NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL - LIBRO II DE LOS HABITANTES DE LA PROVINCIA - CAPITULO III DE LA LENGUA VULGAR VASCONGADA - SECCIÓN II De su alfabeto, gramática y caracteres
Supuesto que el vascuence fue la lengua común de los primeros moradores de la península ibérica, es claro que desde que se introdujo en ellos la escritura debieron poseer caracteres propios con que poder comunicar o hacer constar sus pensamientos. Esto no obstante, los que desconocieron a la eusquera aquella antigüedad, también negaron que hubiese poseído semejante alfabeto, y, por consiguiente, la posibilidad de la existencia de leyenda alguna correspondiente a la alta antigüedad escrita en este dicho idioma. Si en efecto es cierto que se habían hallado diferentes letras y medallas antiguas,.tanto celtibéricas como turdetanas, nadie había sospechado que pudiesen estar en. vascuence. Algunos veían que los caracteres en que se hallaban escritos no eran latinos, ni griegos, ni hebreos, ni fenicios, ni cartagineses, ni siriacos, ni de otra nación alguna de que hay memoria; y de aquí discurrían que pertenecían a los primitivos españoles, anteriores a los tiempos de Moysés y Abrahám, que suponían fuesen los descendientes de Túbal establecidos en aquellas regiones. Confirmábales en semejante concepto el dicho de Strabón, quien, hablando de los turdetanos, asegura que su comarca, la. Bética, era la más sabia de toda España, y tenía sus letras, libros, poemas y leyes escritas en verso de más de seis mil años de antigüedad. Luego /393/ tenían caracteres propios y particulares inventados por los mismos turdetanos, concluían aquellos escritores investigadores. Otros, como el sabio académico D. Luis José Velázquez, en su Ensayo sobre los al/abetos de las letras desconocidas, fueron de sentir que éstas pertenecían a los alfabetos griego y fenicio, o que, para hablar más propiamente, fueron dialectos de estas dos lenguas. Fundose para ello principalmente en las etimologías de los nombres primitivos de varios pueblos, montes, ríos, etc., que según él son de origen de aquellas dos naciones. Toda su obra, con los alfabetos de diferentes lenguas antiguas, que a su consecuencia formó este distinguido literato, se dirigió a justificar aquel concepto, que no por eso alcanzó la aprobación general del mundo sabio, así de nacionales como de extranjeros. Quien entre aquellos, algunos años más adelante, se propuso ilustrar esta importante materia fue D. Juan Bautista de Erro, por medio del Alfabeto de la lengua primitiva de España, que publicó en 1806. Siguiendo en la materia distinto rumbo que el adoptado por Velázquez y algunos otros anticuarios, este ilustrado guipuzcoano quiso probar , con dicha obra que diferentes monedas españolas antiguas, así que algunas medallas, lápidas e inscripciones, se hallaban escritas en caracteres vascongados, cuyo correspondiente alfabeto. Esta será, decía, una nueva prueba de la inmemorial antigüedad y nobleza de origen de la eusquera, así que de su universalidad en España. « Los vascongados, añadía, verán sin duda con placer aquellos primeros caracteres con que en la venerable antigüedad sus ilustres ascendientes trasladaban a la piedra y los metales sus ideas en la misma lengua que hoy poseen.» Animado de este propósito, no /394/ hay duda de que Erro hizo grandes trabajos para descifrar aquellas escrituras llamadas comúnmente aún por los literatos con el dictado de desconocidas. Su resultado no mereció, sin embargo, la aprobación de los sabios, sobre todo en su empeño de hacer ver que el alfabeto griego se deriva del vascongado. Hallose también en el modo de interpretar de Erro cierta manipulación de palabras, con interpelación de otras vocales, el diferente valor da do a veces a una misma letra, con algunas otras objeciones, cuyo conjunto dejó dudoso el mérito científico de la obra. Ello es que apenas apareció, salió a contradecirla un folleto titulado Censura crítica del Alfabeto primitivo de España., etc., por D. J. A. C., cura de Montuenga. Sostenía este anónimo, que para explicar los nombres antiguos de las localidades, no había necesidad de recurrir al vascuence; que esta lengua era desconocida en tiempos antiguos; que probablemente la introduje ron los bárbaros del Norte de Europa, cuando invadieron el imperio romano. La fama pública atribuyó dicho folleto a D. José Antonio Conde, cuyas iniciales están al menos conformes con los del mismo anónimo; pero, sea quien fuese, ello es que el autor del Alfabeto y su sistema fueron trata dos en aquel de una manera muy satírica, insultan te y grosera. Erro no dejó pasar estas injurias, y replicó a ellas por medio de la obra Observaciones filosóficas en favor del