Lurralde :inv. espac.

N. 31 (2008)

p. ***-***

ISSN 1697-3070

LURRALDE

BIODIVERSIDAD Y ALTERACIONES AMBIENTALES.

 

©Jose Manuel RUBIO RECIO

Recibido: 2008-01-04
Aceptado: ***

Universidad de Sevilla

C/ Doña María de Padilla, S/N
41004 Sevilla
 

Laburpena:

Biziaren bariatetatearen neurria. Zehazkiago, biodibertsitate genetiko, biodibertsitate espezifiko edota ekosistema-biodibertsitate mintzo daiteke, biziduren hiru alde nagusiak aintzat hartuz: geneak, espezieak eta ekosistemak.

Gako hitzkak: Biodibertsitatea.

 

Abstract:

Biodiversity is the variation of life forms within a given ecosystem, biome or for the entire Earth. Biodiversity is often used as a measure of the health of biological systems

Key words: Biodiversity.

 

Resumen:

Se define el concepto de Biodiversidad, aludiendo a los contenidos que se le asignan; su trascendencia o importancia y su papel en el tiempo que vivimos.

Palabras clave:  Biodiversidad, medio ambiente.

Illmo. Sr. Presidente del Ateneo Guipuzcoano. Señoras, señores y amigos que me honráis con vuestra presencia.

Aunque tópico y habitual, sería inexcusable no dar testimonio de mi agradecimiento a todos los que han propiciado que me encuentre aquí ante Vds. y en esta preciosa ciudad, en la que, siempre que he venido, no he recibido mas que atenciones. Mi correspondencia a ellas la voy a materializar con una actividad que siempre me ha producido placer y que he hecho con gusto: dar clase, transmitir conocimientos y modos de acercarse a ellos. La seguridad de haberlo hecho con algún acierto me la dan los muchos que de discípulos han pasado a amigos a pesar de las distancias en la edad.

Hoy haré lo mismo, pero con un auditorio de excepción, como corresponde a la institución que me acoge.

El responsable de la temática de la que les voy a hablar es un ilustre amigo, aquí presente, que sabe de mis aficiones y preocupaciones científicas. Se trata de una temática que, desde hace unas décadas forma parte de mis cursos de Doctorado, y que pone de relieve, entre otras cosas, como cura de humildad, lo mucho que no sabemos.

¡ Gracias amigo Javier ¡ El listón a saltar es un poco alto, pero enfrentarse a retos merece la pena. Si tras la charla logro haber provocado alguna inquietud y abren Vds. diálogo, pensaré que he acertado y que este rato que me van a dedicar ha tenido algo positivo.

En el desarrollo de la charla dedicaré una primera parte a decirles lo que se entiende por Biodiversidad. Que contenidos se le asignan; cual es su trascendencia o importancia y su papel en el tiempo que vivimos. Y hagamos ya una precisión previa: Como humanidad, nuestra especie es un componente de lo que vamos a llamar Biodiversidad e interactúa con los demás componentes - especies - de ella. De ahí que nos tengamos que hacer la pregunta: ¿Qué hacemos con la Biodiversidad?, para juzgar si nuestras actuaciones entrañan peligros o riesgos para nuestra supervivencia presente y futura.

Hoy se habla mucho de planificación y ordenación sostenibles, cuando no de desarrollo sostenible, lo que para mi son unas frase trampa y tendrán que reflexionar sobre ello.

Nadie creo que ponga en duda que, como se dice en la segunda parte del título, estemos produciendo alteraciones medioambientales. La alteración que está más en el candelero es la alteración climática. Pues bien, la preocupación por la pérdida de Biodiversidad va en segundo lugar en las agendas de las reuniones internacionales sobre Medio Ambiente. Y es que la Biodiversidad, como carácter de la Biosfera es un elemento o componente del Medio Ambiente, como lo son la Atmósfera, la Hidrosfera y la Litosfera e interactúa con ellas. Nuestra dependencia de ella, como especie, es lo suficientemente grande para que su alteración, intuimos y podemos argumentar desde la ciencia, nos puede acarrear consecuencias graves, si nuestros comportamientos se mantienen como hasta ahora. Ello es lo que trataremos en la segunda parte.

Definamos o aproximémonos al concepto de Biodiversidad. Palabra que, tras de su aparición, se ha hecho polisémica. Quiere decirse con ello que es aplicable o tiene contenidos distintos, aunque siempre relacionados con la vida y, lógicamente, con la Biosfera que, como apuntamos antes, es uno de los grandes componentes del sistema Tierra.

Al caracterizar a la Tierra como sistema pretendo que la filosofía que nos guie en nuestro pensar sea el que se plantea en la Teoría General de Sistemas de L. von Bertalanffy, según la cual, el sistema Tierra es un conjunto de subsistemas (yo les he llamado componentes) interconectados e interactuantes. Ello lleva consigo el que cualquier variación que se produzca en la estructura u organización de los subsistemas, repercute en los demás, que tienen que reajustarse a la nueva situación, a la busca de un nuevo equilibrio dinámico, que es en el que en cada momento nos toca vivir.

Piensen que la historia del sistema Tierra es una historia de sucesivos cambios, de sucesivos equilibrios y ajustes en sus componentes que benefician a unas y perjudican a otras de las especies que componen la Biosfera. Las que tienen capacidad adaptativa sobreviven y las que no desaparecen. La sucesión de cambios en la historia de la Tierra es una constante. El “todo cambia y nada permanece” del filósofo griego Heráclito es una verdad irrefutable. Me interesa que retengan lo del omnipresente cambio por su relación con hechos de los que hablaremos mas adelante.

Para definir lo que consideramos es la Biodiversidad podemos arrancar diciendo que se trata de una propiedad de la Naturaleza. Etimológica y simplemente esa propiedad se referiría al fenómeno DIVERSIDAD de la VIDA, pero la vida se inserta en los subsistemas inorgánicos de la Tierra que, al ser variados o diversos, contribuyen y enriquecen ese carácter.

Que la vida era diversa siempre fue algo obvio y que ni a los científicos preocupaba. En cualquier tratado de Zoología, Botánica, Biología o Ciencias de la Naturaleza anterior a 1980 no encontrarán nunca la temática Biodiversidad. Hoy, sin embargo, es un tema candente sobre el que hay ya centenares de libros, artículos de revistas especializadas y salta con frecuencia en la prensa.

