Lurralde :inv. espac.

N. 30 (2007)

p. 203-222

ISSN 1697-3070

 

DESCRIPCIÓN Y CARACTERIZACIÓN BIOGEOGRÁFICA DE LAS GRANDES UNIDADES AMBIENTALES DE LA PATAGONIA CHILENA

Recibido: 2006-10-02

Aceptado:2006-12-29

© Pedro J. LOZANO VALENCIA

Universidad del País Vasco

Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología

Peiolu@hotmail.com

 

Laburpena: Txileko Patagonia eskualdean agertzen diren ingurune-unitate ezberdinak deskibatu ezezik karakterizatu ere eginten du artikulu honek. Eskualdeak aurkeztutako ezaugarri mesologiko eta geografikoengatik: klima berezia, hegoaldeko 60º-etako kokapen geografikoa, ozeanoaren eragin nabaria, ondo kontserbatutako ezparruak, aintzinako landaretza gutxi inpaktatua, oso ugari eta berezia den ornodun fauna, ipar-hegoaren zentzua daraman mendikatea baita lur erabilera ezberdinetako giza-eraginagatik, lurralde hau nahiz eta oso ezaguna ez izan, izugarrizko izadi-balibide nabariekin kontatzen du, baita eko-eskualde edo inguru-eskualde bakoitzari dagokion deskribatua suertatuko den biodibertsitaearekin ere.

Hitz Gakoak: Txile, Patagonia, Ingurune-unitate handiak, deskribapen eta karekterizazio biogeografikoa, landaretza, ornodun fauna.

Resumen: El presente artículo describe y caracteriza las diferentes unidades ambientales que se establecen dentro de la región patagónica chilena. El hecho de encontrarnos ante unas características mesológicas y geográficas únicas; con un clima peculiar, una localización latitudinal cercana a los 60º de latitud sur, una influencia oceánica clara, espacios bien conservados con una vegetación potencial prácticamente intocada, una abundante y peculiar fauna vertebrada, una cadena montañosa con sentido meridiano, así como la influencia humana a través de diferentes usos y prácticas del suelo, hace que dicho territorio, aunque no excesivamente conocido, cuente con unos valores naturales realmente remarcables y una biodiversidad que será descrita y asignada a cada una de las ecorregiones o grandes unidades ambientales.

Palabras clave: Chile, Patagonia, grandes unidades ambientales, descripción y caracterización biogeográfica, vegetación, fauna vertebrada.

Abstract: This article describes and characterizes the different environmental units settled down within the Chilean patagonia. The unique mesological and geographical characteristics of the region; together with a peculiar climate, a latitudinal location near to 60º from the South, a clear influence from the ocean, well preserved spaces with a practically untouched potential vegetation, an abundant and peculiar vertebrate fauna, a chain of mountains with meridian direction and human influence by different uses and practices with the land, become this not well-known territory in a place with really remarkable natural values and a biodiversity that will be described and assigned to every ecoregion or big environmental units.

Key words: Chile, Patagonia, big environmental units, biogeographical description and characterization, vegetation, vertebrate fauna.

Figura 1: Zona de estudio

Gráfico 1: Localización de la zona de estudio

 

1. INTRODUCCIÓN

Administrativamente, Chile se encuentra dividido en 15 regiones, incluyendo como la quinceava zona la región chilena de la Antártida. Por su parte, la Patagonia Chilena es una vasta extensión de territorios que comprende 6 regiones, desde la 9 hasta la 14. Dicho territorio aparece situado al sur del país, compartiendo frontera con Argentina. Una de las características fundamentales es su latitud, de tal manera que se ubica entre los 36º y casi 56º sur. De esta forma, al norte la frontera se establece entre el río Maule, que discurre desde las estribaciones andinas hacía el océano Pacífico y, al este, vendría representada por el río Colorado que partiendo del mismo área discurre hacia el este hasta que desemboca en el Océano Atlántico. Por su parte, la frontera sur viene representada por las islas más meridionales y el cabo de Hornos. Más al sur nos adentraríamos en el Océano Antártico y el continente helado del que recibe su nombre. La extensión de La Patagonia en general (Chile+Argentina) vendría a representar 1.140.000 km2, mientras que la Patagonia Chilena cuenta con unos 407.144,8 km2.

Las condiciones climáticas aparecen muy condicionadas por varios aspectos. En primer lugar, la ubicación más o menos meridional. Lógicamente, cuanto más al sur discurramos, mayores van a ser las dificultades para la vida puesto que las condiciones climáticas se van a endurecer, de hecho, entre el observatorio climático de Punta Arenas, con temperaturas medias en torno a los 2º en julio, y Valdivia con casi 9º de media ese mismo mes; o 21º de temperatura media para la primera en Enero y 36º el mismo mes para la segunda, nos puede dar idea de los contrastes que podemos encontrar. Sin embargo, además de este factor, Chile, en general y la Patagonia, en particular, se distribuyen en una estrecha franja de territorio que, por ende, aparece muy condicionado por la masa oceánica pacífica. La circulación atmosférica general del oeste hace que la influencia oceánica todavía sea mayor. Si a ello le añadimos determinadas corrientes marinas, fundamentalmente frías (Corriente de Humboldt y Corriente fría Antártica) el escenario climático comienza a explicarse de una manera más fina. De hecho, aunque con las temperaturas ya se podían observar diferencias considerables, las precipitaciones van a oscilar de manera más importante. En Valdivia, estación situada en una posición lo más norteña posible dentro de la región patagónica, se recogen del orden de 2.700 mm/año de precipitación, existiendo un régimen relativamente homogéneo pero con meses como mayo, junio, julio y agosto siempre con precipitaciones medias mensuales superiores a los 300 mm (el caso extremo es junio con más de 450 mm), mientras que se observa un mínimo absoluto centrado en los meses veraniegos; entre diciembre y febrero (enero es el mes menos pluvioso con una mínima de 63 mm). Por su parte, Punta Arenas, estación meteorológica situada a 53º sur, muestra un régimen precipitacional más seco, con 492 mm de precipitación media anual y un régimen más homogéneo que la anterior, con máximos en meses como mayo con 50 mm y mínimos situados en la primavera austral (octubre: 22 mm) y el verano (enero y febrero: 28 mm cada).

También hay que señalar la presencia de diferentes macizos montañosos: Torres del Paine (Max. 2.600 m), Cerro Murallón (3.600 m), Fitz Roy (3.406 m), Monte San Valentín (4.058 m), etc. En realidad, estos macizos se disponen en dirección norte-sur, de manera que son la continuación de la gran alineación montañosa que recorre América y que recibe el nombre genérico de Los Andes. Bien es cierto que, en este sector, las altitudes son relativamente modestas. Sin embargo, aquellas estribaciones por encima de los 1.500 m son susceptibles de recoger y mantener hielo durante todo el año. De hecho, dentro del Territorio Chileno existen entre las ciudades de Aysén y Puerto Natales, dos campos de hielo; el Norte y el Sur (el mayor de todos este último con 16.800 km2) (Clavero, 2006), que generan lenguas glaciares que desembocan en lagos o en los numerosos fiordos que existen en esta zona. Junto a los anteriores habría que situar un tercer campo de hielo dentro de la Cordillera Darwin en la Isla Hoste. La presencia de las estribaciones montañosas hace que la precipitación se acumule fundamentalmente en la fachada oeste mientras la fachada este es más pobre en aporte de humedad, dando lugar a un régimen precipitacional que difícilmente supera los 600 o 700 mm. Esto también genera la presencia de unidades o grandes ambientes muy diferentes dentro de Patagonia, con importantes extensiones de bosques al oeste y territorios mucho más extensos al este de los Andes con vegetación rala o claramente esteparia. Esta misma cuestión diferencia ostensiblemente el territorio chileno, con preponderancia de climas húmedos a estas latitudes, y el territorio argentino, mucho más seco y con una vegetación rala. Así, mientras una de las grandes unidades ambientales, la estepa, es escasa en el primero, resulta extensísima en el segundo.

