, cuyo proceso de su urbanización fue laborioso.

Comenzó éste en 1895, a raíz de una Memoria presentada al Ayuntamiento por los arquitectos Barrio y Goicoa. Los trámites fueron lentos, ya que una parte de las propiedades eran privadas, pero, por fin, el proyecto presentado por el ingeniero Marcelo Sarasola en 1899 fue aprobado en 1905, autorizándose la construcción de un nuevo encauzamiento del río entre el puente de María Cristina y el puente del Ferrocarril del Norte (Puente de Hierro).

Con objeto de diseñar el nuevo espacio urbano fue convocado un concurso al que se presentaron dos únicos proyectos. El presentado por Azqueta y Gurruchaga, tras largas polémicas y retrasos, fue finalmente aprobado en 1922. Predominaba en el mismo el trazado ortogonal, con manzanas abiertas por uno de sus lados. La parte más cercana al Ensanche de Cortázar presentaba una avenida que terminaba en una gran plaza central de forma redondeada abierta al río y de la que partía una segunda avenida, menos amplia, formando con la primera un ángulo de unos 23º. Ambas avenidas constituían las directrices sobre las que se ordenaba el espacio. En 1924 se iniciaron las obras de terraplenado de la avenida principal, pero la aplicación del plan no pasó de ahí, puesto que el ingeniero municipal Juan Machimbarrena consideró anticuado el plan que se estaba ejecutando.

Fue convocado un nuevo concurso de proyectos, poniéndose como condición el respeto de las infraestructuras ya realizadas y la presencia de mayor espacio público. El plan ganador fue el presentado por el propio Machimbarrena, en unión de Gaiztarro, que logró su aprobación en 1938.

El plan ampliaba su ámbito por la vega de Loyola, incluyendo la orilla opuesta del río. La trama urbana del primer sector -hasta el ferrocarril Madrid/Irún- se estructuraba en dos rondas, que seguían respectivamente el río y la vía del Ferrocarril de la Frontera (Topo). En el interior del espacio delimitado por ambas se estructuraba una avenida de unión con el Ensanche de Cortázar (actual avda. de Sancho el Sabio) que desembocaba en una gran plaza circular (Pío XII) de la que partían tres avenidas. Una central (avenida de Madrid), que llegaba hasta Anoeta, y dos laterales (actuales Carlos I y Felipe IV) que terminaban en sendas plazas circulares (Plaza de Irún y otra que no llego a configurarse) de las que partía una cuarta avenida que las comunicaba entre sí (actual avda. de Isabel II), cruzando la avenida principal.

Aún cuando se respetaron los viales propuestos, el espacio urbanizado en el interior de las manzanas, en su mayoría inicialmente abiertas y en forma de peine, cambió su estructura a lo largo de su ejecución.

La construcción de los primeros edificios del ensanche se inició en 1947. Fueron, algunas, viviendas de alta calidad, a pesar de lo cual la mayor parte de los constructores se acogieron a las medidas de protección pública vigentes en el momento. El primer tramo, hasta la Plaza de Pío XII, se completó, salvo algunas excepciones, en la década de los años sesenta. En el entorno de la plaza circular se levantó el edificio del Gobierno Civil (actual Subdelegación del Gobierno / Pedro Bidagor y Luis Villanueva, 1955), el antiguo Instituto Nacional de Previsión y un complejo educativo formado por varios institutos de enseñanzas medias y profesionales. La articulación con el Ensanche de Cortázar se lograba mediante una zona de parques (Parque de Araba) y la playa de vías de los entonces denominados Ferrocarriles Vascongados.

A partir de 1960 comenzó la ocupación del segundo sector, que llega hasta la calle de los Balleneros. La ejecución de un acceso a la autopista variante de la Ciudad en la década de los años 70 provocó la división de Amara en dos partes, la oriental, ya colmatada, y la occidental, situada entre la autopista y las vías del Topo, que se edificará mayoritariamente entre 1970 y 1992.

El último tramo, comprendido entre la calle de los Balleneros y las vías del Ferrocarril Madrid-Irún y del Topo, sufrió varios cambios importantes de planeamiento, incluso habiéndose levantado ya algunos edificios. El resultado del proceso fue un plan basado en edificios de 5 alturas y algunos de nueve (plaza de Irún y otros edificios preexistentes) edificados formando plazas peatonales, con la idea de buscar menor densidad edificatoria, que contrasta con las 9/10 plantas del resto de Amara. Destaca la presencia del centro comercial Arcco (1996), de dimensiones medias.