Aunque en los foros internacionales su rango esté casi al mismo nivel que el del cambio climático, la sensibilización para captar el significado de su rápida disminución es mucho menor, porque sus efectos no aparentan ser tan dramáticos de forma inminente, por muchas imágenes que nos pongan de selvas o bosques destruidos.

El salto a la luz pública mundial de la palabra Biodiversidad como denominación de una realidad muy importante para el funcionalismo del Medio Ambiente, se produce a partir de 1986, fecha en la que auspiciado por la Academia de Ciencias de U.S.A y la Smithsonian Institution nacía el Foro Internacional sobre Biodiversidad, de la mano, como científico mas conocido, de E. O. Wilson. Luego, la concienciación a nivel internacional saltaría a la palestra cuando se convirtió en el tema estrella de la Conferencia Río 92. Y, a partir de esa fecha, científicos de todos los campos y lugares profundizaron la investigación del tema y fueron poniendo de relieve, primero la complejidad de su análisis dimensional por lo poco que se conoce, segundo por los variados campos a los que podía aplicarse la noción y tercero por la dificultad de adoptar medidas correctoras para invertir la tendencia de destrucción.

Ya unas décadas antes de la fecha precitada, los biólogos habían empezado a constatar que se estaban produciendo pérdidas de especies y de aves, mamíferos y algunas plantas, por encima de lo normal y en relación con ello se publicaron listas de especies en peligro de desaparición en los llamados Red Data Books de la U.I.C.N., para incitar a los países a generar medidas de protección. Para esas fechas casi solo se pensaba en los dos grupos de animales citados y buena prueba de ello es que el primer R.D.B. sobre reptiles no se publica hasta 1978.

Mas volvamos a los aspectos conceptuales. Diversidad es simplemente una medida de la heterogeneidad de cualquier sistema y, puesto que la Biosfera no es si no uno de los subsistemas del sistema Tierra, la Biodiversidad es el conjunto de datos que nos expresan la heterogeneidad del fenómeno vida que configura la Biosfera.

Pero el fenómeno vida se nos manifiesta en múltiples aspectos organizativos que nos imponen el adoptar diferentes puntos de vista para su análisis. Citemos, en primer lugar, como mas evidente, el de la heterogeneidad de la vida a través de la diversidad de especies animales y vegetales que existen. Es la llamada Biodiversidad específica, también llamada Biodiversidad “alfa, que es en la que se contabiliza el número de especies por unidades espaciales.

Es el tipo de Biodiversidad al que nos referiremos en mayor medida, pero sin soslayar otros, ya que entre ellos existen relaciones y su conservación ha de plantearse de forma integrada.

Y hagamos un nuevo inciso, para decir algo importante sobre el valor de lo que venimos llamando especie. Piensen Vds. que cualquier especie desempeña un papel único y siempre trascendente en relación con el conjunto en el que se integra. De ahí que importe el conocimiento y la nominación de cada una de ellas. El estudio de la Biodiversidad se apoya, por tanto, en tener clasificadas la máxima cantidad de especies. Y, en cualquier cultura, el conocimiento nomenclatural, - taxonómico diría el biólogo - ,significa, nada menos que, supervivencia. El principio de la sabiduría, como dicen los chinos, es llamar a las cosas por su nombre.

El habitante primitivo de la selva amazónica, la congolesa, la del sudeste asiático o de los desiertos de Kalahari o australiano, entre otros, viven en sus distintos medios porque CONOCEN y NOMINAN, para transmitir conocimiento, las plantas y animales que les permiten sobrevivir, tratar sus enfermedades y producir útiles. Cualquiera de nosotros, con todos nuestros conocimientos, abandonados en esos medios estaríamos en pocos días al borde de la muerte, por carecer de esos saberes.

En relación con esto, tendríamos que preguntarnos si tenemos suficientes conocimientos sobre las especies de las que nos alimentamos o, ante un posible cambio climático, si tenemos especies de recambio para sustituir a las que reduzcan sus efectivos al sufrir la variación ambiental. Volveremos sobre ello mas adelante y si el tiempo cronológico y su paciencia lo admite.

Retomemos los aspectos conceptuales. En esta sala estamos a la vista un conjunto de individuos de una misma especie, pero somos diversos en múltiples caracteres, sin dejar de tener otros comunes, que son los que nos hacen ser una especie. Pero lo que podemos englobar con el nombre de fisonomía es distinta en cada uno de nosotros: ojos y pelo de distinto color y forma, cabeza, orejas, narices o labios con proporciones y diseños variados y un largo etc. Luego, dentro de nuestra especie, como de cualquier otra, existe una diversidad, que tiene su origen en pequeñas variantes en nuestra dotación de genes y por ello se la denomina Biodiversidad genética. Y de antemano anticiparemos que tiene su importancia en cuanto puede ser útil de cara a procesos evolutivos y/o adaptativos, o sea a procesos de cambio.

Precisemos un poco más. La diversidad genética ha sido definida por T. F. Ledig como una “trinidad “ biológica constituida por : (a) la diversidad de alelos del mismo gene dentro de una especie, (b) el conjunto de diferencias genéticas que caracterizan a diferentes poblaciones, y (c) las enormes bibliotecas de información genética que caracterizan a cada una de las especies. De esta suerte, la diversidad genética puede conceptualizarse jerárquicamente en tres niveles: a nivel de un alelo, a nivel de un grupo de alelos que tienden a variar en conjunto, y a nivel del genoma completo de una especie.

La diversidad genética es - por así decirlo - el bloque fundamental sobre el que se ha construido la diversidad biológica en todos los otros niveles. La diversidad genética ha sido un elemento crucial en la domesticación de plantas y animales, y forma la base fundamental que ha permitido el desarrollo de la agricultura moderna. Es también el elemento básico que mantiene a las poblaciones silvestres de seres vivos, cuya adaptación y supervivencia depende críticamente de la existencia de tamaños de población suficientes para proveer la variación que permite a las especies adaptarse a cambios en el ambiente. Nos insiste en ello el profesor mexicano E. Ezcurra introduciendo una nueva variable, cuando dice: “El problema de la Biodiversidad es, en buena medida, el problema de las especies raras, de aquellas más vulnerables a la extinción. Dentro de éstas se encuentran las endémicas, es decir, aquellas que solo prosperan en una determinada (frecuentemente pequeña) región geográfica. Desde el punto de vista de la Biodiversidad, entender el problema de la rareza biológica y el endemismo es de fundamental importancia para comprender el problema de la vulnerabilidad de los diferentes países y las distintas regiones frente al cambio ambiental global”.