Alfabeto primitivo etc. Vese, pues, que proporciones tan desagradables adquirió una cuestión puramente científica, y que al parecer nunca debió salir del terreno de una tranquila discusión. Dejando a un lado esta po1ítica, es preciso decir algunas palabras sobre el fondo de la cuestión que comprendía, por más difícil que sea el hacerlo con /395/ acierto. A lo menos la opinión emitida por el anónimo cura de Montuenga sobre la derivación ,del vascuence es absolutamente insostenible, cuando consta de una manera indubitable su existencia en este país desde una época muy anterior a la venida de los godos, cuya lengua ni tiene la menor: afinidad con aquel. No es tan fácil pronunciarse sobre si deben considerarse por vascongadas o de otra lengua las leyendas de las monedas, medallas, lápidas e inscripciones antiguas examinadas por los citados autores. Me limitaré por lo tanto a a hacer ciertas reflexiones sobre esta delicada materia. Hay que asentar ante todas cosas que estas letras se hallan escritas según el uso actual, o sea, de la izquierda a la derecha; cosa que no sucedía así en las antiguas lenguas hebrea, fenicia, púnica y árabe, cuyos caracteres debían leerse de la derecha a la izquierda. De este hecho puede deducirse, al parecer con mucho fundamento, que no pertenecían a estas .dichas naciones. Si, por consiguiente, eran anteriores a la venida de estos pueblos a la península, no se encuentran quienes pudiesen haber introducido aquellos caracteres, sino los íberos, sus primeros pobladores. Que estos hablaban las eusquera, según queda expresado antes, dedúcese por otra parte de la circunstancia de que no deriva de ninguna de las lenguas correspondientes a las naciones que ocuparon el territorio español. La conjetura de algunos otros, sobre que los indicados caracteres podían ser griegos, merece también ser tomada en consideración. Si, en efecto, es cierto que los griegos desde tiempos algo antiguos escribían de la izquierda a la derecha, como se halla en aquellas: monedas, lapidas, etc., parece que no sucedió esto así en una edad todavía más remota, o sea, en su principio. Cadmo, que floreció en el /396/ siglo XV antes de Jesucristo, fue quien, en sentir de los autores antiguos. introdujo entre aquellos el alfabeto fenicio, y lo natural es que en la alta antigüedad se escribiese por los mismos en la propia forma que se usaba en Tyro, esto es, de la derecha a la izquierda. La variación posteriormente hecha en este orden de escribir, no puede cambiar el estado de la cuestión, ni hacer perder la fuerza a la argumentación. Si, pues, la escritura de los turdetanos, sus leyes, versos y medallas, según sus tradiciones, tenían en tiempos de Estrabón tan alta antigüedad, como queda dicho antes, los caracteres en cuestión parece que deben pertenecer a esta remota época en que los griegos escribían todavía de la derecha a la izquierda. De aquí debe concluirse que las leyendas disputadas, puesto se hallan en sentido inverso, pertenecen a un idioma distinto del griego, y no se halla ni se discurre pueda ser otro que nuestro vascuence. Si, a pesar de todo lo expresado hasta aquí, pudieron ocurrir sobre este particular en un tiempo algunas dudas, parece han debido quedan disipadas desde que P. A Bondard publicó sus Estudios iberianos. Hállase en esta importante obra el alfabeto primitivo con veinte letras conocidas, de las que seis son vocales y catorce consonantes, formado por medio de las leyendas íbero-latinas. Según el propio escritor, en este primitivo alfabeto faltan las f, v, x, j y q; la c y la k son la misma letra; la c nunca tiene el sonido de la s, y a la x se le da el de ch y kh. En este sistema, el alfabeto iberiano, aunque no es una imitación servil del fenicio y del griego, no por eso dejaron estos idiomas de tener parte mayor o menor en su formación. De aquí es que en el Norte y centro de la península hubiese prevalecido el elemento griego /397, en el Mediodía el fenicio, no por otra causa sino por la mayor vecindad de las colonias griegas en las primeras comarcas, y de las fenicias en las segundas, sin dejar por eso de poseer un alfabeto propio nacional. La escritura iberiana siempre va de la izquierda a la derecha, salva alguna rara excepción, que no debe tomarse en cuenta. Esto supuesto, Bondard no duda en declararse en favor de la opinión de los que han sostenido que las leyendas de las letras llamadas desconocidas pertenecen a la primitiva eusquera, opinión en cuyo apoyo aduce una consideración importante. Las letras f, v, y x, dice, de que carece el vascuence, son precisamente las que faltan en el alfabeto iberiano, según. Humboldt y el abate Darrigoz; la j y la q son suplidas en aquel por otras dobles, que dan