Geológicamente, dentro de la Patagonia chilena existe una gran variedad de materiales que ganan en modernidad conforme nos alejamos de la cadena montañosa hacia el océano y, sobre todo, conforme discurrimos hacia el sur. Mientras en las estribaciones andinas se encuentran los sustratos más antiguos; basamento metamórfico del Paleozoico, con entre 570 y 280 millones de años; conformado por esquistos y pizarras micáceas pero con ciertas intrusiones graníticas más localizadas, las islas del sur como Isla Grande, la zona de Punta Arenas (Peninsula de Brunswick), Isla Hoste, Isla Ambarino, etc. se caracterizan por recoger materiales finicretácicos, terciarios y cuaternarios. Entre estos grandes periodos existe un rosario de rocas que, fundamentalmente pertenecen a la era secundaria aunque, no obstante, forman unos espesores relativamente pobres y, en cualquier caso, se encuentran a merced del basamento primario. Es éste el que puede explicar perfectamente el funcionamiento y evolución geológica de esta parte de Chile. En gran medida, existe un gran control estructural que depende de los horsts y grabens individualizados por una compleja y extensa red de fracturas que juegan y rejuegan, de manera que siguen vigorizando el paisaje y la geología patagónica. Hasta tal punto que, hoy en día, la Cordillera Andina sigue moviéndose, aparentemente en fases de distensión finiorogénicas, y provocando una cierta sismicidad. Esta actividad sísmica y la existencia de una intrincada red de fallas también han dado lugar a la aparición de considerables fenómenos volcánicos. Así, podemos encontrarnos con más de 20 áreas donde estos procesos lávicos han sido notables. La actividad volcánica máxima aparece entre el Plioceno y el Pleistoceno. En la actualidad existen volcanes con fumarolas aunque desde 1.990 no se han dado emisiones importantes. Los volcanes aparecen fundamentalmente asociados a las estribaciones montañosas andinas y, entre otros, podemos destacar de norte a sur, el Choshuenco, Carrán, Peyehue, Puntiagudo, Osorno, Tronador, Apagado, Hornopirén, Huequi, Michinmavida, Chaitén, Corcovado, Llanteles, Melimoyu, Mentolat, Maca, Cay, Hudson, Lautaro, Viedma, Burney, etc.

Lógicamente y atendiendo a procesos geomorfológicos, hay que reseñar que a estas latitudes la acción del hielo es fundamental. Aunque ya hace entre 15.000 y 20.000 años del último gran máximo glaciar, la acción del hielo y las zonas donde los procesos glaciares y periglaciares dominan en la actualidad, todavía son abundantes. Al respecto, cerca de los grandes macizos montañosos, existen glaciares de lengua o valle como el Grey, Tyndall, Pingo, Serrano, San Rafael, San Quintín, Pio XI, O´Higgins, Steffen, etc. No obstante, durante la última glaciación las extensiones del hielo eran muy superiores y las lenguas que emitían los campos de hielo, aprovechando el persistente control estructural, se encajaban en las fracturas generando un relieve en fiordos todavía más espectacular que el que puede divisarse en el norte de Europa. Estos antiguos glaciales hoy convertidos en fiordos, individualizan porciones de territorio, de manera que entre ellos y los entrantes de mar dentro de los grandes grabens, terminan por configurar un territorio tremendamente fragmentado y donde las aguas oceánicas pueden penetrar hasta chocar con los frentes de los glaciares actuales.

La presencia del hielo, sea actual o antiguo, determina una abundancia de morfologías como valles en artesa, fiordos, morrenas, nunatacs, circos, etc. También existe una gran profusión de lagos dulces, salados, ibones y, en general, áreas encharcadas que, en su inmensa mayoría, fueron generadas por la acción del hielo. Esta gran cantidad de áreas inundadas, a las que hay que sumar aquellas que dependen de malos drenajes o de la existencia de permafrost a una cierta profundidad, también va a determinar, en gran medida, la aparición de gran cantidad de especies, fundamentalmente anátidas, ligadas a estos sistemas más o menos extensos.

Junto a estas cuestiones también hay que tener en cuenta la dilatada presencia del ser humano dentro de este territorio. Aunque grupos étnicos como los Onas, Yaganes, Alacalufes, Chonos, Tehuelches, Cuncos, Mapuches, etc. habitaron estos territorios desde hace más de 10.000 años, no será hasta bien entrado el siglo XIX cuando se de lugar a la más intensiva ocupación del mismo, de manera que comienza a sufrir los cambios más drásticos que se dieron hasta la fecha. La actuación antrópica se ha centrado en varios aspectos pero, el que más ha cambiado la faz del territorio con franca superioridad, ha sido la actividad ganadera. Grandes extensiones forestales fueron incendiadas, rozadas y despejadas de cara a garantizar espacios abiertos con excelentes pastos que albergaran los innumerables rebaños, fundamentalmente de ganado ovino. La historia de la raza merina, la más extendida dentro de la zona patagónica pero, fundamentalmente en tierra de fuego, data de sólo hace un siglo. Mientras los primeros ejemplares fueron traídos desde las Malvinas hacia finales del XIX, en 1.910 ya existían 167.000 cabezas y hoy en día el número rebasa el millón y medio. En comparación, la agricultura cuenta con escasa relevancia y, lógicamente, se restringe al máximo cuanto más al sur, siendo más importante en las regiones más norteñas. La pesca y la explotación de determinados recursos geológicos, como el petróleo, han completado las actividades económicas humanas. Una de las actividades que más beneficios económicos han reportado ha sido la explotación maderera de la gran cantidad de bosques existentes. Al respecto, habría que recordar que hace más de un siglo, el legendario Ciriaco Álvarez, tildado como el “Rey del Ciprés”, monopolizó la industria maderera jugando el fuego un papel fundamental dentro de sus técnicas de explotación. De hecho, los incendios provocados han diezmado la superficie forestada y, aun hoy, siguen siendo el mayor peligro para la desaparición, no sólo de superficies forestales, sino de especies y, en general, la pérdida abrumadora de biodiversidad. No hay que olvidar que aproximadamente el 46% de las especies de vertebrados terrestres nativos se encuentran en alguna de las categorías de peligro (CONAF, 1993).

2. OBJETIVOS Y MÉTODO

El presente artículo sólo pretende realizar una breve descripción y caracterización de las comunidades florísticas y faunísticas que habitan estas tierras, asignando a cada gran unidad ambiental las especies más representativas de la flora y la fauna vertebrada.

Además de la descripción, se determinan los habitats preferenciales de los diferentes grupos, así como los peligros potenciales más importantes para la pérdida de biodiversidad.

El estudio se realizó dentro de una estancia de investigación en colaboración con el Profesor Doctor: Guillermo Víctor Quintanilla y las Universidades de Santiago de Chile y Universidad Católica de Chile. Dicha estancia se prolongo por los meses de enero y febrero de 2005. La estancia aprovecho los meses centrales del verano austral y, por lo tanto, la época optima en la reproducción y cría de la mayor cantidad posible de especies, así como la época de máxima actividad vital para plantas y animales.

El territorio muestreado ha sido lo suficientemente amplio como para dar lugar a un trabajo cualitativo puesto que las estancias dentro de cada una de las grandes unidades han sido cortas.

El sistema metodológico ha sido el clásico, teniendo en cuenta técnicas como la clasificación directa de plantas, los inventarios y transeptos florísticos para caracterizar la vegetación y repetidas escuchas, despliegue de distintos tipos de transepto, visitas a zonas sensibles, interpretación de rastros y huellas, etc. para la caracterización faunística (Lozano, 2000). Para ello fue necesario conseguir guías de campo, cds con los sonidos de las aves, anfibios, etc. y cualquier tipo de bibliografía que diera lugar al necesario acostumbramiento a las novedades.

Para finalizar, las observaciones de campo han sido cotejadas y ampliadas con un profundo trabajo de consulta a fuentes diversas; monografías, artículos, libros, listados, bases de datos, citas, etc.

3. GRANDES UNIDADES BIOGEOGRÁFICAS

Todas las cuestiones comentadas en el punto 1 y que recogen desde características climáticas, hasta geológicas, geomorfológicos y de utilización del espacio por parte del hombre, dan lugar, hoy por hoy, a grandes unidades ambientales que, a su vez, se encuentran conformadas por sectores o subunidades más pequeñas. Las grandes unidades ambientales se reducen a 7.