Cambiemos ahora de escala. Desde el punto de vista físico inorgánico, en la superficie de la Tierra, podemos diseñar espacios con caracteres relativamente homogéneos, diferentes de los contiguos, que soportan conjuntos bióticos también relativamente homogéneos, a los que podemos llamar paisajes o ecosistemas y a los que, a su vez, nos es dado compartimentar en unidades menores. Piensen que lo que llamamos paisajes o ecosistemas no son si no unidades de estudio convencionales y subjetivas, lo que, pese a serlo, no las invalida científicamente hablando. Estamos, pues, ante un nuevo tipo de Biodiversidad; Biodiversidad de espacios o de habitats o de ecosistemas, también llamada Biodiversidad “ganma”.

Por si esto fuera poco, hay diversidad de poblaciones de unas especies a otras, ocupando desde áreas cosmopolitas a pequeños espacios métricos. Y refiriéndonos solo, en concreto, a nuestra especie, se contempla como biodiversidad, la que tenemos culturalmente y que como cualquiera de las otras está siendo sometida a agresiones, disminución y pérdidas no recuperables.

Les aportaré ahora evaluaciones de la Biodiversidad específica conocida y de la que nos falta por conocer. Datos que, en muchos casos, son solo estimaciones y datos que salvo los globales o a nivel mundo, continentales o grandes regiones, están referidos a espacios nacionales, porque los equipos que recopilan, contabilizan y nominan, trabajan en esos niveles espaciales por razones prácticas, lo que entraña algún problema obvio: al ser las dimensiones de los países y la Biodiversidad “ganma” de cada uno de ellos diferentes, no son posibles las comparaciones sin las correcciones oportunas, aunque se logren otras apreciaciones más o menos interesantes

Primer dato sobre la Biodiversidad específica. Se conocen, o mejor, se han inventariado hasta hoy día, poco mas de 1.750.000 especies en el mundo, que se reparten así: las plantas superiores son unas 270.000 especies, o sea un 15% del total, a las que podríamos sumar 40.000 especies de algas y 70.000 de hongos; del mundo animal se conocen entorno a 1.330.000, de las que casi el 80% son insectos (1.075.000) y solo algo más del 20%, - 255.000 - son vertebrados, moluscos y otros.

En el párrafo anterior, con toda intención, he empleado la palabra inventariar, porque hay mucha distancia entre situar, describir, clasificar y nominar oficialmente a una especie y otra, conocer su papel en los ecosistemas o biocenosis en los que viven y de que manera contribuyen a su mantenimiento, o sea, el para que sirven y cual es su papel en los ciclos biofísicos en los que participan. Esto segundo empezamos a saberlo de plantas superiores y vertebrados mayores, pero de la mayoría restante, sobre todo del mundo de los insectos, del que conocemos tan solo sus nombres y los lugares de recolección, nada en absoluto.

Esta es una de las grandes lagunas de nuestro conocimiento y otra es la que arranca de preguntarnos si tenemos idea aproximada del número de especies que puede haber en la Tierra. Pues bien, las estimaciones se mueven en una horquilla muy amplia: desde los optimistas que optan por creer que habrá poco más del doble de lo inventariado, hasta los pesimistas que piensan que puede haber por encima de los cien millones. Cualquier evaluador parte de unas observaciones muestra, que podemos, sin duda, admitir como ciertas, pero lo que se cuestiona es si sus proyecciones son significativas y se pueda trabajar sobre ellas. Ante unas evaluaciones tan dispares, para la toma de decisiones de protección y/o conservación, los científicos, por razones de tipo práctico, han elegido como cifra operativa - optimista - la de 13.620.000 especies. Si la admitimos, tenemos que reconocer que nuestro nivel de conocimiento resulta, a escala global, muy bajo.

Sectorialmente, nuestro conocimiento de la Biodiversidad específica solo resulta aceptable en los grupos de plantas superiores y animales del grupo de los cordados. Moderado, en el conocimiento de los hongos y animales no cordados. Y muy pobre en el resto de los grupos. Es la opinión del P.N.U.M.A. y debe producirnos alarma, en tanto no tenemos forma de corregir esa desinformación ni siquiera a plazo medio. Mientras que el ritmo de destrucción de especies está disparado, con los equipos humanos de científicos que disponemos hoy día, no llegaríamos nunca a alcanzar los conocimientos que nos parecen necesarios, aun con cifras operativas mas bajas que las citadas. El requerimiento de personas formadas en tareas de exploración y taxonomía, mas los recursos que serian necesarios, están muy lejos de lo posible, incluso en el grupo de los países del mundo desarrollado. Acelerar en esa tarea encuentra frenos en la sociedad establecida insalvables.

No deja de resultar curioso que nuestros conocimientos de astrofísica y astronomía sean infinitamente mayores que los referidos a la Biodiversidad. Conocemos mucho mejor un mundo sobre el que no ejercemos la mas mínima influencia, que aquel en el que estamos inmersos, dependiendo y formando parte. Puedo comprender la fascinación de estudiar las estrellas, pero no me parece práctico tener inventariadas muchas mas estrellas que especies. Haber tenido relegado el mundo biológico al de la simple curiosidad de los naturalistas no deja de parecerme un error de perspectiva, cuyas consecuencias se lamentarán en un futuro próximo, si no inmediato.

T. E. Lovejoy, hace ya años afirmaba: “En último término, aunque hayamos aprendido a gestionar otros aspectos del Medio Ambiente global, aunque la población humana alcance un nivel estable, aunque llegue un tiempo en el que las crisis medioambientales pasen a la Historia, aunque la mayor parte de los residuos se hayan eliminado, a excepción de los de mayor duración, aunque los ciclos globales hayan vuelto a modos mas “normales”, la mejor medida de nuestra gestión del Medio Ambiente global será la cantidad de diversidad biológica que haya sobrevivido”.

