ITINERARIO Nº 2:

LAS BARDENAS DE NAVARRA

Guillermo MEAZA RODRIGUEZ

Universidad del País Vasco

 

2.1.- Informe preliminar

En el extremo sudoriental del territorio navarro, los aproximadamente 400 Km2 de las Bardenas constituyen un islote de continentalidad acusada en la Depresión del Ebro. Además de la "Bardena Plegada", fuera de nuestra área de estudio, pueden diferenciarse dos grandes unidades de paisaje: la Bardena Negra y la Bardena Blanca (figs.3 y 4). La Bardena Negra, en posición meridional, limita con las vegas del Ebro y se articula a manera de graderío topográfico de mesas tabulares -"planas"-, que llegan a sobrepasar los 600 metros de altitud. Arcillas y margas deleznables alternan con bancadas de calizas miocénicas, contrastando la verticalidad de los cortados con la horizontalidad de la estratificación.

Figura 3:: Mapa de las Bardenas de Navarra

 

Figura 4; Bloque diagrama integrado de las Bardenas de Navarra

[No incluido en la versión electrónica]

 

La Bardena Blanca, por su parte, en posición septentrional, presenta aspecto de amplia depresión erosiva, tajada de barrancos, incisiones dendríticas y torrenteras, cuya inactividad habitual se quiebra con el aporte de episódicas precipitaciones torrenciales. La fuerte oscilación térmica, la erosión hídrica y eólica, y la actividad humana han configurado un paisaje desolado de tipo "bad-Iand", con relieves residuales coronados de cornisas calcareníticas que despuntan en la horizontalidad de la depresión. El revestimiento vegetal es indigente y delata bien a las claras el rigor de las circunstancias ambientales.

De los datos suministrados por los observatorios meteorológicos de la zona, podemos deducir una serie de corolarios bioclimáticos esclarecedores de la singularidad ambiental del territorio. Destacan lo acusado de la sombra pluviométrica -se registran entre 300 y 400 mm. de precipitación anual-, el alto índice de aridez, las precipitaciones torrenciales y esporádicas, la persistencia de vientos desecantes -el "cierzo"-, la alta insolación, la elevada radiación nocturna y la fuerte oscilación térmica anual y diaria. En lo referente al comportamienlo térmico estacional, es muy notoria la tendencia a la continentalidad -la oscilación térmica anual se aproxima a los 20ºC-, provocada por el efecto de pantalla orográfica del valladar vasco-pirenaico, que aisla a estas tierras ribereñas del Ebro de la influencia oceánica.

De acuerdo con las circunstancias mesológicas antedichas, la vegetación primitiva de la zona podría configurar el siguiente cuadro aproximado: la generalidad de Las Bardenas presentaría una formación más o menos cerrada de coscojar achaparrgdo; las planas superiores de la Negra, de clima algo más húmedo -quizá más de 400 mm. de precipitación anual-, se revestirían de carrascales; los fondos de barrancos y áreas deprimidas de la Blanca, sometidos a fuerte caldeamiento y aridez prolongada, estarían tapizados de tamarizales y saladares. Tal revestimiento potencial sufre una transformación radical como consecuencia de la impronta antrópica.

En efecto, las formaciones climácicas han sido sustituidas, en su mayor parte, por etapas regresivas de chaparrales, herbazales y secarrales. La evolución histórica de los usos del suelo nos pone en la pista de las claves que generan tal dinámica regresiva. En primer lugar, la emblemática actividad pastoril de las tierras bardeneras, dedicadas a la invernada de los rebaños de ovejas rasas de los pueblos congozantes, las mismas que en verano acudían al reclamo de los pastizal es pirenaicos. En segundo lugar, las antiguas talas del boscaje con el fin de erradicar el refugio de grupos de bandoleros. En tercer lugar, la actividad agrícola, que alcanzó a las parcelas más apropiadas de la Blanca y las planicies cimeras de la Negra. Por último: la actual servidumbre militar de buena parte de la Bardena Blanca, que da pie a una situación del todo paradógica: por un lado hurta amplias porciones del terreno a las actividades tradicionales, mientras que por otro calcina en el área de bombardeos los últimos restos de vida vegetal.