• 3.1. Bosques templados valdivianos

• 3.2. Bosque magallánico

• 3.3. Estepa patagónica

• 3.4. Cordillera andina

• 3.5. Costa, fiordos y zonas marismales

• 3.6. Grandes lagos y sistemas fluviales

• 3.7. Tundra Magallánica

 

3.1. Bosques templados valdivianos

En lo que respecta al bosque templado valdibiano, esta unidad cuenta con una extensión importante. El territorio patagónico dominado por esta ecoregión se dispone en el sector más norteño de la Patagonia. Se trata del denominado bosque Templado Valdibiano. No obstante, dentro de esta gran categoría aparecen tipos de bosques sensiblemente diferentes y, en muchos casos, entremezclados en porciones de territorio relativamente poco extensas.

Esta gran unidad cubre una delgada franja continental, entre la vertiente occidental de los Andes y la costa oceánica, extendiéndose desde los 35º hasta los 46º sur. Hay que tener en cuenta que su extensión al este se encuentra condicionada por la aparición, a estas latitudes, de nieves eternas a partir de los 1.500-1.800 m. En esta unidad las precipitaciones oscilan entre los 1.000 mm/año de media al norte y los más de 6.000 mm/año en la posición más austral de la ecoregión. Las lluvias son estacionales concentrándose fundamentalmente en la estación estival austral (diciembre, enero y febrero).

Dentro de esta unidad existen diferentes tipos de bosques con sus consabidas etapas de sustitución. No obstante, para clasificarlos y generalizarlos estableceremos una división en:

3.1.1. Bosque abierto mediterráneo. Se trata más bien de una subunidad de matorral salpicada por algún que otro árbol. En realidad en la zona patagónica se dispone como una pequeña mancha al norte, dentro del sector central de la provincia de Maule. Resguardada de la influencia marina la aridez se extiende entre 5 y 7 meses, con precipitaciones entre 300 y 600 mm anuales. Se trata de un matorral o bosque abierto esclerófilo con especies como el Peumo (Cryptocarpa alba), Boldo (Peumus boldus), Litre (Lithraea caustica) y Espinoso (Acacia caven).

Figura 2: Grandes unidades ambientales de la Patagonia chilena

Gráfico 2. Grandes unidades ambientales

de la Patagonia Chilena.

 

3.1.2. Bosque decíduo de la provincia de Maule. En realidad una transición entre el bosque abierto mediterráneo de las regiones centrales chilenas y el bosque templado húmedo más típico del sur. A reseñar especies como: Drimys winteri, Lithraea caustica, Persea Lingue, etc (Donoso, 1995).

3.1.3. Bosque Valdibiano de laurel, dominado como su denominación indica, por Laureliopsis philippiana pero con un largo cortejo de plantas entre las que destaca; Aextosicon punctatum, Weinmannia trichosperma, Eucryphia cordifolia, Caldcluvia paniculada, Lomattia ferruginea, etc. Todas las anteriormente citadas son de porte arbóreo. De hecho, el sotobosque de esta subunidad no muestra demasiadas especies arbustivas y/o herbáceas aunque, por el contrario, es muy rico en helechos espectaculares como: Ctenitis spectabilis, Blechnum blechnoides, etc.

3.1.4. Bosques Norpatagónicos con predominio de especies perennes: Coigüe Nothofagus dombeyi, Podocarpus nubigena (conífera de gran esbeltez ya que puede alcanzar los 30 metros) y Drimys winteri. Esta unidad llega hasta la zona de Chiloé y cuenta allí con especies endémicas como el roble de Chiloé (Nothofagus nítida). Asociado a éste aparece también la conífera antes citada. Junto a estas especies arbóreas se pueden encontrar bejucos como el Coicopihue (Phileria magellánica), la estrellita de flores rojas (Asteranthera ovata) y la botellita (Mitraria coccinea).

3.1.5. Bosques Andino-patagónicos, cuyos pies arbóreos se restringen a la especie Araucaria araucana, mientras existe un abundante estrato arbustivo representado por la especie Nothofagus deciduo. Dentro de esta unidad también se localiza una bella trepadora denominada como Copihue (Lapageria rosea). La araucaria se configura como un árbol mítico debido a que puede alcanzar hasta 50 metros de altura y 2 de diámetro. Además de ello puede vivir más de 1.500 años y ha provisto de piñones (sus semillas) a las diferentes tribus y pueblos que fueron colonizando el territorio.

3.1.6. Bosques siempre verdes, en los que podemos encontrar especies como: Nothofagus betuloides, Fitzroya cuppresoides, Austrocedrus chilensis, etc. Esta unidad se caracteriza por contar con un nivel continuo de encharcamiento y mal drenaje en superficie que le hace presentar un tapiz muscinal muy bien representado y dominado por el género Sphagnum. En cualquier caso, bajo la denominación de bosque siempreverde se esconden bosques mixtos con árboles de diferentes especies entremezclados. Especial relevancia muestra el alerce (Fitzroya cuppresoides) por diferentes razones: en primer lugar por su majestuoso porte ya que puede llegar a medir hasta 70 metros de altura, presentar un diámetro de más de 4 metros y alcanzar una longevidad realmente sorprendente, con pies arbóreos de más de 3.000 años. Junto a las especies arbóreas ya mencionadas aparecen otras arbustivas como: Despontainea spinosa, Berberis serratodentata o Philesia magellanica. Por su parte, en los bordes o zonas más intervenidas, la apariencia se vuelve muy intrincada, en gran medida por la aparición de un estrato arborescente y arbustivo de gran cobertura en el que, además de las especies ya mencionadas, aparecen otras como el coligüe (Chasquea nigricans), muy fácil de confundir a simple vista con el bambú, y helechos como Blechnum magellanicus.

En lo que respecta a la fauna vertebrada austral, ésta, en general, se va a caracterizar por una práctica inexistencia de anfibios y reptiles. De hecho, las especies que puedan aparecer al norte de esta región y que posteriormente serán citadas, van desapareciendo conforme se discurre hacia el sur debido, en gran parte, a los rigores climáticos, con unos periodos de insolación muy reducidos para los segundos y una congelación importante de las distintas masas de agua para los primeros. De esta forma, los anfibios que necesitan desarrollar sus fases larvarias en el agua, se ven muy poco beneficiados por la evidente preponderancia de las bajas temperaturas tanto ambientales como de las masas de agua. En la Patagonia chilena el mayor número de especies se asocia a la clase aves, aunque también existe un considerable número de taxones mamíferos.

La carga zoogeográfica de todas estas subunidades es bastante similar. Se trata de especies de vertebrados con carácter básicamente forestal, de hecho, uno de los anfibios que más abunda es Hylorina sylvatica, una especie de ranita arborícola muy similar a las ranitas de San Antonio y Meridional de la Península Ibérica. En las zonas más despejadas, sobre todo de la primera de las subunidades, encontramos especies de reptiles como la culebra de cola larga (Philodryas chamissonis), culebra de cola corta (Tachymenis chilensis), el lagarto chillón (Liolaemus chilensis); denominado así debido a que cuando es apresado genera un sonido que se asemeja a un lastimero quejido humano, y la lagartija café de rayas (Liolaemus lemniscatus). Dentro del grupo de las aves de presa habría que destacar al Peuquito (Accipiter bicolor), una especie de gavilán pequeño, más acostumbrado a los ambientes forestales abiertos, puesto que sus presas son fundamentalmente pequeñas aves también forestales. Junto a esta especie aunque ocupando un nicho ecológico diferente puesto que viven mayoritariamente en los bosques abiertos pero cazan en sus bordes, se encontraría el aguilucho chico (Buteo albigula) y el aguilucho de cola rojiza (Buteo ventralis). También con un claro carácter forestal y presentándose no sólo en manchas de bosque abierto sino en todo tipo de bosques magallánicos, aparece la denominada torcaza (Columba araucana) que, como su homónima europea, anida, duerme y se refugia en zonas forestales.

Una de las especies típica de la subunidad de bosque deciduo de la provincia de Maule es la psitacea Cyanoliseus patagonus o tricahue. Aunque puede asociarse con zonas de mayor aridez y matorral típicamente mediterráneo, su límite más sureño se localiza también en estos ambientes forestales más abiertos. Sin embargo, el mejor bioindicador de bosques maduros y bien conservados es el pícido: Colaptes pictius, denominado en Chile pitío común. Como buen picapinos requiere de bosques bien conservados, con abundante madera muerta y fustes en estado de descomposición. Allí encuentra su sustento trófico.