Para este científico, evaluador de la Biodiversidad, parece que se trata de algo muy importante en nuestro mundo, aunque hayamos puesto de relieve lo poco que sabemos de ello. Es entonces el momento de seguir insistiendo con más argumentos, en la importancia de la conservación de la Biodiversidad, de la que, insisto, somos una simple pieza usuaria, que quizá ya sea demasiado numerosa. ¿O podemos seguir creciendo en número? El tema daría por si solo para muchas conferencias. Les sugiero que mediten en él. Volverá a salir mas adelante.

Somos unos inquilinos de la Tierra, como cualquier otra especie de la Biosfera, pero ocupamos una posición dominante lograda a lo largo de nuestra historia, que se manifiesta de forma explosiva a partir del siglo XIX. Ese periodo de tiempo es menos de una milésima de nanosegundo en la historia de la vida de la Biosfera. Biosfera que, coevolucionando con la Tierra, ha creado una envoltura gaseosa con una composición que ha permitido la progresión de la vida. A la envoltura gaseosa se une la presencia de ese maravilloso compuesto líquido que es el agua, con sus sorprendentes propiedades, y que es componente fundamental de nuestros organismos y nuestros procesos alimenticios. Aire y agua se apoyan y configuran la superficie de la gran masa sólida del astro Tierra, que soporta a las distintas formas de vida, instaladas en los más diferentes ambientes, creando a su vez otros y ganando complejidad en el tiempo, aunque no de una forma lineal. Y como inquilinos de la Tierra, siguiendo el precepto bíblico de “creced y multiplicaos”, lo hemos hecho, fundamentalmente, a costa de los demás inquilinos, sin grandes preocupaciones por ellos, salvo cuando nuestras actuaciones se volvían contra nosotros.

De nuestros compañeros en configurar el biodiverso mundo nos alimentamos, en parte nos vestimos y abrigamos con ropas y edificios que usan componentes orgánicos. Y también recibimos otros muchos servicios medioambientales de forma indirecta y menos visible: reciclaje de la materia muerta y su incorporación al suelo regenerando su fertilidad, contribución a una determinada regulación - que nos favorece - de los ciclos del agua y del aire; manteniendo equilibrios interespecíficos - que también nos favorecen; pensemos, aunque solo sea en los servicios polinizadores del grupo de las abejas, cuya desaparición constituiría una catástrofe para miles de plantas, entre las que están algunas a nuestro servicio……la lista se nos haría interminable.

Fijemos ahora nuestra atención en el aprovisionamiento de alimentos. La alimentación de la humanidad depende sólo de unos treinta tipos de plantas, que el hombre fue seleccionando intuitivamente, potenciando cualidades naturales de especies que encontró al azar. De esas treinta hay ocho que cubren solas las tres cuartas partes de nuestra dieta, mientras se considera que son 80.000 las especies que son potencialmente comestibles. Y nuestra dependencia alimenticia se apoya en un número aun menor de especies animales - tan solo cinco y algunas aves - de las que el ganado de cerda es el mas importante.

Este corto número de especies son el principal baluarte de la humanidad frente al jinete apocalíptico hambre. Lo que no deja de ser un bastión muy débil, según manifestaciones reiteradas de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.

Hemos mejorado las razas y su productividad, pero no estamos mucho mas allá en cuanto al número de especies que se utilizaban en el Neolítico. Y cualquiera de las que usamos, abandonada sin nuestros cuidados, desaparecería en pocos años.

¿Y si ante un cambio medioambiental alguna de las especies fundamentales no tuviera la valencia ecológica para soportarlo, tendríamos alguna otra como recambio?

¿Cómo lo aceptarían nuestros hábitos alimenticios?, ¿Se adaptarían al cambio con la rapidez suficiente los sistemas productivos? Son incógnitas para el futuro, pero si ante los posibles riesgos no anticipamos también posibles soluciones, lo que se produciría serian colapsos, con el decir de la última obra de Jared Diamond.

Los científicos conocen unas pocas plantas manifiestamente superiores, de cara a su explotación y consumo, con respecto a especies cultivadas afines, pero que aún no se explotan comercialmente. Por ejemplo una judía alada de alta productividad, que se da en Nueva Guinea y variedades de la familia de las espinacas con las que se podrían utilizar los por ahora improductivos suelos salinos. ¿Cuántas especies más de plantas pueden tener caracteres alimenticios sobresalientes y ser utilizadas? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que estamos provocando la extinción de miles por año sin siquiera conocerlas.

Quizá les sorprenda saber que más del 40 % de los fármacos que se elaboran en el mundo tienen un origen vegetal y proceden en buena parte del mundo tropical. Se tienen identificadas unas 20.000 especies con propiedades curativas y paulatinamente el número se amplia, pero a fondo solo conocemos 2.000. No es raro que de vez en cuando aparezca la noticia de la posibilidad de vencer alguna enfermedad considerada como incurable con algún fármaco nuevo de origen vegetal, que en ciertos casos procede de especies conocidas pero no investigadas. Es el caso de la resina del “tejo” americano de las Montañas Rocosas - hermano del nuestro - de la que ya se extrae un producto para combatir el cáncer de útero; o el de una especie surafricana, del mismo género que nuestra Vinca pervinca, que alberga la base química para el tratamiento de la leucemia, cuando esta se presenta en edades infantiles; y aunque no se haya generalizado, sabemos que el control de la concepción se puede lograr con fórmulas baratas partiendo de elaboraciones semidomésticas, como se viene haciendo en regiones de la India y de México en las que se dan especies del género Dioscorea. En otra línea se sabe que buena parte de la investigación para la prevención o el tratamiento del cáncer, la diabetes o el Sida se está llevando a cabo a partir del estudio y análisis de los mas diversos vegetales; lo mismo que sabemos que cantidad de especies de plantas de los bosques tropicales son especialmente ricas en lo que se denominan “metabolitos secundarios”, en particular alcaloides, que pueden actuar como factores de protección frente a hongos o insectos, a la vez que otras plantas actúan segregando venenos que ahuyentan a los depredadores, u odoríferos que atraen a los polinizadores. Propiedades en cualquier caso de aplicaciones útiles.