En definitiva, en las altas planas de la Negra, allí donde no alcanzan los campos de cultivo, perviven restos de carrascal y, sobre todo, de coscojar con pino carrasco. En la depresión erosiva de la Blanca, la más afectada por la impronta antrópica, la probable formación clímax del coscojar derivó en romerales y tomillares, que aún colonizan zonas poco accesibles de los cerros, e incluso en calvero integral. Los suelos profundos de aporte aluvial, revestidos de espartales, fueron en buena medida roturados para uso agrícola y, posteriormente, muchos de ellos abandonados. En tales circunstancias, debido a la sistemática visita del ganado, no llegó a reconstituirse de nuevo el espartal, sino comunidades nitrófilas de ontinar-sisallar. Los enclaves salinos, por fin, mantienen comunidades permanentes de saladar-tamarizal.

2.2.- Trabajos de campo

2.2.1.- La Bardena Negra

Aproximadamente en el kilómetro 20 de la carretera Tudela-Ejea de los Caballeros, se encuentra la raya fronteriza entre las Comunidades de Aragón y de Navarra. Desde este punto arranca una cañada que en dirección norte nos conduce, en medio de un paisaje progresivamente arbolado, hacia el graderío topográfico que delimita los dominios de la Bardena Blanca y la Bardena Negra. Ascendemos al cerro denominado "Nasa Alta", de unos 550 metros de altitud, enclave privilegiado para llevar a cabo el reconocimiento panorámico inicial del conjunto territorial.

 

Como es norma, dedicamos los primeros minutos a ubicar en el mapa-guía el punto en el q!Je nos encontramos (fig.3, punto 1 ), detectando los principales puntos de referencia: la depresión erosiva de la Blanca, al norte; el graderío tabular de contacto entre ambas Bardenas, al oeste; las áltas planas de la Negra y, en la lejanía, el macizo del Moncayo, al sur; las vegas y regadíos de la comarca zaragozana de Egea de los Caballeros, al este. A continuación, cotejaremos sobre el terreno el informe preliminar, en sus aspectos geológico-geomorfológicos, biogeográficos y de impronta humana.

Desde el lugar en que nos encontramos, puede observarse en los farallones de los cerros la estructura tabular de la estratificación, lo que delata su deposición postorogénica. Es evidente la alternancia litológica entre materiales blandos y duros, entre arcillas y margas deleznables y bancos de calizas sobresalientes a manera de cornisas. Contrastando el modelado de estos cerros con el de la planicie de la Blanca, que tenemos a nuestros pies, salta a la vista la menor incidencia en la Negra del paisaje de bad-Iand. No en vano se observa aquí mayor tendencia a la biostasia, pues la cubierta vegetal protectora ralentiza la morfogénesis, como queda de manifiesto en el limitado desplome de las comisas calcáreas, el corto deslizamiento de los bloques desprendidos y el discreto acarcavamiento de las series margoarcillosas.

Con el fin de estudiar los caracteres de un tapiz vegetal de tan importante papel morfogenético, realizaremos un recorrido en descenso del cerro en el que nos encontramos. Conforme se pierde altura, la xericidad es más acusada -probablemente se baje de los 400 mm. de precipitación anual- y la impronta antrópica, aunque limitada, resulta evidente. Con lo que el carrascal culminal cede paso al coscojar con pino carrasco y, cerca del camino, al romeral-tomillar.

El vuelo arbóreo del carrascal es jurisdicción casi exclusiva de la encina carrasCa (Quercus i'ex ssp. rotundifo'ia), que presenta un marcado carácter coriáceo y espiniscente en las hojas de las ramas inferiores, habitual sistema de autodefensa frente al ataque del ganado. No faltan pies de pino carrasco (Pinus halepensis) que, en ciertos enclaves, ha sido favorecido por el hombre, constituyendo manchas de estimable entidad. En los estratos intermedios las ramas bajas de las carrascas y la maraña de la coscoja (Quercus coccifera) forman un tejido vegetal tan tupido que resulta penoso caminar a su través.

La degradación del carrascal se advierte en la presencia de especies acompañantes de la coscoja, tales como el espinoso escambrón (Rhamnus lycioides), la sabina mora (Juniperus phoenicea), el enebro de la miera (Juniperus oxycedrus) o el aladierno (Rhamnus alaternus). Resulta significativa la presencia aislada de lentisco (Pistacia lentiscus), apetente de enclaves más térmicos, y del madroño (Arbutus unedo), que prosperan en la umbría a causa de un mayor grado de humedad. El estrato herbáceo presenta un césped discontinuo de lastón xerófilo (Brachypodium retusum)y, en los enclaves más sombríos, de gayuba (Arctostaphyllos uva-ursi), especie ecológicamente interesante por su carácter cicatrizante, protector y nitrogenador del suelo.

