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Falso filatelico (Edifil 156) del sello carlista impreso en Bayona en 1873

Falso filatélico

Su valor de catálogo, si fuera verdadero, sería de unos 650 euros

 

LA PICARESCA

Tal vez haya que mencionar, al menos de paso, a un grupo de ¿filatelistas? sin demasiados escrúpulos empeñados en lucrarse de forma alegal o ilegal. Son aquellos que se dedican a realizar lo que se denominan habitualmente falsificaciones parciales, puesto que se parte de un sello verdadero, manipulándolo para aumentar su valor. Las manipulaciones más habituales son:

  • Lavado: esto es, aplicar al sello productos químicos para suprimir o atenuar el matasellos.
  • Engomado: (o reengomar), consiste en aplicar nuevamente goma a un sello que por cualquier razón no la tiene.
  • Desoxidado: tratamiento químico que persigue suprimir la coloración obscura y las manchas que muestra el papel, fruto del paso del tiempo y de la humedad.
  • Matasellado: La cotización de algunos sellos circulados es superior a la de los nuevos, de ahí que la picaresca se centre en el matasellado de sellos nuevos en un intento de hacer creer que han circulado realmente. Hay también quien con la intención de “aminorar” el fraude, matasella, por ejemplo, sellos nuevos a los que ha sometido a un procedimiento de desoxidación. No deja de ser un fraude, pues el sello no ha circulado realmente.
  • Sobrecargado: imprimir sobre un sello verdadero una sobrecarga falsa que le haga subir de valor.
  • Desdentado: cortar el dentado de un sello para simular que originariamente estaba desprovisto de él pues, dado que los sellos sin dentar poseen mayor valor que los dentados, permite obtener un beneficio adicional.
 

Las Falsificaciones integrales: son el caso extremo; el falsificador puro y duro es capaz de reproducir con mayor o menor acierto cualquier sello. Es preciso hacer notar que generalmente no limitan su actuación a los sellos más valiosos (cuya venta es complicada), sino también aquellos de cotización modesta (en los que el comprador baja la guardia). Tradicionalmente se acostumbra diferenciar entre las falsificaciones postales y las filatélicas.

  • Las falsificaciones postales son aquéllas que, realizadas en la época en la que el sello está vigente, tienen como fin sustituir a los sellos auténticos en el franqueo de la correspondencia. Suelen ser más o menos toscas.
  • Las falsificaciones filatélicas, por el contrario, se realizan con la intención de "engañar" al coleccionista de sellos. Por esta razón no necesariamente se realizan cuando el sello está vigente, sino generalmente algún tiempo después, al adquirir cierto valor en el mercado filatélico.

Las falsificaciones contemporáneas a la vigencia del sello reciben la denominación de falsos de época y pueden llegar a tener una cierta cotización. Entre los grandes falsificadores de sellos (conocidos internacionalmente) destacan nombres como los de Jean Sperati, François Fournier, Philip Spiro, Erasmus Oneglia, Miguel Seguí,  etc., existiendo personas que, incluso, las coleccionan.

Existen también otras acciones que podemos denominar "poco ortodoxas" y que pueden acabar en falsificaciones:

  • Los facsímiles son falsificaciones en las que se advierte su condición. Nada que objetar a las mismas, salvo que puede ser fácil eliminar las advertencias.
  • Las reestampaciones. Muy peligrosas, ya que, aunque se supone que las planchas de los sellos se inutilizan una vez que se ha realizado la impresión oficial, en algunas ocasiones algunas planchas han sido "recuperadas" o "sustraidas" para realizar nuevas impresiones que, en sí, son ¿"auténticas"?.
 

Mentir: es quizás la acción menos expuesta. Es fácil confundir a las personas no iniciadas en Filatelia sobre el sello que pretenden adquirir o sobre el valor adjudicable al estado concreto del mismo.

Si los individuos dedicados a estos menesteres advirtieran al comprador del proceso al que han sometido al sello y pretendieran obtener de él un precio adecuado a su verdadero status, nada podría objetarse. El problema es que, por regla general, esto no sucede así. Acudir a los comercios especializados puede (¿) ser la solución a algunos de los problemas mencionados someramente.

La lucha contra la picaresca

Ante la posibilidad de que los sellos pudieran falsificarse, algunos grabadores introdujeron marcas secretas, que no son sino señales poco perceptibles que permitieran, llegado el momento, poder diferenciar entre un sello falso y otro verdadero.

Es relativamente frecuente que a partir de cierto valor los sellos se “certifiquen”. Un certificado es un documento en el que uno o más filatelistas expertos dan su opinión sobre un determinado sello o serie. Manifiestan en él si (a su juicio) es auténtico o una reproducción; si es nuevo, nuevo con charnela o usado; si tiene goma original o está reengomado, si se considera bien centrado, si su conservación es buena y su color es fresco, si presenta algún defecto, si lleva una sobrecarga, si ha sido manipulado y, en general, cualquier característica o detalle que pueda modificar su valoración.

El documento lleva incorporada una reproducción fotográfica del ejemplar o ejemplares que se evalúan, la fecha de certificación y la firma del experto. Dicho documento ofrece una garantía basada en el prestigio y conocimientos de quien lo firma, pero no pasa de ser una opinión que no genera responsabilidad exigible alguna en el caso de que posteriormente se demuestre que esa opinión no se corresponde con la realidad. Obviamente también se pueden falsificar los certificados.

Ejemplo de certificado de una serie de sellos

Certificado de Francisco Graus sobre la serie Legazpi / Sorolla (1953).


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© Ingeba (Edición) y © Juan Antonio Saez (textos e imagen)