En lo que respecta a aves no paseriformes, pequeñas aves canoras de régimen alimenticio frugívoro o insectívoro, muchas son las especies que presentan un carácter más o menos forestal y que viven mayoritariamente dentro de esta gran unidad. Por citar algunas; la colilarga (Sylviorthorhynchus desmursii), el rayadito (Aphrastura spinicauda), el hued-hued del sur (Pteroptochos tarnii), chucao (Scelorchilus rubecula); muy similar en cuanto a su porte, silueta, colorido y movimientos al petirrojo europeo, rara (Phytotoma rara) y el jilguero común (Carduelis barbata) que comparte género con el jilguero común de Europa pero que como puede apreciarse representa una especie distinta.

Los mamíferos presentan un gran desarrollo con especies como la laucha de pelo largo (Abrothrix longipilis); un pequeño roedor de carácter netamente forestal, el gato güiña (Felis guigna), el pudú (Pudu pudu); uno de los cérvidos más pequeños del mundo con sólo 40 centímetros de alzada, el monito del monte (Dromiciops australis); curioso mamífero marsupial y, por último; el gurutregua (Dusicyon fulvipes); un zorrito de distribución chilota pero con poblaciones descubiertas recientemente fuera de dicha isla.

3.2. Bosque magallánico

En cuanto al bosque magallánico, éste se define como un bosque subantártico donde el género que va a dominar por encima de los demás va a ser Nothofagus. Esta unidad cubre la franja occidental del extremo sur de Sudamérica y se extiende a lo largo de los Andes patagónicos y los fiordos chilenos. Se puede encuadrar entre los 47º sur y el mismo Cabo de Hornos.

Mientras al norte va a lindar con el bosque templado valdibiano, al oeste lo va a hacer con la estepa y pastizales patagónicos. Hacia el este se topa con las aguas del Océano Pacífico, las cuales se configuran lógicamente, como una barrera biogeográfica neta.

Las características fundamentales son la existencia de un clima templado-frío y húmedo, convirtiéndose en muy frío conforme ascendemos en altitud. El enorme efecto de la corriente de Humboldt junto a la circunpolar antártica, hace que esta zona sea más fría que otras a la misma latitud. Los fuertes vientos del oeste se encuentran presentes durante todo el año y, aparte de mostrar arrumbamientos y abanderaciones de los propios pies arbóreos, son los responsables de la existencia de unas precipitaciones mucho más abultadas en la vertiente oeste que al este de los Andes. El gradiente entre la vertiente occidental y oriental va desde los 7.000 mm/año para la primera, hasta los menos de 700 mm/año para la segunda.

En cuanto a los diferentes tipos de bosque que se engloban dentro de esta unidad, habría que reseñar que se pueden establecer dos grandes categorías:

• 3.2.1. Bosque perennifolio de coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides).

• 3.2.2. Bosque deciduo de lenga (Nothofagus pumilio) y ñirre (Nothofagus antarctica).

La primera de las subunidades se encuentra situada más al oeste y recorre las costas oceánicas. Al sur, en Tierra de Fuego, sigue recorriendo la costa de manera que aparece ocupando los sectores más meridionales de las Islas. Además de la dominante especie arbórea ya citada, prácticamente copando el 100% de la cubierta arbórea junto al canelo Drimys winteri y sauco del diablo Pseudopanax laetevirens, aparecen otras especies arbustivas y herbáceas entre las que pueden destacarse: Berberis ilicifolia, Codonorchis lessonii y Galilea lutea.

La segunda de las unidades, se encuentra dominada por otros dos Nothofagus, en este caso, la lenga (Nothofagus pumilio) y el ñirre (Nothofagus antarctica) que dominan absolutamente el estrato arbóreo mientras que en otros estratos se pueden encontrar especies como: Ribes magellanicus, Berberis buxifolia, Embothrium coccineum, Gaultheria mucronata.

En cualquier caso, lo que hay que reseñar es que dentro de estas dos unidades cambian las especies arbóreas, mientras que el cortejo de taxas arbustivas y herbáceas puede ser el mismo o muy similar. También hay que señalar que estos bosques se encuentran separados unos 1.100 km respecto de los bosques montañosos del noroeste de Argentina, y más de 1.400 km de las forestas de Argentina y Paraguay, por ello, el aislamiento forestal hace que mantengan un número de endemismos en lo que a la comunidad de vertebrados respecta, bastante elevado e interesante de estudiar.

Mientras los reptiles son realmente escasos dentro de esta gran unidad, existe algún anfibio que todavía incluso a muy bajas latitudes (45-50º sur), puede subsistir. Este es el caso del sapito de Darwin (Rhinoderma Darwini). Su nombre genérico refleja una de sus peculiaridades morfológicas más notable; el repliegue cutáneo que, al final de su cabeza, termina en una especie de nariz pronunciada. Además de esto, el taxón es peculiar puesto que es el macho el que se responsabiliza de la gestación de las crías. La hembra, una vez que los huevos han sido fertilizados, se desentiende de la puesta y es el primero el que los ingiere y recoge en una especie de bolsa ubicada debajo de la lengua. Una vez transcurridas tres semanas expulsa a las crías que, en adelante, deberán desarrollarse de forma independiente. Esta especie tan peculiar es propia de ambientes forestales húmedos y frescos, dominantes en esta gran unidad.

En esta ecoregión, no obstante, va a ser el grupo de las aves el que aporte un mayor número de taxones a las diferentes asociaciones boscosas. La primera de las especies a reseñar es la segunda psitacea de la Patagonia. Se trata de la ruidosa cachaña (Enicognatus ferruginea). Asociado a las especies vegetales Fucsia magellanica y Embothrium coccineum, normalmente dispuestas como sotobosque u orla periférica, podemos toparnos con el picaflor común (Sephanoides sephanoides), un bellísimo colibrí que cuenta con la virtud de ser el más meridional de su familia. De hecho, a partir de 52º de latitud sur no aparece ningún otro colibrí. En estos ambientes forestados también podemos observar la rapaz más extendida por los territorios australes de América y que, aunque suele pasar gran parte de su tiempo en áreas más abiertas, necesita los bosques magallánicos para establecer sus nidos y criar a su prole. Se trata del carancho o traro (Caracara plancus). La tórtola común también acostumbra a asentarse en bosques abiertos (Zenaida auriculata), al igual que un ave de presa nocturna espectacular como el Tucúquere (Bubo magellánicus). No obstante, si hay que destacar dos especies indicadoras de buenas condiciones forestales y cuyo ámbito vital se circunscribe estrictamente a bosques maduros, con buenos fustes y en buen estado de conservación, habría que pensar en el concón (Strix rufipes), pequeño búho que comparte género con otra especie forestal en Europa como es el cárabo; así como el espectacular y sonoro carpintero negro (Campephilus magellanicus), el pícido más grande de toda América y uno de los de mayor talla y envergadura de todo el mundo.

En lo que respecta a pequeñas aves del grupo de las paseriormes, aquellas que cuentan con un carácter netamente forestal, no son tantas, pero habría que destacar: churrín del sur (Scytalopus magellanicus), fío-fío (Elaenia albiceps) viudita (Colorhamphus parvirostris), cometocino patagónico (Phrygilus patagonicus), etc.

Los mamíferos terrestres y forestales se vuelven más escasos a estas latitudes. Habría que reseñar la presencia de un micromamífero perteneciente a la familia de los roedores, el ratón topo valdibiano (Geoxus valdivianus). Este habitante de los bosques húmedos cava galerías donde se refugia. Una característica común con otros roedores es que no sólo se alimentan de hierba o frutos, su dieta también está compuesta por invertebrados, en este caso en mayor proporción. La inexistencia de los diferentes géneros de musarañas propios de otros continentes, hace que la dieta insectívora también aparezca para los diferentes roedores. Una especie de félido como el gato montés (Felis colocola) también se asocia a estos bosques meridionales aunque frecuenta otro tipo de ambientes en los que cazar.