Conforme descendemos ladera abajo (fig.3, punto 2), por debajo del piso del carrascal, topamos con formaciones cerradas de coscojar con pino de Alepo, que dominan ampliamente el panorama vegetal de la zona. Como era de esperar, el estrato arbóreo apenas tiene representación, y sólamente algunos pinos llegan a destacar sobre el chaparral. Esta resinosa -calcícola, termófila y bien adaptada a indigencias edáficas e hídricas- se impone a la coscoja en sectores donde la mano del hombre la ha favorecido selectivamente. En el estrato arbustivo el protagonismo de la coscoja es absoluto -desarrolla una maraña lacerante e impenetrable-, lo que no impide la presencia de escambrones y de sabinas moras, especie ésta última que predomina en laderas empinadas de suelos raquíticos, persistentemente azotadas por el viento desecante. Más aislados, enebros de la miera, aladiernos, y labiémagos de hoja estrecha completan el panorama florístico. La presencia del romero, de la aulaga y de la retama loca anuncian la proximidad de la siguiente etapa de sustitución.

El estrato herbáceo es generoso en especies. El tapiz de lastón se hace más discontinuo, cediendo terreno a las matas aromáticas de tomillo (Thymus vulgaris) y un buen número de anuales. La estepa blanca (Cistus albidus) y alguna efedra (Ephedra nebrodensis) colonizan pedregales y bordes de cortados calizos. Dado que nos encontramos con que es la formación preforestal más representativa y ubícua de la Negra, realizaremos un inventario de esta parcela de coscojar, anotando las especies y su grado de abundancia por estrato mediante la consabida escala de 1 a 3 puntos.

INVENTARIO DEL COSCOJAR CON PINO CARRASCO

LA NASA ALTA (500 m.)

 

ARBOREO

Pinus halepensis 3; arbustivo 2

 

ARBUSTIVO

Quercus coccifera 3; herbáceo 1

Rhamnus Iycioides 2; herbáceo 1

Juniperus phoenicea 2, herbáceo 1

Phillyrea angustifolia 1, herbáceo 1

Quercus ilex rotund. 1

Rhamnus alaternus 1

Juniperusoxycedrus 1

Pistacia lentiscus 1

Buxus sempervirens 1

Ephedra nebrodensis 1

 

HERBACEO

Tapiz muscinal 3

Brachypodium retusum 3

Rosmarinus officinalis 2

Genista scorpius 2

Globularia alypum 1

Cistus albidus 1

Teucrium chamaedrys 1

Ruta angustifolia 1

Osyris alba 1

Thymus vulgaris 1

 

ESCANDENTE

Rubia peregrina 1

Asparagus acutifolius 1

Lonicera implexa 1 ,

 

LLegados al pie del cerro (fig.3, punto 3), cerca del camino y de los campos de cultivo, podemos observar ubícuas comunidades de romeral-tomillar, cuyos integrantes evidencian mecanismos de adaptación singulares a las circunstancias ambientales: efimerismo estacional; forma aerodinámica para protegerse de la violencia y efecto desecante del viento; suculencia; estomas fácilmente obturables y profundamente hundidos en una gruesa cutícula; escamosidad o vellosidad pálida para reflejar la luz solar; polinización por el viento y por aromatización atractiva de los insectos; dispersión de las semillas por el viento.

El romero domina el panorama en floración contínua a lo largo del año, aunque el óptimo fenológico lo alcance al final de la primavera, al mismo tiempo que los demás integrantes de la comunidad. El listado fiorístico es interminable, aunque habría de destacarse, por su abundancia y significado biogeográfico, el tomillo, ellastón xerófilo, las jaras (Cistus albidus) y jarillas (Helianthemum sp.), las sabinas moras, matas de coscoja, el escambrón, la aulaga, la mijeidiega (Dorycnium pentaphyllum) y el gipsófilo asnallo (Ononis tridentata), entre otras muchas especies.

Pese a que habitualmente sólo lo hacemos con las comunidades forestales, la trascendencia paisajística del romeral-tomillar en el área de las Bardenas aconseja elaborar un inventario que incluya las especies más ubícuas y representativas.

INVENTARIO DEL ROMERAL- TOMILLAR

LA NASA ALTA (450 m.)