Analicemos ahora como estamos olvidando y perdiendo patrimonio de Biodiversidad genética. Las poblaciones que habitan la antigua India y el sudeste asiático habían alcanzado sus millonarias poblaciones a base de conseguir cultivar el arroz, como alimento básico, en las más diversas situaciones: arroz de llanura o de montaña; de regadío y de secano; y en los más variados suelos y circunstancias ambientales. Y ello amparándose en la diversidad genética del arroz, que les permitió, EMPÍRICAMENTE, ir seleccionando y acomodando a lo largo de su historia, fijando y mejorando esas propiedades, en los mas variados ambientes de sus territorios. No medió conocimiento científico y al llegar el siglo XX, el agrónomo universitario se encontró que en aquellos espacios se cultivaban hasta 30.000 variedades de arroz perfectamente conocidas y reproducidas por quienes las cultivaban.

Lo mismo les ocurre a los habitantes de la montaña cantábrica con los manzanos, entre otros frutales. Y a muchos países andinos con el maíz, las alubias o frijoles, las patatas y decenas de cultivos más que, de la mano y cuidado, empírico, insisto, del hombre, han alcanzado un estatus y se han mantenido en el tiempo con su diversidad.

Pero volvamos al arroz, que es el ejemplo que nos va a servir para plantear una nueva problemática que afecta a la pérdida de Biodiversidad genética. En la India y el sudeste asiático se habían alcanzado unos techos de producción y el hambre es un mal endémico en el área. Los arroces que se producían no se libraban de circunstancias naturales que provocan inseguridad de las cosechas. Pero en el último tercio del siglo XX una tecnología nueva se difunde: la ingeniería genética. Se trata de una técnica que permite cambiar, sustituir, añadir componentes genéticos de procedencias ajenas a la especie base, consiguiendo distintas mejoras: resistencia a plagas y más rendimientos como más evidentes. Pero también con contrapartidas: semillas caras aunque compensadoras, dependientes de multinacionales monopolistas, que hay que comprar todos los años, porque la planta genéticamente modificada, como los híbridos, no reproduce los caracteres impuestos, generándose así una dependencia del productor de semillas. Existen, por otro lado, los riesgos del no saber con seguridad que impactos puedan tener esas nuevas plantas en la naturaleza, como tampoco si su fruto comestible puede tener alguna consecuencia en los organismos que la ingieran. ¿Es la ingeniería genética una caja de Pandora? La polémica esta servida. Un grupo grande de científicos cuestionan el uso de transgénicos sin suficientes garantías de seguridad y llegaron en 1998 a la Declaración de Wingspread, que defiende el llamado Principio de Precaución y que se refrendó pocos años después en Cartagena de Indias (Colombia). El tal principio dice: “Cuando una actividad se plantea como una amenaza para la salud humana o el medio ambiente, deben tomarse medidas precautorias aun cuando algunas relaciones causa efecto no se hayan establecido de manera científica en su totalidad”.

Mas donde yo quería llegar es a otra cuestión, naturalmente relacionada con la anterior, pero ligada al tema básico de la charla. Veamos. Es evidente que el agricultor indio no va a dudar y efectivamente no ha dudado, optando desde hace ya más de tres décadas por alguna de las variedades que las multinacionales les han ofrecido y el resultado para ellos ha sido excelente, pero estamos llegando a que en pocos años solo se cultiven cuatro o cinco variedades de arroz genéticamente modificado y las miles que existían estén semiperdidas en algún refugio natural, teniendo que acomodarse y variando a una nueva situación o desapareciendo del mapa. Hemos tirado al basurero un patrimonio que costó siglos conseguir y que desconocemos como se logró. En el mejor de los casos, algunas semillas habrán sido incorporadas a un banco de germoplasma. Pero habremos perdido el acervo cultural de los campesinos, que llevaban entre sus vivencias motoras las de buscar en la naturaleza y de forma natural la mejora de sus cultivos vegetales o animales. A la masa campesina, con su sabiduría ancestral, la habrá sustituido, el científico de la multinacional y el conocimiento vivencial desaparecerá. Y al decirles esto no estoy haciendo crítica. Estoy presentándoles hechos y carezco de la varita mágica para encontrar soluciones a la problemática que se plantea. Tenemos que ser muchos los que pensemos y nuestras alternativas tienen que llegar a los políticos, que son los que tienen capacidades operativas. Nadie ha dicho que la cosa fuera fácil.

En otro contexto, ese patrimonio del que les hablo, es el mismo que hacemos desaparecer cuando de forma mas o menos agresivas eliminamos físicamente o fagocitamos culturalmente a una población indígena, ignorando, cuando no despreciando, su patrimonio cultural que, naturalmente, no está escrito. Se lo ilustraré con un ejemplo relatado por el antropólogo francés Claude Levy Straus en su obra Tristes Trópicos, que escribió tras varios años de vivir y convivir, estudiando poblaciones primitivas de la selva amazónica: el chamán o brujo de una tribu tenía individualizados no menos de cuarenta tipos diferentes de trastornos intestinales equivalentes a nuestras diarreas, pero tenía también los remedios efectivos oportunos para cada uno de ellos. Son cientos de saberes sobre las propiedades de la fauna y la flora los que los medios rurales indígenas poseen. Incluso por razones de tipo exclusivamente prácticas no debemos permitirnos que se pierdan. La Etnobotánica que se dedica a ello es una pujante ciencia joven, pero el camino por recorrer demasiado amplio. En cualquier caso, por simples razones éticas, hay que defender la supervivencia de esas colectividades, sin atentar contra sus vivencias motoras, incluso potenciando, y no interfiriendo, sus maneras de entender la vida.

No deja de ser un bochorno que a lo largo del siglo XX hayan desaparecido 90 tribus amazónicas diferentes.

He invocado la necesaria utilización de razones de tipo práctico y razones de tipo ético para enfrentarnos con problemáticas ligadas a la Biodiversidad. Queden ahí como programa de intenciones, al que, al final, volveremos a acudir.

Ya que me han presentado como Geógrafo y como tal creo haber ejercido en mi vida profesional, no me queda más remedio que hablarles algo de la Geografía de la Biodiversidad. Lo haré a partir de la más conocida, o sea de la específica, pero a ella pueden superponer, en la mayoría de los casos, a la genética, aunque la información que se tenga de ella sea menor.