5.2.11 AIETE (AYETE)

La colina que separa el Ensanche de Cortázar y Amara del Antiguo recibe la denominación genérica -de origen gascón- de Ayete, barrio residencial vertebrado en torno al antiguo camino real de Francia a Hernani, actual cuesta de Aldapeta y Paseo de Aiete. Desde los años 70, en que era prácticamente un barrio rural, ha visto crecer un número muy considerable de urbanizaciones de 2/3 plantas, de buena calidad constructiva. En Miramón se comenzó a construir en 1997 un importante complejo residencial formado principalmente por edificaciones adosadas y bifamiliares en convivencia con un parque tecnológico.

La Parte vieja, Ensanche de Cortázar, Gros, Amara, Eguía, Aiete y Antiguo forman el sector central de San Sebastián. Las actuaciones en la periferia del mencionado núcleo han tenido también gran importancia, desarrollándose básicamente en dos espacios diferentes: el corredor oriental (Alza Intxaurrondo) y la vega del Urumea (Loyola-Martutene).

5.2.12 EL CORREDOR ORIENTAL (BIDEBIETA-ALZA-INTXAURRONDO)

Es preciso citar por su importancia las actuaciones desarrolladas en la parte norte del territorio que durante un muy corto espacio de tiempo constituyó el municipio de Alza, que ocupa el sector oriental del término municipal de San Sebastián.

Durante el siglo XIX hasta 1955 tuvo lugar una ocupación del espacio en forma de ciudad jardín: villas dotadas de huerta o jardín se desarrollaron en Ategorrieta-Miracruz, Julimasene, Mons o bien en forma de pequeños bloques de viviendas para obreros de 2/3 plantas en Buenavista y Herrera. Tiene lugar también un pequeño crecimiento del reducido núcleo urbano de Alza en base a villas o de bloques de viviendas (Buenavista, Eskalantegui, etc.). En general es una zona todavía poco poblada. En el año 1900 contaba con 2.000 habitantes y cincuenta años más tarde con unos 9.000

Entre 1955 y 1970 tiene lugar un primer crecimiento acelerado de la zona -muchas veces fuera de la normativa urbanística vigente- mediante la construcción de barriadas caracterizadas por edificios de entre 2 y 5 plantas. La primera de ellas "Nuestra Señora del Coro", promovida por la Obra Sindical del Hogar, se construyó en Intxaurrondo. A ella seguirían otras como Santa Bárbara, Roteta, Arriberri, etc. En el momento de su construcción apenas si disponían de equipamientos e incluso de urbanización en condiciones. Al final del período el territorio contaba con unos 32.000 habitantes.

Entre 1970 y 1981 es cuando aparece, también muchas veces al margen de la legalidad urbanística, la edificación en polígonos o edificios aislados de 16 plantas. Destaca la construcción entre la carretera N-I y el monte Ulía del denominado inicialmente grupo La Paz, formado por 12 edificios, a los que se sumarán, al este, otros tantos. En la zona más próxima a la citada carretera se sumó la urbanización de Bidebieta, construida en los terrenos pertenecientes a un palacete. Son viviendas dotadas de mejor calidad y accesibilidad, dirigidas a su ocupación por clase media-alta. Otro islote de construcción de calidad es la urbanización denominada Montesol

Al otro lado de la citada carretera, entre Herrera y el casco antiguo de Alza, se construyeron, trepando por las laderas de la colina, un considerable número de torres de 16 pisos (Larratxo, Casanao, Elizasu, Jolastokieta, etc). En diez años la población había aumentado hasta los 42.000 habitantes.

Entre 1981 y 1996 tiene lugar la urbanización y construcción de los terrenos que, en su día, adquirió el Ministerio de la Vivienda para la edificación de viviendas protegidas. Tales terrenos se situaban entre el cementerio de Polloe, el monte Ametzagaña, el casco de Alza y las viejas construcciones de Intxaurrondo. Se presenta dividido en dos zonas por la autopista variante de San Sebastián, denominadas respectivamente Intxaurrondo Norte y Sur. El primero en ejecutarse, en base a edificaciones lineales de 3/4 plantas y alguna villa, fue Intxaurrondo Norte (década de los años 80).