ARBUSTIVO

Quercus coccifera 1, herbáceo 1

Juniperus phoenicea 1

Rhamnus Iycioides 1

 

HERBÁCEO

Rosmarinus officinalis 3

Thymus vulgaris 3

Brachypodium retusum 3

Cistus albidus 2

Helianthemum sp. 2

Genista scorpius 2

Dorycnium pentaphyllum 1

Ononis tridentata 1

Linum suffruticosum 1

Lygeumspartum 1

Astragalus monspessulanus 1

Lavandula latifolia 1

Centaurea linifolia 1

2.2.2.- La Bardena Blanca

Tomamos la carretera asfaltada que, desde las inmediaciones del pueblo de Arguedas, nos conduce hasta las instalaciones militares del ejército del aire. A partir de este punto, en plena depresión de la Blanca, seguimos la pista perimetral que circunda el polígono de tiro, al que dejamos en todo momento a mano izquierda. El paisaje es realmente llamativo, en especial frente a la zona del Pisquerra-Prallóri, donde haremos un alto. Ubiquémoslo en el mapa-guía (fig.3, punto 4).

Dejamos, pues, la pista perimetral y nos dirigimos al pié de los farallones que flanquean el trazado de la "Cañada Real", nexo de unión de la ganadería transhumante entre la Bardena y el Pirineo Navarro. En este enclave concreto nos interesa, sobre todo, estudiar la génesis y modelado de las cavidades que perforan las paredes de los cortados. La explicación a un fenómeno tan sobresaliente ha de buscarse en la conjunción de los factores coadyuvantes al desencadenamiento de fenómenos de tuberización subsuperficial: episodios de precipitación torrencial; desigual permeabilidad y competencia de las litofacies areniscosas de las cornisas respecto a las arcillosas y yesos subyacentes; desarrollo vertical de los cortados. El agua que se filtra en las cornisas calcareníticas, en ocasiones coronadas por material de glacis y terrazas, perfora a presión los tramos arcilloso-yesosos, modelando una red de tipo "piping" cuyas oquedades y galerías son, con el tiempo, colapsadas por desplome. Algunas de ellas llegan a alcanzar proporciones considerables, asomando al exterior a manera de cuevas colgadas en los farallones.

De regreso a la pista perimetral, si dirigimos la mirada hacia el oeste, hacia el interior del polígono militar de tiro por tanto, nos toparemos con un panorama geomorfológico no menos espectacular: un ejemplo "de libro" de modelado en bad-Land. La labor morfogenética de las precipitaciones torrenciales en un contexto litológico de diversa competencia -margas, arcillas, yesos, calcarenitas- ha cincelado un laberinto de lechos dendríticos que contornean interfluvios de cromatismo veteado y tamaño métrico, prácticamente desprovistos de cubierta vegetal.

Reemprendemos nuestro camino por la pista perimetral, hasta alcanzar el sector de las Cortinas. Como de costumbre, empezamos por localizar nuestra posición sobre el mapa-guía (fig. 3, punto 5), cerca del borde septentrional de La Bardena Blanca ya una altitud aproximada de 300 metros. Nos aplicaremos, seguidamente, a la investigación de la unidad de paisaje, valiéndose en todo momento del informe preliminar.

La topografía circundante, especialmente la del "cabezo" denominado "Castil de Tierra" o "Peñón de las Cortinas", y la del barranco que lo rodea, facilita la determinación de la tipología estructural y litológica. Es evidente la disposición tabular de los materiales, que nos revela su deposición postorogénica en el contexto de la antigua cubeta lacustre del Ebro. Salta a la vista la alternancia de estratos duros calcareníticos, arcillas y margas, con intercalaciones laminares de yeso. Por su parte, el modelado ha actuado eficazmente, como lo demuestra el acarcavamiento del cabezo y el profundo tajo del barranco, que comienza a configurar un nuevo nivel de erosión. Fijémonos en cómo la erosión se ralentiza en los cerros protegidos por cornisas calcareníticas, mientras que desmantela con rapidez los materiales deleznables que coronan los antecerros.

Una observación más atenta permite descubrir, además de la de las precipitaciones torrenciales, la labor de otros agentes morfogenéticos. Acercándonos a alguno de los muchos bloques areniscosos que, desprendidos de las cornisas, tapizan las laderas de los cerros, podremos observar la disgregación mecánica por efecto térmico, y la eficacia de la corrasión eólica. Advertiremos, por último, el trascendental papel protector de la cubierta vegetal, desde el momento en que su indigencia en este enclave facilita la competencia erosiva de los agentes climáticos. Centrémonos, pues, en la consideración de sus principales caracteres.