Partamos de unas afirmaciones de científicos y probémoslas después con datos. El botánico estadounidense Fosberg dejó dicho: “Quizá no sea exagerado decir que el 90% de las especies animales y vegetales del mundo se encuentran entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio. Incluso, podría afirmarse que se trata de una regla fundamental, que solo se rompe, en los espacios citados, por la intervención de factores específicos de fácil identificación, que la corrigen o limitan: la excesiva altitud, la ausencia de suelo u otras limitaciones edáficas o la existencia de aridez extrema, entre alguna otra”. Y ya en l973, la Dra. Daveau dejó dicho que la enorme diversidad biológica - en esa fecha todavía no se hablaba de Biodiversidad - es una de las especificidades del mundo tropical. Allí se conserva el patrimonio fundamental de las formas de vida terrestres.

Los números avalan las informaciones precedentes. Así, en Tierra de Fuego se han censado 21 especies de hormigas; 83 en Argentina; 260 en el estado de Sao Paulo y 357 en la Amazonia. Hay 26 especies de serpientes censadas en Canadá; 126 en U.S.A.; 293 en México y 210 en Brasil. En Groenlandia existen 56 especies de aves; 81 en la península del Labrador; 118 en Terranova; 195 en el estado de Nueva Cork; 469 en Guatemala; 738 en el estuario del Amazonas; 1100 en Panamá; 1148 en Venezuela y 1395 en Colombia. La flora de Suecia está compuesta por cuatro especies de plantas vasculares por cada mil Km. cuadrados, cifra que aumenta a ocho en Francia, a 11 en España y a 42 en Ceilán.

Volviendo a las afirmaciones primeras, alrededor del 30% de las 9.040 especies de aves del mundo que, a fecha de hoy, serán alguna decena más, se encuentran en la cuenca del Amazonas, y otro 16% en Indonesia. La mayor parte de estas faunas están limitadas a pluviselvas y hábitats estrechamente asociados, como bosques de ribera y bosques de pantano. El 90% de los primates viven también en esos ámbitos

Ello nos lleva a introducir en nuestro razonar otras variables físicas y su materialización en la Biodiversidad, siempre en el mundo intertropical. ¿Qué pasa cuando ganamos altitud o cuando por efectos barrera se desarrollan espacios áridos?

La presencia de grandes montañas, como los Andes o las de América Central, hasta la cordillera Neovolcánica mexicana; o las vertientes meridionales del Himalaya, con sus penetraciones hacia el sur en Indochina; y las grandes codilleras de Indonesia, mas las de Nueva Guinea oriental, mientras no rebasan los 2.000 metros, siguen siendo mundos tropicales favorecedores de la diversidad por razones climáticas. Pero además y en primer lugar, ese gradiente altitudinal supone pequeñas variaciones medioambientales que facilitan la especiación, hasta llegar al ambiente hiperhúmedo de los llamados bosques de niebla. Aquí, en las laderas de estas montañas, y en estas más por razón de su elevada pluviosidad, se desarrollan innumerables y profundos barrancos, separados por elevados interfluvios, que los convierten en microcosmos aislados, también favorecedores de la especiación. Hay aves que viven confinadas en algunos de estos valles, al igual que plantas y no digamos insectos. Los biólogos afirman que un hábitat con abundante compartimentación es un potente motor evolutivo, porque ofrece muchas oportunidades para diferentes clases de adaptación.

En el caso de la presencia de zonas áridas, la falta de agua es un evidente limitador para la mayoría de las especies, que tienen que especializarse para soportar esa carencia, pero existe un grupo animal que encuentra en este medio ambiente su lugar óptimo: los reptiles. ¿Dónde se combinan bosque tropical húmedo y desiertos?, pues en México y en Australia, que son precisamente los países de máxima Biodiversidad en ese grupo animal.

Si ahora eligiéramos para cada gran grupo animal tres países de mayor Biodiversidad tendríamos que, para mamíferos lo son Indonesia, México y Brasil; para aves Colombia, Perú y Brasil; para reptiles México, Australia e Indonesia; y para anfibios Brasil, Colombia y Ecuador.

Miremos por donde miremos la Geografía de la mayor Biodiversidad nos lleva a los bosques tropicales que, al mismo tiempo, son los espacios que sufren un mayor deterioro, sin que se vea horizonte de freno a su progresiva reducción.

En esos bosques o selvas viven el 61% de las plantas de la Tierra; el 45% de los animales superiores (30% de las aves.) y el 96 % de los artrópodos; estos últimos desconocidos en buena parte para la ciencia.

Pues bien, de 1.900 a la fecha de hoy hemos hecho desparecer el 60% de los bosques tropicales del mundo, sabanizándoles y degradando sus suelos, quedando incapacitados para su recuperación a corto y medio plazo, sin saber si la irregularidad climática que se está provocando puede dificultarlo más o incluso impedirlo. El estar metidos en una espiral evolutiva de cambios, no facilita extrapolaciones seguras. Lo que sí sabemos es que, sin conocerlo, estamos destruyendo un capital biológico y, lo que es mas grave, el fenómeno es irreversible y lo que perdemos es irrecuperable. ¿Qué pensarán de ello las generaciones futuras?

Si consideramos los bosques del planeta, ahora en general, como una medida del cambio a gran escala, con consecuencias para la variación climática y la pérdida de Biodiversidad, cada año se destruyen 142.000 Km. cuadrados de bosque tropical y otros 150.000 resultan tremendamente degradados. Se trata de una superficie equivalente a la del Reino Unido. Y fuera de los trópicos perdemos cantidades, no bien evaluadas, de franjas enteras de bosque debido a la lluvia ácida y a la tala indiscriminada.

Si la destrucción de las pluviselvas continua a la tasa actual hasta el año 2022, la mitad de las selvas lluviosas que quedan habrán desaparecido. La extinción total de especies, dependiendo de la estimación por la que optemos, se encontrará entre el 10 y el 22%.

Con esos parámetros, prudentes, seleccionados de una manera sesgada para obtener una conclusión optimista al máximo, el número de especies condenadas cada año es de 27.000. Cada día son 74 especies las que desaparecen y 3 cada hora.¿Podemos permitirnos ese despilfarro? Y, otra pregunta a la que no podemos contestar: ¿Con que consecuencias?