Entre 1992 y 1997 se ejecutó la mayor parte de Intxaurrondo Sur. Mejor diseñado y construído que el sector norte, su tipología edificatoria se basa en manzanas de 3-4 plantas mezcladas con villas adosadas, dotadas algunas de ellas de pequeño jardín. En un apéndice del barrio se levanta el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo y, en sus proximidades, el centro comercial de Garbera (1997).

5.2.13 LA VEGA DEL URUMEA

La continuación de Amara por la vega del Urumea son las Riberas de Loyola (Loiola), que durante mucho tiempo fueron un espacio semirrural. Martutene, a su vez, es continuación de Loiola río arriba. En 1926 se levantaron en el barrio de Loiola los cuarteles de Ingenieros e Infantería. El proyecto de los mismos se debe al Coronel de Ingenieros Martín Acha y al Teniente Coronel Díez. Tienen una capacidad aproximada de 2.400 soldados, aprovechada en su totalidad hasta la década de 1990 en que la guarnición de la ciudad se redujo considerablemente.

 Tanto Loyola  como Martutene comenzarán su crecimiento en las décadas de 1940 y 1950, basado en barriadas de viviendas de protección oficial que respondían a una tipología media de 50-60 m2 de superficie útil en edificios de tres alturas. En Martutene se situó la nueva cárcel provincial (1948) que sustituyó a la de Ondarreta.

5.2.14 EL SECTOR OCCIDENTAL

Corresponde al entorno de la cadena montañosa Igeldo / Mendizorrotz y sus aledaños . Comprende un pequeño núcleo rural (Igeldo) que durante un corto periodo de tiempo del siglo XIX fue independiente. El 18 de diciembre de 2013 un Decreto Foral segrega el sector oriental del término municipal de San Sebastián para formar el municipio independiente de Igeldo (1075 habitantes) en contra del criterio del Pleno de la corporación municipal donostiarra, tras la celebración de una consulta "no vinculante" entre un censo de 883 personas mayores de 16 años, de las que votaron 637. El 61%  de los votantes fue partidario de la segregación (391 votantes). El proceso se inicia en 1995 mediante un expediente de segregación iniciado por la Comisión promotora Itsas-aurre, dirigida por Juan Karlos Izagirre. Desestimado el mismo en el año 2010 por parte de la Diputación de Gipuzkoa. Tras la elección de Juan Karlos Izagirre (Bildu) como alcalde de San Sebastián en el año 2011 y de Martín Garitano (Bildu) como Diputado General, se retoma el expediente, que culminará con el citado Decreto, recurrido ante los tribunales por el Pleno del Ayuntamiento donostiarra. La delimitación del término municipal y, por lo tanto, del censo de votantes, se identificó con una de las divisiones del Plan General, cuyos criterios de delimitación no necesariamente tendrían que ser lo que marcaran los límites del "municipio" de Igeldo (16% del término municipal donostiarra del año 2013).

5.2.15 EL PARQUE DE VIVIENDAS

Resultado de la evolución urbanística de la ciudad es el número actual de viviendas existentes en el municipio, que en 1996 se elevaba a 73.705. De ellas 59.690 constaban como ocupadas y 14.015 como desocupadas (incluyendo las segundas residencias).

La mayor parte de las viviendas se integran en tipos edificatorios cerrados del tipo manzana o similar (50,5%), seguidos por la edificación abierta del tipo bloque (41%). Las edificaciones de bajo desarrollo, del tipo pequeños bloques con alguna zona verte suponen un 5,3% y las edificaciones adosadas o aisladas el 1,6%

El Plan General de 1995 preveía la actuación de la Administración pública mediante una serie de medidas cuyo objetivo era la construcción de un importante número de viviendas protegidas para luchar de alguna forma contra la carestía excesiva de la vivienda en San Sebastián, especialmente a partir de la segunda mitad de la década de 1980.

 


Geografía e Historia de Donostia-San Sebastián / Juan Antonio Sáez García, Javier Gómez Piñeiro... et al

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