Como en su momento quedó señalado, una dilatada historia de agresiones mediante el fuego, el pastoreo, la roturación agrícola y otros tipos de impacto directos e indirectos, provocaron la regresión de la vegetación primitiva de la Bardena Blanca. Los antiguos coscoja res -probable vegetación potencial de la zona, con precipitaciones de alrededor de 300 mm. anuales han desaparecido por completo. Los romerales y tomillares de sustitución todavía revisten laderas poco accesibles de algunos cerros. Pero el nivel topográfico general presenta aspecto de calvero apenas provisto de ralo tapiz herbáceo: son los albardinares de esparto (Lygeum spartum), y los ontinares y sisallares.

Allí donde el espartal medra en 'mejore condiciones, el grado de cobertura puede ser importante. Frecuentes, pero dispersas, otras gramíneas completan un listado fiorístico al que se suman especies procedentes de biotopos nitrófilos y halófilos cercanos: Atriplex halimus, Elymus pungens, Brachypodium retusum, Dactylis hispanica, Salsola vermiculata, Artemisia herba-alba, Koeleria vallesiana, Stipa sp., Suaeda braun-blanqueti, Limonium ruizii, Dorycnium pentaphyllum.

Cuando, esquilmado por sequías y salinizaciones, se ha tuvo que abandonar el cultivo del cereal, las parcela de terreno abandonadas eran visitadas asíduamente por los rebaños de ovejas. En otros tiempos, más de 200.000 cabezas -hoy por hoy no se alcanza la tercera parte- pastaban en estos secarrales. Otoño tras otoño, los rebaños de ovejas rasas descendían desde los valles pirenaicos hasta la Bardena en una trashumancia que recorría Navarra de norte a sur, principalmente a través de la Cañada Real. El pisoteo, la agregación al suelo de excrementos y el pasturaje selectivo transformaron los antiguos espartales en comunidades nitrófilas de ontinar y sisallar. Tales comunidades vegetales están protagonizadas por la aromática ontina (Artemisia herba-alba), muy apetecida por la oveja, y por el sisallo (Salsola vermiculata). En los años propicios, tras los períodos lluviosos, gran número de anuales salpican el herbazal, acompañados por una formación cespitosa de gramíneas: Atriplex halimus, Camphorosma monspeliaca, Teucrium capitatum, Poa bulbosa, Bromus rubens, Filago pyramidata, Carthamus lanatus, Suaeda braun-blanqueti, Lygeum spartum, Desmazeria rigida, Cynanchum acutum.

Descendamos ahora hasta el fondo del barranco-torrentera de las Cortinas (fig.3, punto 6), a fin de prosiguir el estudio del revestimiento vegetal de la Bardena Blanca. De inmediato caemos en la cuenta de que éste presenta connotaciones en extremo singulares. La presencia del agua, que embebe los suelos durante un período más o menos prolongado de tiempo, y de la sal, aflorante en forma de grumos y costras durante la estación seca, determina mecanismos de adaptación en extremo interesantes.

A ambos lados del canal de desague, se desarrollan comunidades permanentes de tamarizal-saladar, donde el tamariz (Tamarix canariensis) domina en solitario el estrato arbustivo, con un nivel de cobertura en ocasiones importante. Indicador halófilo y capaz de soportar alto grado de "stress" hídrico, cumple un importante papel protector' pues frena las avenidas y retiene eficazmente el suelo. Algunas matas de osagra (Atriplex halimus), sosa (Suaeda Braun-Blanquetl) y, en menor proporción, otras halófitas como la inula (/nula chrithmoides) y los Limonium. completan la interesante flora de estos enclaves especiales. Pese a que habitualmente lo hacemos sólo con las forestales, el indudable interés de este tipo de comunidades permanentes aconseja elaborar el correspondiente inventario.

INVENTARIO DEL TAMARIZAL-SALADAR

BARRANCO DE LAS CORTINAS (290 m.)

ARBUSTIVO

Tamarix canariensis 3, herbáceo 1

Atriplex halimus 2, herbáceo 1

 

HERBÁCEO

Suaeda braun-blanqueti 3

Limonium viciosoi 1

Inula chrithmoides 1

Juncus maritimus 1

Spergularia marina 1

Salicornia ramosissima 1

Cynanchum acutum 1

Lygeum spartum 1

Artemisia herba-alba 1

Salsola vermiculata 1