El homo sapiens es hoy la especie dominante en la Tierra. Pero por desgracia su impacto es devastador y, si seguimos destruyendo el entorno como en la actualidad, la mitad de las especies del mundo se extinguirá a comienzos de próximo siglo, al decir de Richard Leakey y Roger Lewin en su libro “La sexta extinción” (1997).

Bien. Hemos esbozado conceptos, valorado la Biodiversidad y donde está. También la importancia que, directa o indirectamente, tiene para nuestra especie. Ahora, yo quisiera añadir a lo anterior otro punto de vista, ligeramente apuntado antes. Y lo voy a hacer no para convencer, si no para suscitar que piensen en ello, porque ante las situaciones que se avecinan, todo apunta que las soluciones suponen serios y drásticos cambios en nuestras maneras de pensar y de comportarnos. Ello requiere un previo recorrido de antecedentes históricos.

Nuestra casa - la Naturaleza - nos ha llegado de una determinada manera y composición, tras millones de años de evolución. Y en ese proceso lentísimo, a nuestra escala del tiempo, hemos aparecido nosotros, - una especie mas - en los últimos nanosegundos, como dijimos antes. Pasamos milenios como cualquier otra especie, integrados en los ciclos naturales, sin alterarlos y con unas poblaciones pequeñas.

Pero en un determinado momento nuestra evolución específica rompió, aunque solo en parte, con el sistema natural, en busca de mejoras que se tradujeron en un proceso dinámico que, con alternativas de avances y parones, nos permitió crecer. Para ello fue necesario asegurar cada vez mas alimentos y conquistar espacios a costa de las demás especies, al mismo tiempo que competíamos intraespecíficamente. La especie humana se enfrentaba, con desigual suerte, con los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Podemos considerar que el primer y mayor salto adelante se produjo con la revolución neolítica, con la aparición de la agricultura y la ganadería, poniendo a nuestro servicio a especies vegetales y animales, a las que facilitábamos espacio, a costa de otras, y a las que teníamos que defender. Descubrimos los metales y las distintas artesanías pasaron paulatinamente a industrias, apoyadas en mejoras tecnológicas que, a su vez proporcionaban más conocimientos y más crecimiento numérico. Se transformaba a la Naturaleza, pero con carácter regional, lo cual no impidió que en determinados casos se produjeran crisis que acabaron con grandes civilizaciones.

Cada vez hay mas evidencias de que, entre otras causas, fueran crisis medioambientales provocadas por sobreexplotación de recursos naturales, las que desencadenaron el derrumbe del imperio babilónico, del romano o del maya. Pero todo seguía sucediendo localmente. La humanidad seguía creciendo y progresaba en otros lugares, porque había espacio disponible y virgen u ocupado de forma rudimentaria.

Todo se disparó cuando descubierto todo el mundo se inició la revolución industrial, que aún vivimos, y los fenómenos se empezaron a producir a nivel mundo. Se produjeron las dos Guerras Mundiales y la mundialización se hizo presente. Esa consciencia fue la que provocó que en la Conferencia de Estocolmo (1972), donde se planteó por primera vez la problemática medioambiental a escala mundo, se hablase

de la “nave Tierra”, como imagen guía de lo que en realidad somos: un espacio de límites insalvables (colonizar otros astros no parece un evento cercano que podamos invocar como solución); un espacio funcional de carácter sistémico y que es un sistema cerrado en cuanto a materia. Hay la que hay y no podemos esperar que aumente. Al mismo tiempo es un sistema abierto en cuanto a energía. La fuerza gravitatoria, la rotacional y la energía solar cumplen sus funciones ininterrumpidamente, aunque a esta última la podamos modificar con interferencias que no parece nos sean favorables, actuando como lo estamos haciendo, directa o indirectamente, sobre el subsistema atmósfera. Y la Biodiversidad es una pieza que engrana en el sistema como regulador del ciclo del carbono.

¿Por qué nos negamos a admitir que existen techos? ¿Por qué nos negamos a considerar que nuestro comportamiento es similar al de las especies plaga y obrar en consecuencia? Las visiones providencialistas creo que en estos tiempos ya no sirven.

El éxito demográfico humano ha conducido al mundo a esta crisis de Biodiversidad. Los seres humanos (mamíferos de clase de peso de los 50 Kg. Y miembros de un grupo, los Primates, que, por otra parte, son notables por su escasez) se han hecho cien veces mas numerosos que cualquier otro animal terrestre de tamaño comparable en la historia de la vida. Se mida como se mida, la humanidad es ecológicamente anormal. Nuestra especie se apropia entre el 20 y el 40% de la energía solar captada en forma de materia orgánica por las plantas terrestres. No hay forma alguna de servirnos hasta ese punto de los recursos del planeta sin reducir drásticamente el estado de la mayoría de las demás especies. (Wilson, E.O. 1994.)

Una detestable asimetría de otro tipo liga el auge de la humanidad con la caída de la Biodiversidad: las naciones más ricas presiden sobre las biotas mas pequeñas y menos interesantes, mientras que las naciones mas pobres, agobiadas por la explosión demográfica y poco conocimiento científico, son administradoras de las biotas mayores. En 1950 las naciones industrializadas contenían un tercio de la población mundial. La proporción se redujo a una cuarta parte en 1985, y se espera que se reduzca mas, hasta la sexta parte, en el 2025, cuando la población mundial total habrá aumentado en un 60%, hasta los 8.000 millones.( Wilson, E.O. 1994.) Pero lo grave es que esa sexta parte seguirá apropiándose de mas del 80% del producto de la Tierra.

No deja de ser curioso que sea mucho mas reciente el salto a la opinión pública de la palabra globalización, que estaba en la esencia de la imagen “nave Tierra”.

Bien, como especie Homo sapiens formamos parte de una Naturaleza biodiversa. Como especie sapiens hemos desarrollado unas formas de vida y unas tecnologías que nos han llevado a un éxito numérico sin precedentes y a una mejora substancial de niveles de vida, si hacemos el análisis desde el mundo desarrollado. Debemos reconocer, sin embargo, la persistencia de graves lacras. El señalar que un tercio de nuestra especie padece hambre generalizada es un ejemplo suficientemente duro para no tener que acudir a otros muchos. Es la parte oscura de nuestro comportamiento intraespecífico.