Por último, aunque a esos bosques también puede llegar el pequeño, tímido y huidizo pudú, el cérvido dominante es el huemul del sur (Hippocamelus bisulcus). No obstante, debido a la destrucción de una gran parte de las masas arboladas y a su caza sistemática hasta la década de los 80, sus poblaciones han descendido tanto que el gobierno chileno lo ha catalogado como en peligro.

3.3. Estepa patagónica

La estepa patagónica se caracteriza por presentar una vegetación extremadamente rala y resistente a las duras condiciones ambientales típicas de esta ecoregión. Aunque muestra una mayor y mejor representación en territorio argentino, la estepa aparece también en territorio chileno. Concretamente en zonas relacionadas con los grandes macizos andinos, fundamentalmente al pie de las Torres del Paine, así como dentro de la zona de Magallanes y Tierra del fuego.

La topografía tiende a ser suave, con grandes planicies salpicadas por algún cerro. Es frecuente también encontrarla asociada a determinadas mesetas andinas o preandinas. Se caracteriza por un régimen climático extremadamente duro. Lo más reseñable son las bajas temperaturas, sobre todo en los meses invernales; junio, julio y agosto, con medias que bajan de los 2º pero temperaturas extremas de 20 ó 25º bajo cero. A ello hay que sumarle la sequedad del ambiente. Efectivamente, salvo excepciones, este tipo de ecoregión muestra regímenes precipitacionales extremadamente secos con 200 mm/año en la zona argentina, aunque en territorio chileno las precipitaciones se muestran más generosas: 300-450 mm/año. Aparte de las mencionadas condiciones climáticas, el viento es otro de los factores que condiciona el cortejo vegetacional y faunístico. Nos encontramos con vientos constantes, secos y heladores que soplan desde occidente y que son especialmente duros durante los meses de verano.

La morfología que adopta esta unidad es la de matas ralas pero bien apretadas de herbáceas, normalmente con una presencia seca o agostada y algún que otro pequeño arbustillo. Lógicamente, la existencia de estas condiciones ambientales tan secas da lugar a la inexistencia de pies arbóreos. Hay que reseñar que la especie dominante es Festuca gracillima a la que aparecen asociadas otros tres taxones del mismo género: Festuca pallescens, Festuca magellánica y Festuca pyrogea. Además de éstas aparece también muy bien representada otra como es Stipa brevipes. De forma general, a estas herbáceas de importante porte, apretada mata y gran dureza, se les denomina bajo el nombre de “Coirón” (Garay &Guineo, 2004). También existen otras especies como Calceolaria uniflora, Calceolaria biflora, junto a arbustos como Berberis buxifolia, Junellia trines y Adesmia boronioides.

En cuanto a las especies de vertebrados asociados a estos ambientes, habría que destacar la gran cantidad de aves y mamíferos adaptados a un hábitat que, en un principio, puede parecer inhóspito y poco dado al desarrollo de las diferentes fases vitales. No obstante, hay que reseñar que la carga en anfibios es escasa debido a la reducida existencia de masas de agua. Sin embargo, existe una especie que reduce al máximo su dependencia del agua y que puede ser encontrada dentro de esta unidad, se trata del sapo de rulo o sapo de secano (Bufo arunco).

En lo que respecta a la avifauna, en este tipo de ambientes dominan varias familias entre las que habría que destacar las gallináceas. Aparecen especies como la martineta (Eudromia elegans), bastante escasa en territorio chileno aunque más abundante en Argentina, o la perdiz austral (Tinamotis ingoufi). Una especie espectacular de rapaz diurna que frecuenta estos ambientes es el águila o águila mora (Geranoaetus melanoleucus). Junto a esta última se encuentra el aguilucho común (Buteo polysoma). En cuanto a pequeñas aves, podemos toparnos con especies como el minero común (Geositta cunicularia), el minero austral (Geositta antarctica), canastero de cola larga (Asthenes pyrrholeuca), canastero chico (Asthenes modesta), cazamoscas chocolate (Neoxolmis rufiventris), golondrina de dorso negro (Notiochelidon cyanoleuca), bailarín chico común (Anthus correndera) y yal común (Phrygilus fructiceti).

Dentro del grupo de los mamíferos, uno de los más curiosos, abundantes y característicos es el armadillo (Euphractus pichiy). Junto a él podemos encontrar una especie de zorro denominado chilla (Pseudalopex griseus); gran predador de dos especies de roedores que fueron introducidos desde la Península Ibérica y que se han vuelto un grave problema ambiental por su proliferación; el conejo y la liebre. Así, especies como ésta mantienen las poblaciones controladas ejerciendo un beneficioso papel regulador.

Otra especie que suele habitar estos ambientes es el quique (Galictis cuja). Se trata de un mustelido muy agresivo pero a la vez fácilmente domesticable. Otra de sus características vitales es la de ser un gran cavador construyendo galerías de más de 4 metros de profundidad. Junto a este también aparece otro mustélido que prefiere preferentemente los ambientes de estepa es el huroncito (Lyncodon patagonicus).

3.4. Cordillera andina

La cuarta de las grandes unidades ambientales aparece representada por la cordillera andina. En definitiva, nos encontramos ante una unidad que puede variar de altitud, siendo inferior en Tierra de Fuego y pudiéndose encontrar a partir de 1.000 metros, ascendiendo a medida que decrece la latitud, de manera que aparece en Torres del Paine por encima de los 1.500 metros, en Cerro Murallón por encima de los 1.800 metros y en el Fitz Roy por encima de los 2.000 metros.

En general, por encima de estas altitudes las condiciones son bastante extremas, de manera que se dan temperaturas muy frías y condiciones atmosféricas relativamente secas aunque las propias temperaturas hacen que la evaporación o pérdida de agua sea muy baja. Sería difícil seleccionar una característica general del clima, aunque la variabilidad meteorológica sería la constante a reseñar. Por una parte las temperaturas pueden fluctuar entre los -15º del invierno y los 28º del verano austral. Además de esto las precipitaciones ascienden, en general, conforme se asciende en altitud, en la mayoría de los casos por precipitaciones orográficas y criptoprecipitaciones, aunque también hay que tener en cuenta las orientaciones. En general podemos encontrarnos con lugares de 600 mm, frente a otros de más de 2.000 mm/año. En estas zonas, una vez más, el azote continuo de los vientos que normalmente proceden del oeste sigue siendo una constante.

Ante este panorama, la vegetación dominante es la arbustiva, herbácea o se encuentra ausente. Lo normal es que el porte de las distintas especies no sobrepase los dos metros. Sin embargo, ante la diferencia en altitud y condiciones, se puede hablar de varias subunidades:

• 3.4.1. Matorral preandino

• 3.4.2. Desierto andino

• 3.4.3. Paredes y resaltes rocosos

• 3.4.4. Zonas de glaciares y nieves perpetuas

Dentro de la primera subunidad encontramos especies arbustivas de mediano porte, no superiores al metro y medio. Normalmente se da sobre topografías en forma de mesetas y llanuras altas y onduladas, en terrenos con cierta aridez, bastante expuestos a los vientos del oeste y con cierto grado de pendiente. En muchos casos, esta misma unidad en cuanto a morfología y composición florística, puede asimilarse a determinadas áreas fuera de esta ecoregión que han sido deforestadas, normalmente para ganar en pastos a través del fuego, y que hoy en día se pueden considerar como una etapa de sucesión de otras unidades ya descritas en el presente artículo bajo el nombre genérico de bosques magallánicos.

La especie dominante es la denominada mata barrosa (Mullinium spinosum), aunque existe un cortejo de especies asociadas que caracterizan a esta unidad. Entre otras habría que destacar; Anarthrophillum desideraum, Escallonia rubra, Gaultheria mucronata, Adesmia boronioides y la siempre presente Berberis buxifolia o calafate. El estrato herbáceo también cuenta con cierta cobertura y viene representado por las especies que ya han sido descritas bajo el nombre de coirón dentro de la estepa patagónica. De hecho, esta unidad y la anteriormente reseñada aparecen, en muchos casos, sin solución de continuidad. También existen determinados arbolillos o especies arbóreas pero que, en este caso, no van a sobrepasar el metro. Entre otros destacaríamos al ñirre (Nothofagus antarctica) así como el ciruelillo (Embothrium coccineum) y la leña dura (Maytenus magellánica).