el mismo sentido. Semejante coincidencia no puede ser, añade, efecto de la casualidad, sino que procede de la misma estructura de la lengua. Otra de las circunstancia que llamó la atención de este filólogo fue que ninguna palabra del vascuence empieza por un r, como sucede en las leyendas antiguas en cuestión. Parece, pues, que los vascongados somos deudores a P. A. Bondard de haber alcanzado el formar el verdadero alfabeto iberiano, y de haber probado por su medio la identidad de la eusquera con la lengua de los primitivos pobladores de esta península. Tal ha sido también, al parecer, la respetable opinión del Instituto de Francia en el hecho de haber recibido con tanto aplauso la obra de dicho escritor y filólogo. ¡Honor a su memorial! Varios son los autores, tanto nacionales como extranjeros, que se han ocupado en escribir sobre la parte gramatical del vascuence. Cuéntanse entre los franceses Harriet, que publicó sus trabajos /398/ en 1741, Lécluse en 1826, el abate Darrigol, en 1827, Abbadie y Chao en 1836; Hiriart en r840, cuyos títulos no expreso por no cansar al lector. Entre, los escritores vizcaínos, sobre la misma materia, figura en primera línea el docto D. Pedro Pablo de Astarloa, cura párroco de la villa de Durango, de quien se sabe tenía escrita por los años de 1808 una obra que debía formar dos tomos en 4º, con el título de Plan de lenguas, ó Gramática en el dialecto vizcaíno, que no llegó a imprimirse. Lo es también el ilustrado D. Juan Antonio Moguel, cura párroco de Marquina, en su Nomenclatura de las voces guipuzcoanas, sus correspondientes vizcaínas y castellanas, impresa en 18... Fr. Juan Mateo de Zavala, misionero Franciscano del Colegio de Zarauz, imprimió igualmente en 1848 el verbo regular vascongado del dialecto vizcaíno, un tomo en 4º. Las obras principales sobre; el propio asunto, escritas por autores guipuzcoanos, son el Arte de la lengua vascongada-, que en 1729 imprimió en Salamanca el erudito P. Manuel Larramendi, de la Compañía de Jesús, la primera en su género, y en la que demostró la profunda inteligencia que tenía del idioma nativo, por más que se le tachen algunos defectos. Dirjgióse a perfeccionar la materia el laborioso D. Francisco Ignacio Lardizábal, presbítero, beneficiado de la iglesia parroquial de Zaldivia, por medio de una nueva Gramática vascongada. Las Juntas generales de Hernani de 1855, después de haber adquirido todos los informes convenientes acerca del mérito de esta obra, acordaron su impresión por cuenta de la provincia, y que, al repartir la Diputación sus ejemplares a los pueblos, se cuidase de proveer de ellos a los maestros de instrucción primaría, para generalizar la enseñanza de la lengua /399/ vascongada. El azote del cólera-morbo arrebató la vida al autor de esta Gramática, cuyo mérito es indispensable, cuando se ocupaba en dirigir su impresión, que la terminó la Diputación en 1856, añadiéndola un prólogo redactado por el Secretario D. Ramón de Guereca. Considerado el vascuence en su fondo, vemos que lejos de ser un idioma bárbaro, como algunos escritores habían supuesto, es, al contrario, uno de los más filosóficos. De su estudio se ve, en efecto, que es muy significativo, porque impone los nombres a los objetos y cosas conformes a su misma naturaleza y propiedad, lo cual facilita mucho su inteligencia. Así llama a Dios Jaungoicoa, o sincopando, Jangoicoa-, Señor de lo alto; al sol, eguzquiya, lo que hace ver los objetos; a la luna, illarguiya, luz del mes ó mensual, al hombre guizona, buena manera; a la mujer, emacumea, criatura hembra; a la muerte, eriyotz.a-, enfermedad fría o yerta; al malo gaiztoa, causador de males; al mes de Enero, illbeltza, mes negro u obscuro; al de Febrero, otzailla, mes de los fríos; al de Septiembre, agorra, mes seco; a la cera, arguizaguiya, lo que alumbra; a la grasa de ballena, lumera, lo que da luz. Lo mismo sucede en los verbos: v. g. para expresar que ha anochecido se dice illundu, equivalente a muerte del día, o sea, la desaparición de la luz. ill es fallecer, y también apagar el fuego, y, por consiguiente, equivale a faltar la vitalidad. Azaldú significa aparecer, y literalmente, descubrir o quitar la corteza, a cuya consecuencia se manifiesta el interior. Por otra parte, su estructura es tan particular, que siempre expresa primero el objeto principal sobre que versa la locución, por lo cual se pospone el artículo al nombre, y también su declinación, v. g., guizon-a equivale a hombre el; /400/ guizon-arena a hombre del; gulzon-ari a hombre al. La eusquera reúne, por consiguiente, una de las condiciones principales exigidas por Calmet respecto de la bondad de las lenguas. «Es un principio de buen sentido, dice, de no