Desde el mundo que come, o desde la voz de algunos líderes del que no come, hemos desarrollado unos principios de comportamiento intraespecífico que, pese a la multiplicidad de conflictos armados y guerras genocidas abiertas o soterradas, están presididos por la llamada Declaración de Derechos Humanos. Ello quiere decir que somos conscientes de tener que lograr unos comportamientos inspirados en una ética.

No creo que nadie esté en desacuerdo de que esto es así, aunque los derechos humanos se vulneren año tras año y en múltiples lugares. Pero como ideal a cumplir se mantiene e intenta cumplirse. Lo problemático es su interpretación y los conflictos abundan.

Intraespecíficamente, pues, tenemos un principio ético que nos guía. ¿No deberíamos plantearnos si en nuestros comportamientos interespecíficos tendríamos que instaurar también alguna norma ética?; ¿Puede ser la Naturaleza, en su conjunto o en sus partes, un objeto de apropiación libre e indiscriminada?; ¿Qué grado o nivel de respeto nos merece la Naturaleza, que de una u otra manera nos permite vivir?; ¿Qué Naturaleza queremos que hereden o reciban nuestros hijos y nietos? Creo que son preguntas mas que suficientes para hacernos pensar.

No puedo dejar de recordar en estos momentos aquel razonar, que no se a quien atribuir, y que dice “Hablar es fácil, ( que es lo que estoy haciendo ); pensar es algo mas difícil, ( lo he tenido que hacer, no se si con acierto, para hablarles ); pero actuar con arreglo a lo que con lógica pensamos es, cuando menos, bastante incómodo”. ¿Vamos a dejar, por ello, de pensar?

Mas sin actuar no podemos vivir. ¿Lo vamos a hacer sin pensar?

Vds. verán. Seguir en esa línea es cosa suya. Yo lo voy a hacer hablando o pensando en voz alta ante Vds., intentando provocar su inquietud, que es quizá por lo que me ha invitado a este foro mi amigo Javier, que sabe de mis maneras, un tanto provocadoras de tratar a mis alumnos. Alumnos, en este caso, de un nivel inusual para mi.

Por si lo utilitario y lo ético no fueran de por si importantes, aún podríamos añadir los valores estéticos de la Biodiversidad.

Los dos mayores mamíferos de la Tierra - elefantes y ballenas - está amenazados, a la vez que “protegidos”. ¿Les importaría a Vds. que desaparecieran?. Quiero pensar que dirán que sí, porque les conocen y les parecen asombrosos, les quieren, les parecen emblemáticos. Quieren poder verles vivos y saludables. Es normal y esa forma de pensar la compartiría cualquiera.

Quien dice estos dos podría añadir otros, como podrían ser, en España, el águila imperial o el lince, u otros, emblemáticos, para países distintos. Pero si, vueltos a nuestra península, yo les hablase de proteger a la Graellsia isabele o a la Calceola sandalina, salvo entendidos, me dirían ¿Y eso de que va? Pues simplemente va de una mariposa exclusivamente hispana y de una orquídea pirenaica y centroeuropea rara.

Pues dirían: No sabemos que decirle; con toda la razón. Y ahora les planteo, incluyendo a elefantes y ballenas. ¿Y si les hacemos desaparecer con nuestras actuaciones? ¿Qué pasaría? Pues en concreto nada que nosotros percibiéramos, la Naturaleza se reacomodaría y lo único que habríamos perdido sería Belleza. ¿Queremos conservarla o no? ¿El valor estético de la Naturaleza biodiversa merece que procuremos su conservación¿ Vds. dirán. Y si dicen sí, ¿Cómo convencer a los que no les importa y digan no? Y no pensemos para hablar de esto en el tercio de la humanidad que pasa hambre, porque para hablar de ecología y conservación hay que tener la comida diaria asegurada. ¿No será prioritario ocuparnos del mundo hambriento y solo después de tener eso solucionado pensar en elefantes, linces, orquídeas, águilas y mariposas?

Se que lo pongo difícil y angustioso. Quizá debiera terminar la charla aquí y quedarnos con la incomodidad de iniciar el camino que nos indica la pregunta anterior sin más. A quien mas y a quien menos se le quedaría el alma encogida, pero ese es un mal que nos aqueja a los que trabajamos en ecología y con lo que les he venido contando, poniendo de relieve, aunque solo sea lo que no sabemos, el pesimismo nos invade, pero no nos puede impedir que intentemos detener la tendencia en la que estamos involucrados, denunciando situaciones que es posible corregir y, en la medida que nos sintamos capaces, actuando. Desde el mundo de la actividad docente yo, humildemente les confieso que no me siento capacitado de otra cosa.

Les he hablado y citado al profesor de Harvard E. O. Wilson, que es Profesor de Ciencia y conservador del Departamento de Entomología del Museo de Zoología Comparativa de dicha Universidad. Ha obtenido por dos veces el premio Pulitzer, para obras científicas, siendo una de ellas con una temática - las hormigas - sobre la que se le considera el máximo experto a nivel mundial. También se le llama “El padre de la Biodiversidad”. En junio del 2006 se publicó en el periódico El País una entrevista con él en la que decía “ciencia y religión son las dos fuerzas mas poderosas del mundo y tienen algo en común: creen que la Naturaleza es sagrada”…”cuando los humanos vivían de la caza en grupos, había que vencer a la Naturaleza porque era cuestión de supervivencia. Hoy, destruir la Naturaleza significa destruir parte de la vida que queda en la Tierra. TENEMOS QUE SABER CUANDO PARAR. Estamos destruyendo la naturaleza sólo par hacer un poco más de sitio a los seres humanos. Eso no es progreso, ni desde el punto de vista moral, ni como opción para garantizar el futuro de la humanidad. Necesitamos la Naturaleza para garantizar la productividad en la Biosfera. La especie humana ha tenido demasiado éxito”.

Y respecto al actual ritmo y proceso de pérdida de Biodiversidad, afirma que “No puedo pensar en otro problema científico que tenga una mayor importancia inmediata para la humanidad”.

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