La segunda de las subunidades se corresponde con el denominado desierto andino (Garay&Guineo, 2004). Dentro de ella se dan ciertas características generales como es la escasa altura de las especies, nunca por encima del metro, la escasa cobertura del estrato herbáceo (el único que aparece desarrollado), de manera que lo normal es que éste no supere el 35-40% y la existencia de unas condiciones ambientales tan adversas que son pocas las especies de plantas que puedan desarrollar todo su ciclo vital aquí. Entre otras habría que destacar: la lenga (Nothofagus pumilio) que aunque en teoría es una especie arborescente o incluso arbórea, a estas alturas y con estas condiciones no sobrepasa el metro de altura y muestra unos fustes retorcidos y tremendamente abanderados. En muchas ocasiones se trata de verdaderos bonsáis, con una edad que, seguramente, sobrepasa los 40 ó 50 años. Otras especies arbustivas son Escallonia rubra y Ribes cuculatum. El resto son especies herbáceas que, en gran medida, ya han sido descritas dentro de la unidad de la estepa patagónica.

En lo referente a paredes y resaltes rocosos, hay que reseñar que, las altas pendientes, las duras condiciones ambientales y la falta de suelos bien desarrollados, da lugar a que muy pocos taxones puedan proliferar. Los únicos nichos vitales se reducen a zonas de grietas entre las rocas donde se pueden acumular unos centímetros de suelo o microformas de recuencos, cubetillas, etc. Allí se encuentran, en general, especies herbáceas de la familia de las fabáceas como; Lathyrus magellanicus, Lathyrus nervosus, Adesmia lotoides, Azorella caespitosa, Collomia biflora, etc. (Garay & Guineo, 1995).

Por último, son abundantes las zonas que cuentan con nieves perpetuas. Desde el sur (Tierra de Fuego), donde con determinadas orientaciones podemos encontrar el hielo por debajo de los 1.000 metros, hasta las zonas latitudinalmente más bajas donde los hielos perpetuos pueden hallarse entre los 1.500-1.800 metros. Por lo tanto, existe una gran cobertura de zonas glaciadas que pueden dividirse en tres grandes manchas; las más importantes son el campo norte y el campo sur, mientras que dentro de Tierra de Fuego existe una tercera mancha asociada al área de la Cordillera Darwin. Lógicamente, aunque se configura como una unidad ambiental, el hielo perpetuo no da lugar a la aparición de flora o fauna asociada a él. Por ello, aunque se pueden encontrar formas de vida inferior (bacterias y algas unicelulares) de forma permanente, los organismos pluricelulares difícilmente podrían prosperar en lugares con temperaturas por debajo del umbral de congelación y sin disponibilidad material de agua en su forma líquida.

La carga zoogeográfica de esta gran unidad recoge especies tan interesantes como el sapo de papilas (Bufo papillosus), muy escaso y en peligro absoluto de desaparición. Habita en zonas de montaña pero su biología es, a día de hoy, poco conocida. Junto a esta especie de anfibio aparece una de reptil: el matuasto (Phymaturus flagellifer). Sin embargo, esta especie es más abundante en la cordillera andina y sus estribaciones pero dentro del sector central de Chile. En la zona patagónica sólo ocupa zonas muy concretas de la cuenca del Biobío.

En lo que respecta a las aves, esta zona va a ser rica en especies y, además, algunas de ellas van a ser altamente emblemáticas. La más conocida sin duda va a ser el condor andino (Vultur gryphus), aunque también puede ser encontrada incluso en zonas de costa. Esta especie encuentra su óptimo vital en estos entornos montañosos despejados donde, sin el más mínimo esfuerzo, puede aprovechar las corrientes térmicas ascendentes para planear y desplazarse a grandes distancias. Su dieta carroñera se encuentra ligada a las especies ganaderas y a una especie silvestre de camélido como es el guanaco (Lama guanicoe). Junto a ésta aparecen otras aves como: el halcón perdiguero (Falco femoralis), halcón peregrino (Falco peregrinus), la perdicita cordillerana (Attagis gayi), la perdicita cordillerana austral (Attagis malouinus). Estas dos últimas son especies de gallináceas de gran altura, presentando un nicho muy similar al que ocupan especies europeas como la perdiz pardilla o la perdiz nival. En zonas más bajas o propias de ambientes potencialmente forestados, concretamente pertenecientes a la segunda de las grandes unidades descritas, nos podemos encontrar con especies como el nuco o lechuza campestre (Asio flammeus), introducida desde Europa. Otras especies como la bandurria (Theristicus melanosis) o el queltehue (Vanellus chilenis), del mismo género que el avefría europea, son perfectos bioindicadores de áreas abiertas pero, a la vez, intensamente dedicadas a la explotación ganadera. En estos suelos fértiles y derivados de este aporte en forma de deyecciones, encuentran gran cantidad de fauna invertebrada edáfica de la cual se alimentan. Pero si alguna especie hay que subrayar dentro de estas unidades más abiertas y preandinas, ésta sería el famoso ñandú (Pterocnemia pennata), perteneciente a la familia Rheidae, inconfundible ave corredora de gran tamaño (95-100 cm). Su nicho ecológico, en gran medida, se solapa con el del ganado ovino puesto que se alimenta mayoritariamente de brotes herbáceos, ocupa las zonas de buenos pastizales y, de hecho, en muchas haciendas aparece favorecida por el propio ser humano que la mantiene en un régimen de semilibertad, de manera que es explotada ya que cuenta con una carne de calidad, unas plumas de gran valor en el mercado e incluso sus extremidades, uñas y pico pueden dedicarse a determinadas industrias más o menos artesanales como la botonería. Su cuero también alcanza grandes precios.

Además de estas especies apuntadas, los pájaros o especies paseriformes son realmente abundantes. De hecho, estos medios abiertos y con presencia de matorrales e incluso pequeños rodales arbóreos, son los más ricos en diversidad de estas especies. Caben destacarse: cachudito común (Anairetes parulus), mero gaucho (Agriornis montana), dormilona chica (Muscisaxicola maculirrostris), etc. Mucho más dependientes de zonas escarpadas, resaltes rocosos, morrenas y canchales, encontramos taxones como la dormilona rufa (Muscisaxicola capistrata), el pájaro plomo (Phrygilus unicolor) y el yal cordillerano (Melanoderma xanthogramma).

En cuanto a los mamíferos, al mencionado guanaco se le une otra de las especies más llamativas y emblemáticas de la cordillera andina, el puma (Felis concolor patagonica). Junto a ellos también pueden destacarse el chingue (Conepatus humboldtii); una especie de mofeta. También es abundante el culpeo (Pseudalopex culpaeus) un zorro de amplia distribución y por ello bastante abundante dentro de estos habitats. Por último, habría que hacer referencia a dos roedores: el degú de bridges (Octodon bridgesi) y la vizcacha de montaña (Logidium viscacia), esta última realmente escasa y catalogada en peligro (SSVSA, 2006). Hay que reseñar que esta especie de vizcacha se muestra perfectamente adaptada a estos medios hostiles pedregosos de alta montaña.

3.5. Costa, fiordos y zonas marismales

La siguiente gran unidad denominada Costas, fiordos y zonas marismales, recoge una gran cantidad de territorio patagónico y una enorme variedad de condiciones, características y subunidades. Lógicamente, son diferentes aquellas costas altas: que se definen por acantilados de fuertes pendientes y paredes prácticamente inexpugnables para la vegetación y fauna, o costas bajas donde la línea marítima presenta una topografía más amable, suave y gradual. Por lo tanto, existen cuatro subunidades:

• 3.5.1. Las costas altas o acantilados.

• 3.5.2. las costas bajas arenosas.

• 3.5.3. las costas bajas rocosas.

• 3.5.4. las zonas marismeñas.

En general, en los cantiles rocosos de los fiordos, como mucho, podemos encontrar la misma vegetación que aparece en las zonas elevadas de los mismos y que se acantona en aquellas grietas donde se puede acumular un poco de suelo, sin embargo, las paredes cortadas a bisel por el hielo no dan mucho lugar a este tipo de situaciones.

