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VEGETACIÓN

A grandes rasgos, los distintos factores ecológicos introducen en el País Vasco diversos paisajes vegetales que F. Bellot (1978) clasifica en ocho tipos:

a) U n paisaje sublitoral, caracterizado por los encinares (Q. Ilex ssp. euilex), siempre sobre roca madre caliza, y los alcornocales sobre sustrato silíceo. Este bosque de hoja perenne y dura, de escasa representación en Gipuzkoa se presenta en pequeñas formaciones e interrumpido por los cultivos y otras alteraciones del paisaje por obra del hombre.

b) Un paisaje colino caracterizado por el roble gallego o carballo (Q. Robur ssp. pedunculata) en las exposiciones húmedas y no soleadas, y por un bosque de roble tozo (Q. Pyreanica = Q. Tozza) en las exposiciones soleadas y más secas.

c) Alisedas de carácter atlántico (A. glutinosa) junto a los cursos de agua.

d) Fresnedas (Fraxinus angustifolia), a veces mezcla de robles, en las vaguadas y pendientes frescas.

e) Un paisaje montano caracterizado por el hayedo (F. Silvatica).

f) Un paisaje de landa, de gran extensión, consecuente a la acción del hombre sobre la clímax arbórea.

g) Un paisaje disclimácico (repoblaciones) implantado sobre la landa, a base de pinos (P, pinaster, P. radiata ssp. insignis).

h) Paisajes altitudinales de pastizales a base de Nardus stricta y Festuca ovina.

 

El bosque de frondosas

Dada su situación geográfica, Gipuzkoa presenta una clímax arborescente caducifolia sumamente deforestada por los cultivos y el pastoreo. Las especies leñosas caducifolias se caracterizan por un mecanismo fisiológico de supresión de las hojas y por el endurecimiento de sus yemas y renuevos frente al frío. El sotobosque aparece sometido también a un ritmo estacional definido por el contraste entre una fase de sombra estival y una fase de luz invernal. Los arbustos y matas (avellanos, majuelos... ) son heliófilos, al igual que los helechos, contándose también algunas especies perennifolias (tejo, acebo, boj...).

a) El hayedo

Los bosques de hayas (Fagus silvatica) se hallan muy empobrecidos y su extensión ha disminuido considerablemente sobre todo en las zonas bajas. Se conserva solamente en la vertientes brumosas y más lluviosas, donde puede descender hasta los 100 metros de altitud, si bien su límite inferior medio se sitúa en torno a los 500 metros. Árbol de montaña, el haya puede vivir en alturas de hasta los 2.000 metros. Más exigente que el roble en cuanto a humedad atmosférica, prefiere los suelos que no tengan tendencia a acidificarse; el humus del hayedo es un mull o un mull-moder y su sotobosque es especialmente pobre ya que el estrato arbóreo deja pasar muy poca luz e impide el normal desarrollo de buen número de especies, por lo que el suelo se presenta cubierto por un grueso tapiz de hojas muertas. El óptimo natural, el bosque de hayas cerrado y compacto o asociación con el roble y el castaño en las llanuras de clima suficientemente oceánico, da paso en una primera etapa regresiva al bosque aclarado. En éste el estrato arbóreo aparece formado por el haya, acebo, serbal de cazadores, fresno..., estando el sotobosque constituido fundamentalmente por arándanos, abrojos, brezos y zarzas. La tercera etapa de la regresión, la de los pinares, se caracreriza por la presencia de matorral heliófolo, principalmente eriáceas y cistáceas, junto al pino silvestre. El haya ocupa en Gipuzkoa 11.534 hectáreas, lo que su pone el 9,7 por 100 de la superficie forestal del territorio

 

b) El bosque de robles

Los robles, en poblaciones puras o mezclados con otros árboles (hayas, olmos, arces, carpes... ), se asientan fundamentalmente en las llanuras y en las vertientes inferiores del dominio atlántico. Exigen veranos suficientemente cálidos y toleran bastante bien los suelos  permeables fácilmente lixiviados. Si la lixiviación se acentúa por falta de forestación, incendios, pastoreos, etc., de forma exagerada, el robledal se degrada en una landa oceánica. El roble más característico en Gipuzkoa, al igual que en toda la vertiente cantábrica, es el roble pedunculado (Q. robur ssp. pedunculata), seguido en importancia por el rebollo o tozo (Q. pirenaica = Q. tozza) y el roble sentado o sésil (Q. petraea = Q. sessiliflora). El roble pedunculado –albarse asienta sobre suelos silíceos de bajo pH y se localiza principalmente en Zumárraga; es un roble acidófilo que soporta bastante bien la lixiviación. Su madera, especialmente resistente y duradera, ha -sido muy apreciada a lo largo del tiempo para la construcción civil y naval y para ebanistería de lujo. El óptimo natural, el bosque de roble pedunculado, no muy apretado por ser especie heliófila, da paso en una primera etapa regresiva al bosque aclarado: en él, el-estrato arbóreo aparece formado por el rebollo, al que empiezan a desplazar el acebo, el arce blanco, el piruétano; el sotobosque está constituido por el tojo -argoma, aulaga(U lex europaeus) y el arándano (Vaccinium myrtillus), fundamentalmente. Tras la etapa de los pinares, sigue, dentro de la regresión, el matorral de avanzada degradación, formando vegetación de landa.