imponer a las cosas, personas y animales, sino nombres que marquen su naturaleza, su origen, su profesión y. sus propiedades». La lengua. vascongada es también un idioma muy rico, no solamente porque abunda en los nombres propios de los objetos, cosas y conceptos, sino por la maravillosa variedad de proposiciones de sus verbos para expresar los diferentes modos y gran número de inflexiones de que hay necesidad de hacer uso. Consiguientemente, las conjugaciones regulares de los verbos nunca son simples, sino más bien compuestas; de manera que vienen a combinarse los diferentes modos del infinitivo, que se conservan fijos en cada tiempo, con las terminaciones variables. Así, pues, para la debida claridad pondré en dialecto guipuzcoano las conjugaciones de dos verbos, el uno activo, el otro pasivo, ambos en diferentes tiempos, y es como sigue:
Conjugación del verbo activo eman, dar. Modo indicativo
/401/ Conjugación del verbo pasivo erori, caer
Tal es el orden constante de la conjugación, que a la delicada expresión del fondo del pensamiento reúne la naturalidad y sencillez incomparables, sin ejemplo en las otras lenguas conocidas. Resumiendo ahora la materia, diré que la eusquerao euscara es una lengua perfecta en lo posible, porque a las precedentes cualidades reúne las ventajas siguientes: 1ª la Suavidad en su pronunciación. 2ª La de que su alfabeto no contiene letras inútiles, fuera de la h aspirada, que usa el dialecto labortano. 3ª Que se presta admirablemente a los estilos grave y serio, al festivo, al satírico, al tierno y sobre todo al amoroso, en que apenas tiene igual. 4ª La regularidad de su ortografía. 5ª La de que se escribe según se habla. 6ª Su delicada distinción de formas de que se vale en el trato de las personas, pues no solo usa del berori, o sea, del usted, para las de más consideración, y del hi, ó sea del tu con respecto a las de rango inferior, sino que, a diferencia de otros idiomas, tiene el lenguaje intermedio del zu hacia otras iguales. 7ª Mucha propiedad en la manera con que expresa ciertas acciones. Así es que isillic significa callar: Zarta zarta el hecho de golpear, o bien, el efecto puramente de una herida: irrizt, el /402/ acto de resbalarse; marmar, la continua charla, reyerta o murmullo: zarzar, el ruido que hace el freír algo al fuego en una sartén arrastaca siguifica rastrear por el suelo; chistu, silvar;arranz,lloro con gran sollozo, y también, rebuzno: pill, pill, pill, el ruido de hervir continuado y suave de un puchero. Se ve, pues, que en todos estos casos y en otros muchos que se pudieran citar, existe la analogía más natural entre la expresión y el objeto sobre el que se dirige, que es una de las cualidades más bellas y recomendables que puede ofrecer una lengua. Así lo han reconocido respecto del vascuence diferentes escritores de nombradía, entre ellos el sabio filólogo D. Lorenzo Hervas, quien en el Catálogo de las lenguas conocidas declara que el vascuence es «de bellísimo artificio y de mucha perfección.» El mismo D. Joaquín Tragia, que en el lugar antes citado impugnó la idea de la antigüedad y universalidad del vascuence en España, se funda precisamente en que es «una lengua rica, llena de artificio y de reglas muy exactas; fecunda en variar los nombres y los verbos, suave y nada bárbara, capaz de energía y numero». No hace pues, sino confirmar la opinión sostenida por el P. Larramendi en su excelente prólogo puesto al Diccionario trilingüe, digno de leerse y de estudiarse por los vascongados. Omitiendo las citas de los autores vascongados, cuyos elogios sobre la eusquera podrían parecer a algunos como apasionados o dimanados de una vanidad, creo haber dicho lo bastante sobre esta materia. Concluyo, por lo tanto, haciendo votos para que nuestra lengua nativa polisintética y sin hermana conocida en el mundo, a pesar de hallarse reducida ahora a un pequeño territorio, conserve incólume su propio ser, su tipo de organismo /408/ constitutivo, contra la acción del tiempo, como un venerable y vivo monumento del antiquísimo origen de la noble raza que la habla. Despreciarla sería hacer un alarde de ignorancia, que sería imperdonable en los vascongados, cuando los sabios franceses, alemanes, ingleses, etc., se ocupan en cultivarla. Fundamos más bien un .homenaje de nuestra sincera y profunda gratitud a estos filólogos y a cuantos otros nacionales y extranjeros, a tuerza de estudios y laboriosidad, han demostrado su alta antigüedad, la riqueza de su estructura, su perfección y filosofía. Que la patria vascongada no aparezca ignorante de su mismo ser, ni se muestre ingrata hacia los, que trabajan por ennoblecerla y realzarla.
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