Por su parte, las costas arenosas pueden dar lugar a magníficos campos de dunas, fundamentalmente en la zona sur, dentro de la Isla Grande, la Península de Brunswick, etc. Dentro de estos sectores arenosos podemos encontrar normalmente campos de dunas perfectamente estabilizados por una cobertura herbácea abundante. De hecho, éstas aparecen colonizadas por especies como; Rumex acetosella (introducida desde Europa), Acaena sericea, Armeria marítima, Geranium magellanicum, Valeriana carnosa, Alstroemeria patagónica, etc.

Las zonas marismeñas y costas rocosas muestran una estructura similar a la de otras zonas del mundo, con trazados anastomosados para las primeras y la influencia lógica de las aguas saladas, lo cual hace que allí sólo prosperen especies halófitas, más o menos estrictas dependiendo de una disposición en pequeñas bandas que dependen de la amplitud de las mareas. Así, las plantas más tolerantes con la salinidad se disponen cerca de la orilla y pueden estar sumergidas varias horas al día, mientras que las menos tolerantes aparecen en las zonas altas de estas islas, isletas, zonas anastomosadas y costas rocosas, siendo el influjo mareal más escaso. Habría que destacar, llegados a este punto, la gran producción en forma de biomasa algar que presentan las costas de Chile, en general. Al respecto, especies como Gracilaria confervoides, Gelidium lingulatum, Durvillea antarctica, Ulva rigida, Porpyra columbina, Macrocystis integrifolia, Iridaea Laminarioides… son algunas de las más destacadas. Todas estas especies son explotadas para diferentes usos. Hay que subrayar que la Patagonia, dentro de Chile, se destaca como la región donde más consumo humano de estas algas se da. De hecho, en muy pocas zonas del mundo alcanza este peso culinario cualquier otra especie de alga pluricelular.

También hay que reseñar determinadas cuestiones que entroncan con la dinámica oceánica y costera, y que van a tener una especial relevancia. En primer lugar, la enorme masa oceánica que representa el Océano Pacífico (el mayor del mundo: 225.488.250 km2, 1.041.540.000 km3, y una profundidad media de 3.963 m, da lugar a unos movimientos mareales que, en determinados puntos costeros, pueden llegar a significar diferencias de 10-12 metros (Barros, Nuño & Rottmann, 1983).

Por otra parte, hay que tener en cuenta que la costa chilena patagónica aparece alimentada por la corriente fría de Humboldt en la fachada oeste y la corriente también fría de la Antártica, en la sur. Ambas hacen aflorar aguas profundas hacia la escasa plataforma continental chilena. El salto entre la costa y los fondos oceánicos se desarrolla de forma prácticamente continua, sin la existencia de una plataforma continental relevante. Este hecho y la existencia de estas corrientes, hace que, no obstante, exista un gran aporte en forma de plancton que es la base de la tremenda productividad de las aguas oceánicas patagónicas y sus costas. También hay que tener en cuenta que la masa oceánica se funde, en estas latitudes, con importantísimos aportes de agua dulce de los diferentes glaciares y de los tres campos de hielo. De hecho, la salinidad es reducida debido a esta gran afluencia de cursos de agua continental, 31,5 31,8‰, mientras que la temperatura de las aguas oscila entre 10 y 11º C (Barros, Nuño & Rottmann, 1983)..

Todas estas cuestiones han dado lugar a una ingente cantidad de especies vertebradas diferentes. Fundamentalmente, es la clase aves la que mayor desarrollo y presencia muestra. No obstante, el grupo de los mamíferos marinos también cuenta con una gran dinámica y una enorme diversidad específica.

Las corrientes marinas a las que antes se hizo referencia dan lugar a un afloramiento continuo de gran cantidad de nutrientes que, a su vez, generan una explosión biológica de pequeños organismos, desde algas unicelulares hasta copépodos, platelmintos, crustáceos, moluscos, etc. Es el zoo y fitoplanctón el que repercute en la cadena trófica dando lugar también a una explosión de diferentes formas de vida vertebrada junto a nutridas poblaciones de las mismas.

Como ejemplo, sirva decir que en la Patagonia chilena existen más especies de la clase aves que se pueden catalogar como acuáticas que las eminentemente terrestres (128 a 110). Dentro de estas especies relacionadas con masas de agua marinas o de influencia marina, cabe destacar el grupo de los pingüinos (familia Spheniscidae). Aunque la mayor parte de taxones se desarrollan en las costas y aguas antárticas, dentro de la Patagonia existen numerosas colonias de diversas especies entre las que destacan: el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti) y el de Magallanes (Spheniscus magellanicus). Aunque muestran cierta simpatría, el primero aparece extendido por el norte de la Patagonia y la Región Central de Chile, siendo su límite sur el norte de la Isla de Chiloé (islotes de Punihuil). Por su parte, el segundo cuenta con un límite un poco más norteño que el referido, pero sus mejores colonias se circunscriben a la zona más sureña de la Patagonia (pingüineras de la Isla Magdalena y Seno Otway en la Península de Brunswick). Además de los pingüinos las costas patagónicas sustentan 5 especies de zampullines y somormujos, 11 de albatros; haciendo especial referencia al albatros real (Diomedea epomophora) con más de 1 metro de alzada, 21 especies de petreles y fardelas, 3 de paiños, un pelícano (Pelecanus thagus), 1 piquero (Sola variegata), 6 cormoranes, 9 chorlitejos, 16 taxones de limícolas, otras especies de anátidas marinas como el espectacular cisne de cuello negro (Cygnus melanocorypha), la caranca (Chloephaga hybrida) el quetru no volador (Tachyeres pteneres); esta última ha perdido su capacidad de vuelo y se circunscribe únicamente a las costas y fiordos marinos, la paloma antártica (Chinos alba); que, aunque su nombre indica otro área de procedencia, fija sus colonias de cría en la costa patagónica, 6 especies de escúas, 15 de gaviotas, etc.

En lo que respecta a los mamíferos marinos, habría que comenzar con una de las especies más emblemáticas de la costa. Se trata del chungungo (Lutra felina). Una nutria de litoral que muestra una etología curiosa y una actividad frenética junto a la característica de reproducirse dos veces al año.

A esta especie de hábitos anfibios se le suman los famosos lobos de mar. Bajo esta denominación aparecen dos especies; el sudamericano de un pelo (Otaria flavescens) y el sudamericano de dos pelos (Arctocephalus australis). Estos dos lobos viven, medran y crían en las costas patagónicas chilenas. Pero también se pueden observar ocasionalmente otros dos otáridos de procedencia antártica, así como el elefante de mar (Mirounga leonina), cuyas colonias más septentrionales llegan hasta las costas atlánticas de la Patagonia argentina. Junto a estas también hay que reseñar los avistamientos de hasta 4 especies diferentes de focas.

En cuanto a los taxones estrictamente marinos, hay que destacar que la zona es utilizada para cumplir diversas fases del ciclo vital de distintos tipos de ballenas: Eubalaena australis, Caperea marginata, Balaenoptera physalus, Balaenoptera borealis, Balaenoptera edeni, Balaenoptera bonaerensis, Balaenoptera acutorostrata y la jibarta (Megaptera novaeangliae). También el grupo de los cachalotes aparece representado por tres especies: Physeter macrocephalus, Logia breviceps y Logia sima. Además de éstas pueden avistarse más de 10 especies de delfines, la orca (Orcinus orca), marsopas y zifios (Bastida & Rodríguez, 2003).

Para finalizar, en determinados puntos de la costa, fundamentalmente chilota, se registran estancias más o menos prolongadas del mayor animal que ha visto la historia biológica. Se trata de la ballena azul o rorcual gris (Balaenoptera musculus).

3.6. Grandes lagos y sistemas fluviales

Otra de las grandes unidades biogeográficas viene representada por los lagos, lagunas, ibones y sistemas fluviales existentes. La región patagónica cuenta con innumerables zonas húmedas continentales. Ello, como se explicó anteriormente, es debido a la gran cantidad de cubetas tectónicas, la acción del hielo a lo largo del cuaternario; de forma que en muchas zonas se excavaron más o menos extensas cubetas que, con la desaparición de ciertas masas a partir de la última gran glaciación, quedaron inundadas y, por ultimo, otro gran factor es la existencia de zonas con suelos poco dados al buen drenaje, en cierta medida a consecuencia del permafrost a determinadas profundidades, lo cual hace que la profusión de estas zonas sea realmente notable. A ello hay que sumarle la existencia de unos cursos fluviales especialmente interesantes como consecuencia del gran aporte hídrico que supone el deshielo de los glaciales y campos de hielo en épocas estivales australes, las elevadas precipitaciones de determinados sectores y las fuertes pendientes que, muchas veces, en menos de 100 km deben salvar entre 3.000-4.000 metros entre las cumbres más elevadas y el nivel del mar.