El roble sésil o sentado prefiere sitios de mayor altitud que el pedunculado. La regresión de su bosque pasa por la etapa del tilo, el aligustre y el serbal (Sorbus aucuparia) y el arce (Acer opulifolium), con sotobosque de adelfilla (Daphne laureola) madreselva, espino negro (Prunus spinosa)..., para, en la etapa de los pinares (silvestre, laricio), dar paso a los bojedales y helechales. El roble tozo, por último, especie que se desarrolla por estolones, prefiere las cimas y laderas, más secas. Su madera ha sido utilizada tradicionalmente como leña, por lo que se encontraba en franca regresión y en muchos casos en etapas de matorral Propios de suelos ácidos y zonas soleadas, el. uso de otras fuentes de energía hace posible su regeneración. En conjunto, el roble ocupa en Guipúzcoa 2.721 hectáreas, lo que supone el 2,3 por 100 de la superficie poblada del  territorio provincia, muy por debajo del haya.

 

c) Otros bosques de frondosas

Ocupan en total 19.494 hectáreas, lo que supone un 16,4 por 100 de la superficie forestal de Guipúzcoa. El más característico de ellos ha sido tradicionalmente el de castaño (Castanea sativa), que se puede dar desde casi el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altitud y cuya extensión fue enormemente reducida como consecuencia de la enfermedad de la tinta. En sus etapas regresivas se encuentran el avellano (Corylus avellana) y el arce, y más tarde los helechos (Pteridium aquilinum) los brezos y el enebro común Uuniperus communis). El bosque de castaños constituye una sustitución del Quercetum Roboris, pero con el SOtobosque muy reducido. Siguen en importancia los encinares, alisedas y fresnedales.

 

La landa atlántica

Constituye una formación secundaria por degradación del bosque de robles que ocupa importantes extensiones. Se caracteriza por un estrato más o menos abierto de subarbustos marcadamente xesomorfos (ericáceas: brezos y Calluna; leguminosas: aulaga, retama) que dominan una vegetación herbácea a base de gramíneas (Festuca, Deschampsia), tapices más o menos extensos de musgos (Hypnum) y líquenes. El componente florístico es muy pobre (humus bruto ácido, deficiencia del suelo en elementos minerales), pudiéndose distinguirse dos tipos de landas: la landa higroturbosa, muy húmeda y sobre pendientes surcadas por riachuelos en las que el drenaje es lento, con suelos de bajo pH y localizada en zonas arenosas procedentes de la descomposición de las areniscas, especialmente en pequeñas depresiones acuíferas; y otra más seca, caracterizada por el elevado número de especies que presenta, y que, como la anterior, se extiende desde el litoral hasta el piso del haya. Este último tipo de landa encuentra su óptimo en el piso del robledal de Q. pedunculata.

La landa es objeto de una intensa acción humana: la corta de brezos y argoma tiene por finalidad tanto el conseguir cama para el ganado estabulado como favorecer el desarrollo de las gramíneas que sirven de pastizal, contribuyéndose a veces a esta última finalidad a través de la quema del brezal Ello permite, de rechazo, el establecimiento de una facies de predominio del helecho, tanto más cuanto que el ganado lo desprecia y favorece su desarrollo con el ramoneo. Los brezos y los tojos (argoma), que caracterizan a la landa en parte importante, presentan en virtud de esta última circunstancia, un porte almohadillado. La landa constituye un estadio bastante avanzado de la regresión del bosque de frondosas, por lo que la regeneración de aquél es costosa y exige un retroceso paulatino tras de atajar el proceso de destrucción del suelo. Ello sólo es posible, en la mayoría de los casos, a través de la repoblación con especies exóticas, principalmente coníferas, que puedan ser sustituidas paulatinamente por especies cada vez más exigentes; sin embargo, la inmensa mayoría de la repoblación se ha llevado a cabo más en función de beneficios económicos a medio plazo que del sentido común, y con la especie menos adecuada.

 

El bosque de coníferas

Las coníferas ocupan 73.581 hectáreas, lo que supone el 61,9 por 100 de la superficie forestal de Gipuzkoa (59 a 60 por 100 del total). La máxima extensión corresponde al pino insignis (P. radiata ssp. i1:Jsignis) son 59.027 Ha. (49,6 por 100 de la superficie forestal). Siguen en importancia el alerce (Larix eupopaea, Lar ix leptolePis), con 4.827 hectáreas (4, 1 por 100 de la superficie forestal), y el pino laricio (P. laricio var. corsica), con 2.770 hectáreas (2,3 por 100 de la superficie forestal). Otras 6.912 hectáreas (5,8 por 100 de la superficie forestal) están ocupadas por diversas variedades de coníferas: «ciprés» de Lawson (Chamaecyparis Lawsoniana), «abeto» Douglas (Pseudotsuga Douglasii), etc.

 

Casi todas las coníferas se deben a la repoblación forestal. El extraordinario desarrollo alcanzado por el pino insignis-pino de Monterrey arranca de los años posteriores a la guerra civil. Introducido a finales del s. XIX en Gipuzkoa, se convirtió en la estrella a raíz de la fuerte demanda en materias primas en la época de la autarquía. Coincidiendo con la conversión de la población rural en población industrial, los prados y labrantíos fueron plantados en gran medida con esta especie, a veces en parcelas exageradamente amplias cuyo carácter monoespecífico se traducía en evidentes riesgos económicos con motivo de incendio, plagas, heladas prolongadas, etc. El hecho de ocuparse con pinos zonas de landa obligaba a una siega y entresaca periódicas, hoy abandonadas en muchas explotaciones, lo que se traduce en un gran desarrollo de un sotobosque nada favorable a la conservación del suelo; este hecho, por otra parte, obliga a quemar aquél para proceder a la replantación. Aparte de otros inconvenientes, la estructura económica de la producción papelera, así como la caída de la demanda, hacen que el valor del pino insignis sea fluctuante y la tendencia a abandonar las explotaciones.