Dentro de estos lagos existen plantas que crecen en los lechos o en las orillas. No obstante, la mayor parte de las masas acuáticas son oligótrofas puesto que dependen para su alimentación de los aportes de los glaciares. Éstas son las más abundantes y extensas y cuentan con características globales como la mencionada carencia de nutrientes, la gran cantidad de sedimentos que atesoran sus fondos y su también gran profundidad. Además de éstas, existen pequeñas lagunas o lagos de carácter más eutrófo y con otros regímenes mixtos de alimentación que sí van a recoger importantes extensiones de vegetación hidro e higrófila. Por destacar las especies más abundantes: Scirpus californicus, Hippuris vulgaris, Ranunculus peduncularis, Senecio trifurcatus, Samolus spathulatus, Gentianella magellanica.

También hay que reseñar las abundantes zonas de mal drenaje que dan lugar a más o menos extensas turberas o tremedales donde abundan especies del género Donatia, junto a otras como Primula magellanica, Senecio trifurcatus, Carex gayana, Lycopodium magellanicum, todo ello englobado en una amplia cobertura de tapiz muscinal dominado por el género Sphagnum, concretamente domina una especie endémica Sphagnum magellanicum. No obstante, la especie más espectacular es Drosera uniflora.

En estas masas de agua continental también existe una gran diversidad de especies vertebradas. En primer lugar, estas zonas húmedas son indispensables para la vida continua de distintos taxones piscícolas. En los últimos años, la introducción de especies foráneas para la piscicultura (Salmo salar, Oncorhynchus mykiss, Oncorhynchus kisutch, etc.), han hecho reducirse al máximo o incluso desaparecer especies de peces continentales autóctonos como la perca bocona (Percichthys colhuapiensis), perca de boca chica (Percichthys trucha), perca espinuda (Percichthys vinciguerrai) y (Percichthys altispinnis), pejerrey patagónico (Odontesthes hatcheri) una de las mas bellas especies de la región, con el cuerpo esbelto e hidrodinámico, el bagre otuno (Diplomystes viedmensis), el bagre de torrentes (Hatcheria macrei), el bagre pintado (Trichomycterus areolatus), las peladillas (Aplochiton zebra) y (Aplochiton taeniatus), el puyen grande (Galaxias platei), puyen chico (Galaxias maculatus), las madrecitas de agua, (Jenynsia multidentata) y (Cnesterodon decemmaculatus), etc. En el norte de Patagonia se observan Characiformes como las mojarras (Astyanax eigenmanniorum), los (Cheirodon interruptus), (Oligosarcus jenynsii). Entre éstos el más interesante es otro characiforme que constituye un endemismo estricto en peces, restringido exclusivamente a las nacientes del arroyo Valcheta. Se trata de la mojarra desnuda (Gymnocharacinus bergi) (Dyer, 2000).

Estas masas de agua también son necesarias para la existencia continua o el desarrollo de las fases vitales larvarias de diferentes anfibios. La rana chilena (Caudiverbera caudiverbera) se distribuye en las orillas de ríos, lagunas, lagos, etc. durante toda su vida. Taxones como el sapo de Bullock (Telmatobufo bullocki), el escasísimo y mal conocido sapo venosto (Telmatobufo venustus), el sapo común café (Batrachyla taenicta) y el sapo de barrio (Alsodes barrioi), entre otros, sólo pasan sus fases larvarias en las masas de agua, distribuyéndose por diferentes habitats una vez que alcanzan la etapa adulta a través de los distintos procesos de metamorfosis.

Hay que reseñar que los peces introducidos y su voracidad han repercutido en la escasez y desaparición o extinción local de determinados taxones de ranas y anfibios (CONAF, 1993).

El grupo de las aves, por su parte, vuelve a ser el más numeroso. Muestra cierta heterogeneidad puesto que según sea el carácter de las aguas, su régimen, corrientes, etc. así será el cortejo de las especies. En primer lugar hay que señalar que en las aguas continentales salobres domina una especie sobre el resto. Se trata del estético flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis). El vistoso pato cortacorrientes (Merganetta armata), sin embargo, se asocia a zonas de altas corrientes y remolinos (aguas bravas) de los ríos patagónicos, fundamentalmente aquellos que bajan de la cordillera andina. Este taxón ocupa un nicho ecológico muy parecido al que muestra el mirlo acuático europeo (Cinclus cinclus) (Couve & Vidal, 2003).

Aparte de estas dos especies hay que reseñar la enorme variedad de caiquenes o canquenes (Chloephaga sp.), especies de gansos australes y, en general, el grupo de las anátidas; el mejor representado con 24 especies distintas. A éstas hay que sumarles las 6 especies de rállidos, la cigüeñuela o perrito (Himanthopus melanurus), 6 especies de garzas y avetoros, una especie de íbis o cuervo de pantano (Plegadis Chihi), chorlitejos, limícolas y, por último, el vistoso martín pescador (Ceryle torquita).

En cuanto a los mamíferos, en estos medios son más escasos y de hecho, la especie mejor representada y más extendida de carnívoro, fundamentalmente por los ríos, es el huillín (Lutra provocax), que además puede ser vista de forma más rara habitando las costas o los fiordos. Junto a esta última, hay que destacar la presencia relativamente amplia y numerosa de un gran roedor; el coipú (Myocastor copus). Dentro de la clase Mammalia también han existido importantes problemas de introducción de especies alóctonas, con los impactos que ello conlleva. Son de destacar dos taxones que fueron introducidos para la cría peletera y que se escaparon asilvestrándose. Por una parte se encuentra el castor (Castor fiber) y, por otra, el visón americano (Mustela vison).

• 3.7. Tundra Magallánica

Por último, la Tundra Magallánica se distribuye fundamentalmente por las zonas más meridionales y más cercanas al mar. Normalmente aparece orlando la franja costera que, en estas localizaciones, muestra un clima realmente duro, con temperaturas bajas tanto en invierno como en el verano austral y con el embate fortísimo del viento del oeste. Estos factores climáticos, así como la existencia de suelos gleycos, permanentemente inundados, cuando no permanente congelados, con una capa de permafrost a más o menos profundidad, hace que la vegetación que aparezca nunca sobrepase los 40 cm de altura y se restrinja, en la mayor parte de los casos, a herbáceas o arbustos y arbolillos perfectamente achaparrados, amalgamados y arrumbados en la dirección de los vientos dominantes. Consiste en un complejo de comunidades vegetales que crecen sobre estos suelos turbosos o gleycos situados por encima de sustratos relacionados con depósitos generados durante la última de las glaciaciones australes. Aunque existen tipologías muy diferentes, con taxones variados, la especie dominante es el Sphagnum magellanicum. Forma extensiones vastas y continuas y, junto a ella se sitúan otras herbáceas, generalmente gramíneas del género Festuca. También son destacables especies como; Donatia fascicularis y Astenia pumila. En lo que respecta a las especies arbustivas, éstas pueden quedar representadas fundamentalmente por dos taxones: Pernettya pumila y Bolax gumífera (Bayer et al., 1992).

La vida animal en estos medios resulta bastante escasa, por lo que reseñaremos, como elemento más relevante, las colonias de pingüino de Magallanes que aprovechan las capas superficiales del suelo para realizar sus guaridas donde sacar adelante el pollo del año. En estos ambientes, la época de cría se reduce al verano austral (diciembre, enero y febrero fundamentalmente).

4. BIBLIOGRAFÍA

BARROS, A.; NUÑO, S. & ROTTMANN, J. (1983): La tierra en que vivimos. Editorial Antártica, S.A. Santiago de Chile.

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BAYER, E. et al (1992): Flora silvestre de Chile. Stadt Frankfurt am Main, Sonderheft 19. Frankfurt, Alemania.

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